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Juro no tardó en reaccionar y en hacer conocer la verdad, sí había tomado la foto, nadie se había percatado de la cámara, pero la imagen capturada no era la mejor de todas, una muchacha ayudando al profesor era lo que se podía deducir. "Que caballero es... Debía abrazarla y protegerla del caos..."
Sin más que decir ni agregar al asunto, salí con el pelinegro hasta el exterior del restaurante, ahora en compañía del tercero del grupo, una vez afuera deshice la técnica, no tenía mucho sentido seguirla manteniendo. —Pasó que se iban y no podía tomar una foto que nos delatara.— Comenté diciéndolo como sí fuera obvio, ¿acaso él no estaba pendiente de lo que ocurría a su alrededor? —Tenemos algo no muy concluyente.— Miré al que tomó la foto, esperando a que se la mostrase.
—Será mejor seguirlos, no deben andas muy lejos, deben darse un beso de despedida o algo.— Balbuceé mientras empezaba a caminar, yo tenía la cámara y sí llegaba a tiempo podría encontrarlos en el momento exacto; pero... ¿por dónde ir? Estaba en medio de una intercepcion... El profesor no debía subir con ella por lo que quedaba tres opciones más. —¿Viste por donde se han ido?— Pregunté al Uchiha.
"Sino tendremos que separarnos nuevamente... Rayos!
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Keisuke y Juro salieron, una vez aclarado todo. Ahí se encontraron con su compañero uzujin, quien estaba más que dudoso y molesto por lo que había sucedido.
«A punto de caramelo no es la expresión que yo usaría... » — pensó, molesto. Les había costado horrores conseguir esa situación y con todo el jaleo, había sido un milagro no ser golpeados o pillados.
—Pasó que se iban y no podía tomar una foto que nos delatara.Tenemos algo no muy concluyente.—
Keisuke le enseñó la foto. Juro trató de aguantar la verguneza. Había sido culpa suya después de todo. Pero era lo suficientemente profesional como para saber que no era momento de aceptar ser perdonado. Si estaban de chachara mucho rápido, los perderían definitivamente.
— Debemos seguirlos nuevamente. Quizá haya otra oportunidad — murmuró, apoyando la idea de Keisuke —. ¿Por donde fueron?
Juro esperó que Akame hubiese seguido a ambos con su mirada. Con lo previsor que era, no dudó en que podía fiarse de él.
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6/01/2018, 02:02
(Última modificación: 6/01/2018, 02:02 por Uchiha Akame.)
«"¿Pasó que se iban?" ¡Se han largado porque habéis puesto el maldito bar patas arriba! ¡Los teníais besándose hace sólo cinco minutos!, por las tetas de Amaterasu...»
Akame reprimió aquellos pensamientos. Reprender a sus compañeros no iba a resultar en absoluto productivo, y tampoco tenían lugar para lamentaciones. Vista la fotografía, estaba claro que necesitarían algo mejor. Mucho mejor. Al ser cuestionado, el Uchiha echó la mirada atrás para distinguir las ya lejanas figuras del profesor y su amante. Luego volvió a mirar a Juro y Keisuke y les señaló calle abajo con un gesto de su afilado mentón.
— Todavía no están lejos. Esperemos que nuestro estimado académico se haya quedado con ganas de juerga —terció, recuperando el semblante sereno y calmo que le caracterizaba.
«Si se han marchado juntos es probable que no vayan a separarse todavía. ¿Qué sentido tendría? En el momento en el que cada uno tome su camino, lo harán con más discreción...»
Sea como fuere, el uzujin no pensaba darse por vencido.
— Sigámoslos y crucemos los dedos.
Akame echó a andar calle abajo, caminando pegado a los edificios de la parte derecha por si en algún momento debía abrazar un portal para evitar ser visto. Si Juro y Keisuke le seguían, los tres genin caminarían durante cinco minutos más tras el infiel y su amante.
Acabarían dando con sus pasos en un callejón sin salida, mucho más pequeño y discreto que la concurrida intersección donde se ubicaba El Cruce. Desde una esquina, los shinobi podrían ver cómo el profesor Rōshi y aquella jovencita de cabellos negros entraban en un edificio de dos plantas, al fondo de la callejuela. Tanto la fachada como el tejado se asemejaban al resto de los bloques de alrededor, y no había nada reseñable a simple vista. No obstante, al fijarse mejor se podía leer un sencillo cartel colgado junto a la entrada. Era de madera y lucía una inscripción realizada con gruesos trazos de tinta negra.
«Hostal Yamazuki»
— Es nuestro maldito día de suerte —masculló Akame, todavía desde la esquina del principio del callejón—. Necesitamos localizar su habitación, llegar hasta ahí y hacerles una fotografía con las manos en la maldita masa. No podemos cagarla ahora.
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Con un poco de la ayuda de Juro, ambos salimos ilesos de una posible reprimenda por parte de Akame, su rostro no se mostró muy agraciado cuando se enteró que realmente no teníamos nada... Es por eso que no tardó en mencionar por dónde es que se marchó la pareja de tórtolos enamorados.
—Esperemos sea así.— Respondí a Uchiha mientras retomaba la caminata por la calle indicada.
Esta vez la persecución la haríamos los tres, aparentemente, lo cierto es que permití que el shinobi de Uzushiogakure se mantuviese a la cabeza, después de todo parecía hacerlo todo muy bien y sí él metía la pata tendría parte de la culpa del día de hoy, sí es que no lográbamos conseguir nada para el final del día...
Tras unos cuantos minutos de seguir los pasos del pelinegro, llegamos a una calle ciega, y lo bueno era que el poseedor del sharingan había tenido un poco de razón, bueno toda la razón; fue inevitable sonreír cuando leí el letrero que identificaba el lugar como un hostal, ¿realmente se quedarían a dormir?
—Que boca la tuya...— Emití para nuestro clarividente.
—¿Tienes alguna buena idea en mente? Será difícil no armar un escándalo ahí dentro...— Finalicé y luego miré a Juro, él podría tener una buena idea también, mientras tanto me mantuve en silencio pensando para planear o añadir a la idea de mis compañeros.
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El rostro de Akame no se mostró para nada serio cuando le dijeron lo que había pasado. Por supuesto, Juro sintió algo de malestar y de miedo, pero seguía profundamente irritado por la falta de comprensión del Uchiha.
Todos esos sentimientos, claro está, no le iban a ayudar. Pero le costaba desprenderse de ellos tan fácilmente.
Por fortuna, Akame no les había descuidado. Fueron capaces de seguirles por el callejón hasta llegar a un modesto hostal, que se asemejaba a los edificios de alrededor. Parecía camuflado. Un lugar pequeño y discreto. Lo perfecto para una amante, supuso.
« Ya sabemos dónde están. Ahora, el cómo… »
—Es nuestro maldito día de suerte. Necesitamos localizar su habitación, llegar hasta ahí y hacerles una fotografía con las manos en la maldita masa. No podemos cagarla ahora.
Keisuke, por su parte , estuvo de acuerdo, aunque también se mostró interesado en cómo lo harían, e incluso preguntó a ambos.
— No creo que nos vayan decir así como así el número de habitación — murmuró Juro —. Habrá un registro, pero lo tendrán las personas del hotel. Si hubiese una ventana, podríamos tratar de hacer la foto por fuera, pero seguiría llamando la atención… ¿Tienes algo en mente, Akame?
Si no lo tenía, tendrían que improvisar de alguna manera.
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«Que me saquen los ojos si no tengo un plan», pensó el Uchiha. No lo dijo, claro, sino que se limitó a asentir con aquella parsimonia y serenidad tan suyas. Uno no se ganaba el sobrenombre de "El Profesional" por nada, y contenerse cuando tenía ganas de dar rienda suelta a sus emociones era requisito indispensable para mantener semejante título.
Así pues, el Uchiha pasó a explicarles a aquellos dos genin su estratagema para cumplir con el objetivo de una vez por todas.
—No pienso correr ningún riesgo. Hay que sacar esa foto a toda costa —declaró, firme, intercalando su mirada entre la de Keisuke y la de Juro—. Voy a entrar ahí y el recepcionista me va a decir en qué habitación se han hospedado nuestros queridos tortolitos. Luego saldré, os daré la información y los tres vamos a entrar con todo —anunció, dejando lugar a pocas réplicas.
—Keisuke-san, tú tienes la cámara y eres el que mejor sabe manejarla. Escalarás la fachada hasta dar con la ventana de la habitación —anunció, mirando al amejin. Luego se volvió hacia el de la Hierba—. Juro-san, tú y yo iremos por dentro. Nos apostaremos en la puerta, fuera de la habitación, por si algo ocurre.
»Ya hemos perdido suficiente el tiempo. ¿Alguna pregunta? En caso contrario, a trabajar, muchachos.
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Juro también parecía estar de acuerdo conmigo, sería un poco complicado realizar aquella hazaña, pero no tardó mucho en que Akame lograse explicar su punto de vista y su plan, lo haría ver todo tan fácil...
—. Voy a entrar ahí y el recepcionista me va a decir en qué habitación se han hospedado nuestros queridos tortolitos. Luego saldré, os daré la información y los tres vamos a entrar con todo — Manifestó primeramente. —Keisuke-san, tú tienes la cámara y eres el que mejor sabe manejarla. Escalarás la fachada hasta dar con la ventana de la habitación. Juro-san, tú y yo iremos por dentro. Nos apostaremos en la puerta, fuera de la habitación, por si algo ocurre.
—Entendido.— En cuestión de segundos el plan estaba en la mesa y era aparentemente bueno, no venía nada a mi mente que pudiera añadir a la sugerencia del Uchiha.
»Ya hemos perdido suficiente el tiempo. ¿Alguna pregunta? En caso contrario, a trabajar, muchachos.
—¿Lo sobornarás o lo amenazarás?— Pregunté ansioso por la seguridad con la que lo decía el pelinegro. —Aunque tengo otra duda... ¿Sí las cortinas están cerradas qué hacer?— Entonces posé mis orbes en las de Akame esperando alguna brillante idea para eso.
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Akame tenía un plan. Juro lo supo al ver su mirada de decisión y su determinación firme. Así pues, parte de su cuerpo en tensión se relajó. Ahora estaba siendo liderado.
—No pienso correr ningún riesgo. Hay que sacar esa foto a toda costa. Voy a entrar ahí y el recepcionista me va a decir en qué habitación se han hospedado nuestros queridos tortolitos. Luego saldré, os daré la información y los tres vamos a entrar con todoKeisuke-san, tú tienes la cámara y eres el que mejor sabe manejarla. Escalarás la fachada hasta dar con la ventana de la habitación. Juro-san, tú y yo iremos por dentro. Nos apostaremos en la puerta, fuera de la habitación, por si algo ocurre.
— ¡Entendido! — exclamó.
Juro asimiló todo de golpe. Se alivió doblemente al saber que sobre él no recaía la responsabilidad. Estaría con Akame y solo vigilaría: esta vez, era turno de Keisuke. Este no pareció comprender algunos aspectos, preguntandole que haría Akame para conseguir la información. La verdad es que tenía curiosidad él también. Tal y como había dicho, eso no lo dirían normalmente. Pero no preguntó.
Primero, porque un ninja no relevaría sus trucos así como así, y menos a otros dos ninjas de distintas aldeas. Segundo, porque estaba seguro de que tendría sus habilidades, y no dudaba de él.
—Aunque tengo otra duda... ¿Sí las cortinas están cerradas qué hacer?—
Juro pestañeó. Tenía razón. De hecho, era muy probable que estuviese cerrada. Ya fuese por miedo, ya fuese por acto reflejo. A no ser que el señor no tuviese ningun remordimiento, lo normal sería que fuese lo más discreto posible.
Miró a Akame, a la espera de alguna respuesta. Desde luego, él no la tenía.
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Akame ya estaba a punto de darse media vuelta y empezar a caminar, callejuela adentro, hacia la entrada del hostal. Tanto el de Kusa como el amejin parecían haber entendido su plan y, aunque Keisuke estaba interesado en conocer los métodos del Uchiha, él no estaba dispuesto a revelárselos. Una sonrisa torcida sería toda la respuesta que el de la Lluvia iba a recibir.
Sin embargo, había una parte del plan que no terminaba de quedar del todo clara, y Akame lo supo cuando escuchó la más que razonable duda de su compañero de profesión. El Uchiha se quedó un momento en silencio.
—¿Eres un ninja, no? —cuestionó—. Usa alguno de tus trucos. Estoy seguro de que tienes más habilidades de las que hemos podido ver durante esta misión.
Sin más se dio media vuelta y, en solitario, enfiló la calle hasta llegar a la entrada del hostal. Allí abrió la modesta puerta y se internó en el edificio, desapareciendo de la vista de sus compañeros ninjas durante unos cinco minutos.
Salió después, con el mismo rostro de serenidad y firmeza, y subió la calle en dirección a donde le aguardaban Juro y Keisuke. Al llegar junto a ellos, el Uchiha les reveló la información que había conseguido.
—El objetivo está en la habitación 203. Segunda planta, tercera ventana empezando por la derecha —anunció, con un deje de orgullo profesional en la voz—. Y no te preocupes por el encargado, Keisuke-san. Ni le he amenazado ni me he gastado un sólo ryo en esta información. Resulta que es un hombre la mar de amable, y no ha tenido problemas en decirme lo que quería saber.
Remató sus palabras con una sonrisa torcida.
—Así pues, ¿vamos?
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Tal y como lo había pensado, Akame ignoró el hecho de explicar la táctica que usaría para obtener la información por parte del encargado del motel; no dijo nada al respecto y no insistí en ello, yo tampoco podría revelar toda la información de mis técnicas, aunque ya les había dicho que no era el mejor en espionaje...
Y no todo quedaba ahí, se detuvo a responder mi segunda incógnita, aunque no fue lo que esperaba, pero sí algo prudente...
—¿Eres un ninja, no? Usa alguno de tus trucos. Estoy seguro de que tienes más habilidades de las que hemos podido ver durante esta misión.
Le miré con recelo hasta que desapareció por la entrada del hostal, entonces me quedé a solas con Juro. —Quiero terminar esto de una vez para marcharme con el dinero que prometieron...— Admití al pelinegro.
Miré el local desde la posición que habíamos mantenido, realmente la puerta se abrió mucho antes de lo que esperaba y la figura del Uchiha se dirigió directo hacia donde nos encontrábamos.
—El objetivo está en la habitación 203. Segunda planta, tercera ventana empezando por la derecha—anunció, con un deje de orgullo profesional en la voz—. Y no te preocupes por el encargado, Keisuke-san. Ni le he amenazado ni me he gastado un sólo ryo en esta información. Resulta que es un hombre la mar de amable, y no ha tenido problemas en decirme lo que quería saber. —Remató sus palabras con una sonrisa torcida.
—Que bueno, por un momento me preocupé por la integridad física del encargado...— Comenté en un tono que se notaba a leguas que era irónico.
—Así pues, ¿vamos?
—Estoy listo, deseenme suerte.— Aseguré la cámara y luego miré a que no viniese nadie, rápidamente me acerqué al edificio y con ayuda de un poco de chakra, escalé la pared, pasé el primer grupo de ventanas y seguí al segundo. "Tercera ventana comenzando por la derecha" Pasé por las ventanas de las otras habitaciones y una vez llegué al cristal indicado, me asomé lentamente hasta poder darle el área adecuada para que mis ojos pudiesen ver a través del vidrio, agarré la cámara y la tuve en posición por si estaba todo a punta de caramelo...
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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—¿Eres un ninja, no? Usa alguno de tus trucos. Estoy seguro de que tienes más habilidades de las que hemos podido ver durante esta misión.
Juro tragó saliva. Akame no fue precisamente amable con Keisuke. Estaba, con total seguridad, cabreado. En parte — aunque luego se sintió mal de pensarlo — se sintió aliviado de no ser él quien cargara con toda esa responsabilidad.
Akame se fue durante unos momentos, relajando el ambiente, para hablar con el encargado. Pobre Encargado.
—Quiero terminar esto de una vez para marcharme con el dinero que prometieron...—
— Yo también. Pero anímate, de esta sacaremos algo — dijo Juro, encogiéndose de hombros.
Akame volvió poco después, diciéndoles que su objetivo se encontraba en la habitación 203, en la segunda planta y tercera ventana empezando por la derecha. También, que había sido muy amable y que se lo había contado sin tener que sobornarle o usar la violencia.
« Oh, lo dudo muchisimo... » — pensó Juro, pero no se atrevió a decirlo en voz alta.
—Así pues, ¿vamos?
—Estoy listo, deseenme suerte.—
— ¡Tú puedes! — murmuró, con una sonrisa, tratando de infundar ánimos a su compañero. Desde luego, él no podía. Después, se dirigió a Akame, en posición casi militar —. Vamos.
Seguiría a Akame allá a donde fuese. Ese era su objetivo. Ser un apoyo.
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Los tres muchachos bajaron la discreta callejuela en dirección al motel. Al acercarse al edificio se separaron para tomar caminos distintos; Keisuke buscó encaramarse a la fachada del lugar con ayuda de su Caminata Vertical, mientras que Akame y Juro ingresaron tranquilamente en la recepción.
Si es que a aquello se le podía llamar recepción. Era más bien una habitación pequeña y cutre, de paredes blancas con varios desconchones y con un mostrador, un armario detrás del mismo, y dos sillas como único mobiliario. Olía a tabaco y la estancia a aquellas horas de la tarde estaba iluminada tenuemente por una lámpara que colgaba del techo. Tras la mesa de madera un hombre de aspecto bien entrado en años, barriga cervecera y calva incipiente fumaba cigarrillos —la velocidad con la que lo hacía le permitía hablar de ello en plural— mientras trataba de resolver el crucigrama del último número del periódico. Vestía una camisa blanca de aspecto desgastado y abierta a la altura del pecho, lo suficiente para dejar entrever un cordón de oro que el susodicho llevaba al cuello.
Al entrar los dos shinobi en la recepción, el tipo alzó la vista y se fijó un momento en ellos con sus ojos castaños. Parecía extremadamente cansado e importunado por la repentina aparición de dos —posibles— clientes, como si resolver un sudoku fuese para él más importante que ganar dinero con su establecimiento.
— ¿Habitación? —preguntó con tono repetitivo.
Akame se apoyó con ambas manos sobre la mesa que hacía las veces de mostrador y miró a los ojos al dueño. Durante un momento, Juro podría intuir un destello carmesí en su mirada.
— Sólo pasábamos por aquí.
El tipo se quedó embelesado un momento, como si hubiese visto un ángel o presenciado un milagro. Sin mudar aquella expresión ausente, respondió.
— Ah... Claro, claro...
El Uchiha se giró hacia su compañero y luego señaló el estrecho pasillo ubicado al lado derecho de la habitación. Luego lo siguió hasta el final y acabó por subir las escaleras que daban acceso al segundo piso. «Espero que Keisuke-san ya esté en posición...»
Una vez en el pasillo, buscar el número de la habitación en la que se habían ajolado el profesor Rōshi y su amante no fue tarea en absoluto difícil. Akame se apostó a un lado de la puerta, afinando el oído, con Juro frente a él. El Uchiha no dijo ni hizo nada por el momento.
— Vamos, vamos querida... Quítate... Ehehe, sí, eso es, quítatelo...
Las voces en el interior de la habitación eran apenas distinguibles, pero los ninjas conseguirían cazar algunas frases a medias o palabras al vuelo.
Al otro lado, Keisuke esperaba encaramado a la fachada. Tenía junto a él la ventana de la habitación, pero claro, las cortinas estaban echadas y era imposible ver nada al otro lado. Sin embargo, sí que podía oír retazos de lo que decían el académico y la jovencita.
— Pero Rōshi-sensei... Una señorita... Es adecuado...
Hubo más risas, un instante de silencio, y luego la voz del profesor.
— Ah, oh, Sumire-chan... Tus... Tan bien...
De repente, tanto Keisuke como Juro y Akame pudieron escuchar un golpe seco y fuerte. Como si alguien hubiera dado un martillazo contra la pared. El silencio reinó durante unos instantes, y luego la voz del profesor Rōshi fue perfectamente audible.
— ¿Sumire-chan... Qué significa...?
Otro golpetazo. Y, esta vez, una voz femenina. Se parecía a la de la amante del académico, solo que sonaba mucho más firme y carente de inocencia. Llena de autoridad.
— El libro de... ¿Dónde...? Sé que... Aquí... ¿Dónde está?
— ¿El libro? ¿De qué... Hablando, Sumire-chan?
Un tercer golpe más fuerte que los anteriores, y esta vez los ninjas pudieron escuchar un quejido de dolor. Le sucedió otro más, y éste último provocó que Akame intercambiase una mirada nerviosa con Juro. Por primera vez en la misión se encontraba descolocado; «¿qué demonios significa todo esto?»
Entonces, los tres pudieron escuchar una última advertencia de la llamada Sumire, alta y clara.
— Dímelo o te mato.
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Tal y como lo había previsto, una vez me asomé por la ventana pude notar que la cortina estaba obstaculizando mi vista, ¿ahora que podría hacer? Era evidente que aún nada, porque lo único positivo que podía tener aquello era que algunas palabras de su conversación llegaron a mis oídos, en realidad podía escuchar todo fuerte y claro, bueno casi todo... Según lo que se escuchaba aún no se concretaba la situación que necesitábamos.
"Este señor es un pervertido, con una chica tan joven y él tan viejo..." Me dije tras escuchar las risillas y las exigencias del profesor.
Pero el relajo duró poco tiempo, un golpe seco se manifestó, como sí un mazo hubiese golpeado la pared de la habitación y el silencio reinó, evidentemente me volví a asomar a la ventana, no podía ver nada por la cortina pero quizá pudiera tener una oportunidad...
Muten manifestó sus dudas con confusión, o es pude entender, y entonces otro golpe seco se escuchó.
"Coño... ¿Qué pasa ahí dentro?" Afiné más el oído y pude la oreja junto al cristal, ahora se escuchaba la voz de la acompañante del profesor, exigiendo la ubicación de un libro, un libro que el anciano parecía no saber, no entender o simplemente no querer explicar sobre el tema.
PAM!
Otro golpe le siguió a las palabras de Roushi, pero no solo eso sino que un alarido de dolor, y otro, y otro más. Y luego le dio el ultimátum.
"Mierda... Mierda.. ¿Está loca?" Sinceramente no podía quedarme escuchando sin hacer nada, o por lo menos intentarlo, por lo que opté por poner la palma justo en el cristal de la ventana y empezar a deslizar la misma, quizá solo estaba cerrada pero sin seguro; sí tenía suerte, abriría la misma tan solo un poco para poder meter la mano y en su defecto la cámara, y así poder saber lo que ahí adentro ocurría.
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Akame y Juro avanzaron al interior del hotel. Tal y como había esperado, el encargado les detuvo, queriendo saber si requerían una habitación. Juro se fijó en su estado: no estaba herido, pero parecía muy cansado y desconfiado.
« ¿Qué diablos le habrá hecho? »
Durante unos momentos, Juro creyó ver algo en la mirada de Akame. Un brillo rojizo. Y no era la primera vez que esto ocurría. El encargado se quedó embelesado durante unos segundos y después, practicamente les dejó pasar sin haber hecho nada ni alquilado nada. Estaba claro que ahí había chakra de por medio.
« ¿Un genjutsu? ¿Es eso? » — sin amenazas ni sobornos de por medio, al chico no se le ocurrió otra cosa. Igualmente, ya tendría tiempo de pensarlo luego.
Los dos subieron hasta llegar a la altura de la puerta de la habitación. Ahí, donde ocurría todo. Al igual que Akame, agudizó el oído, aunque no perdió de vista sus alrededores, por si otra persona aparecía y les pillaba "in fraganti". Aunque Akame pudiese convencerla con sus métodos de persuasión, era mejor prevenir que curar.
Entonces, empezó a escuchar aquella vergonzosa conversación, que le hizo avergonzarse ligeramente.
Al menos, hasta que escuchó el primer golpe.
— ¿Qué...? — murmuró Juro, totalmente sorprendido.
La chica, que antes parecía haber sido una inocente y sumisa amante del profesor, se escuchaba más firme. Buscaba una especie de libro, y desde luego, parecía dispuesta a herirle todo lo necesario.
« ¿Una trampa? ¿Le ha tendido una trampa? »
Miró a Akame, que parecía tan sorprendido como él.
— Akame-san, tenemos que hacer algo. No parece una actuación — murmuró Juro. No gritaba, para no ser oído, pero estaba visiblemente nervioso.
Una última advertencia se escuchó, alta y clara.
—Dímelo o te mato.
— ¡Si lo matan todo esto no habrá servido de nada! — le susurró a Akame, tratando de espabilarle —. Con esa técnica de persuasión tuya, debería bastar para calmar los ánimos... ¡Vamos! ¿Echamos la puerta abajo?
Juro se preparó incluso para lanzarse contra ella. Pero no hizo nada. Porque reconocía a Akame como su líder en aquel extraño equipo. Si el lider daba la orden, lo haría. Sino, no lo haría. Claro que era un defecto, pero no podía simplemente actuar por sí mismo. No después de haberla cagado una vez ya.
Después de todo, Juro no destacaba principalmente por actuar bien bajo presión.
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Akame apretó los dientes, indeciso. Su compañero de Kusa tenía razón; no cobrarían dinero alguno si el objetivo terminaba muerto. Aunque, por otra parte, era probable que de revelarse ellos tres, el cometido original de su encargo no pudiera ser cumplido en su totalidad tampoco —porque exigía discrección—. «¡Ah, por los cuernos de Susano'o!»
De nada iba a servirles que al profesor Rōshi lo acabasen acuchillando en un motel de mierda.
El Uchiha alzó tres dedos de su mano derecha en dirección a Juro, a modo de cuenta atrás. «Tres...»
Al otro lado de la habitación, Keisuke trataba de abrir la ventana con una sola mano. Sus dedos resbalaron en el cristal.
Akame escondió uno de los dedos. «Dos...»
El amejin lo intentó entonces con ambas manos, encontrando menos resistencia. Parecía que la ventana no estaba cerrada con seguro y podría abrirla desde fuera.
El de Uzushio mostró sólo un dedo restante de su mano. «Uno...»
Keisuke abrió la ventana por fin, y la hoja chirrió ligeramente al desplazarse sobre el marco de madera. Metió la mano, buscando descorrer parcialmente las cortinas para ver lo que estaba ocurriendo dentro...
¡Y vaya si lo vió!
«¡Ya!»
Justo en ese mismo momento, Akame y Juro cargaron contra la puerta de la habitación, golpeándola con toda la fuerza que fueron capaces de reunir. Para suerte de ambos —y tal vez, del profesor Rōshi—, la hoja se desencajó del marco con suma facilidad, cayendo pesadamente al suelo con un estruendo.
— ¿¡Pero qué...!?
El académico estaba tumbado sobre una cama doble, con su hakama aguamarina abierto a la altura del pecho y sus gafas reposando sobre la mesita auxiliar. Sobre él, sentada a horcajadas, la chica a la que habían visto acompañándole en El Cruce; jovencita, de pelo largo y negro y piel pálida. Sus ojos no transmitían ahora aquella expresión dulce e inocente, sino la misma dureza del acero y la astucia de una auténtica víbora.
En su mano, la llamada Sumire sujetaba un kunai de aspecto extremadamente afilado apoyado sobre el gaznate de Rōshi.
— ¡Alto! ¡En nombre de Uzushiogakure no Sato, te ordeno que te detengas ahora mismo! —bramó Akame, tratando de imprimir a su voz toda la autoridad de la que era capaz.
La mujer miró entonces a un lado y a otro, advirtiendo también la posición de Keisuke junto a la ventana. Estaba rodeada —mas eso no pareció importarle—. Con un movimiento extremadamente veloz, Sumire lanzó el kunai que tenía en la mano diestra a Keisuke, buscando acertarle directamente en el rostro —y consecuentemente, matarle en el acto—, mientras con su mano zurda sacaba un par de shuriken de un pliegue interior de su kimono y se lo arrojaba a los otros dos genin. Uno a Juro y otro a Akame, a la altura del cuello.
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