El Uchiha observó con expresión inevitablemente seria lo que acababa de ocurrir. Mientras Riko y la mesera —que se había acercado al oír el ruido— recogían los pedazos de cristal, él se mantenía estático en su postura, con los ojos todavía fijos en el Senju. De no ser por la respiración que inflaba su pecho a cada tanto, incluso podría habérsele tomado por una estatua. Pero no, Akame estaba muy vivo y tenía claro que no iba a marcharse de allí sin las respuestas que quería.

Poco después la señora abandonó la terraza con los restos del vaso de cristal en un recogedor de hierro, y Akame esperó entonces que Riko pudiese contestar a su pregunta.

—Vaya, lo siento —dijo, aunque no tenía mucha pinta de sentirlo—. Como te decía, ¿cuál era el nombre del periódico para el que trabaja esta persona? Quizás me suene.

Tal y como suponía la camarera rápidamente apareció en escena, con un cepillo y un recogedor y entre ella y el peliblanco terminaron de recoger todos y cada uno de los trozos de cristal rotos en muy poco tiempo, por lo que el Senju fue capaz de volver a su asiento.

— ¡Muchas gracias! Y lo siento mucho. — Dijo Riko, con una pequeña reverencia en señal de disculpa.

Akame, que no se había movido si quiera un poco de donde estaba, volvió entonces a la vida, y, de nuevo, insistiendo en el tema que les había llevado hasta allí, esperando sacar más información.

— Pues... Verás, lo cierto es que no tengo ni idea de como se llama. — Respondió el peliblanco. — Cuando me entere de como se llama, te lo digo, palabrita. — Prometió solemnemente.

Akame alzó una ceja, inquisitivo.

—¿Un periodista te pasa información que ensucia a un compañero de tu Aldea y tú ni siquiera sabes para qué publicación trabaja? —el Uchiha se debatía entre si pensar que Riko era muy inocente o un mentiroso—. Pensaba que, siendo shinobi, serías más cuidadoso, Riko-san...+

Quizás estaba presionando demasiado, pero el tema se había enfriado y necesitaba poner toda la carne en el asador si quería conseguir algo más. Así pues, Akame decidió cambiar de estrategia a una más arriesgada.

—¿Sabes, Riko-san? El otro día me pasó una cosa de lo más curiosa. Yo no entendía, no le veía sentido alguno... Hasta hoy.

El Uchiha se incorporó en su asiento, mirando fijamente al Senju.

—Pasa y resulta que hace un par de semanas, alguien me hizo una fotografía a escondidas y sin mi permiso, claro está. En Nantōnoya. ¡En nuestra propia residencia! —podía intuirse la rabia en el tono de voz de Akame—. Así que, déjame que te diga lo que pienso sin tapujos...

»O bien te has dejado engañar, o bien me estás mintiendo. Pero creo que nuestro periodista está más cerca de lo que me intentas hacer creer.

Akame no pareció tomarse del todo bien que el peliblanco no supiera el nombre del periódico en el que se iba a publicar la entrevista que le habían realizado y, a pesar de tener parte de razón, las formas de decirlo quizás no hubieran sido las apropiadas.

— Mira Akame, es posible que debiera ser más cuidadoso, pero, simplemente se me pasó preguntar el nombre, la verdad. — Aceptó el Senju, sin más tapujos.

Y acto seguido el Uchiha comenzó a contarle una historia sobre como alguien le había tomado una foto a escondidas sin su permiso y, en cuanto comenzó a hablar, Riko comenzó a hilar cosas, como aquellas pruebas que Datsue le había dicho que tenía, y de repente supo a ciencia cierta que le había mentido, Noemi no había ido allí, a los Dojos, por lo que era imposible que las pruebas de las que hablaba fueran una foto con ella, solo podía ser...

«Koko...»

El Senju respiró profundamente, no le iba a decir quien era el que le había contado todo aquello, pero, dadas las conclusiones que Akame había sacado, ya debería saber de quien se trataba.

— Si eso te ha pasado estando en la residencia de Uzushiogakure, creo que deberías saber ya de quien se trata, por lo que no me deberías seguir preguntando, porque ya te he dicho que no te voy a decir quien es... — Finalizó Riko, dando por terminada aquella conversación.

Riko parecía molesto. «Bien», pensó Akame. El tono amable y apelar al compañerismo le habían proporcionado un rastro que seguir, pero llegados a aquel punto, esas tácticas no iban a llevarle mucho más lejos. Era hora de cambiar. O, al menos, eso hacía siempre Datsue; él lo llamaba tácticas de desestabilización.

Y a Akame le habían funcionado. Para su sorpresa, el Senju acabó mascullando no sé qué de que si ya tendría que saber quién había sido. Eso cambió totalmente los esquemas del Uchiha, que apartó de un plumazo sus sospechas sobre un periodista. Según lo que había dicho Riko, la persona que estaba intoxicando a sus compañeros contra él, la persona que quería verle caer en desgracia...

«Es alguien de Uzushiogakure...»

«Vale, tengo que relajarme. Estoy cerca. Estoy muy cerca. Que no se te note, Akame, maldito...» El Uchiha se revolvió en su silla, visiblemente incómodo.

—Está bien, está bien compañero... No quería presionarte. Gracias por tu ayuda, la verdad es que me acabas de dejar mucho más tranquilo —mintió, y luego se puso en pie, kasa en mano.

—Ahora tengo que irme, Riko-san. Ha sido un placer charlar contigo, ¡nos vemos luego!

Y con aquellas, el Uchiha dejó un par de billetes sobre la mesa —sus dos granizados— y se caló el sombrero de paja. Luego abandonó la terraza, calle arriba, mientras su cabeza maquinaba sin parar.