Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
4/06/2017, 19:12 (Última modificación: 4/06/2017, 19:12 por Uchiha Akame.)
Akame asintió varias veces en lo que duró la respuesta de su compañero, que no fue escueta precisamente. Sí, él conocía todo aquello del bijuu que había aparecido años atrás en Arashi no Kuni y la devastación que había traído consigo. El cómo los selladores más poderosos de Oonindo prestaron su ayuda a los shinobi de la Lluvia y el trato al que llegaron después. «Pero no me refiero a eso, sino a...»
—El tema es... y creo que sé por dónde vas, ¿qué nos garantiza a nosotros que a la Arashikage no se le crucen un día los cables y use al bijuu? Supongo que nada.
Aquello era exactamente a lo que el mayor de los Uchiha se refería. Con semejante poder en sus manos, era demasiado ingenuo pensar que Amegakure no estaría tentada de usarlo.
Asintió una vez más cuando Datsue comentó que seguramente los altos mandos de Uzu ya estarían tomando las precauciones mínimas. «Supongo que sí, en cualquier caso dudo que dos gennin como nosotros tuvieran acceso a esa información». Aquel pensamiento le provocó un escozor en el estómago; era un Uchiha, sí, pero en la escala de poder de Oonindo equivalía a poco más que una hormiga... «Por ahora».
—Eso espero, aunque tampoco contaría con ello. Después de la muerte de Shiona-sama, la Aldea está patas arriba —replicó Akame—. Estoy seguro de que todavía desaparece algún que otro ninja que eligió el bando equivocado...
En ese momento recordó la reunión con Eri y Shiona en su despacho, la facilidad con la que había mandado matar a varios de sus propios ninjas. «En este mundo no puedes fiarte más que de la mano que tienes al final de tu brazo», se dijo a sí mismo el Uchiha. Alzó la vista y miró a su compañero. Un chico sociable y divertido, buen investigador. Un tipo que le caía bien. Entonces se preguntó si algún día Datsue diría las palabras equivocadas, o escogería el bando incorrecto, y alguien como Shiona, Zoku o Gouna le ordenaría matarle.
—Datsue-kun —llamó—, ¿y qué me dices del Examen de Chuunin? ¿Crees que podrás presentarte?
4/06/2017, 20:05 (Última modificación: 4/06/2017, 20:07 por Uchiha Datsue.)
Datsue guardó silencio. No había escuchado rumor alguno de desapariciones de ninjas ni de que los defensores más acérrimos a Zoku estaban siendo perseguidos… pero eso no significaba que no estuviese sucediendo. Ni muchísimo menos. Los oídos de un gennin sin padres bien posicionados, como eran los suyos, poco mejores eran que los de un bebé en temas tan delicados para la Villa.
La siguiente pregunta de Akame, sin embargo, rompió el hilo de sus pensamientos:
—Datsue-kun, ¿y qué me dices del Examen de Chuunin? ¿Crees que podrás presentarte?
—Hmm… Pues al ritmo que voy en las misiones… No. —Era un tema del que no se había preocupado demasiado. Ser chunnin le abría las puertas a mayores negocios, cierto, y a realizar misiones con mayor recompensa. Pero también tendría más responsabilidades, por no hablar de los peligros a los que se vería expuesto en misiones de rango alto. Lo ideal, según su punto de vista, era ocupar la plaza de sensei en la Academia. Un sueldo fijo, cero riesgos, y un puñado de alumnos a los que adoctrinar. La idea le seducía, pese a que dudaba que le considerasen apto para el puesto—. Pero si lo hago bien el torneo… —«Cosa que dudo»—. Dicen que los que destaquen pueden ser elegidos para realizar el examen sin cumplir los requisitos, ¿no?
»Y hablando del torneo… ¿Qué opinas de todo esto? Un puñado de gennins de las tres grandes Villas reunidos en un mismo sitio... Suena problemático.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—En efecto, o eso dicen —afirmó Akame—. Pero, independientemente de ello, ese billete de ida al Examen dependerá de la benevolencia y el criterio de Gouna-sama... —se acercó un poco a Datsue, bajando la voz—. Cosa en la que yo no confiaría mis posibilidades de asistir.
»Por eso mismo cuando regrese a Uzushio, victorioso o no, pienso partirme el ojal rescatando gatitos, pintando fachadas y haciendo toda esa clase de vitales tareas para la Aldea. Tal vez incluso Senju Hana-san se digne a darme una misión de rango C.
Senju Hana —o Hana La Amargada, como siempre la había llamado Haskoz—, parecía de mejor humor desde que el difunto Uchiha pasase a mejor vida. Akame casi creyó verla relamiéndose como un perro ante un buen chuletón la última vez que fue a pedir un encargo. «Hiena hija de una hiena... Algún día recibirás lo que te mereces». Como si su voluntad se hubiera heredado, Akame había recibido el desprecio por la secretaria del Edificio del Uzukage del que Haskoz siempre había hecho gala.
La pregunta de Datsue hizo bailar el hilo de la conversación, otra vez, hacia distintos raíles.
—¿Sinceramente? —apostilló Akame, retóricamente—. No me gusta. No me gusta nada... Parece como si quisieran estudiarnos, sacarnos información. Claro, nosotros también veremos técnicas de ninjas de otras Aldeas —calló un momento, y luego dio un fuerte puñetazo en la barandilla—. ¡Pero somos Uchiha! ¡Nuestros secretos valen cien veces los de cualquier muerto de hambre de Ame o Kusa!
Apretó los puños y calló un momento. De verdad le parecía una mala idea. Un mero entrentenimiento para los Kage; una degradación de su profesionalidad. «Aunque debo admitir que el hecho de poder encontrar algún oponente poderoso es más que atractivo...».
—Sí, estoy de acuerdo. Los de Ame suelen ser pendencieros y bastante chulos, y los de Kusa... Son de Kusa —añadió, encogiéndose de hombros—.
Datsue esbozó una pequeña sonrisa al oír el nombre de Senju Hana. Buena secretaria, mejor persona. Muchas habían sido las veces que el Uchiha se había temido alguna misión demasiado comprometedora para su pellejo, pero ella, como si olfatease su temor, le regalaba misiones de lo más sencillas. Desde rescatar gatitos de lo alto de un árbol, hasta ocuparse de pasear los perros de algún ricachón con poco tiempo. Cero riesgos, ningún peligro. Con el añadido de que solían poder terminarse en menos de una tarde.
Definitivamente, algún día pensaba llevarle una caja de bombones en agradecimiento.
Akame, mietras tanto, y como ya preveía, no le agradaba en absoluto la idea del torneo. Desvelar información de sus tácticas de combate no era algo que le agradase, e incluso sobresaltó a Datsue cuando se vio poseído por un súbito ataque de furia, indignado por que las técnicas del clan pudiesen salir a la luz.
—Bueno, bueno, tranquilo —dijo, sorprendido por verle perder la compostura de aquella manera. Quizá sin quererlo, Uchiha Akame acababa de revelarle uno de los pocos puntos débiles que dejaba entrever su disciplinada personalidad—. Creo que de Uzu solo vamos tú y yo, ¿no? Habrá que ver cuántos Uchihas de las demás Villas… pero yo al menos pienso revelar lo menos posible. —«A no ser que alguien me pague por lo contrario»
No sabía cómo iba a ser todo el tema del sorteo, pero si se conocían los contrincantes con antelación, quizá no sería mala cosa tantear el terreno con el contrincante de Uchiha Akame. Dependiendo de cuántas ganas tuviese de vencer esa persona, quizá hasta la convenciese para que le regalase unas cuantas monedas a cambio de información.
Luego, Datsue asintió ante lo dicho por Akame sobre los Amerienses y Kusareños, pues no podía tener más razón.
—Sinceramente, si esto solo se hace para captar clientes potenciales… Creo que hubiese sido mejor estrategia para los de Kusa que se quedasen en casa. Aunque no hay que fiarse, especialmente de los que provienen de la Ribera del Sur —escupió al mar, como si tan solo pronunciarlo le produjese asco—. Esos tíos, Akame, son retorcidos como solo ellos pueden serlo. Capaces de inmolarse si con ello consiguen joderte, aunque solo sea un poquito. Recuerda mis palabras.
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5/06/2017, 21:36 (Última modificación: 5/06/2017, 21:36 por Uchiha Akame.)
—¿Entonces, cómo piensas ganar y entrar al Examen de Chuunin por la alfombra roja? —cuestionó Akame ante la aseveración hecha por su primo lejano, que aseguraba que no iba a emplearse a fondo si le era posible—. No conozco a todos los de Ame ni mucho menos de Kusa, pero sé de buena tinta que algunos son habilidosos. Quizá necesites usar tu Sharingan... Y entonces sabré cuántas aspas tiene —remató, con una sonrisa lobuna, como un depredador que se relame ante su presa.
Luego Datsue explicó su particular visión del por qué se estaba celebrando aquel evento, y Akame no pudo sino sorprenderse. «Pues tiene razón... Parece una buena ocasión para sacar músculo y captar la antención de más de un noble con problemas». Sin embargo, le llamó la atención la vehemencia con la que aquel chico hablaba de los habitantes de la famosa Ribera del Sur, uno de los dos asentamientos que habían florecido a orillas del Río del Árbol Sagrado, en Mori no Kuni.
—¿Y qué tienes contra los ribereños del Sur? —preguntó, sin mayor pretensión, el joven Uchiha—. Yo nunca he estado allí, aunque sí he oído historias sobre el famoso Árbol Sagrado... Entre tú y yo, fanfarronadas —confesó, restándole importancia—. Me gustan los relatos, soy un ávido lector, pero en todos mis días no he escuchado ni leído jamás cosas más inverosímiles que las que se inventan los ribereños para dar mayor fama a su adorado Árbol.
»¡Pues no que una vez un tipo intentó venderme un bote de sabia del Árbol Sagrado recién embotellada, capaz de volver la piel de un hombre tan dura como el diamante! —soltó una carcajada burlona—. Hay que joderse...
—¿Entonces, cómo piensas ganar y entrar al Examen de Chuunin por la alfombra roja?
Datsue soltó una carcajada, risueño, ante el comentario. Aquel día, Akame estaba más hablador —y gracioso— de lo normal. Eso, o Datsue en realidad no le conocía tan bien como pensaba. «Ains… Este aire tan puro… Relaja hasta a los más disciplinados»
Una vez terminado Akame de argumentar porque Datsue se vería obligado a usar todas sus artimañas Uchiha, Datsue realizó un ademán con la mano, como quitándole importancia.
—Olvidas una cosa, Akamito, y es que estás hablando con Datsue el Intrépido —un destello muy raro de ver en él iluminó sus ojos. Era el destello del orgullo—. Nuestras técnicas Uchiha… Sí, están muy bien, y no cambiaría mi sangre por nada del mundo —«Bueno, por casi nada»—. Pero el fuuinjutsu, amigo mío, ¿sabes lo que es eso? ¡Oh! —el Uchiha emitió un gemido de verdadero placer—. Eso, compañero, es verdadero poder. Podría, si quisiera, sellar ahora mismo tu alma en una lata de cerveza y nadie salvo tú y yo nos enteraríamos. Imagínate… ¡Vivir toda una eternidad encerrado en una lata de cerveza!
El Uchiha se carcajeó nada más decirlo. Exageraba, por supuesto, pero eso no quería decir que mintiese… Al menos no en todo. El fuuinjutsu era, sin duda alguna, una de las ramas más complicadas que un shinobi podía elegir. Una rama en la que poco importaba la fuerza o perseverancia del shinobi. Aquello no se trataba de eso, sino de inteligencia. Pura inteligencia y sed de conocimientos. Su complejidad no se le podía comparar a ninguna otra rama del ninshuu, y más de una vez el Uchiha se había encontrado con leer una página de complicadas fórmulas y no entender ni una sola cosa de lo que allí estaba escrito.
Pero Datsue pronto vería cortado su hilo de pensamientos. Akame acababa de preguntarle, con toda la naturalidad e inocencia del mundo, que qué tenía él en contra de la Ribera del Sur… Empezó a palpitarle un ojo, mientras su compañero siguió bromeando sobre el Árbol Sagrado y las absurdas —al menos para él— historias que contaban al respecto.
Cuando relató como un chico había tratado de venderle savia del propio Árbol Sagrado, con la promesa de que le endurecería la piel como una roca, el Uchiha sintió un extraño deja vu. ¿No había tenido él, en sus años mozos, una idea parecida? Creía recordar que había acabado por desecharla, al no tener método seguro de falsear la prueba para colar semejante bulo.
De todos modos… eso no era lo importante.
—Akame… No se trata de lo que tenga o deje de tener en contra de los Ribereños del Sur. Se trata de lo que son. Gente de lo más ruin y miserable. Mezquina. Capaz de vender a su propia madre por un puñado de monedas. Abusan del débil, roban al que nada tiene, y lo peor de todo, Akame, es que engañan al mundo bajo una máscara de cordialidad y sonrisa. ¡Pura fachada, hazme caso a lo que digo! —a medida que hablaba, se iba encendiendo más y más—. ¡Son unos monstruos, Y EL MUNDO ESTARÍA MEJOR CON ELLOS ERRADICADOS DE LA FAZ DE OONINDO!
Un marinero, al otro lado del barco, levantó la cabeza para ver qué pasaba. El Uchiha tenía la cara roja por la ira y las venas del cuello hinchadas. Sus nudillos, blancos; y su vista perdida en el horizonte. Perdida en una imagen que creía olvidada, pero que ahora, tras tantos años, volvía a cobrar forma en las sinuosas olas del mar…
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—Dudo mucho que pudieras hacer eso —replicó el aludido con desinterés—. Datsue-kun, no sé mucho acerca de técnicas de sellado, pero puedo asegurar sin miedo ninguno a equivocarme, que no tienen nada que hacer frente al poder que corre por nuestras venas.
Akame era consciente de que se estaba dejando llevar; siempre le ocurría cuando salía aquel tema. Había leído tantos libros y manuscritos, escuchado tantas historias, que cuando hablaba del Clan Uchiha —de su familia—, se sentía transportado a la época del glorioso Hazama. Casi podía oler el humo de los campos arrasados, oír el gemido de los enemigos cautivos de poderosos ejércitos... Aunque muchas de aquellas epopeyas sólo habían sucedido en su infantil imaginación, alimentada por el fanatismo que le había inculcado Tengu.
Sin embargo, todo aquello quedó en nada justo después, porque Datsue se había puesto rojo como un tomate y una vena en la frente se le había marcado tanto que parecía apunto de estallar. Akame escuchó, estoico, la perorata que su compañero soltó —despachándose bien agusto— sobre los de la Ribera del Sur. «Por todos los dioses de Oonindo, parece que he pinchado en hueso...».
Cuando el muchacho terminó, Akame no pudo sino soltar una carcajada; le había divertido de sobremanera ver a su camarada tan furioso por lo que a él le parecía una nimiedad.
—Vaya, vaya, Datsue-kun. No sabía que los ribereños del sur fuesen tu debilidad. Dime, ¿qué hicieron para agraviarte de esa manera? ¿Unos muchachos te pegaron de niño? ¿Alguien robó en la tienda de armas de tu socio? ¿Un apuesto ribereño del sur te robó a una chica?
9/06/2017, 16:32 (Última modificación: 9/06/2017, 16:32 por Uchiha Datsue.)
Datsue suspiró con pesadez. Irritado. Molesto. Entendía que muchas veces no le creyesen, debido a su historial de mentiras... Pero no había cosa en el mundo que más odiase que no hiciesen caso de sus palabras cuando decía la verdad. Chasqueó la lengua y se dejó caer de la barandilla, poniéndose en pie sobre la cubierta. Luego, se acercó a Akame, todavía sentado, y posó una mano sobre su hombro, como un amigo que está a punto de dar una terrible noticia a su camarada.
—No has entendido nada, Akame —dijo, mirándole a los ojos—. Te lo explicaré con un ejemplo. ¿Ves eso de allí? —con la otra mano, señaló a espaldas de Akame, al horizonte. Tan solo se veía el mar, confundiéndose en una línea difusa con el cielo, despejado y claro. El sol, a media altura, brillaba con todo su esplendor, reflejándose en el oleaje y haciendo fruncir el ceño a ambos Uchihas—. Descríbemelo. Dime que ves… y te explicaré lo que en su lugar ven los Ribereños del Sur.
»Entonces lo comprenderás.
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«¿Es un juego de palabras?», reflexionó Akame con el ceño fruncido. Rara vez Datsue preguntaba algo porque sí, o dejaba pasar una palabra detrás de otra sin ninguna intención sobre ellas. Precisamente por eso, el mayor de los Uchiha se tomó su tiempo para contestar, sin siquiera ponerse de pie.
Sin embargo, no logró hallar relación alguna entre el monótono paisaje que les rodeaba y la gente de la Ribera del Sur, de modo que al final optó por la sinceridad.
—Datsue-kun, no sé a qué te refieres. ¿El mar? ¿El cielo? ¿El Sol? ¿El horizonte? —enumeró Akame, ayudándose de los dedos de su mano zurda, esperando como un alumno que intenta averiguar la respuesta a una pregunta del profesor.
«Este chico a veces tiene una forma un tanto rara de explicarse...».
—Datsue-kun, no sé a qué te refieres. ¿El mar? ¿El cielo? ¿El Sol? ¿El horizonte?
«Ahora lo sabrás…»
—Sí. Sí. Sí —Datsue asentía una y otra vez ante las preguntas de Akame, cada vez más alto y con más energía—. Todas y cada una de esas cosas. Eso es lo que ves tú. Pero ellos, en realidad, lo que ven… —se inclinó hacia él y bajó la voz, como si estuviese a punto de contarle el secreto mayor guardado de todo Oonindo.
»… es una oportunidad. —«Una oportunidad para hacer el mal»
La zurda de Datsue, que anteriormente se había posado en el hombro de Akame, empujó a su compañero de forma tan súbita como inesperada, con la intención de que se precipitase al fondo del mar…
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Lo que sucedió a continuación fue tan súbito como inesperado. La mano de Datsue en su hombro; la presión de sus dedos, tensos. El rostro fino e inmaculado del chico, inclinándose como para darle el pésame. Aquella egnimática frase, y luego, el empujón. Un empujón fuerte y seco que bastó para dar al traste con el frágil equilibrio que Akame tenía sobre aquel pasamanos de madera. El Uchiha notó como el mundo daba un vuelco y luego se dejó llevar hacia atrás, hacia el mar azul bajo sus pies.
Se oyó un chapoteo contra las olas.
—¡Vaya, ahora lo entiendo!
Un amenio, o un kusareño, habrían calificado fácilmente aquello de sucia treta, y probablemente las estarían pasando canutas para mantenerse a flote en el mar de Uzu no Kuni. Akame, sin embargo —como buen shinobi del Remolino que era—, estaba versado en aquel campo. Había practicado innumerables días, en la Academia, para poder caminar sobre aquellas corrientes embravecidas como quien lava. Y, por esa misma razón, Datsue pudo verle allí, de pie, entre las olas.
La mano diestra del Uchiha hizo un sello, y en un parpadeo, Akame volvía a estar sobre la cubierta; apoyado en la barandilla.
—Ya entiendo —repitió—. Ha sido un buen ejemplo. Lo admito.
Toda aquella discusión le había dado hambre, de modo que el muchacho echó mano de su mochila y sacó un par de pastelillos de frutas. Mientras se llevaba uno a la boca, le ofreció el otro a su compañero.
Abrió la boca, sus pulmones se llenaron de aire, los labios se torcieron en una sonrisa y…
…tuvo que reprimir la carcajada. O se la reprimieron, más bien, cuando vio que Akame, en lugar de sumergirse en el mar, permanecía en pie sobre las olas. «¡Maldito profesional!», exclamó para sus adentros, mientras su expresión risueña se transformaba en desilusión y decepción.
—Ya entiendo —dijo Akame, una vez a bordo—. Ha sido un buen ejemplo. Lo admito.
—Me alegro, me alegro —dijo, no del todo alegre. «Para que el ejemplo hubiese sido redondo del todo, tendrías que haberte empapado, maldito»
Entonces Akame, ni molesto ni ofendido por lo que acababa de suceder, sacó un par de bocadillos de la mochila, ofreciéndole uno a Datsue, quien elevó una ceja, escéptico.
—E-esto… No te preocupes, ya traje yo —que Akame no pareciese enfadado no significaba que no lo estuviese, y no era la acción más inteligente del mundo aceptar comida de parte de alguien a quién acababas de intentar tirar al mar.
Por tanto, se llevó una mano al interior de sus calzoncillos, y ni corto de perezoso extrajo una bolsa térmica de…
—¡¿Qué cojones…?! —exclamó, al encontrarse con una revista con una mujer de exuberantes pechos y ligera de ropa en la portada. Si es que se le podía llamar ropa a las tiras finas que cubrían sus…—. Ah, ya… —no pudo evitar esbozar una sonrisa. Hacía mucho tiempo que la creía por perdida… Luego miró a Akame y se le cambió el gesto, frunciendo el ceño ostensiblemente—. El cabrón de Hozuki Chokichi, ¡seguro! ¡El muy guarro siempre está gastándome bromas pesadas! —tiró la revista al mar, como si no quisiese saber nada de ella, de casualidad que chocó contra la barandilla y cayó en la cubierta. Una casualidad de lo más conveniente. Luego se llevó de nuevo las manos al interior del pantalón y… —. ¡Ajá! Estaba en el otro… ¿¡Qué cojones!?
Datsue acababa de extraer, de donde no parecía haber hueco posible, un shamisen. Akame lo reconoció en seguida: era el mismo instrumento que el famoso Rokuro Hei había tocado para ellos, aquella trágica y fatídica noche en Yamiria.
El Uchiha se rascó la cabeza, confuso.
—Pero dónde cojones guardé yo… ¡Ah, claro! —dejó el shamisen apoyado contra la barandilla, y esta vez sí, de su espalda, entre los hombros, extrajo una pequeña bolsa térmica. Se sentó en el suelo, cruzando las piernas, y la abrió. En su interior, entre hielo, había fruta y latas de refresco. El Uchiha tomó un ramo de uvas negras y cerró la tapa para que no se escapase el frío—. Recién cogidas de la vendimia, compañero. Si quieres unas sírvete tú mismo.
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Pese a que Akame no se lo había tomado a las malas, su compañero parecía visiblemente escéptico con la actitud calma y cercana que él estaba teniendo. El mayor de los Uchiha no pudo sino poner su mejor cara de "¿qué?".
Apunto estaba de decir algo al respecto, cuando se sucedió un auténtico espectáculo al que Akame pronto encontraría explicación. Su compañero empezó a sacarse de los calzones —literalmente— toda clase de objetos curiosos y, por proporciones, imposibles. Primero una revista picante que Datsue se apresuró a "arrojar" sin arrojar, al mar. Luego, un shamisen —lo que le trajo toda clase de recuerdos, agradables y no tanto, sobre su aventura en Yamiria—. Y, finalmente, algo de comida.
«¿Cómo...?». El Uchiha no llegó a verbalizar la pregunta que le rondaba la mente. En lugar de ello, su cabeza empezó a trabajar a toda velocidad. «No puede ser un jutsu espacio-temporal, su complejidad está a kilómetros de distancia de la habilidad de un gennin. Pero, ¿entonces? ¿Una técnica de encogimiento espacial? No, no lo creo... ¿Podría ser...?». Con un parpadeo, Akame activó su Sharingan... y lo vió.
Complicadas fórmulas de sellado irradiando el chakra de Datsue recorrían su cuerpo. Gracias al Doujutsu de los Uchiha, Akame era capaz de verlas. «Así que lo del Fuuinjutsu no era un farol... Realmente has estado haciendo los deberes, Datsue-kun».
—No está mal —dijo finalmente Akame, dedicándole al muchacho un breve aplauso—. Quizá algún día te pida que me enseñes esos trucos.
Se sentó junto a su compañero de Aldea, y de misiones, y empezó a comer. Entre bocado y bocado, daba un trago a su fiel cantimplora forrada de cuero.
—Veo que lo de Yamiria despertó tu lado más... Artístico —dijo de repente el Uchiha, dándole un vistazo al shamisen de Datsue—. ¿Planeas dejar la vida del ninja para dedicarte a dar giras por Oonindo? ¿Tal vez acompañando a cierto maestro caído en desgracia? Espero que al menos tengas mejor suerte que él.
9/06/2017, 20:14 (Última modificación: 9/06/2017, 20:16 por Uchiha Datsue.)
—No está mal —dijo finalmente Akame, dedicándole al muchacho un breve aplauso—. Quizá algún día te pida que me enseñes esos trucos.
—Cuando llegue ese día… —El Uchiha pellizcó una uva, haciendo que la pulpa se precipitase en su boca abierta y la piel de ésta se quedase entre sus dedos. Un sabor dulzón empapó su paladar, y entonces tragó—, procura venir con la cartera llena.
Sonrió, aunque no por ello indicaba que lo había dicho en broma. El Uchiha nunca había tenido paciencia para enseñar a nadie, pese a que uno de sus deseos tras graduarse como Chunnin era convertirse en sensei de la Academia. Más adelante, soltó una carcajada, esta vez sí divertido, cuando Akame aventuró su sueño como músico.
—¡Ja! ¡Esa sí que es buena! Como si un shinobi pudiese dejar de serlo, ¿eh? —comentó, irónico. Pese a que al principio Datsue había pretendido tomarse aquel oficio como algo temporal, pronto había aprendido que tendría muy difícil retirarse de aquello. Los shinobis conocían demasiados secretos de su propia Villa, demasiada información vital… «La única forma de retirarte en sobre un ataúd, o en una silla de ruedas… Ninguna de las dos opciones me convence»—. Nah, si algún día me ves tocando ese shamisen, Akame, es porque estaré ligando con alguna chica —«O tratando de hacerlo, al menos»
»Aunque no te negaré que no suena mal… Quién sabe, quizá en un futuro, cuando tenga más práctica, si se repite el torneo le pida a Gouna que me deje amenizar los descansos entre combates con alguna canción… —Ya se imaginaba al público, en pleno éxtasis por su espectáculo. Las chicas coreando su nombre, lanzándole pétalos de rosas, pidiéndole autógrafos… Demonios, sonaba mucho mejor de lo que quería reconocer.
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9/06/2017, 20:30 (Última modificación: 9/06/2017, 20:31 por Uchiha Akame.)
«¿Hay algo que te guste más que el dinero, bribón?», pensó Akame ante la respuesta de su semejante. Datsue parecía de ese tipo de personas que eran capaces de vender a su propia madre y regatear con el precio.
—No conozco ningún caso, pero bueno, tal vez podrías ser el primero. Imagínate... Uchiha Datsue, el Primer Desertor —replicó Akame, carcajeándose.
Las risas se redoblaron ante la respuesta de Datsue. El mayor de los Uchiha no sabía por qué, pero aquel día se estaba riendo más que en todo lo que llevaba de año. Quizás era por el aire fresco y salado del mar, por el vaivén del barco, los exquisitos pastelillos que estaba degustando... O porque, en el fondo, tenía ganas de medirse a los ninjas de otras Aldeas en aquel torneo. El Torneo de los Dojos.
—Aunque no te negaré que no suena mal… Quién sabe, quizá en un futuro, cuando tenga más práctica, si se repite el torneo le pida a Gouna que me deje amenizar los descansos entre combates con alguna canción…
—Datsue el Bardo entonces —contestó Akame, sin parar de reír—. Sería una buena táctica para dejar sordos a nuestros oponentes antes de luchar, aunque primero tendríamos que repartir tapones entre los de Uzu.
»Va, dale, toca algo —exigió el Uchiha poco después, realmente curioso sobre aquella nueva habilidad que su compañero decía haber adquirido.