Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¿Y cómo aseguramos? ¿sabes montar trampas de sonido, acaso? ¿o armar barricadas? porque yo no. No lo puedo hacer todo Riko, ¡lo siento!
El peliblanco rió ante el comentario de su compañero.
— Da igual, ¿no? Aunque supiera no tenemos con qué montarlas. — Explicó Riko. — Me refiero más a echar un vistazo, no vaya a ser que haya alguien escondido esperando para poder eliminarnos. — Dijo bajando la voz, por si acaso había alguien de verdad escuchando lo que decían.
Pero en ese momento, desde el bosque se pudieron empezar a escuchar unas voces, unas voces que sin duda sonaban alarmadas.
— Vamos a escondernos, rápido. — Y con un salto ágil se subió a la copa de uno de los árboles que lindaban con el claro camuflándose entre las hojas y esperando que Kaido hiciera lo mismo.
— ¡Joder! Creo que hemos conseguido despistar a esos bichos tío, ¡qué cerca ha estado!
En el lugar aparecieron dos hombres visiblemente cansados pues por lo que decían les había estado persiguiendo algo y le acababan de de despistar.
Kaido asintió, comprensivo. Luego, volvió a beber.
Pero antes de poder siquiera tragar, Riko y él detectaron unas voces poco familiares que se hacían cada vez más y más cercanas. El uzujin increpó con rapidez para que tanto él como el escualo lograran ocultarse, pero Kaido sintió que lo mejor sería usar otro subterfugio, y no simplemente escalar hasta un árbol donde fácilmente podrían detectarle a ambos.
—¡Joder! Creo que hemos conseguido despistar a esos bichos tío, ¡qué cerca ha estado!
Cerca había estado también para el gyojin, quien ahora era uno con el riachuelo. Su cuerpo súbitamente hubo transmutado y, de pronto, yacía mezclado con el agua del caudal. Con apenas los ojos asomados para poder ver y escuchar quiénes ocupaban ahora su lugar de descanso.
Torció la vista hasta Riko, él era el único que podía verle desde abajo. Y, luego, hacia los dos tipos. Analizándolos y buscando detalles que pudieran decirle qué tan peligrosos eran, como para que existiese la posibilidad de tener que darles de baja antes de que les descubrieran.
Intentó ver si tenían algún arma u otro utensilio de utilidad.
¤ Suiton: Mizugakure no Jutsu ¤ Elemento Agua: Técnica del Escondite en el Agua - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Suiton 15 - Gastos: 14 CK (divide regeneración del chakra) - Daños: - - Efectos adicionales: - - Sellos: Carnero - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones: -
El usuario se mezcla con una superficie de agua para no ser detectado por el enemigo, tenderle una emboscada o pasar desapercibido. Esta treta puede utilizarse incluso en pequeños charcos de agua, siempre y cuando sean lo suficientemente grandes como el ancho del cuerpo del ejecutor. Mientras el usuario está oculto no puede desplazarse, pero puede ser consciente de lo que sucede a su alrededor mediante el oído y otros sentidos. Sin coste alguno, puede hacer surgir su cabeza hasta la altura de los ojos para observar lo que ocurre. El usuario de la técnica obtiene el oxígeno necesario para respirar de la superficie. Esto también significa que su cuerpo permanece oculto inmediatamente bajo la superficie a pesar de estar escondido en una gran masa de agua, por lo que cualquier ataque en su dirección puede dañarlo y desactivar el jutsu.
Kaido, en lugar de hacer como Riko y ocultarse en uno de los muchos árboles que rodeaban la zona prefirió utilizar una técnica bastante conocida por el peliblanco y se ocultó en el agua, y solamente unos ojos expertos podrían saber que se encontraba allí.
Los dos tipos se habían parado en mitad del lugar, uno con las manos en las rodillas y encorvado tratando de recuperar el aliento, el otro lo más erguido posible con ambas manos en la cadera, éste último es el que estaba hablando.
— Quizás deberíamos rellenar las cantimploras y descansar un poco aquí, ¿qué opinas?
El que hablaba era un hombre alto, con el pelo rojizo y los ojos de un verde esmeralda, a la espalda cargaba con una espada de las proporciones de una kodachi. Su compañero era algo más bajito que él, aunque aún así tenía una buena estatura, su pelo de color castaño largo tapaba casi al completo sus ojos.
— Es... Está bien... — El muchacho soltó un gran suspiro. — Yo lleno las cantimploras.
En ese momento el hombre se acercó al punto en el que se encontraba Kaido y se agachó en la orilla para llenar dos cantimploras, el otro, por su parte, andaba de un lado al otro del claro con la mirada puesta en el interior del bosque.
Vale, tenían una oportunidad más que única. Riko tendría que saberlo.
Así que Kaido decidió arriesgarse y tomar la batuta de aquel encuentro. Solapando al hombre que llenaba las cantimploras con una súbita y repentina aparición por encima del tipo. Su cuerpo se reconstruyó, aunque para entonces tendría ambos brazos surcando los alrededores de su víctima, para aplicar una llave asfixiante.
Se esforzó en mantener la presión, pero tenía que contar con que no tuviese él que enfrentar también al compañero. No iba a poder con los dos. Esperaba que Riko supiera hacer lo correcto y que le ayudase, mientras él lograba reducir a su propia amenaza.
Riko lo vio todo desde el árbol, vio como los dos hombres hablaban entre ellos, como decidían qué era lo que tenían que hacer y, por supuesto, vio como uno de ellos se acercaba peligrosamente a la zona en la que se encontraba escondido Kaido y desde ese mismo momento sabía qué era lo que iba a suceder, por lo que se preparó para saltar en ayuda de su compañero.
El escualo apareció desde el agua súbitamente, no dejando apenas tiempo para que su víctima reaccionase y entonces sus brazos rodearon el cuello del hombre y comenzaron a asfixiarle.
— ¡¿Pero qué coj...?! — El otro integrante del equipo enemigo se volteó al escuchar el chapoteo del agua y vio la escena, lanzándose rápidamente para socorrer a su amigo.
En ese momento, el peliblanco saltó de su escondite poniéndose en el camino del hombre y protegiendo así a Kaido.
— No tardes mucho con eso, Kaido. — Le dijo mientras sacaba el kunai que tenía y lo empuñaba desafiante en contra del pelirrojo.
Por su parte, el castaño pataleaba y forcejeaba con todas sus fuerzas tratando de deshacerse del agarre del amenio, pero éste podría notar como poco a poco su presa iba perdiendo las fuerzas.
—¡Claro, con una navaja en la mano es fácil decirlo, colega! —bromeó él, mientras se debatía en un intenso forcejeo con su presa. No obstante, aquello no le iba a durar demasiado pues, por alguna razón, estaba perdiendo la fricción del agarre—. no te me vas a escapar, hijo de puta. ¡Rájale la garganta, Riko, rájasela!
Mientras más rápido los eliminasen, más fácil sería para ellos seguir avanzando. Era momento de que Riko probase la teoría de aquellas cintas negras que llevaban consigo, envolviéndoles como máquinas. En teoría, ante la amenaza del filo de un kunai los organizadores no iban a dejar que el pelirrojo muriera. Eran las reglas.
Kaido tapó la nariz y la boca de su problema, y le apretó los costados del abdomen con talones. Su intención era dejarlo sin aire y sacárselo de encima.
—¡Claro, con una navaja en la mano es fácil decirlo, colega!
El escualo no perdía aquel humor tan especial que tenía bajo ninguna circunstancia y, a pesar de estar asfixiando a un hombre con sus propias manos, se permitía el lujo de soltar algún que otro chascarrillo.
El pelirrojo por su parte no parecía tomarse nada bien el comentario de Kaido e incluso desde la posición del amenio se pudo ver como se hinchaba una vena en su frente y el color de su rostro cambiaba queriendo tomar el mismo tono que su pelo.
— ¡No nos jodas, hijo de puta! — Exclamó echando mano a la katana que poseía y desenvainándola. — ¡Primero acabaré contigo y luego iré a por él!
Tras estas palabras se lanzó como un loco a por Riko, que se mantenía firme en su posición con el kunai en alto, esperando el momento justo para desplazarse lo suficiente para evitar el tajo descendente de su agresor para posteriormente tratar de apuñalarle en el muslo, golpe que fue detenido por la espada del hombre.
Por su parte, Kaido mostraba tener una fuerza superior a su presa y ésta era incapaz de zafarse de la llave del escualo por lo que, en un momento dado —cuando el hombre parecía a punto de desmayarse—, su cuerpo se puso totalmente rígido, dejó de forcejear y sus pies, en contacto con el suelo empezaron a ser tragados por éste, de tal manera que si Kaido le soltaba sería engullido entero por el suelo.
—¡No nos jodas, hijo de puta! —gritó el enemigo, empedernido por la furia. Poniéndose rojo como el tono de su cabellera, y dejando que la katana que ahora empuñaba su mano amenazara entonces a Riko, mientras el escualo aún se debatía en la llave asfixiante que le aplicaba él a su presa—. ¡Primero acabaré contigo y luego iré a por él!
—¡No te vayas a morir, Riko, o te mato yo! —exclamó, mientras terminaba de sacarse a su energúmeno de encima. Y es que, cuando la conciencia fue dejando su cuerpo a cuentagotas, la tierra bajo ellos comenzó a moverse de forma antinatural, y luego la inercia de la succión comenzó a tragarse al desmayado. Kaido entendió que esa era la forma de ponerle a salvo, por lo que decidió soltarle y dejar que desapareciese entre la tierra—. uno menos.
Luego, se puso de pie y le hizo señas a su compañero para que mantuviera la distancia. Entre él y Kaido podían rodear a aquel hombre y marearle hasta que alguno pudiera realizar algún movimiento. Kaido pensó en usar alguna técnica, pero lo cierto es que no le terminó pareciendo buena idea volver a recortar sus reservas de chakra. Los juegos apenas estaban comenzando y lo más sensato era eliminar a aquel tipo sin demasiado apogeo. Sin destapar aún todas sus cartas.
Así que pensó mejor en usar su lengua para disuadir. Él era bueno en eso.
—Escucha, chaval. A tu amigo ya se lo ha tragado la tierra. Mejor ríndete, coño, y así nos ahorramos el numerito. De todas formas, tú sólo no vas a poder ganar. ¿Qué dices?
En esos momentos el peliblanco no estaba en las condiciones idóneas para responder a su compañero, ya que trataba de que la katana de su rival no le atravesase de parte a parte, por lo que apenas tuvo tiempo de mirar cómo iba Kaido con el hombre al que había conseguido atrapar.
El pelirrojo parecía bastante hábil con la espada y parecía tener una gran fuerza pero estaba claro que la velocidad no era su punto fuerte, por lo que Riko se limitó a moverse a su alrededor esquivando los golpes que le lanzaba y tratando de contragolpear de vez en cuando, aunque nunca con atino.
—Escucha, chaval. A tu amigo ya se lo ha tragado la tierra. Mejor ríndete, coño, y así nos ahorramos el numerito. De todas formas, tú sólo no vas a poder ganar. ¿Qué dices?
El escualo trataba de hacer que su oponente se rindiera, así podrían evitarse cualquier tipo de daño innecesario pero, como era de esperar, el pelirrojo no pensaba lo mismo.
— ¡Se va a rendir quien yo te diga, bastardo! — Y dejó de atacar al peliblanco para lanzarse a la carga contra el amenio, tratando de darle un tajo horizontal que trataba de cortarle por la mitad.
150/150
–
Katana:
Daño: 15 PV/golpe con mango o vaina, 20 PV/corte superficial, 30 PV/corte, 40 PV/penetración
Evidentemente, su charla no sirvió para calmar al pelirrojo. La ira le consumió y en cuanto tuvo la más mínima oportunidad, dejó su antiguo interés para arrojarse voluntarioso hasta el escualo, con toda la intención de filetearlo.
Kaido aguardó a por él con los brazos abiertos y los pies en punta, que daban apenas leves brincos, preparándose para la aproximación de su oponente. Aunque Kaido, como usuario del Kenjutsu, podía ver que la técnica con la que el hombre sostenía la katana y por sobre todo, con aquel movimiento horizontal con el que pretendía cercenarle el abdomen; era bastante pobre. Y la distancia era la prudente como para que el gyojin tuviese el tiempo de reacción suficiente con el que movió su cuerpo hacia su retaguardia, con apenas dos largos pasos.
Lo curioso de todo aquello es que, probablemente, él no tendría que hacer mucho más que esquivar aquel ataque. Porque el pelirrojo ya había cometido un error garrafal. Lo que, por una parte, era inevitable teniendo en cuenta la desventaja numérica con la que tendría que actuar.
Pero, la espalda ya Riko se la tenía ganada. Y Riko también poseía un kunai.
Kaido parecía bastante confiado, esperó al momento justo para evitar el corte del pelirrojo y así desbaratar todo su ataque, que le había dejado vendido ya que había dado la espalda al peliblanco que rápidamente había arrojado su kunai en dirección al hombre, impactándole de lleno en el muslo y quedando allí clavado.
— ¡AAAAAARG! — El hombre se quedó arrodillado, a merced de los dos genin que no habían hecho más que jugar sus cartas y aprovechado su superioridad numérica.
Riko entonces pensó que era el momento de probar aquel sistema de protección que es habían proporcionado así que sin pensárselo dos vece arrojó el shuriken que le quedaba a la nuca del rival, un golpe que, de impactar sería mortal y, gracias a esto comprobó el funcionamiento de aquello.
El kunai quedó bloqueado a escasos milímetros del cuello del pelirrojo, que se había quedado inmóvil y poco a poco fue hundiéndose en el suelo, dejando tras de sí su katana.
Daño: 15 PV/golpe con mango o vaina, 20 PV/corte superficial, 30 PV/corte, 40 PV/penetración
—Mierda —exclamó el escualo, mientras veía el cómo era tragado por la tierra. De pronto le invadió una sensación de claustrofobia de sólo pensar que a él se lo podían tragar también. Negó con la cabeza un par de veces y buscó a ver a Riko, mientras se adelantaba a coger la katana—. eso ha estado cerca. Y ese cabrón ha gritado más que una cacatúa en celo. Quizás...
Paranoico, empezó a ver a todos lados y a la nada a la misma vez. ¿Qué iban a hacer, ahora?
—Mierda eso ha estado cerca. Y ese cabrón ha gritado más que una cacatúa en celo. Quizás...
El peliblanco también estaba preocupado por lo que Kaido decía, podía haber alertado a algún que otro equipo de su posición, pero tenían que pararse a descansar y no tardando, y era cierto que aquel lugar era probablemente uno de los mejores que podrían encontrar en el bosque.
— Quizás deberíamos adentrarnos un poco en el bosque, aunque sin alejarnos mucho del claro, si nos subimos a las copas es muy difícil que nos vean si viene alguien, ¿qué te parece?
Y tras las palabras de Riko, dos gongs retumbaron en toda la zona.
— El equipo 1 ha sido eliminado.
Aquello daba la alarma a todos de que el equipo contra el que acababan de luchar había sido eliminado, solo quedaban ocho equipos y medio.
Asintió al consejo de Riko, y subió la mano derecha en un claro gesto para que aguardara por él.
—Vale, dame un segundo.
El tiburón se acercó hasta el riachuelo en donde se hubo ocultado durante la fugaz batalla, y metió las manos para sacar agua. Bebió cuanto pudo —sin un termo en mano, necesitaba estar lo más hidratado posible— y siguió a Riko hasta la cima de algún árbol cercano. Una vez arriba, trató de ponerse lo más cómodo que se podía permitir sobre tan dura corteza.
—Y bueno, Riko, ¿qué te trajo ésta vez a Shinogi-To? ¿no habrás venido a mis tierras buscando problemas, no?
Riko aguardó en su sitio, viendo como su compañero se acercaba al riachuelo para beber un poco de agua directamente de sus manos para hidratarse. El peliblanco pensó en hacer lo mismo, pero podría aguantar hasta el día siguiente sin mayores problemas así que decidió esperar.
Cuando Kaido terminó ambos se dirigieron al interior del bosque, encaramándose a un árbol que el Senju decidió que sería el mejor, frondoso y con una altura considerable, por lo que podrán pasar más desapercibidos.
—Y bueno, Riko, ¿qué te trajo ésta vez a Shinogi-To? ¿no habrás venido a mis tierras buscando problemas, no?
El uzunés clavó sus ojos en los de su compañero, buscando una respuesta mientras tanto.
— Bueno, realmente no tengo un motivo más allá del turismo. — Explicó encogiéndose de hombros. — Visité hace un tiempo Tane-Shigai y me picó el gusanillo de conocer el resto de capitales, ¿a ti qué te ha traído hasta aquí?
Mientras hablaban, de fondo se podían escuchar diversos tipos de ruidos, el aire chocando contra las copas de los árboles, el pequeño riachuelo corriendo e incluso algún que otro animal a lo lejos.