No importaba dónde tuviese que ir, si se topaba con al menos un compañero de la villa y no porque hayan viajado juntos Noemi pasaba a sentirse considerablemente tranquila, pues significaba que no estaría sola aunque si tenía la compañía de su sirvienta, pero no es lo mismo que toparse con un igual.
—Te entiendo, es muy raro que te llegue una carta con tanto dinero de la noche a la mañana. —Repuso la kunoichi mientras acercaba una silla para tomar asiento a un lado del Uchiha, aunque respetando el espacio vital del mismo.
Justo al hacer aquello, un chico de piel morena y cabellos blancos llegó saludando a Akame y retirándose a otro lado. «Curioso, siento que lo conozco. »Pensó la kunoichi mientras se inclinaba hacia adelante para depositar un codo sobre la mesa y así usar la mano como soporte para su cabeza.
Al ver que ese chico no se tomó la molestia de saludarle ella tampoco lo hizo, simplemente lo miró de reojo hasta que se sentó al fin en otra mesa. Dejando eso de lado, fácil era deducir que aquellos dos se conocían de algún otro lado, de lo contrario no se sabrían los nombres pero la rubia no recordaba haber tenido por compañero en la academia a alguien con aquellas características. Lamentablemente, la duda que estuvo a punto de expresarle al chico que tenía a su lado tendría que esperar, puesto que hizo acto de presencia la dueña de la posada y se dispuso a hacer una especie de discurso en el que explicaba un par de cosas y de la misma manera se ofreció a responder dudas.
—Bien, ¿Cuándo vendrá el señor Nishijima? —Preguntó el desconocido, tras presentarse, ganándole de mano a la Sakamoto que tenía justamente la misma duda. «Supongo que luego me presento y ya. »Pensó resoplando levemente en señal de resignación.
Mientras tanto se le hizo imposible pasar por alto un ruido constante, como de un animal engullendo los restos de otro más pequeño y para sorpresa de la chica, algo alejado de los demás se encontraba el chico de melena azulada al que no había logrado verle la cara la noche anterior y grande sería su sorpresa al notar ese tono anti-natural de la piel ajena y los rasgos que lo asemejaban a alguna criatura marítima. Pero no dijo absolutamente nada, aunque sí por un instante se le había dibujado una mueca de desconcierto que rápidamente borró cuando Akame se puso de pie para presentarse dejándola a ella como la última, aunque aprovechó para formular una pregunta.
Finalmente, tras las presentaciones de todos los demás, Noemi se puso en pie y con una sonrisa dibujada en el rostro hizo lo que todos esperaban que hiciera.
—Yo me llamo Sakamoto Noemi, es un placer. —Diría cordialmente y tras una ligera reverencia se dispondría a tomar asiento, no sin antes soltar una pequeña aclaración. —Mis compañeros ya han preguntado lo que quería saber.
Y ya solo le quedaba esperar a que le dijeran algo para comenzar a comer, o con un poco de suerte retirarse a llevar a cabo la supuesta segunda parte del viaje para encontrarse cara a cara con el artista.
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—¡Ehhhh! mi nombre es Kaido, y... tengo una sola inquietud —dijo, mientras probaba otro bocado—. es que vuestra comida está desabrida, así que sería de gran ayuda que me traigáis un tarro con un poco de sal, si sois tan jodidamente amables.
—Es un gusto conocerte, Kaido-san —respondió con suma amabilidad, mientras hacia un leve gesto hacia los empleados.
Antes de que aquel ser azulado pudiese presentar alguna otra queja, uno de los sirvientes se encargo de llevarle un tarrito lleno de sal. Kōtetsu lo miro con cierta curiosidad, pues para él los alimentos estaban en su punto exacto. Se le quedo observando un poco más, viendo como desgarraba las gruesas carnes sin necesidad de cuchillo alguno, gracias a dos hileras de afilados dientes medio triangulares que le adornaban la boca.
“Kaido… Que persona tan interesante” pensó, concentrándose ahora en sus propios alimentos.
Sin duda se sentía un poco fuera de lugar en aquel ambiente, pero contar con la presencia de un conocido como Akame le hacía sentir un poco más cómodo, al menos un poco. El Uchiha se limito a ir directamente a la parte interesante, tal como solía hacerlo, pregunto por el motivo que les habia reunido en aquel sitio, pese a que era algo que solo el mismísimo Nishijima podría responder adecuadamente.
—Mi nombre es Uchiha Akame, gracias por su hospitalidad —anunció, poniéndose en pie y dedicándole una queda pero cortés reverencia a la dueña del lugar—. Y mi pregunta es... ¿Qué estamos haciendo aquí?
—Es un placer, Akame san. Temo que tengo solo la información de conocimiento “publico”; Están aquí, luego de un cuidadoso proceso de selección, para convertirse en las fuentes que inspiraran la siguiente gran creación de Aquel que le confiere a la piedra humanidad.
—Yo me llamo Sakamoto Noemi, es un placer. —Diría cordialmente y tras una ligera reverencia se dispondría a tomar asiento, no sin antes soltar una pequeña aclaración. —Mis compañeros ya han preguntado lo que quería saber.
—Ya veo. El placer es todo mío, Noemi-san —dijo mientras devolvía la reverencia.
—Disculpe, pero… eso que ha dicho no me ha dejado nada claro —expreso con un poco de vergüenza el peliblanco.
—Es entendible: Recuerdo al señor Satomu como una persona misteriosa, con un aire de severidad y una forma de actuar bastante excéntrica… Cuando lo conocí, hace diez años, pensé que era similar a uno de los tantos artistas extravagantes que he conocido, pero en su caso había algo, una especie de aura oscura, que provocaba que la gente lo considerara tanto atemorizante como atrayente.
»Me pregunto qué tanto habrá cambiado luego de diez años de enclaustramiento.
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Podría pensarse que el tiburón simplemente pasaba desapercibido a las interrogantes de los demás invitados, pero resultaba ser todo lo contrario. Por más que sus dientes estuvieran más que centrados en despedazar los trozos de carne que con tanto esmero se habían cocinado para ellos, tenía la oreja bien parada y puesta para oír todo lo que los demás tenían para decir. Su grosera dubitativa sobre la sal, sin embargo, fue resuelta en cuestión de segundos. La mujer asumió con educación el gusto que le resultaba conocer al espécimen azul, y continuó; sin inmutarse en lo absoluto ante su comportamiento.
Lo que le respondió a Akame también fue más de lo mismo. No reveló nada que no supieran ya. Sakamoto Noemi, por otro lado, no había querido preguntar nada. Mujer de tetas enormes, pero sosa como ninguna, eso sí.
Kotetsu, finalmente, habló probablemente por todos y alegó no comprender una mierda de lo que la vieja había dicho. Entonces Kaido dejó de comer, y les miró, a todos, uno por uno. Para cuando Hiroe concluyó su última intervención, el tiburón creyó "conveniente" hablar, de nuevo.
—Pues vaya mierda de vida, ¿no creen?... tanta fama y piedras con humanidad, y al final terminó encerrado una década entera por quién sabe qué razón —comentó, dejando entre palabras gestos exagerados, dejando que sus manos limpiasen por último la comisura de su filosa mandíbula—. mira, yo es que de verdad espero que sus sirvientes le llevasen mujeres a su recámara de cuando en vez, porque sino, júralo que Akame, Kotetsu y yo palmamos en cuanto el tipo vea a Noemi. Después de todo, nada como un par de tetas como para hacerle recuperar su inspiración. Y contra eso no podemos hacer nada, ¿verdad, compañeros?
Kaido, sin embargo, no había terminado. Apenas cogió respiro, continuó:
—Porque de eso se trata, ¿no es así?; de una especie de competencia para ver quién de nosotros cuatro le despierta el morbo artístico al viejo Satomu.
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El Uchiha tuvo que contenerse para no soltar un bufido de resignación ante las palabras de la anciana, y simplemente hizo rodar sus hombros con gesto que parecía decir «pues vale, lo que tú digas». No en vano a aquellas alturas de la noche, sus esperanzas de obtener respuestas —o siquiera una pizca de información relacionada con todo aquel misterioso asunto— se había desvanecido ya como humo bajo la lluvia. Tenía claro que aquella anciana probablemente sabía incluso menos que ellos, y que simplemente habría recibido una buena suma de dinero por acogerles y ponerles todos aquellos manjares por delante hasta que al buen escultor le viniese en gana hacer acto de presencia. Cosa que, a decir verdad, enfadaba de sobremanera al Uchiha, que ya sentía cómo estaba perdiendo el tiempo en Kotai.
Por suerte Kaido —mucho menos educado que el Uchiha— dio voz a todos y cada uno de sus pensamientos. Akame sintió una extraña sensación de alivio y no pudo evitar sentir que, pese a las evidentes diferencias que había entre ellos, eran rematadamente parecidos. A su estilo, ambos parecían perseguir sus objetivos con firmeza y determinación.
Ni siquiera pudo contener una sonrisa cuando el niño-pez hizo referencia a la solitaria condición del anciano y al opulento busto de Noemi.
—Me gustaría estar tan seguro como tú acerca de qué es todo esto, Kaido-kun —comentó de repente Akame—. A decir verdad, no he recibido una sola respuesta en el tiempo que llevo aquí, ni tampoco durante el viaje, que no fue corto precisamente.
El Uchiha se irguió en su asiento, tratando de parecer imponente —no lo consiguió—, y enunció con voz grave.
—Si usted no va a decirnos de qué trata este misterioso asunto, le recomiendo que pregunte al señor Nishijima. El tiempo de un ninja es valioso, y yo ya he perdido demasiado aquí con viejas historias y promesas vanas —su tono sonaba demasiado encendido, así que intentó calmarse. Ya más sosegado, agregó—. Si mañana no he recibido ni una sola respuesta a las preguntas que se han formulado aquí esta noche, tengan por seguro tanto usted como el señor escultor que me marcharé de Kotai para no volver. Es irrespetuoso hacer perder el tiempo de esta manera a unos shinobi.
En un resumen, la charla con la dueña de la posada no había dado ningún nuevo dato a los genins allí presentes, para colmo el artista no parecía muy dispuesto a hacer acto de presencia y algunos de los invitados tampoco parecían muy dispuestos a esperar tal suceso. Y hasta cierto punto llevaban razón, no podían tirarse el resto de sus vidas esperando siendo shinobis, tenían que trabajar en algún momento.
Pero el azulado ente de Amegakure tenía que volver a abrir las fauces y no para desgarrar los alimentos que tenía delante, sino para soltar un comentario que terminaría por molestar a la rubia en cierta medida, en otra forma la estaban halagando pero de todas formas había maneras de hacerlo y que a ella diera gusto.
—Que ordinario. —Bufó la Sakamoto mirando con asco al peli-azul.
Podría haberse pensado el regañarle pero no era su madre, tampoco una kunoichi de rango más elevado y ni siquiera provenían de la misma aldea, además que le surgían varias dudas de si sería realmente productivo de todas formas ya que Kaido daba la impresión de ser el típico ninja que va de rebelde hasta que le dan una paliza.
De todas formas, el Uchiha que había estado hasta entonces sentado a un lado de la rubia terminaría por ponerse en pie para soltar uno de sus típicos discursos aunque había que aceptar que le faltaba algo de presencia al tipo.
—Es irrespetuoso hacer perder el tiempo a quien sea, Akame. —Le corrigió por lo bajo en un intento por no dejarlo mal parado.
Y al final el chico llevaba la razón, hasta el momento había sido todo una gran pérdida de tiempo.
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—No son las palabras que hubiese usado, pero creo que tienes mucha razón, Kaido-san. —Se llevo una buena porción de fideos a la boca mientras pensaba en lo dicho.
Si bien el espécimen azul demostró su amplio manejo del leguaje que debían de usar en las tabernas de mala muerte, el Hakagurē no pudo sino sentirse impresionado con lo poco cohibido que se mostraba. Ciertamente era grosero, pero también extrovertido y honesto… Incluso humorístico. Akame, por su parte, no se tomo la situación de manera tan calmada: Se le notaba molesto y un tanto frustrado, siendo muy raro en él comportarse de aquella manera, o al menos demostrar tal estado. Aunque a su manera el joven de ojos grises le entendía, no era agradable sentir que están jugando con su tiempo. El también sentia cierta molestia por la descortesía, pero su lado de niño estaba muy emocionado y curioso como para reparar en cosas sobre las que no tenía control.
“No tiene sentido ofuscarse a estas alturas —se recordó mientras degustaba un poco de sopa de hongos y ciervo—. Eres un buen ninja Akame, pero a veces eres demasiado serio y eso mata tu sentido de la aventura; Aquí estas, en una tierra lejana, en un buen lugar y con gente conocida, esperando resolver el misterio tras la reaparición de un artista legendario y el motivo de haberte escogido… Y de seguro estas pensando en que tienes cosas que hacer en la villa.”
La muchacha de cabellos dorados y, ahora que lo notaba, gran busto compartió la opinión del Uchiha, solo que lo expreso de una manera mucho más sencilla y calmada.
—Lamento no poder proporcionarles más respuestas, pero cuando se trata del señor Satomu las cosas suelen ser complicadas.
La señora bebió un poco de té y recibió las quejas de manera estoica, con una expresión muy cansada. Era comprensible que se sintiera un tanto estresada con todo aquello, pues seguramente no estaba acostumbrado a tratar con ninjas o con la impaciencia de la juventud, y ahora debía lidiar con ambas cosas a la vez y en su casa. Dirigió una mirada lánguida hacia Kōtetsu, como diciéndole que también era libre de arrojarle sus malestares, si así le placía.
—Admito que no sabía en qué me estaba metiendo cuando supe que debía de tratar con un artista, pues no imagine que hiciera las cosas de manera tan... "diferente". Pero como ya estoy aquí, y como no me marchare hasta que lo vea y tenga mis debidas respuestas, solo me resta tener paciencia… mucha paciencia.
»Pese a todo, el recibimiento ha sido muy agradable. Gracias, Hiroe-san.
La anciana respondió inclinándose cortésmente ante las palabras del muchacho.
El resto de la cena transcurrió sin nada que resaltar, excepto por una cosa: Hacia el final de la misma, cuando estaban recogiendo los platos, una chica llego de manera apresurada hasta el lado de la señora Mikuriya para entregarle un pequeño pergamino. La enviada le susurro algunas palabras y la anciana rompió el sello con prisa. Desde la posición del Hakagurē no podría verse, pues yacía inclinado por el peso de su estomago, pero alguien con buen ojo podría darse cuenta que aquella impresión de cera era la misma que rompieron cuando recibieron la carta del señor Nishijima.
—Mala cosa, mala cosa —susurro para sí misma la anciana, mientras leía con los ojos bien abiertos—. Un día somos un lugar alejado de todo el mundo, y al día siguiente el mundo viene en pos de nosotros.
De pronto la encargada se hizo consiente del silencio que se había hecho en la habitación. Cerro el pergamino y mientras lo guardaba en el bolsillo despidió a la mensajera con un ademan.
—Parece que su petición ha sido escuchada, Akame-san —aseguro mientras se levantaba lentamente—. Deberan de levantarse y marcharse temprano, pues se ha arreglado que mañana sean recibidos por el propio Nishijima Satomu.
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Si algo era cierto, es que a pesar de lo diferente que podrían ser los otros reunidos respecto a Kaido y su incesante necesidad de parecer el chico malo de la clase, al parecer sus propias inquietudes no sólo eran aceptadas por los demás invitados, sino que también secundadas. Cada cual, a su manera, pareció demostrar tras sus palabras que la imperante inquietud, que emanaba a partir del desconocimiento de la situación que les rodeaba y de los nebulosos procederes de Satomu y sus súbditos, existía.
Las interrogantes eran técnicamente las mismas: ¿Cómo, y cuando?; eran las más importantes. A lo que la "hospitalaria" vieja no podía responder bajo ningún concepto. Queriendo, o no.
— Lamento no poder proporcionarles más respuestas, pero cuando se trata del señor Satomu las cosas suelen ser complicadas —respondió, tajante. Y en silencio la cena transcurrió, sin ningún cambio aparente.
***
Kaido estaba hasta las narices de comida. Devoró tantos platos que, su estómago parecía una úlcera azul que en cualquier momento explotaría. Él la acariciaba, complacido, como si hubiese sido el mejor banquete que alguna vez le hubieran ofrecido; y es que tenía que aceptar, aunque no públicamente, que nunca nadie estuvo tan dispuesto de alimentarlo, al menos de gratis.
Casi ni pudo percatarse de la llegada apresurada de un tercero, quien sin demasiado protocolo se acercó a la vieja y le entregó una carta. Los orbes de le inflaron a la lectora, y poco después inquirió a los comensales que las inquietudes expresadas más temprano pronto serían respondidas.
Satomu les recibiría la mañana siguiente.
—Guay —expresó, con poca elocuencia. Y desbordante ironía, eso sí.
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El Uchiha no pudo evitar esbozar una sonrisa tímida cuando, después de una inesperada escena en la que la regente del lugar recibió un mensaje —a aquellas horas de la noche, cosa realmente extraña—, ésta les comunicó que era, nada más y nada menos, que una carta del propio escultor. Y que, al día siguiente, habían sido llamados a presentarse ante él.
«Parece que los dioses han escuchado mis quejas», meditó Akame, tomando un trozo de carne y llevándoselo a la boca con gesto satisfecho.
Henchido de sí, como si de verdad hubiese obrado un milagro divino con su discurso ofendido, Akame prosiguió la cena comiendo con prudencia —no era chico de estómago amplio— y pidiendo luego una buena tetera llena de té de hierbas, para calmar el ánimo y la mente.
Mientras tanto, trataría de entablar conversación con sus dos compañeros de Aldea —que no parecían conocerse entre sí—, lanzando de vez en cuando una mirada furtiva al chico-pez, que devoraba cuanto plato se paraba ante él más de dos segundos.
Las quejas de todos seguían llegándole a la dueña del local y esta se mantenía sonriente, cosa que Noemi al menos no comprendía pero sí que respetaba. Pero de todas formas, lo que verdaderamente importaría tanto a ella como al resto de genins allí presentes seguramente sería aquella última afirmación.
—Mañana entonces… Algo bueno al fin, ¿no te parece? —Soltó con una sonrisa dibujada en el rostro antes de girarse a mirar a Akame de reojo.
Era el único de los allí presentes que conocía y muy bien no le había caído el azulado por su comentario despectivo así que tenía menos motivos para siquiera querer relacionarse con él. Solo restaba el peli-blanco de Uzushio, persona que se le hacía ciertamente conocida pero a saber de dónde.
—Le conoces, ¿verdad? —Preguntó a Akame ya con una mirada algo más serena y acompañando a su pregunta con un ligero gesto de cabeza para indicarle al Uchiha a dónde mirar, es decir, a Kōtetsu.
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Pese al descontento general que llenaba la estancia, se podría llegar a decir que el resultado de la velada fue satisfactorio: En el último instante, cuando toda esperanza parecía perdida, llego la buena noticia de que Nishijima les recibiría al día siguiente. Algo bueno, que curiosamente pareció causar cierta incomodad en quienes laboraban en aquel establecimiento.
“La propietaria no parece estar muy satisfecha con aquella noticia, incluso me atrevería a decir que se ve un tanto preocupada.” Aquello le parecía raro, pues esperaba que la anciana mostrase cierta alegría al enterarse de que ya no tendría que tratar con ellos.
Kōtetsu ya daba la velada por concluida, pues aunque le hubiese gustado quedarse un rato a conversar, el sueño comenzaba a ganarle terreno. No sabía que podía deparar el día siguiente, pero creía que la mejor manera de encarar lo desconocido era estando descansado.
—Ha sido una buena velada, pero es momento de que me vaya a dormir —expreso mientras se levantaba y dejaba escapar un profundo bostezo—. Hasta mañana y buena noches.
Sin decir nada mas, abandono la sala sintiéndose un tanto más pesado que cuando había entrado. Mientras caminaba por el pasillo de regreso a su habitación le asaltaron los típicos pensamientos súbitos que se manifiestan en los chicos de su edad.
“Vamos… Una linda rubia de grandes pechos… Me parece muy familiar, pero no se en donde podría haberla visto antes, en una revista para adultos quizá…”
Quizás fuera que, debido a la gran cantidad de alimentos ingeridos, su estomago estaba empleando toda la energía de su cuerpo en hacer digestión, porque no sentía la energía suficiente como para estrujar su cerebro en la búsqueda de un vago recuerdo.
“No tiene importancia, estoy seguro de que ya tendré tiempo de detallarla y de descifrar quien es —entro a su habitación y sin decir nada se quito la ropa y se arrojo al abrazo de las mantas—. Si, mañana podre conocerles un poco más… A ella y al chico de aspecto acuático.”
Nivel: 28
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Kaido vio al peliblanco despedirse, y alzó una mano con desgana; ondéandola de lado a lado. Luego dejó que el brazo cayera como un plomo sobre la mesa y suspiró, agobiado, por el inmenso esfuerzo que le supuso hacer tan sutil movimiento.
—Yo me quedo un rato aquí, a ver si hago la digestión. Me es físicamente imposible moverme después de semejante banquete. Así que... —Le tiró un guiño a todos, y a Noemi: un fatídico beso afilado, sacando a relucir inmediatamente después su brillosa dentadura—. —buenas noches, muñeca.
Nivel: 30
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Akame le devolvió a Noemi la sonrisa velada que ella le había dedicado. La rabieta del Uchiha parecía haber surtido efecto, y él no iba a negar que eso le había complacido.
—Estoy de acuerdo, Noemi-san —respondió el aludido, alzando su taza de té en dirección a ella con gesto cortés.
La sobremesa se sucedió tan calmadamente como podía esperarse. Tras la repentina revelación, los presentes parecían mucho más satisfechos con todo —a excepción de Kaido, que había parecido contento con el banquete desde el primer momento—.
Cuando la kunoichi de su Aldea le preguntó por Kotetsu, Akame se aclaró la garganta para contestar; pero antes de que pudiera hacerlo, éste se puso en pie y anunció que se iba a dormir. Akame le despidió con una leve inclinación de cabeza y luego se giró hacia Noemi.
—En efecto —asintió con tranquilidad—. Hemos hecho algunas misiones juntos, nosotros dos y también con Haskoz-kun —el Uchiha no pudo evitar sentir cierto rubor al nombrar a su compañero sabiendo la relación que había entre él y Noemi—. Es un buen chico. Tranquilo, inteligente y disciplinado. Un buen ninja.
No había mentira en las palabras de Akame. Kotetsu le parecía un buen compañero, y le caía bien por aquella forma tan calmada que tenía de afrontar los problemas. Bebió otro sorbo de té mientras el chico-pez se despedía a su manera.
—Qué tipo tan curioso —dijo el Uchiha, bebiendo de su taza—. ¿Alguna vez conociste a un shinobi de Amegakure? Yo sí, y te aseguro que no se parecía en nada a este...
Y así de la nada, prácticamente en el momento en que ella decidió hacer alusión a él, este se levantó y despidió de forma generalizada sin mirar a absolutamente nadie, ni siquiera a sus compañeros de aldea pero no podía culparle ni nada por el estilo, después de todo, ella no le conocía y seguramente eso ocurriría a la inversa, de lo contrario algo habría dicho o hecho según ella.
—Entiendo. —Fue lo único que atinó a decir la Sakamoto quien no despegaba la mirada del peli-blanco hasta que este desapareció de su vista.
Respecto al escualo, este decidió hablar justo después de que Kotetsu desapareciese de la escena, despidiéndose de los restantes y aprovechando el momento para soltar una especie de cumplido a Noemi que al girarse le dedicó una ligera sonrisa que le duró un segundo con suerte, justo después se volteó hacia su compañero de aldea.
—No, es el primero que veo en mi vida y espero tengas razón. —Le respondió aunque por lo bajo. —No podría soportarlos si fuesen todos iguales.
El cumplido le había sentado genial pero tenía un ligero problema con el azulado ser de Ame y era que se mostraba bastante tosco, algo bruto incluso y le aterraba la idea de hallarse completamente sola con alguien así, más teniendo en cuenta que le había caído en gracia por su físico.
—Supongo que también iré a dormir, lo último que quiero es aparecerme con ojeras ante el escultor. —Afirmó la kunoichi justo antes de ponerse de pie. —Nos vemos mañana, duerman bien. —Se despidió la sonriente Sakamoto tras lo cual sencillamente se fue en dirección a la habitación que le habían asignado momentos atrás.
Nivel: 10
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22/04/2017, 19:23
(Última modificación: 22/04/2017, 19:34 por Hanamura Kazuma.)
La mañana llego mas pronto de lo que hubiera deseado, pero no tenía otra opción más que levantarse con todo y el sueño que tenia. Puede que fuese por haber comido demasiado, pero no había pasado la noche muy bien. Para colmo la casa rebosaba en actividad desde que el primer rayo del sol se escurrió por las paredes de los riscos.
“Se que hoy vamos a ver al señor Nishijima, pero no entiendo porque hay tanta actividad si somos nosotros quienes iremos a verlo él… creo.”
Por su parte, Naomi demostraba estar completamente inafectada por la hora, ya que estaba acostumbrada a levantarse antes del amanecer para cumplir con sus tareas habituales. Kōtetsu se dio un baño con agua fría para despertar, se vistió con un sencillo pero elegante kimono del color del bambú y finalmente comio un ligero desayuno. Mientras su acompañante terminaba de poner su equipaje en orden, salió a dar una vuelta por las áreas comunes para respirar un poco del fresco aire mañanero. En medio de su caminata se encontró con la propietaria de la casa, que andaba con la misma prisa que todos los demás. No se le hizo difícil notar el que la anciana no había dormido bien, probablemente por causa del mismo asunto que marcaba una expresión preocupada en su rostro.
“¿Qué sucede? Hasta la cena todo estaba muy tranquilo, y ahora hay una especie de preocupación en el aire.”
Para cuando era ya media mañana el Hakagurē se encontraba en el recibidor de la posada, esperando el continuar con la siguiente etapa de aquel viaje, una etapa que al parecer debía de ser en grupo.
Se le hizo un tanto extraño que luego de estar todos reunidos, elegidos y acompañantes, tuvieran que seguir esperando. Suponía que, dada la alcurnia del hombre con el que estaban tratando, debían de aguardar la llegada de algún emisario que comprobaría sus identidades y les serviría de guía hasta el hogar de su anfitrión… Pero lo que fue a por ellos era algo muy distinto.
Un golpe estruendoso sacudió la puerta del albergue y puso a todos en alerta, incluso a algunas criadas que no pudieron evitar dar un brinco debido al susto.
—Debe tratarse de Yosehara-san —dijo la encargada mientras caminaba hacia la puerta con paso nervioso.
En cuanto abrió, fue imposible ver hacia afuera, pues una enorme figura se atravesaba en medio. Era un hombre alto y corpulento que cargaba una expresión pétrea y que transmitía un poderoso aire de autoridad.
—Dime, ¿no ha habido ningún incidente, Mikuriya-san? —pregunto con voz cavernosa mientras se agachaba para pasar por la puerta.
La mujer hizo un gesto en tímida señal de negación, y el sujeto se adentro un poco más y se quito el casco para ver a los muchachos que estaban esperando. Su aspecto era bastante imponente y severo; con aquella pesada armadura de cobre que tintineaba con cada pisotón que daba.
—Ya veo que era verdad el rumor de que eran ninjas… Eso solo provocara que las cosas sean más complicadas —aseguro luego de examinarlos con su dura mirada.
—Yosehara-san… —La anciana le hizo un gesto para que la acompañara a un rincón, donde podrían hablar en relativa discreción.
La voz de Hiroe eran tan trémula y suave que no se podía escuchar nada de lo que decía, pero su interlocutor no podía con el enorme esfuerzo que implicaba el hacer que su voz fuera más débil, por lo que debes en cuando se podían oír de sus labios alguna frases y palabras sueltas.
—Son ninjas, así que no se cuanto pueda hacer… Traje todos los hombres que pude, pero no sé si será suficiente… No, ahora me toca a mí lidiar con ellos, por lo que tu casa estará a salvo… Yo no tengo la culpa, le advertí a Satomu sobre lo que pasaría y me ignoro… Estas son las consecuencias... Eso ya no importa, de aqui en adelante yo sere quien se haga cargo del asunto.
Terminada la conversación, la anciana se alejo un poco y el soldado se acerco hacia el grupo.
—Yo soy Yosehara Jokei, el alguacil del pueblo —Por un instante su pecho se hincho en señal de orgullo y su barbilla se alzo en señal de dominancia—. Me encargare de escoltarlos hasta donde se encuentra el señor Nishijima.
El sujeto lucia altanero pero tranquilo. Se limito a salir al exterior y a esperar que los jóvenes le siguiesen. Para Kōtetsu todo estaba normal, y por un momento giro su rostro hacia Mikuriya Hiroe para despedirse, pero esta tenía la mirada en el suelo, como para evitar ver a los jóvenes que abandonaban su establecimiento.
—Pero… —Se quedo sin palabras al ver lo que les esperaba afuera, e inconscientemente llevo una mano a la empuñadura de su espada.
Les esperaba nada más y nada menos que una comitiva compuesta por unos veintiocho guardias de a pie con lanzas y armaduras ligeras y otros siete que llevaban arcos y que iban a caballo. Además de eso había siete literas policiales medianas, cada una llevada por cuatro hombres de aspecto fuerte y rudo. Todos se mostraban atentos y en guardia, a la espera de ver si los jóvenes abordarían y les acompañarían.
—¿Sucece algo? —pregunto el alguacil al oler la duda en el aire.
—¿No le parece que son demasiado hombres para escoltar a un grupo de invitados, mi señor? —La voz de Naomi era baja y estaba cargada de recelo.
—Sí, pero tambien me parece que son los justos y necesarios como para arrestar a un grupo de ninjas intrusos.
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Despertar no resultó ser un inconveniente para el tiburón. Porque el escándalo era tal al exterior de la habitación que para el escualo fue imposible volver a conciliar el sueño después de haberse despertado una vez. Incluso, trató de exhortar a quienes no le dejaban dormir a que callaran al menos por treinta minutos, pero sus amenazas no ayudarían para nada. Hasta el punto en el que se rindió, y con los ojos pesados arrastró su azulado trasero hasta los linderos del baño, para tomar una ducha y tratar de despertar su cansada alma.
Poco después, tanto Kaido como su mentor ya se encontraban listos para partir. Equipaje en mano, y armamento lo suficientemente bien oculto para no levantar sospechas.
Yarou-dono avanzó primero, y su pupilo; detrás. Hasta dejar la habitación y partir hacia los linderos de la ya conocida recepción.
***
—Yo soy Yosehara Jokei, el alguacil del pueblo —Kaido llegó junto a Yarou, justo cuando el enorme guardia de la brillante armadura desvelaba su cargo, y poco después; el por qué de su presencia—. Me encargare de escoltarlos hasta donde se encuentra el señor Nishijima.
El escualo creyó aquello de inmediato. No le era difícil pensar que alguien tan importante como Satomu se tomaría la libertad de contratar a gente pertinente para que les llevasen hasta sus aposentos. Yarou, sin embargo, ya comenzaba a percatarse de que no todo iba tan bien como los jóvenes shinobi podrían haber pensado. Puesto que su perspicacia le hizo notar en el continuo intercambio de palabras entre el alguacil, y la mujer encargada de la posada; y el recelo entre las miradas cruzadas de ambos.
A él no le iban a engañar.
Y sus sospechas se confirmaron cuando, una vez fuera; el "alguacil" reveló a su séquito de guardias bien armados y repartidos en la entrada estratégicamente para rodear a los invitados.
Kaido les miró a todos con el ceño fruncido, y Yarou-dono se permitió hablar después de la intervención del joven Kotetsu.
—Sí, pero tambien me parece que son los justos y necesarios como para arrestar a un grupo de ninjas intrusos.
—Permítame dudar por un momento de sus intenciones, alguacil. ¿Pero podría explicarnos el por qué de la presencia de tantos guardias, tan bien armados; además? —Yarou le miró fijamente a la cara, con la astucia de un experimentado guerrero—. ¿Es el trayecto hasta la localidad del señor Satomu tan peligroso, acaso... o existe alguna otra razón de peso?
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