Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Ambas unidades chocaron con fuerza abrumadora, y el joven de ojos grises, montando encima de la litera, pudo sentir como el mundo se estremecía. Los músculos se tensionaban y luchaban contra la pesadez de un ejército de arcilla. Por un instante, el avance y las sacudidas se detuvieron, pues ambas tropas se habían quedado enzarzadas en un combate de fuerza, cuales bueyes en duelo.
“Vamos… Esto tiene que funcionar.” se dijo a sí mismo, mientras que la pesada estructura bajo sus pies crujía y se astillaba.
De pronto, pudo ver como el resto de su unidad, dirigida por Kaido, se colocaba en los flancos, a la espera de que el equilibrio se rompiese a su favor. Quizás fuese porque la litera les impedía ver al enemigo, o porque este era mudo en su totalidad, pero lo cierto es que aquellos porteadores empujaban con una fuerza bestial y admirable. En un movimiento aparentemente inerte, el joven de Amegakure flanqueo las fuerza enemigas para atacarles: Desde su azulado ser, emitió una ola de agua salvaje de metro y medio de diámetro que avanzo hasta romper contra la línea de frente del enemigo. Algunos cayeron al suelo por la fuerza del liquido, pero de resto parecía no haber hecho meya alguna… hasta que la tierra comenzó a adsorber el agua, tal como le es natural.
“Es el momento, la verdadera batalla se acerca.” susurro su espada, con voz cautivadora.
“Lo sé, ya puedo sentirlo.” respondió él, con creciente emoción.
De pronto, algo cambio en los movimientos de los soldados de arcilla, comenzaron a moverse lenta y torpemente, como si llevasen una pesada armadura encima. La tierra de la que estaban compuestos tenía un delicado nivel de humedad, pues si contenían mucha agua se volverían lodosos, y si contenían muy poca, se volverían quebradizos. Al principio, casi nadie lo hubiese podido sospechar, pero luego de lo hecho por Kaido, se mostraba como la suposición más lógica, y por ello rebosante de genialidad. Con sus cuerpos sucumbiendo ante su propio peso, los dos clones que estaban de primeros cayeron al suelo, y el equilibrio de fuerzas se perdió, al igual que la batalla de las mismas.
—¡Ahora, vamos! —grito, y los porteadores avanzaron como una avalancha, aplastando al par de enemigos que yacían en el suelo.
El joven se dejo caer y rodo en medio de la tropa enemiga, mientras que su ariete humano les dispersaba, haciendo un camino para salir del fragor de la batalla por venir. Sintiéndose en un enfrentamiento de él solo contra el mundo, el espadachín afianzo su espada y se preparo para luchar en solitario… hasta que escucho aquel reconfortante grito:
—¡Ahora, ahora! matad a esos hijos de puta!
Los soldados dirigidos por el amegakureño se arrojaron a una salvaje embestida, blandiendo sus lanzas como un frente unificado y mortal. Atacaron cual feroz cardumen de tiburones, destrozando cuanto tenían por delante. Al enemigo de la primera línea, aquel que tenía sus movimientos restringidos, le fue imposible resistir la acometida. Comenzaron a caer y el Hakagurē se unió a la barbarie. Aprovecho la lentitud de un enemigo que planeaba partirle el cráneo con una maza, esquivo el ataque y con su sable lo atravesó de lado a lado, dejando un adversario menos con el cual batallar.
—¡Lanceros, repliéguense! —exclamo, viendo que aun quedaban enemigos con su movilidad intacta —¡Porteadores, manténganse en la retaguardia enemiga, y esperen a repetir la embestida anterior!
Los soldados obedecieron y retrocedieron, mientras que los musculosos hombres buey se quedaron detrás del enemigo que seguía avanzando, pues parecía que los desarmados no eran su prioridad. Kōtetsu se coloco al lado de Kaido, mientras veían como el enemigo seguía avanzando… Entendió que no podría usar el mismo truco de la misma forma, pero de igual manera solo le quedaba seguir peleando… situación que, de algún modo extraño, le provoco cierta satisfacción.
—Kaido-san —dijo, físicamente agitado pero conservando una actitud serena—. No sé qué has hecho que ha debilitado al enemigo, pero necesito que lo repitas cuando los tengamos encima, cuando te de la señal, comanda tu a los lanceros y luego… Bueno, luego tendremos que luchar como demonios para salir de esta.
El de ojos grises espero pacientemente, depositando toda su confianza en el joven azulado y esperando que este también confiase en él y volviese a utilizar su milagroso ninjutsu. El enemigo seguía avanzo inexorablemente, y él esperaba que fuese el momento de dar la señal. La tensión aumentaba a medida que la distancia se recortaba con pronta desesperación, mientras cargaba chakra en su arma. Entonces, justo cuando los tenían a poco más de un metro, cuando hasta ellos llegaba aquel olor terroso, solo entonces dio la señal:
—¡Ahora, Kaido! —vocifero con toda su voluntad—. ¡Porteadores, hacia mí, embistan!
***
Las estrellas metálicas del Uchiha acertaron en el blanco, pero aun así no fueron suficientes como para destruir a los clones. Sin embargo, estos yacían tan heridos que les era imposible caminar en línea recta o localizar a su enemigo, por lo que quedaron limitados a juntarse y a dar tumbos, tropezándose los unos contra los otros. Akame utilizo su prodigiosa vista para detectar una gran debilidad en la defensa de los clones, el que eran susceptibles en cuanto a reaccionar a movimientos complicados, debido a que no tenían las articulaciones necesarias para recrear la flexibilidad de un humano promedio. El joven de cabellos negros se enfrento contra los tres despojos de enemigos que se mantenían frente a él: Desenvaino un lujoso y letal sable, cuyo acero pronto comenzó a chisporrotear, emitiendo ascuas de un color carmesí tan intimidante como el de los antinaturales ojos de su portador. El arma se desprendió de sus manos y, como si tuviese voluntad propia, alzo el vuelo como un veloz y determinado halcón. El filo se estrello contra el rostro de uno de los clones, haciendo que se desintegrara al retirarse y volver a la mano que le esgrimía.
—¡Observadlos bien! ¡Sus movimientos son simples! —y, haciendo acopio de fuerzas, repitió la maniobra de lanzar y recoger su espada—. ¡Tratad de ver su patrón de ataque!
Los soldados aliados se quedaron boquiabiertos al ver como el segundo ataque consiguió llevarse con facilidad a los dos enemigos restantes. Para ellos era como ver un espectáculo de cetrería de un carácter místico y mortal.
Sin embargo, aquella demostración de fuerza y deducción, que había acabado con tres enemigos, no había sido suficiente para orientar a los guerreros. Después de todo, eran soldados, lo suyo no era comprender las estrategias sino acatarlas y cumplirlas. Por lo que, mientras no les dieran una firme orden de ataque, defensa o movimiento, no podrían hacer mucho por ellos o por el grupo. Por eso, un repentino asalto a bocajarro les tomo desprevenidos, provocando que entre sangre y gritos perdieran a uno de los soldados de a pie y a uno de los porteadores, perdidas que de continuar, comprometerían sus posibilidades de supervivencia.
Por su parte, Noemi no solo se encontraba luchando contra la arremetida de la tropa rival, pues también tenia que lidiar con la lastimadura que la caída de la litera le había causado en la pierna. Sabiendo que su movilidad yacía limitada, al igual que su alcance, se decanto por defender aquella posición con todas sus fuerzas, tomando una táctica bastante defensiva. La joven construyo una fortaleza imaginaria a su alrededor, siendo sus espadas la muralla y eligiendo a quienes serian la torres.
—¡Tomen mis espadas! —Les ordenó antes de lanzar una katana para cada uno y desenfundar otra más.
Al principio, los porteadores se mostraron confundidos ante la exigencia de que se armaran, pero la orden impero y obedecieron. Ambos sujetaron una wakizashi y se colocaron al lado de la Sakamoto, completando un corpulento muro de musculos y acero.
El primer clon en acercarse al improvisado baluarte fue despachado por dos rápidos golpes de la rubia. Viendo aquello, sus ahora guardianes se dedicaron a agitar sus armas con una torpeza un tanto vergonzosa, pero haciendo gala de una fuerza realmente intimidante. Y puede que fuese por sus años trabajando en cargar palanquines de forma coordinada, pero tenían una sincronización asombrosa. En lo que uno arrojaba un corte en vertical y retiraba la espada, el otro llegaba con un tajo horizontal que llenaba el espacio vacío. Tal táctica podía destruir a un enemigo con facilidad, como ocurrió con el segundo que se acerco y cuyos reflejos no le permitieron ni blandir el arma antes de que estuviese hecho pedazos.
***
Curiosamente, Maki había adoptado una táctica defensiva, tal como lo hiciese Noemi. Se mantenía en una frenética danza que iba causando daños pequeños pero constantes en el frente de las filas enemigas. Un daño, que con ayuda de un arquero, que había dejado parada a su montura y puesto en buena posición, le permitió acabar prontamente con dos enemigos.
—¡No ataquen primeros, dejen que ellos lo hagan! —exclamó con la esperanza de que todos los soldados escucharían al fin.
Y con aquella orden, los soldados entendieron que debían de mantener posiciones y arremeter contra los enemigos solo cuando estuvieran dentro del alcance de su ataque. Por suerte, o quizás avanzada estrategia, los soldados iban armados con lanzas, por lo que tenían un buen rango de acción. Claro, no era tan amplio como el de la ruda muchacha, pero aquello era más práctico: Ella los golpeaba y sacaba de equilibrio, de forma que los que se le escaparan al arquero encontraran su fin entre las afiladas y serpentinas puntas de las armas de los soldados.
Sin embargo, la valiente joven no podría continuar así por mucho tiempo. La sangre no paraba de emanar de su pierna herida y aquello, aunque los demás no lo notaran, le estaba comenzando a restar fuerzas. Si tan solo hubiese tenido un soporte, algo en lo cual pudiese apoyarse y moverse rápidamente. Claro, estaba la opción de montarse a espaldas de uno de los portadores, pues le sobraba fuerzas para ello, pero la posibilidad de coordinarse y de que le obedeciera correctamente era lejana. Tenía que buscar otra opción, quizás una opción cercana, una opción que el arquero hubiese dejado disponible, o bien podria provar suerte con algun porteador.
Yosehara también se encontraba en una situación similar, pues si bien estaba resistiendo de manera estoica, la fatiga comenzaba a hacerse presente. Aquel guerrero se mantenía firme, a pesar de que estaba sangrando por unas cuantas heridas. Su mirada seguía siendo feroz y espíritu aun ardía con violencia, pero el aliento ya le estaba faltando y el agarre de su lanza era cada vez más débil. Necesitaba hacer algo pronto si es quería salir con vida de aquel combate.
***
—Si esta aquí, le encontrare —respondió Naomi, mientras cerraba los ojos y juntaba las manos.
El acompañante de Kaido utilizo su experiencia para crear la formación defensiva más efectiva para su situación, ubicando a cada soldado en donde mejor oficio haría. A la tropa que se estaba acercando, arrojo un enorme charco de alguna sustancia viscosa que detuvo el avance de los enemigos, haciéndoles caer y dejándolos pegados al suelo. Sin embargo, la curiosa naturaleza de aquellos seres les proporciono una curiosa “ventaja”: Sus cuerpos arcillosos no tardaron mucho en absorber aquel pegajoso liquido, permitiéndoles reanudar su marcha nuevamente. Por otra parte, no tan ventajosa, sus masas ahora eran más pesadas y se movían con una lentitud que disminuía considerablemente sus capacidades combativas.
Aquel sujeto arrojos tres shurikens, que con la ayuda del arquero, lograron acabar con uno de los clones y dañar a dos más.
La Miyasaki extendió sus capacidades hasta donde le fue posible, sondeando las cercanías y analizando cada ser vivo que en ella estaba. Pero no encontró nada… Abrió sus brazos y, haciendo uso de más chakra, amplió la zona de búsqueda. Pero no encontró nada… Finalmente se sentó en el suelo, en postura de meditacion, y llevo sus capacidades al límite, analizando cada pequeño detalle y movimiento en cientos de metros a la redonda, penetrando con suficiente fuerza como para evadir casi cualquier tecnica de ocultamiento, pero de todas formas no encontró lo que buscaba. Sin embargo, hubo algo que si pudo apreciar al concentrar su sondeo en su área mas cercana:
—Estos no son simples clones —afirmo, levantándose con cara de profunda fatiga—, son muñecos compuestos de tierra y dotados con chakra. Están hechos para seguir determinadas instrucciones de manera autónoma, por lo que, pese a ser muy simples, no necesitan de alguien que los este manejando activamente.
»Por eso es que no puedo localizar a nadie en los alrededores, ni siquiera tienen una vinculación con algún chakra lejano… Es como si fuesen solo una trampa de cazador que se activa cuando la pisas.
De momento, parecía un motivo de alivio el que nadie estuviese esperando para atacarles cuando estuviesen débiles y cansados… Pero incluso con la poca experiencia que ella tenía, podía darse cuenta de aquel caso era mucho más preocupante a largo plazo. El pensamiento sobre qué clase de persona podría planear y realizar algo como aquello le provoco un profundo y sincero escalofrió de puro pavor.
Bien. Toca una actualizacion de estado:
Unidad de Akame y Noemi:
6 porteadores - 1
4 soldados de a pie - 1
1 soldados a caballo - 1
2 ninjas
Total = 10 (13 - 3) vs 14 (20 - 6) atacantes.
Unidad de Kaido y Kōtetsu:
8 porteadores
6 soldados de a pie
0 soldados a caballo
2 ninjas
Total = 16 vs 12 (21 - 9) atacantes.
Unidad de Yarou:
3 porteadores
2 soldados de a pie
1 a caballo
1 ninja
Total = 7 vs 7 (10 - 3) atacantes
Unidad de Naomi:
3 porteadores
2 soldados de a pie
1 a caballo
1 ninja
Total = 7 vs 7 (8 - 2 )atacantes
Unidad de Maki:
3 porteadores - 2
2 soldados de a pie
1 a caballo - ahora sin caballo
1 ninja
Total = 5 (7 - 2) vs 4 (10 - 6) atacantes
Unidad de Yosehara:
El solo contra el mundo.
Bien, algunas aclaraciones estrategicas:
1) Los soldados de arcilla estan programados para mantenerse juntos al recibir un impacto, por lo que al recibir un ninjutsu el daño se reparte entre quienes los reciban.
2) Cada soldado de a pie porta una Naginata, por lo que con una penetracion basta para destruir un clon. La idea es que los ninjas sean el apoyo y los soldados hagan el papel de falange griega.
3) En la proxima ronda vamos a pasar del nivel de dificultad facil al medio (la cosas se van a poner brutas) Analizen sus tecnicas y posibles tacticas, pues aunque ustedes no vallan a morir, la cantidad de aliados que perescan influira de cierta manera en el posterior desarrollo de la trama.
4) Apuntar a la cara o piernas de un clon no lo destruiran inmediatamente, pues son todos de arcilla y no tienen organos ni puntos vitales... Pero atacarlos en estos puntos puede servir para cegarlos o inmolizarlos, lo cual les dara la oportunidad de dar un golpe mas contundente.
11/05/2017, 08:45 (Última modificación: 11/05/2017, 09:12 por Umikiba Kaido.)
Su estrategia, aparentemente, había funcionado.
Aquel pensamiento idílico que le llevó a probar suerte con su fugaz razonamiento había dado muy buenos frutos: y es que aquellos soldados de a pie lograron inclinar la balanza a favor de los genin, quitándose del medio a casi la mitad total de los enemigos.
Kaido no sabía que pensar. Podría tratarse de suerte, desde luego, pero en ese instante la confianza en sí mismo que probablemente le hacía sentir fuerte y superior en otras circunstancias, ya no era parte de ese juego. Era un tablero muy diferente, con muchas más fichas sobre él y con vicisitudes de combate y enfrentamientos campales que se alejaban a años luz de su inteligencia y comprensión.
Pero algo estaban haciendo bien, fuera lo que fuera. Ahora sólo quedaba continuar la racha, y esperar que las estrellas continuaran alineadas mientras siguieran habiendo clones vivos amenazando sus vidas.
—Kaido-san —El Hakagure se le acercó en súbito después de que le diera baja por sí mismo a uno de los clones, y se colocó a su lado. Entre jadeos, habló—. No sé qué has hecho que ha debilitado al enemigo, pero necesito que lo repitas cuando los tengamos encima, cuando te de la señal, comanda tu a los lanceros y luego… Bueno, luego tendremos que luchar como demonios para salir de esta.
—Más te vale que funcione, porque es probable que sea la última vez que pueda usarla, al menos por un par de minutos. En fin, prepárate; que ahí vienen otra vez.
Y como si de un deja vu se tratase, allí venían de nuevo. Juntos, los que aún quedaban de pie, con paso adelante sin rechistar. No había sentimiento en ellos como para que las bajas de sus congéneres de arcilla afectase a su más imperioso propósito. Disminuidos, pero aún dispuestos a atacar, avanzaron hasta encontrarse nuevamente con la muralla de porteadores a un metro, aproximadamente.
Kotetsu se apuró en dar la señal, a lo que Kaido le tomó al menos unos cinco segundos en hacer su secuencia de sellos correctamente.
El chakra actuó en sus pulmones, y su pecho, aunque no tan abultado como la primera vez, se infló en súbito y obligó al escualo a expedir por su boca el agua creada a partir de su técnica. Ésta salió despedida hacia el cúmulo de enemigos, y una vez impactase desde su posición, los porteadores embestirían como una estampida de bueyes salvajes buscando proteger a los miembros de su manada del ataque de algún depredador.
Sabiendo ya que el agua mágica que salía de aquel joven azulado era técnicamente la señal insignia para el actuar de los soldados, hicieron uso de sus naginata, nuevamente, esperando un resultado propicio como el anterior.
***
La calma de aquel veterano era envidiable. Incluso los mismísimos guerreros se habrían preguntado el por qué, de tanta pasividad en la reacción del viejo ninja ante la desprolija situación que le abatía. Pero eso, de alguna forma, le daba probablemente mucha más confianza de la que se pudiera ver a simple vista.
Y por tanto, todo fluía sin riesgo alguno. La mujer había conseguido escanear adecuadamente el lugar con sus habilidades de sensor mientras que el propio Yarou, y los otros; se encargaron de dos de los enemigos. El resto yacía prácticamente inerte y debilitado por la absorción del agua pegajosa que usó en primer lugar.
El Hozuki alzó su brazo y señaló al caballo y su montador. Hizo un giro con la muñeca alrededor de la pequeña horda, desvelando su orden: que diera vueltas alrededor de ellos y usara su arma para darle baja uno por uno, cuando les dieran la oportunidad.
—¿Y que hay de alguna energía física ajena a la de nosotros? ¿nada? —expresó—. es todo demasiado organizado como para que las flechas vinieran por sí solas desde alguna trampa. No debato el hecho de que es perfectamente factible alojar algún ninjutsu para que funcione bajo cierta circunstancia, pero eso me indica que quien sea que nos está atacando habría de saber perfectamente en dónde y cuándo íbamos a estar.
Miró a los soldados de a pie, reflexivo, y les instó a que atacaran juntos nuevamente. Los porteadores ayudaron a Naomi a recobrar su equilibrio luego de su enérgico intento por detectar la amenaza enemiga.
—Eso quiere decir que estamos marcados. Las fichas se mueven como ellos quieren. Míranos, divididos, esforzándonos de más. Es hora de reagrupar a nuestra gente, al menos, y darle fin al movimiento de los clones antes de que averiguemos si hay más de éstas cosas esperando salir cuando todos estemos agotados.
Pero primero, tendría que encargarse de sus clones. Y lo haría como mejor sabía él, empuñando una filosa katana que sustrajo súbitamente desde su cuerpo. Empapada en el líquido vital del que él estaba compuesto, el amegakuriense se dispuso a atacar. Y no dejaría de hacerlo hasta que acabase con las míseras amenazas frente suyo, para así poder ayudar a quienes estuvieran en extrema necesidad, como el mismísimo Alguacil.
11/05/2017, 17:30 (Última modificación: 11/05/2017, 17:40 por Uchiha Akame.)
El Uchiha soltó un bufido pesado tras atrapar, por segunda vez, a su espada. El Lamento de Hazama estaba haciendo estragos en aquellos clones de arcilla —que, no obstante, parecían sumamente resistentes— de tal forma que el Uchiha ya había despachado a tres de ellos por sí solo. Sin embargo, la batalla parecía estar inclinándose a favor del enemigo, pues los ninjas todavía estaban superados en número.
«He usado demasiado chakra en poco tiempo, maldita sea», pensó Akame mientras recuperaba el aliento. Se notaba la respiración pesada y el cuerpo ligeramente entumecido; señal de que, en efecto, estaba haciendo un uso demasiado descuidado de sus reservas de chakra. Por eso mismo retrocedió un poco, buscando ganar algo de margen para recobrar energías.
Akame giró la vista hacia atrás en el momento justo para ver como uno de los soldados era alcanzado por el acero de los clones de arcilla y caía al suelo, herido si no muerto. «Por todos los demonios de Yomi, esto no pinta bien...». Pese a que tanto él como Noemi estaban deshaciéndose de tantos enemigos como podían, el resto de la tropa no parecía tener la misma suerte. ¿Pero qué podía hacer él? Sólo era un gennin.
—Mierda... —masculló entre dientes, mientras alzaba de nuevo su espada y se ponía en guardia.
—¡Hiroshi-san!
Uno de los soldados, un tipo de rasgos duros con bigote y perilla negros como su cabello, atado en un moño, se inclinó junto a su compañero recién herido. Aquellos enemigos sobrenaturales que no alcanzaba a comprender les superaban en número, y parecía sólo cuestión de tiempo que les acabasen pasando a todos a cuchillo. «Y estos malditos ninjas... No podemos contar con que sus místicas habilidades nos den la victoria...». Quizá tenía razón.
Akodo Toturi no era el mejor militar de entre los suyos —por algo no había conseguido ostentar, todavía, un rango mayor pese a ser bastante más viejo que otros compañeros—, pero tenía coraje y conocía la disciplina del campo de batalla. Se irguió en su imponente estatura, agarrando con firmeza su fiel naginata. Sus ojos oscuros y duros como el acero observaron primero a los enemigos, luego a sus aliados, y finalmente el campo de batalla.
«¡El caballo!». Reparó entonces en que la montura cuyo jinete había sido herido y derribado todavía no había huído de la lucha. Veloz, se acercó al caballo y lo montó con agilidad. Pese a que rondaría los treinta años, Toturi era un hombre recio y fuerte. Alzó la punta de su naginata y con la otra mano tomó las riendas de la montura. Desde lo alto del caballo su figura era mucho más imponente y autoritaria.
—¡En formación! —gritó con su vozarrón—. ¡Porteadores, tomad las literas y levantadlas, las usaremos de escudos! ¡Los que estéis desarmados, vamos, formad una línea de defensa!
Observó a los mastodontes; esperaba que cuatro de ellos fuesen suficientes para cargar las dos literas y levantarlas lo suficiente como para ofrecer protección.
—¡Soldados, tomad posición tras las literas de los porteadores! ¡Lanzas arriba y al frente, aprovechad vuestro alcance para dar muerte al enemigo! —sus compañeros asintieron, visiblemente aliviados de que alguien tomase por fin las riendas de la batalla—. ¡Vosotros dos! —gritó, refiriéndose a los porteadores que blandían las espadas que aquella kunoichi les había dado—. ¡Cubrid los flancos, no dejéis que ningún enemigo tome la retaguardia de la formación!
Entonces el Akodo observó a los ninjas; frunció los labios, como si estuviese a punto de decir algo. Luego echó otro vistazo a los enemigos que se les venían encima.
—¡Shinobi-kun, kunoichi-san! ¡Flanquearé las líneas enemigas para diezmarlos desde mi montura, entrar y salir! ¡Proporcionadme cobertura!
»¡A formar! ¡A formar! ¡No tengáis piedad con los engendros! ¡Enviad a estas bestias de vuelta al Yomi! ¡Avanzad!
Rugió como un león, alzando su naginata, y tiró de las riendas del caballo. Cuando la formación se hubiese dispuesto —porteadores con literas delante, soldados con lanza detrás y los otros dos bueyes con espadas cubriendo los flancos— delante de los heridos, Toturi cabalgaría para intentar rodear a los engendros de barro. Aprovechando la velocidad de su montura, cargaría con rapidez contra la retaguardia enemiga, tratando de empalar a uno o dos engendros con su naginata antes de retirarse con la misma presteza. Trataría de repetir la maniobra, diezmando así a las filas enemigas mientras la formación avanzaba por el frente.
Akame, por su parte, quedó impresionado por el despliegue de tropas —aun escasas— que había hecho aquel soldado. Pese a que luego se cuestionaría si le había resultado agradable recibir órdenes de un simple soldado, el Uchiha era lo suficientemente inteligente como para saber que el plan de aquel tipo era mejor que no hacer nada. Ágil como un gato, trató de flanquear a los enemigos al tiempo que la formación de porteadores y lanceros avanzaba.
Hizo una rápida serie de sellos y al instante aparecieron cuatro bunshin junto a él. Las copias ilusorias se lanzaron en ataques fugaces contra los clones de arcilla, buscando engañarlos y atraer su atención mientras el resto de los aliados hacía su parte del trabajo. Él, mientras tanto, arrojaría otra vez su espada imbuida en chakra del color de la sangre hacia los clones de arcilla. Se tomó su tiempo para preparar el lanzamiento, buscando atravesar —si fuera posible— a más de un enemigo a la vez.
La realidad es que Noemi habría estado corriendo de un lado al otro atacando clones lo más rápido que pudiera, con mucha más confianza después de haberse cargado a uno sin ningún problema pero la pierna entumecida no la ayudaba para hacer tal cosa, inclusive iba cojeando en caso de querer moverse.
Pero por suerte aquellos dos hombres que se acercaron a ella hacían muy bien su trabajo asestando golpes a cuanto ente se les acercase y con un poco de suerte podrían seguir así por un rato más hasta que un señor de bigotes decidió montar a caballo e impartir órdenes que dejaron a la rubia sin protección aunque por suerte solo venía un clon hacia ella.
Un par de cortes bien acertados a la cara del monigote y ya se pudo retirar de allí sin problemas, claro que se había asegurado de arrancarle los brazos para asegurarse que no se llevaría sorpresas desagradables mientras cojeaba en un intento por hacer lo que se le ordenó.
—Probablemente hubiese sido mejor que yo subiera al caballo —Se quejaba en voz baja la kunoichi mientras iba cojeando tan rápido como podía al encuentro con su compañero de villa.
Una lástima que este se adelantase para ir al encuentro con los arcillosos y lanzase unos cuantos bunshins. A diferencia de él, Noemi no tenía demasiados recursos y la única técnica de ninjutsu que conocía podría llegar a dañar a algún aliado así que mejor avanzó con la espada bien aferrada con ambas manos. ¿Qué más podía hacer? Eso era lo que mejor hacía así que tendría que conformarse con cortar clones, uno tras otro apuntando a los brazos para evitar que ataquen.
Maki en cambio las tenía igual o más crudas, no por la cantidad de enemigos a los que se enfrentaba, sino que tenía que lidiar con una herida de la que no paraba de emanar sangre y lentamente le estaba afectando.
—¡Ya quedan pocos! —Exclamó con la mísera intención de mantener a todos con ánimos y comenzó a cojear hasta el caballo que había pertenecido al arquero.
Mientras se movilizaba, los soldados mantenían sus posiciones bastante bien, al menos los pocos que quedaban. De cualquier manera, la sirvienta no había dejado de lanzar su kunai aunque sin trazar trayectorias complicadas.
Para cuando la chica se subió al animal, esta pudo notar como los enemigos se movilizaban demasiado cercanos los unos de los otros así que no sería muy alocado pensar que aquella idea fugaz pudiera llegar a funcionar.
—¡Porteador! ¡Toma el kunai y retenlo! —Ordenó al mismo tiempo que lanzaba el mencionado artefacto y sostenía el hilo con ambas manos.
Cuando el mencionado soldado hizo lo que se le indicó, la joven galopó rodeando a los clones para amarrarlos con el hilo. La idea era inmovilizarlos y facilitarles el trabajo tanto a los soldados de las lanzas como al arquero, quienes tendrían que terminar con los últimos enemigos restantes.
13/05/2017, 17:58 (Última modificación: 14/05/2017, 15:10 por Hanamura Kazuma.)
El de ojos grises dio la señal, y Kaido no tardo en expeler desde su boca una potente masa de agua. En ese mismo instante, ya tenía suficiente chakra acumulado en su arma como para apoyar el ataque de su compañero.
—¡Shinofukuin: Hakanageki! —exclamo, con fiereza.
Desde su arma se manifestó, lo que solo podría describirse como, una nube de chakra de un color grisáceo espectral en dirección de la estocada arrojada. Aquella masa se sumo al ataque hecho por el joven azulado, entre terroríficos gritos que se asemejaban al de cientos de espíritus en pena que se han levantado desde sus sepulcros. La técnica conjunta golpeo con demoledora fuerza el frente de las filas enemigas, y disperso en un rango mayor la fantasmagórica masa de agua que contenía dentro de sí sobre aquel grupo de soldados de arcilla.
Coordinándose con aquel movimiento, los porteadores volvieron a utilizar sus fuerza para embestir y dispersar a la formación rival, pero por sobre todo para empujarla hacia las fauces de la formación aliada.
La alineación de lanzas avanzo, movida por su propio instinto colectivo, tomando fuera de posición a los seres de barro que comenzaban a ponerse lentos y pesados debido al agua absorbida. Tanto el de Ame como el de Uzushio se vieron obligados a avanzar con aquel poderoso frente, a ser la nueva vanguardia. Algunos clones habían caído al suelo, y mientras se levantaban, las lanzas dieron fin a casi la mitad de sus unidades que estaban más ralentizadas. Sin embargo, los restantes se arrojaron contra sus atacantes sin temor o piedad alguna.
El punto de la batalla donde debían de enfrentar a sus enemigos cara a cara había llegado.
El espadachín esquivo una lanza destinada a su rostro, pero que cayó en el abdomen del hombre que se encontraba detrás de él. Dio un gran tajo vertical, llevándose parte del clon que se acercaba y, debido al corto espacio entre ambos, le asesto un potente golpe con el mango, que termino por reducirlo a fragmentos. El ruido y el caos eran totales, pero al joven de cabellos blancos le bastaba con saber que tenía que seguir avanzando. Uno de los porteadores se había caído y quedado atrapado en medio de la camorra. Un hacha del enemigo, justo en la musculosa nuca, consiguió matarle rápidamente. El Hakagurē evadió unos cuantos golpes y se abalanzo contra un enemigo, empalándolo con su arma. Pero en ese momento recibió un herida de kama en las costillas que lo obligo a retroceder, dejando su arma abandonada.
“Espérame Bohimei, pronto iré por ti.”
Ignoro el dolor, tomo la vaina de su sable y se arrojo contra un oponente, dándole un golpe en la cara, capaz de partir una mandíbula. Pese a su valor, fue imprudente; un pequeño cuchillo se clavo en su brazo derecho, incapacitándole para utilizar su vaina, que dejo caer al suelo. En aquel momento, mientras sangraba profusamente, un Tetsubō estuvo a punto de arrancarle la cabeza, sino fuera porque alguien lo empujo y lo hizo caer al suelo, esquivando el ataque. Mientras yacía en el barro, se levanto con una mano y tomo una profunda inspiración, encadenando a él la calma que tanto necesitaba y que no podía perder. Se puso en pie y comenzó a blandir un kunai con su mano izquierda, clavándolo en cuanto enemigo le fuese posible.
La batalla había escalado a un nuevo nivel de violencia, y por un instante, el de piel morena se pregunto cómo estaría su azulado compañero. Pero rápidamente olvido aquello, pues confiaba en que sería capaz de cuidarse por sí mismo y sobrevivir… Necesitaba que fuera capaz de ello si el también quería salir vivo de esa.
“En un principio quería acabar con mas enemigos que Kaido-san, pero… dadas las circunstancias, puede que me convenga dejarle unos cuantos mas él.” Pensó, mientras retrocedía tambaleándose, producto de un golpe en la cabeza.
Con la vista un poco nublada, tanto por el impacto como por el dolor, busco a su azulado compañero con el rabillo del ojo, quien puede que se encontrase igual o peor.
***
La unidad de Akame y Noemi había pasado de estar desorientada a estar claramente dirigida por un hombre de edad mediana, un soldado cuya experiencia era la suficiente y necesaria para tomar el control de la situación. Con rápidos y claros clamores, organizo un improvisado pero efectivo plan para hacer frente a las amenazas que se les venían encima.
Los cuatro porteadores se hicieron con las literas, y las levantaron cual escudo. Se colocaron firmes, creando una barrera que debía de proteger a los lanceros que se dispusieron detrás de ellos. Sin mucho problema crearon una especie de baluarte defensivo, casi impenetrable.
Aquel hombre se hizo con un caballo y se adelanto para rodear las filas enemigas y hostigarlas con su lanza. Se movía ágil y fuerte, contando con que el par de ninjas le hicieran cobertura. Aquellas resultaban unas tácticas de manual, muy efectivas en la guerra convencional. Sin embargo, en la guerra convencional se enfrentaban contra hombres y no contra muñecos de barro… Aquello cambiaba totalmente las reglas del juego.
Al verse combatiendo en solitario, la Sakamoto tuvo que retirarse hacia la seguridad de la posición protegida por los soldados, pero no sin antes tener un choque con uno de los clones restantes en su flanco: La criatura se arrojo contra ella, perdiendo un brazo en la primera arremetida. En la segunda, encontró su fin en el filo de una wakizashi, pero no sin antes propiciarle un puñetazo en la sien, justo cuando comenzaba desmoronarse.
A la imperiosa señal de Toturi, la cerrada formación avanzo, haciendo retroceder al enemigo con una fuerza abrumadora. Desde el frente caían cortes y mandobles, pero la pesada estructura de las literas era suficiente como para mantener a salvo a quienes yacían detrás de ellas. El avance resultaba un tanto lento, pero muy continuo. Desde los espacios entre los improvisados escudos, los soldados de a pie blandían sus lanzas, cuales serpientes que sorpresivamente emergen de alguna oscura hendidura. En el primer avance lograron acabar con varios de los soldados de arcilla, mientras que evitaban que alguno se pudiese colar por los flancos. El ataque fue continuo, de forma que con la táctica de aquel hombre a caballo, ahora los enemigos tenían que luchar en dos frentes, uno donde los forzaban a retroceder y otro donde eran hostigados.
Akodo Toturi se movió como el viento, recorriendo la retaguardia enemiga mientras blandía su lanza. Atacaba y retrocedía, causando daños y salvándose del mismo en cada ocasión. Con sus acciones pudo acabar con dos de los clones, pero la falta de emociones de los mismos impedía que se asustaran con el ataque y rompieran su formación. De pronto, al soldado se le hacía cada vez más difícil esquivar los contraataques, pues a diferencia de los mortales, estas criaturas no tenían el menor temor a acercarse a un caballo encabritado y furioso. Tanto fue así, que Toturi se vio rodando por el suelo cuando un hachazo destrozo la pata delantera de su corcel. Fue lo suficientemente fuerte como no soltar su lanza, pero uno de clones se disponía a darle fin con un enorme mazo. Grande fue su suerte cuando este clon fue apuñalado por la espada del Uchiha, dándole al soldado oportunidad de arremeter y darle término.
Los clones de Akame tuvieron un efecto no tan similar al deseado, pues aunque distrajeron a uno de los clones, provocaron el ataque de otros dos: Uno tomo un arco, y tenso una flecha que salió disparada, atravesando a uno de los duplicados y dirigiéndose al Uchiha original mientras este aun no llamaba de vuelta a su espada. El otro actuó de manera similar, arrojando dos pequeños kunais que dispersaron al segundo de los clones y que siguieron su trayectoria hasta donde se encontraba la Sakamoto.
Por su parte, Akodo Toturi se encontraba solo y sin montura tras las líneas enemigas. Algunos clones, incapaces de seguir avanzando hacia la cerrada y defensiva formación, comenzaron a darse vuelta hacia la amenaza más alcanzable. El viejo soldado tendría que pensar pronto en que hacer, pues la posibilidad de que le rodeasen a él se hacía terriblemente próxima. Sus unicas opciones eran solicitar la ayuda de los ninjas o aguantar contra tres engendros de arcilla que se asercaban hacia él, luego de haber atacado a los ninjas. La situacion resultaba compleja, pues las fuerzas enemigas se habian dividido por el medio y su falange de soldados tenia que lidiar con cuatro enemigos que insistian en seguir avanzando.
***
Es un atisbo de valentía envidiable, o de imprudencia reprochable, Maki decidió darle término a la batalla con un último y feroz ataque coordinado.
La muchacha se monto en un caballo, cual general, ignorando el terrible dolor que aquella postura le generaba, y comando a sus tropas. A uno de los porteadores le arrojo un kunai con un hilo y le pidió que lo sostuviera con fuerza, haciendo el énfasis suficiente como para que sus palabras dieran a entender que de aquello dependían sus vidas.
La joven galopo con furia, haciendo caso omiso de las puntadas que sentía con cada zancada de la montura. El hilo comenzó a enrollarse como una espiral, aprisionando a los clones, que no se resistían pues era su naturaleza el mantenerse juntos lo más posible. Las poderosas manos de aquel hombre sangraban de sobremanera mientras se aferraba al kunai de igual forma en que lo hacía a la vida. Cuando la completa extensión del hilo se vio utilizada, los enemigos se vieron incapaces de seguir avanzando y tropezaron los unos con los otros, cayendo con estrepito.
Viendo la indefensión de sus atacantes, tanto los soldados como los porteadores atacaron con furia bestial. Rápidamente, redujeron lo que quedaba de enemigos a un montón de guijarros.
La jovencita podría permitirse sentir una sensación de victoria suficiente como para mitigar el dolor, pero aunque su batalla había terminado, las demás seguían en su parte más encarnizada.
Yosehara se mantenía estoico y luchando, sumergido en especie de trance barbárico en donde no notaba el dolor de las heridas o el cansancio. Tal era la fuerza con la que peleaba que había roto su lanza, por lo que corrió hasta el cadáver de lo que fuese su montura y tomo un enorme hacha. Cual leñador demente comenzó a repartir golpes que presumían de una fuerza suficiente como derribar un árbol joven.
Para cuando se dio cuenta, estaba parado sobre un charco compuesto de su propia sangre y de los fragmentos de sus enemigos. Había ganado su lucha personal y acabado con todos. El hubiese querido correr a dirigir el resto de la batalla, pero su cuerpo se desplomo sobre tierra, casi muerto por el esfuerzo.
***
El acompañante de Kaido se atrevió a señalar una preocupación aparentemente inerte, para quienes no tuvieran la vasta experiencia que el poseía. Y puede que tratase de disimularlo, pero para los ojos de Naomi, se podía notar que en él bullía cierto grado de serena ira.
Desde su propio ser, como si magia fuera, aquel sujeto extrajo una katana de apariencia contradictoria, pues parecía haber sido tan liquida como ahora filosa. Sin preámbulos, se arrojo contra lo que restaba de sus enemigos. Y sin esperar ayuda alguna, comenzó a deshacerse de cada uno de ellos con rápidos y precisos cortes, dejando tras de su danza un camino de escombros húmedos.
En un abrir y cerrar de ojos había acabado con todo rastro de los clones, dejando a lo que fuese su unidad atónitos ante tal despliegue de poder.
Sin embargo, había un enemigo que recién estaba por comenzar sus asuntos con Yarou y los demás.
Los sentidos del shinobi no pudieron pasar por alto un leve destello que llego desde su visión periférica. Bien podría ver hacia el oeste, hacia una lejana montaña, desde donde le apuntaba un ligero destello cristalino. Su vasta experiencia basto para decirle dos cosas: Primero que estaba siendo observado a través de algún tipo de catalejo, mucho más allá del alcance de casi cualquier jutsu o intento de ataque. Y lo segundo, que aquel sujeto se estaba dejando ver de forma adrede, le estaba provocando, diciéndole que era el responsable de todo aquello y que yacía muy cómodo, observándoles y analizándoles desde la distancia. Unos segundos fue lo que duro aquella luz, y unos segundos fue todo lo que se necesito para que el veterano comprendiese todo aquello.
***
Naomi, que aun no se había recuperado del cansancio, decidió seguir el ejemplo de Yarou y acabar con aquel grupo de clones.
Hizo que toda su unidad retrocediera y se pusiera a salvo detrás de ella. Dudosos, obedecieron y se formaron esperando que lo que planease aquella mujer funcionase. La Miyazaki recogió la falda y mangas de su kimono, preparándose para pelear.
De dos extrañas marcas en sus antebrazos, libero un par de Dai shurikens. Los sostuvo con fuerza, y mientras daba un gran salto hacia atrás y hacia arriba, los arrojo con toda la potencia posible. Aquellas inmensas cierras destrozaron la vanguardia enemiga, destruyendo instantáneamente a tres de los clones. El resto avanzo hacia ella, con la intención de despedazarla, pero Naomi se quedo estática y ejecuto una técnica en donde manipulaba las gigantes estrellas de acero, con un frágil hilo, para que dieran media vuelta y, antinaturalmente, regresaran por el resto de enemigos que la atacaban.
En un instante había acabado con aquellos seres, los shurikens se estrellaron, uno a cada lado. En un elegante y grácil movimiento los volvío a sellar en sus brazos, y dio por terminado el encuentro.
Bien. Toca una actualizacion de estado:
Unidad de Akame y Noemi:
6 porteadores - 1
4 soldados de a pie - 1
1 soldados a caballo - 1
2 ninjas
Total = 10 (13 - 3) vs 7 (20 - 13) atacantes.
Unidad de Kaido y Kōtetsu:
8 porteadores - 1
6 soldados de a pie - 1
0 soldados a caballo
2 ninjas
Total = 14 vs 5 (21 - 16) atacantes.
Unidad de Yarou:
3 porteadores
2 soldados de a pie
1 a caballo
1 ninja
Total = 7 vs 0 (10 - 10) atacantes
Unidad de Naomi:
3 porteadores
2 soldados de a pie
1 a caballo
1 ninja
Total = 7 vs 0 (8 - 8 )atacantes
Unidad de Maki:
3 porteadores - 2
2 soldados de a pie
1 a caballo - ahora sin caballo
1 ninja
Total = 5 (7 - 2) vs 0 (10 - 10) atacantes
Unidad de Yosehara:
El solo contra el mundo.
Bien, ya hay varias batallas terminadas. Por lo que en el caso de Noemi y Kaido, pueden utilizar sus npc y lo que quede de sus unidades para socorrer al resto, o pueden quedarse al margen, como mejor les parezca.
La semejante ofensiva de Kotetsu le dejó perplejo. Con razón buscaba aquella arma con tanto afán, minutos atrás cuando la primera flecha había hecho su acto de aparición. Y sin embargo, había sido él quien le había devuelto la espada a quien ahora la usaba como una especie de catalizador de chakra, cuyos movimientos no hacía sino expeler una masa filosa y potente de energía oscura y fantasmagórica que hizo mella en muchos de los enemigos que aún quedaban de pie.
El efecto había sido esplendoroso. Quizás levemente ayudado por la debilitación que les había supuesto el agua arrojada por el mismísimo escualo, pero aún así, aquella era una ofensiva de armas tomar.
Después de todo, el peliblanco no era tan soso como Kaido pensaba. Y es que resultaba normal para el gyojin pensar que todo el mundo era lo suficientemente inutil como para que él fuera imprescindible. Hasta que, claro, esa gente demostraba su valía. Un proceso de merecimiento que regularmente le tomaba su tiempo. A Kaido le era muy difícil sentir respeto por el poder ajeno.
Sus dubitativas, sin embargo, le iban a costar caro. Porque en la escalada violenta que abatió a tantos enemigos en pocos segundos, obligó a las filas a separarse, y por tanto, convertir lo que en un principio se antojaba como una lucha campal estratégica a lo que ahora era un reducido número de enfrentamientos de tú a tú. Kotetsu pudo haber visto la muerte un par de veces, incluso, llevándose consigo a un buen par de clones.
Kaido aún no había sumado bajas a su haber de victoria hasta que la mano de un clon le atravesó el pecho de par en par, cuya arma era perfectamente visible hasta el otro costado de su abdomen.
Los cinco soldados de a pie aún con vida se alarmaron por lo que había sido, aparentemente, el final de un muchacho tan joven. Era un maldito bribón, creído y malhablado, pero era un niño. Y a ellos les tocó el corazón el hecho de ver cómo su vida se acababa de un tajo.
Y sin embargo...
—No llores por mí, vida mía. No llores por mí, vida mía... —entonó, carrasposamente melodioso—. oye, clonsillo de mierda. No es para nada honorable intentar matar a tu oponente por la espalda, ¿sabías eso?
El torso del escualo se licuó en una sola masa acuosa del líquido vital y la mano del clon comenzó a desmoronarse por sí sola. Allí el gyojin aprovechó para girar su cuerpo, tomó al clon desde los hombros y comenzó a darle sendos cabezazos directos a la frente de su enemigo. Uno tras otro, hasta que su propio cabello comenzó a gotear y gotear agua. Hasta que el clon se inflara tanto de su propia materia que su pescuezo pareciese una maldita sandía uzureña.
Sólo ahí asestó el golpe final, dándole un mordisco certero en toda la nuca que le partiría el cuello en dos. El enemigo cayó inerte al suelo, y Kaido escupió tierra. Luego observó a los atónitos espectadores, y les miró con incredulidad.
—¿Qué hacen ahí parados, cuerda de inútiles? aún quedan cuatro de esos hijos de puta. Al ataque.
Y así, de pronto, el lado de la balanza que tanteaba peligrosamente sus probabilidades de victoria se inclinó completamente hacia su dirección. Todo el peso de una fructífera victoria les abrazó en súbito, con la tranquilidad de poder vivir un día más, cuando los últimos cuatro clones cayeron bajo las armas de los sobrevivientes del escuadrón de Kotetsu, y Kaido.
Un suspiro nervioso, y honesto, salió despedido del gyojin. Puso rodilla en tierra y pensó, que si aquello había sido cuestión de suerte, o de si los años de sacrificio que supusieron los años de encierro en el valle Aodori habían dado su frutos.
***
La espada del guerrero de Amegakure cumplió con su imperante objetivo, y se ganó su más que merecido descanso. La filosa apéndice de hierro que hubo acompañado a Yarou durante tantos años se sumergió de nuevo en las profundidades de su propio cuerpo acuoso, momento en el que el viejo se permitió observar rápidamente el campo de batalla, y comprobar que su escuadrón estaba fuera de peligro. Sin embargo, su experimentada visión no sólo le permitió comprobar que Kaido, a la distancia, aún yacía con vida, sino que también; los otros jóvenes genin aún seguían en una precaria situación.
Entonces comenzó a dar indicaciones a los sobrevivientes. Uno por uno, les fue señalando. Primero fue el del caballo, y luego al resto.
—Tú, el de la yegua. Toma a quién necesites y ve a ayudar a los caídos. Reagrupa a las tropas circundantes que se encuentren fuera de peligro, y trata de ajustar la seguridad hacia los flancos. Atentos, es posible que en cualquier momento nos vuelvan a atacar. Los demás, dirigíos a donde están los otros dos jóvenes genin, la rubia, y el moreno. Ayúdenlos a acabar con el resto —posteriormente, desabrochó la túnica de viaje que le había ataviado a cuerpo completo durante todo el camino y la dejó caer en el suelo, dejando al descubierto la holgada camisa azul hierro cuyas mangas cubrían hasta los codos. Luego, señaló a Naomi—. tú te quedas conmigo, tenemos que encargarnos de un último asunto.
»Y quien sepa algo de medicina, por muy básicos que sean sus conocimientos, acompáñenme. Ahora.
***
Aquel confiado destello con el que habían querido llamar su atención no pasó desapercibido, desde luego. Lo había visto tan claro como el agua de la que su cuerpo estaba compuesto, pero a diferencia del resto, no estaba dentro de su naturaleza picar anzuelos tan descarados como aquel.
Sabía la posición de donde venía aquella revelación enemiga. Sabía también que hacia allí se dirigían antes de todo el abrupto acontecer. Tan sólo necesitaba saber el por qué.
Sus manos trataban de limpiar los caudales de sangre que expedían sin compasión de las heridas de Yosehara. Él y Naomi, tras las órdenes del primero, se dirigieron hasta el lugar donde el alguacil clamó una imponente victoria en solitario, y le sacaron de sus propios charcos con olor a muerte antes de que su vida dejara su cuerpo por completo.
Yarou no era médico, ni mucho menos. Y suponía que Naomi tampoco, pero realmente no le importaba demasiado extender la vida del malogrado alguacil más allá del tiempo necesario como para que éste pudiera responder a sus preguntas.
El viejo veterano cubrió sus heridas con arena luego de limpiarlas, vendó otras; y le hizo beber agua de su propio termo. Le habló, le habló en sostenidos susurros, hasta que éste hubiera despertado.
15/05/2017, 21:51 (Última modificación: 15/05/2017, 22:55 por Uchiha Akame.)
Akame no pudo evitar una exclamación de asombro ante la imponente muestra de disciplina y estrategia militar que aquel soldado de bigote y perilla poblados desplegó en apenas unos momentos. Observó, atónito, cómo el resto de los hombres se organizaban en una suerte de tortuga que abatía con mortal efectividad a los clones de arcilla; y cómo el propio soldado —ahora erigido en comandante—, cargaba una y otra vez contra la retaguardia de las tropas.
«Es... Increíble». Aquello no se enseñaba en la Academia.
Sea como fuere, Akame tenía sus propios problemas. Pese a que sus bunshin habían obrado una precaria distracción, el Uchiha pudo intuir —gracias a su Sharingan— cómo uno de los clones tensaba su arco y le disparaba una flecha directa a la cabeza.
—Maldic... —masculló entre dientes.
El Uchiha ladeó el rostro y giró la cabeza, y notó el viento lamiendo su mejilla y oyó el inconfundible rasgar de una saeta surcando el aire. Luego notó cómo su oreja izquierda se calentaba por momentos, y se la palpó con la zurda mientras recogía su espada con la diestra. La inconfundible textura viscosa y caliente de su propia sangre le empapó los dedos.
—Mierda —maldijo.
Palpó un poco más, lo suficiente como para darse cuenta de que en realidad la flecha le había arrancado un pequeño trozo de oreja —de la parte baja, concretamente, junto al lóbulo—. Era una herida vistosa pero para nada incapacitoria.
Akame notó, por primera vez desde que empezase la refriega, cómo la adrenalina bombeaba en sus venas. Se sintió ligero y furioso como un rayo, y sus ojos rojos se fijaron en los objetivos que tenía más cerca; los tres clones de arcilla que acorralaban al soldado-comandante tras derribarlo de su caballo.
—¡YAAAAARG!
Con un bramido casi animal, el Uchiha se abalanzó sobre la espalda de uno de los clones. Lo apuñaló repetidas veces en la cabeza hasta que ésta se desmoronase como una jarra vieja.
—¡YIEEEEH!
Akodo Toturi respondió al grito de guerra de aquel gennin, enarbolando su propia lanza para tratar de empalar a otro de los clones de arcilla. Sería un golpe seco, rápido, directo al pecho. Después retrocedería un paso y, con otra estocada marcial, buscaría reventar al enemigo restante.
Luego de cargarse a uno de los clones, Noemi se llevó un golpe gratuito en la sien que la hizo tambalearse aturdida por un momento, esos golpes por muy leves que fueran siempre podían terminar siendo bastante serios pero por suerte la chica seguía consciente y de pie, aunque ya de por sí le estaba costando horrores por la pierna que se le había terminado hinchando.
«Empiezo a creer que no valió la pena todo este viaje »pensaba de mala gana mientras avanzaba algo más lento que antes. La pierna estaba empeorando y para colmo el golpe que se había llevado la tenía un tanto mareada.
Poco después de llegar a la ubicación de todos los demás soldados, la rubia pudo ver perfectamente como su compañero de la aldea se retorcía un tanto por lo que parecía ser una herida, ahora los clones resultaban ser buenos con los arcos y seguramente darían bastante problemas a los shinobis, pero de todas maneras, el Uchiha arremetió contra algunos clones y acompañado por el soldado del bigote se terminaron cargando dos enemigos, solo faltaba uno pero ella al menos no podría alcanzarlo de ninguna manera sin toparse con los engendros restantes.
Por su parte, la sirvienta Sakamoto tras eliminar los pocos clones restantes que amenazaban a su escuadra, sintió un gran alivio de seguir respirando pese a la herida que la había tenido tan mal. Pero claro, la lucha por otros sectores continuaba y seguramente la idea más próxima de la chica sería ir con todos los soldados restantes a socorrer a Noemi, pero alguien le había ganado de mano y más allá de estarle sumamente agradecida, ya no tenía mucho sentido concentrar semejante cantidad de soldados allí.
—Vayan con el peli-blanco y el peli-azul, y por favor, déjame el caballo —fueron las débiles palabras de la sirvienta antes de galopar en dirección al grupo de Noemi.
Los soldados simplemente acataron las órdenes y se dirigieron al encuentro con otra de las escuadras mientras que Maki se acercó rápidamente al lugar donde Akame y Toturi luchaban.
En ese momento pudo divisar perfectamente como tres clones más eran eliminados rápidamente por Akame y Toturi así que, restándoles solo cuatro enemigos, la chica no sintió verdadera necesidad de atacar, de lo contrario podría llegar a dañar a alguno de sus compañeros.
En su lugar, la sirvienta se mantuvo un tanto al margen, esperaría al mejor momento para acercarse a la Sakamoto y así compartir montura, de lo contrario correría el riesgo de perder al animal por el ataque de alguno de los clones.
La mente del joven espadachín no encontraba palabras o pensamientos para describir lo que estaba viendo: Su azulado compañero había sido atravesado de lado a lado por el filo de un arma enemiga, y sin embargo, se encontraba rebosante de vida, permitiendo que de su boca se manifestara una jocosa cancioncilla…, en lugar de los chorros de sangre habituales de cuando te apuñalan el pecho. Su cuerpo “herido” se transformo en una coordinada masa acuosa que resulto ser la debilidad predilecta de aquellos seres arcillosos. Su cabeza golpeo la del clon repetidas veces, dejando escapar pequeños caudales de agua en lugar de sangre. El contra ataque finalizo cuando Kaido abrió su boca de forma sobrehumana y, con sus aguzados dientes, propino un formidable mordisco al cuello de su enemigo, dejándolo convertido en un despojo pronto a derrumbarse.
Seguidamente, el de Amegakure dio la orden de ataque que debía de finalizar con la amenaza enemiga. El de ojos grises trato de incorporarse, pero el efecto de la adrenalina ya se le estaba pasando, dejando lugar a un mareo y una torpeza que parecían pequeños en comparación con el dolor que sentía en el torso y en el bíceps.
El resto de enemigos que debían de combatir cayeron con relativa facilidad ante el avance de los soldados ordenados por el nativo de la lluvia.
—“Nada te hace sentir más vivo que el primer respiro luego de una batalla a muerte” —recito el Hakagurē, mientras se dejaba caer sentado, exhausto y herido, al lado de Kaido.
Le dedico una sonrisa serena y altiva, y luego se enfrasco en sostenerse con fuerza el brazo lacerado mientras llegaban a socorrerle para detener el sangrado.
***
Presa de la embriagues del combate, el Uchiha se arrojo contra el enemigo que había tratado de abatirlo desde lejos. Blandió su arma y le propino repetidas puñaladas al cráneo, hasta que lo dejo hecho pedazos. Con un grito de guerra casi en coro, el oficial atrapado en la retaguardia rival se levanto y comenzó arremeter contra cualquier enemigo que estuviese cerca, apoyándose en el shinobi para salvaguardar mutuamente sus puntos ciegos. En poco tiempo ya habían acabado con quienes pretendían rodearles. Mientras que en la formación que había estado comandando, el resto de los arcillosos encontraron su fin en la brillante táctica de ataque, defensa y avance de los porteadores y soldados.
Noemi también se hallaba a salvo, pues había encontrado la manera de sobrevivir por su cuenta al embate; tanto de la primera arremetida como del último ataque con kunais que uno de los clones tuvo la osadía de intentar.
No fue mucho lo que la rubia tuvo que esperar por ayuda, pues la muchacha que le estuvo acompañando se acerco hasta ella montando un caballo, del cual esperaba compartir montura con la Sakamoto, cosa que le haría falta luego de las magulladuras que aquel altercado le había provocado.
***
Yarou trato de obtener algunas respuestas del herido y magullado Yosehara, pero esto era demasiado tozudo como para dignarse a responderle… o para permanecer caído y en silencio.
—No es momento para hablar, ninja —dijo, incorporándose con dificultad—. Debemos tratar a los heridos y continuar lo antes posible.
Su voz iba recuperando un poco de fuerza y su enorme contextura le podía hacer pensar a cualquiera que aquellas heridas no bastarían para dejar fuera de combate a Jokei. Se separo de donde estaba Yarou y solo permitió que uno de sus hombres le aplicara los primeros auxilios necesarios.
Naomi, entendiendo que poco podrían hacer para que el alguacil entrara en razón, corrió al lado de su protegido para saber cómo estaba. Sintió una gran pena al ver su accidentada condición, pero la expresión serena y realizada que enmarcaba su rostro le dio un poco de paz. La muchacha se ocupo de vendarle fuertemente las heridas y de regresarle su espada.
La batalla había terminado por el momento, pero el grupo aun no estaba fuera de peligro. Apenas podrían permitirse un tiempo, para preparar el transporte de los heridos y recuperar un poco de aire. El hogar de Nishijima se encontraba cerca y debían seguir avanzando hasta llegar, si es que querían tener un poco de seguridad.
—Aun no estamos a salvo y debemos continuar —mascullo con voz medio baja, que solo pudo ser escuchada por todos debido al terrible silencio posterior a la batalla—. Tienen dos horas para prepararse: Utilicen las literas y los caballos restantes para llevar a los heridos. Los caídos tendrán que quedarse aquí hasta que podamos volver por sus cuerpos.
En aquel momento Jokei Yosehara estaba demostrando el por qué era uno de los hombres mas respetados y menos queridos de la región: Era un sujeto fuerte y comprometido con sus objetivos, pero también podía llegar a ser sumamente insensible y pragmático.
Bien muchacho sobrevivimos al primer altercado de dificultad media.
Ahora se “tranquiliza” un poco la cosa: Estaremos en espera hasta que partamos. Durante ese tiempo pueden hacer varias cosas que incluyen pero no se limitan a: Investigar los alrededores, hablar entre ustedes, tomarse un tiempo para analizar la situación y hacer conjeturas o descansar y atender sus heridas, así como ayudar con los heridos y los muertos, discutir, reclamar o refunfuñar. Cada quien puede hacer cualquiera de estas cosas.
Si Jokei no quería hablar, estaba bien. Estaba bien, porque en la próxima ocasión, esa actitud le llevaría a la muerte. La hubo evitado, eso era cierto, pero los resultados hacían mella claramente en sus condiciones. Casi ni podía mantenerse de pie por sí solo. Yarou sonrió, por primera vez, desde que habían llegado a aquella posada. Y le miró, con la condescendencia de quien conoce a un hombre cuyas probabilidades eran escasas. Quizo darle el pésame, pero no se lo merecía.
No después de su negativa a resolver aquello con palabras.
El viejo se retiró, y acudió hasta las proximidades de Kaido. Allí, instó al escualo a alejarse un poco de la muchedumbre y entabló conversación con él, dispuesto a compartir sus tribulaciones acerca de lo sucedido. Quería que Kaido estuviese muy claro sobre lo que estaba a punto de pasar.
Akame se detuvo todavía con la empuñadura de su pequeña espada entre los dedos de la mano diestra. Notaba su respiración agitada, su corazón bombeando sangre con tanta fuerza que los latidos retumbaban en sus oídos. Con los ojos todavía rojos por el Sharingan vio cómo el último de los clones de arcilla se desplomaba en el suelo, hecho completamente mierda bajo la naginata de aquel soldado.
«Se ha... ¿Terminado?».
Era la primera vez que el joven Uchiha participaba en una refriega de verdad, más allá de los combates de entrenamiento de la Academia. Notaba todo su cuerpo en tensión y la adrenalina que poco a poco iba purgándose de sus venas. El susurro del bosque, los alaridos de los heridos y el rumor de los supervivientes fueron sustituyendo a la caótica orquesta de la batalla. Habían ganado... Por el momento.
Akame enfundó a Hazama no Goukyuu y se llevó la mano zurda a la oreja. El tacto viscoso de la sangre vino acompañado de un dolor agudo y penetrante; entonces fue consciente, por segunda vez, de que le faltaba un pequeño trozo de carne. No era una herida grave, pero sangraba.
—Has luchado bien, shinobi-san —la voz del soldado le sorprendió—. No te preocupes por eso, alguno de los muchachos te vendará. Tampoco es que vayas a perder mucho —agregó Toturi, mirando fijamente su rostro escuálido y su nariz torcida.
El soldado tenía razón. Akame nunca había sido un chico guapo, nisiquiera reseñable, de modo que una ligera mutilación no suponía el fin del mundo para él.
Akodo Toturi le hizo señas para que le acompañase y ambos pasaron un rato entre vendas, un odre de agua y los heridos o moribundos.
Entre idas y vueltas ambas rubias pertenecientes al clan Sakamoto se las habían arreglado para sobrevivir a aquel ataque traicionero de parte de los clones, aunque ambas se habían llevado algún tipo de daño en alguna pierna y Noemi por lo menos, también se había ganado un buen golpe en la cabeza que la tenía un tanto mareada.
En cuanto Maki llegó con el caballo, Noemi aprovechó para subir no sin antes agradecerle a la sirvienta por brindarle aquella montura que le facilitaría el moverse. Pero para el momento en que la kunoichi se percató de la herida en la pierna de la criada, esta última se desmayó debido a la falta de sangre.
—Maki… —murmuró casi en un susurro la de ojos verdes.
Le había costado lo suyo a la chica el subirse al caballo y ahora se veía obligada a montar con una persona inconsciente delante… Podría decirse que estaban en muy malas condiciones como para seguir adelante, incluso serían una carga para todos los allí presentes si volvían a ser víctimas de algún ataque o similar.
Pero antes de decidir, Noemi prefería hacer un par de preguntas a alguno de los soldados que se mantuviese en consciente así que fue lo primero que hizo, además de que la criada necesitaba atención lo antes posible.
—Hey… ¿Me ayudan? —Fue la primera pregunta que formuló la Sakamoto al primer soldado que vio—. Y… ¿Sabes si falta mucho para llegar a la casa de Satomu? —Con esta segunda pregunta el tono de la chica tembló un poco ya que mientras bajaban a Maki del caballo terminaron por golpearle la pierna magullada.
Seguramente no tendrían nada para tratarla a ella, después de todo lo único que había recibido fueron un par de golpes contundentes que no la hicieron sangrar ni una gota, aunque la tenían bastante mal de todas maneras.
Resulto ser de gran utilidad el que Naomi supiese aplicar los primeros auxilios necesarios para evitar que su protegido se desangrase. Le vendo lenta y metódicamente, dejando firmemente ajustadas las tiras que recubrían los cortes en el brazo y en la costilla. En todo momento se mantuvo arrodillada junto a él, asegurándose de que no tuviera alguna otra herida menos visible pero igual de urgente que las otras.
—Parece que no recibió más daños importantes, mi señor. ¿Cómo se encuentra? —pregunto, con una preocupación un tanto más fuerte que su semblante impasible.
—Recibí unos cuantos golpes y estoy bastante cansado, pero de resto, podría decirse que salí muy bien librado. —Bebió un sorbo de agua de una cantimplora y observo sus alrededores.
De a poco, sus sentidos iban recuperando su estado normal, alterados por la adrenalina de la batalla. Observo como por el suelo de los alrededores se expandían varias charcas de sangre, como pequeños lagos que se originan al pie de montañas que eran cadáveres. No sabía cuántos de los suyos habían perdido y tampoco quería contarlos, pero por la cantidad de cuerpos desperdigados y el olor a carne cortada se le hacía demasiado evidente que las bajas fueron considerables... Pero no se encontraba triste por aquellas muertes, pues sabía que aquellos guerreros habían sido afortunados de que allí hubiese varios ninjas que pelearan por ellos, de que la masacre no fuese mayor… Aunque puede que fuese esa misma presencia la causa de todos sus problemas.
—Sus heridas seguirán abiertas hasta que podamos encontrar un lugar donde suturarlas —le dijo, tratando de sugerirle que no se moviera más de lo necesario—. La batalla fue un tanto difícil para usted, sin embargo le veo sereno…, casi satisfecho.
Kōtetsu fijo sus grises ojos en la Miyazaki, y pudo ver en ella un grado de incomprensión que le hacía sentirse un tanto avergonzado. Le hubiese gustado decirle que había disfrutado de la que no era su primera batalla a gran escala, que en esta ocasión si había sido de verdadera utilidad y no había dejado morir a sus semejantes. Pero no creía que su guardiana fuese capaz de comprender que era poco lo que le dolían las demás muertes, y lo agradecido que estaba por haber puesto a prueba sus habilidades. Agradecido de que el dios de la muerte le permitiera pararse frente a él y sonreírle para luego dejarle marchar, esperando verlo nueva e inevitablemente. Agradecido de sentirse vivo y victorioso, agradecido de lo aprendido y de lo quedaba por aprender.
No, ella no sería capaz de comprender aquello… No tenía a nadie capaz de tal cosa…
—Supongo que es la embriagues del combate —Se limito a responder con algo que achacaba su estado al torbellino de emociones movidas por la adrenalina durante el combate—. Me has atendido bastante bien, pero ahora deberías ir a ayudar a otros que están en peores condiciones.
La joven hizo una leve reverencia y, comprendiendo que su señor necesitaba un momento de soledad, se retiro a colaborar con cuanto le fuese posible.
Los heridos fueron atendidos con la mayor de las prontitudes, aunque no con los mejores de los remedios, pues la marcha debía de continuar lo más pronto posible. Yosehara dirigía a todos con menos rigor y dureza de lo habitual, comportamiento que solo podía ser causado por lo lastimado que se encontraba su musculado cuerpo en aquel momento. Los caballos y literas que aun servían se pusieron en uso para llevar a los que, por sus heridas y condición, no pudiesen caminar.
Con las directrices que los movían, y viendo la condición de la Sakamoto y de su acompañante, uno de los soldados se aseguro de que se dispusiera una de la literas restantes para las dos. Lo que menos necesitaban es que después de tanto ambas señoritas muriesen o quedasen lisiadas por haber tenido que caminar con tales lastimaduras. Estando ya a bordo del vehículo, el soldado al cual le había hecho una pregunta anteriormente se acerco para asegurarse de vendar improvisadamente a la muchacha que yacía inconsciente. El hombre iba a aprovechar aquel momento para contestarle, pero la voz del líder del grupo se impuso al momento.
—¡Detrás de ese risco se encuentra nuestro destino y la seguridad que necesitamos! —bramo Jokei, que ya comenzaba a recuperar su poderosa voz, señalando un lugar que parecía estar bastante cerca—. ¡Es una media hora a paso ligero, así que pongámonos en marcha!
De pronto, uno de los soldados dio un grito que resonaba con una mescla de horror y emoción:
—¡Señor, Tamaro aun respira!
Yosehara se acerco tan rápidamente como su maltrecho cuerpo se lo permitió, a ver lo que había quedado del hombre a quien el mismo entreno: El soldado estaba vivo, así lo demostraba un tenue subir y bajar de su pecho, pero su cuerpo, parcialmente incinerado, parecía indicar que estaba más próximo al mundo de los muerto que a aquel en donde debía de estar. Todos le vieron horrorizados y con expresión de poca esperanza, pues su armadura había sido destrozada y su ropa se había quemado mientras yacía pegada a su piel, que ahora era una masa rosada y sangrante, negra en varias partes y propietaria de un penetrante olor a carne quemada.
—Súbanlo con sumo cuidado a una de las literas y utilicen un poco de agua para lavar sus heridas —el alguacil le miro con una expresión indescifrable y se limito a marcharse con pocas palabras que agregar—. Lo único que podemos hacer es llevarlo con nosotros, pero solo la suerte dirá si lograra sobrevivir.
Aquellas últimas palabras sonaron pesadas y frías, como una gran piedra que se ha hecho demasiado difícil de cargar.
“Es hora de movernos y continuar con el viaje.” pensó el Hakagure, cuando comenzaron a ponerse en marcha.
El dolor era considerable, y hacia que caminar fuese una tarea ardua y extenuante, pero no estaba dispuesto a permitir que su debilidad lo convirtiese en una carga. Se ayudo con pensamientos que le alejaban del calvario: pensó sobre como aquellos hombres habían muerto sin un motivo real para ellos y como se veían obligados a dejar a sus compañeros caídos atrás, con la promesa de que volverían por sus restos cuando sabían que lo más probable es que los carroñeros los reclamasen primero. Aquello le molesto un poco; un descendiente de los señores de las tumbas y los rituales mortuorios, permitiendo que la humanidad de quienes lucharon junto a él y cayeron valientemente yacieran allí sin más, luego de despojarlos de todo lo que pudiese ser de utilidad para los que quedaran con vida. Sin embargo, nadie parecía dispuesto a quejarse por ello, al menos no en aquel momento.
“Es como debe ser —se dijo a sí mismo, al ver como el resto de los soldados y porteadores se movían con honorable resignación—. Cuando quienes nos acompañan mueren, lo único que podemos hacer los que quedamos con vida es avanzar… Si, avanzar y sobrevivir.”
“Si, así es como debe ser.” le susurro una voz que provenía de su espada, pero que parecía estar alojada en su corazón.
De ahora en adelante, pueden postear sin nesecidad de seguir ningun orden de turnos, pero si tratando de cumplir con el lapso 72 horas para todos.
El Uchiha apretó los dientes para contener un gruñido de dolor cuando uno de los soldados terminó de vendarle la oreja. Era un remedio simple, apenas una tira de tela blanca y limpia atada por detrás de su cabeza, pero bastaría. Echando un vistazo al campo de batalla en el que se había convertido aquel sendero, Akame podía considerarse afortunado de haber perdido tan sólo un pequeño trozo de su lóbulo. Había cadáveres y moribundos que se quejaban, aullaban de dolor o emitían sus últimas palabras mortecinas.
Mientras el alguacil, Yosehara, gritaba órdenes y ponía en formación a la gente, Akame se lavó la cara y las manos con un odre de agua que le ofreció un soldado de barba y bigote castaños. «¡Ajá, es él!». Lo reconoció al instante: el veterano que a lomos de un caballo y empuñando su fiel naginata había organizado la formación para ganar la batalla en aquella sección del camino.
—Has luchado bien, shinobi-san —le dijo el hombre mientras él mismo se lavaba también la cara y las manos, rojas de sangre que no era suya—. Jamás había visto engendros como estos. Por todos los demonios de Yomi, ¿a qué nos enfrentábamos?
Akame esbozó una sonrisa tranquila. Por suerte para él, el origen de los clones de arcilla le parecía mucho menos demoníaco, aunque no por ello menos inquietante.
—Tú también, soldado-san —admitió el Uchiha—. Si tu pericia con las tácticas militares probablemente muchos más hombres habrían muerto.
Pensó entonces en el joven Tamaro, en la bola de fuego que le había abrasado a él y a su caballo, y en su mujer e hija —a las que nunca volvería a ver—.
—Uchiha Akame —añadió—. Shinobi de la Aldea Oculta del Remolino.
El soldado respondió a su inclinación de cabeza con otra igual de firme y más disciplinada.
—Akodo Toturi, de Yamiria.
Ninja y militar se incorporaron entonces a la columna que, poco a poco, retomaba la marcha. Akame caminaba mucho menos ligero que antes, acusando todavía la fatiga provocada por la intensidad de la batalla y el uso del Ninjutsu. Un par de veces pensó el Uchiha en dar alguna explicación sobre la naturaleza de los clones de arcilla, y las dos veces terminó por no hacerlo. Por una parte quería disipar la bruma de la ignorancia que rodeaba a aquel soldado, pero por otra sospechaba que, de revelar que el ataque había sido de origen ninja, quizás el Akodo y los otros hombres terminasen por desconfiar definitivamente de todos ellos.
Todos los demás shinobis habían salido mucho mejor de la batalla que ella, no podía aceptarlo pero tampoco podía hacer nada para remediarlo ya que la pierna ya prácticamente no la sentía, dudaba perderla sí, pero moverse sin sentir las extremidades era bastante estúpido y más si decidía ponerse a correr.
Siendo así, lo único que le quedaba era una simple técnica eléctrica que estaba lejos de tener tanto poder como lo que Akame se mostró capaz de hacer…
—A los demás siempre les va bien con estas mierdas… —Murmuraba bastante molesta mientras veía como trataban vagamente la herida de su sirvienta.
Podría haber convencido a su padre de que le permitiese llevar a alguien más, alguno de los guardias con bastante más experiencia pero no, se conformó con Maki y ahora yacía a su lado inconsciente. «Se la voy a deber. » Pensaba molesta consigo misma mientras eran llevadas.
Pensar y maldecir eran las únicas cosas que podía hacer en aquel momento, pero lo primero le aseguraba un intenso dolor de cabeza que no la ayudaba en lo más mínimo y… No, no había nada que pudiera hacer. Se quedó quieta en su lugar, intentando no estorbar ni molestar a su sirvienta que permanecía inconsciente, se sentía fatal, más emocionalmente que físicamente ya que el dolor que más la había agobiado era el de la pierna que ni siquiera sentía, solo sabía que seguía allí porque la podía ver y ya.
La kunoichi estaba cansada, suele ocurrir cuando te dedicas a recibir golpes y… Al poco tiempo la rubia terminó por dormirse, por muy ridículo que pueda sonar considerando la situación en la que estaban, pero cuando una persona cansada no tiene nada con lo que entretenerse era difícil evitar hacerlo.
Podría decirse que estoy fuera. O sea… Inconsciente y supongo que en poco llegarán a la residencia del artista, o quiero creer… Igual estaré al pendiente de esto por las dudas.