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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
El escualo no tenía herida que vendar, ni sangre de la qué limpiarse, aunque sí que le tocaba recuperar las energías que con tanta propiedad había gastado durante todo el combate. Quizás, su cuerpo mermado no lucía físicamente deplorable, pero por el contrario, sus reservas de chakra estaban bajas y así también la templanza mental. Estaba claro que el esfuerzo que generó el combate con aquellos clones hubo sido tan extenuante y tan diferente de cualquier otra pequeña práctica de entrenamiento, en un espacio seguro donde la certeza de sobrevivir siempre está presente.

Pero esa vez todo era intrínsecamente diferente. Nadie aseguraba nada, ni siquiera el mismísimo Yarou.

—Escúchame bien. Ésta ha sido una ofensiva inicial de un plan mucho más complejo de lo que cualquiera puede pensar en este momento. El ataque ha sido una simple prueba para descifrar quienes somos y a qué podemos atenernos. No está de más decir que, la mayoría de los supervivientes, han mostrado probablemente todas sus cartas disponibles, y que eso el enemigo ya lo sabe. Sabe que puede volver, y no será muy difícil para entonces cumplir con cuales fueran sus objetivos para con nosotros. El alguacil está poco dispuesto a conversar, y me temo que cuando llegue el momento, Kaido, debemos hacer caso omiso a las camaradería que puedas sentir por los demás y priorizar nuestra supervivencia.

A partir de éste momento, sólo importa la Aldea de la lluvia. ¿Entendido?


La naturaleza de Kaido no pudo hacer más que salir a flote. Que, a diferencia de su conducta, cuando se trataba de su clan respondía de una manera mucho más respetuosa y académica que en cualquier otra circunstancia. Asintió como un soldado bien entrenado para cumplir órdenes —y sólo de los Hozuki, probablemente—. convencido de que lo dicho por Yarou-dono tenía que ser verdad. Y no le iba a llevar la contraria.

A partir de ese momento, sólo importaba la Aldea de la lluvia. Lo había entendido perfectamente.
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#77
Tal y como lo había dicho el alguacil de Kōtai, lo que les quedaba de trayecto era una distancia que bien podía ser recorrida en poco más de media hora. Sin embargo, el peso del cansancio, y el resto de secuelas dejadas por el ataque, hicieron que el camino fuese tortuoso y aparentemente interminable. Una larga e insoportable hora, en la que estuvieron bajo la constante amenaza y temor de un nuevo ataque, fue el tiempo que le tomo a la comitiva el llegar hasta su destino.

Que alto, tanto como para tocar el cielo.” pensó el Hakagurē, que a aquellas alturas apenas si podía sostenerse en pie por cuenta propia.

Con la señal de alto de Yosehara, el grupo se encontró detenido frente a un inconmensurable pilar de roca, cuya circunferencia era demasiada como para ser apreciada por una vista tan cercana. Se hacía obvio que debía de ser una de aquellas curiosas mesetas que se levantaban en el horizonte, lejanas y extrañas, asemejándose a columnas que debían de sostener el cielo. Estando tan próximos era imposible el saber con exactitud que había en la cima, pero si se podía apreciar una especie de camino serpenteante que envolvía al pilar e invitaba a los visitantes a que lo recorriesen para que pudieran develar el misterio. Aquella escalinata tenía el ancho suficiente como para que cuatro personas caminasen una al lado de la otra cómodamente, por lo que el grupo entero tenía la posibilidad de subir sin dejar atrás a los heridos.

¡Adelante y hacia arriba! —exclamo Jokei, señalando la distante cima—. Al final de este camino se encuentra el hogar de Nishijima Satomu.

Fue poco lo que esperaron antes de ponerse en marcha, dejando atrás solo a los caballos, quienes serian incapaces de mantener la calma en semejante recorrido. Las bestias fueron escondidas y amarradas en un grupo de arboles que prometía mantenerlas a salvo hasta que regresasen por ellas. Los heridos fueron acomodados como mejor se pudo en las literas, asegurándose de que no fueran a salirse de las mismas durante la larga caminata.

En principio, el recorrido se presento como algo suave y fácil, comparándolo con el necesario para llegar allí. Más tarde el cansancio comenzó a hacerse evidente, con cada pausa que tenían que tomar para recuperar el aliento. Kōtetsu no había dejado que queja alguna escapara de sus labios, pero en secreto se alegraba de que el grupo se detuviera de cuando en cuando. El aprovechaba aquellos instantes para apreciar un poco los alrededores: Las escaleras estaban finamente talladas en el duro granito, y tenían una superficie rugosa que dificultaba el que alguien llegase a resbalar. Aquello le pareció algo bueno, pues conforme avanzaban, el abismo de su lado derecho se hacía cada vez más profundo y amenazante, al igual que el viento que por momentos aumentaba su fuerza e intención de empujarles hacia los bordes. Con cada escalón que superaba se atrevía a dar miradas hacia el horizonte, comprobando que las mesetas cercanas se mostraban cada vez más tímidas y pequeñas. En cierto punto pasaron por lo que debía de ser una nube baja, un ligero banco de niebla blanca. Por unos segundos el espadachín perdió de vista el resto del mundo, oculto tras aquel velo frio y húmedo. Sus oídos pudieron escuchar como un par de soldados manifestaban su gran impresión al subir por vez primera un “pilote celestial”, nombre que la gente de aquella región les deba a las montañas de cima plana.

Es un nombre bastante coherente —medito, mientras sentía el húmedo frio colarse en sus heridas—. Si imaginas el azul del cielo como un enorme lago de aguas claras y las nubes como los palacios de las deidades celestes, es evidente que estas montañas serian los humildes pilones que sostienen el hogar empíreo.

A media que se acercaban al final del camino, aquel último pensamiento se le hacía cada vez más oportuno y gracioso: Suponía que aquel que le confiere a la piedra humanidad seria plenamente consciente de dicho simbolismo, lo que le hacía preguntarse el por qué había optado vivir en la que sospechaba era la montaña más alta de todas. Desde su perspectiva solo podía tratarse de un sujeto humilde que buscaba la paz y la mejora de su arte a través de la cercanía y comunión con los dioses… Aunque aceptaba la posibilidad de que fuera alguien cuyo ego le permitía creerse digno de habitar entre los altísimos y de compartir con ellos su arte, cuyo nivel estaba muy por encima de las capacidades de cualquier mortal. Fuese lo que fuese, estaba seguro de que lo sabría en cuanto llegasen a su hogar.

Sin duda alguna es la segunda clase de sujeto.” se dijo a sí mismo, con el corazón latiendo con ferocidad y los pies adoloridos, luego de tres horas de subida.

El grupo se encontró con lo que en pocas palabras se podría describir como un pequeño palacio, o como una gran mansión. La parte en donde estaban, el fin de las escaleras, era solo un pequeño espacio plano, comparado con todo lo que abarcaba aquella estructura. Era fácil imaginar que aquella simplemente seria la entrada, y que por consideración a eso se limitaron a adoquinar ese espacio y a dejarlo libre. La casa del escultor relucía con su blanco calcareo bajo la ardiente luz del sol de verano. Lo curioso es que, en sí misma, aquella magnifica edificación se presentaba como una obra de arte.

Al fin —se atrevió a decir el de ojos grises, al ver como un enviado de Yosehara tocaba unas campanas que colgaban sobre la enorme puerta principal.

¡Nishijima Sotomu, he traído a tus preciados invitados, sal a recibirlos para que cada quien pueda continuar con sus asuntos!

El grito del alguacil fue correspondido con un ligero toque de campanas desde el interior, una especie de señal que debía de indicar que se permitía el paso, pues, luego de unos instantes, las pesadas puertas de hierro y piedra comenzaron a abrirse lentamente. Cuando termino aquel proceso, se pudo observar hacia un patio interior, desde donde caminaba hacia ellos cierto hombre.

Era un sujeto alto y de piel oscurecida por el sol. Su cabello era largo y grisáceo, la típica prueba de la edad, junto con un rostro de aspecto curtido y de expresión sonriente. Sus ropas lucían sumamente finas, combinando con sus elegantes lentes y su bien cuidada barba y patillas. Caminaba lentamente, sosteniendo una taza de té humeante y su correspondiente plato. Junto a él andaban dos mujeres, una que sostenía una tetera y otra que sostenía el paraguas con el cual se cubría.

Cuando hubo llegado al portal se detuvo y dio un buen sorbo a su taza de té.

No has cambiado en nada Yosehara-san, sigues siendo tan ordinario e impaciente como de costumbre… Al igual que sigues siendo muy cumplidor.
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#78
El resto del camino fue tan extenuante como cabía esperarse. Akame avanzaba a un ritmo visiblemente más lento, pero —por suerte para el joven Uchiha— la comitiva en general parecía haberse ralentizado. El gennin se dedicó a caminar con la mirada al frente, la mochila bien ceñida a la espalda y aquella molesta venda en torno a su sangrante oreja izquierda.

A su lado iba, de tanto en tanto, Akodo Toturi. Cada cierto tiempo el veterano se movía atrás y adelante en la fila para asistir a algún compañero, ya fuese ayudándole a subir los escalones de piedra o a cargar con algún bártulo especialmente pesado. Pese a los esfuerzos que había hecho comandando a la unidad en la escaramuza, no había recibido heridas graves y parecía bastante más descansado que Akame. «Debe tener una gran resistencia... Pese a no estar formado en el Ninjutsu, es un buen combatiente», concluyó el Uchiha.

Cuando al fin llegaron a la residencia del escultor, Akame no pudo sino maravillarse de su opulencia; tanto el sitio donde estaba construida como la edificación en sí —y sus alrededores— sugerían que Nishijima Satomu no era precisamente una persona humilde o que se tuviese en poca estima. «Parece un hogar digno de dioses... Aunque tampoco debería extrañarme. Al fin y al cabo este tipo pagó nuestro alojamiento durante tres días, y a esta treintena de soldados para que nos acompañasen. No le debe faltar el dinero».

Ver al propio Satomu fue menos impresionante. Parecía mayor —muy mayor— y castigado por la edad, aunque su figura irradiaba un carisma bastante particular. Tras intercambiar Satomu algunas palabras con el alguacil, Akame se dispuso a presentarse.

Saludos, Nishijima Satomu-san. Mi nombre es Uchiha Akame, de Uzushio —enunció, dedicándole al escultor una reverencia bastante pronunciada.
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#79
El resto del camino transcurrió tan rápido y fugaz como la llama de un petardo. Sería su poca perspicacia para apreciar las bellas vicisitudes del camino o así también la poca importancia que le tenía el trayecto, pero su ansiedad estaba dispuesta únicamente hacia el hombre que les había hecho llamar. No por nada centró toda su atención y esfuerzos en mantener el ritmo de la comitiva, y así también la de su mentor, quien probablemente estaría mucho más ansioso que él a pesar de la tensa calma que parecía vestir su rostro.

Cuando el palacio les recibió en súbito, Kaido se avispó y comenzó, de nuevo, a prestar atención a su alrededor. A los cientos de detalles que había dejado pasar durante la ascensión a la montaña. Allí, pudo percatarse de la galantería y el derroche de dinero que suponía tener aquel famoso hombre, dado el caso de la decoración de su no tan humilde morada, dividida además por una inmensa pared de hierro y roca que, de pronto, se abrió ante el grosero llamado del Alguacil.

El tumultuoso rechinar de aquellas pesadas bisagras le obligó a torcer el gesto, y a fruncir el ceño. Aunque no apartó la vista, donde pudo comprobar que del otro lado, un hombre avanzaba galante hasta las proximidades de los invitados.

«¿Por éste hombre es que hemos pasado por toda ésta mierda? ¿un maldito viejo engreído con un buen corte de cabello y cierto gusto por el té? no me jodas»

Aquello le había hecho enojar. Porque, en su cabeza la imagen era totalmente diferente, siendo que imaginaba que aquel artista se encontraba acabado tras sus tantos años de encierro, lejos de la sociedad. Pero era todo lo contrario, lucía mantenido, tan cuerdo como cualquier otro y lúcido, tanto para describir al tal Yosehara de la manera más apropiada posible.

Kaido intercaló la mirada, entre él y Yarou, quien comenzaba a afinar su garganta. Si Yosehara no iba a responder abiertamente a sus preguntas, el famoso Satomu lo tendría que hacer. Por las buenas, o por las malas.
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#80
Déjate de saludos y naderías, Nishijima Satomu —reprocho el alguacil, molesto por aquel aire despreocupado con que era recibido—. No sabes el precio que tuvimos que pagar para llegar hasta aquí a escuchar y ver tus excentricidades.

El escultor entrego su taza de té a una de las doncellas que le acompañaba, para luego levantar el dedo índice, en preparación para contestar la rudeza con que le estaba tratando Jokei. Pero cuando parecía listo para hablar, una vista un poco más detallada del estado del grupo le detuvo, y derrumbo la sonrisa que se aferraba a su rostro.

Por lo que veo, fue un costo considerable… —Se quedo pensativo un momento, observando las secuelas de lo que fue una cruenta batalla, y haciéndose consciente de que el número de efectivos en pie era considerablemente menor al que había contado cuando les contrato.

Satomu aun seguía analizando la escena que se presentaba frente a él cuando el joven Uchiha se acerco a saludarle.

Que jovencito tan educado… —señalo, mientras hacia una leve reverencia—. Yo soy el escultor Nishijima Satomu, aunque a estas alturas debe ser un hecho molestamente obvio.

Levanto la mirada y lentamente la fue paseando por aquellos que suponía serian sus invitados. Parecía estarlos contando, aunque por un momento se detuvo, algo tenso.

Veo a tres jovencitos, aunque del sauce cambiante saliesen cuatro… ¿Cómo se explica eso? —Fue tan chocante como pudiese llegar a sonar, aquella pregunta no mostro un ápice de consideración por el alguacil y los suyos.

La jovencita y su acompañante tuvieron dificultades…, pero están a salvo y descansando en una de las literas… Al igual que los otros heridos.

¡Bien! —la tensión de su rostro se relajo un tanto—. Me gustaría recibirles de una manera más adecuada, pero por ahora necesito atender su fatiga y sus heridas.

Nishijima dio una orden a una de las sirvientas que le acompañaba y esta se encamino hacia el interior. El dio media vuelta, y con sus gestos invito a toda la comitiva a que entrase en su lujoso hogar. No paso mucho tiempo hasta que una oleada de sirvientes llego al patio con baldes de agua, camillas y equipos médicos para atender a los heridos. El que parecía ser un sanador se encargo de llevar a los más graves e inconscientes a un cobertizo en donde pudiese atenderlos adecuadamente, el resto fue atendido allí mismo.

En cuanto estén en condiciones, recibirán mi llamado, por lo que deben estar atentos.

Con aquellas palabras el hombre se interno en la mansión.

Kōtetsu sintió como le tarde se paso rápidamente, aunque curar su heridas se llevo un tiempo. Sin embargo, le atendieron de forma excelente: sus cortes fueron suturados con suma finesa y precisión, y luego le colocaron un par de cataplasmas cuyos efectos anestésicos le hicieron olvidarse del dolor que había estado sintiendo. También les llevaron comida y algo para beber, pero en ningún momento se les invito a pasar al interior. Aquello se le hacia una extraña forma de cortesía, pero después de llegar a aquel punto las cosas raras comenzaban a hacerse habituales.

Cuando el sol comenzaba a ocultarse entre los pilones celestiales del horizonte, recibieron la llamada del escultor. Sin embargo, solo fueron convocados los invitados con sus acompañantes y el propio Yosehara. Enfrente de ellos yacía abierta la puerta principal al edificio interior, un enorme y elegante pasillo de longitud desconocida que les invitaba a pasar.


Por cuestiones de conflictos cronologicos, Noekoko (Noemi + Koko) no estara participando a partir de ahora a menos que encuentre algo que le permita participar sin alterar su linea temporal.

Seguiremos posteando tratando de respetar el tiempo de 72 horas, pero sin orden de turno. Es decir 72 horas para que todos cumplamos con el correspondiente post
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#81
El Uchiha se retiró ligeramente hasta volver a su posición dentro de la comitiva, recibiendo el cumplido de Satomu con una ligera sonrisa. Lo que sucedió luego fue más de lo mismo; otro misterioso enunciado, otra espera. Pese a que la sangrienta emboscada que habían sufrido durante el camino había sacado a Akame totalmente del hilo de la misión, haciéndole pensar única y exclusivamente en conservar su vida, ahora volvía a sentirse como en El Sauce Cambiante. Esperando algo que quizás nunca llegase.

Sea como fuere, esa vez el Uchiha agradeció el alto en el camino. Aprovechó para comer algo —apenas unas raciones que le extendió Toturi, saladas y duras pero que le supieron a manjar— y recuperar energías mientras uno de los soldados le examinaba el vendaje de la oreja. La herida había parado de sangrar, por lo que no fue necesario volver a aplicar vendas tras lavarla. Luego, simplemente se sentó en el suelo de fría piedra, bajo la primera sombra que pudiera conseguir, y usando su petate de respaldo se echó una buena cabezada.




Despertó un rato después, cuando ya estaba anocheciendo, cuando por fin las grandes puertas de la mansión de Satomu se abrieron para ellos. Akame se puso en pie, tratando de espabilarse rápidamente, y se colgó la mochila a la espalda. Así, avanzó hasta el umbral de la mansión y esperó a que sus compañeros hicieran lo mismo. Luego, se adentraría en aquel misterioso lugar en busca de respuestas.
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#82
Toda paciencia tenía sus límites, y la de Kaido era muy de mecha corta. Era un milagro que hasta ese punto el escualo no hubiese explotado en un furioso ataque de ira, provocado por las constantes divagaciones de la gente que le rodeaba y de la también constante evasión de las tan esperadas explicaciones. Estaba seguro que no era sólo él quien necesitaba fervientemente una buena explicación acerca de lo sucedido, o al menos, el por por qué.

Incluso llegó a pensar que el tal Satomu era tan ignorante de las vicisitudes del camino como lo eran ellos. Yarou, sin embargo, no pensaba lo mismo.

No obstante, se trataba de un shinobi experimentado. Hecho y formado para ese tipo de situaciones, para sobrellevar cargas e interrogantes sin perder la calma. De buenas a primeras, era su trabajo cersiorarse primero de que él y su pupilo estuviesen bien, para así enfocarse en encontrar el momento adecuado para hacer su movimiento en un tablero no revelado. Ni Yosehara, ni Satomu, querían revelar sus fichas. Y eso daba severos motivos para desconfiar.

¿Pero qué shinobi no desconfía, en general, de todos? sea o no un ninja.

la desconfianza era un sentimiento intrínseco de la profesión, dirigido a cualquier persona ajena a sus propios círculos de confianza, sin distinción alguna. Y por eso, dormirían, pero con un ojo abierto.

***

La tan esperada llamada llegó al anochecer, cuando las estrellas inundaban el cielo como cientos de corales. El gyojin ya sintiéndose más descansado indagó si despertar a su mentor, pero éste ya se encontraba erguido y con todo empacado desde hacía veinte minutos. Observaba fijamente aquella puerta principal, que parecía llamarles hacia un burdo pasillo cuyo final se antojaba imperceptible desde el exterior.

«Como si estuviéramos adentrándonos en la boca del lobo»
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#83
La noche se hizo presente, y guiados por un sirviente, el grupo de ninjas se encamino hacia el oscuro interior de aquel suntuoso edificio. Puede que fuese debido a que caminaban lento, pero el pasillo provocaba la sensación de ser interminable. Enfrente andaba Yosehara que, pese a seguir luciendo imponente, no podía disimular una leve cojera producto de las heridas recientes. Incluso se podía sentir el esfuerzo del andar en su respiración, pero era demasiado orgulloso y tosco como para permitirse mostrar debilidad.

Aquí es —dijo Jokei, quedándose estático frente a una gran puerta corrediza ricamente decorada.

El hombrecillo le permitió el paso al alguacil, quien se adelanto y utilizo la fuerza de sus brazos para abrir el shōji de par en par, con un portazo abrumador. Sin duda aquello era una especie de orgulloso desafío al hombre que les estaba esperando en la gran sala ornamentada que se revelaba frente a ellos. En el centro de aquel espacio, rodeado de cojines, libros y bandejas con comida se encontraba sentado Nishijima Satomu, deleitándose con una delgada pipa a la cual recurría de cuando en cuando, provocando que leves volutas de humo recorriesen la estancia.

Vamos, Yosehara-san, si te portas así conmigo mis invitados creerán que de verdad me odias —le asevero el escultor.

¿Y qué razones tendría yo para odiar a un hedonista excéntrico y ególatra como tú? —pregunto, con voz sarcástica.

Y pese a todo aquello soy un hombre de palabra, pues se que nuestra relación, que por momentos es frágil, es también necesaria.

Ya lo creo, pero solo tolero tal relación porque soy alguien competente y disciplinado, un profesional.

La situación dio un extraño giro, pues el ambiente pasó de estar inundado de una fuerte tensión y hostilidad a fluir con cierto grado de complicidad. La expresión enojada del alguacil pasó a ser fría y serena, mientras que la del escultor pasó de una falsa indignación a una sonrisa socarrona. Aquel que les había recibido hizo una señal con la mano y una señorita se acerco hasta el soldado, portando un cofre de hierro que parecía ser en extremo pesado.

A ver —dijo Jokei, tomando con rudeza el pequeño baúl, el cual abrió con recelo—. Bien, muy bien ¿Y la otra parte?

Más tarde, cuando podamos hablar en privado. Por ahora necesitas descansar, estas hecho todo un desastre, y me parece que estas dejando gotear tu sangre sobre mi alfombra favorita —señalo, mientras daba una profunda calada—. Por cierto… ¿Dónde está la muchacha, mi otra invitada?

¡Yo que se…! Seguro que aun no se siente bien y no ha querido venir —exclamo el soldado.

Bien, dile que no se moleste en aparecer luego, no necesito de gente indispuesta —Fijo su mirada en el grupo de ninjas, como si recién estuviese reparando en que estaban allí—. Por ahora solo los necesitare a ustedes tres.

El alguacil se retiro refunfuñando, cerrando tras de sí la puerta con la misma energía que cuando la había abierto, dejando a los invitados a merced de su anfitrión. La arrogancia de aquel sujeto rayaba en lo esperable por parte de un señor feudal, inclusive les miraba con cierto grado de superioridad, como si fuesen un bloque de marmol al cual él habría de darle uso y forma.

Dime, muchacho, ¿que necesitas decir? —pregunto en cuanto vio al Hakagurē levantar la mano para intervenir, mientras que Naomi parecía querer detenerlo.

Yo… Yo no entiendo bien cuáles son las normas de etiqueta en esta región, pero no puedo evitar preguntar algo: ¿Por qué actúa usted como un gran cretino?

Satomu se levanto, sentándose recto y fulminando al joven y al resto del grupo con su mirada.
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#84
El Uchiha se limitó a seguir a aquel gigantesco guerrero a través de pasillos interminables que sólo añadían más surrealismo a todo aquel viaje. Al abrirse las puertas, la visión del escultor rodeado de comida, libros y fumando de una pipa le recordó a la de algún excéntrico noble de un país lejano cuyo favor intentaban ganarse los protagonistas de la historia. En los relatos normalmente el misterioso Daimyo les hacía algún encargo extraño y carente de sentido, a veces incluso imposible de realizar.

Akame se removió en su sitio, tenso, mientras Satomu y Yosehara intercambiaban palabras no demasiado cordiales. El alguacil siempre parecía acabar furioso con su mecenas, pero por algún motivo le seguía profesando lealtad. «Un motivo que seguramente está dentro de ese cofre, es redondo y brilla como el Sol», pensó Akame. Había pocas cosas que un baúl repleto de oro no pudiese comprar... La sangre ancestral que corría por sus propias venas, por ejemplo.

Sea como fuere, la escena terminó desarrollándose de forma totalmente inesperada. Kotetsu, siempre tan educado y tranquilo, fulminó al señor artista con unas duras palabras. Akame se sintió tentado de sumarse al manifiesto de desagrado de su compañero de Villa, pero en lugar de ello, prefirió simplemente adelantarse un paso para colocarse junto al Hagakure. Aquello podía interpretarse, fácilmente, como un movimiento de apoyo a su camarada.

El viaje ha sido largo y extenuante, Satomu-san. Hombres han muerto para que llegásemos hasta aquí —recordó entonces a Tamaro, a su mujer y a su hija—. ¿Va a decirnos, por fin, qué es eso que quiere de nosotros?
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#85
Entre sus víveres, el humo de su pipa y las excentricidades que le rodeaban, Satomu daba la viva imagen de aquellos que pertenecen a la realeza, vistiendo con ropas finas y cogiendo la copa de vino con el meñique levantado. La ostentosidad con la que mostraba todo aquello era sencillamente repugnante, y así se lo hizo saber Kotetsu, no pudiendo describirle de manera tan apropiada como lo había hecho.

Si existía una palabra que definiera a aquel viejo artista, era la de cretino.

Pero un cretino con delirios de mecenas, cuyo poder monetario era innegable. Así lo demostró con el baúl que entregó al alguacil, quien, evidentemente, no había sobrevivido a todo aquello por nada. Kaido llegó a sonreír tras la dubitativa, pues pensó que incluso la pérdida de sus propios soldados tenía su peso en oro.

Y no supo si sentirse contrariado por el desalmado Yosehara, o si veía en él un poco de sí mismo. De cualquier forma, algún día tendría que preguntarle al maltrecho alguacil cómo hacía para dormir bien en las noches, sin que el recuerdo de sus camaradas lograse quitarle el sueño.

Finalmente, Akame también hizo acto de presencia, y arrojó, por décima vez, la pregunta más apropiada.

—¿Va a decirnos, por fin, qué es eso que quiere de nosotros?

—Y mejor que sea rápido, antes de que el ninja que nos atacó allí afuera quiera terminar su trabajo. ¿Qué busca usted de nosotros, y qué buscan ellos, los que veían desde las sombras como su trampa iba cobrándose una a una la vida de los soldados del Alguacil más vendido de la historia de todo Oonindo?
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#86
Ahora la férrea mirada del anciano se enfrentaba contra los tres jóvenes que exigían las respuestas pertinentes. La tensión alcanzo un punto máximo, e incluso Naomi, que se había quedado atrás, sintió como si algo malo estuviese a punto de pasar, como una tetera que está a punto liberar el ardiente vapor que la presiona desde el interior.

De pronto, el escultor estallo en un ataque hilaridad, dejando escapar una risa capaz de perturbar el sentido común y paciencia de cualquiera que viese tan excéntrico espectáculo.

Sí, un cretino… Es algo que me han dicho toda la vida —admitió, mientras recuperaba el aire y se reacomodaba entre sus cojines caros—. Aunque ese tipo de críticas me tiene sin cuidado, soy demasiado formidable como para que me afecte una opinión ajena a la mía.

Puede que la palabra adecuada sea arrogante, en lugar de formidable.” pensó, mientras el señor Nishijima le sonreía con aire de superioridad.

El viaje ha sido largo y extenuante, Satomu-san. Hombres han muerto para que llegásemos hasta aquí —recordó entonces a Tamaro, a su mujer y a su hija—. ¿Va a decirnos, por fin, qué es eso que quiere de nosotros?

Es natural, Akame-kun, en este mundo la pérdida es parte de la vida, y la pérdida de la vida en si es parte de la naturaleza —aseguro a modo de reproche, dejando escapar el humo de sus pulmones—. Yo supuse que algo así sucedería, pero siendo ninjas no creí que resultara un golpe tan fuerte para su moral… ¿O es que en mis años de reclusión los shinobis y las kunoichis han adquirido un renovado aprecio por la vida ajena y un visceral desprecio por las muertes a su alrededor? De ser así, me parece muy poco digno de su naturaleza.

Mas allá de todo lo adornado de sus palabras, aquel sujeto le estaba dando un sermón sobre lo mal que se veía la sensiblería en un ninja. Puede que el fuera de aquellos que consideraba a los de aquella profesión como meras herramientas, con solo un poco mas de valor que los cinceles y martillos con los que solía trabajar. A nivel humano era un punto de vista insultante, pero de alguna forma encajaba perfectamente con el ideal primitivo de lo que era un ninja: una herramienta que estaba más allá de conceptos como el bien y el mal, y de apreciaciones sobre la vida y la muerte.

Y mejor que sea rápido, antes de que el ninja que nos atacó allí afuera quiera terminar su trabajo. ¿Qué busca usted de nosotros, y qué buscan ellos, los que veían desde las sombras como su trampa iba cobrándose una a una la vida de los soldados del Alguacil más vendido de la historia de todo Oonindo?

Habiendo bailado alrededor de la primera pregunta, buscando evadirla parcialmente, tomo un pequeño durazno de una bandeja cercana y le dio un buen mordisco. Todo esto mientras se planteaba lo dicho por el joven azulado.

Te noto un poco alterado muchacho de Amegakure, quizás quieras un poco de cha o darle una probada a mi pipa, aunque puede que la esencia sea un poco fuerte para alguien tan joven como lo eres tú —Al ver la negativa en los rostros de los presentes sonrió y continuo con su hablar—. La verdad es que no sé quien pudo haberlos atacado, pero tengo mis propias sospechas y conjeturas al respecto.

Con aquello dejo su pipa a un lado y se reclino en los cojines con hilo de oro, cruzando los brazos detrás de su cabeza y perdiendo la mirada en la elegante lámpara de cristal que colgaba del techo.

¿Sabes algo, Kaido-kun? —pregunto, usando su nombre como si ya se hubiese presentado—. Creo que Yosehara preferiría que le llamasen el alguacil mejor pagado de todo Oonindo, aunque vendría a ser lo mismo.

Se rio un poco y luego se levanto, tratando de componer un aspecto de suma seriedad antes de hablar.

Me gustaría decir que aquellos sujetos solo querían dinero, un poco de mi fortuna: Realizar un secuestro y ver cuánto estaba dispuesto a pagar —Aquello parecía resultarle gracioso, el que alguien creyese que cedería su oro ante una extorción—. Pero lo más probable es que se trate de alguien que quiere verme muerto… Aunque es una lista incomprensiblemente larga… Digo, no es que me quede mucho tiempo, y parece que quienes me odian quieren conseguir un poco de mi, y arrebatarme la pacifica muerte que la edad me promete.

»Me resulta muy tétrico todo aquello de torturar y hacer sufrir a una persona antes de dejarla morir.

Imagino que se debe de encontrar extrañado sobre esta situación, perplejo sobre el porqué hay tanta gente que le odia con vehemencia. —Su sarcasmo era notable y castigador.

Esto… no, en realidad si lo tengo todo muy claro, y sé que tanto me lo merezco, pero eso no implica que esté dispuesto a renunciar a una pacifica muerte rodeado de todos mis lujos.

Este tipo es insufrible, un sínico y un descarado.

Bien, ya me ha quedado claro que hay mucha gente que quiere darle una muerte que seguro se merece.

Eso es, ya estas entendiendo el porqué no podía simplemente ir a buscarles.

La pregunta es: ¿Por qué razón nos ha hecho venir hasta aquí?

Puedo responder eso con otra pregunta: ¿Qué tanto saben sobre el legado inmortal que fluye por sus venas? —pregunto emocionado, lanzando la interrogante a los tres jóvenes—. ¿saben realmente quiénes son y que representan?
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#87
Akame encajó la réplica del escultor con toda la entereza que pudo, mientras el rostro desencajado y en llamas de Tamaro seguía bien visible ante sus ojos. «Qué sabrás tú de lo que es ser un ninja, vago arrastrado y vividor, alimaña. Si pudiera, te estrangularía con mis propias manos mientras te metía esa pipa por el ojal». Apretó los puños, mas no dijo nada de lo que pensaba. En lugar de eso, tomó aire, expiró lentamente y luego habló.

Es natural, Satomu-san, que el idiota desperdicia una vida mientras que el astuto la aprovecha.

No hablaría más. Su legendaria —a él le gustaba pensar que lo era— calma no debía ser rota por un viejo bizarro y huraño que, evidentemente, no tomaba demasiado gusto por la compañía de otras personas. Más réplicas se sucedieron a medida que el señor Nishijima iba dando estocadas verbales a diestro y siniestro, haciendo gala de su recientemente conocida altanería.

Tras el espectáculo, el escultor se dignó —al fin— a revelarles el propósito de aquel largo y peligroso viaje... A su manera. Akame sonrió con suficiencia, como un alumno aplicado que sabe la respuesta de su profesor y se dispone a exhibir conocimiento delante de toda la clase.

Cómo no saberlo —replicó, aclarándose la garganta—. Por mis venas corre la sangre del legendario Hazama, y del Sabio de los Seis Caminos antes de él. Mi linaje es el Uchiha, la más orgullosa de todas las familias que haya caminado alguna vez por Oonindo. ¿Acaso alguien no conoce nuestra leyenda? —preguntó, hinchado como un pavo real, repleto de sí mismo—. No creo que nisiquiera tú, escultor, seas tan ignorante como para no poder nombrar siquiera a dos de nuestros más gloriosos guerreros. Hombres titánicos que pusieron al mundo entero bajo sus botas.

Soltó todo el aire de sus pulmones en un suspiro. Se había quedado bien agusto.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#88
Alterado no era la palabra más apropiada para describir el comportamiento que estaba teniendo Kaido con respecto a todo aquel embrollo, donde, entre burdas burlas maquilladas de hipócrita cordialidad, el obstinado viejo soltaba cualquier clase de sandez sin ningún reparo a lo que sus palabras, o la forma de compartirlas, pudiera causar en los presentes. Se sentía seguro, tan seguro como el dinero y la seguridad perimetral que abordaba a la inmensa mansión se lo permitía. Incluso se atrevió a restarle importancia al ataque que el grupo hubo sufrido a mitad del camino, desmenuzando las intenciones de los infractores en lo que supuso él se trató de un plan poco elaborado para cobrar por un rescate, de haber sido fructífera la trampa mortal que se cobró la vida de un buen puñado de soldados, pero no así la de ningún shinobi.

Y ese, sin duda alguna, era el punto focal de la invitación, o así lo dejó entrever con las conjeturas personales del escultor sobre lo que pensaba él que significaba ser un ninja. Discurso que por más que tratasen de negarlo, no dejaba de ser verdad. ¿En qué momento la profesión había perdido ese sentido de supervivencia que les permitía actuar con completa negación y pericia para cumplir con sus objetivos, a pesar de las pérdidas que pudieran suscitarse a su alrededor?

No. El problema ya no eran los caídos, ni el maltrecho Yosehara. Ni siquiera tenía importancia el hecho de que Satomu tuviera una gran lista de enemigos en su haber, esperando a que asomara un ápice de intención de dejar su ermitaño encierro para sesgar su vida. Si se lo merecía, o no, ese ya no era el caso.

Finalmente, habló de lo que realmente importaba. Del por qué les había traído tan lejos, y cuál era el objetivo que esperaba lograr con la llegada de los tres candidatos.

Puedo responder eso con otra pregunta: ¿Qué tanto saben sobre el legado inmortal que fluye por sus venas? ¿saben realmente quiénes son y que representan?


Saber realmente quién era él, todo un dilema para Kaido. Respuestas que había estado evitando desde tantos años atrás que en algún momento de su vida, había dejado de importarle. Porque, su adoctrinamiento llegó a tal punto que lo único que importaba era el deber que tenía para con su "familia", los Hozuki, quienes a pesar de los vestigios de su apariencia y de la condición que traía ésta consigo, le habían tendido la mano.

Yarou-dono era la viva prueba de ello. Un caritativo shinobi que por razones desconocidas, se encontraba allí, velando por su pupilo. Pero era Yarou el único que sabía, que más que pupilo, Kaido era más que eso.

Era su sobrino, el hijo de su difunta hermana. Pero eso el gyojin nunca debería saberlo. Por su bien, y sólo por su bien.

Fue entonces cuando los miedos más fortuitos del experto combatiente se hicieron realidad. Aquel hombre estaba indagando en aguas infranqueables, intentando despejar mareas que protegían un secreto capital que estaba allí para proteger a Kaido. El escualo y su mentor se miraron al unísono, sabiéndose ambos entre la espada y la pared. Kaido, por un lado, era consciente de que indagar junto con Satomu era caer en la tentación, sería morder la manzana ofrecida por la serpiente.

Y sin embargo, no podía rechazar la oportunidad.

—En lo personal, me temo que no puedo dar un discurso tan pulcro y motivador como el de nuestro querido compañero aquí presente, el Uchiha. Después de todo, se trata de un clan insignia generalmente importante en los cánones escritos de la historia de Oonindo, sencillamente no hay quien compita con semejante trasfondo histórico... no al menos un burdo gyojin que desconoce de dónde viene, o quienes son sus padres, si vamos al caso.

»De todas formas, nunca me ha desmejorado el no saber más acerca de tales nimiedades. Lo que importa es el jodido ahora. ¿Qué te hace pensar que el motivo por el cual nos has traído aquí me es válido?


Yarou le miró orgulloso, no esperándose aquella respuesta. Y sin embargo, se vio en la plena necesidad de retar al escultor con una mirada amenazante. Intentó discernir, en ese instante, si de verdad aquel viejo intentaba inmiscuirse en el pasado de su pupilo, en su olvidado linaje. ¿Realmente sería capaz de conocer la terrible verdad detrás de la existencia de Umikiba Kaido?
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#89
El consumado escultor intercepto la mirada de aquel que acompañaba a Kaido, y la sostuvo con una indolencia que rayaba en lo sumamente impertinente. Sin embargo, se mantuvo tan relajado como lo había estado hasta entonces, dando esporádicas caladas a su pipa.

He de comenzar desde antes del principio si es que deseo ser entendido —aseguro, mostrando un rostro rígido que, aunque era un tanto molesto, parecía ser la expresión más seria que podía llegar a gesticular—. Recién ahora les estoy conociendo, por lo que nuestras memorias nada tienen en común… Pero puedo asegurar que estamos emparentados por el linaje, por la sangre que corre por nuestras venas. No hablo de una relación filial, me refiero a la del patrimonio que nos ha sido transferido por las generaciones pasadas, a esa naturaleza y conocimiento primitivos que han determinado quienes somos… Y posiblemente quienes seremos.

Satomu levanto su mano y chasqueo los dedos, produciendo un sonido bastante particular. Ante aquello, los sirvientes que se encontraban presentes hicieron una leve reverencia y comenzaron a marcharse. A Kōtetsu le llamo la atención el hecho de que en su primera cuenta calculo que habría unos seis empleados en aquella habitación, pero ahora parecían ser diez, contando a unos cuya presencia recién estaba notando. Puede que fuera su falta de entrenamiento, pues se trataba de guardaespaldas que se habían mantenido mimetizados con la exuberante decoración, en absoluto silencio y quietud.

Increíble… Si fuesen enemigos no les habría visto hasta que me atacaran”, pensó con cierto grado de admiración. Busco algún rastro de sorpresa en los rostros de los acompañantes, pero ni Naomi ni Yarou parecían sorprendidos.

En cuanto todos sus empleados abandonaron la sala, Nishijima se permitió un suspiro que delataba más tensión que alivio. Su cuerpo también lucia más estresado y rígido, y sus ojos paseaban, un tanto nerviosos, por los rostros de sus invitados. Les dio la espalda por un momento y procedió a lanzar cojines de forma descuidada, desenterrando algo que parecía estar escondido detrás de él.

Parece que le hemos puesto nervioso. —De cierto modo, aquello le hacía gracia—. Tiene sentido, es un hombre odiado por muchos y cualquiera de nosotros podría cortarle el cuello antes de que pudiese gritar… Entonces, ¿Por qué ha despedido a sus guardias?

Luego de quitar todo lo que se interponía en su camino, el escultor se giro hacia ellos sosteniendo un pequeño baúl que parecía ser muy pesado. Era de madera oscura, con un diseño sencillo que parecía mas adecuado para viajar que para guardar objetos de valor. A primera vista era algo humilde que no encajaba con la opulenta forma de vida de quien debía de ser su dueño. Deposito la caja justo en frente de donde estaban los jóvenes y, removiendo unos seguros, la abrió lentamente. Un montón de polvo se elevo, dejando al descubierto varios libros y pergaminos de aspecto tan desgastado que era fácil el adivinar que se trataba de objetos centenarios.

Estos escritos relatan el principio de los que nos trajo aquí, la cadena de eventos que comenzó hace unos cien años y la cual planeo darle un merecido final.

»Verán, mi abuelo era un apasionado viajero y filosofo. Gustaba de recorrer el mundo con tanta pasión que se llego a creer que sufría de una enfermedad que le impedía estar mucho tiempo en el mismo sitio. El decía que las más grandes respuestas de la vida no se encontraban al final de esta, sino al contrario: No, tampoco estaban en el camino… Las respuestas eran el camino en sí. Su objetivo era conseguir a gente cuyas vidas fueran esas mismas rutas que él estaba buscando. El buscaba verdades evidenciadas, no por pensamiento lógicos, sino por existencias sublimes que iban más allá de la artificialidad humana, sin dejar de ser humanas.

Dio una última aspiración a la boquilla de su pipa y la dejo descansar cerca de él.

Ahora, ¿Qué esta mas allá del ser humano y aun así sigue siendo humano? Los ninjas, por supuesto. Curiosas manifestaciones de un estado evolutivo difícil de alcanzar, o alguna versión no decadente de una antigua y superior raza.

»El hecho es que encontró a ciertas personas que vivían en las respuestas que estaba buscando. Personajes legendarios que han calado en mí ser artístico con una fuerza superior al sentido común y al escepticismo, al miedo inclusive… Es decir, se encontró con quienes ustedes solían ser, y no hablo de reencarnaciones… Estos son algunos de sus escritos.

Se detuvo un momento, a la espera de las respuestas de quienes debían de escucharle, a la espera de que correspondieran aquel pequeño voto de confianza.

»Se que hasta este punto suena como una locura, pero si están listos para escuchar lo que tengo que decir, gustoso compartiré el conocimiento de mis ancestros.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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#90
Lo que ocurrió a continuación fue más de lo que Akame jamás hubiera llegado a esperar. Como una puerta lejana, sobre una colina verde con el Sol de la tarde escondiéndose tras el horizonte. Como una acogedora posada y una buena silla de madera, y una buena taza de té esperando, humeante, sobre la mesa. Así llegó el discurso de Satomu.

Por primera vez desde que abandonara Uzushio, el Uchiha halló lo que buscaba. No sólo quedó atónito primero, cuando el escultor hizo salir a todos sus empleados y algunos se descubrieron, ocultos como parte de la propia habitación. «Estos no son simples mercenarios». Sino que luego escuchó la perorata del artista casi sin pestañear, atónito, ansioso. Satomu hablaba de antiguos linajes y viejas historias, y por sus referencias, Akame quedó con dos conclusiones.

Primera, que Nishijima o bien estaba versado en el Ninshuu, o bien alguno de sus parientes próximos encajaba en esa categoría. Y, segunda, que el conocimiento que su abuelo le había legado estaba relacionado, probablemente, con la caída en desgracia de las Cinco Grandes Aldeas. Cualquiera de aquellas cosas, por sí sola, ya habría bastado para picar la curiosidad del joven Uchiha hasta límites insospechados. Pero, juntas...

Partí del Remolino sin saber lo que buscaba, y ahora me alegro de haber encontrado, aquí, el tesoro más preciado de todo Oonindo... Conocimiento —anunció el muchacho, dando un paso al frente—. Si de verdad está dispuesto a compartir semejantes historias, serán más que bienvenidas. Ahora bien... ¿Qué quiere de nosotros?
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