Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
De nuevo, un va y ven de impresiones. Un debate entre el egocentrismo del alguacil y la disposición de los shinobi de ser calificados simplemente como una necesidad. Kotetsu siguió con su lengua filosa, y Kaido con su mirada penetrante. Akame, recto y centrado; sintiéndose por encima de discusiones. Noemi, derrochando inteligencia al explicar todo el entramado que el alguacil trató de compartir, y Yarou; receloso, ya consciente de lo que ahí estaba ocurriendo sin la necesidad de que la vasalla de Kotetsu se lo hubiese explicado.
Y es que, como era de esperarse, aquella mansión era custodiada no sólo por un pequeño ejército comandado por Yosehara, sino también por una poderosa técnica-barrera, la cual era sustentada desde el interior por fórmulas de sellado. Bajo circunstancias ajenas, un ataque desde fuera no sería peligro para semejante protección, pero el problema radicaba en que los sellos venían siendo debilitados, uno a uno, desde adentro. Alguien, bien perteneciente a las filas del alguacil, o a la servidumbre de Satomu, era un topo.
—Con que tenemos a unas cuantas ratas entre nosotros, ¿eh? —Kaido le vio la cara a todos, uno por uno, como si de momento la confianza que tenía en ellos hubiese desaparecido—. ¿y entonces qué hacemos? ¿empezamos una cacería de brujas?
—Entonces debemos asegurar el resto de puntos, y rápido. Deberíamos dividirnos y registrar las ubicaciones, verificar que los sellos están intactos. También investigar los que han sido destruidos... Tal vez hallemos algo que pueda aclarar este asunto.
Yarou, para entonces, ya había contabilizado la cantidad de puntos, descartando los marcados y manejando el total de locaciones que aún podían ser protegidas.
—Kaido, Kotetsu y Akame son perfectamente capaces de proteger al menos tres de los puntos que aún no han sido destruidos. Yosehara, administra a tus guardias y adjudícales a tantos como puedas para no correr riesgos. Ahora: ¿quién o quiénes han sido los encargados de levantar la protección? ¿se pueden restaurar los anclajes nuevamente? —indagó, mientras se preparaba para un inminente combate, a pesar de que aún era evitable.
Puede que al principio no entendiese a donde querían llegar con aquello de la barrera, pero pronto se le hizo terriblemente evidente el peligro que estaban corriendo.
—Con que tenemos a unas cuantas ratas entre nosotros, ¿eh? —Kaido le vio la cara a todos, uno por uno, como si de momento la confianza que tenía en ellos hubiese desaparecido—. ¿y entonces qué hacemos? ¿empezamos una cacería de brujas?
Kōtetsu le miro con una medio sonrisa honesta y libre de culpa, y alzo los hombros en aquel gesto que daba entender que no tenía idea de que era lo que debían hacer. Al parecer, dada su expresión serena, la situación no le preocupaba mucho.
—Entonces debemos asegurar el resto de puntos, y rápido. Deberíamos dividirnos y registrar las ubicaciones, verificar que los sellos están intactos. También investigar los que han sido destruidos... Tal vez hallemos algo que pueda aclarar este asunto.
—Kaido, Kotetsu y Akame son perfectamente capaces de proteger al menos tres de los puntos que aún no han sido destruidos. Yosehara, administra a tus guardias y adjudícales a tantos como puedas para no correr riesgos. Ahora: ¿quién o quiénes han sido los encargados de levantar la protección? ¿se pueden restaurar los anclajes nuevamente? —indagó, mientras se preparaba para un inminente combate, a pesar de que aún era evitable.
—Yo tengo conocimientos de Fūinjutsu, así que puedo examinar los anclajes que forman la barrera y tratar de restaurarlos o, en caso de que no pueda, tratar de fortalecerla —Pese a aquella solución, aun se le notaba un poco ansiosa—. Sin embargo, no hay certeza de que sea capaz de hacer algo, pues jamás había trabajado con un arreglo tan complejo.
—… Bien, les daré algunos hombres a cada quien… Los que me quedan, menos los heridos, pues el resto ya está haciendo guardia en los puntos restantes… ¡Y no, no tengo ni idea de quien pueda ser, no soy un jodido detective, por eso les he mandado a llamar!
—¿No ha muerto ninguno de sus hombres desde que llegamos? —pregunto el Hakagurē, haciendo caso omiso de su rabieta.
—… No… los heridos ya están mejor. Inclusive Tamaro-san, que era el que peor pintaba, se ha podido recuperar gracias a la asistencia de uno de los Ninja médico de Satomu… Aunque tiene dificultades para moverse debido a la gran cantidad de tejido cicatrizado.
El peliblanco se giro para contemplar aquel intrincado diseño una vez mas.
—Cielos, son mucho puntos que cuidar —recalco el de ojos grises mientras miraba los planos—. ¿Cómo sabemos cuáles debemos vigilar?
—Vera, mi señor: Hay varias clases de sellos, cada uno con una función distinta dentro del algoritmo que forma la barrera —explico la Miyazaki, tratando usar la menor cantidad de lenguaje técnico posible—. Si la intención del enemigo es destruir nuestra defensa, entonces ira a por los sellos que se encargan de darle forma a la barrera, los que se ocupan de que no haya huecos o grietas. Esos serian estos de aquí. —Tomo una pluma y marco los tres sitios que consideraba más importantes.
—Ya veo… Uno en la piscina interior, otro en la biblioteca principal y uno más en el solario… —Yosehara no se sentía para nada convencido de la selección, pero al no tener conocimientos de aquello no podía utilizar su autoritaria voz para opinar.
—Y hay uno más, este de aquí: en la bóveda del tesoro —Hizo una gran marca en el centro de toda la estructura, en el que parecía ser el sitio más recóndito y de difícil acceso—. Allí está el ancla principal o sello maestro… Si lo destruye la barrera caerá como un castillo de naipes… Si el enemigo se ve puesto en apuros por las medidas que hemos tomado, su contramedida, con total certeza, será terminar las cosas rápido al ir por el punto débil de la barrera.
—¡Maldición! —vocifero el alguacil, molesto por tener que lidiar con una situación más allá de su control—. ¿Y quién defenderá ese punto, acaso serás tú?
—No podría, pues me encargare de investigar los sellos rotos y de tratar de mantener la barrera.
La guardiana del peliblanco se giró y miro hacia Yarou, esperando que aprobase lo que estaba insinuando: Si el enemigo se disponía a acabar las cosas pronto, atacaría aquel punto con todo su poder… Por lo que necesitarían al más fuerte y experimentado resguardando a aquel sitio, pero aquello implicaría que durante el tiempo que estuviese allí no podría cuidar de su pupilo. Aquella era una situación similar a la que Naomi se encontraba, quien no podría proteger de cerca a su señor: Tanto la guardiana como el maestro estarían lejos de quienes debían cuidar, pero cumplirían con la labor de atraer al mayor de los peligros hacia ellos y hallarse en una situación donde podrían pelear sin tener que cuidar de nadie más.
Ahora solo restaba esperar la opinion de los demas.
27/08/2017, 18:43 (Última modificación: 27/08/2017, 18:45 por Umikiba Kaido.)
—¡Maldición! —vocifero el alguacil, molesto por tener que lidiar con una situación más allá de su control—. ¿Y quién defenderá ese punto, acaso serás tú?
—No podría, pues me encargare de investigar los sellos rotos y de tratar de mantener la barrera.
—Yo lo haré —dijo Yarou, y acto seguido, una estela de humo cubrió su diestra; posterior a la realización de un sello especial de clonación. A su lado, emergió una persona idéntica a él, con sustancia y que miró a todos los reunidos como si se tratase del Yarou real.
—Mi Kage bunshin podrá quedarse con ustedes. Cuando averigüéis algo de importancia, o sientan la necesidad de transmitir cualquier información, háganselo saber, y el me lo transmitirá. Yo estaré custodiando la bóveda por si alguien llegase a intentar usar su última carta.
Kaido no lucía tan convencido, no obstante. Pero no iba a ser él quien desacreditara a su mentor.
—Yo me tomo la piscina interior —advirtió certero. Si algo llegase a suceder, el agua le iba a ser de mucha utilidad.
Akame escuchó paciente la conversación entre la guardiana de Kotetsu, el alguacil y el maestro de Kaido. Parecía tres personas de mayor poder y conocimiento discutiendo sobre algo que a él se le escapaba, de modo que simplemente el Uchiha se dedicó a callar y asumir su inferioridad. Aquel sentimiento le provocó arcadas y una gran ansiedad; odiaba sentirse inferior, o fuera de contexto, en algún asunto ninja. Pero así era.
Cuando terminaron y el plan quedó más o menos claro —Yosehara iba a mandar a algunos de sus hombres a que les acompañaran—, llegó el momento de dividirse. Kaido quiso tomar la iniciativa y pidió ir a guardar el sello que estaba en la piscina interior. Akame sonrió. «No se me ocurre nada más al pelo que un pez para vigilar una charca...» Siguiendo su propio chiste, habló él también.
—Yo me encargaré entonces de la biblioteca —aseguró, sonriente—. Es lo justo, ya que Kaido-san va a estar en su entorno, yo querría eso mismo también.
Comprobó con manos ligeramente temblorosas que todo su equipamiento estuviera en su lugar, y luego alzó la vista hacia el alguacil. En su fuero interno esperaba que Akodo Toturi, el veterano soldado que había liderado la defensa de su grupo durante la emboscada en el sendero, fuese asignado a su grupo.
Yarou acepto lo “solicitado” con un simple “Yo lo haré”, y es que no hacía falta decir más. Se mostraba como alguien experimentado, como quien sabe en qué lugar es más útil dependiendo de la naturaleza de la amenaza, una habilidad despreciada por los novatos, pero de suma importancia para quienes ya tienen tiempo en el oficio. Sin embargo, decidió que lo mejor sería dejar un Kage Bunshin que serviría como una extensión de sus ojos y oídos mientras no estuviese presente.
Luego comenzaron a repartirse las ubicaciones que cada quien cuidaría: Kaido reclamo el área de la piscina interior como su punto de vigilancia, mientras que Akame se decantó por cuidar de la biblioteca principal.
—Entonces yo me ocupare de proteger el anclaje localizado en el solario —prometió el Hakagurē.
De pronto la Miyazaki se giró y encaro a aquel trio de jóvenes, para dedicarles unas cuantas palabras:
—Quisiera que tuvieran en cuenta que dar la alarma de sabotaje es más importante que silenciar al agresor —señalo con firmeza y disciplina—: Si se ven superados por su oponente, deben de retirarse y avisar de una presencia enemiga, no se enfrasquen en un combate del cual no puedan salir victoriosos.
Aquello hacía referencia al credo de los ninjas, aquel que dictaba que los objetivos de la misión estaban por encima de cualquier deseo o necesidad individual. El buen juicio también era necesario en situaciones donde las prioridades de los distintos objetivos variaban. En aquel caso en particular, la meta principal era el proteger los sellos, la secundaria dar la alarma de ataque y la tercera era eliminar a los atacantes.
“Claro, las prioridades pueden cambiar según la situación… Pero al final todo se define en mantenernos con vida”.
—Entonces, con eso quedan definidos los puestos y funciones de cada uno —sentencio Yosehara, con voz autoritaria—. Este será el punto de reunión clave en caso de que suceda algo. Por aquí están algunos de mis soldados, cada uno de ustedes puede seleccionar dos para que les acompañen como apoyo. —Un ofrecimiento generoso, teniendo en cuenta que entre aquellos disponibles estaba el buen Akodo Toturi. Pero en el caso de ninjas más habilidosos y experimentados, como lo serian Naomi y Yarou, un soldado o dos de infantería resultarían ser solo un estorbo, alguien a quien proteger y que entorpecería su desenvolvimiento—. Eso es todo. ¡A trabajar!
Cuando recogían los mapas, y cuando ya estaban a punto de retirarse, al peliblanco le asaltaron un par de interrogantes:
—Tengo una duda, Yosehara-san —dijo, con voz suave y baja—: Siendo que somos ninjas, ¿no sospechaste de que nosotros pudiésemos ser los saboteadores?
Aquella pregunta se presentó tan inadecuada como lanzarle fruta a un iracundo gorila de las montañas. Sin embargo, el alguacil se mostró extrañamente calmado.
—No es que confié en los de su clase, pero en esta situación estoy rodeado de ninjas —reconoció con molestia—: El identificar sospechosos por mí mismo equivale a buscar una serpiente venenosa en un pastizal oscuro… Prefiero dar la alarma general y que entre ustedes mismos se vigilen —declaro, en un extraño episodio de inteligencia—. Además, no confió en los que sirven a Satomu más de lo que confió en ustedes o en cualquier otro extranjero.
—Eso es decir mucho, Yosehara —dijo una voz desconocida, perteneciente a un hombre cubierto de negro que ahora se acercaba hacia el grupo—. Tengo años sirviendo al escultor y siempre he cumplido con mi trabajo, y tú lo sabes.
—Pues, ahora, parece que tu trabajo está siendo un tanto mediocre: No puedes ni pillar a un simple saboteador ni cuidar el área que resguardas —se burló con sonoro desdén.
—Tu sí que sabes de trabajos deficientes: No me imagino mayor experiencia que la de aquel pobre intento de escolta… Me parece algo muy poco digno del alguacil que pretendes ser —respondió, certero y venenoso.
—¡Que te den, imbécil! —Y con aquella exclamación se retiró a cumplir con su guardia.
El muchacho de ojos grises le miro con curiosidad, tratando de ver algo a través del largo velo y ancho sombrero negros que ocultaban su rostro.
—Y usted es… —dudo la guardiana del muchacho.
—Mi nombre es Oomija Tsunenobu, y soy el jefe de seguridad del escultor.
—Entonces es usted quien nos ha estado vigilando tanto tiempo y tan de cerca —alego la Miyazaki.
—Lo lamento, el causarles incomodidad, pero esa es parte de mis labores… Bueno, de las que si he podido cumplir —se excusó, con notable pesar.
—Puedo notar que es un ninja, uno bastante diestro. ¿A qué aldea pertenece?
—Mi contrato con el señor Nishijima Satomu es de carácter privado, ya que jamás he estado afiliado con ninguna aldea ninja.
—Ya veo…
—Entonces es un trabajador informal —atajo el Hakagurē, lleno de inocencia y curiosidad.
—Algunos prefieren el término “mercenario”, pero si, también podría decirse que soy un “trabajador informal” —acepto, con un leve suspiro que trataba de ocultar lo herido de su orgullo.
—Entiendo… Bueno, Oomija-san, ¿no deberíamos de informarle a nuestro hospedador de la actual situación?
—Me gustaría que evitaran hacer eso. El señor Satomu está trabajando en sus esculturas y no suele tomarse nada bien aquellos sucesos que puedan afectar de cualquier forma su labor artística… Si se altera, las cosas pueden ponerse feas, no sé si me entienden —les dijo, dándoles a entender que el también sabia de la extraña condición de Nishijima, y que era consciente de que ellos ya se habían enterado.
»Pero con aquello no busco el que ustedes callen mis errores… Esta infiltración ha sido mi completa y absoluta responsabilidad, y llegado el momento asumiré el peso total de mis fallos frente a mi empleador, pero eso será luego de que resuelva este asunto —declaro, con una profesionalidad y una determinación abrumadoras—. Después de todo, en este negocio vivimos es de nuestra credibilidad; si quedamos mal, lo perdemos todo.
—Eso está muy bien… creo, pero, ¿usted qué hará para colaborar? —pregunto el peliblanco.
—Aun no podemos asegurar la naturaleza del peligro que se cierne sobre nosotros, por lo que mi intención es doblar las guardias y mantener el estado de alerta al máximo —les explico—. Eso implica que no podre mantenerles vigilados y hacer las rondas al mismo tiempo… Y bueno, no soporto delegar mis deberes a otros, pero dadas las circunstancias, cuento con ustedes para proteger este sitio.
El sujeto hizo una reverencia moderada y procedió a retirarse para continuar con su tarea de vigilancia, dejando sobre los hombros de aquellos extranjeros gran parte del fatigoso peso de la presente situación… Un tanto injusto, aparentemente, pero así era la vida de los ninjas.
Y asi era como daba comienzo aquello, aquella parte de la historia en donde se decidía si se aproximaba un fin inminente o una temporada de tribulaciones: Si morían, se convertirían en parte de una historia que sería narrada por desconocidos que con el tiempo les olvidarían. Si sobrevivían, tendrían un día más para narrar aquella historia y toda una vida para rememorarla.
—¿Saben algo? Desde que vinimos a este sitio he tenido una creciente sensación de que algo grande y peligroso nos espera, y parece que ahora está justo aquí, frente a nosotros… —reconoció, paseando su gris mirada por sus cuatro acompañantes—. Me resulta tan inquietante como emocionante; no solo nos colocáremos en una situación peligrosa, sino que también nos pondremos a prueba.
Aquella era la misma sensación que había tenido antes de que una coalición de bandidos atacara su pueblo… Ahora esperaba que el resultado no fuese el mismo, que la victoria no resultase tan costosa, pero si igual de satisfactoria.
—Bueno, creo que solo queda ir a nuestros puestos —aseguro con voz firme pero serena, sabiendo que para los ninjas, en un momento como aquel, cualquier otra palabra sobraba.
El joven de ojos grises se dio la vuelta y con su mano hizo un gesto a un par de reclutas que yacían cerca de allí, un arquero y un lancero. Aquellos dos serian quienes le acompañarían en su tarea de protección. Los demás también tendrían la libertad de seleccionar a un par de soldados para que les sirviesen como apoyo.
“Imagino que así es como debe ser la vida de un verdadero ninja; peligrosa, impredecible, vibrante...”, pensó mientras se retiraba en tranquilo silencio, de camino a su puesto.
Oomija Tsunenobu era el nombre del último personaje —desconocido por Akame hasta ese momento— en entrar en escena. «Desde luego, parece la clase de tipo que podría encargarse de manejar los espías y la información», caviló el Uchiha. Sus ropas, su voz, su forma de expresarse. El shinobi "informal" —como le había llamado Koutetsu— era la viva imagen del fantasioso ninja, el que manejaba los hilos desde las sombras y tenía oídos en todas las paredes.
Cuando habló, Akame sintió un escalofrío. No le daba buena espina... Aunque quizás eso fuese positivo. El trabajo de Oojima parecía basarse en no dar buena espina.
Sea como fuere, al final el jefe de espías de Satomu acabó por contarles lo que Yosehara no había querido —o podido—. El gennin escuchó con atención, y cuando la conversación hubo finalizado, todos se dispusieron a ir a sus puestos.
Akame, antes de nada, se acercó al grupo de hombres que el alguacil había puesto a disposición de los gennin y señaló con el dedo índice a Akodo Toturi y al tipo que estaba junto a él. Los dos soldados se ajustaron las correas de la armadura, comprobaron que sus espadas estaban bien ceñidas en el cinto y luego le siguieron naginata en mano.
—Parece que vamos a combatir juntos de nuevo, Akame-san —le saludó Toturi, con una levísima inclinación de cabeza que más quería decir camaradería que respeto.
—Así es, Toturi-san —respondió el Uchiha—. Aunque esta vez tengo menos claro quiénes son nuestros enemigos.
Cada quién expresó su opinión, y dejaron entrever sus preferencias respecto a los puntos que cada uno quería proteger. Akame no tardó en secundar al escualo, eligiendo la biblioteca; y Kotetsu quedó en el solario por simple descarte. A su vez, un nuevo personaje formó parte de una acalorada conversación sobre la confianza y la posibilidad de que ellos, los ninja; fueran quienes estuviesen detrás del asedio interior que estaba viviendo la fortaleza de Satomu, y no así otros.
Yarou entrevió que discutir sobre eso no llevaría a nada, aún y cuando podía increpar a cada uno de los presentes sobre su posible participación en el saboteo de la barrera protectora. Lamentablemente, no contaba con el tiempo suficiente para gastar sus energías en tan fatídica tarea, siendo que proteger ahora los puntos señalados era un objetivo más que prioritario por sobre todas las cosas. Por sobre Satomu, por sobre el alguacil y por sobre el mercenario. Era mucho más sencillo pensar en tener que derrotarlos a ellos tres para salvaguardar el bienestar de Kaido, que tener que enfrentar lo que fuera que les estuviesen acechando desde el exterior. Como aquel hombre de la montaña, que les observaba durante su trayecto hasta la mansión del viejo artista.
Así que, sin ánimos de perder más tiempo, Yarou fue el primero en partir hacia su localización; dejando tras suyo a su clon, que habría de ser asignado al escuadrón que más le necesitase.
Kaido también haría lo propio, junto con los soldados que estuvieran dispuestos a acompañarle. A los que también aprovecharía a dar un pequeño discurso motivador.
—Bien, panda de buenosparanada, aquellos dos que quieran venir conmigo necesitan saber nadar, ¿vale?
Teniendo ya a su comitiva, tronó sus dedos y se embarcó hasta los linderos de la piscina. Tan expectante como si aquello se tratase de una peligrosa misión rango A.
Los días que siguieron a la reunión estratégica de emergencia fueron relativamente calmados, pues aunque el supuesto enemigo se había mantenido en total inactividad, la tensión en el ambiente se había asentado de forma pesada. Todos estaban a la espera de que ocurriese algo grande y peligroso, sin saber que podía ser, pero conscientes de que no podría ser nada bueno. El único que parecía ser ajeno a todo aquella guerra fría era el propio Nishijima Satomu; se pasaba las horas en una reclusión autoimpuesta dentro de su taller, tomándose pequeños descansos solo para asearse y comer, y solo cuando su proceso creativo se veía interrumpido por el gruñir de sus entrañas o por el hedor de sus ropas. Y es que aquel hombre no sabía nada sobre la batalla que se estaba fraguando a su alrededor. Pero, ¿hubiese cambiado algo el que lo supiera? Probablemente no; para el daba lo mismo que a las afueras de su taller estuviesen destripando y empalando a su empleados, siempre y cuando nada interrumpiese su trabajo… Resultaba muy curioso aquello: Un hombre capaz de conferirle a la piedra humanidad, mientras su ser padecía una seria carencia de la misma.
Aquel largo tiempo no fue solo de ocio, pues sirvió para realizar toda una serie preparativos: Las guardias habían intensificado su rutina, apoyados por los heridos que ahora se encontraban mucho mejor. Incluso el malherido Tamaro, en contra del consejo de todos, se había unido tozudamente a las guardias de medio tiempo, pues si bien sus quemaduras le impedían pelear, aún era capaz de emitir los alaridos suficientes como para dar la alarma, como cuando le alcanzo aquella bola de fuego de perdición. Por su parte, los invitados ninjas tuvieron la oportunidad de reconocer y estudiar el sitio que debían de cuidar. Si alguna amenaza se hacía presente, contarían con la ventaja de conocer el terreno. Aquello ayudaría a contrarrestar el posible factor sorpresa de un ataque intempestivo.
El tiempo que estuvieron como guardias les revelo la naturaleza de aquellos espacios:
La biblioteca era un sitio enorme y sobrecogedor, repleto de numerosos estantes ornamentales que yacían acomodados de forma que emulasen un pequeño laberinto de oscura madera y coloridas portadas. La cantidad de libros era tan basta que incluso haciendo uso de alguna capacidad visual aumentada resultaría agotador el contabilizar todos los tomos. La decoración resultaba simplemente elegante e intelectual, acompañada por los bellísimos decorados de cientos de documentos que trataban de todos los temas. Muchos se veían antiquísimos, y aun así parecían no haber sido tocados nunca.
La piscina era tan grande que emulaba un pequeño lago, y tan honda en algunos puntos que el fondo se veía oscuro y lejano. La decoración resultaba un tanto ostentosa, con aquellas múltiples fuentes colocadas a intervalos regulares y con formas de personas en posturas exageradas. En la orilla profunda tenía un trampolín bastante alto, cuyo estado de soledad resaltaba el curioso frio y silencio que había en aquel lugar. También resultaba extraño ver sobre la superficie lo que parecían ser pequeños mueble flotantes esculpidos en una piedra sumamente ligera y porosa, moviéndose erráticamente como olvidadas embarcaciones fantasmas.
El solario resulto ser una enorme estructura de acero y cristal que se elevaba por sobre el palacio del escultor, como una misteriosa corona. Allí había pocos muebles, pero mucha paz y quietud. Se podía ver absolutamente todos los alrededores: Altas montañas lejanas, el mar de nubes transitando plácidamente a su alrededor, el amanecer y el anochecer como espectáculos maravillosos, la profunda oscuridad de aquel océano nocturno y la acogedora y fría luz de la luna y las estrellas. Era un sitio para sentirse tranquilo, aunque para algunos el continuo y triste sonido del viento abrazando la estructura resultaba inquietante, como un lamento eterno. Aunque el Hakagurē encontraba todo aquello como algo bastante acogedor.
***
Y así pasaron aquello días infructuosos… Infructuosos porque no solo no había rastro del enemigo, sino que estaban lejos de solucionar la situación: Naomi no había sido capaz de reformular los sellos, pues eran de demasiada complejidad para su nivel de conocimiento. Tsunenobu había mantenido sus muchos ojos abiertos en todo momento, pero no había conseguido dar con ningún movimiento o situación extraña. Y el clon de Yarou se mantenía en constante espera cerca del punto de reunión, casi olvidado por el paso de los días.
Hasta que de pronto paso algo... algo terrible:
Yosehara se encontraba en su ronda típica, mientras acompañaba al ahora lisiado Tamaro durante las pocas horas que podía estar de pie. Se dirigían a verificar que todo estuviese en orden en el corazón de la mansión, la bóveda, el sitio vigilado por Yarou. El lisiado tenía que hacer un gran esfuerzo para cargar con la masa de cicatrices que cubría la mitad de su cuerpo, y para seguir los grandes y presurosos pasos del alguacil, que solía dejarlo atrás constantemente.
El veterano ninja de Amegakure debía estar en calmada guardia mientras se mantenía atento al gran sello grabado en el suelo que ahora vigilaba.
De pronto podría escuchar como en el pasillo que llevaba hasta aquella zona se emitían unos gritos ahogados, el sonido del metal chocando contra el metal y el gorjeo de alguien que se ahoga en su propia sangre. Como si hubiese visto el infierno con sus ojos mortales, Tamaro atravesó la pesada puerta de la estancia tratando de correr, pero solo logrando cojear patéticamente. Se le veía con varias heridas y enormes manchones de sangre. Estando en aquel estado de pánico se acercó hasta el ninja guardián y se apresuró a balbucear un montón de palabras entre las cuales solo se pudo distinguir que Yosehara y él habían sido atacados.
Se le debió de hacer evidente que la paciencia del enemigo había llegado a su límite, y que había optado por atacar el corazón de su objetivo. Sin embargo, el camino que llevaba hasta allí era único —el seguramente ya se habría asegurado de ello—, por lo que los enemigos solo podrían aparecer por el mismo sitio ensangrentado por el cual había pasado Tamaro… Tamaro, aquel sujeto ahora inútil y deforme… Tenía que reconocer que si alguien había atacado por sorpresa y derrotado al fuerte y paranoico de Yosehara, debía de tratarse de gente competente, y aquel pobre intento de guardia solo serviría como distracción, o para que lo cogieran como rehén.
No tendría otra opción que permitir que aquel manojo de cicatrices y nervios se escondiera en una esquina y se hiciese el muerto o el invisible hasta que todo pasara, de manera que no fuera una carga.
Pero es que las cosas estaban lejos de terminar…
Acompañado por un rastro de sangre y lamentos agónicos, Jokei apareció en la puerta, arrastrándose como bien podía. Parecía casi muerto cuando con urgencia fatal llamo a Yarou:
—… Nin… Ninja… —Las palabras se ahogaban en la sangre que manaba de su boca. Y Tamaro grito a espaldas de Yarou, pidiéndole que ayudase a su jefe.
¿Aquello parecía una trampa en todo sentido? Que dejen escapar a un aliado moribundo y necesitado de ayuda luego de un brutal ataque… Tenía tan poco sentido como posible era que el alguacil hubiese abatido a algún enemigo y ahora se encontrase allí, falto de ayuda.
***
Mientras, en la parte de afuera las cosas no pintaban mucho mejor: La ronda del grupo exterior estaba dos minutos retrasados en su informe…, y a Oomija Tsunenobu aquello no les gustaba. Abrió un pequeño pergamino, y al colocarle unas cuantas gotas de sangre de un frasquito se activó el jutsu allí sellado. Se trataba de una técnica que le permitía monitorear el estado vital de aquellos que tuviesen el sello emisor, y se lo mostraría de forma gráfica sobre el pergamino. El único inconveniente es que necesitaba la sangre de la persona a verificar, además de que causaba jaqueca y para el enemigo era posible saber el estado del ejecutor si lograba invertir la función del sello emisor.
Reviso… y lo que le helo la sangre no era el ver que sus tres expertos oteadores fuera del castillo yacían muertos desde hacía una hora… No, lo que le helo la sangre fue el hecho de que él mismo estaba siendo monitoreado desde el instante en que ellos murieron… En todo aquel tiempo el enemigo había sido consciente hasta de cuantas veces había parpadeado.
El rostro de Oojima se heló tras el velo que lo cubría. Fue sólo un instante, un momento de debilidad antes de recuperar la frialdad y dureza que le caracterizaban... Aunque nadie pudiese verlo en circunstancias normales. Tomó el pergamino y con un rápido movimiento lo arrojó sobre una de las lámparas que ardían junto a él, cortando la conexión con el Fuuinjutsu de monitoreado.
No le hacía falta. Tenía otros medios; se tocó el dorso de la mano izquierda, y de la fórmula de sellado que estaba allí grabada con tinta negra salió un kit de dibujo. Desenroscó la tapa del tintero, tomó el pincel, abrió el pergamino y su mano diestra empezó a dibujar con habilidad. Al poco un total de ocho ratones salieron del papel, cobrando vida, y Tsunenobu los dirigió hacia las localizaciones prioritarias.
Tres de ellos fueron a las localizaciones de los sellos que todavía —esperaba Oojima— estaban intactos, uno a cada una. Otro fue hacia donde aguardaba el jounin de Amegakure, Yarou. Otro se dirigió hacia el estudio de Satomu, un sexto fue en busca de lo que quedase de la ronda del grupo exterior y otros dos se dirigieron hacia las ubicaciones de los oteadores exteriores.
Los pequeños roedores de tinta recopilarían información sobre la situación en cada uno de los puntos y volverían para entregársela.
Luego, Tsunenobu dibujaría una figura de sí mismo en el pergamino, que también saldría despedida del mismo con un chorro de tinta. El Sumibunshin se formaría al momento. Mientras el verdadero Oojima abandonaba aquella ubicación para situarse en un punto más alto y seguro —tras guardar su kit de dibujo entre sus ropas—, su clon se quedaría allí haciendo las veces de cebo.
Al fin y al cabo, quien quiera que fuese que había invertido su Fuuinjutsu de monitoreado, sabía que él estaba allí. Se llevó una mano a la oreja y tocó el botón de su comunicador y buscó establecer contacto con cuantos observadores quedaran en sus puestos.
PV:
200/200
– CK:
231/270
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-24
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-15
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reg. dividida
–
Inventario visible
Kit de dibujo (x1)
Comunicador excepcional (x1)
¤ Chōjū Giga: Nezumi to Sakana ¤ Dibujo Imitador de Súper Bestias: Ratones y Peces - Tipo: Ofensivo, Apoyo - Rango: C - Requisitos: Sumijutsu 20 - Gastos: 3 CK (Maximo 8, divide regen. de chakra) - Daños: 5 PV - Efectos adicionales: Los ratones y peces con capaces de ver y escuchar para recopilar informacion. - Sellos: - - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: Cada animal es de máximo treinta centímetros y pueden alejarse del usuario sin ninguna restricción.
La técnica más característica de la especialidad del Sumijutsu. El ninja infunde chakra rápidamente a la tinta con la que dibuja diversos animales en sus pergaminos. En el momento en el que se retira el pincel, los dibujos saltan desde el pergamino, crecen en tamaño y actúan de acuerdo a la voluntad del usuario. Al estar constituidos por tinta, un sólo golpe basta para disiparlos, pero son increíblemente útiles para los ataques sorpresa, la discreción y la comunicación. El ejecutor de la técnica es capaz de convertir palabras escritas en pequeños animales que viajan a toda velocidad a su destinatario y, al llegar a su destino, se revierten en forma para formar la escritura. Esta técnica permite el uso de pequeños animales terrestres, como ratones; o acuáticos, como peces; para perseguir a un objetivo y recabar información que regresará al ejecutor junto con el animal en cuestión y cuya informacion se plasmara en un pergamino a modo de texto especificando la informacion recopilada.
¤ Sumi Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de Tinta - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Sumijutsu 40 - Gastos: 15 CK + X CK (< 1/2 CK total) por clon (máx. 1 por cada 10 de Inteligencia) - Daños: - - Efectos adicionales: Clon real con X CK. Los clones son capaces de mantenerse en contacto unos con otros, y con el original - Sellos: - - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: Pueden alejarse del usuario sin ninguna restricción
El ninja infunde chakra rápidamente a la tinta con la que dibuja diversos dibujos sobre si mismo en sus pergaminos. En el momento en el que se retira el pincel, los dibujos saltan desde el pergamino, crecen en tamaño y actúan de acuerdo a la voluntad del usuario. Los clones de tinta carecen de voluntad propia, sin embargo están conectados con el resto de clones y al usuario, pudiendo manipularlos incluso sin estar presente en la posición de dicho clon. Sin embargo, controlar varios clones supondrá un nivel de concentración alto provocando que manipular más de dos sea un reto, haciendo que su atención se centre en su control y dificultando así el control sobre ellos, e incluso sobre sí mismo. Estos clones pueden aguantar golpes menores e incluso resistir el embate de hasta tres armas menores disolviéndose en tinta al ser derribados. Sólo pueden usar técnicas de Sumijutsu. Los clones devuelven el chakra al original una vez deshechos, y no devuelven información ninguna con ese chakra, a no ser que el clon la haya transmitido antes de morir. El usuario será capaz de saber cuándo un clon ha desaparecido, gracias a las conexiones que mantiene con ellos.
9/09/2017, 21:19 (Última modificación: 9/09/2017, 21:28 por Umikiba Kaido.)
Durante los días siguientes, Kaido se avocó a su labor como casi nunca lo había hecho. Era, quizás, la primera vez en la que se sentía como un verdadero shinobi, dispuesto a enfrentar un gran peligro y a salir airoso de ello. No obstante, nada le aseguraba que su punto fuera a ser atacado —habiendo unos otros tanto, y el más importante, además, el que cuidaba Yarou— y las noches pasaron sin ningún tipo de contratiempo, lo que le permitió al escualo estudiar el área de la piscina, ubicarse bien y tratar de idear buenas estrategias en relación con la posición que pudiese ocupar aquí y allá, de llegar a suceder algo.
Tanto que, antes y también ese mismo día, ocupó la alta cumbre del trampolín. Sentado pacientemente en todo el borde del mismo, desde un punto tan alto que podía ver toda la piscina, incluso la única entrada. Desde ahí nada se le podía escapar de sus ojos, o eso esperaba él.
. . .
Para el experimentado Jonin, sin embargo, los días venideros se transformaron en una palpable ventaja. Y es que a pesar de que tenía la impresión de que el enemigo aún no había hecho acto de aparición a fin de darle al grupo de defensa un falso sentido de seguridad, él lo aprovecharía como mejor pudiera: haciendo de la bóveda tan suya que no habría nada que no se moviera en su interior sin que él lo supiese. Cada rincón, cada peldaño, cada estructura. Todo estaba ubicado según sus pretensiones, y esa era la total seguridad de ese punto de anclaje.
Pero la espera terminaría finalmente de una forma que ni el mismísimo Yarou se hubiese podido imaginar. Y es que desde el pasillo exterior, el lisiado de Tamaro se asomó renqueante en un infructuoso intento de correr hacia los linderos del experimentado shinobi de Amegakure, luego de que se escuchara en un poderoso eco el sonido tan característico de dos armas chocando entre sí. Éste, sin embargo, no le permitió acercarse del todo; y a pesar de que escuchó atentamente lo que éste intentaba compartir con él, también entre tanto analizaba el aspecto del hombre, de pies a cabeza. Cada cicatriz, cada gesto. Comparándolos con aquellos que recordaba de antes de su aparición.
Si resultaba no haber ninguna incongruencia, lo dejaría entrar, y movilizarse a su esquina en la que se acurrucaría como un perro herido.
Más atrás, sin embargo, Jokei también haría acto de aparición. Con la boca borbotando sangre, moviéndose a través del suelo como un gusano sin manzana. Ninja, le llamó, evidenciando que tanto él como Tamaro habían sido emboscados en el pasillo.
Yarou se movilizó hasta el Alguacil y le tendió la mano, viéndole a los ojos.
—¿Quién? ¿quién te ha hecho ésto?
PV:
240/240
– CK:
300/300
–
3 AO
–
Inventario visible
Uchigatana x2
Chaleco Militar
. . .
Aquel Kage bunshin, que habría estado o con Naomi, o con algún mensajero importante; habló:
—Yosehara y Tamaro han sido emboscados llegando a la bóveda. Comuníquenlo urgente a todos los guardias, ¡rápido!
Aguardaría respuesta, e información que pudiera ser de importancia. Luego, desaparecería.
—Yosehara y Tamaro han sido emboscados llegando a la bóveda. Comuníquenlo urgente a todos los guardias, ¡rápido!
Aquel ominoso mensaje fue captado por un grupo de guardias estacionados en el previamente acordado punto de reunión. Antes de que el clon desapareciera, aquellos cinco sujetos salieron corriendo, cada uno en dirección a un punto distinto para hacer llegar semejante información a quienes más debían de tenerla, los ninjas.
***
—¿Quién? ¿quién te ha hecho ésto?
Yosehara apenas podía mantenerse consciente debido a la gran cantidad de sangre que había perdido. El que aun estuviera vivo resultaba sorprendente, teniendo en cuenta que un puñal yacía enterrado en su espalda… Pero teniendo otras heridas resultaba obvio que le habían subestimado y que aquel primer ataque a traición no había bastado para matarle. Demasiado testarudo como para permitir que lo asesinaran tan fácilmente, algo muy esperable de aquel enorme sujeto que ahora se encontraba determinado a hablar.
—Ha sido… —Su voz era débil y trémula, pero se podía entender claramente lo que decía si se estaba lo suficientemente cerca—. Cuidado… —dijo, tratando de alzar la mano hacia la bóveda como si estuviese a punto de desfallecer, pero en realidad estaba haciendo un último esfuerzo para hablar con su antigua voz cavernosa—. ¡Ha sido el maldito de Tamaro!
Grito aquello, y un abundante roció de sangre salió de su boca mientras quedaba inconsciente.
A las espaldas de Yarou, el lisiado traidor yacía justo sobre el sello maestro, con su mano buena elevando una extraña esfera de piedra. Se hacía obvio que tenía intenciones de blandirla contra el suelo mientras el ninja estuviese ocupado con el alguacil. A aquellas alturas no era muy difícil imaginar lo que estaba tratando de hacer; estaba tratando de condenarlos a todos… Solo quedaba esperar a por algún milagro que le detuviese.
***
Una de las eficientes criaturas de tinta de Oojima llego al centro del palacio, hogar del sello maestro, justo a tiempo para presenciar la inconcebible traición de Tamaro. El estrés causado por toda aquella información seria enorme, más aun por que las creaciones que había enviado fuera del palacio acababan de ser eliminadas, todas en un mismo instante… un instante que vasto para notar que algo, o alguien, se acercaba muy velozmente hacia la mansión del escultor.
Teniendo en cuenta el nuevo parche, deberiamos de reajustar los puntos de las fichas.
—Ha sido… —susurró, apenas con fuerza. Su voz le delataba; ahí en donde había habido alguna vez un poderoso alguacil, era ahora un manojo de sangre y decadencia con la vitalidad rehuyéndole del cuerpo. Pero su voluntad de cumplir con su cometido le permitió no sólo señalar el peligro inminente, sino desvelar el umbral de traición detrás del que se escondía Tamaro—. ¡ha sido el maldito de Tamaro!
La inminente verdad sobre el lisiado le terminó de confirmar sus sospechas. El traidor intentaría aprovechar la única ventana de distracción que tendría alguna vez frente a Yarou para acercarse hasta el sello maestro y destruirlo de una vez por todas. Con un extraño aunque entrañable artilugio esférico en mano, dispuesto a acabar con la capa protectora que mantenía los peligros externos lejos de la seguridad del interior de la mansión de Satomu.
Pero Yarou era un hombre precavido, y hombre precavido podía valer por dos, o tres; según cuantos clones pudiera éste crear. Y es que el jonin que tendía, aparentemente, su mano al alguacil, no era sino una muy bien planeada distracción. El Yarou real se había en lo más alto de la bóveda, aferrado a su techo con parsimonia y envuelto en las sombras nacientes de la poca luminosidad que podía haber ahí arriba, a la espera de un subterfugio similar. Está de más decir que decidió actuar apenas la revelación de Yosehara le dio luz verde para ello.
Así pues, antes de que Tamaro pudiera hacer uso de aquella esfera, el brazo derecho del jonin ya se encontraba balanceándose por detrás del traidor, en diagonal; y su filosa y preciada Uchigatana ya acariciaba el brazo de Tamaro, a nivel de la muñeca. La hoja hizo el trabajo por sí sola, y cercenó en un corte limpio la extremidad del traidor que sostenía la esfera.
Al mismo tiempo, su zurda atajó el anti-sello antes de que éste tocara el suelo, mientras su mizu bunshin protegía atento la entrada de la bóveda, junto a Yosehara; sin preocuparse de lo que podía estar sucediendo a su retaguardia.
—Así que has sido tú, todo éste tiempo; Tamaro-san.
PV:
240/240
– CK:
136/300
–
-14 CK
–
Regen. dividida
–
1 AO
–
Primera AO revelada: El Yarou junto a Yosehara era un Mizu bunshin. Segunda AO revelada: El Yarou real se encontraba camuflado en lo más alto, a la espera de actuar.
Inventario visible
Uchigatana x2
Chaleco Militar
¤ Mizu Bunshin no Jutsu ¤ Técnica del Clon de Agua - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Suiton 40 - Gastos: 10 CK + X CK (divide regen. de chakra) (máx. 1 por cada 10 de Inteligencia) - Daños: - - Efectos adicionales:
Crea un clon de agua con 10 PV de resistencia y X CK (X < 1/2 CK total del usuario)
(Suiton 80) Crea un clon de agua con 20 PV de resistencia
- Sellos: Tigre - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones:
El clon no puede alejarse más de 20 metros del usuario
Puede surgir de cualquier masa de agua estancada o del usuario a menos de 5 metros de distancia
La técnica del clon de agua es similar a la de los clones de sombra, y sin embargo en ésta se crean clones hechos en su totalidad por agua que poseen una fracción del poder del original. Puesto que es un clon sólido, puede realizar tareas de todo tipo, aunque sus armas son de agua y no causan daño alguno. El clon puede realizar cualquier técnica de tipo Suiton, y no puede alejarse más de cierta distancia de su original. Cuando mueren, se deshacen en un chorro de agua que deja un charco. El clon puede crearse desde cualquier lugar de una superficie de agua que se encuentre a menos de 5 metros de distancia. Cuando el clon se disipa, el chakra que le queda vuelve al usuario, pero éste no recabará ninguna información. De hecho, su cuerpo aceptará la energía de forma inconsciente y ni siquiera se percatará de que su clon ha desaparecido.
¤ Sunshin no Jutsu ¤ Técnica del Parpadeo Corporal - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Ninjutsu 40 - Gastos:
14 CK/20 metros
52 CK para huir de un combate
- Daños: - - Efectos adicionales: Cada uso restará 10 puntos de aguante durante los próximos 5 turnos - Sellos: Carnero/una mano - Velocidad: Instantánea
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
Cuando el ratón volvió con la información hacia donde se encontraba Oojima, éste tuvo claro que algo estaba yendo muy mal. Demasiado mal. El resto de sus criaturas habían sido destruídas por lo que carecía de información sobre lo que ocurría en las afueras de la mansión. Sólo tenía claro que quien quiera que fuesen los que les atacaban, eran hábiles.
Tocó el interruptor de su comunicador con el dedo índice derecho y habló a todos los hombres que quedaban vigilando la mansión-fortaleza.
—Se ha dado la alarma a todos los efectivos. Yosehara-san ha sido emboscado en la bóveda, el jounin de Amegakure está allí. Tamaro nos ha traicionado —trataba de ser conciso y concreto—. Todos alerta, quiero que los destacamentos se desplacen a todas las entradas exteriores y a las entradas de la mansión, si ven algo mínimamente sospechoso comuníquenmelo.
»Nuestra prioridad es conservar la integridad de los sellos y proteger a Nishijima-dono.
Una vez alertado a todos los soldados del recinto, era hora de recopilar algo más de información. Sin salir todavía de su escondite —Oojima, pese a su maestría con las técnicas de espionaje y sigilo, no era el mejor combatiente del mundo—, envió a su clon a donde se encontraba el shinobi de nombre Yarou. Dado que estaba conectado sensorialmente con él en todo momento, podría usarlo como conducto para entablar conversación con el ninja.
—
El clon se aproximó a Yarou a paso ligero.
—Yarou-san, debemos interrogar a este sujeto. Algo, o alguien, se acerca a toda velocidad hacia el perímetro de la mansión. Los centinelas exteriores han caído todos.
Dado que el Sumibunshin no podría hacerlo —sus armas eran de tinta y no hacían daño alguno—, esperó a que el jounin de la Lluvia diera el primer paso.
Aquel frio filo cayo impiadosamente, y luego fue la única mano sana de Tamaro la que golpeo el suelo con un abundante roció de sangre, cercenada limpia y velozmente, agarrotada como si aún estuviese sosteniendo el abominable objeto que planeaba esgrimir contra el sello maestro, aquel que mantenía la barrera protectora de tan opulento palacio.
—Así que has sido tú, todo éste tiempo; Tamaro-san.
Aquel despreciable y deforme sujeto no respondió; se limitó a encogerse sobre sí mismo y sujetar con fuerza el fresco y rojo muñón en donde había estado su mejor extremidad. Sin embargo, aquel inquietante silencio no era el de alguien que hubiese perdido la voz por el repentino choque nervioso, era el de alguien que se niega a ceder, que se niega a darse por vencido… Lo esperable de un “soldado” como aquel era que se deshiciera en revolcones acompañados por gritos torturantes, pero no era difícil imaginar que el dolor de perder una extremidad era poca cosa comparado con el calvario que debió padecer al momento de sentir que su cuerpo se quemaba.
No, aquel sujeto quemado no planeaba gritar, no planeaba responder, no planeaba rendirse… Era casi como si tuviese la determinación de una carnada que se había ofrecido como sacrificio… “Carnada”.
Aquella idea debió de pasar por la mente del ninja de Amegakure unos instantes después de que sostuviese aquel malicioso orbe, cuando en su superficie comenzaron a arder e iluminarse una intrincada red de símbolos. La experiencia, inmisericorde pero certera, le gritaría desde el fondo de su mente que aquellos eran grabados típicos del Clan Uzumaki. Una sencilla alerta habría de dispararse en su interior: Todo ataque que involucre las facultades de aquel clan era extremadamente insidioso.
Debía de hacer algo pronto; destruirla, sellarla o arrojarla lejos… Pero en aquel instante no se podía mover.
—Yarou-san, debemos interrogar a este sujeto. Algo, o alguien, se acercan a toda velocidad hacia el perímetro de la mansión. Los centinelas exteriores han caído todos —dijo el clon de tinta de Oojima.
Pero a aquellas alturas hasta las mandíbulas y labios de Yarou se encontraban paralizadas, al igual que el resto de su cuerpo, que ahora se encontraba cubierto por una enredadera de símbolos oscuros, despertados por su propio chakra. Aquel Jigō Jubaku no In no se parecía en nada a cualquier cosa que hubiese visto o experimentado antes: Aquel sello resultaba tan malditamente agresivo que podía sentirse la forma en que intentaba penetrar sus músculos para finalmente aprisionar y detener su corazón y sus pulmones. Pero el jounin estaba lo suficientemente cualificado como para lidiar con aquello, le tomaría apenas unos segundos el reunir el chakra suficiente como para librarse de semejante atadura. Aunque… si fuera unos de los genin quien cayese en semejante trampa…
El clon que ahora debía de mantenerse a una distancia prudencial, debido al peligro inherente de caer en una segunda trampa oculta, pudo ver como la esfera se resquebrajaba como una especie de cascaron maligno. De su interior comenzó a brotar un líquido negro y espeso, con un hedor similar al de la brea cuando un animal cae y se descompone en la superficie de la misma. También había cierto vapor y cierto calor, tan intenso como para que el aun paralizado antebrazo de Yarou comenzara a abrazarse por la temperatura. Todo aquello ocurrió en unos instantes desesperantes. Para cuando el jounin se encontró libre, no tuvo más remedio que apartarse ante la ahora voluminosa masa de alquitrán hirviente que se propagaba por encima del sello. Ahora era obvio que la intención de aquella masa era el destruir el sello, pero al tratarse de un fuuinjutsu y no de una materia real, no había forma de removerlo del suelo. Ya era demasiado tarde cuando aquel manantial negro desapareció, absorbido por las líneas que yacían debajo.
De pronto, y como si la tierra se agitase, en todo el palacio se pudo sentir como la barrera se venía abajo con un sonoro crujir.
El mal ya estaba hecho, pero tanto el ninja de Ame como el que servía a Nishijima pudieron obtener mucha información sobre su enemigo atreves de lo visto: Era obvio que se trataba de un Uzumaki, y que sus sellos podían activarse a distancia al entrar en contacto con el chakra de alguien más, además de que debía de tener un chakra muy poderoso y un gran intelecto como para crear algo tan fuerte y complejo. Era una conclusión tan dolorosamente obvia como el hecho de que Tamaro no tenía la capacidad de destruir el sello por sí mismo, pues necesitaba de alguien con chakra bien entrenado para que activase el peligroso artilugio que le habían entregado. Por eso no había destruido el sello principal antes, por eso y porque necesitaba de un ninja que le colaborara, aunque no fuese voluntariamente.
Viendo la magnitud de semejante plan, se hizo más urgente que nunca el interrogar a aquel pobre diablo, pero todo aquello no resultaría tan fácil: Les costaría trabajo y algunos crueles golpes el hacer que aquel amasijo de cicatrices abriese la boca, solo para encontrarlo mudo debido a un Zekka Konzetsu no In bien formulado.
Terrible, resultaba terrible el imaginar que se enfrentaban a un enemigo que había sido tan cuidadoso y diestro.
Mientras el clon y el ninja se mantenían en el interior, los hombres a los que Tsunenobu había dado la alarma corrían de un lado a otro, desesperados por cubrir los puntos que la caída de la barrera había dejado vulnerables, preocupados de quien podía atacarlos desde afuera, aterrados por quien pudiese atacarles desde adentro.
Y dentro de muchos de quienes yacían en aquel palacio debía estar gestándose un oscuro sentimiento sobre lo terrible que era el sentirse expuestos, sin saber que había algo inclusive peor: El sentirse total y absolutamente atrapados.
De pronto, el sello de la gran bóveda volvió de entre los muertos, convertido a los intereses de su antiguo enemigo y actuando para sus perversos fines: La gran barrera volvió a formarse, tan fuerte e inviolable como antes, pero hasta el último ser vivo, por mero instinto y hasta en el más lejano rincón, pudo sentir el funesto cambio. De hecho la nueva barrera estaba diseñada para ejercer presión psicológica, haciendo que todos los que estaban bajo su guarda supiesen cuál era su nueva intención, con una serie de murmullos similares a cadenas y barras de acero… Si, la barrera se encontraba activa, pero esta vez, en lugar de impedir la entrada, estaba destinada a impedir la salida… Convertida en una celda. Convertida en una tumba que habría de ser llenada.
***
Kōtetsu se encontraba meditando sobre el mar de nubes, respirando lenta y sosegadamente bajo los atenuados rayos solares de la media tarde, con su atención flotando entre pensamientos grises, en un estado de perfecto equilibrio entre la mortificante ansiedad y la amenazante calma. La reciente alerta aún no había llegado a tan lejano lugar. Aquel santuario de cristal, con esqueleto de hierro y voz de lamento, estaba lo suficientemente apartado del resto del palacio como para dificultar las comunicaciones.
Pero la distante paz no era suficiente venda como para cegarles del peligro.
—¡El sello… El sello ha desaparecido! —dijo agitado uno de los guardias que le acompañaba—. ¡Ahora estamos expuestos!
El Hakagurē le observo, asombrado de que aquellos sujetos no comprendieran en lo más mínimo como funcionaba aquel escudo. Y sin embargo, eran conscientes de que era lo único que los había mantenido a salvo hasta entonces. Se levantó con calma y procedió a acercase a uno de los paneles en busca del indicativo de algún ataque.
—El cazador ha entrado en la caverna buscando a la bestia…
De pronto el sello desvanecido se manifestó de nuevo, emitiendo hondas de chakra que hicieron vibrar con fuerza la piel de cristal del solario. En aquel instante hasta a los ignorantes soldados se les hizo evidente, con un extraño sentimiento de opresión, que estaban atrapados.
—… Y ha sellado la salida tras de sí con la intención de morir o salir victorioso.
Ahora la atmosfera del palacio se sentía pesada y opresiva, como la sensación que transmiten las nubes negras antes de liberar una tormenta, como el sentimiento de una batalla inminente… como la sensación de la muerte aproximándose.
El joven de ojos grises percibió aquello y con una voz tan calmada como inquietante, tan suave como firme, mientras desenvainaba su espada, dijo:
—Si ha de llegar al combate con fuego y lanza, hemos de recibirle con garras y colmillos… Y que al enfrentarnos entre las sombras sean los dioses quienes decidan quien vive y quien muere.
Por curioso que resultase, semejante tajo pareció no causarle nada a Tamaro. No gritó, sólo se movió en el suelo como un gusano rastrero, revolcándose sobre la sangre de su muñón en completo silencio. Un silencio sepulcral que sirvió como advertencia inconsciente a lo que estaba a punto de suceder.
Y es que justo en ese momento, Yarou sintió el vestigio de su equivocación. Lo sintió desde su brazo, hasta sus piernas. Incluso su torso, o la lengua que yacía inválida en el interior de su boca. Tan sólo tuvo la capacidad de voltear la mirada y encontrarse con el clon de Oojima, viéndole en silencio, sin poder emitir ningún sonido, o ninguna palabra. Pero a la réplica del mercenario no le sería difícil discernir lo que estaba pasando: si es que el cuerpo de Yarou yacía ataviado de una gran hilera de símbolos oscuros semejantes a inscripciones típicas de sellado que le recorrían a diestra y siniestra, manteniéndole atado a sus propios prejuicios.
Había subestimado a Tamaro, y a aquel artefacto del que habría tenido que encargarse en primer lugar. Pero tras su acción, el curso del destino de todos los que se encontraban inmersos en aquella mansión habría cambiado escandalosamente de rumbo.
«Claro. Su objetivo nunca fue el anclaje directamente, sino yo» —meditó introspectivamente, a raíz de que sus dientes se chirriaban entre sí, víctima de los impulsos de aquel sello que buscaban asfixiarlo. No obstante, el experimentado Jonin sabía que las transcripciones de parálisis contaban con la única debilidad de que el chakra del afectado podría romper el sello si se trataba de cantidades meritorias de ello. La energía del amejin se compiló al unísono en todo su cuerpo, durante el momento justo en el que la esfera comenzó a resquebrajarse por sobre su mano, quemándole en el acto; desparramándose en un menjurje oloroso de alquitrán.
Viéndose libre, avanzó rápidamente hasta dos metros atrás y observó de allí el resultado de su error.
Aquella masa proveniente de la esfera no perdió el tiempo. Se sumergió a lo largo de las inscripciones de la barrera y contaminó su función, creando un despavorido temblor agobiante en los linderos de la bóveda. Poco después, la única protección del castillo cedió en el acto, tal y como el Uzumaki lo habría planeado.
«Mierda» —se increpó, penitente.
El amejin pasó de perder el tiempo con Tamaro —evidentemente silenciado por otra de las precauciones de la mente maestra de aquel plan— y se dirigió al clon del usuario de sumijutsu, a su vez que deshacía a su mizu bunshin, recuperando así el chakra invertido en él.
—Oojima-san, el asedio ha sido confeccionado por un habilidoso usuario de fūinjutsu, posiblemente miembro del clan Uzumaki; según lo familiar que me resultan las transcripciones. Me ha usado como catalizador para activar la esfera y así poder tumb...
Su silencio advirtió lo peor: y es que de pronto, la barrera volvió a la vida, pero a la inversa. Sellando el destino de aquellos en el interior a un inmisericordioso enfrentamiento.
—¿Así que era ésto lo que quería, no? —no pudo evitar sonreír ante la ironía de todo aquello—. Sólo necesito una cosa, Oojima-san. Localiza a Naomi y adviértele de que el enemigo se encuentra ya dentro. La única opción que tenemos es encontrarlo, y pronto.
La habilidad sensorial de Naomi sería vital. La necesitaban urgente.