Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Si no carcajeó allí abajo tras escuchar aquél intercambio de anécdotas humanas entre orcas, fue porque iba a mandar toda la misión a la mierda. No dejaba de ser innegable, no obstante, lo surrealista de la situación que se suscitaba frente a sus ojos. Todo allí abajo lo venía siendo hasta ahora de hecho.
Y como si no fuera lo suficientemente surreal, ahora iba él a hacer la de carnada. ¿No te jode, no?
«venga, vamos allá» —se dijo, porque un tiburón nunca nadaba hacia atrás.
Con la mayor sutileza posible, el Umikiba nadó al ras del suelo y ascendió solo cuando sintió que era totalmente necesario. Al ascender, lo hizo en un nado sincronizado sin movimientos bruscos. Cuando estuvo lo suficientemente cerca como para que le descubriesen, puso la máquina a funcionar: sí, la lengua, esa lengua suya, mordaz y mortífera.
—Eh, pst, pssst —les susurró, en voz baja—. eh, ustedes, par de idiotas. ¡Eh, coño, aquí! ¿o es que con esas jodidas gafas sigues sin ver una mierda?
Las orcas, lejos de agitarse asustadas, encararon al sorpresivo invitado con relativa calma. Allí, ellas eran las superpredadoras, las reinas del océano. No conocían rival posible, y por tanto, se jactaban de no saber lo que era el miedo.
—¿¡A quién llamas tú idiota!?
—¿Tú sabes con quién te estás metiendo, pezqueñín?
Recortaron la distancia que les separaba de Kaido con apenas dos coletazos. El Umikiba pudo intuir que a distancias largas eran jodidamente rápidas, y contaban con armas con las que hacer daño. No poseían varias hileras de dientes como la de algunos tiburones, quizá tampoco tan afilados, pero los suyos eran gruesos y largos, idénticos entre ellos. Perfectamente alineados. Y ligeramente curvados hacia dentro. Una vez mordían, la presa podía tirar hacia afuera todo lo que quisiese: no había escapatoria posible.
—No, no. Este no es un pez.
—Hmm… ¡Pues es verdad! ¡Pero si tiene patas!
—Tiene… tiene pinta de humano. Respirando y hablando bajo el agua… Esto… —¿A ver si de verdad iba a tener las gafas estropeadas?
—Eh, tú. ¿Quién eres? ¿¡Qué eres!?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Kaido se mantuvo impertérrito e inamovible, allí a flote, a pesar de la marea que le azotó con el acercamiento de las dos orcas parlanchinas. No podemos negar que se sintió impresionado y que al menos uno de sus dos cojones azules se le subió a la garganta cuando comprendió el poderío de aquellas aletas, con las que recortaron la distancia en apenas un parpadeo. No obstante, fiel a su más profunda naturaleza, el socarrón de Kaido no hizo sino moldear su cara a una de perenne circunstancia.
—Claro que sé con quién me estoy metiendo, idiota. Con dos jodidos aletas dobladas de mierda que no cazarían ni a un pezqueñín sin ayuda de sus padres —rió, soltando un montón de burbujas—. ¿queréis saber qué soy? pues ... jiji atrápame, ¡hijoputa! —y acto seguido, empezó a nadar hacia la dirección contraria de la que había llegado en un principio. Hacia la trampa, aunque aquél par de estúpidas orcas no lo supiesen.
—Creo que efectivamente te ha llamado aleta doblada.
—¡¡¿Me acaba de llamar aleta doblada?!!
—¡Creo que así es, Corozzio!
—¡Mí tatarabuelo fue saikō-kanbu de La Familia, ¡cerebro de medusa! ¡Mi abuela, el océano la tenga su gloria, kanbu! ¿¡Cómo osas manchar la reputación de mi sangre!? ¡¡¿Con la familia no se mete, me oyes?!!
—Creo que… Creo que no, Corozzio. ¿No ves lo lejos que ya va? ¡Vamos, hostia, que se nos escapa!
Kaido los vio venir a lo lejos, recortando distancia a una velocidad alarmante. El que tenía gafas, en línea recta a por él. La otra orca tomó un desvío hacia la derecha, aprovechando el favor de la corriente de agua, y nadando mucho más rápido. ¿Cuánto quedaría para que le alcanzasen? ¿Un minuto? Y eso siendo generosos...
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Así pues, a contracorriente, el gran Tiburón se enfrascó en una carrera con la muerte. Nadó, nadó, y nadó con la fuerza de mil Dioses, los primeros metros en línea recta y luego a un ritmo zigzageante que perturbara un poco el recorrido de las orcas que, a pesar de no haber arrancado a perseguirlo el mismo instante en el que emprendió la huida, ya se acercaban a él a un ritmo alarmante. Y con alarmante, me refiero a que si se dejaba alcanzar, Kaido iba a acabar siendo masticado por una jodida orca e iba a ser olvidado como un simple y mísero tentempié. ¿Os lo imagináis? ¿el gran Umikiba, Umi no Shisoku, siendo recordado en las futuras épocas del mar como aquél humano que sirvió de mondadientes para un par de ballenas mafiosas?
«¡Ni de coña!»
Las piernas, con las venas a punto de estallar; azotaron el agua como si no existiera mañana y trató de apresurar su ritmo. Trataba de realizar giros continuos y cambios drásticos en la marea aprovechando su pequeño tamaño en comparación con las orcas, para que no le pillaran tan rápido.
Si aquello no funcionaba, y preveía que no iba a llegar a la Pradera Púrpura antes de que le hincaran el diente... ya tenía un plan en mente.
Nadar en zigzag estaba bien para confundir a la orca con gafas. Para despistarla, enfurecerla todavía más y que tuviese que corregir varias veces su dirección por ir demasiado a lo loco. La otra orca, sin embargo, había tomado un pequeño desvío aprovechando la corriente de agua, llegando a adelantar incluso la posición de Kaido.
Y cuando el Umikiba giró a la derecha en su zigzag, la orca decidió que había llegado el momento. De un rápido coletazo, viró a babor y abrió las fauces, mostrando la entrada al Yomi.
—¡GGGRRRROOOOOAAAARRRRRR!
¡Plafff! Sus dientes se cerraron en torno al brazo derecho del ninja. Solo le hacía falta un mordisco bien dado, uno solo… y sería suyo.
Posibles daños: 25PV
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13/09/2019, 00:23 (Última modificación: 13/09/2019, 00:23 por Umikiba Kaido.)
«Qué iluso»
El mordisco dio en donde debía dar. En el brazo. Aquélla enorme cuenca de dientes se ciñó sobre su extremidad, desgarrándola en el acto, y arrancándole un estruendoso grito de dolor al pezqueñín.
—¡Ahhhhhhhhhh! ¡Arrrrrrrrrrgh! ¡Mi brazo, hijo de puta! ¡Mi braz...ajajajajaja ¡JAJAJAJA!
Pero lo que había sido en un principio una clara muestra de agonía, pronto se transformó en una estridente y socarrona risotada que viajó cientos de leguas a mar abierto. Porque para sorpresa de la orca mordelona, ahí en donde Kaido debía tener su brazo, pues ya no estaba. La cuestión era que en sus fauces no habría de sentir la carne ni mucho menos la sangre de semejante acto. ¿Y entonces? ¿qué coño había pasado?
Glurp. Como si fuese uno con el agua, y el agua una con él; del codo le nació de pronto un brazo entero con el que les saludó de nuevo.
—A esos dientes le faltan filo, compañero —soltó, antes de arrancar a nadar nuevamente hacia la Pradera Púrpura.
— PV: 220/220 — CK: 270/280
-10
–
1 AO mantenida
–
¤ Suika no Jutsu ¤ Técnica de la Hidratación - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Hōzuki 10 - Gastos:
0'4 * daño a bloquear CK (mínimo 6)
6 CK para otros usos (divide regen. de chakra) (ver descripción)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Convierte el cuerpo del usuario en agua líquida para otorgarle ciertas características (ver descripción).
(Hōzuki 10) Permite reducir el daño por Taijutsu, armas y otros golpes físicos hasta en un 25%.
(Hōzuki 25) Permite reducir el daño por Taijutsu, armas y otros golpes físicos hasta en un 50%, y además, el daño de técnicas hasta en un 20%.
(Hōzuki 60) Permite reducir el daño por Taijutsu, armas y otros golpes físicos hasta en un 100%, y además, el daño de técnicas hasta en un 30%.
Técnica insignia del clan Hōzuki. Los miembros del clan son capaces de licuar cualquier parte de su cuerpo, desde un simple pelo hasta convertirse por completo en agua. Esto les permite reducir el daño de ataques físicos enemigos, evitar heridas mortales, infiltrarse en una estructura o mezclarse con una superficie acuática para lanzar un ataque sorpresa. De esta técnica se derivan muchas otras, fruto de la capacidad del Hōzuki para modificar cualquier parte de su cuerpo a voluntad. Cuando un usuario de la técnica se desmaya mientras la utiliza, se transforma en una especie de masa gelatinosa.
El jutsu es muy versátil, no obstante, tiene dos grandes puntos débiles: el primero es que el usuario debe ser capaz de prevenir que va a recibir un golpe para absorberlo, o transformarse nada más recibirlo, por lo que queda vulnerable a ataques a los que no pueda reaccionar (de sigilo y por la espalda). El segundo es que si una técnica de Raiton impacta en el usuario mientras está utilizando esta o cualquier técnica que requiera el Suika como requisito, éste recibirá un 50% más de daño por parte de dicha técnica.
El uso de soporte no puede utilizarse para esquivar un ataque en el momento en el que se lo lanzan al usuario.
13/09/2019, 23:42 (Última modificación: 13/09/2019, 23:42 por Uchiha Datsue.)
La orca con gafas, llamada Corozzio, redujo su velocidad al oír las carcajadas de Kaido.
—¿Se está riendo de ti, prima?
—¡Dice que a mis dientes le faltan filo! ¡El muy medusa!
—¡No me lo creo! ¡¿A nosotros?! ¿¡A los Reyes del Océano!? Que somos más inteligentes que cualquier otro delfín y más fuertes que los tiburones, ¿nos dice qué?
—¡Se cree muy listo por ser capaz de volverse agua!
—Mira, ¡pedazo de mierda de cachalote! ¡Voy a mostrarte por qué mandamos en la mar! ¡Voy a enseñártelo!
—Oh, no me digas que… Primo, ¿vas a hacer el…?
—¡Sí, voy a hacerlo!
—Oh, sí. ¡Sí, sí, sí! ¡Muéstraselo! ¡Muéstrale quién manda aqu...! ¡¡E-espera!! ¡Espera a que me apar…!
—¡¡¡UUUUUIIIIIIIIIGRGRRUUUUIIIIIIIIIII!!!
Fue un sonido fuerte, agudo, casi parecido a un chillido, que atravesó las aguas hasta llegar a los tímpanos de Kaido y le hizo vibrar de dolor. Todo su cuerpo tembló como si acabase de recibir un rayo de pleno. Un Genjutsu auditivo, tan poderoso que, aún cuando pasó, el daño psicosomático le dejó secuelas, notando el cuerpo —y especialmente los tímpanos— doloridos.
Corozzio: PV:
100/100
–
CK:
85/100
–
-15
–
Corozzio tiene la habilidad de ejecutar un Genjutsu auditivo cada 4 turnos, produciendo un daño psicosomático en el adversario de 25 PV
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Pero así como él tenía su as en la manga, Corozzio, o también conocida como la orca con gafas; decidió sacar su propio comodín y usarlo en aquél juego de egos. Oh, y vaya carta que puso sobre el tablero la muy hija de puta con aquél grito. Vaya que sí. Porque si había algo capaz de viajar casi a la misma velocidad bajo el agua que ellas mismas, era el sonido; uno que caló en los tímpanos de Kaido de forma inevitable y que le obligó a estremecerse, allí a lo lejos, por las vibraciones. Las manos volaron inevitablemente hacia sus orejas, tratando de contener los dolores aún y cuando el chillido había concluido.
Lo curioso fue que, como respuesta inmediata a la vulnerabilidad que la causó la técnica de Corozzio, Kaido decidió usar como método infalible de defensa la propiedad más explotable del Suika estando bajo el agua: y esa era hacerse uno con el agua.
En tierra firme, quizás, era más complicado pasar totalmente desapercibido y moverse habiendo licuado enteramente su cuerpo. Pero en el mar, cuando eres el agua —tal y como solía decir su vieja amiga Ayame como frase trillada—. todo era mucho más fácil.
Umikiba Kaido desapareció de pronto del panorama, volviendo todo su cuerpo en líquido gracias a la técnica de Hidratación. Luego, comenzó a moverse hacia su camino predilecto, que no era otro sino el convenido con Scylio.
— PV: 195/220
-25
– — CK: 263/280
-6
–
AO desestimada por error, ya comentada al máster.
Aclaración: comentándolo con Ayame, vemos que es posible moverse cuando se está totalmente licuado en agua, y más aún, si se está bajo el agua. Dejo a criterio de Datsue a qué velocidad lo hace, si Moderada o Rápida, o si por el contrario depende de algún factor como el Poder, por ejemplo.
¤ Suika no Jutsu ¤ Técnica de la Hidratación - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Hōzuki 10 - Gastos:
0'4 * daño a bloquear CK (mínimo 6)
6 CK para otros usos (divide regen. de chakra) (ver descripción)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Convierte el cuerpo del usuario en agua líquida para otorgarle ciertas características (ver descripción).
(Hōzuki 10) Permite reducir el daño por Taijutsu, armas y otros golpes físicos hasta en un 25%.
(Hōzuki 25) Permite reducir el daño por Taijutsu, armas y otros golpes físicos hasta en un 50%, y además, el daño de técnicas hasta en un 20%.
(Hōzuki 60) Permite reducir el daño por Taijutsu, armas y otros golpes físicos hasta en un 100%, y además, el daño de técnicas hasta en un 30%.
Técnica insignia del clan Hōzuki. Los miembros del clan son capaces de licuar cualquier parte de su cuerpo, desde un simple pelo hasta convertirse por completo en agua. Esto les permite reducir el daño de ataques físicos enemigos, evitar heridas mortales, infiltrarse en una estructura o mezclarse con una superficie acuática para lanzar un ataque sorpresa. De esta técnica se derivan muchas otras, fruto de la capacidad del Hōzuki para modificar cualquier parte de su cuerpo a voluntad. Cuando un usuario de la técnica se desmaya mientras la utiliza, se transforma en una especie de masa gelatinosa.
El jutsu es muy versátil, no obstante, tiene dos grandes puntos débiles: el primero es que el usuario debe ser capaz de prevenir que va a recibir un golpe para absorberlo, o transformarse nada más recibirlo, por lo que queda vulnerable a ataques a los que no pueda reaccionar (de sigilo y por la espalda). El segundo es que si una técnica de Raiton impacta en el usuario mientras está utilizando esta o cualquier técnica que requiera el Suika como requisito, éste recibirá un 50% más de daño por parte de dicha técnica.
El uso de soporte no puede utilizarse para esquivar un ataque en el momento en el que se lo lanzan al usuario.
—Aaghh, Corozzio, ¡maldito! ¡Me diste a mí también! —se quejó, revolviéndose en el agua.
—Vaya, ¡disculpa prima! Tenía que enseñar a este cerebro de medusa, a este gusano de mar, a este engendro terrícola quien manda aquí.
A lo lejos, hubo movimiento. Algunas orcas habían oído el chillido y empezaban a preguntarse qué estaba pasando.
—Oye, prima. ¿Se me cayeron las gafas?
—¿Eh? —La orca abrió al fin los ojos y le observó—. No, no. Las tienes. ¿Por qué lo preguntas?
—No, por nada. Es que… ¿Tú ves a…?
—¿Aaa…? ¡AAAAAAAAAHHHHHH! ¡Ha desaparecido! ¡El muy mierda ha desaparecido!
—¡Eso te digo prima! ¡Eso te estoy diciendo!
Como locos, empezaron a girar sobre sí mismas. Una, otra, y otra vez. Izquierda, derecha, arriba, abajo. Hasta que se cansaron y empezaron a emitir silbidos interrumpidos, que casi sonaban a chillidos.
—¡¡AHÍ!! —gritaron al unísono, viajando como torpedos hacia el tiburón.
—¡¡¡NO ESCAPARÁS!!!
—¡¡¡PUUUUUTTTOOOO KAAAAAIIIIIDDDDOOOOOOOOOOOOO!!!
Oh, sí. Porque al tiburón que habían pescado era Scylio, quien hasta entonces estaba la mar de conforme en un más que discreto y seguro segundo plano. Salió escopeteado de las algas en las que estaba escondido y trató de rodearlas en dirección a Kaido.
—¿Un tiburón?
—¡Un tiburón! —exclamó Corozzio, que pronto empezó a emitir de nuevo los mismos sonidos, aunque esta vez más largos e ininterrumpidos.
Y voces, esta vez procedentes de lejos, respondieron. El plan estaba en marcha. ¿Llegarían vivos a destino? Kaido, desde luego, iba lento pero seguro. Especialmente lento. Muy lento.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Lástima que Kaido no fuese un conocedor sabiondo del mar y sus especies. Lástima. Porque quizás, sólo quizás, habría podido prever que las jodidas orcas no sólo podrían usar ese maldito sonar, sino que pondría en riesgo la ocultación de Scylio. En su forma de agua maldijo para sus adentros, aunque no pudo evitar sonreír —metafóricamente hablando, dado que el tipo no tenía rostro—. al ver cómo el pobre tiburón salía corriendo a por aletas al ver que Corozzio y su primo hicieron el llamado que tanto estaban buscando.
El gyojin decidió aguardar a que las orcas más cercanas se alejaran lo suficiente, y una vez hubiese comprobado que aquellas que hubiesen recibido la alerta tampoco estuviesen cerca de él, volvería a formar su cuerpo y ejecutaría el henge. Evidentemente, habría sido perfecto que se hubiese transformado en una orca pero Kaido era plenamente consciente de las limitaciones de aquél ninjutsu. Así que tuvo que pensar en un pez que no llamara la atención, de esos que por lo general convivían con tiburones y orcas sin que su vida peligrase demasiado. Tras el puff, el Gran Tiburón acabó convertido en... una jodida lubina.
Decisión acertada o no, seguro que le permitiría no sólo moverse a su velocidad estándar, sino que pasaría totalmente desapercibido pues la atención de las orcas mafiosas estaría totalmente puesta en el tiburón intruso.
Kaido dejó marchar a las dos orcas y su aliado en una frenética persecución, camuflado de la mejor manera posible en medio del agua. Pronto, vio pasar a un numeroso grupo de orcas enfurecidas, siguiendo la estela de sus primas menores. Algunas de ellas, mucho más grandes y poderosas.
Creyéndose a salvo, el Tiburón decidió convertirse en una lubina. Una anormalmente grande, que en vez de nadar hacia la costa se adentraba en el corazón del océano. Bajando, para más inri, a la profundidad del mar.
Sí, todo en aquella lubina era extraño. Al menos, para un ojo entendedor. Las orcas, no obstante, tenían cosas más importantes de las que preocuparse. Las mayores no tardaron en alcanzar a los adolescentes, recortando cada vez más distancia con Scylio. Le estaban haciendo una encerrona, rodeándole por ambos lados. También por arriba. También por abajo.
—¡Maestro! ¡Maestro, ¿dónde me andas?! —chilló, horrorizado.
Estaba llegando a la Pradera Púrpura. Tan solo le faltaba un poco más y… Pero no, no le iba a dar tiempo. Casi estaba al alcance de los Genjutsus auditivos de la escoria que le perseguía. No iba a conseguirlo. No iba a conseguirlo. No iba a…
—¡MAESTRO, TE DIJE DE PONERTE A DIETA! ¡PUTO GORDO ASQUEROSO! ¡SABÍA QUE NO LLEGARÍAS A TIEMPO!
Al principio, no ocurrió nada. Solo silencio. Lloriqueos de Scylio y... ¿Qué era aquello? Una zona montañosa de las profundidades del mar pareció... moverse. Kaido, a lo lejos, pudo distinguirlo perfectamente, por surrealista que pareciese. De hecho, ahora que recordaba, no había cordillera alguna entre las Aguas de las Nutrias Peludas y la Pradera Púrpura. ¿Se habían equivocado de camino? O, quizá…
Pero entonces, lo oyó. Un canto de otro mundo. Extraterrestre. Divino. Celestial. Cualquier adjetivo que representase una cualidad de otro planeta, o de otra dimensión, valía. Valía y al mismo tiempo no le hacía justicia. Era… Era una melodía preciosa, que relajaba, pero que al mismo tiempo ponía los pelos de punta. Que imponía respeto. Que daba intriga. Kaido podría escucharla por horas y no se cansaría de ella.
Fue por culpa de esta melodía, tan profunda, misteriosa y al mismo tiempo evocadora, que no se dio cuenta. Algo inaudito estaba sucediendo frente a sus ojos. Algo que golpeaba los cimientos de su comprensión y le hacía tener que replantearse varias cosas. Una de ellas, la relatividad. La palabra grande nunca volvió a significar lo mismo para él.
Porque allí, alzándose frente a Scylio, las orcas, y a él mismo, se encontraba un… Una bestialidad. ¿Cómo describirlo? Para Kaido, era como contemplar una montaña desde los ojos de una hormiga. Tenía forma de tiburón, y era tan largo que su final no se alcanzaba a ver. ¿Cuántos metros, exactamente? Tratar de medir a aquella bestia en metros era, para empezar, un insulto. Uno que un servidor no piensa cometer ante semejante milagro de la naturaleza.
Su piel, blanca por el vientre y grisácea por el resto, estaba adornada con millares de lunares blancos y líneas horizontales y verticales, recordando a un tablero de ajedrez.
La melodía cesó.
—¡¡¡¿¿MeeeeEEEEE HAAASSSS LLLAAAAaaamammMMMAAADDDDOOOOO GOOOoooorrrrrRRRDDOOOOooOOOOOO??!!! —Su voz retumbó en todo el océano como un eco interminable. Más que hablar, parecía cantar.
—¡Maestro! —Scylio no tuvo tiempo a decir nada más. En cuanto quiso darse cuenta, el enorme tiburón ballena abrió la boca…
... aspiró y…
... se lo tragó de un bocado.
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Bueno, quizás no era el disfraz más convincente del mundo. Quizás no era el pez que más se adecuara a su tamaño de transformación, con lo cuál, no era una opción del todo acertada. Pero lo cierto es que Kaido no era muy conocedor de las especies marinas, por muy irónico que pudiera parecer. Bien podrían haberle dicho lubina y bagre y habría pensado que son la misma mierda escamosa de siempre. Pero en fin, que realmente no importaba mucho, pues las orcas estaban demasiado ocupadas en otros menesteres. Y ese menester se llamaba Scylio.
Oh, pobre Scylio. Cómo nadaba el hijo de puta. Casi acorralado. Casi devorado. Casi.
Hubiera estado bien —pensaría luego el escualo—. que le desvelaran cuál era la otra parte del plan. Pero lo cierto es que Kaido era tan desconocedor de lo que estaba por venir como las orcas que le perseguían ciega y enfurecidamente, tratando de recuperar el honor mancillado por aquél par de intrusos. Así que, tanta fue la sorpresa para Kaido la lubina como para el resto de animales marinos que estuvieran alrededor cuando los quejidos de Scylio, proliferando a un susodicho maestro, hicieron que de pronto el lecho marino se... ¿moviera?
No obstante, su suspicacia se vio repentinamente limitada por cánticos melodiosos que emergían del todo y la nada al mismo tiempo. Era una acústica imperceptible, misteriosa y a la vez potente, que calaba en lo más profundo de su ser sin permiso ni contemplaciones. Se trataba de una sutil melodía que nunca había escuchado en su vida, y que bien podría oír por toda la eternidad sin miramiento alguno. Fue gracioso, ver como ese puñado de orcas parecían hipnotizadas a la par de aquella extraña lubina que no tenía nada que hacer a esos niveles de profundidad.
El ensimismamiento de Kaido, fustigado por el cántico del maestro; no impidió que los ojos de pescado se le abrieran de par en par al contemplar la magnificencia que se abría paso entre la arena y los turbios colores de las profundidades. Para él, que no era más que un invitado de la superficie, presenciar la aparición de semejante monstruosidad le obligó a reírse de sí mismo de todas esas ocasiones en las que se jactaba llamándose a sí mismo bestia. Oh, no. Él nunca fue una bestia. Lo que ahora le hacía mil y un sombras, a él y a las orcas, sí que lo era.
«¡HoooooosTiiiAaaaAaaaaaa PuuuuuTaAAAAAAAaaaaa y la madre que me parió!»
De no ser porque no tenía mucho lugar al que salir cagando leches, Kaido la lubina se quedó empanado, viendo cómo su boca —si es que se le podía llamar así al agujero negro que empezó a aspirar galones y galones de agua sin ningún inconveniente—. se tragó a su compañero Scylio.
Pero si alguno pensó que una bestia de semejante tamaño iba a intimidar a las orcas, no podía estar más equivocado. Las orcas se consideraban a sí mismas las reinas del océano, y no tenían miedo a nada ni nadie.
De hecho, fue impresionante la rapidez y atrevimiento con el que realizaron el primer ataque. Juntas, decididas, todas a una… pero desde distintos ángulos. Las orcas empezaron a morder el cuerpo de la gigantesca bestia por todos lados. Especialmente al vientre, desprotegido.
Fue entonces cuando Kaido empezó a darse cuenta del gran punto débil de aquel animal: su grandeza. Así era, el animal era tan grande que tenía dificultad para moverse. Lento, extremadamente lento, y su boca, pese a enorme, tenía una dentadura relativamente pequeña comparado con su tamaño.
La Pradera Púrpura se tiñó de rojo en segundos. Encolerizadas, las orcas demandaban respuestas. Y lo hacían a mordiscos.
El canto del tiburón ballena se convirtió en una melodía repentinamente triste. Incluso para alguien como Kaido, era casi imposible no sentir pena al oír aquel llanto. Demasiado triste, demasiado melancólico… y aún así bonito.
¿Cuánto tardarían en matarlo? Seguramente no era cuestión de segundos. Pero, si la cosa seguía así, pronto, muy pronto, el animal tendría tantas heridas que la salvación para ella estaba tan lejos como el sol de Oonindo. A veces parecías poder tocarlo con la punta de los dedos…
Pero solo era eso: parecía.
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«Estoy. Jodidísimo» —volvió a repetirse, cuando comprobó que aquella muestra de supremacía no había siquiera ahuyentado a las orcas menos valedoras. Por el contrario, activó en todas ellas su sentido de pertenencia al mar y fortaleció el trabajo en equipo, haciendo que todas al unísono fueran a por el maestro de Scylio, que a pesar de superarlas a todas en gran proporción, su mayor ventaja frente a un colectivo como las orcas acababa convirtiéndose en su mayor debilidad.
Kaido se quedó con cara de espeto cuando comprobó la reacción de las enemigas de los tiburones. Una tras otra, mordisco tras mordisco; hiriendo al tiburón ballena a paso lento, pero seguro.
¿Qué podía hacer?
¿Huir, para preservar su vida, otra vez?
¿O ganarse su lugar a pulso entre la raza que realmente debía predominar en los mares?
No.
Kaido nadó hasta una distancia prudente, hacia los linderos que continuaban su rumbo hacia la pradera púrpura, mientras su cuerpo perdía la forma del henge y se hipertrofiaba a sí mismo a través de su Kyodaitei. Haciendo uso de su técnica estrella, en pro de mejorar su condición física más allá de lo ganado con la bendición del océano, quizás podría alcanzar el punto de encuentro antes de que acabaran mutilando al tiburón ballena.
Una vez su técnica estuviera completa, gritaría con toda la furia posible:
¡Venga, aletas dobladas! ¡atrapadme si pueden, hijas de puta!