Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Todavía aturdido por el golpe, Akame ató cabos. Los dos puñetazos de Kaido, su nariz sangrante, el pómulo amoratado de Datsue. «Joder, no puede ser... Ese vejestorio está haciendo algún tipo de técnica, ¡pero no veo nada!». Pese a que su Sharingan seguía activo, Akame era incapaz de ver alteración alguna en el chakra del anciano. De hecho ni siquiera parecía que su energía fuese lo suficientemente concentrada como para realizar técnica alguna; tenía todas las características de un civil. «¿Pero, entonces...?»
No hubo tiempo para más reflexiones. Datsue se lanzó sobre el viejo, intentando agredirlo de forma idéntica a como había hecho Kaido momentos antes. Horrorizado, Akame se incorporó y con un rápido salto interceptó a su compañero de Aldea, agarrándole de los brazos.
—¿¡Pero qué haces, loco!? ¿¡Quieres que nos haga más daño!? —bramó el Uchiha, todavía aturdido por la amalgama de recuerdos y sonidos que volvían a su mente—. ¡Si le hieres, nosotros también sufriremos el golpe!
Por el rabillo del ojo, Akame vio cómo el de Amegakure se abalanzaba también sobre el viejo. «¿¡Es que ninguno ha entendido nada!?» Sin embargo —y para alivio suyo—, Kaido no buscó golpear al anciano, sino más bien quitarle la venda que rodeaba sus ojos.
Cuando el trozo de tela dejó completamente al descubierto el rostro de aquel septuagenario, Akame tuvo que contener una exclamación de sorpresa. Sus cuencas estaban completamente vacías, y en donde alguna vez habían estado sus ojos, sólo había dos canicas de marfil de un tamaño bastante parecido. Ambas tenían una circunferencia dibujada —a modo de iris— y un punto en el centro, como pupila. El trazo era similar al que se podía haber hecho con un pincel, y la tinta parecía ser sangre fresca.
—La puta madre... —balbuceó el Uchiha, incrédulo. Aquellas piedrecitas estaban cargadas de un chakra oscuro y ponzoñoso.
El viejo aulló de rabia al verse desprovisto de su venda, y como un loco frenético trató de incorporarse para atacar al Gyojin. Afortunadamente para los muchachos, las piernas del hombre parecían no funcionar en absoluto, y sus brazos no estaban en mucho mejor estado. El anciano cayó hacia delante al intentar ponerse en pie, estampándose de cara contra la fría piedra del balcón. Akame y Datsue fueron derribados al unísono, notando un dolor ardiente e intenso en la cara, el pecho y las rodillas.
—¡Joder! —maldijo el gennin de Uzu desde el suelo, aferrándose las partes doloridas—. ¡Detenlo, maldita sea!
Y es que el anciano se arrastraba, babeante y farfullando, hacia la barandilla metálica del balcón.
27/07/2017, 14:43 (Última modificación: 27/07/2017, 15:40 por Uchiha Datsue.)
Pero Datsue jamás llegaría a sujetar al anciano, pues cuando a punto estaba de llegar hasta él, su compañero de Villa le agarró de los brazos, deteniéndole en el último instante.
—¿¡Pero qué haces, loco!? ¿¡Quieres que nos haga más daño!? Si le hieres, nosotros también sufriremos el golpe!
—¡Pero si solo iba a sujetarle, joder! —vociferó, fuera de sí—. ¡No pierdas los putos nervios y compórtate, hostia!
Se revolvió, sacándose de encima el agarre del Uchiha. Tenía que sujetar al anciano antes de que…
—Hostia puta…
Las vendas flotaban en el aire, como la primera hoja de un árbol que cae en Otoño. Sin ellas, el rostro del anciano quedó revelado al completo. Dos canicas de marfil ocupaban el sitio donde debían estar sus ojos. Dos cuencas de marfil con el iris y la pupila dibujadas en ella, con un líquido espeso y oscuro demasiado parecido a la sangre... y un chakra oscuro y ponzoñoso rebosando en ellas. Un chakra tan siniestro como antinatural.
—La puta madre... —Datsue no lo hubiese definido mejor.
El anciano, como si aquel acto le hubiese supuesto el mayor agravio del mundo, se levantó aullando como un loco. Sus debilitadas piernas no le permitieron más que dar un paso, precipitándose de cara contra el suelo.
«Oh, no…»
Lo vio venir. Lo vio venir y aun así no pudo hacer nada por evitarlo. Cayó al suelo como si le hubiesen dado otro puñetazo en la boca, y los ojos se le humedecieron por el dolor. Pero no había tiempo para lamentaciones. El anciano seguía en su firme propósito de alcanzar la barandilla…
«¡La barandilla!»
—¡Joder! ¡Detenlo, maldita sea! —gritó Akame, también tirado en el suelo, a su lado.
—¡Eso mismo trataba de hacer antes, joder! Me cago en… —Datsue tuvo un repentino momento de clarividencia. Un momento en el que se le conectaron las neuronas, dando a luz una idea prodigiosa. Toda técnica tenía un punto débil. Eso le habían enseñado en la Academia. Si Datsue recibía el mismo dolor que sufría el anciano… ¿no sucedería también a la inversa?
Tenía que actuar y tenía que hacerlo ya. Estaba demasiado lejos como para alcanzar al anciano a tiempo. Era el momento de la verdad. El momento de ser un héroe y sacrificarse por el resto de sus compañeros. Inspiró profundamente, abrió la boca y…
… mordió con toda su rabia la pantorrilla de Akame, que en esos momentos yacía a su lado. A Akame siempre se le había dado mejor que a él eso de ser un héroe. «Lo siento, camarada. Era la única opción…»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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27/07/2017, 18:21 (Última modificación: 27/07/2017, 18:23 por Umikiba Kaido.)
Nada le detuvo a él de completar su objetivo: retirar las vendas que cubrían los ojos del anciano, quien no sólo había demostrado en varias ocasiones que podía observar claramente aún con la tela tapándole la vista, sino que también era claramente consciente de su entorno, y de quienes le rodeaban.
Por esa razón, fue incluso más impactante el hecho de que ahí, en donde debían estar los globos oculares, hubiese nada. Sólo un vacío siniestro que Kaido también sintió poco después en el pecho, y un par de piedrecillas, además, de marfil. Religiosamente adornadas con dos circunferencias, y un minucioso punto en el centro de ambas, de color sangre.
Mejor dicho, era sangre.
El ya no tan valiente Hōzuki trastabilló en sus pasos, atónito. La perplejidad y el desconocimiento de lo que ahí estaba sucediendo le obligó a alejarse a paso lento, como si creyese con certeza de que aquel anciano se iba a levantar en cualquier momento a arrebatarle la vida, a succionarle el alma a través de aquellos místicos orbes rodeados de un antinatural capa de chakra. Y así lo intentó, aunque su avance se vio detenido por su propio cuerpo, que ya víctima del ingobernable paso del tiempo, le había vuelto físicamente débil e incapacitado.
Por supuesto que, cuando él cayó al suelo, así también lo hicieron Akame y Datsue. Y éste último, impulsado por una repentina "genialidad", decidió llevar sus fauces hasta la pantorrilla de Akame, y morderle.
El escualo era el único, sin embargo, que desligado de la magia que les unía a los tres, podía moverse a placer. Por ello se acercó, aprovechando el lento avance del anciano, y le tomó por la parte posterior de sus prendas, sujetándole la cintura con el peso de su rodilla.
Su teoría era que, quizás, el vínculo sólo sirviese para daños de fuerza bruta. Tal vez, si sólo sostenía al anciano, y ellos pudieran moverse; tendrían una solución a mediano plazo.
Akame aulló de dolor cuando su primo lejano y compañero de Aldea, Datsue el Caníbal, le pegó una dentellada en la espinilla. El Uchiha se revolvió, entre la ira y la sorpresa mientras Datsue notaba también el dolor de su propio mordisco.
—¿¡Pero qué demonios haces, animal!? —vociferó Akame, tratando de incorporarse para poner tierra de por medio. «Quizás esté poseído, tengo que defenderme», pensó el Uchiha.
Sin embargo, el viejo no pareció notar dolor alguno. Tal vez aquella misteriosa técnica que lo vinculaba a los jóvenes gennin no funcionaba en ambos sentidos, o tal vez... «Sus piernas, ¡claro! No parece ser capaz de mover las piernas, tal vez es paralítico o simplemente perdió la sensibilidad del tren inferior. Maldita sea...» Poco a poco, Akame trataba de encajar las piezas de aquella macabra jugarreta que el anciano les estaba haciendo.
Kaido, por su parte, optó por la vía más sencilla. Agarró al viejo de la cintura y lo inmovilizó, echando todo su peso encima de él. El anciano trató de revolverse, pero no era lo bastante fuerte. Aulló de rabia y echó espumarajos por la boca como una bestia encabritada, mientras Akame se ponía en pie un tanto aturdido por la manta de golpes que se había llevado en apenas un momento.
Con un berrido desgarrador y gutural, el viejo convulsionó con fuerza para luego quedar completamente inmóvil. Las piedritas de marfil que hacían las veces de ojos se desprendieron de sus cuencas, rodando por el balcón hasta tocar con la barandilla metálica, y el oscuro chakra que las recubría perdió su brillo paulatinamente hasta desaparecer. Si alguno de los muchachos comprobaba el pulso del viejo, se darían cuenta de que era inexistente. Aquel tipo estaba clínicamente muerto.
Akame respiró, aliviado, al entender que —fuera lo que fuese aquello que los estaba atacando—, acababa de parar. Se dejó caer al suelo, con el pecho todavía bamboleándose al son de su respiración agitada, tratando de recuperar el aliento.
«¿¡Qué cojones!?» Un dolor lacerante invadió de pronto su pierna, justo donde estaba mordiendo a Akame. Datsue le soltó de golpe, confuso y avergonzado por su estupidez a partes iguales, mientras las quejas de su compañero le taladraban el oído.
El anciano, por su parte, nada parecía haber notado, y ahora que se fijaba en sus piernas… «Soy imbécil. Joder, ¡soy rematadamente imbécil!»
Normalmente se hubiese inventado alguna excusa por su repentino —y estúpido— comportamiento para salir del paso. No fue aquél el caso. Estaba demasiado preocupado por su supervivencia como para preocuparse también por su reputación.
Kaido —que hacía tiempo era el que verdaderamente llevaba la manija de la situación— se encargó de detener al anciano en el último momento. El viejo pataleó y se revolvió como un niño pequeño, pero las fauces del Tiburón se habían cerrado sobre él, y no estaban dispuestas a abrirse. De pronto, sin embargo, cejó completamente en su empeño, y su cuerpo quedó inerte, como sin vida…
… a la vez que los ojos de marfil caían al suelo, produciendo un sonido metálico al chocar contra la barandilla.
—Está… ¿muerto? —preguntó Datsue, sin atreverse a ser él quien le comprobase el pulso.
Se acercó con cuidado hacia los orbes falsos y los miró con detenimiento: el antiguo chakra había desaparecido por completo, y ahora parecían totalmente inertes y sin vida. Tragando saliva, los cogió, asintiendo a la sugerencia de Akame de irse de allí. Aquella vez no iba a poner objeción alguna al respecto. Que le diesen a aquella isla y su herencia.
—Esto que acaba de pasar ha sido de lo más… surrealista. Esta extraña conexión, como si nos hubiesen hecho vudú… Dos ojos, dos conectados. ¿Será por eso que Kaido era inmune? —¿O los ojos no tenían nada que ver? Miró a Akame, en tensión—. Esto me recuerda de cojones a lo del muerto vivo —dijo, haciendo referencia a una loca aventura que habían tenido ellos dos junto con una kunoichi de Amegakure—. ¿Estaría este anciano siendo controlado también estando ya muerto? —«¿Lo estarían controlando a través de los ojos?» Un cosquilleo recorrió la palma de su mano, allí donde sujetaba los orbes de marfil—. Kaido, ¿los guardas tú por mí? —preguntó, extendiendo la mano para ofrecérselos—. No me quedan bolsillos libres… y quizá nos resulte de utilidad.
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Después, vino una repentina convulsión. La pierna de Kaido tembló al unísono de los espasmos del anciano, quien se revoloteaba en el suelo como serpiente sin cabeza. Aún cuando allí no quedaba vida, él luchó hasta el último momento por zafarse de las fauces del tiburón.
Y sin embargo...
—Mierda, ¿ya palmó? —indagó, confuso, mientras seguía con la mirada el trayecto que las misteriosas piedrecillas tomaban camino al balcón. Éstas se apagaron, al unísono de último aliento del anciano, quien ahora yacía inerte bajo el peso del escualo, frío y con la espuma aún cubriéndole la boca—. muerto es poco, diría yo.
Kaido hizo el esfuerzo de levantarse, y por primera vez en toda la noche, pudo tomar su bocanada de aliento con alivio. De pronto, la certeza de que el misterioso y tétrico hombre había perdido la vida le hizo sentir tranquilo, aunque aún no del todo, pues aún se encontraban dentro de aquella isla maldita. Akame clamó que era hora de salir de ahí. Kaido asintió. Datsue debatiría sobre el por qué al gyojin no le afectó aquel vínculo misterioso, y poco pudo decir él sobre el por qué de aquello. Quizás ellos tenían algo que Kaido no, y que al viejo no le hacía falta.
Luego, el Uchiha se acercó a él, con los orbes de marfil en sus manos, ofreciéndoselo. Kaido le miró incrédulo.
—Ya lo has dicho. Dos ojos, dos conectados. Si de verdad quieres sacar esa mierda de aquí, llévalo tú —le volteó la mirada, y trató de que Akame le viera—. ¿y cómo coño vamos a salir de aquí, si aún después de tanta mierda, no tenemos ni puta idea de donde está Soshuro, o el Timonel. ¿Que toca ir al pueblo? ¡Já, tu putísima parienta es la que va a entrar en ese jodido pueblo fantasma!
Akame respiraba hondo, con inspiraciones y expiraciones lentas, intentando relajarse. Su cuerpo dolorido se aflojó gracias a aquel simple ejercicio respiratorio, pero su mente estaba trabajando a toda velocidad. Cuando se agachó junto al cuerpo del anciano y le tomó el pulso, pudo corroborar las palabras de Kaido.
—Tiene menos pulso que una piedra.
Pero, ¿significaba aquello que ya estaban fuera de peligro? Tal y como Datsue se apresuró a recordar, al Uchiha la escena que acababan de vivir le recordaba inevitablemente al Shamisen de Rokuro Hei, a Yamiria y a lo que allí les había sucedido unas semanas antes. Sin querer quitarle el ojo de encima al cadáver —por si le daba por levantarse—, Akame trató de exponer la teoría que había elaborado a partir de lo que les había ocurrido a él y a su compañero de Aldea.
—Creo que tiene algo que ver con nosotros. Con nuestra sangre, me refiero —señaló a Kaido—. Tú no viste la Luna volverse roja como la sangre, ¿verdad? Yo sí. Y estoy seguro de que tú también, Datsue-kun —aseveró, y por un momento su rostro se ensombreció al recordar lo que había experimentado en aquel... ¿Sueño? ¿En aquella ilusión? ¿Lo había vivido realmente? Todo parecía tan... Real. El campo de batalla, el calor del fuego, el humo atorándole la garganta, los alaridos de los heridos... Sacudió la cabeza—. Todo gira en torno a lo mismo. Creo que, cualquiera que fuese la técnica que usó este viejo cabrón, nos afectó a nosotros por tener sangre Uchiha.
Cuando Kaido se opuso a volver al pueblo, Akame no pudo evitar soltar un bufido de contradicción.
—¿Y qué propones entonces? Quizás tú puedas llegar nadando a Amegakure, pero aquí Datsue el Intrépido y yo necesitamos un medio más convencional. Hay que encontrar al timonel como sea, y en el camino había huellas que se dirigían al pueblo.
Ya recompuesto, el Uchiha se irguió por completo e hizo de tripas corazón para encarar a sus dos compañeros.
«Hijo de puta» insultó, mentalmente, a Kaido, al no aceptar las canicas. Tras meditarlo por unos momentos, decidió guardárselas en el bolsillo de su pantalón. No creía que fuesen a ser más un peligro, y parecían hechas de marfil… Quizá pudiese sacar por ellas un buen pellizco en el mercado.
Akame, por su parte, expuso su teoría. Él, como Datsue, había visto la luna roja en el cielo. Consideraba —cosa que no era nada raro en él, siendo como era un obsesionado por el clan—, que la conexión venía dada por la sangre Uchiha que ambos compartían. Datsue era reticente a creer semejante idea, pero entonces recordó, mientras Ameriense y Uzureño se habían puesto a discutir sobre ir al pueblo o no, que…
—Hostia, ¡un momento! —exclamó, interrumpiendo la discusión—. ¿Recordáis como Soshuro nos miraba a Akame y a mí? Con que… ¿interés? Joder, ahora está claro que era por eso —miró a Akame, dándole la razón—. Porque somos Uchihas. ¡El tipo está metido en el ajo, sea lo que sea esto! Y el timonel… Joder, el timonel parecía estar de su lado también. ¿Realmente es buena idea buscarle?
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—¿Y qué propones entonces? Quizás tú puedas llegar nadando a Amegakure, pero aquí Datsue el Intrépido y yo necesitamos un medio más convencional. Hay que encontrar al timonel como sea, y en el camino había huellas que se dirigían al pueblo.
El escualo se mordió los labios, y tuvo que frotarse la sien, una y otra vez. Una, y otra... vez.
—Hostia, ¡un momento! —exclamó, interrumpiendo la discusión—. ¿Recordáis como Soshuro nos miraba a Akame y a mí? Con que… ¿interés? Joder, ahora está claro que era por eso —miró a Akame, dándole la razón—. Porque somos Uchihas. ¡El tipo está metido en el ajo, sea lo que sea esto! Y el timonel… Joder, el timonel parecía estar de su lado también. ¿Realmente es buena idea buscarle?
—Yo ya no sé qué es buena idea, la verdad. Pero si sé que a partir de ahora hay que ser más juiciosos, con lo que me pesa decirlo. Hemos subestimado a la isla, y a quienes quieren coger a dos Uchiha y cortarlos en pedazos para hacer un hervido de pescuezo uzureño. Eso no quiere decir que aleta de tiburón a la cazuela como entrada no les venga bien.
»Joder, lo que quiero decir es que... lo que vayamos a hacer, hay que hacerlo ya. Vámonos de aquí.
—No sé si el tipo tendrá algo que ver en toda esta locura —aseveró Akame ante el comentario de su compañero—. Pero sí estoy seguro de que es la única persona que puede sacarnos de aquí. Lo encontraremos, y cuando lo hagamos, nos subiremos todos a ese barco y nos iremos cagando leches... Quiera él o no.
Aquella última frase del Uchiha podía muy bien interpretarse como una amenaza; y así era. Para Akame, cualquier —cualquier— método valdría para persuadir al timonel de que les llevase de vuelta a Uzu no Kuni. Tanto igual le daba si tenía algo que ver en los misteriosos sucesos que estaban ocurriendo, o si no.
—Creo que el señor Soshuro y el timonel, y todos los que iban en ese carruaje, son víctimas igual que nosotros —afirmó luego el Uchiha—. Quizás el viejo estaba tan pendiente de nosotros porque sabía que íbamos a ser el objetivo de unos lunáticos. Si no, ¿por qué se despeñó su carro por la ladera?
«No tiene sentido...»
Cuando Kaido habló, Akame tuvo que darle la razón. Lo más sensato era abandonar el faro, y cuanto antes. Ni corto ni perezoso —e ignorando el fiambre que yacía tendido sobre la fría piedra—, el Uchiha abandonó el balcón y luego emprendió la bajada por las escaleras hasta la base del edificio.
Durante el descenso y el camino de vuelta por el oscuro bosque, Akame estaba más aterrado incluso que antes. Ahora que todos habían podido constatar que algo muy siniestro estaba sucediendo en la isla, el Uchiha tenía todas las alarmas a punto de saltar. Cada dos por tres se volteaba de súbito, esperando encontrarse a algún loco como el viejo del faro esperando para saltarle encima. Las sombras del bosque se movían de forma inquietante, y el ulular de los pájaros nocturnos se había convertido en una tenebrosa melodía.
Cuando por fin llegaron a la encrucijada al pie de la colina, Akame oteó el sendero que tenían enfrente, el que llevaba hasta el pueblo. Hizo acopio de valor y, haciéndose a un lado, siguió el camino al amparo de la vegetación, buscando camuflarse.
El pueblo estaba tan desierto como al principio. Sus calles, todas perfectamente pavimentadas y alineadas en un orden sin fallo, estaban iluminadas por farolas que emitían un brillo anaranjado y tenue. Sólo los balidos de la cabra que habían visto en el corral de una de las viviendas, cuando horas antes cruzasen el pueblo en el carromato en dirección a la finca del noble. El Uchiha observó durante un rato las hileras de casas idénticas y numeradas en orden antes de voltearse hacia sus compañeros.
—Y ahora, ¿por dónde demonios empezamos a buscar? Son todas iguales. Parece hecho a posta, por todos los dioses...
De repente un profundo silencio invadió el pueblo, y nada se oyó salvo las voces de los muchachos.
28/07/2017, 19:44 (Última modificación: 28/07/2017, 19:45 por Uchiha Datsue.)
—No, no, no —el Uchiha negaba una y otra vez con la cabeza, ante la afirmación de su compatriota de que Soshuro era una víctima más en todo aquel entuerto—. Para empezar, si no fuese por él no estaríamos aquí. ¿Por qué puso ese anuncio por medio Oonindo si sabía que algo así podría ocurrir? Yo creo que está en el ajo, y todo eso de la herencia era una patraña para atraernos…
¿Y realmente importaba quien tuviese razón? A opinión de Datsue, no. Él no pensaba fiarse ni de su propia sombra a partir de aquel momento. Temerosos y cautos, los tres shinobis descendieron por la torre, con el objetivo de encontrar al timonel. Tres pequeños y asustadizos Gennins adentrándose solos en la penumbra… Le dolía reconocerlo, pero empezaba a echar en falta al Kusareño. Aquel joven llamado Yota parecía tenerlos bien puestos, a diferencia de sus compañeros de Villa. Un tipo que quizá le hubiese venido de perlas…
… como escudo. Porque, por lo que había podido comprobar, ni Kaido ni Akame parecían muy dispuestos a realizar tan noble hazaña.
Con el corazón en un puño durante todo el camino, y sin casi atreverse a respirar, los tres shinobis llegaron al cruce, y, una vez ahí, bajaron hasta el pueblo fantasma. Pese a que no parecía haber señal alguna de vida procedente de ninguna ventana, el Uchiha tenía la extraña sensación de que alguien les observaba desde la oscuridad…
—Y ahora, ¿por dónde demonios empezamos a buscar? Son todas iguales. Parece hecho a posta, por todos los dioses...
—Espera, joder, ¡espera! —murmuró, con voz crispada, terriblemente asustado por la idea de tener que meterse en ninguna de las casas que allí había—. Yo voto por ir a la casa donde había unas cabras en el corral, ¿recordáis cuál era? Pero antes de eso… —añadió rápidamente—. Joder, hagamos las cosas bien esta vez. Planifiquemos una pequeña estratagema de combate, por si las cosas se ponen feas. Yo tengo bombas de humo, de sonido y de luz que pueden darnos una oportunidad de escape. Y me especializo en ataques a distancia, que no cuerpo a cuerpo, con Katones. Eso es todo por mi parte.
»¿Y el resto? Si alguien sabe de primeros auxilios ya sería la hostia...
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Kaido intercalaba la mirada y el pescuezo entre los dos genin, quienes tenían opiniones diferentes acerca de quién o cuáles eran quizás partícipes del misterio que rodeaba a la isla, y a su gente (o a la falta de ella). Para Akame, Soshuro no tenía nada que ver con ello, a pesar de su evidente interés para con los dos Uchiha, y no así para con el gyojin. Datsue, no obstante, y fiel a su corazonada; creía con seguridad que ellos eran parte de todo el embrollo. Y si así lo era el anciano, también el timonel como parte de su staff.
¿Pero acaso hacía diferencia alguna? se obligó a preguntarse el escualo. Y ahí fue cuando tuvo que dar la razón a Akame, respecto al hecho de que sin importar si tuviera algo que ver o no, el timonel tendría que hacer lo que ellos fueran a pedirle. Por las buenas, o por las malas.
Y así se lo iban a hacer saber, una vez llegasen al pueblo fantasma.
***
—Y ahora, ¿por dónde demonios empezamos a buscar? Son todas iguales. Parece hecho a posta, por todos los dioses...
—Espera, joder, ¡espera! —murmuró, con voz crispada, terriblemente asustado por la idea de tener que meterse en ninguna de las casas que allí había—. Yo voto por ir a la casa donde había unas cabras en el corral, ¿recordáis cuál era? Pero antes de eso… —añadió rápidamente—. Joder, hagamos las cosas bien esta vez. Planifiquemos una pequeña estratagema de combate, por si las cosas se ponen feas. Yo tengo bombas de humo, de sonido y de luz que pueden darnos una oportunidad de escape. Y me especializo en ataques a distancia, que no cuerpo a cuerpo, con Katones. Eso es todo por mi parte.
»¿Y el resto? Si alguien sabe de primeros auxilios ya sería la hostia...
—Déjame el cuerpo a cuerpo a mí —admitió, conciso. Sin quitar la vista de los puntos que él consideraba ciegos para sus compañeros.
Sí que recordaba aquella casa, la única con un precario corral hecho de vallas de madera destartaladas y con dos cabras atadas a un poste dentro de él. Entonces el Uchiha se dio cuenta de un pequeño detalle, y calló a sus compañeros alzando el dedo índice con rapidez.
—Cuando pasamos frente a esa casa hace unas horas había dos cabras. Hace unos momentos, sólo se escuchaba balar a una. Y ahora... —silencio.
El gennin intercambió miradas con sus compañeros de profesión. Desde luego, aquella casa era el único elemento dispar en el mar de homogeneidad que era aquel pueblo.
Fue entonces cuando Datsue sugirió que compartiesen sus habilidades a fin de poder entenderse mejor si la situación se torcía y se veían obligados a tomar las bravas. «Sí, como que voy a revelar mis técnicas a un amenio...» Akame se debatió unos momentos entre el secreto profesional y su instinto de supervivencia. Al final, optó por ser tan —o más— escueto que sus dos compañeros.
—Me desenvuelvo bien en cualquier situación —replicó, e incluso en aquel momento su voz se tiñó de un tono calmo y seguro.
Sea como fuere, el Uchiha encabezó una vez más la marcha por las solitarias calles del pueblo. Ni siquiera se veían luces encendidas en ninguna casa —aunque eso podía explicarse por el hecho de que era ya de madrugada—, y el silencio era tan penetrante que los pasos de los gennin resonaban sin remedio, incluso aunque intentasen moverse sin hacer ruido.
Al final llegaron a la casa a la que se refería Datsue, la número siete. El destartalado corralito estaba, en efecto, vacío —ni rastro de las cabras—. Las persianas estaban echadas y no se veía ninguna luz saliendo del interior.
Akame rodeó el edificio, observando cada posible entrada. Las ventanas no tenían barrotes, sólo una cerradura bastante pobre. Además de la puerta delantera, había otra entrada en el patio trasero, donde estaba ubicado el corral; esta última parecía tener una cerradura más parca que la de la entrada principal.
El Uchiha se apostó, espalda contra la pared, bajo una de las ventanas de la parte trasera. Cogió aire, inspirando profundamente, y expiró con suavidad. Luego se volvió hacia sus compañeros.
—No parece que haya nadie en casa, pero a estas alturas cualquiera sabe.
—Cuando pasamos frente a esa casa hace unas horas había dos cabras. Hace unos momentos, sólo se escuchaba balar a una. Y ahora...
Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Datsue. Silencio. No había nada más que silencio. Aquel inminente peligro reforzó la idea del Uchiha en planificar una estrategia, y así se lo hizo saber a sus compañeros. Kaido fue el primero en intervenir, pidiendo que le dejasen a él el cuerpo a cuerpo.
«Joder, ¡así me gusta, Kaido! Les dices que vayan delante y todo son trabas. Ahora, sugieres como quien no quiere la cosa que te especializas en ataques a distancia, y ellos mismos se prestan a ponerse frente a la boca del lobo. Todo es cuestión de sutileza, joder. Tengo que serlo más a partir de ahora»
Akame, por su parte, fue tan expresivo y charlatán en sus habilidades como podía serlo una piedra. Pero Datsue ya tenía lo que quería, que era una excusa más o menos convincente para mantenerse alejado si las cosas se ponían feas. Cosa que parecían a punto de ponerse.
A medida que avanzaban por el pueblo, los nervios de Datsue se iban crispando cada vez más. Había algo, no sabía el qué, que le ponía todavía más nervioso de lo que ya estaba. Una pieza del rompecabezas que no terminaba de encajar. Un pequeño y minúsculo detalle, pero terriblemente importante a pesar de ello.
«Joder, joder, joder… Vamos a morir. Vamos a morir. Vamos a morir…»
Cuando los tres shinobis llegaron a la casa a la que se había referido Datsue, el Uchiha todavía seguía rompiéndose la cabeza con encontrar el detalle que estaba pasando por alto, con frases funestas y pesimistas entremedio. No había rastro ya de las cabras, como tampoco parecía haber nadie dentro. O al menos, nadie despierto. Rodearon el edificio en busca de entradas, y una vez analizadas todas, se situaron en un lateral. Akame fue el primero en hablar, pero Datsue ya no le escuchaba.
Acababa de darse cuenta del detalle…
—C-chicos… —dijo, con voz quebrada y aguda por el miedo—. Dos ojos… Dos conectados… —negaba con la cabeza una y otra vez, y parecía estar a punto de derrumbarse, con los hombros caídos y la cabeza gacha—, y ahora dos jodidas y putas cabras. ¿No veis la conexión? Esto es una jodida trampa, cojones. Akame —elevó la vista y le miró a los ojos—. Si entramos ahí adentro… estamos muertos —sus propias palabras cayeron como una losa para él. No había exageración, ni atisbo de mentira en sus palabras. Lo decía con la misma convicción que el fanático religioso reza a su Dios—. El único que tiene una posibilidad es…
Su mirada se desplazó hasta…
»… Kaido. Tú debes ser el que entre ahí. Piénsalo —añadió rápidamente, sabiendo que sería reacio a la idea—. Hay muchas posibilidades de que nos vuelvan a controlar con esa mierda… hipnótica. Solo seríamos un estorbo para ti.
«Mierda. Ya se me olvidó la sutileza, joder. No tenía que haberlo propuesto yo, sino simplemente evidenciar el peligro de entrar nosotros dos...»
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Y como si aquel bosque no fuese lo suficientemente tenebroso por sí sólo, el desolado pueblo no tenía intención alguna de causar sensaciones tan o peores que la que habrían podido sentir los genin durante su travesía al faro. No, el fortuito silencio que abrazaba a las calles era incluso más desesperante, teniendo en cuenta la gran cantidad de hogares construidos a lo largo y ancho del pueblo. La simple posibilidad de que aquello fuera una simple charada visual para los visitantes —panorama que, de buenas a primeras, daba la sensación de que se trataba de una isla común y corriente— le crispaba los nervios.
Le era imposible no pensar que todo era parte de un juego macabro. Un juego del que no se sentía parte, claro está, al tener en cuenta el poco interés que podrían tener para con él, que no era un Uchiha.
Y hablando de Uchiha, fue el más resuelto, Akame; quien tomó el liderato de la expedición en ésta particular ocasión. Con la prisa de un preso urgido para escapar de la milla verde, pero con el sigilo necesario como para que no le pillasen en el intento, la comitiva shinobi se sumergió en el corazón del pueblo, en búsqueda de aquella casa de la que hablaba Datsue, donde una vez allí; pudieron comprobar que no había rastro alguno de ninguna cabra.
Datsue arrojó una teoría, y Akame peinó el área.
Luego, el primero le increpó a Kaido sobre responsabilidad que tendría él de ser el arrojado suicida, teniendo en cuenta las limitaciones que podrían sufrir ellos, de nuevo, como en el faro. El escualo vistió su rostro de su cara más seria, de aquellas que eligen tener los jugadores profesionales de Shogi, y se le acercó, a paso lento.
—¿y cómo vamos a entrar, si todo está cerrado? —y aunque quiso decir aquello con credibilidad, lo cierto es que él y sólo él tenía la habilidad de adentrarse en la soledad de la casa número siete sin hacer demasiado alboroto. ¿Pero por qué lo haría, de gratis, y por dos extranjeros a los que apenas conocía?