Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame no pudo evitar sorprenderse cuando su compañero, lejos de buscar el escondite más seguro hasta que pasase la tormenta, les expuso un plan que evidenciaba su buen razonamiento táctico. «Vaya vaya, Datsue-kun, así que sí sabes ser ninja cuando te lo propones...» El plan de su compañero gennin no era en absoluto descabellado, y de hecho era mejor que el que él mismo había pensado; lanzar un par de bombas de luz, sacar al timonel y quemar a todos los demás combinando los jutsus Katon de ambos Uchiha.
—De acuerdo —ratificó Akame cuando Kaido dió luz verde al plan por su parte—. Con una objección. Ni por todos los dioses de Oonindo me vas a meter ahí inconsciente y atado. Por no hablar de que no sé hasta qué punto se van a creer que una cincuentona es capaz de cargar escaleras abajo a dos adolescentes.
El Uchiha sacó una hikaridama y la sostuvo en alto para que sus compañeros pudiesen verla.
—Bajas como si no hubieses visto nada sospechoso, dejas rodar un par de estas y nosotros les caemos con todo. Kaido-san, dijiste que lo tuyo era el cuerpo a cuerpo, ¿no? —inquirió Akame, mirando al aludido—. Mientras todos estén cegatos perdidos, entras y coges al timonel. Luego, Datsue-kun y yo usamos nuestro Katon para... Cubrir la retirada. ¿Qué decís?
—Bien. —La modificación que había hecho Akame sobre su plan lo volvía más sencillo. Y un plan sencillo era, en la mayoría de los casos, también más efectivo—. Me parece bien.
Tomó la bomba de luz que le ofrecía Akame y a mayores cogió la suya propia, sellada en la palma de su mano izquierda. Las mangas de la túnica cubrían sus manos y ocultaban las diminutas esferas de papel. Todo parecía en orden.
—Tras el fuego, lanzaré una bomba de humo a las escaleras, mientras estemos subiendo —añadió, a la sugerencia de Akame—, y de paso tiraré un paquete de makabishi… Por si alguno resiste y viene tras nosotros. Asegúrate de ir delante de mí —advirtió, a Akame.
Todo eran bonitas y valientes palabras. Pero a la hora de la verdad, cuando el silencio se hizo y Datsue tuvo que emprender el camino, esta vez a la vanguardia, el pulso le volvió a temblar. Una cosa era decir el plan, y otra cosa muy distinta ejecutarlo. «No pienses o estás perdido. No pienses, no pienses… Solo actúa. Un paso. Otro paso. Eso es. Ahora otro… y contén el aliento. La madre que me parió, ¡contén el aliento!»
Creyó que le iba a estallar el corazón. Creyó que sus escandalosos latidos le delatarían. Pero no había vuelta atrás. Ahora solo quedaba avanzar. Un paso. Otro paso, y…
… ahí estaba. Tal y como había dicho Akame. El timonel a la derecha, la mesa en el centro, y seis figuras envueltas en una túnica oscura. Sintió que se mareaba en el acto. Todo le daba vueltas y le costaba pensar con claridad. Iba a morir. Iba a morir como aquel joven compañero, llamado Haskoz, lo había hecho meses atrás. Iba a morir como Shiona. Iba a…
«No pienses, solo actúa. Solo actúa, solo actúa, ¡solo actúa!» Sus brazos se cruzaron en un rápido movimiento, y de sus manos salieron disparadas en direcciones opuestas las bombas de luz, al mismo tiempo que el Uchiha cerraba los ojos.
Estaba hecho, y no pudo contenerse por más tiempo:
—¡Hijos de puta, soy Datsue el Intrépido! ¡CONMIGO NO SE JODE!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
30/07/2017, 19:47 (Última modificación: 30/07/2017, 19:48 por Umikiba Kaido.)
El gyojin asintió, y volteó a ver a Datsue. Él se encargaría de cargar al timonel, Akame de cubrirle la espalda; y el intrépido dejaría un par de tretas por si los ritualistas decidían seguirles. Todo bien trazado, y planeado.
¿Qué podía salir mal?
«Absolutamente nada. Eres Kaido, el Tiburón de Amegakure. Y tienes a dos Uchiha al lado, según el clan de los guerreros más afamados de todo Oonindo. ¿Qué puede salir mal?» —se volvió a repetir, introspectivamente.
Tensó el pulso y dejó que sus manos blandieran el frío metal del filoso Kunai que tenía guardado en su bolso de utensilios y urgió a su chakra a concentrarse acometidamente en su brazo derecho. Luego, observó cada uno de los pasos que dio Datsue hasta que su figura de anciana afligida dejó el piso superior, sumergiéndose en el interior del sótano. Entonces esperó, paciente, intercalando la mirada entre los escalones y Akame. De Akame a los escalones. Hasta que llegó la hora, de ir a por el único comodín que podía sacarles de la isla Monotonía.
Un potente haz de luz inundó entonces el diminuto cuartecillo, y desde arriba, Kaido pudo ver como las estelas luminosas delataban la jugada de Datsue. Ahí esperó, quizás medio segundo, a que el potente brillo disminuyera lo suficiente como para que él pudiera moverse hasta el corazón del templo ritual y fijar la mirada hacia la dirección que Akame le hubo dicho en donde estaba el Timonel.
Lo vio, ahí, en el suelo. Junto a las otras víctimas, que probablemente le verían con rostro esperanzado tras su llegada. Pero él, decidido, lanzó sus fauces hasta el marinero y trató de cortar, o arrancar con su brazo ahora gigante y musculoso; lo que fuera que le mantenía ahí atado en el suelo. Fueran cadenas, o una simple cinta, iba a ceder a su fuerza bruta.
—¡Levántate, vamos!
Si su movimiento resultaba ser efectivo, aprovecharía la fuerza residual de su Gosuiwan no sólo para obligarle a levantarse, sino que se sostuviera de su hombro mientras el escualo le dirigía a toda prisa hasta las escaleras adyacentes, para así volver a subir. Sin ver atrás, esperando que Akame, tal y como le había prometido, estuviera listo para detener a todo aquel que intentase detener, valga la redundancia, al intruso escamoso.
30/07/2017, 20:08 (Última modificación: 30/07/2017, 21:30 por Uchiha Akame.)
Trazado el plan de ataque y rescate, sólo quedaba que los muchachos lo ejecutasen. La estrategia era buena, producto de las mentes de los tres gennin que, pese a su bajo rango, habían demostrado ser capaces de seguir los pasos que todo buen ninja debía conocer; recolectar información sobre el enemigo y el terreno, planificar, asignar tareas y ejecutar. Claro que, los jóvenes shinobi estaban a punto de descubrir que la cuarta fase de aquel preciso protocolo nunca estaba exenta de sorpresas.
Datsue, disfrazado de la sectaria que yacía muerta sobre el marco de la ventana, bajó las escaleras con cuidado. A medida que se introdujo en el sótano una mezcla de olores agrios inundó su nariz, provocándole unas arcadas que por poco logró contener. Allí abajo el aire estaba sumamente viciado y olía a incienso, especias, y a... ¿Muerte? Apenas bajó las escaleras, el chico pudo ver como uno de los sectarios sostenía en alto una cabra, rajada en canal, e iba vaciando su sangre por las inscripciones que otros dos encapuchados escribían en el suelo de piedra mohosa. Otras dos figuras reforzaban las ataduras que mantenían sujeta a la noble —completamente desnuda— a la mesa de madera. No parecía consciente, aunque sus ojos estaban muy abiertos y fijos en el techo; carentes de expresión alguna. Al acercarse un poco más pudo encontrar al sexto sectario; estaba colocado al fondo de la sala, y era el encargado de entonar los salmos que se oían desde la planta de arriba.
Giró la vista a su derecha y en efecto, sentados en el suelo junto a las escaleras pudo ver a la corpulenta guardaespaldas —con signos evidentes de haber sido gravemente maltratada—, al marinero —no en mucho mejor estado— y... A dos sectarios más junto a los prisioneros. Por su posición Akame había sido incapaz de verlos desde el hueco de las escaleras.
Uno de los dos inesperados sectarios se dirigió hacia Datsue a paso tranquilo, probablemente para interesarse por el origen del ruido que habían escuchado hacía unos minutos. No le dio tiempo. Con un rugido de coraje, el Uchiha dejó caer ambas hikaridama y en un instante el sótano se llenó de aquel resplandor cegador.
—¡Ahora!
Akame dejó que Kaido bajase primero y luego se precipitó tras él por las escaleras. Sin embargo, cuando llegaron abajo los shinobi se darían cuenta de la presencia de aquellos dos sectarios de más junto a los prisioneros.
«¡Mierda!»
Aprovechando la conmoción, el Uchiha desenvainó su espada y, recubriéndola de una capa de chakra que se volvió carmesí como la sangre, la arrojó sin preámbulos directamente al pecho del sectario que estaba más cerca de Kaido. El proyectil se clavó de lleno en aquella figura larguilucha e incluso la derribó por la fuerza del impacto.
—¡Vamos, vamos, rápido joder! —apremió el Uchiha.
El Gyojin se acercó con dos pasos rápidos hasta el timonel, que se encontraba tan conmocionado como todos los demás personajes de la escena a excepción de los ninjas. Con ayuda de su kunai y aquel brazo hipertrofiado cortó sin dificultad las cuerdas que aprisionaban al marinero y lo arrastró hacia las escaleras.
Pero la conmoción de las granadas cegadoras de Datsue se disipó poco después, y entonces estalló el caos. Los dos sectarios que estaban dibujando extraños símbolos en el suelo se lanzaron sobre Datsue, buscando placarle y tirarlo al suelo. El encapuchado restante de los dos que habían estado guardando a los prisioneros sacó un cuchillo mohoso de entre sus ropajes y persiguió a Kaido, buscando apuñalarle por la espalda.
—¡Kaido-san, detrás de ti!
El que había rajado a la cabra tenía todavía un largo cuchillo ensangrentado entre las manos que usó para degollar a la noble sin mostrar sentimiento alguno.
—¡NOOOOO! —bramó Togashi Yuuki, revolviéndose entre sus ataduras—. ¡SUCIOS NINJAS, ¿DÓNDE VAIS?! ¡LIBERADME!
Akame hizo un amago de alcanzar a la guerrera, pero al instante los otros cuatro sectarios se le echaron encima. «¡Joder!» El Uchiha retrocedió para ganar algo de espacio, formó una corta serie de sellos y disparó una ráfaga de llamas desde sus labios; no era tan amplia ni potente para matar a cuatro enemigos, pero al menos le sirvió para que los sectarios detuviesen su carga y retrocediesen un momento, dejando libre el hueco de las escaleras.
—¡Vámonos, vámonos joder!
Los sectarios son civiles. Eso quiere decir que ninguno de sus atributos físicos es mayor de 30, lo digo más que nada para comparaciones y roleos. Creo que no hace falta que pongamos tablas de stats ni nada XD
30/07/2017, 20:56 (Última modificación: 30/07/2017, 20:59 por Uchiha Datsue.)
Todo se estaba viniendo abajo. El plan; sus posibilidades de sobrevivir; y, en mayor medida, sus recién adquiridas agallas, que se derretían como un cubito de hielo en un incendio. El olor a incienso y a muerte se le colaba por la nariz y le provocaban náuseas. La visión de la noble, desnuda y en trance, no ayudaba. Tampoco que hubiese dos hombres de más con los que no contasen favorecía a sus nervios. Cuando éstos se acercaron a Datsue, el Uchiha ya estaba al borde de un ataque de histeria. No había tiempo para un cambio de estrategia, ni él tenía el temple suficiente como para tratar de engañarles. El Uchiha hizo lo único que sus nervios le permitían hacer en aquel instante: lanzar las bombas de luz y chillar.
—¡Hijos de puta, soy Datsue el Intrépido! ¡CONMIGO NO SE JODE!
Luego llegó el caos. El Henge se le deshizo, los chillidos inundaron la sala y los lunáticos se abalanzaron sobre ellos. Dos en concreto fueron a por Datsue. El Uchiha, que momentos antes había asegurado a sus compañeros guardarse las makabishi para las escaleras, sacó rápidamente el paquete y lo arrojó entre él y ellos, al mismo tiempo que daba un salto hacia atrás.
Luego echó un rápido vistazo a su alrededor, temeroso de que viniesen más a por él. Pero tan solo pudo distinguir sangre y fuego. Sangre de la noble, vertida desde su cuello en cantidades demasiado ingentes como para ponerle remedio. Fuego de Akame, que trataba de rechazar a sus oponentes con esferas flamígeras. Todo eran gritos. Reconoció nuevamente la voz de Yuuki entre estos, y aunque esta vez oyó sus palabras, no las escuchó.
Solo quería irse a casa.
—¡Vámonos, vámonos joder!
Una abertura se hizo ante Datsue. Era lo único que necesitaba. Se arrojó sobre las escaleras desesperado por huir de allí, y, en un esfuerzo titánico, logró contenerse para no salir corriendo antes de ejecutar el plan final.
—¡A la mierda! —Los sellos del Goukakyuu se formaron en sus temblorosas manos, mientras el chakra imbuido por el miedo más atroz inundaba sus pulmones—. ¡Akame, ya! —No iba a concederle a Akame ni un jodido segundo de margen. O estaba a su lado en aquel instante, o…—. ¡ARDED, HIJOS DE PUTA!
Y una inmensa llamarada salió despedida de su boca, amenazando con devorarlo y consumirlo todo...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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30/07/2017, 21:38 (Última modificación: 30/07/2017, 21:44 por Umikiba Kaido.)
Lo que les recibió allí abajo fue, sin lugar a dudas, lo más parecido que verían alguna vez al infierno; al menos estando vivos. El olor a sangre concentrada, carne pútrida y otros olores más aromáticos, hacían de aquel aire casi irrespirable. Pero aquello no le iba a detener de cumplir con su objetivo, no sería él quien fallase en la única cosa que tenía que hacer: que era pillar al timonel y llevarlo a salvo hasta el piso superior.
Las sorpresas, no obstante, no tardaron en llegar. Y es que ahí en donde yacían los siguientes sacrificios esperando su turno en el matadero, había en cada diestra dos guardianes con capucha, ahora afectados por la bomba de luz. Kaido aprovechó el margen de tiempo que le otorgó aquel utensilio para usar la fuerza de mil hombres que le otorgaba el agua de su cuerpo, y arrancó sin pudor las ataduras que mantenían cautivo al marinero. Y se lo subió a cuestas, pues su estado físico era deplorable. Entonces vio a las escaleras, y de pronto el mundo se le hizo pequeño. Tan abstracto que con cada paso, sentía que los escalones se le hacían más y más distantes. Era el miedo haciendo mella en su confianza, intentando distraerle.
Esperando que cometiera un error, y fallara estrepitosamente en su acto de heroísmo. Pero la voz de su compañero le sacó de su ensimismamiento, y le obligó a reaccionar muy rápido.
—¡Kaido-san, detrás de ti!
Y es que aunque Akame se hubiera encargado de uno de los dos guardianes con su espada voladora de chakra rojizo, aún quedaba otro que, con cuchillo mohoso en ristre, buscó asesinar a Kaido. La voz de mando de Akame, por suerte, le obligó a empujar al timonel hacia adelante y a voltear rápidamente, justo para percatarse de que el filo estaba más cerca de lo que hubiese querido imaginar.
Pero se supo tranquilo, y actuó con sensatez. Así que esperó con brazos abiertos al puñal, que le atravesó el pecho de cabo a rabo. La mano del sectario se le hundió también en el pecho, y de pronto un caudal de agua revoltosa comenzó a mojarle la extremidad, proveniente del área pectoral que era en ese momento una especie de agujero azulesco de agua marina.
—¡Muere, hijo de puta! —luego un severo mordisco a la yugular con su mandíbula de cierra, y su propio kunai hundiéndose en le carótida del sectario.
Lo que vino después, seguro que no podría recordarlo con detalle. Sí supo que el cuerpo desnudo de Mizuki yacía ya bañado en sangre, y que una lluvia de llamas flameables le acariciaba los costados. El gyojin danzó entre fuego y sangre con presura, y buscó urgido de nuevo al timonel, que no habría estado tan lejos de las escaleras. Y trató, viendo que Datsue inflaba su pecho sin contemplación; estar resguardado en el hueco que Akame le había dejado poco antes, para que el intrépido descargara su furia contenida a través de su fuego.
Entre los gritos, el humo, el fuego y la sangre, los ninja consiguieron poco a poco abrirse paso.
Akame abrió tanto los ojos que creyó que estaban a punto de salírsele de las órbitas cuando vió cómo uno de los sectarios apuñalaba a Kaido directamente en el pecho. No sólo eso, sino que el cuchillo herrumbroso se hundía en el cuerpo del shinobi, y el brazo del sectario tras de él. «Por todos los dioses de Oonindo, ¿qué clase de técnica es esa?» El chakra del Tiburón se arremolinaba y fluía alrededor de su torso, allí donde la carne se había convertido en... ¿Agua?
El Uchiha no tuvo lugar para observar mucho más. Mientras Kaido destrozaba el cuello y la cara de su enemigo con un mordisco y una puñalada que le dejó su propio rostro cubierto de sangre y carne, él y Datsue abrían el camino hacia la ruta de escape. El timonel, por su parte, trastabilló hasta las escaleras mientras los dos Uchiha escupían abrasadoras llamas hacia los sectarios para convertir aquel sótano en un infierno. El suelo prendió allí donde había inscripciones, probablemente debido a que se habían usado productos inflamables, y en pocos instantes la habitación se llenó de vapores tóxicos y fuego.
—¡Akame, ya!
La voz de Datsue a sus espaldas le advirtió de la maniobra que pensaba ejecutar. Akame le dedicó una última mirada a la guardaespaldas, que movía los labios sin parar y contorsionaba su rostro con ira para escupir insultos quie nadie podía oír por encima del caos. Él se dio media vuelta y corrió hacia el hueco de las escaleras. Al llegar, empujó al timonel hacia arriba y lo arrastró con la mano diestra al sobrepasarle en la subida.
Llegaron al piso superior justo después de que Datsue descargase su furia Uchiha sobre los enemigos. Desde arriba Akame pudo ver cómo el sótano ardía sin piedad mientras Kaido y su compañero de Villa escapaban por donde momentos antes lo había hecho él.
Los bramidos de dolor de los sectarios y de la guardaespaldas llenaron el ambiente. Akame no miró atrás otra vez, sino que agarró al marinero y echó a correr hacia la ventana por la que habían entrado. Al llegar, apartó el cadáver de la sectaria de una patada, abrió la ventana e indicó al timonel que saliera primero. El tipo obedeció, dando tumbos, y torpemente consiguió salir.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
Nada más poner un pie fuera de la casa, el Uchiha se concedió un pequeño lujo; un instante de descanso. El pecho le ardía, igual que la garganta, y al inspirar el aire fresco de la noche notó un ligero alivio. Le dolían todos los músculos del cuerpo, producto de la tensión y el repentino gasto de chakra. Se permitió relajarse un momento...
Justo antes de alzar la mirada y ver que en el interior de las casas de alrededor empezaban a encenderse luces.
El fuego salió del pecho de Datsue en torrente, y con él, parte del miedo que tanto le había estado aprisionando el corazón. Sin querer quedarse a comprobar el resultado, el Uchiha dio media vuelta para precipitarse escaleras arriba, con la mala suerte de tropezar con un cadáver y darse de bruces contra un escalón, abriéndose una brecha en la ceja.
—¡Me cago en…! —su mano se apoyó en el cuello del hombre, empapándose de su sangre, y se obligó a impulsarse hacia arriba. «Fuera, fuera, fuera, ¡fuera!»
Tambaleándose de un lado a otro, subió los escalones casi a gatas, dejando atrás los gritos de horror de los sectarios. Localizó la ventana, recién abierta por Akame, y saltó de cabeza por el hueco. Cayó con las manos por delante y rodó por el suelo. Los músculos le ardían, los pulmones apenas podían coger aire, exhaustos, y notaba como la sangre caía de por su ceja derecha. Pero se obligó nuevamente a levantarse. A seguir.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
—Sí. Sí, sí, sí, sí… ¡Sí! —gritó, lleno de júbilo. Iban a conseguirlo. Iban a…—. No… No, no, no, no, no... ¡NOOOO!
Levantó la cabeza y giró sobre sí mismo. Las casas fantasmas habían despertado.
—¿Por qué, joder? ¡¿Por qué?!
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Subió como buenamente pudo, decidido a dejar atrás a la única mujer que habían decidido no salvar, y al resto del culto. Uno que sucumbiría ante el imponente poderío de las llamas, que se abría camino en la diminuta habitación, consumiendo el poco oxígeno que había ya de por sí ahí adentro.
Pronto unos gritos ahogados de dolor, y los recuerdos de Yuuki clamando una mano amiga. A cambio, recibió las llamas como despedida, y ahí quedó, para el olvido.
Kaido corrió por detrás de Akame, quien hubo alcanzado la ventana junto al timonel primero que todos. Quitó de en medio el cadáver y pidió al marinero que fuera el primero en salir, luego los dos Uchiha, y después él, el tiburón. Una vez fuera, estuvo claro que todos y cada uno de los presentes tuvo que tomar descanso, tratar de recobrar el aire, y en el caso específico del escualo; sintió la imperante necesidad de coger su termo y beber a pico de él, hidratándose, y revitalizándose al mismo tiempo.
Entre sorbos, el grito de Akame le obligó a detenerse. Y la eufórica reacción de Datsue le sentir desairado.
—¡Al puerto! ¡Al puerto!
—Sí. Sí, sí, sí, sí… ¡Sí! —Kaido comprobó que a sus adyacencias las luces vecinas se encendían una tras otra, como una reacción en cadena—. No… No, no, no, no, no... ¡NOOOO!
—¡Corred, hijos de puta, corred! —no había otra opción. No la había. ¿Quién se iba a quedar a comprobar que de cada una de esas casas pudiera salir otro puñado de sectarios? y más importante aún: ¿quiénes los iban a derrotar?
Llegar al barco era prioritario. Tomarlo, y protegerlo. De ahí todo sería más sencillo. Claro que llegar hasta allá era otro tema.
—¡JODER! —gritó Akame, impotente. En lo que llevaban de esa noche había repetido aquella palabra más veces que en toda su vida. Eso simbolizaba bastante bien de qué modo las cosas habían salido mal en Isla Monotonía. «Por los huesos de Hazama, ¡maldita isla! ¡Así la engulla Susano'o con sus tormentas y acabe en el fondo del mar!» Apretó los puños con rabia; por lo que había podido averiguar hasta el momento, probablemente los habitantes de aquel lugar se llevaban bastante bien con el Tempestuoso Dios del Valor. O, al menos, le conocían.
En otras circunstancias, a Akame le habría encantado sentarse a charlar con aquel anciano del faro. O con los cultistas del sótano. Preguntarles en qué consistían aquellas técnicas que le habían hecho verse a sí mismo sentado a los hombros de dioses. Pero claro, no era el momento. Ahora tocaba correr.
El Uchiha salió propulsado hacia delante con toda la fuerza que le permitieron sus piernas, agarrando al timonel de un brazo y tirando de él. El puerto debía estar delante de ellos, a unos cinco minutos andando. Cinco minutos les separaban de la salvación.
Mientras el gennin corría, seguido —probablemente— por sus compañeros, de las viviendas empezaron a salir figuras. Pocas al principio, más después. Todas vestían con aquellas túnicas negras y llevaban en las manos cuchillos cuyo filo resplandecía a la luz de la Luna llena, palos y varas, piedras y, en esencia, lo primero que hubiesen podido coger —y que sirviese para amochar a un gennin—.
—¡Por la derecha, cuidado!
En el lado derecho de la calle perfectamente empedrada, una muchedumbre de unos diez sectarios se les echaban encima. Acababan de salir de una de las casas y en consecuencia formaban un grupo bastante compacto.
Sin embargo, no debían descuidarse por la izquierda. Tres figuras les habían salido al paso, buscando echárseles encima.
«¿De verdad era tanto pedir? Yo solo quería una islita, joder. Con su pequeña mansión, sus buenos criados y sus entrañables cocineros. Y una pequeña piscina junto al jardín, a poder ser, y una playa de arena blanca al lado. Pero no, claro, tenían que venir una banda de lunáticos asesinos en el paquete como contraparte. ¡La vida es una mierda, joder!»
Pero no había tiempo para más lamentaciones. El Tiburón y el Profesional fueron los primeros en arrancar a correr nuevamente, y el Uchiha no pensaba quedarse atrás por nada del mundo. Salieron del pequeño jardín a la calle, y de allí se precipitaron en dirección al puerto.
—Oh, ¡mierda! —decenas de figuras empezaron a salir de las casas. Figuras envueltas en túnicas negras, con distintas armas cortantes en sus manos—. Vamos a morir, vamos a morir, vamos a morir... ¡Vamos a morir!
Aterrado, Datsue elevó su velocidad decidido a sobrepasar a Kaido y Akame. Pero justo en ese momento…
—¡Por la derecha, cuidado!
Los ojos de Datsue voltearon en la dirección indicada y su corazón se acongojó de puro pánico. Una decena de sectarios se les aproximaba por el flanco, tratando de cerrarles el paso. En aquel momento, su instinto reaccionó antes que su mente. Liberó la bomba sonora sellada en su antebrazo izquierdo y la lanzó contra el grupo, al suelo, a una docena de metros de distancia. Al Uchiha siempre se le habían dado bien medir las distancias, y por eso supo que no tendría necesidad de taponarse las manos cuando…
¡BOOOOOOOM!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Los genin, acorralados como corderos, tuvieron como única opción echar a correr, como si sus vidas dependieran de ello; rehuyendo de la posibilidad de encontrarse con más enemigos si decidían esperar a ver quiénes se precipitaban de las otras casas vecinas.
Y buena opción fue la de acortar camino mientras pudieran, puesto que poco después, las puertas contiguas a la casa número siete comenzaron a abrirse una tras otra dejando entrever un buen puñado de ciudadanos que vestían el mismo tipo de indumentaria que los sectarios del sótano ahora ungido en llamas, y que salían como hordas desde el interior de sus hogares. Quienes en su mayoría portaban cualquier utensilio que les fuera de utilidad para completar la tarea que sus hermanos, ahora convertidos en cenizas, no habían podido cumplir.
El grupo no tardó en congregar religiosamente a una docena de ellos por el flanco derecho, tan así que habrían podido cortar el avance de los genin y el timonel de no ser, probablemente, por la acción de Datsue. Y sin embargo, aún tenían a tres de esas escorias arremetiendo por la izquierda, a lo que Kaido no tuvo más remedio que apartar del camino a través de una de sus técnicas: el Mizurappa.
«Dragón → Tigre → Liebre» —y acompañado de su movimiento de manos, un potente hilacho de agua salió despedido de su boca, así como las llamas con las que Datsue había incinerado a sus enemigos. Pero ésta vez, el caudal acuoso actuaría como una potente riada que buscaría apartar a los tres sectarios de la izquierda y abrir así el camino de él y sus compañeros.
1/08/2017, 22:19 (Última modificación: 1/08/2017, 22:19 por Uchiha Akame.)
Akame siguió corriendo, ajeno al caos que se desataba a su alrededor. Le dolían las piernas a más no poder, y también la parte izquierda de la espalda y el brazo de ese mismo lado, de tirar del timonel. Con las prisas por salir de allí de una pieza, el Uchiha ni siquiera se había fijado mucho en el estado de aquel tipo; pero era deplorable. Tenía la cara toda golpeada, cojeaba ligeramente y apenas era capaz de articular palabra. «Joder, espero que sí esté en condiciones de dirigir un barco... De lo contrario todo este rescate suicida no nos habrá valido para mierda», pensó el gennin. No le dió más vueltas. Apretó los dientes, trató de sobreponerse al dolor de sus rodillas, y siguió corriendo.
Por suerte sus compañeros se ocuparon de los sectarios que pretendían salirles al paso. O, al menos, en parte. Mientras que Datsue arrojaba una bomba sonora hacia el grupo más numeroso, Kaido utilizaba un jutsu Suiton para derribar a los tres que se les echaban encima. Ambas tácticas fueron un éxito —dado que los cultistas eran poco más que civiles fanáticos—, pero Akame no pensaba dejar que aquella docena de figuras encapuchadas les persiguieran hasta el embarcadero.
—¡Katon! ¡Zukkoku!
Sus manos habían formado una cadena de sellos. El Uchiha se detuvo, encarando al grupo de enemigos más numeroso, y de sus labios salió disparada una canica incandescente.
El proyectil impactó de lleno en uno de los sectarios cuando todavía no se habían recuperado de la conmoción. Hubo una deflagración y la tormenta de llamas envolvió a media docena de cultistas. Sus túnicas ardieron como la paja y los gritos de los heridos desgarraron el aire. Aullidos de dolor y de auxilio. Las llamas se extendieron por el suelo hasta alcanzar la casa, que echó a arder poco después.
Akame lo observó todo con los ojos muy abiertos, fijos en aquel espectáculo de fuego. Nunca había presenciado de primera mano la destrucción que era capaz de ocasionar el Elemento Fuego. Fue el timonel —esta vez— quien tiró de él en su carrera apresurada. Akame se llevó una píldora de soldado a los labios para reponer fuerzas y reanudó la huída.
—
Los muchachos llegaron al embarcadero minutos después tras recorrer el sendero de tierra y hierbajos que conectaba aquel lugar con el pueblo. Tras ellos, dos columnas de humo marcaban el lugar de los incendios, y el resplandor de las llamas en el pueblo se recortaba contra el fondo oscuro de la noche.
Akame se detuvo un momento cuando vio el barco, anclado en el muelle. La bruma que los había recibido se había disipado y ahora tan sólo quedaba una tenue neblina que no impedía la vista. El Uchiha se dobló por la cintura, apoyando ambas manos en sus rodillas, tratando de recuperar el aliento. Los pulmones le ardían y la garganta también, y sentía el martilleo de los latidos de su corazón a punto de destrozarle el cráneo.
—Por... Por fin... —masculló, echando la vista atrás para comprobar que habían ganado la carrera a sus perseguidores.
El timonel, que de repente parecía más recuperado, balbuceó unas palabras ininteligibles y luego estiró una mano hacia el barco. Allí, los marineros habían salido a cubierta —probablemente alertados por el fuego en la lejanía— y llamaban a voces a su camarada.
Akame echó una última vista atrás, al sendero. Las imágenes que había visto —o soñado— en lo alto del faro volvieron de repente a sus ojos, pero se las sacudió de encima con la cabeza.
—¡Vámonos!
Y echó a correr hacia el barco mientras un numeroso grupo de figuras iba acercándose cada vez más por el sendero.
Cuando al fin llegaron al final del sendero, el Uchiha cayó de rodillas, poniendo justo a tiempo las manos para no estamparse la cara contra el suelo. Exhausto, sus pulmones apenas lograban abrirse, y veía puntitos de luz aquí y allá, mareado. Sintió el cosquilleo de varias gotas de sudor recorriendo su frente hasta la punta de la nariz, cayendo finalmente a gotas sobre el suelo, como un grifo mal cerrado.
Las imágenes del pueblo todavía estaban grabadas en su retina. Recordó cómo Kaido se había ocupado del flanco izquierdo; cómo Akame, tras la bomba sonora, había calcinado al grupo del flanco derecho. Recordaba los gritos; el olor nauseabundo a piel derretida; la carne chamuscada hasta los huesos...
—¡Buagh…!
Un chorro de vómito salió despedido por su boca, incapaz de contenerse. Luego tosió y escupió, asqueado, la bilis suelta que le quedaba colgando de los labios. Respiraba de forma entrecortada, y la ropa se le pegaba a la piel, empapada en sudor. Finalmente, se limpió la boca con la manga. En definitiva, estaba hecho un desastre.
—¡Vámonos! —rugió Akame, tras recuperarse del pequeño respiro que también se había tomado.
Datsue levantó la cabeza: allí estaba el barco, su salvación, junto a la tripulación lista para embarcar. Luego miró atrás y comprobó que sus perseguidores ya habían reducido buena parte de la distancia que les separaba. «Solo un último esfuerzo» se dijo, impulsándose a fuerza de pura voluntad hacia arriba.
«Solo un último esfuerzo…» Y echó a correr hacia el barco sin volver a mirar atrás...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
2/08/2017, 20:30 (Última modificación: 2/08/2017, 20:32 por Umikiba Kaido.)
Llegar hasta la embarcación le pareció toda una eternidad. Fuera el desespero por pisar la borda y zarpar de ahí, o el miedo intrínseco de caer en manos de tan desalmados sectarios —quienes en su mayoría yacían engullidos por las mismísimas llamas del infierno— todo el alboroto le hizo sentir, de a momentos, un ser diminuto. Así pues, el trayecto no sólo le sirvió de introspección, sino que le hizo entender lo débil y pusilánime que era él incluso frente a un montón de civiles, o a los misterios de una isla lejana y desconocida.
Aquella experiencia había sido la epitome para entender que, su chulería y egocéntrica confianza casi que no valía nada fuera de Amegakure. Mierda, casi que no valía nada incluso fuera de las cuatro paredes de su habitación, allá en Arashi no Kuni.
A kaido le faltaba mucho por aprender.
Pero llegados hasta los linderos del barco, con un timonel ligeramente revitalizado, dándole órdenes a su tripulación, la realidad le golpeó en súbito a un cansado escualo que no tuvo más opción que la de esparramarse sobre alguna esquina de la borda. Por allá a su diestra Datsue potaba sin contemplación, y Akame, un tanto más revitalizado que sus compañeros; daba marcha hasta el interior de la embarcación que de llevarlos sanos y salvos hasta las costas del país de la Espiral, habría que bautizarla como La Salvación, o algún nombre épico que fuera recordado allí en cuales fueran las mareas que franquearan de ahí en adelante.