Akame se encogió de hombros.

—No creo que pueda saludar mucho en este momento —anunció, con tono despreocupado—. Y tampoco deberías entretenerte. Cuando despierte no recordará quienes somos, ni que estuvimos aquí, ni nada de lo que ocurrió. Y lo que pasó con sus hijos será sólo un sueño distante. Un recuerdo lejano, como de otra persona, vivido en otra vida. Para ella, habrá sido un desafortunado accidente de carromatos lo que le arrebató a su familia.

El jōnin no tuvo reparos en admitirlo frente a Karamaru; poco le importaba lo que éste tuviera que decir al respecto. Él había administrado su caridad a aquella desgraciada.

Cuando Karamaru abriese la puerta, vería a Takigure Pō reposando sobre la silla. Pese a que su cuerpo se mantenía más o menos erguido, la mujer tenía la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados; como si durmiese plácidamente. La habitación también había sido limpiada de todo rastro del secuestro y parecía, a todas luces, un cuarto trastero común.

Para cuando tomase el pomo de la puerta el Uchiha daba su explicación. En el lugar y sin moverse, Karamaru escuchó con atención lo que tenía para decir; qué había sucedido allí dentro. Para cuando terminase, no sabría si demostrar sorpresa o desgana pero se limitó a soltar el pomo y volver camino a Akame.

— Si eso has decidido— respondió saliendo del pequeño departamento y buscando la salida, que en un primer paso era el descenso por escalera.

No le convencía de todo la idea que su compañero había llevado a cabo, aún más sin preguntarle tras estar ambos metidos en el tema. Sin embargo, era un jounin y como tal se debía de poder tomar esos permisos y, como gennin, Karamaru pasó del tema lo mejor que pudo intentando dejar atrás a la mujer desde el instante que decidió no verla.

Se detendría recién cuando saldrían al exterior, recorrería las calles con la mirada de un lado a otro para luego bostezar y desperezarse. Ese fue el momento en que se dio cuenta que el tal solo había ido al Árbol Sagrado para conocer el territorio del zorro eterno y había terminado en Dioses vaya a saber dónde.

Cuando ambos estuvieron por fin en la calle, Akame no pudo evitar echar mano de su pitillera y encenderse un cigarrillo con mucha ansia. Había pasado demasiadas horas sin fumar, y tras lo acontecido dentro de aquel pequeño zulo, definitivamente lo necesitaba. Sacó su zippo plateado y le prendió fuego, aspirando hondas caladas.

—Menudo día, ¿eh? —soltó, alzando la vista al cielo que ya empezaba a oscurecerse—. Karamaru-san, creo que ya he tenido suficiente por hoy. Voy a volver a mi hotel y a darme un buen baño... Apesto.

Al relajarse por fin y acabar con aquella situación de tensión, Akame acababa de darse cuenta de que sus ropas estaban bastante sucias, e incluso manchadas de sangre por algunas partes. Le urgía una buena ducha y un cambio de vestuario. Volteándose hacia el amejin, le dedicó una ligerísima inclinación de cabeza a Karamaru.

—Espero verte en el Examen de Chuunin, Karamaru-san —le dijo—. Suerte.

Y, con esas, el Uchiha echó a andar calle abajo.

«Tremendo menudo día.... me pregunto si todavía le debe de molestar la mierda al caminar.... se mantuvo bastante bien el olor la verdad...»

En ese momento de calma al fin, Karamaru comenzó a pensar en el combate que habían tenido. Estaba seguro que el jounin se había contenido, y no precisamente poco, y que en un a situación real no tendría chances. Ni siquiera con el Uchiha limitando su poder tenía chances, pero esa era la clara diferencia entre un simple gennin y un jounin.

«Un genio a su edad definitivamente.... bastante avanzado está»

El humo del cigarro entró por su nariz y se acordó de ese feo olor que hacía tiempo no sentía. Ese pequeño cilindro blanco.... nunca había probado uno y por el casi insoportable olor que largaba- insoportable por la falta de costumbre- probablemente nunca lo haría.

— Largo viaje tengo por delante. Espero poder lucirme frente a vos en el examen, voy a suponer que nos andarás mirando.— le otorgó una amable sonrisa y cuando estuviese de espaldas, ya alejándose al caminar, Karamaru levantaría su brazo a forma de saludo por más que no lo viera para luego hacer lo mismo en dirección contraria.

El viaje se había alejado de sus objetivos, pero aún así le dejaba bastante para reflexionar.