En cuanto salí del barco armado con Tsubame, Eri desapareció a roda velocidad envuelta en electricidad. Literal. Ni siquiera era capaz de verla bien. Era imposible seguirle el ritmo, así que yo iria lo más rapido que pudiera. Pero antes...

—Escucha —Dije mirando hacia el agua, aunque probablemente obtendría la misma respuesta de siempre: Ninguna. —Si eso que nos ataca es tu hermano, por favor, mueve tu tentáculo hasta allí, por que si tu y Hagane no pudisteis derrotarlo, tampoco vamos a poder nosotros.

Aunque también podían ser otras cosas, como Dragón Rojo o incluso los samuráis del hierro en busca de mi cabeza. Al fin y al cabo, me había escapado de su cárcel y me había llevado a la hija de la lider. Pero aquella ola de chakra tan grande que había movido antes el barco parecía mas bien cosa de un bijuu.

En fin, tampoco podia quedarme allí esperando la respuesta que no iba a llegar, así que simplemente corrí hacia donde había ido Eri. Llevaba la espada en la mano desenvainada, por que no en mi bañador de palmeras, ni en mi camisa hawaiana había sitio para sujetar la vaina de la espada.

Cuando Eri llegó, se encontró con un panorama que distaba de ser lo que se imaginaba. Un calamar gigante negro con lo que parecía una extraña apertura en su parte delantera y dientes afilados cual agujas, con dos tentáculos asomando con los que creaba olas que hacían a Eri desestabilizar aun estando alejada del sitio.

«¿Qué narices es esa cosa?»

Al llegar tan rápido, no se imagino verse a ella misma contra aquello, por lo cual aguardó, aguantando el oleaje que la sacudía una y otra vez mientras llegaba Reiji.

—¿Eso es un bijuu?

Fue lo primero que dije nada más llegar al lado de Eri y ver la escena ante mis ojos. Un puto calamar enorme de color negro. ¿Que si podia ser un bijuu? Joder que si. Gyūki era un pulpo y sus "colas" eran sus tentáculos. Y Kokuo era una especie de caballo raro. Y en teoria, Kurama era un zorro muy grande. Al menos, todos los bijuus le llamaban zorro, no es que yo lo hubiera visto.


Así que sí. Si los Bijuus eran animales pero que muy grandes, ese calamar podia ser uno. Y ademas, asomaba dos tentáculos, asi que quizas podía ser el dos colas. Y Shukaku, o más bien datsue en su nombre, había dicho que el resto de sus hermanos aún no habían aparecido. Así que era probable que acabase de aparecer de la nada.

—Porque parece un bijuu, Eri. Y si eso es un bijuu y no es majo, ni siquiera los dos juntos vamos a poder con...

Lo que sucedió a continuación me dejó mudo. Por que ya no sabia que pensar o que decir. ¿Y que fue? Pues que una jodida pinza de cangrejo, mas grande que mi propio barco, apareció por debajo del agua y agarro con fuerza uno de los tentáculos del calamar.

—Eri... ¿Eso so-son do-dos bi-bi-bijuus?

Fue todo lo que alcancé a decir con aquél "espectaculo" ante mis ojos. Por que dos bichos marinos gigantes eran mas peligrosos que uno. Sobretodo si podían lanzar Bijuudamas. Aunque en mitad del mar era menos peligroso, pero estábamos MUY cerca de Uzushiogakure.

—¿No de-deberíamos pe-pedir refuerzos o a-algo así?

Ante la pregunta de Reiji, Eri solo se quedó paralizada. ¿Un bijū justo al lado de Uzushiogakure? Ya tenían a uno viviendo en el puerto, dudaba que necesitasen más y, si así lo fuera, este no parecía tan dispuesto a cooperar como el otro.

—No lo sé...

—Porque parece un bijuu, Eri. Y si eso es un bijuu y no es majo, ni siquiera los dos juntos vamos a poder con...

No dejaron que su frase finalizase pues, pronto, una pinza de cangrejo apareció desde el fondo del mar para agarrar fuertemente uno de los tentáculos del otro calamar, quien se zafó rápidamente, alejándose mientras movía sus patas por debajo del agua para prepararse ante un ataque inesperado.

«¿Dos bijū?»

—Deberíamos avisar... Sí... O hacer algo, quizá deba preparar algún muro de cadenas... No quiero que pase nada con la villa...

Mientras ambos ninjas discutían, el calamarf se dispuso a alzar ambos tentáculos, bajándolos rápidamente para crear numerosas olas contra el cangrejo.

Los dos monstruos se peleaban tranquilamente como si nosotros no estuviésemos ahí. Casi mejor, la verdad, Aunque me hubiese gustado poner a prueba el filo de mi espada contra el cangrejo, parecia muy duro.

—Si, yo creo que deberíamos volver y avisar a alguien, nosotros no vamos a poder pararlos, y ademas, parece que solo quieren matarse entre ellos, a excepción de las olas gigantes, no creo que molesten mucho más, y están bastante alejados.

¿Estaba abandonando la idea de quedarme allí a ver como se mataban? Sí. ¿Estaba abandonando la idea de quedarme allí a pelear si algo más pasaba? Totalmente. ¿Y todo por que? Por que mi espíritu de herrero acababa de empezar a arder dentro de mí. Muy fuerte. Y aunque estaba de vacaciones, había tenido una idea maravillosa y necesitaba llevarla a cabo.

—Volvamos y avisemos. Además, necesito preguntarte unas cosillas de Fuuinjutsu. Es urgente e importante.

Mentira. Ni urgente, ni importante. Pero lo necesitaba. Como un viajero necesita el agua en mitad del desierto. Lo necesitaba para saciar mis ansias de herrero. Lo necesitaba para usar aquel fuego que se había encendido mucho antes de que se apagara.

Aunque igual lo apagaban las respuestas a mis preguntas. Pero de momento, quemaba.

Al escuchar las palabras de su compañero, Eri asintió. No estaba cómoda allí, mientras aquellas bestias se peleaban entre ellos. Quizá lo mejor era avisar y que un escuadrón entero se encargara del asunto para no llegar a mayores.

Reiji insistió, añadiendo que necesitaba algo que preguntarla sobre unos fūinjutsu. Ella asintió.

—Volvamos, será lo mejor —confirmó, andando de vuelta a su villa rápidamente.


Habiendo notificado el problema y estando ambos más tranquilos, pudieron respirar. Cerca de la costa y aun con los bañadores puestos, Eri se dispuso a preguntar:

—¿Qué necesitas?

—¿Qué necesitas?

—Pues veras... —Empecé lo que iba a convertirse en un monólogo mientras caminabamos hacia ma orilla del puerto. —Se acerca el cumpleaños de Katsudon. El año pasado nos invitó a mi y a Yuna, y le regalamos un Oroshi hōchō, que es un cuchillo para cortar atún, que forjamos entre los dos.

Había sido un evento muy raro. Nos había invitado a nosotros, a Hanabi, y a otros shinobis de alto rango que no conocía de nada. Bueno, más que raro, había sido incomodo, por que era muy difícil ser informal con tanta gente de rango alto. Aunque entre los ninjas que nos habían ayudado en el puerto cuando volvimos del hierro, que resultaron ser bastante majos, y Hanabi, que en la fiesta habia sido bastante informal, pese a ser el Kage, había sido mas llevadero.

—Y parece que le gustó, por que esa noche nos hizo un atún estupendo. Aunque quizas ya lo tenia planeado...

Todo era posible...

—El caso, que este año nos ha invitado otra vez, y quisiera ser un poco más original, y veras, yo siempre me he imaginado a Katsudon, que es un tipo fuertote, con una cuchara gigante como maza o con un cuchillo gigante como si fuera una espada. Pero claro, Katsudon cuando pelea se hace MUY grande. Mucho. Y el metal no es flexible, no puede crecer con él. Sin embargo...

Sin embargo mi mente de herrero había despertado al ver a esos bichos grandes y se me habia ocurrido otra idea.

—¿Y si forjo el arma con el tamaño del Katsudon gigante? Entonces sería muy difícil de trasportar y no podria Usarla siendo de su tamaño habitual. Entonces mi pregunta: ¿Crees que se puede hacer un sello que encoja el arma y la haga volver al tamaño grande reaccionando al Chrakra de Katsudon o algo así? Y de ser posible... ¿Cuanto cobrás por tus servicios de Fuuinjutsu?

El jardín de casa de mis padres era lo bastante grande para forjar un arma gigante. Y yo era un maestro. Había forjado una bandana tamaño bijuu. Podia forjar armas tamaño bijuuu.

Eri asentía conforme Reiji le comentaba su idea. Habían forjado por el cumpleaños de Katsudon un cuchillo para cortar atún que pareció encantarle, y a ella le pareció lógico que lo usara para cocinar algo digno de un cuchillo de los Sasaki. «El buen acero es lo que tiene», añadió en su mente.

Ahora, como se acercaba el nuevo cumpleaños de Katsudon, Reiji quería ser más original. Esa originalidad tenía que ir acompañada de los rasgos Akimichi del hombre al que iba a regalar algo, y como él crecía mientras sus armas no...

«Veo por donde vas...»

—Podemos estudiar un sello para duplicar el tamaño del arma utilizando chakra —explicó rápidamente ella—. En vez de emplear incontable acero en crear un arma gigante, podemos hacer lo contrario: un arma estándar imbuida en chakra, quizá eso sea mejor. ¿Qué te parece?

—No,no,no,no,no,no. —Dije rápidamente. La cantidad de acero no importaba. La calidad, si. Y Mucho. —Mira, yo no se mucho de Fuuinjutsu. —Por no decir que no sabia nada y que siempre había dido un negado. —Pero de acero, debo ser de los que más sabe.

No podía ponerme el primero por que mi padre todavía estaba vivo. Y por lo menos tenía que vivir lo suficiente como para conocer a sus nietos cuando yo me decidiera a ser papa.

—Y escuchame, no puedes hacerle eso al acero. ¿Sabes lo malo que es estirarlo de forma antinatural? Podría estropearse, perder calidad, romperse con más facilidad. No, no puedo permitirme eso. Mis armas tienen que ser perfectas.

Perfectas en tamaño, balance, filo, fuerza, calidad. Perfectas en todo. Y no podia tolerar menos.

—Tengo que hacerla tamaño Katsudon grande y luego hacerla pequeña. Así no estamos estirando el acero. ¿De verdad no se puede hacer así?

Por que en mi cabeza, con el conocimiento de Fuinjutsu que yo tenía, me estaba imaginando el arma estirándose y tensandose. Pero si había que hacerlo de la manera que decía Eri, pues no habría más remedio que aceptarlo, pero yo prefería ir a lo grande. Aunque probablemente no tenía razón por que no entendía como funcionaban los sellos.

Eri se rascó la mejilla, nerviosa porque Reiji estuviera tan entusiasmado por la idea pues a veces perdía el hilo de la conversación y necesitaba poner todos sus sentidos en él para seguirle.

—Vale, aunque probablemente eso sea un poco más complicado, sobre todo hacer el concepto o practicar un sello para hacer decrecer un arma de dimensiones grandes, pero se puede estudiar. —Afirmó Eri.

En su cabeza tenía algunas ideas para hacer crecer objetos como hacían los Akimichis para crecer. Sin embargo, no conocía algo similar a hacerse pequeño. Sería un reto, pero no debería ser imposible.

—¿Tienes algún arma grande para utilizarla y practicar con ella?

Si le hubiera preguntado a un herrero cualquiera, la respuesta hubiese sido probablemente un "NO" rotundo. Pero, justo le estaba haciendo la pregunta al inigualable Reiji. Peor pirata de Oonindo, si, pero el segundo mejor herrero del mundo. Segundo, al menos, hasta que se jubilase su padre.

—Pues veras... Resulta que si. —Y por supuesto, había una explicación para que yo tuviera armas de gran tamaño. —Veras, Cierto Bijuu me dijo que algun dia me pediria unas espadas, y claro, eso no se hace de la noche a la mañana... Así que he estado practicando.

Y si, el culpable era Gyūki. Seguro que si Kintsugi se enteraba de que, ademas de darle una bandana, alguien pensaba en armarlo, le daba un infarto. O por lo menos, una rabieta. Aunque, de cierto modo, los bijuus ya eran suficientemente destructivos. Pero de cualquier modo, me gustaba mucho la idea de ver a Gyūki manejar espadas con los tentaculos. Seria el primer espadachin del mundo en manejar ocho espadas a la vez.

—Y bueno, pues tengo un par de pruebas de gran escala que puedes usar sin miedo a romperlos. Total, solo son pruebas. Y pensaba reutilizar ese material.

Eri arqueó una ceja cuando Reiji comenzó a hablar. Cierto bijū... Claro, aquel que vivía en las aguas de Uzushiogakure y que parecía tener buena relación con el herrero le había dejado caer que buscaba armarse hasta las cejas, y él había comenzado a practicar. «¿Le impedirá moverse rápidamente por el agua? De normal ya es muy grande... ¿El chakra pesará más dependiendo de quién venga?»

Con nuevas incógnitas en la cabeza, Eri se quedó pensativa cuando su acompañante terminaba su relato para darle a entender a la Uzumaki que habría material de sobra para practicar.

—Pues si podemos trabajar con ello, sería buena idea comenzar por ver cómo son y cómo se amoldan a nosotros, ¡vamos! —animó. Pues sin un Akimichi cerca y queriéndole dar una sorpresa, solo quedaba usarse a ellos mismos de conejillos de indias.

Asentí y guíe a Eri hasta casa de mis padres. No era la primera vez que Eri había estado allí, su anterior visita había sido para pedir un arma en el mejor lugar donde podia pedirla. Efectivamente, En la forja de los Sasaki.

La guíe por el jardín de la casa hasta la parte trasera de la forja, donde habia algo tapado con una manta blanca enorme. Algo del temaño de un edificio, tumbado a lo largo, eso si. Retiré la manta para dejar a la vista tres grandes trozos de metal fon forma de espada. Claro que, ni estaban afiladas, ni eran perfectas. Para algunos, eso serian fracasos. Para mí, solo eran experimentos que había que mejorar. No era fácil hacer un arma de semejante tamaño.

—Aquí tienes, material reutilizable. Se puede doblar, romper, aplastar. Lo que quieras.

Y cuando terminase... Bueno, todo ese acero era para fundir y hacer nuevas armas, ya fueran grandes o pequeñas. Así que no pasaba nada si lo destrozaba haciendo pruebas.

Aquella sería la tercera vez que Eri pisaba la casa de Reiji. Al igual que las veces anteriores, se sintió maravillada y a la vez, asustada; porque sentía que se iba a perder en aquel lugar. Por suerte, el joven Sasaki la guiaba por el jardín sin demora hacia la parte trasera del lugar.

Allí pudo encontrar tres intentos de arma... gigantes. Eri se sorprendió, no dando crédito al tamaño de aquellas espadas. ¡Tendrían que pesar un montón!

«¿Cuánto le habrá llevado a Reiji crear semejante armatoste?»

—Guau... —dejó escapar su sorpresa, acercándose al metal. Palpándolo—. ¿Cuánto te lleva hacer algo así? —preguntó, no pudiendo contener su curiosidad.

Sentía algo de recelo manipular algo así y destrozarlo, pero tampoco quería defraudar a su amigo, así que comenzó a medir con sus dedos y hacer cuentas en su cabeza mientras su acompañante contestaba.

—La primera, —Dije señalando a la de más abajo del montón. —Me llevó varios meses.

Nunca había hecho algo tan grande como eso y no sabía por donde pillarlo, así que habia decidido hacerla "a trozos" y luego unirlos. El resultado no me gustó. Aunque las partes por si solas habían salido muy buenas, al unirlas, no me pareció tan solida como debería. Ademas, el tiempo que requería era muy alto.

—Con la segunda tardé un poco menos. No mucho, pero bueno.

Básicamente había cambiado la estrategia, en vez de hacer partes y luego unirlas, había ido calentando el acero poco a poco y dándole forma a cachitos. El resultado era mucho mejor que el anterior, mucho más sólido, pero tampoco terminó de convencerme. Además no conseguí tampoco reducir el tiempo de producción lo suficiente.

—Y la última me costó solo un mes y medio.

Con esa estaba mucho más satisfecho. Habia reducido el tiempo bastante, y además era lo suficiente solida. Y por si fuera poco, si volviera a hacer una igual, podria hacerla en menos tiempo.

¿Cómo lo había logrado? Secreto profesional.