Juro torció el gesto, totalmente incapaz de entender del todo el comportamiento que estaba teniendo su alumno. Primero, se mostraba claramente arrepentido, pero luego negaba el haberse disculpado, y parecía tener alguna clase de conflicto interno sobre sentir arrepentimiento sobre lo sucedido.

¿Qué hacía ahora? Kazuma era joven, más joven que él. Pero Juro no tenía experiencia. Él nunca había sido un chico tan introvertido, o tan centrado en sí mismo.

« Desde luego, no le entiendo »

— No sé si acabo de entenderte — suspiró Juro, mirando a su alumno —. Sientes que lo correcto es disculparte, pero también que no lo haces de verdad ¿Es eso a lo que te refieres con tu arrepentimiento? ¿A qué no eres sincero con tus sentimientos? Creo que estas siendo demasiado orgulloso.

» Pero... ¿Tú mismo no te arrepientes de lo que ha sucedido? Creo haber reconocido ese sentimiento en tu voz. Pasaron cosas desagradables, y no te sientes orgulloso de ellas.

¿Orgullo? ¿Esa era la palabra adecuada? Juro no estaba seguro. Pero tampoco estaba seguro de cómo actuar.

— Kazuma-kun, debes asumir tus errores y actuar en consecuencia. Si deseas seguir viendo a esa chica, es tu deber disculparte con ella. Sino, lo que debes hacer es contestarle educadamente y decirle que no acudirás a la cita — dijo Juro, cruzándose de brazos —. Lo siento si simplifico demasiado la gran complejidad del problema, pero realmente creo que estas haciendo una montaña de un grano de arena.

Y puede que aquello fuese la piedra angular de todo el problema, el magnificar su tamaño. Ahora que dialogaba con su sensei, Kazuma comprendía que estaba haciendo a un lado su mejor arma para lidiar contra el mundo, su serenidad.

—Tiene razón, es algo sencillo —admitió, sin mostrarse completamente seguro—. ¿Qué tan difícil puede ser?

En aquel pequeño instante de lucidez, su problema parecía algo diminuto, casi hasta el punto de no permitirle recordar el porque le estaba dando tanta importancia.

—Solo es cuestión de hacer lo que crea correcto y de mantenerme sereno, ¿Cierto? Eso es lo mío.

Sus palabras eran serenas, pero entre líneas se podía entender que las estaba diciendo para tratar de convencerse a sí mismo. Su mirada permanecía un tanto perdida mientras que con paciencia extraía de su bolso un botecito de tinta, una pluma y un rectángulo de papel apergaminado.

—Bien —dijo, en cuanto tuvo todo en orden, listo para escribir una contestación adecuada—. ¿Pero que se supone que le responda, sensei?

Y hasta allí había llegado el soplo de determinación que le había estado moviendo, dejándole justo frente a la implacable hoja que yacía tan blanca y vacía como sus ideas.

Kazuma habló, casi por completo convencido, de qué estaba seguro de lo que debía hacer. Tenía que mantener su aparente calma y tranquilidad, y hacer lo que creía correcto.

— Eso es. Eso es — asintió Juro, afirmativamente.

Sin embargo, cuando todo parecía que iba bien, la aparente facilidad y calma que había ganado se hizo pedazos.

— ¿Pero que se supone que le responda, sensei? — preguntó el chico, con los utensilios en la mano, pero ni con una sola idea de qué escribir con ellos.

---- Bueno, lo primero que deberías hacer es contestar cortesmente a su invitación, y darle una respuesta: un saludo, y una contestación amable comunicándole si piensas ir o no. — señaló Juro —. Sea afirmativa o negativa, lo mínimo que se merece ésta chica es que le contestes, Kazuma-kun. Seguramente debe estar esperando por tu respuesta.

» También te digo que una disculpa por carta sería un tanto cobarde. Creo que deberías tratarla con respeto, pero si piensas disculparte, eso es algo que tendrías que hacer en persona — añadió el jounin.

—Entonces he de comenzar aceptando su invitación —declaro, mientras que su insegura mano se apoyaba sobre la hoja.

Kazuma jamás había escrito una carta de su puño y letra, las había copiado y leído en sus clases, pero nada más. Inclusive había disfrutado la lectura de un volumen que recolectaba epístolas famosas de gente notable, pero jamás se había sentido capaz de expresarse con la fuerza y fluidez de aquellas personas.

—Dicen que lo simple es lo mejor, ¿Qué le parece, sensei?

Levanto su mano y dio vuelta a la hoja para que Juro pudiese leerla y darle su opinión.

Juro leyó la carta que su alumno le había pasado, con una medio sonrisa en sus labios. Era curioso: puede que su alumno no fuese el mejor en competencias sociales. Pero si algo sabía, es que tenía que hacerlo él. Si Kazuma había escrito esa carta, era algo que debía llegar a ella.

« No debo entrometerme mucho en esto. Solo guiarle y aconsejarle » — Lo sabía, y era consciente. Por eso, y a pesar de su corta edad, trató de ser un tutor sabio.

Se la devolvió, con una sonrisa.

— Tú lo has dicho. Está muy bien — dijo Juro, tratando de calmarle —. Lo que importa no es la manera de escribir, sino el contenido. Ahora solo tienes que hacersela llegar, y estoy seguro de que la chica pronto te contestará.

Juro le dio una palmadita en el hombro.

— No te precoupes, Kazuma-kun. Lo estás haciendo bien. Solo debes seguir lo que crees correcto.

—Gracias, Juro-sensei, no sé qué habría hecho sin su consejo —agradeció, mostrando una tenue sonrisa y una leve inclinación.

Tomo la carta y la doblo cuidadosamente, de forma que cupiese a la perfección en el sobre que había preparado con anterioridad. Ahora solo quedaba sellarla y enviarla, lo más pronto posible, antes de que pudiese cambiar de opinión.

—Luego de que sea entregada, cuando me vea con ella, no sé qué sucederá —reflexiono, siendo consciente de que las cosas podían salir tan bien como mal—. Podría usted, si no resulta un abuso de mi parte, reunirse conmigo luego del encuentro, para hablar sobre cómo fue todo.

— No hay de qué — dijo Juro, dandole una última palmadita amistosa a su alumno.

Kazuma dobló la carta totalmente y la puso en el sobre. Solo quedaba la parte de enviarla y mandarla, pero supuso que su alumno podría hacer eso por sí mismo. La duda moral (la de qué hacer) más o menos se la había resuelto. Juro no le había dicho en ningun momento qué hacer, pero le había orientado.

Sí, eso era lo mejor de todo. Él, Juro, orientando. Se podía acostumbrar a eso.

Kazuma le hizo una petición más. El poder reunirse con él en el momento y fecha dado, tras su "cita". Juro sonrió otra vez, consciente de que tampoco tenía otra cosa mejor que hacer. Aun así no podía decirle eso a su alumno, claro.

— No te preocupes, Kazuma-kun. Soy tu sensei, y no tienes que avergonzarte de pedirme ayuda, aunque estas no sean las circustancias más normales — dijo Juro, sonriendo —. Estaré encantado de reunirme contigo tras tu encuentro. Solo dime cuando será, y a que momento querrás que nos reunamos.

» Igualmente, estoy seguro de que lo que me dirás será que todo ha ido bien.

La buena guía de juro había devuelto el espíritu de su pupilo hacia el camino de la serenidad, al menos por el momento. Kazuma le agradeció con una medida efusividad y procedió a retirarse, liberando a su sensei de la carga de la enseñanza.

Así transcurrieron tres días de paz, en los que aconteció el encuentro entre los dos jóvenes. Y cuando llego el cuarto día, otra carta llegaría a las manos del marionetista; una mucho más corta y de carácter no tan preocupante como la primera:

Juro se quedó satisfecho con la respuesta de su pupilo durante unos cuantos días. Pero en ningun momento dejó de pensar en él. Quizá esa era la carga de la enseñanza: nunca la abandonabas realmente. Mientras desayunaba, mientras entrenaba... no podía evitar pensar en Kazuma y en cómo le estaría yendo.

Hasta que por fin, recibió la carta. Y no fue para menos. Juro la leyó, curioso.

« ¿Complicaciones curiosas? ¿A qué se referirá? » — Juro decidió que ya había aguantado bastante esperando.


La echó en el buzón, esperando que la carta le llegara. Probablemente, el chico estaría tan obsesionado con las cosas que estaría esperando una respuesta con todo su ser.


A la mañana siguiente, Juro se dirigió al dojo. Se preguntó si en ésta ocasión, Kazuma se encontraría ya ahí esperando, o sí aún no habría lllegado. De la misma manera, él se dirigiría a su lugar particular, y abriría la puerta, con calma. No podía mostrarse ansioso: tenía que adoptar la máscara de profesor sosegado y reflexivo que tan bien le estaba funcionando con Kazuma.

—Buenos días, Juro-sensei, me alegra que haya venido —saludo en cuanto el jounin se mostró en la puerta.

El espacio estaba limpio y muy ordenado. En el centro estaba Kazuma, sentado al borde de una pequeña mesa sobre la cual lucía una cesta con galletas de avena. El mismo lucia bastante sereno, en comparación con su último encuentro, y parecía estar disfrutando de aquella golosina que acababa de comprar para compartir.

—Adelante, tome asiento que hay mucho para contarle —invito, de forma un tanto animada.

Kazuma ya había llegado, y se encontraba sentado en la mesa. Tenía mucho mejor aspecto que la última vez, e incluso tenía una cesta con galletas.

« Si me trae comida cada vez que me pide consejo, podría acostumbrarme a sus dramas » — pensó.

—Adelante, tome asiento que hay mucho para contarle

Juro hizo lo propio. Con una reverencia en signo de educación, se sentó frente a su alumno, y clavó la mirada en él. Esperaba algo. Pero tenía que decirlo de la manera propia. Kazuma era algo complicado, y aunque por fuera se mostrase bien, quizá por dentro era un manojo de emociones.

— Cuentame entonces. ¿Cómo fue?

Ahí estaba. El pistoletazo de salida al drama.

Kazuma tomo aire y comenzó a relatar lo sucedido:

—Como había acordado, me encontré con Ooyagi-san…, que estaba bastante cambiada: antes tenía un aspecto clásico y una personalidad conservadora y ahora se ve muy moderna y es mucho más abierta, quizás demasiado —hizo una pequeña pausa, como si sintiera un poco de vergüenza—: como me estaba poniendo muy ansioso, decidí disculparme por lo ocurrido la última vez que nos vimos. Ella le quito importancia, y fue tan amable que me encandilo y no pude evitar arrodillarme (pues no se me ocurrió otra cosa) y disculparme por mi debilidad. Vasto esto para que rompiese en llanto como la chiquilla que solía ser.

Y puede que Juro se imaginase lo incómodo y vergonzoso que había sido ese momento, pues ver a su joven aprendiz con las mejillas encendidas era algo casi insólito.

—Luego del correspondiente drama pasamos un día bastante agradable, conversando y poniéndonos al corriente. Estaba ella muy intrigada por cuanto correspondía a mi graduación y mi entrenamiento. Parece que temía que claudicara como muchos otros, pero le asegure de que no era del tipo que abandonaba, pese a que aun estoy a prueba. Por mi parte, me sorprendió ver que una chica tan delicada y blanda creció para convertirse en una kunoichi muy competente y aventajada, puesto que ya tiene en su haber dos misiones de rango “C” y experiencia en combate real.

»Aquello fue más como que lo dije y que se me olvido mantenerlo en mis pensamientos. Ella refunfuño un poco y me invito a entrenar con ella cuando quisiera… Me agrada que se haya convertido en alguien capaz de creer en sus habilidades y no permitir que la pongan en duda, aunque… ahora tiene cierto… no sé qué, un tanto agresivo y que me intimida un poco. Es como si un tierno gatito hubiese crecido hasta ser un tigre, ¿sabe a lo que me refiero?

Realizo otra pausa y miro con expectación a su sensei.

—Cuando todo estaba marchando perfectamente, resulta que su hermana mayor nos estuvo siguiendo todo el tiempo… Todo sucedió muy rápido: en cierto momento Ooyagi-san tomo mi mano y me halo hacia ella, y al otro momento tenía encima a su hermana gritándome barbaridades… Dijo que me recordaba y que por culpa de gente como yo era que su hermanita tenía una fase rebelde. También me dijo que fue un descaro de mi parte el reunirme con ella, que era una flor demasiado valiosa como codearse con zánganos paletos y raros como yo.

»En ese instante me levante para corregirle, no porque me hubiese molestado especialmente, sino porque Ooyagi-san parecía estar a punto de hacer como una tetera. Y una discusión entre mujeres, entre hermanas, no era algo de lo que quisiera estar cerca.

»Le asegure que había mejorado como persona y que ahora incluso estaba sirviendo como genin. Se tomó aquello con cierta incredulidad y me dijo que ni siquiera sería capaz de tener una cita adecuada con una señorita o cortejar a una enamorada. Lo negué y le dije que sería perfectamente capaz, pues conocía o tenia a alguien cuyos bastos conocimiento y experiencias harían de mí una persona de bien. Entonces me desafío a tener una cita, bajo riesgo de no permitir que Ooyagi-san y yo nos viésemos de nuevo.

»Antes de darme cuenta había aceptado el desafío —aseguro mostrando total confianza—. Ya sé que en realidad desconozco como funciona lo de las citas, el cortejo y todo lo relacionado, pero no tengo que preocuparme:

»Es decir, lo tengo a usted, sensei. Usted es alguien genial: de seguro ha tenido cientos de citas y ha cortejado muchas damas bellísimas. Puede que sea difícil para alguien lento como yo, pero me esforzare y su experiencia me hará brillar, ¿cierto?

Juro se quedó escuchando las palabras de Kazuma, primero con asombro, luego, con preocupación creciente.

Le contó acerca de la chica, Ooyagi-san, y sobre cómo parecía haberse vuelto mucho más moderna y liberal. Incluso Kazuma se disculpó y se arrodilló, haciéndola volver a su antiguo ser. Ambos hablaron, y ella le habló sobre su mayor experiencia en misiones. Todo parecía bastante bien.

Entonces, apareció la hermana mayor.

« ¿Por qué tengo la sensación de que las hermanas mayores siempre lo joden todo » — dijo, pensando en Katsue.

Y entonces, ahí fue cuando se complicó: Kazuma se había metido en una complicada apuesta con la hermana sobre una cita en la cuál tendría que hacer lucir unos valores y una moralidad que en realidad, el chico no tenía. Juro entonces se vio arrojado a un cumulo de elevadas expectativas por parte de su alumno.

« Creo que no es consciente de mi edad » — Dios mio. Vale, Kazuma sabía que era joven. Pero... ¿Realmente sabía exactamente su edad? Juro tenía quince años. Ni si quiera había hecho su movimiento. La única experiencia con chicas que tenía era aquella vez que bailó con una en el museo de armas de Taikarune.

— Em... claro. Tengo una gran y basta experiencia qué podría trasmitirte ahora mismo... es decir... en cualuquier momento. Lo haría con los ojos cerrados... — Juro miró para los lados, y luego, una bombilla se iluminó en su cabeza —. Pero, tengo una idea mejor. ¿Por qué conformarte solo con el punto de vista de un hombre tratando de cortejar a una mujer?

» ¿Por qué no preguntar también a una verdadera dama? Una tan refinada, que seguro sabrá sobre el comportamiento que las mujeres prefieren en los hombres cuando van a pretenderlas.

»¿Por qué no preguntar también a una verdadera dama? Una tan refinada, que seguro sabrá sobre el comportamiento que las mujeres prefieren en los hombres cuando van a pretenderlas.

—Ya veo, por supuesto —dijo, reconociendo que era una idea brillante—: para casar el lobo ha de entender cómo piensa el cordero.

Pero le inquietaba un poco el pensar que en aquel momento él era más como un cordero y su amiga era más como el lobo, y su hermana era como un ogro.

—Es una estrategia genial, sensei, justo como cabría esperarse de usted.

Juro sonrió ante las palabras (crédulas, por que no decirlo) de su alumno. Sí, ahora el problema era ver cómo diablos iba a lograr que su hermana ayudase.

— Bueno, entones todo decidido. Tengo a una mujer que nos puede ayudar — dijo Juro, rascandose la barbilla —. Se llama Katsue. Regenta una tienda de armas no muy lejos de aquí. A veces, su abuela Furui está por ahí, aunque es un poco vieja para esa clase de cosas. Es un poco... complicada, y tiene un caracter duro. Pero podría ayudarnos.

Juro miró a su alumno y luego a la salida.

— ¿Vamos entonces?