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En cuanto el peliblanco mencionó la palabra "jardín", los movimientos de Ranko se detuvieron en seco. Luego juntó las manos como en plegaria y asintió suavemente, con una sonrisa mucho más que nerviosa en su rostro.
"¡Gracias, gracias! Aunque... no quisiera molestarlo... Estaría bien si fuese yo sola, gracias" pensó, como si el chico pudiese leer su mente. Él, sin embargo, la tomó por los hombros, llevándola con suma cordialidad en la dirección que querían tomar. "¡Noooo! ¡Por favor, no es necesario, señor...! "
—¡Ah! Ehm... No, ehm... Bu-bueno... Por f... Lo s... Gra-gra... ¿cias?
Ranko no sabía ni qué decir ni cómo reaccionar. El joven no estaba haciendo nada malintencionado, al contrario, quería ayudarla a sentirse mejor y más relajada. Solo que no esperaba que alguien fuese tan directo con ella. Sus pies se movieron al ritmo de los empujones del chico. Por alguna razón, sintió que la gente se apartaba con suma facilidad, como si en realidad tuviese presencia.
"Como si entre los dos hiciéramos una persona normal..." pensó graciosamente la kunoichi, aunque no rió, sino que su boca se torció, un poco incómodamente.
No tardaron en llegar a la puerta que llegaba al jardín. Ranko tragó saliva y cerró los ojos, dejándose guiar por el joven. ¿Cuánta gente habría allí? Esperaba que la mayoría se hubiese ido a la biblioteca o algo así. El aire fresco no tendría mucho sentido si la estancia estuviese llena...
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La chica tartamudeaba algunas palabras, mientras el peliblanco la llevaba hacia la puerta.
—¡Ah! Ehm... No, ehm... Bu-bueno... Por f... Lo s... Gra-gra... ¿cias?
—Claro, claro —contesto lacónica y cortésmente, sin entender lo que trataban de decirle.
La diferencia en el ambiente se hizo notar apenas cruzaron el portal que daba al jardín. El sitio no era muy amplio, y podría decirse que la fuente que yacía en el centro ocupada demasiado espacio. Aun así, se sentía mucha paz debido a la ausencia parcial de personas. Puede que se debiera al frio del invierno, que algunos preferían la calidez de la sala principal, pero para otros aquel aire gélido resultaba un vigorizante en cuanto inhalaban con fuerza; aunque los pocos que había se mantenían en la periferia y no se animaban a acercarse a la fuente.
—Bien, allí está cayendo un poco de sol —aseguro mientras guiaba los pasos de ambos hacia un banco que estaba frente a la solitaria fuente—. Sentémonos un rato.
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7/01/2019, 23:32
(Última modificación: 8/01/2019, 18:36 por Sagiso Ranko. Editado 2 veces en total.
Razón: La diferencia de altura es de casi 10cm, no casi 20cm. Ups.
)
Ranko se sentía algo incómoda al ser llevada por el peliblanco. No estaba intranquila, simplemente creía ser una molestia para el chico. Cuando abrió los ojos, una fría brisa se llevó parte de su pena. No había tantas personas en aquella pequeña pero acogedora estancia. No había tantas flores como le hubiese gustado, solo algunos matorrales en el borde de todo, y algunos arbustos aquí y allá. Lo más prominente era la fuente, a la cual se dirigieron. O mejor dicho, él la dirigió a ella.
—S-s-sí… Se-se-ntarse. —Ranko, roja como siempre y como nunca, no se resistió ante los movimientos del chico. Pensó que, si él la hubiese empujado violentamente, o si hubiese sido grosero con ella, ella le habría devuelto los golpes con decisión.
”¡Pero es que está siendo amable! Se dio cuenta de que yo no estaba bien, y me trajo al jardín, que es a donde quería ir. No está siendo nada malo, ¿o sí?”
Sin embargo, no se sentó tan rápido. Escapó suavemente del agarre del chico para asomarse a la fuente. Un tomate con una trenza le devolvió la mirada entre lirios de agua sin florecer. Respiró profundamente. Alzó la cabeza y miró en derredor. Sus ojos pasaron por encima de la gente hacia las plantas que adornaban la estancia. Reconoció hortensias del lado izquierdo y camelias del lado derecho. Detrás de la fuente atisbó un joven árbol de mimosas. Flores de invierno. Suspiró y se perdió un momento en su pensamiento.
”La primavera es conocida por traer un sinfín de flores, pero… ¿qué pasa con las flores invernales? ¿Mueren ante sus hermanas más famosas? ¿Cambian de color y fingen que están vivas? ¿Caen dormidas en botones por muchos meses hasta que el frío las abraza de nuevo?”
Casi sin darse cuenta, con la mirada hacia un lado, Ranko se sentó al lado del peliazul. En el banco, la diferencia de casi diez centímetros de altura entre ambos se hacía un poquito menos evidente. Cuando la kunoichi regresó el rostro hacia la izquierda y recordó que estaba acompañada, el rojo que se había ido momentáneamente de su cara regresó casi al instante.
—Ahm… Eh… Ehm… Ah… ¡Ranko! —Se le ocurrió presentarse, colocando su palma contra su pecho, como si estuviese intentando darse a entender con alguien que no hablara español —. Sagisō… Sagisō Ranko es… Es mi nombre.
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—Está bien, Sagizō Ranko-san, tómalo con calma —recomendó, levantando una palma hacia ella y quitándole importancia a la necesidad de hablar.
Le resultaba curioso el imaginar a una persona incapaz de comunicarse por cuestión de los nervios. Había leído que en casos de temor extremo el cuerpo puede paralizarse y la voz perderse, y creía que lo mejor era no forzarse más de lo necesario en esas situaciones.
—Hace un poco de frio, pero el aire invernal es agradable —dijo mientras exhalaba y dejaba escapar un suspiro, para luego estirar su cuello y disipar la tensión—. Seguro que nos hará bien a ambos.
Kazuma se recostó en el asiento y trato de poner en orden sus pensamientos. Ayudar a aquella chica le había servido para olvidarse durante un rato de sus propios nervios, pero ahora parecían querer retomar el espacio que en su mente les correspondían. Y ahora esos mismos nervios le habían dado ganas de probar algo dulce, de un poco de azúcar para darle energía anímica.
—¿Quieres uno? —pregunto, mientras extendía hacia Ranko una de aquellas populares barras alimenticias, de esas que están rellenas de jalea—. Estas cosas son de lo mejor que he probado, sin duda una gran invención, casi tan buenas como el pan caliente.
Que considerara algo tan común una “maravilla” demostraba que no era alguien acostumbrado a visitar una tienda comercial moderna; tal como aquellos ancianos que obtienen todo lo que necesitan de los puestos de venta de carnes y vegetales, donde trabajan otros ancianos que venden mercancia y productos tradicionales.
—Es delicioso —dijo, sonriendo tenuemente, mientras que la cobertura se resquebrajaba y vertía la rojiza jalea en su paladar—. Aunque no tiene el sabor de la fresa de verdad.
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A pesar de haber dicho que se sentía nervioso, el peliblanco no lo mostraba. De entre todo lo que hizo, eso fue lo que le causó más extrañeza a la kunoichi. Ranko parecía tener un pensamiento recurrente con todos con quienes se encontraba: ¿cómo pueden aguantar? ¿Cómo pueden expresarse tan fácilmente? ¿Por qué ella sucumbía casi al instante ante la pena y la vergüenza? ¿Por qué no podía ser como la persona que tenía al lado, que decía estar nerviosa, pero eso no le impedía hablar como un ser humano normal? Jugueteó con sus pulgares, con la mirada baja, asintiendo cuando el chico hacía un comentario sobre el aire invernal.
”Oh… No me dijo su nombre. ¿Está distraído? Me llamó apropiadamente por mi nombre, así que sí escuchó que me presenté… Oh, cielos, no lo dije bien. Tal vez no considera lo que dije una presentación, por ser tan fofa y tartamudeada. ¡Debo de hacerlo de nuevo! ¿Sería de mala educación preguntarle su nombre directamente?”
El joven de piel morena le ofreció a Ranko una barra, de ésas rellenas de jalea. Ranko apretó los labios. Se le hizo un poco raro el que adulara tanto a un alimento tan común, aunque su comparación con el pan caliente le hizo algo de gracia a ella.
”Se supone que no hay que aceptar comida de extraños… Aunque no se ve como una mala persona, no debería de tomar algo que viene de alguien que ni siquiera se ha presentado. Y la forma en que se refiere a ellas… No sé. Además bebí algo de té antes de salir de casa.”
Ranko alzó una palma temblorosa y negó rápidamente con la cabeza.
—Gra-gracias, pero no tengo mucha hambre. Ya… Ya tuve algo antes. Disculpe —Esperaba que el chico no se molestara, aunque, de nuevo, se notaba bastante relajado. Siguió hablando de las barras, y de cómo su jalea no sabía a fresa auténtica. Ranko asintió con una tímida sonrisa —. ¡Oh, sí! Es como… como esas bebidas en… bebidas en polvo. La de uva… bueno, ahm… la de uva no sabe a uva real. Pero si bebes mucho, acabas… ehm… acabas relacionando el sabor a la uva. Creo.
Por un momento, había alzado la vista hacia el chico. No solo su forma de hablar, sino también su apariencia, le daban a Ranko una impresión de inocencia o ingenuidad. Casi como ella, a veces. La manera en la que comentaba cosas comunes, como el sabor, o la comida, eran dignos para un evento de poesía como en el que estaban. A Ranko no le gustaban las cosas demasiado dulces o demasiado amargas. Para ella, lo maravilloso de un sabor estaba en la sutileza del mismo. Quiso expresar eso, mas en su lugar solo bajó la mirada de nuevo. La tranquilidad que irradiaba el peliblanco le hacía estar, muy lentamente, cada vez más calmada.
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—Eso, a eso me refiero —dijo el peliblanco, con su típica manifestación de emoción atenuada—. Desde que me uní a la villa no dejo de encontrar cosas así. Da que pensar el hecho de que una persona pueda pasar su vida sin haber probado una fresa real, creyendo que conoce el sabor por medio de estos alimentos artificiales.
Aquello era tan misterioso como la vida. Las personas no se dignarían a comprar un producto que dijese “Fresa artificial” en lugar de “Fresa autentica”; aunque en el fondo todos supiesen que no eran fresas de verdad. Quizás así era como funcionaba la publicidad en aquellos tiempos: crear mentiras que luciesen lo suficientemente bien para que la gente las aceptase, pese a saber que son mentiras. Quizás porque la verdad no era dañina en sí, sino que era incomoda y sustituible.
—Lo siento, me perdí en mi barrita —se excusó al notar que se había quedado abstraído en la contemplación de aquel dulce—. Por cierto, mi nombre es Hanamura Kazuma y soy un ninja… Bueno, un genin principiante para ser más preciso.
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Ranko sonrió al escuchar el nombre del peliblanco, así como su nivel de ninja principiante.
—Mu-mucho gusto, Hana… Hanamura-san. —dijo, dedicándole una pronunciada inclinación de la cabeza.
Entonces, varios cabos se ataron mágicamente en la parte de atrás de su cabeza. Su mente viajó al pasado de repente. Sus padres solían codearse con otras familias adineradas, o tener cenas donde se trataban acuerdos comerciales, inversiones y cosas de adultos que no eran de ninjas. Aunque eran temas que no interesaban para nada a las hermanas Sagisō, sus padres les hacían estar presentes en varios eventos similares.
Aunque intentaba no hacerlo, a veces era inevitable escuchar los rumores que algunos llevaban a su padre, o los rumores que él mismo repetía. Komachi solía sonreír y decir “¿De veras?” al escuchar los chismes, mas nunca los propagaba, pues la mayoría de las veces era información inútil. Por el contrario, Kizaemon apreciaba cualquier pedacito de conocimiento, fuese verdadero o falso. Uno de esos rumores era el de un niño de comportamiento algo raro que hacía un tiempo había sido traído a la aldea desde un “tenebroso” pueblo lejano.
—Dicen que el lugar se llamaba Hanamura, ¡nunca había escuchado de tal sitio! Pobre pequeño, tiene suerte de haber sido acogido por la Noble Kusagakure… —Había dicho su padre en alguna reunión. El resto de los adultos expresaba lástima, una lástima vacía y automática. Como si encontrasen un animal moribundo y lo dejaran morir mientras expresan cuán lindo sería que no muriese. Komachi solo bebió un poco más de su sake. Ranko bajó la mirada, no queriendo cruzarla con alguna de esas personas.
—Estoy segura —le había susurrado Kuumi en ese momento, después de un codazo no muy discreto — que todos esos lelos ricos huirían de ese niño. ¡Yo lo retaría para probar su fuerza! ¡Si es digno, que se quede en Kusa, sin importar de dónde venga!
”¿Será… él?” pensó Ranko, regresando a la banca del jardín después del viaje en su memoria ”Sería mucho muy incómodo y maleducado sacar el tema… ¡Pero él acaba de mencionar unirse a la villa! Estaría bien, ¿no?”
—Yo… ejem… Yo también soy… una genin —se encogió de hombros, sin apartar la mirada del suelo —. Las fresas. Digo… Me gustan las fresas con avena. Digo… La avena con fresas. Y con bananas. Son… No sabe tan… dulce. Creo —Su corazón tomaba velocidad de nuevo. Si alguien los viera, tal vez podría intuir que estaban en una cita o algo similar, dada la manera en la que Ranko estaba reaccionando (y su rostro enrojeciéndose) —. Ehm… Di-di-disculpe, pero... Ha-Hanamura-san dijo que desde… Cuando… Desde que se unió a… a…
Su cara era ahora carmesí. Cerró los ojos y negó con fuerza mientras sus manos asían con fuerza el borde del banco y sus rodillas temblaban de la vergüenza.
—¡L-l-lo siento! El lugar del que venga n-n-no es de mi incumbencia. ¡Di-disculpe mi indiscreción!
Si lo pensaba bien, era posible que Kazuma no se molestase por tal pregunta, pues ya había demostrado que era alguien calmado. Pero Ranko no podía pensar en ello. Solo podía pensar en que uno no puede ir por ahí, preguntándole a todos dónde nacieron.
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—Entonces supongo que somos camaradas, o algo así —supuso, ante la revelación de que aquella muchacha era una kunoichi—. Y tienes unas ideas interesantes, jamás se me había ocurrido agregarle fruta a la avena…
Estaba por realizar una aclaración sobre aquello de haber llegado a la aldea, pero la jovencita se le adelanto:
—¡L-l-lo siento! El lugar del que venga n-n-no es de mi incumbencia. ¡Di-disculpe mi indiscreción!
—Tómalo con calma, no has preguntado nada malo —aseguro, consciente de que él mismo era un motor perpetuo de preguntas—. Provengo del sur, de un pueblo ubicado en el Paraje sin Sol. Ese pueblo se llama Hanamura, y he tomado su nombre como mi apellido, puesto que no tengo uno propio. Como has de suponer, es difícil que alguien del campo se adapte a la sociedad urbana. Yo mismo he tenido muchos problemas para relacionarme con la gente, pero creo que ya no soy tan paleto y siniestro como decían que era.
Y sin embargo considero que mejor era callar sobre las particularidades de su pueblo. No es que tuviera vergüenza, sino que sospechaba que aquel lugar no era algo que debiesen visitar o siquiera conocer las gentes que viven bajo el sol.
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El peliblanco nunca dejó de mostrarse calmado y dispuesto a charlar. Le explicó brevemente de dónde venía, que había tomado su apellido de tal sitio, y que, a pesar de que se le había hecho difícil adaptarse, cada vez se hacía menos complicado.
”¿No tiene apellido? Significa que no tiene… ¿padres” Ranko reflexionó un poco. Quiso preguntarle acerca de su familia, acerca del Paraje, acerca de su vida antes de la aldea. Pero sus labios no se separaron. ”No. Le ha costado acostumbrarse aquí, creo que yo no debería hacérselo más difícil, sino al contrario… ¡debería intentar que la pasase mejor!”
Sus manos soltaron el banco, y sus dedos se entrelazaron. Jugueteó con sus pulgares por un momento. Intentó alzar los ojos, pero su mirada no lograba llegar hasta la de Kazuma. El comentario sobre el ser camaradas le había animado, más que el de la interesante idea de agregarle fruta a la avena.
—M-m-me alegra que haya… ahm… decidido quedarse en Ku-Kusagakure, Hanamura-san —Tragó saliva. A cada oración que decía, su corazón latía más rápido —. Es un… Es muy bonito… aquí. Y fuerte. Digo, los… Los shinobis son fuertes. Digo, puede convertirse en alguien fuerte. A m-mí también… Yo he… Yo no… Lo siento.
Sus manos ahora se apretaban la una a la otra, como quien rezara de desesperación. Suspiró, soltando un leve chillido. Cerró los ojos de nuevo, intentando concentrarse en lo que diría, obligando a las palabras a salir de su boca.
—L-l-lo lamento. A veces… A veces no… No puedo. ¿Cómo puede…? N-no sé… Quisiera poder… como Hanamura-san… —Su voz disminuyó hasta convertirse en un susurro —. Poder hablar. Poder hablar como Hanamura-san. Como todos.
La presión de tener una charla más larga de lo común (con alguien desconocido, claro), estaba comenzando a causar estragos en la psique de Ranko. Empezaba a sentirse ligeramente mareada. Tanto su corazón como sus pulmones trabajaban cada vez más rápido, alimentando su ansiedad, y alimentándose de ella a la vez.
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Kazuma guardo silencio durante los instantes que dedico a observar a Ranko. De pronto se le asemejaba a una criatura pequeña o una flor muy delicada, aunque su estatus de kunoichi asegurase que se trataba de una guerrera. Y seguir conversando, tratar de que hablara y se mostrara comunicativa, parecía empeorar el fallar de su voz.
Una brisa de aire frio agito sus cabellos y libero de su mente una idea “interesante”: callado, extrajo de su túnica un pequeño trozo de papel, de aquellos en donde se anotan los recados y recordatorios, y un lápiz con la punta algo desgastada. Se giró un poco y apoyo el papel sobre el espaldar el banquillo, mientras escribía algo. Cuando termino, entrego lo escrito a Ranko:
—Hay otras formas de comunicarse —decía en una letra simple y de aspecto mecánico—. ¿Quieres intentarlo?
Y en la esquina inferior estaba dibujada una rudimentaria flecha, que le invitaba a utilizar el lado en blanco, mientras aquel muchacho le ofrecía un lápiz.
Nivel: 20
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Kazuma parecía ligeramente fascinado por la socialmente torpe Ranko. Ella cerró los ojos, intentando hacer que sus nervios amainasen.
"¿Lo estoy haciendo bien? ¿Es normal que se haga más difícil? ¡No! Si se hace más difícil, debería de intentarlo con más ganas, como dice madre. ¿Por qué es tan fácil pensarlo y tan complicado hacerlo?"
Cuando volvió a abrir los ojos, vio que el peliblanco le ofrecía un papelito. Por unos segundos, la kunoichi no se movió, luego, muy lentamente, tomó el pedazo de folio. Kazuma le sugería escribir en lugar de hablar. Ranko tragó y asintió. Tomó el lápiz con manos ligeramente temblorosas y le dio vuelta al papel para usar el lado en blanco. Respiró profundamente.
"Esto debería ser más fácil, ¿no? Nadie tiene que escuchar mi voz. No puedo tartamudear si escribo. No hay problema. No es un problema que Kazuma y todos los presentes vean mi letra al escribir. No hay problema si escribo algo que de seguro considerarán maleducado. No hay problema si uso el lápiz de una manera incorrecta, o si me apoyo mal en el papel. ¡O si rompo el papelHAYMUCHOSPROBLEMASCONESTO!"
Sin darse cuenta, Ranko había apoyado el lápiz y había comenzado a hacer un punto una y otra vez. No perforó el papel, pero estuvo cerca.
"¡No te dejes vencer! ¡Vamos, Ranko, respira! ¡Res-pi-ra!" se dijo con voz regañona. Escribió algo rápidamente y se lo entregó a Kazuma, apartando la mirada y las manos casi al instante, como si un segundo más de contacto fuesen a prender en llamas el papiro. Su caligrafía no era particularmente hermosa, pero sí bastante legible. Había pensado que tal vez si cambiasen de lugar, podría calmarse un poco más. El papel contenía una disculpa y una pregunta muy formal:
"Lo siento. ¿Podríamos caminar, si no es mucha molestia?"
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Luego de lo que le pareció un enorme esfuerzo, Ranko le respondió por escrito, sugiriéndole el que caminasen un poco.
—Seguro, te sigo —respondió, creyendo que era lo más adecuado.
A él también le parecia bien una caminata para observar aquel jardín que se le hacía tan pequeño e íntimo: era un lugar de pasadizos estrechos, en donde la disposición del espacio impedía ver la totalidad del mismo desde cualquiera de sus puntos. Y era esto lo que creaba la variedad de vistas caleidoscópicas, pues al doblar de cada esquina esperaba una vista inesperada y diferente; como si se adentrarse en un fragmento de espacio perteneciente a un jardín extraño.
—Es interesante el diseño de este lugar. —Caminaba y miraba a su alrededor, expectante y ansioso por descubrir más—. Es como un collage donde se mesclan varios jardines distintos.
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Kazuma siguió la idea de Ranko, y se puso de pie junto a ella. A pesar de que él le dijo "te sigo", la chica se negó a ir delante, y en cambio fue tras los pasos del peliblanco.
El jardín se sentía paradójicamente pequeño y grande a la vez. El área del lugar no era tan amplia, pero el diseño y disposición del jardín le daba un aspecto laberíntico, el cual no te dejaba admirar más que una parte del sitio a cada vez. Ranko se detenía frente a cada planta para admirar las flores. Le encantaba imaginar cómo sobrevivía, cómo transformaba tierra y agua en tallos, hojas y pétalos. ¿Tendría voluntad para crecer? ¿Tendría el deseo de abrir más y más flores? ¿Se inspiraría en la luna y el sol, e intentaría alcanzarlos, por más imposible que fuese?
Kazuma aduló el estilo del jardín, mientras que la kunoichi asentía.
—C-creo que va per... perfecto con el... la... uhm... la poesía —Ranko intentaba meter la cabeza entre su bufanda, como una tortuga tímida, a pesar de que no podía ocultar más que su labio inferior —. Un... un evento pequeño. Acogedor. Lle-lleno de ideas diferentes. Con... Con belleza diferente. De cada persona. Digo... de la... la poesía de cada quien. Creo.
Tal vez el estar en movimiento había aliviado algo de la presión de estar charlando tanto, o tal vez era el admirar las flores, pero la ansiedad de Ranko parecía haber dejado de crecer. Por el momento. Se preguntó si era correcto seguir otro rato en el jardín, o si sería mejor ir a otra habitación.
"Nononono, habrá más gente allá..." se dijo.
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La ansiedad que interactuar causaba en aquella chica era algo que jamás había visto en tal magnitud. Y en cierto modo le resultaba interesante, como el interés que crea la existencia de algo demasiado frágil para aquel mundo; pero que aun así se mantenía viviente.
—Me causa curiosidad: —dijo mientras acariciaba unos narcisos que adornaban una pequeña rama que emergía tímidamente del borde de un muro—. ¿Hay algún pensamiento o idea que logre darte paz?
Porque había escuchado decir que la gente iracunda tenía un lugar feliz, y que la gente ansiosa tenía un lugar sereno.
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Kazuma parecía ganar más y más fascinación por Ranko, cosa que la kunoichi comenzaba a notar, y enrojecía un poco por ello. Sin embargo, todas las preguntas y comentarios del chico eran muy propios y acertados.
”Un… ¿pensamiento que me dé paz??”
Ranko se llevó el puño a los labios, reflexiva. Inhaló profundamente y cerró los ojos. Una flor blanca apareció en su imaginación, mientras que todo el jardín, la fuente y Kazuma, desaparecían.
—Creo… Creo que el jardín de mi familia —Su mente era un lienzo, y sus palabras pintaban de forma vívida las cosas que describía —. Es muy amplio. Tenemos… Hay un estanque enorme con peces, y un puente que lo cruza. Del… del otro lado hay un duraznero, que… que tiene otras flores alrededor. Del estanque sobresalen… ahm… cuatro pilares de roca. Uno por… por cada miembro de la fa-familia Sagisō. Todo el jardín está rodeado y adornado de orquídeas garza blanca. Me… ahm… M-me gusta sentarme sobre mi roca y… respirar.
Sin darse cuenta, se había calmado casi por completo. Su respiración se había tranquilizado, y su corazón había recuperado un ritmo normal. Se mantuvo así por varios segundos.
—L-lo siento. Sé que no es… ahm… eh… común que a alguien le… cueste. Hablar. Creo. Gra-gracias. Gracias por su consejo, Hanamura-san.
Había sido más una pregunta sencilla que un consejo, pero Ranko lo había tomado así. Le había dado una manera de contrarrestar su nerviosismo, aunque fuese solo por un momento, y aunque le costase concentrarse en ello.
"Su curiosidad ha terminado ayudándome..." pensó mientras abría los ojos lentamente.
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