Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Que mejor lugar que el País del Fuego para un lugar como este. ¿Y de qué lugar se trata? Pues un lugar que un simpático shinobi con chaleco me comentó y que era lo que andaba buscando, pero mejor.
¿Un Dojo que es un país? Cuando lo oí pensé que el shinobi se estaba quedando conmigo...Pero después de preguntar por allí y por allá. Me di cuenta de que era jodidamente cierto
Un país que era un Dojo gigante, que a su vez tenía Dojos en su interior...¿No sonaba genial? Era como una sorpresa rellena de sorpresas. Y claro, sabiendo que existía algo así, no pude esperar ni un minuto más para ir y partirme los morros con alguien o contra muchos, las posibilidades podían ser infinitas.
Si no encuentro alguien allí con quien pelearme me hago el seppuku
Hacía tiempo que no estaba tan emocionado, me temblaban hasta los brazos...o quizás fuera a causa del entrenamiento de ayer y de la montaña de agujetas que acumulaba mi cuerpo...
Bueno...que más da eso ahora...
Lo que sabia pero a base de bien era el camino hasta aquel Valle de los Dojos, me agencié un mapa y me estudie aquello de tal manera, que se me quedó grabado en la retina. Y también sabía incluso antes de ir, que sería mi paraíso particular.
Lo primero que haré cuando llegue será retar al tipo más grande que vea...
Me abastecí generosamente de todo lo necesario para llevar a cabo aquel viaje, que era comida para un regimiento, y sobre todo mi querido tronco de ochenta kilos que llevaba siempre encima para aprovechar aquel viaje y convertirlo de un amable paseo a un tortuoso entrenamiento.
¡¡¡VAMOS!!!
Estaba a tope de motivado, me comí un docena de huevos cocidos antes de iniciar mi viaje. Después me cargué mi tronco a la espalda, e inicié mi caminata hasta el país del Fuego, destino Valle de los Dojos. Como no quise que nadie me jodiera mi entrenamiento, fui por los caminos más transitados. Eso me garantizó un viaje sin incidentes, además de ver a la gente alucinar al ver un chiquillo cargando con un tronco más grande que el.
¡Ja ja! Que pringaos
Al cabo de unos días que me resultaron eternos, llegué a mi destino. El lugar no tenía perdida, sobre todo cuando me topé de bruces contra aquellas características montañas que eran las que custodiaban el valle en donde descansaba el país de los Dojos.
Venga Yoshi...¡Que ya estás!
Estaba cansado por soportar aquel tronco durante todo el viaje, pero estaba tan cansado que sabía que el entrenamiento valió la pena. Unas pocas horas más tarde, entré en el paraíso. Habían Dojos por todas partes y eran impresionantes de lo inmensos que eran. Me paré en una taberna que era en si un Dojo, me quedé alucinado por la mezcla de conceptos.
Joder... ¿En este puto sitio puedo comerme un jamón mientras me parto la cara? Es una pasada...
Pero bueno, no todo era oro lo que brillaba. Existía en aquel singular país una única norma que imperaba sobre todas las demás, y era quien rompía algo lo pagaba...Por mi parte no tenía problema, llevaba algo de dinero en mis bolsillos, y no tenía intención de romper cosas a la ligera...
Me senté en unas de las mesas de aquella cálida taberna ambientada de Dojo y pedí al hombre que atendía las mesas algo de comer mientras disfrutaba a escasos metros de mí de una muy interesante batalla. Una batalla que aumentaba su crudeza conforme pasaba el tiempo.
Estaba eufórico viendo aquel combate que se estaba disputando. Se trataba de un jodido duelo tres contra tres, y eran shinobis de bastante nivel, usando todo tipo de ninjutsus elementales.
¡Buaaa! Me quedo a vivir aquí... Pensaba boquiabierto de satisfacción.
20/01/2017, 19:47 (Última modificación: 21/01/2017, 17:12 por Uchiha Datsue.)
Tras su combate contra Uchiha Akame, Haskoz se había dado cuenta de lo mucho que le quedaba por mejorar. Su supervivencia tras el Bosque de Azur le habían hecho creer que estaba hecho de otra pasta. Que estaba bendecido por los Dioses. Que era especial. Diferente... Pero entonces, ¿por qué había caído como lo hacían todos? ¿Por qué había rechinado de dolor al encajar los golpes, como el resto de mortales? No. Indiferentemente del resultado final de aquella batalla, Uchiha Haskoz estaba al mismo nivel que cualquier Gennin recién salido de la cuna y todavía sin pelo en los huevos, y reconocer eso hacía que se le hirviese la sangre.
Necesitaba alejarse de la Aldea durante unos días. Replantearse su método de entrenamiento. O plantearse alguno, más bien, porque desde que se había graduado había pasado olímpicamente de su formación, especialmente desde su primer beso con Noemi. Pensaba demasiado en ella desde entonces. Le distraía, le ablandaba… y por eso también necesitaba alejarse de ella.
¿Y a dónde ir sino a los Valle de los Dojos? Haskoz había oído hablar de aquel lugar en innumerables ocasiones. Un sitio construido y dedicado por y para el entrenamiento. El sitio ideal para lo que quería.
Tras un viaje más largo de la cuenta, perdiéndose más de lo deseado por el camino, Uchiha Haskoz había llegado por fin a su destino. Hambriento y sediento, había parado en un dojo en el que, increíblemente, servía a partes iguales como dojo y como bar. Si alguien se lo hubiese contado antes de verlo con sus propios ojos, le hubiese partido la cara por tratar de vacilarle.
Pero no, aquel lugar era real, y se maravilló cuando le trajeron un zanco de pollo asado mientras, al mismo tiempo, un combate de tres contra tres empezaba a sus espaldas. El Uchiha dejó el tenedor y cuchillo a un lado y, zanco en mano, se dispuso a devorarlo mientras no se perdía ni un movimiento del combate.
En un momento dado, su atención se vio desviada por un nuevo cliente. Un chico joven, al que le sacaba al menos media docena de centímetros, con brazos como troncos y el torso de un toro. En su cuello, la bandana de Kusagakure…
—Vaya, ¿pero es que los de Kusa también comen carne? —preguntó, tras dejar el hueso del zanco en su plato y relamerse los dedos. El shinobi de Kusa acababa de pedir carne, sin especificar nada más. Entonces, entre carcajadas, soltó:—. ¡Pensé que vosotros solo comíais brócoli!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Tan pronto clamé por mi manjar, el camarero con un gesto afirmativo con la cabeza, captó en el acto mi comanda. Gritar no fue por mero capricho. Había tanta expectación y clamor por aquel combate, que si hubiera llamado la atención de otro modo, aún estaría esperando al camarero en vano.
Yo ahora mismo me frotaba las manos tratando de imaginar que me traería el camarero, solo esperaba que fuera avispado. Al no concretarle nada, esperaba que me trajera lo más caro que tuviera en su menú. Me daba igual lo que fuera siempre y cuando fuera carne, y en cantidades, pues estaba bien muerto de hambre.
De repente, algo llamó mi atención. Algo que hizo sentirme directa e inevitablemente aludido.
—Vaya, ¿pero es que los de Kusa también comen carne? —
¡Pero que!... Me giré al origen de aquel burdo y fútil intento de ofensa. Sonriente, observe al tipo que me propinó aquello con mirada pícara. Se trataba de un tirillas, flaco y alto de ojos marrón muy pero muy claros, tan claros que nunca antes había visto unos ojos así. Y también me llamó la atención su blanco pelo. Mucho más adecentado que yo en cuestión de vestimenta.
¡Eyyy! La guinda del pastel fue sin duda su Hitai-ate de la Espiral anudada a su cuello, al igual que yo tenía la mía. Habiendo saciado mi curiosidad, me digné a responder a mi nuevo amigo.
Se nota que aquí viene todo el mundo buscando gresca
-¿Me dices a mi? Comenté sorprendido. -Pues comemos un huevo de carne, y de la mejor calidad. Es lo que tiene tener los mejores pastos de toda Onindo. Comenté orgulloso haciendo una breve exhibición de biceps.
Luego el tío cachondo se partió la caja y me soltó otra perla digna de libro. . ¡Pensé que vosotros solo comíais brócoli!
¿Brócoli? ¡Puajjj que asco! De pensar comiendo aquella cosa verde insulsa, me provocó una arcada, menos mal que todavía no había probado bocado, sino lo hubiera echado todo.
-¿Brócoli? ¿Me tomas el jodido pelo? Eso es para maricas. Ahora que si en la Espiral es el plato nacional...no me extrañaría en absoluto. Ahora el que se rió fui yo y doblemente, una por la que le colé al canoso muchacho, y la otra por que me acababa de llegar una pierna de cordero inmensa, cortesía de la casa.
—¿Brócoli? ¿Me tomas el jodido pelo? Eso es para maricas. Ahora que si en la Espiral es el plato nacional...no me extrañaría en absoluto.
Haskoz acompañó las carcajadas de aquel milagro de la genética con su propia risa. Estaba claro que en cuanto a corpulencia tenía la batalla perdida, y el tipo hasta tenía su ingenio, pese a tener una cara olvidable y una voz del montón. De hecho, le sorprendió su voz. Para alguien cuyo cuerpo parecía romper la tela del kimono por la presión que ejercían sus músculos cada vez que se contraían, el Uchiha hubiese esperado una voz mucho más gutural e imponente.
—No, que va —respondió al fin, tras tomar un sorbo de agua—. La mayoría de la verdura la importamos toda del País del Bosque, así como alguna de vuestras carnes… —Si bien era un dato que Haskoz creía ser cierto, estaba deliberadamente exagerado—. Pero tienes razón en algo —Haskoz esbozó una sonrisa traviesa—, no hay mejor ganadería que la vuestra. De hecho, ¡no sé porque no os dedicáis todos al pasto y a plantar lechuga! ¡Sería todo mucho más productivo, y dejaríais a los que verdaderamente saben ocuparse del tema militar! —exclamó, todo ello sin perder la sonrisa—. Estarás de acuerdo conmigo, imagino —añadió, como si lo contrario fuese inconcebible para él.
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Cogí la pierna de cordero con una mano, y comencé a hundir mis incisivos sobre ella violentamente, llenándome los carrillos de carne casi hasta el limite mientras escuchaba las palabras de aquel muchacho. Y escuchándolo llegué a la conclusión de efectivamente, quería gresca. Aunque siendo sincero con uno mismo, no se estaba esmerando mucho a mi parecer, además...¿Que diantres quería obtener el de la Espiral con esa actitud?
—No, que va —respondió al fin, tras tomar un sorbo de agua—. La mayoría de la verdura la importamos toda del País del Bosque, así como alguna de vuestras carnes…
-Ya veo...después de todo. Sois muy inteligentes en el país de la Espiral. Respondí haciendo un brindis al aire con mi copa llena de agua, para después dar un sorbo.
Después de aquella sinceridad, continué propinando dentelladas a mi pedazo de carne con tanto entusiasmo que en cuestión de segundos, quedaba más hueso que carne. Y mi cabeza ya daba vueltas de qué sería lo próximo que me llevaría a la boca. Hasta que de repente...
—. Pero tienes razón en algo —Haskoz esbozó una sonrisa traviesa
Arqueé un ceja por la curiosidad. -¿Ahh si? ¿En qué? Levanté mi pata de cordero, que acababa de convertirse en un fémur desnudo y se lo mostré al camarero, que con la otra mano le hice un gesto desde la lejanía que nos separaba, dándole a entender que necesitaba que me lo repusiera de inmediato.
—, no hay mejor ganadería que la vuestra. De hecho, ¡no sé porque no os dedicáis todos al pasto y a plantar lechuga! ¡Sería todo mucho más productivo, y dejaríais a los que verdaderamente saben ocuparse del tema militar! —exclamó, todo ello sin perder la sonrisa—. Estarás de acuerdo conmigo, imagino —
Muy flojo...
Me levanté de la mesa y me dirigí hasta la mesa de aquel muchacho bromista. No sin antes coger del suelo mi querido e inmenso tronco. Me senté con el muchacho dejando nuevamente mi tronco en el suelo sin malos rollos, que tampoco quería atizarlo con el.
-Los shinobis de la Espiral os habéis vuelto muy cómodos. Sentencié con preocupación. -Solo os gusta la diversión y poco más. Nosotros sin embargo, hacemos más cosas a parte del "tema militar" como tu dices, también hacemos más cosas. Como hacer cagar dientes a los que nos tocan los huevos, por ejemplo. ¡Lechugas por favor! ¡Nosotros plantamos cosas más interesantes...ya sabes...drogas y esas cosas...
Sonreí burdamente como era habitual en mí. -¡Venga va! No seas tímido...¿Que quieres? No te andes con rodeos.
Se que era una pregunta totalmente innecesaria, pero tenía curiosidad por oírlo de su boca. Yo a veces tenía la mala costumbre de mal interpretar a la gente. Y sin lugar a dudas, esta podía ser una de esas veces. A lo mejor el chico se sentía atraído hacía de alguna manera y se había puesto nervisoso...
Tenía que reconocerlo. Verle cargando un jodido tronco con sus manos desnudas era impresionante. También lo era su templanza, consiguiendo no caer ni una sola vez en las provocaciones del peliblanco. El Uchiha no recordaba la última vez desde que a alguien le habían resbalado de aquella manera sus ironías. Su indiferencia resultaba hasta insultante.
La horma de mi zapato, supongo. Tarde o temprano tendría que pasar. Eso, o definitivamente Noemi me está echando a perder.
—¡Venga va! No seas tímido...¿Que quieres? No te andes con rodeos —terminó por decir, tras su retahíla.
—¿Que qué quiero? —la pregunta le pilló desprevenido—. Lo quiero todo, shinobi-kun, todo.
Se acabó el vaso de agua de un trago y lo estampó contra la barra. Acto seguido, dejó un billete de diez ryos sobre la madera pulida y se levantó.
—Pero por el momento me conformaré con zurrarte… o con que me rompas los dientes de no conseguirlo. Pero te lo advierto —se pasó la lengua por los dientes—, tengo los dientes duros.
Se ajustó el portaobjetos a la cintura y volvió a mirarle, con sus ojos teñidos por el sharingan. Aquel tío se veía tan calmado y sereno que hasta miedo le daba que fuese a rechazar su propuesta.
—¿Qué me dices, Kusagureño? ¿O me vas a decir que has viajado hasta aquí por la comida?
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Cuando supe el propósito de todo aquello, de tanto intento absurdo de provocarme con palabras, en vez de cagarse en mis muertos o recordarme lo puta que era mi madre...Se me quedó la cara a cuadros, dándome cuenta de algo en el acto.
¡Joder claro! Esto es como una casa de citas, pero en vez de citas es de hostias
Pero veía de mal gusto eso de que otros shinobis nada más ver la bandana de Kusagakure tuvieran que bromear con lechugas...No tenía puto sentido.
Joder con la lechuga...
—¿Que qué quiero? —la pregunta le pilló desprevenido—. Lo quiero todo, shinobi-kun, todo.
Quedé sorprendido por su respuesta, que por cierto fue una respuesta que me gustó. No conocía muchos chavales de nuestra edad que tuvieran tanta ambición como la de aquel muchacho, y como yo. Todos se dedicaban a marear la perdiz con chorradas, como ir detrás de las chicas, o pensar en comer porquerías de mariquitas. Yo era un tipo liberal que respetaba esas mierdas pero...
Cuando quieren que yo lo haga...me calienta mucho...
-Joder tío que buena respuesta, ya me caes bien ¿Ves? Ya casi ni me acuerdo del intento de chiste de la lechuga. Tras meditar su respuesta, quedé pensativo un poco preocupado. Y no precisamente por que se me estaba haciendo eterna la espera de mi segunda pierna de cordero. -Pues tenemos un problema, yo también quiero todo ¿Sabes? O compartimos como hace la gente civilizada o acabaremos mal...bueno acabaras. Sonreí bromista.
—Pero por el momento me conformaré con zurrarte… o con que me rompas los dientes de no conseguirlo. Pero te lo advierto —se pasó la lengua por los dientes—, tengo los dientes duros.
Vaya, vaya...
-¿Zurrarme? Bueno puede ser, pero entonces es posible que también te zurre. Pero no te preocupes, no te voy a hacer la putada de romperte los dientes. Si te rompo algo, que sea algo que se pueda curar con el tiempo ¿No? Volví a bromear un rato, hasta que sus ojos cambiaron de un tierno marrón claro a un color más caótico, un rojo intenso que para nada era natural. Entonces ya me puse más serio.
¡¿Pero que cojones...?!
-¡Joder tío tus ojos! ¡Han cambiado de color! Exclamé ante aquello, que me resultó de lo más inesperado. Y como cabía de esperar, algo llamé la atención por que comenzamos a ganar la atención de algunas personas.
—¿Qué me dices, Kusagureño? ¿O me vas a decir que has viajado hasta aquí por la comida?
-Aquí tiene shinobi-san, su pierna de cordero
Joder fue decir eso por parte del shinobi de la Espiral y justo vino mi comida. Aquella pierna estaba recién hecha y humeaba un aroma muy embriagador.
-¡Si joder! Exclamé mientras me frotaba las manos. -Me acabo esto y nos partimos la cara...así de mientras me comentas que te ha pasado en los ojos...¿Eso te pasa cuando quieres pelear o algo?Pregunté intrigado, pues no hacía falta decir que nunca había visto algo igual.
Sonrió ante la pregunta del Kusagureño por su sharingan. No era el primero —ni sería el último—, en hacer aquella suposición.
—Algo así —si a Haskoz ya le costaba revelar los secretos de su clan a sus propios compatriotas, menos lo haría con un extranjero—. Gente más sabia que yo dice que es imposible ganar en una batalla uno contra uno a alguien poseedor de estos ojos… a no ser que también los poseas —No lo decía con orgullo, ni con prepotencia. Tan solo exponía un hecho.
El combate que sucedía a sus espaldas, mientras tanto, había continuado ajeno a la charla intrascendente de ambos gennins, si bien el número de combatientes se había reducido drásticamente. Tres de ellos habían quedado molidos y tirados junto a una esquina, y ahora la lucha se había reducido a un dos contra uno de resultado incierto. Pese a la ventaja numérica, los dos luchadores parecían estar pasándolo francamente mal para mantenerle el ritmo a su oponente, que no paraba de atacar, atacar, y atacar con una capa eléctrica recubriéndole el cuerpo.
Parece que a estos aún les queda un rato…
—Por cierto, soy Haskoz —se presentó, pero sin perder la vista del combate—. Uchiha Haskoz.
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Comencé a dar dentelladas a mi nueva pata de cordero. Pero cuando dijo eso, me invadió un semblante de decepción absoluta.
-¡Venga no me jodas! Me gustaba más tu faceta de busca peleas. Pero de mentiroso eres muy cutre ¿Lo sabías?
Algo así...¡Los cojones!
—. Gente más sabia que yo dice que es imposible ganar en una batalla uno contra uno a alguien poseedor de estos ojos… a no ser que también los poseas —No lo decía con orgullo, ni con prepotencia. Tan solo exponía un hecho.
Joder esa parte me gustó más, demasiado, era como jodida música para mis oídos. Si decía la verdad, estaba ante un posible y digno rival. Alguien a quien dar la brasa hasta el último de mis días, para medir mi fuerza con él. En ese punto, mis ojos se iluminaron de alegría y emoción a partes iguales.
-¡Hostias! Pues si esos sabios son tan sabios como dicen...¡Es que debe ser verdad! ¡Jooder que cabrón con suerte eres! Eso justifica tu físico de niña famélica. Si esos ojos hacen el trabajo sucio... Expresé a mi manera lo afortunado lo consideraba por tener ese don.
El shinobi de la Espiral acabó por presentarse, parecía que se acaba de encariñar conmigo.
—Por cierto, soy Haskoz —se presentó, pero sin perder la vista del combate—. Uchiha Haskoz.
Deje el hueso limpio, igual que hice con el primero. Lo dejé triste sobre aquella bandeja huérfana de alimentos. Para mi un plato vacío era una visión devastadora.
-Yo me llamo Yoshida Yoshimitsu. Le extendí el brazo con la intención de darle la mano de buen rollito. -Pues yo no tengo nada raro en los ojos ni en ningún sitio, pero me trabajo mucho mis entrenamientos para compensar a esa gente con suerte como tú. Comenté orgulloso tensando los músculos de mi brazo.
-Será un honor que me partas la cara entonces joder...quiero ver tu magia. Bueno magia no tenía, pero si una maldición. Cuando peleaba solía perder el control...bueno más bien lo perdía siempre...
-Solo te advierto que suelo emocionarme mucho en los combates...a veces se me va la olla y esas cosas sabes...lo malo de un pasado jodido...No lo puedo evitar...por el momento...Pero les diré a las damiselas que están aún en el tatami que nos echen un ojo por si la cosa se desmadra que nos separen ¿Ok? Que a lo mejor me partes la cara y aquí no pasa nada, pero por si las moscas... Me sinceré ante Haskoz para que estuviera prevenido.
¿Que como mentiroso soy muy cutre? ¿Que tengo físico de niña famélica?
Las pullas que iba soltando el recién presentado Yoshimitsu se sucedían unas a otras con la constancia y ritmo de un pájaro carpintero picoteando un tronco, o, en este caso, el orgullo del Uchiha. Pero de nada servía replicarle, o entrar en una batalla dialéctica para ver quién la tenía más grande. Estaban a punto de enfrentarse, y era en el campo de batallo donde Haskoz tenía que hablar.
Tras darle la mano, y contenerse para no darle semejante apretón que le partiese los huesos —quizá porque sabía que con semejante manaza con suerte sentiría cosquilleos—, Haskoz empezó a abstraerse del mundo que le rodeaba para trazar un plan.
—¿Eh? Claro, claro. Como veas —apenas contestó, cuando Yoshimitsu le advirtió que avisaría a los luchadores para que les echasen un ojo por si se le iba de las manos.
Pero el Uchiha ya estaba centrado en cómo vencerle. Un tipo duro, se dijo, al ver de nuevo el tronco que había levantado con tanta facilidad. Pero un tipo que se centra tanto en su cuerpo no puede quedarle demasiado tiempo para lo demás… Ninjutsu, Genjutsu… Su debilidad; mi baza.
Estiró el cuello a un lado y a otro, mientras el choque de aceros de los luchadores que seguían en el tatami sonaban por última vez. Luego hubo un sonido seco, como el de un saco de patatas al caer al suelo, y cuando Haskoz alzó la vista tan solo quedaba uno en pie.
Era su hora. Era su momento. Se quitó la sudadera y la tiró sin mirar a la silla sobre la que había estado sentado, quedándose tan solo con una camisa de tiras sobre su torso. Un torso nada trabajado, era cierto, cuya ausencia de músculo era más que evidente. Pero sus músculos eran flexibles y eléctricos, y quizá eso le bastase para ser más rápido que su contrincante.
Caminó hacia un lateral del tatami y se quitó las sandalias. Sus pies, descalzos, depositaron todo el peso de su cuerpo sobre las planchas de colchoneta que componían el tatami y sintieron la flexibilidad y suavidad de aquella superficie, azul, de diez metros de largo y de ancho. Un olor a sudor le inundó el olfato. Olor a entrenamiento, a lucha, a guerra… Se apartó los pelos que le caían en los ojos con un resoplido y sonrió. Su estratagema estaba definida. Su plan, claro.
—¿Eh? ¿Qué te parece si hacemos una apuesta? —propuso, esperando que Yoshimitsu ya hubiese acabado de hablar con los anteriores luchadores—. Para hacerlo más divertido.
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Este tío era bueno, no se lo pensó dos veces ni nada por el estilo. Se notaba que ya estaba llenándose la cabeza a base de pajas mentales. Muy distinto en el caso de Yoshimitsu, que le gustaba dejar cosas al azar, dejarse fluir y llevar por las circunstancias. Para Yoshi planificar era aburrido, saber lo que ocurrirá en una pelea era quitarle el encanto al asunto.
—¿Eh? Claro, claro. Como veas —
-¡Vale colega!. Dije satisfecho al ver que el chico no se echaba para atrás. No tenía que pasar nada malo en absoluto. Pero mejor prevenir que no luego lamentar. También serviría en caso de que Haskoz se le fuera de las manos el asunto. A pesar de que siempre me burlaba de los físicos de la mayoría, aprendí hace mucho tiempo a no subestimar a nadie, por muy indefenso que pudiera parecer.
El combate que se estaba disputando estaba casi a punto de acabar, Haskoz ya comenzaba a prepararse para la pelea, yo por mi parte, me desaté el cordón burdo que tenía atado a la cintura que me liberaba de mi querido tronco de entrenamiento. Hice muchos kilómetros con él. Por no decir que vine hasta aquí con el a cuestas. Y estaba claro que todavía no estaba recuperado de aquel inhumano esfuerzo. Pero a pesar del inmenso dolor muscular que sentía, para mi este combate suponía una prorroga de mi entrenamiento.
Sencillamente perfecto...
Tras esto, me acerqué a algunos de los guerreros que hace escasos minutos habían combatido. Estaban sentados al limite del tatami descansando e hidratándose cómodamente, mientras disfrutaban de aquellos que ahora luchaban. Eran claramente más adultos que yo, pero se veían buena gente. Intercambiando opiniones sobre la lucha y los combates como si fueran hermanos, a pesar de ser de villas diferentes.
-Disculparme. Comenté con amabilidad, de toda de la podía hacer acopio.
-Que pasa chico. Dijo uno de ellos intrigado, llevándose la mano a la barbilla interesado.
-¿Podéis echarnos un ojo por si se nos va el combate de las manos?
Los guerreros rieron durante un instante, pero al final no vieron inconveniente a mi singular petición.
-Claro chico, pelead tranquilos, que nosotros os vigilamos. Respondió afirmativamente.
Volví hacía Haskoz que se estaba descalzando, yo también hice lo mismo. Y ahora quiso rizar el rizo, quizás quería demostrar que se sentía capaz de derrotarme. Algo que sabía que podía pasar, es más lo deseaba, eso me daría un motivo de peso para intensificar mis entrenamientos. Quería ver esos ojos de la guerra en acción, estaba emocionado como un niño pequeño a punto de estrenar aquel juguete tan añorado.
—¿Eh? ¿Qué te parece si hacemos una apuesta? —propuso, esperando que Yoshimitsu ya hubiese acabado de hablar con los anteriores luchadores—. Para hacerlo más divertido.
-¿Apuesta dices? Joder Haskoz, estás muy convencido de que vas a ganar. Dije con una sonrisa dibujada en mi rostro. -¡Venga va! ¿Que quieres apostar? Pregunté curioso mientras hacía un estiramiento de brazos.
¿Que qué quiero apostar? Hmm… Buena pregunta. Una pregunta que, a pesar de haber sido él mismo quién había propuesto aquello, todavía no tenía una respuesta.
Se llevó una mano al mentón, pensativo, mientras un millar de posibilidades pasaban por su cabeza. El dinero era la opción fácil y directa, pero a no ser que apostasen una cantidad considerable, no valdría la pena. Y en ese caso se arriesgaba a perderlo, y ahora que tenía que pagar la primera factura de su piso, era un lujo que no podía permitirse.
También podían apostar una acción. Una orden que el ganador hiciese al perdedor, como entregarle cierto mensaje a su respectivo Kage —un mensaje estúpido y altamente inapropiado—, o hacer cualquier burrada la próxima vez que se encontrase con un ninja de Amegakure, por ejemplo. Pese a que la idea le gustaba, el problema en eso era que no tenía forma de comprobar que Yoshimitsu la cumpliera una vez las condiciones se diesen.
Entonces miró a Yoshimitsu, se miró al cuello, y la idea le vino por sí sola:
—Apostemos nuestra bandana —dijo, haciendo un gesto con la suya, anudada al cuello—. El ganador podrá hacer lo que quiera con la bandana del otro, o incluso quedársela.
Solo de pensar la cantidad de barbaridades y ultrajes que podía hacer Yoshimitsu con el símbolo de su Aldea hacía que se le hirviese la sangre. Supuso que a su compañero de profesión le pasaría lo mismo, y por eso la apuesta era tan jodidamente buena.
—¿Qué me dices? ¿O tienes miedo de perder…?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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—Apostemos nuestra bandana —dijo, haciendo un gesto con la suya, anudada al cuello—. El ganador podrá hacer lo que quiera con la bandana del otro, o incluso quedársela.
Joder con el Haskoz este, venía lagunas en aquello. En cierto modo aquel pedazo de metal no era nada, salvo por su símbolo. Aquello en cierto modo ¿Era realmente de nuestra propiedad? Era algo que representaba nuestro país, ¿Que le diría a Kenzou-sama si perdiera la bandana?
No lo tengo claro, pero fuera lo que fuera...Sería una bronca monumental...
-¡Joder con el shinobi de la Espiral! Comentaba ante aquella excéntrica apuesta de Haskoz claramente alterado. -¿Te imaginas por un momento lo que diría tu Kage cuando preguntara por tu bandana perdida?¿No verdad? Estás jodidamente loco Haskoz.
Vamos que jodidamente loco está. Si ganara no sería capaz de aceptar su bandana
-De todos modos, me parece muy atrevido y has demostrado tener unos huevos como melones. Pero siendo franco contigo, no me interesa quedarme con tu bandana. Me crucé de brazos, poniéndome a la defensiva.
Este tío quiere convertir la pelea en algo serio ¿A caso quiere morir o una pelea muerte? Yo mataría por mi bandana
—¡Joder con el shinobi de la Espiral! ¿Te imaginas por un momento lo que diría tu Kage cuando preguntara por tu bandana perdida?¿No verdad? Estás jodidamente loco Haskoz.
Haskoz se carcajeó con ganas.
—¡Precisamente eso es lo divertido! ¿Qué gracia tendría apostar algo que nos diese igual perder?
Era la norma básica y obligatoria de cualquier reto que se preciase.
—De todos modos, me parece muy atrevido y has demostrado tener unos huevos como melones. Pero siendo franco contigo, no me interesa quedarme con tu bandana.
Pues a mí la tuya sí.
—¿Qué te interesa, pues? —Haskoz sabía que la apuesta no funcionaría sin ofrecerle algo a cambio que él desease también. Pero, como no le conocía, no se imaginaba qué podía ser—. ¿Dinero? ¿Información? Vamos… ¡Mírate! Estás hecho un toro, y yo, como dijiste, parezco una niñita famélica. ¿De verdad estás cagado por perder tu bandana contra mí?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—¡Precisamente eso es lo divertido! ¿Qué gracia tendría apostar algo que nos diese igual perder?
Haskoz era mucho más perverso de lo que aparentaba, y quizás y sin saberlo, quería hacer que una pelea amistosa fuera mucho más profunda, por así decirlo. Yo temía que clase de repraesalias pudiera tomar Kenzou en mi contra, en caso de no darle un buen motivo, es decir mentirle descaradamente, para decirle que había perdido mi Hitai-ate.
Que puto...
Aunque en realidad, no quería una bandana de la Espiral, solo se me ocurrían motivos muy siniestros para querer tener algo así. Cometer tropelías en nombre de un país ajeno, o quizás infiltrase en algún lugar comprometido del País del vecino. Vamos que cosas malas. Por eso mismo, ya comencé a dudar de Haskoz, dudar en el sentido de que no se trataba de trigo limpio. Pero claro, si me negaba quedaría como una mierda pinchada en un palo.
Te arrepentirás de haber querido apostar nada flipado...
—¿Qué te interesa, pues? —Haskoz sabía que la apuesta no funcionaría sin ofrecerle algo a cambio que él desease también. Pero, como no le conocía, no se imaginaba qué podía ser—. ¿Dinero? ¿Información? Vamos… ¡Mírate! Estás hecho un toro, y yo, como dijiste, parezco una niñita famélica. ¿De verdad estás cagado por perder tu bandana contra mí?
-¿Cagado dices? Joder macho es que no se que clase de consecuencias puede acarrear perder el Hitai-ate. Y pensándolo fríamente, solo se me ocurren cosas muy chungas lo que se podría hacer con una bandana de otro país... Quedé pensativo durante un rato mientras me retiraba la parte superior de mi viejo y desgastado kimono y lo dejaba fuera del tatami con un brusco y fuerte movimiento de brazo.
-De todos modos, ya sé lo que quiero en caso de que pierdas. Pero te lo diré cuando gane, sino no tendría sentido. Te prometo que no será nada que no puedas hacer. Sonreí con gesto burlón, dando una sonora palmada mientras daba unos saltos para calentar.
¡Vas a flipar!
¿Vas a contar hasta tres o algo? ¿O vamos ya? Pregunté impaciente.