—¡No tienes por qué defenderme, ya me defiendo yo soli...

Plasca, tercer capón, encima de los otros dos. El rubio se alejó con un gemido lastimero y se afanó por encaminarse hacia el lugar donde estaba la mochila del picnic. Si encima que tenían que darle de comer a un extraño alguien le robaba algo de comida, no iban a tener ni para empezar.

El muchacho Yota había sugerido que no quería ser una molestia, pero Kiroe no le dio importancia.

—¡Oh, vamos, vamos, que tengo pastelillos caseros! —dijo Kiroe—. Soy una pastelera famosa en Amegakure, ¡deberías probarlos!

El local era muy conocido, sí, pero de ahí a llamarse pastelera famosa había un trecho. Pero sin duda eso conseguiría convencer al chico.

*Ya lo veo, ya..*

Tuve que taparme la boca para evitar que se notase la risa que estaba a punto de escaparse, o al menos que pareciese que trataba de reprimirla.

No hubo objeciones. Ni siquiera Daruu volvió a rechistar tras aquel doloroso tercer capón que acababa de sufrir, así que los tres empezamos a dirigirnos hasta el lugar en el que tenían montado aquel picnic Daruu y su madre. Momento que aprovecho la mujer para hincharse como un pavo y desvelarme lo buenos que eran sus pastelitos. He de reconocer que dio en el clavo, aquello era música celestial para mis oídos. Seguramente, lo dulce fuese mi mayor perdición en cuanto a comida se trataba.

-¡¿PASTELILLOS CASEROS?!- vociferé embriagado por un dulce aroma que se había recreado en mi cabeza -Ya estoy deseando probarlos. Pero... ¿Haces importaciones al País del Espiral? ¿A Uzushiogakure? A fin de cuentas somos aliados.. jeje..-

Automáticamente mi mano diestra se dirigió a mi trenza, toqueteandola y haciendo rebujitos ante la tontería que acababa de soltar. Supongo que la emoción del momento me hizo decir aquello.

La personalidad de Yota dio un vuelco tan de trescientos sesenta grados que hasta Daruu olvidó el dolor de los chichones y se echó hacia atrás, sobresaltándose. Ahora parecía un crío pequeño, y ni el hecho de tratarse de un ninja extranjero ni el de pertenecer al famoso clan Uchiha conseguía enmascararlo.

Kiroe asintió, con una gota de sudor incómodo resbalándole por el lateral de la cabeza.

—No, no... Mi negocio está en casa, en Ame. Además, recuerda, chico —explicó Kiroe—, más que una alianza, tenemos un pacto.

Madre e hijo condujeron a Yota hasta el claro del bosque donde estaba la mochila, y se sentaron a ambos lados de ella. Kiroe desabrochó la tapa de tela y sustrajo primero un mantel que extendieron sobre la hierba. Después empezó a sacar una serie de cajas que fue amontonando una al lado de la otra.

Cuando las abrió, reveló sus famosos bollitos de vainilla y canela, otros con cobertura de chocolate y relleno de frambuesa y unos alargados de plátano con sirope de caramelo.

—¡Tacháaaan!

-Vaya.. Hubiese estado bien-

La decepción cayó sobre mis hombros como si de un jarro de agua helada se tratase. Lo cierto es que me había hecho ilusiones, pero lo más lógico era lo que acabó resultando la realidad, más aún si era aquella mujer la única encargada en hacer todo el trabajo. No obstante, seguimos caminando, madre e hijo me guiaron hasta el claro donde Daruu tuvo que permanecer para esperar a su madre, cosa que no hizo y derivó con un encontronazo poco agradable con aquel tal Chiyo. En el suelo yacía la mochila que guardaba aquellos dulces así que pronto nos congregamos a su alrededor, momentos después de que la madre extendiese un mantel de tela sobre la hierba. Justo después extendió unas cuantas cajas para posteriormente abrirlas, destapando aquellos pastelillos caseros de distintas formas, texturas y sabores.

-¡¡PASTELILLOS!!- vociferé, emocionándome de nuevo y alzando mis dos brazos hacia el cielo.

Cerré los ojos e inspiré aire por la nariz permitiendo que los aromas que surgían de aquellos alimentos embriagasen mi cuerpo.

-¡Qué bien huelen! Y tienen una pinta exquisita. Tienes suerte de tener una madre tan guay, Daruu- Le dije al gennin guiñándole el ojo -Vamos, primero vosotros, luego los probaré yo-

*¿Así es como lo querría mamá, no? Educación ante todo*

Sin duda, aquel pequeño gesto haría sacar a relucir la bella sonrisa que tenía mamá y que con los años había perdido.

Sin duda los pastelillos habían despertado a un Yota que quizás estaba antaño dormido bajo una máscara de falsa madurez. Claro, al fin y al cabo era un niño, como Daruu, que seguía con los brazos cruzados y los mofletes hinchados, con el orgullo más herido que su cabeza llena de chichones.

Yota sugirió que probaran ellos los pasteles primero, pero Kiroe negó con la cabeza.

—No, no, los invitados primero. ¡Vamos, coge uno! —instó Kiroe.

—Sí, mi madre es muy guay. Pero no has probado mis pizzas. Algún día, serán las mejores del mundo, ¿sabes? —dijo Daruu.

Tanto Kiroe como su hijo aguardaron a que Yota cogiese un pastelillo, y kuego hicieron lo propio. Tras dar un bocado, Kiroe carraspeó.

—¿Qué tal la vieja Shiona, Yota-kun? ¿Tan sana como siempre?

Daruu la observó de reojo, entrecerrando los ojos con perspicacia.

-Vale, vale, está bien. Veamos... ¿Cual debería coger?- dije acercándome un poco hasta la ubicación de aquellas cajitas -¡Este!-

Cogí uno de los que estaba cubierto de chocolate mientras volvía a mi lugar para empezar a devorarlo y cual fue mi sorpresa que por dentro una explosión de frambuesa hizo despertar mi paladar. Mientras tanto, Daruu me recriminó que sus pizzas también eran buenísimas, incluso se atrevió a insinuar que algún día se convertirían en un manar de dioses. Por un momento pensé que quizás se había pasado con tal afirmación pero denotaba una autoestima realmente prodigiosa.

-¡Seguro que sí, Daruu-san! Ya me las dejarás probar algún día ¿Eh?-

Pero Kiroe interrumpió con una nueva pregunta. La sentí como si fuese una daga que debía esquivar con suma destreza y la mirada que me dirigió el rubio no fue más que la confirmación de lo que en un principio me suponía.

-¡Oh! Ya lo creo- contesté alegremente -Ya sabes lo que dicen de ella, ¿No es así?-

Di un nuevo bocado con tal de finiquitar aquel pastelillo que tenía entre manos antes de que el chocolate empezase a deshacerse en mis manos, Chupetee mis dedos, uno tras otro.

-Pero no hablemos de mí, por favor. ¿Qué os ha traído hasta aquí?-

*Ni por asomo me voy a tragar que han viajado hasta tan lejos para hacer un simple picnic*

-Con permiso-

Volví a viajar hasta el centro del mantel y esta vez tome uno de los bollitos de vainilla y canela.

—Sé muchas cosas de Shiona —asintió Kiroe a la respuesta del Uchiha—. Quizás más que tú. ¿Sabías que tiene una...?

Kiroe pareció reparar en algo de golpe y levantó la mano, fingiendo haber escuchado un ruido raro.

—No es nada, no es nada —dijo.

Yota le preguntó qué les había traído hasta allí. Daruu sentía también muchísima curiosidad por conocer cual era el auténtico motivo de la visita de Kiroe al País del Fuego, pero sospechaba que la mujer no iba a revelar demasiados detalles. Menos aún a alguien de otra aldea.

—Un pequeño recadillo —dijo—. No tiene sentido ocultarte que soy kunoichi después del espectáculo con los bandidos. En realidad me he retirado, pero de vez en cuando me gusta cumplir misiones simples. Para no oxidarme.

Siguieron comiendo pastelillos durante un buen rato. Cuando Yota alcanzaba uno que no había probado hasta ahora, Kiroe le pedía su opinión, y de vez en cuando le instaba a que probara uno u otro diferente.

Llegados a cierto punto de la conversación, Daruu se desplomó en el césped de forma súbita y emitió un sonoro ronquido. Kiroe se abalanzó sobre su hijo corriendo. Algo no iba bien.

—¡Daruu, Daruu! ¿Qué te pasa? ¡Mierda! —se giró hacia Yota y clavó sus ojos en él durante unos instantes que se le hicieron eternos.

«No ha salido bien».

—Esos bandidos han debido de usar armas envenenadas. Lo siento, Yota-kun, pero tendremos que continuar con el picnic en otro momento. Puedes quedarte con los pastelillos que quedan, pero tengo que llevar a Daruu a un médico.

Cogió a su hijo en brazos y se desvaneció antes que Yota pudiera emitir palabra alguna.

«El somnífero era para el Uchiha, ¡mierda! Me debí de equivocar de pastel...»

Las pastelillos se iban sucediendo. Daruu permanecía ahí sentado sin abrir la boca mientras Kiroe y yo nos íbamos intercambiando los turnos para hablar y él uno le iba preguntando cosas a la otra, que si Shiona, que si cual era el motivo de su viaje, todos y cada uno de ellas con respuestas que no decían nada o incluso que invitaban a dejar volar la imaginación para que cada uno se inventase en su cabeza la respuesta.

-Me extrañaría que no fuese así, la verdad- dije mientras acariciaba mi nuca con mi mano zurda mientras con la derecha sostenía aquel pastelillo de frambuesa y chocolate -Apenas he podido hablar con ella más allá de actos públicos-

Pronto iba a acabarse aquella reunión que bajo aquella atenta mirada empezaba a incomodarme, pero claro ¿Como iba a imaginar yo que Daruu iba a desplomarse sin aparente explicación? Pero así fue e ipsofacto kiroe dejó todo lo que tenía entre manos y se acercó tan rápido como pudo a su hijo yo traté de hacer lo propio, engullendo lo poco que quedaba de bollo de canela y vainilla pero aquella mirada me detuvo. No sabría explicar por qué ni cómo, pero me vi incapaz de acercarme siquiera más.

-¡Eh, espera! No le dañaron con armas- Se fue como alma que lleva al diablo, pues el rubio necesitaba ayuda urgentemente -Mierda... Bueno será mejor volver a casa, aquí ya no hago nada-

Me encogí de hombros pero seguía pensando en aquello que acababa de suceder. ¿Cómo podía estar tan segura de que se trataba de un veneno? En cualquier caso, la próxima vez que lo viese trataría de averiguarlo, por ahora enfile el camino hacia el este en busca del País del Espiral.