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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Daruu no practicaba la religión budista ni sintoísta, pero tenía una ligera espiritualidad que solía dirigir al que se creía que era el protector y dueño de las tierras del País de la Tormenta, Amenokami, como muchos habitantes de Arashi no Kuni. Su fe no era ferviente ni incondicional, pero le tenía respeto.

Se había acercado a un templo dedicado a nadie en particular y a todos en general. Sentado en un banco y rodeado de naturaleza y del cantar de los pájaros, se descubrió preguntándose si debía recordar al Dios de la Lluvia en un lugar como aquél.

Y como si pensar en Amenokami mismo invocara una gota de lluvia familiar hacia aquél lugar, una persona familiar apareció por la entrada del templo.

—¡Mogura-san! ¡Así que tú también has venido al torneo! —Sonrió ante la agradable sorpresa.
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#2
El caso con Mogura y su postura respecto a si creía en algo o no era algo curioso. Durante su formación y los años siguientes había adquirido conocimiento sobre todo tipo de religiones o cultos, suficiente como para concluir que no había necesidad de dedicarle particular devoción a ninguno en particular. Todos merecían un poco de fe, de vez en cuando.

Independientemente de su fe, Mogura estaba ese día en Hokutoomori para ver la colección de templos que había allí.

Habiendo dejado las frías temperaturas del País de la Tormenta, su vestuario habría cambiado un poco. Su paraguas había sido reemplazado por un abanico que no paraba de lanzarle viento a la cara y un sombrero de paja que colgaba en su espalda, su ropa habitual había sido cambiada por un jinbei muy sencillo de un color gris claro y sus botas por sandalias. No era muy difícil pensar que Mogura estaba fuera de servicio, pero aún cargaba su bandana en la frente.

—¡Mogura-san! ¡Así que tú también has venido al torneo!

De todas las personas posibles, la voz había sido de nadie más que Amedama Daruu. Su abanico dejó de cumplir su función y fue cerrado por un par de segundos.

¡Vaya, Daruu-san! ¡No esperaba verte en un lugar como este!

Comentó con una ligera sonrisa en su rostro para luego realizar una pequeña reverencia. Habiendo cumplido con las formas, abrió nuevamente su abanico y siguió lanzándose viento al rostro.

¡El País del Fuego es un lugar muy caluroso! ¿A quién se le ocurre organizar un torneo en un lugar como este?
Hablo - Pienso

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#3
Daruu respondió a la reverencia con cordialidad y se levantó para hablar con su compañero a la misma altura. Mogura no había cambiado nada en unos meses —por otra parte, lo que cualquiera esperaría que sucediera en el corto transcurso de unos meses—. Vestía un conjunto casual. No venía de entrenar hoy, por lo visto. Abrió un abanico que llevaba en la mano y comenzó a darse aire.

—¡El Páis del Fuego es un lugar muy caluroso! ¿A quién se le ocurre organizar un torneo en un lugar como este?

Daruu soltó una carcajada.

—¡No estamos en el País del Fuego, Mogura-san! Estamos en el Valle de los Dojos —le corrigió—. Al parecer, este sitio se auto-gobierna. Un paraíso samurai en medio de un continente ninja, ¿eh?

Se rascó el hombro izquierdo.

—Pero sí, hace un calor que da asco. En Yachi hace sol muchas veces, pero la temperatura es muy distinta —comentó. Seguramente Mogura no tendría ni idea de por qué mencionaba Yachi, pero no se había fijado en eso—. Oye... ¿no oyes algo?

Quedó callado. Se oía una voz femenina, a la derecha, internándose en el bosque.

—¡Ayuda! ¡Un médico! ¡Médico, médico!
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#4
Daruu no pudo evitar ocultar su reacción ante el comentario de Mogura.

—¡No estamos en el País del Fuego, Mogura-san! Estamos en el Valle de los Dojos. Al parecer, este sitio se auto-gobierna. Un paraíso samurai en medio de un continente ninja, ¿eh?

El Valle de los dojos, por la forma en la que hablaba su compañero, no podía evitar recordar otro lugar del propio País de la Tormenta.

—Pero sí, hace un calor que da asco. En Yachi hace sol muchas veces, pero la temperatura es muy distinta

Aquel hubiese sido un comentario sin mucho sentido de no ser porque para Mogura representaba un punto de referencia en su mapa mental del País de la Tormenta y el lugar que tenía en mente en ese momento.

Oye... ¿no oyes algo?

Se hizo silencio durante un par de segundos en el lugar y fue entonces que pudieron escuchar claramente.

—¡Ayuda! ¡Un médico! ¡Médico, médico!

No estaba del todo seguro de donde era que provenía pero si estaba seguro de lo que escuchaba.

Alguien parece estar necesitando un médico... ¿Me pregunto donde podríamos conseguir uno?

Se llevó su mano libre hasta su mentón mientras desviaba su mirada hacía las copas de los arboles.

Daruu-san ¿Sabrías decirme de donde viene esa voz?

Dejándose de bromas, pidió ayuda a su viejo compañero de academia. Acompañando sus palabras, el movimiento de su abanico se detuvo un momento.
Hablo - Pienso

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#5
Daruu, alarmado, dio un respingo y prestó atención. La voz parecía venir desde los arbustos.

—Alguien parece estar necesitando un médico... ¿Me pregunto donde podríamos conseguir uno?

«No es momento para bromas, Mogura-san.»

»Daruu-san ¿Sabrías decirme de donde viene esa voz?

Daruu asintió y las venas de alrededor de sus ojos se hincharon a la activación del Byakugan. Dirigió la mirada hacia los arbustos y comenzó a rastrear a diferentes distancias.

—No sé cuánto sabes de mi dojutsu, por lo poco que hayas podido oír o lo poco que te hayan contado otras personas —dijo—. Pero hace falta ser un experto rastreador para encontrar algo a una distancia y dirección que no están muy claras.

»Como estamos en este lío, te debo la explicación: puedo enfocar a una distancia en concreto y veo a través de los árboles, pero para ver más allá del árbol que está detrás de ese arbol, tengo que ampliar en esa dirección. Como su usases un telescopio que puede atravesar objetos sólidos, ¿sabes? Espero que lo entiendas, más o menos.

»¡Allí, en esa dirección, sígueme! ¡Dios mío, tiene una herida en el abdomen, está sangrando!

Daruu dio un bote y saltó la valla que rodeaba el templo, internándose en un bosque de árboles y tallos de bambú.
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#6
Ante la pregunta del médico, el muchacho activó aquel peculiar poder visual. Hinchando ligeramente sus venas sus ojos tomaban una forma muy particular y su mirada no paraba de investigar en todas direcciones.

Daruu comentaría que solo un experto podría encontrar la causa de aquel sonido sin tener una dirección y distancia remotamente clara, sonaba a que su dominio del Byakugan aún era muy inmaduro.

Un telescopio que podía ver a través de objetos sólidos, los ojos de Mogura se abrieron ligeramente al pensar en todo el potencial que tendía contar en su repertorio con algo como eso.

Creo que entiendo, ciertamente son ojos poderosos los que tienes.

»¡Allí, en esa dirección, sígueme! ¡Dios mío, tiene una herida en el abdomen, está sangrando!

Mogura podría haber intentado dar un bote como haría Daruu, pero seguramente su resultado hubiese sido darse un golpe en la cabeza al trabarse los pies con alguna parte de la valla. En su lugar buscó un lugar firme donde apoyarse y haciendo un impecable uso de control de chakra en sus pies lograría sortear el obstáculo.

La herida. ¿Puedes ver qué tan grande es?

Consultaría el muchacho mientras hacía su mejor esfuerzo por seguirle el paso, para su suerte el chico de ojos blancos le marcaba el paso entre los arboles y bambús.
Hablo - Pienso

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#7
—La herida. ¿Puedes ver qué tan grande es? —preguntó Mogura.

Daruu levantó una mano e hizo una seña con ella indicando que no.

—Parecía una herida de navaja, no muy grande, pero ahora mismo no tenemos tiempo para comprobarlo —dijo—. Con este bosque tan denso, sería muy estúpido intentar mirar para allá a la vez que esquivo árboles.

Los muchachos llegaron a un sendero entre dos claros. Allí, una mujer de cabello violeta yacía inconsciente en el suelo. El chakra circulaba todavía por su sistema circulatorio, con parsimonia pero sin pausa.

—¡Dios...! —dijo—. Está perdiendo mucha sangre, pero sigue viva. ¡Mogura! ¿Eres médico, no? ¡Haz algo!
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#8
Daruu gesticuló con su mano dando una negativa a la respuesta de Mogura.

—Parecía una herida de navaja, no muy grande, pero ahora mismo no tenemos tiempo para comprobarlo. Con este bosque tan denso, sería muy estúpido intentar mirar para allá a la vez que esquivo árboles.

Se explicaría entonces mientras continuaban avanzando.

Entiendo, no perdamos tiempo entonces.

Comentó el comprensivo Mogura. Una herida de una navaja no era poca cosa, sobretodo en un ambiente tan silvestre como podía serlo un bosque como ese.

En medio de un camino, los jóvenes se toparon finalmente con la dama en apuros. Parecía que se había desvanecido, probablemente por la herida.

—¡Dios...! Está perdiendo mucha sangre, pero sigue viva. ¡Mogura! ¿Eres médico, no? ¡Haz algo!

El médico no perdió tiempo alguno, avanzó hasta quedar junto a la pelimorada y se colocó en seiza, tomó entonces tan rápido como pudo su kit médico.

Hay que detener la hemorragia.

Dijo con un tono para nada alterado, la herida ni la situación le resultaban grotescas. Del interior del kit médico sacó un poco de gasa y la colocó sobre la herida aplicando presión. No sería un proceso rápido el tratar una herida como aquella, puede que incluso fuese necesaria un poco de ayuda por parte de Daruu.
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#9
Mogura mantuvo la serenidad y avanzó hacia la chica. Se acuclilló y retiró de su cadera un paquete pequeño.

—Hay que detener la hemorragia.

Daruu asintió y se apoyó en un árbol cercano, cruzándose de brazos y golpeándose un biceps nerviosamente con el dedo índice, expectante. Mogura sacó del paquete un poco de gasa y la colocó sobre la herida. Apretó fuerte.

—¿Ne... necesitas ayuda? No tengo ni idea de medicina, pero dame instrucciones y yo las sigo.

»¿Quieres que vaya a pedir ayuda?
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#10
—¿Ne... necesitas ayuda? No tengo ni idea de medicina, pero dame instrucciones y yo las sigo.

Mientras su compañero hablaba, Mogura seguía ejerciendo presión con el paño de gasa, el cual cada vez se tornaba más y más rojo a causa de la sangre que estaba absorbiendo.

»¿Quieres que vaya a pedir ayuda?

Seguidamente descartó la gasa ya totalmente enrojecida y la reemplazo con una nueva totalmente blanca y pura.

Nosotros somos la ayuda, Daruu-san.

Comentó desviando su mirada hacía la del muchacho, no podía esperar realmente que nadie más llegase a hacer su trabajo.

¿Podrías sostener esto mientras preparo una cosa?

Consultó sin estar seguro de que el joven se atreviese a formar parte de la acción. Conocía mucha gente capaz de generar heridas mortales pero pocos que se atreviesen a ver lo que podían causar realmente en sus víctimas.
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#11
—Nosotros somos la ayuda, Daruu-san. —Mogura parecía tan sereno que daba hasta miedo. Daruu bajó la mirada, avergonzado.

«No... Tú eres la ayuda.»

—¿Podrías sostener esto mientras preparo una cosa?

Daruu tragó saliva. Le temblaban las piernas.

—S-sí. Claro.

Se acercó a la mujer herida y se agachó. Acercó sus manos a las de Mogura y apretó fuerte en la herida. La gasa estaba caliente y húmeda. Sintió cómo se mareaba y tuvo que hacer un esfuerzo para mantenerse tranquilo.

—Ya puedes irte...

Mogura se retiraría entonces, y él, con cuidado, tomaría posesión del lugar que sus manos habían dejado libres. Daruu cerró los ojos y comenzó a tomar aire y a soltarlo con mucho cuidado, despacio, lánguidamente.

—Soy un ninja de pacotilla —dijo—. Y pensar que algún día voy a tener que matar a alguien, y de sólo ver esto, yo... yo...

»Creo... creo que no es el hecho de ver la herida, o la sangre. En la academia nos preparan para esas cosas... Creo que es el hecho de que su vida está en mis manos... y que no quiero que muera. Creo que es eso. Tengo una sensación... de descontrol.
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#12
Daruu accedería a darle una mano en el sentido más literal de la palabra y se acercaría a reemplazarlo en la tarea de sostener la gasa. Cuando el muchacho le diese la señal, Mogura se quitaría del medio se colocaría del otro lado de la fémina.

—Soy un ninja de pacotilla. Y pensar que algún día voy a tener que matar a alguien, y de sólo ver esto, yo... yo...

El joven médico estaba sacando una botella y unas cosas más cuando el muchacho habría comenzado a hablar. Sus ojos se elevarían un segundo o dos para ver su estado y luego regresar a su tarea.

»Creo... creo que no es el hecho de ver la herida, o la sangre. En la academia nos preparan para esas cosas... Creo que es el hecho de que su vida está en mis manos... y que no quiero que muera. Creo que es eso. Tengo una sensación... de descontrol.

Sin duda alguna al chico parecía resultarle un poco muy incomoda la situación. Para Mogura la cosa era diferente, podría ponerse a comer delante de la mujer moribunda si quisiera, su apetito no se iría.

Bueno, creo que es normal. Cuando saliste del hotel no esperabas más que un paseo seguramente...

Mientras hablaba tomaría un par de tijeras pequeñas y cortaría la ropa de la mujer desnudando su abdomen, no podía permitirse subir demasiado sin comprometer el honor de ella y su familia.

Por si fuese poco, encontrarse un herido en un lugar donde no están permitidos los combates... ¿Quién se hará responsable por esto, los samurai?

Dejaría entonces las tijeras en un lugar donde no molestasen y tomaría la botella.

Puedes dejar de presionar la tela.

Si el muchacho removía la gasa, Mogura comenzaría a lavar la herida para ver que tenía entre manos. No había podido ver el arma que habría causado la herida así que tendría que proceder de esa manera.
Hablo - Pienso

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#13
Mogura bromeó, y Daruu se esforzó por sonreír, pero le salió tan forzado que casi pareció una mueca terrible. Después, el médico se preguntó en voz alta sobre quién se ocuparía de aquél desastre, de si serían los sámurai.

—Quizás deberíamos llevarla ante alguien o traer a alguien y explicarle lo que ha pasado, ¿no? —sugirió Daruu—. No estarás pensando dejarla aquí abandonada...

Daruu se permitió el lujo de mirar la herida que estaba presionando. La gasa estaba manchada de sangre, también sus manos. Comenzó a sentirse mareado...

—Puedes dejar de presionar la tela.

Pero Daruu no respondía. Miraba fijamente la gasa con rostro inexpresivo. El muchacho perdió el equilibrio y cayó hacia un costado, inconsciente, quedando tumbado sobre las piernas de la mujer.
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#14
Por supuesto que Mogura iba a buscar una explicación por lo que había pasado, pero no iba a dejar de tratar la herida de la mujer ni mucho menos abandonar la escena sin que la tipa se lo agradeciera con una muy formal reverencia.

Daruu por su parte, hizo lo mejor que pudo para asistir al médico en su tarea de salvar la vida de la desconocida. Pero la curiosidad fue más fuerte que él y no pudo evitar dar un vistazo a lo que había debajo de la gasa.

¿Daruu...?

No hubo respuesta alguna por parte del muchacho, al parecer la imagen había sido suficientemente grotesca para que se descompusiera y cayera desmayado.

«Aún respira, supongo que puede esperar un momento.»

Concluyó tras dedicar un par de segundos para apreciar los signos vitales más fáciles de nota en su inconsciente compañero. Pasaría un par de segundos más hasta que el joven se pusiese de pie y hiciese un pequeño arreglo con el cuerpo del muchacho

Lo importante era mantener su cuerpo en una posición descansada, por lo que recostó de forma apropiada al muchacho junto a la mujer.

«Sería una irresponsabilidad por mi parte interrumpir el tratamiento que estoy llevando a cabo para tratarte, Daruu-san. Espera tu turno como es debido.»

Pensaba mientras se daba a la tarea de lavar la herida de la pelivioleta. No parecía que fuese nada que no fuese imposible de sanar.

«Pensaba hacer una costura y dejar que sane por ella misma pero no creo que pueda dejarlos solos a ambos mientras voy a buscar ayuda...»

Sin demorar mucho más, tomó un par de cosas más de su kit médico y preparó a la mujer para realizar una rápida intervención. Con sumo cuidado y haciendo uso de su destreza como profesional de la medicina, vendó la zona donde había sido hecho el corte.

«Bien, ahora lo último.»

Entonces, sus manos comenzarían a desprender un resplandor verdoso cuyo único objetivo era de acelerar la regeneración del cuerpo de la mujer. La magia ocurriría realmente bajo las vendas, esta no sería visible para el joven pero este estaba seguro de que su procedimiento era el adecuado.

Con eso será suficiente.

Comentaría para luego darse a la tarea de abanicar a su compañero, esperando que este volviese en si.
Hablo - Pienso

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#15
Daruu abrió los ojos, confuso, con el estómago revuelto y con ganas de vomitar. Vio una mancha oscura entre un montón de hojitas verdes, que le estaba echando aire. Se estaba muy a gusto, pero de pronto recordó lo que había pasado y se sintió profundamente estúpido.

—¿Me he desmayado, no? —preguntó lo evidente como un gilipollas.

El muchacho se reincorporó con dificultad y echó una mirada de reojo a la mujer que estaba tendida a apenas medio metro de él. La herida no era más que una pequeña cicatriz ahora, pero apartó rápidamente la mirada, no fuera que volviera a caer inconsciente.

—¿Cómo es posible? No tiene siquiera la herida cosida... No hay casi marca. ¿Cómo lo has hecho?

Obviamente, Daruu no tenía ni idea de la existencia de técnicas médicas como el Shousen, de lo contrario la rápida recuperación de la chica le habría parecido completamente normal.
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