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"Vieja... vieja... vieja..."
Taeko frució el entrecejo y apretó los labios al escuchar de nuevo aquella palabra. Respiró un par de veces para relajarse, luego le dirigió una sonrisa lo más amable posible a la pequeña rubia, fuese que ella lo apreciara o no.
"Al menos dijo 'gracias'..." pensó, encogiéndose de hombros, alegrándose de que al menos la distraería por un tiempo.
Una de las pelirrojas dejó de hacer sus ruidos molestos y alzó la mano para llamar la atención de Taeko. La peliplateada se le acercó (estaba a alguno pasos) para atenderla. La pequeña requería un libro de matemáticas avanzadas. La genin asintió, pero recordó al hijo de la señora Otoshino, rodeado de libros sobre ciencias en general. Entre ellos, matemáticas. Le escribió una nota a la infante.
≫Déjame ver si hay alguno disponible... Similar a con la rubia, Taeko no se animaba a enviarlas solas a la planta superior por temor a que molestaran al joven estudioso. Así que volvió a subir, y fue buscó entre las secciones la zona exacta donde estaba aquel tipo de libros. En efecto, encontró que casi todos habían desaparecido. Viró la mirada hacia la mesa donde estaba el hijo de la bibliotecaria, y alcanzó a ver los nombres (relacionados con la materia) de los libros. En los estantes que tenía enfrente solo quedaban dos: Aritmética básica y Álgebra IV. Tomó ambos y regresó abajo. No quería verse en la necesidad de pedirle los otros libros al chico, pues odiaría tener que interrumpir a alguien tan dedicado al estudio.
Le llevó los libros a la pelirroja, junto con una nota.
≫Lo siento, estos son los dos últimos libros disponibles de matemáticas. ¿Podrás utilizarlos?
Era honesta con sus ganas de ayudar, y esperaba que los niños se dieran cuenta de ello y le ayudaran a ayudarlos. Al menos el ruido había disminuido mucho. En especial después de golpe de la señora Otoshino.
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15/02/2018, 01:12
(Última modificación: 15/02/2018, 01:13 por Aiko.)
La chica tan solo encontró un par de libros disponibles, dado que la gran mayoría de éstos estaban a disposición del hijo de la señora bibliotecaria. Los tomó, y se presentó ante la pelirroja con los tomos. La chica la recibió con una cordial sonrisa, pero eso solo fue hasta que la chica vio que no traía lo que realmente quería ella. Ladeó los labios en una mueca, y leyó con desdén la nota de la peliplateada. Tras ello, dejó caer un suspiro.
—¿Solo queda ésto? ¿por qué solo tenéis éstos dos libros? No me sirven de nada...
Sin embargo, tomó los libros. Los observó un instante, pues antes no lo había hecho, y tras ello se los devolvió a Taeko. Ladeó varias veces el rostro de un lado a otro, negando súbitamente en el gesto. No había manera de que eso fuese a funcionar.
—No, no, no... —confirmó de nuevo —no me sirven. Necesito libros de matemáticas, con algo de utilidad... ¿hay libros de astronomía?
Para cuando la peliplateada se quisiese dar cuenta, los libros estaban curiosamente un pasillo antes de los libros de matemáticas y ciencias en general, lo cuál significaba que estaban de nuevo en la planta superior. La chica de nuevo tenía la opción de mandar a la pelirroja, o ir ella misma y buscar esos libros. En éste caso si que podría encontrar libros referentes al tema.
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La pelirroja se mostraba molesta por no haber recibido algún libro lo suficientemente útil. Al menos no estaba siendo maleducada...
≫Mil disculpas. El resto ya ha sido prestado a otra persona. En cuanto se devuelva podré traértelo.
≫¡Por supuesto! Un momento...
Intentó ubicar los libros de astronomía. Estaban en una estantería del piso superior, junto con los de otras ciencias. No le parecía haber visto de ellos en la mesa del joven estudioso, así que estaba más segura de encontrar algo que la infante pudiese utilizar. Asintió de nuevo hacia ella y caminó escaleras arriba otra vez. Ahora confiaba en que los niños no harían nada malo ni se alzarían en una revuelta ruidosa, pues la señora Otoshino y el joven Kaworu guardaban al grupo. Pasó de nuevo al lado del hijo de la bibliotecaria, dedicándole de nuevo una sonrisa, tal vez invisible para él, pero a ella no le importó. Se sentía bien siendo amable.
Llegó a la estantería, donde encontró algunos tomos como Visiones cósmicas: interpretando las estrellas, Brújula celeste: usos de las estrellas para con los jutsus y Las técnicas que perforan las constelaciones. Pasó el dedo por ellos, y tomó cuatro tomos: el más básico que encontró, un par de lo que parecían ser estudios más detallados, y el libro más complejo que pudo ver. Esta vez regresó sonriente, pues creía haber hecho un mejor trabajo.
Bajó de nuevo y depositó los libros frente a la pelirroja, junto con una rápida nota.
≫Si alguno de estos no te sirve, puedo regresar a buscar más.
Le regaló además una enorme sonrisa, mientras esperaba, con una mano tomando la muñeca de la otra, por la respuesta de la chica.
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La chica leyó la nota de la peliplateada, y con desdén dejó la nota a un lado. Parecía un tanto indignada porque ésta le hubiese traído esos libros tan "sencillos" pero por otro lado, no había sido del todo maleducada. Dejó escapar un suspiro a modo de confirmación, de que estaba de acuerdo y le daba una segunda oportunidad. Tras ello, tomó un papel de su vera, y comenzó a realizar unos monigotes un tanto singulares. Dibujos chorras y absurdos, aunque con un toque infantil ciertamente gracioso.
Taeko subió de nuevo las escaleras, y pasó junto al hijo de la señora Otoshino. Éste, aunque ella nuevamente le había regalado una sonrisa, ni tan si quiera le llevó una mirada. Estaba tan centrado en los estudios, que parecía que pudiese morir en cualquier momento dado. Tan centrado, que era hasta envidiable. Lamentablemente, perdía todo su atractivo en falta de educación y arrogancia. Al final, la genin llegó hasta los tomos que bien buscaba, y terminó por pillar los cuatro tomos que vio mas adecuados. Uno para principiantes, dos intermedios, y uno tan avanzado que ni ella misma entendería si le echaba un ojo. Tras ello, bajó nuevamente las escaleras y se dirigió hacia la pelirroja que le había pedido esos libros.
Al ver a la chica bajar, la pelirroja mostró una cordial sonrisa. La kunoichi dejó los libros a su vera, así como una nota que la pelirroja leyó poco después. Sin demora, echó un vistazo a los libros, y confirmó con un gesto firme de cabeza.
—Si, ésto ya es otra cosa. Muchas gracias.
Sin embargo, pasó olímpicamente de todos y cada uno de los libros. Los dejó en una pila justo a su vera, y continuó dibujando esos monigotes de hacía un rato. Parecía que no tenía interés alguno en lo libros, o en lo que éstos pudiesen contener.
Al lado contrario de la sala, la otra pelirroja parecía totalmente ausente. Ya no hacía gestos, ni ruiditos, ni nada. Mantenía la mirada firme en el infinito, curiosamente mirando casi a la dirección de la pelirroja que acababa de atender Taeko; pero su mirada estaba lejos de decir algo, no parecía estar allí. Si Taeko se fijaba lo suficiente, podría ver que la pequeña estaba muy muy rara. No un poco, mucho. Casi, casi... casi parecía un mero muñeco.
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Por un momento, la sonrisa de Taeko se amplió enormemente al ver que la niña tomaba los libros de buena gana. "¡Me pregunto si Otoshino-san también tiene esta satisfacción al mostrarle conocimiento a...!"
Pero sus pensamientos fueron interrumpidos cuando la niña dejó los tomos a un lado, solo para seguir rayoteando como antes. Taeko se quedó inmóvil por un momento. Quedó anonadada, sin nada más que decir -o escribir-. Solo movió los labios, como soltando una queja silenciosa. Su cejo tembló y se frunció. Quiso escribirle una nota fúrica a la pequeña. Es más, quiso lanzarle la libreta a la cara por un momento. Pero suspiró.
"Qué más da..." pensó, encogiéndose de hombros y tragándose su molestia.
Al darse la vuelta para ver si algún otro infante necesitaba ayuda, cuando sus ojos se fijaron en la otra pelirroja. A la peliplateada se le hizo raro que estuviese tan inmóvil después de haber estado tan animada hacía unos minutos. Extremadamente inmóvil. Un escalofrío recorrió la espalda de Taeko. Comenzó a caminar hacia ella mientras escribía una nota.
"No creo que esté planeando nada malo... Otoshino-san y Kaoru-san estaban vigilándolos a todos. ¿No?" pensó. Al llegar con ella, la miraría a los ojos, pues su vista había estado sobre el papel en su trayecto, mientras le enseñaba el letrero.
≫¡Hola! ¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte en algo?
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Por suerte o desgracia, la chica se tomó a bien la reacción de la pelirroja. No le tiró la libreta a la cara, ni prendió fuego a su precioso vestido, ni terminó por maldecir a toda su estirpe con un muñeco de vudú. Tan solo dejó escapar un suspiro mientras se encogía de hombros.
La felicidad le duró poco, pues no tardó en darse cuenta de que algo raro pasaba con la otra pelirroja. Sin demora —tan solo la necesaria para escribir una nota— la peliplateada se presentó frente a la pequeña, y le mostró la nota que había creado por el camino. Sin embargo, la chica ni reaccionó a la acción emprendida por la genin. Continuaba mirando a la nada, inmóvil. Hacía caso omiso a la nota, así como a cualquier tipo de estimulo.
Sin mas, a la chica se le caería la cabeza y rodaría por el suelo, literalmente. Pero sería por un breve instante, apenas segundos mas tardes podría verse claramente que era un mero maniquí, una mera distracción que le había servido para escabullirse gracias a la distracción de su hermana.
Kaoru se llevó las manos a la cabeza, aunque hizo ademan de no dar la nota. No tardó en llevarse los dedos a los ojos y hacer un gesto de que los observaba. Tras ello, comenzó a andar rápido buscando a la chica que faltaba, parecía no querer que la bibliotecaria se enterase. Por otro lado, la señora Otoshino estaba leyendo un libro, algo entretenida.
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”¡Aaaagh! ¡Sabía que algo andaba mal! ¡Algo planeaba esta pequeña!” gritó mentalmente Taeko.
Un escalofrío le había bajado por la espalda al ver rodar la cabeza pelirroja, pero un instante después se había dado cuenta de que era solo un maniquí. Se tornó roja del enojo (o al menos así se sentía), pues se le hacía de muy mala educación ponerse a jugar bromas en un sitio de estudio como ése. Fulminó con la mirada a la otra pelirroja, pues Taeko tenía la impresión de que su ir y venir a petición de la niña habían servido solo para distraerla.
”¡Aaaagh! ¡Voy a… voy a…! ¡Jalarles la oreja! ¡Chiquillas traviesas!”
Kaoru parecía haberse dado cuenta también de la desaparición de la infante, pues se había puesto a buscarla discretamente. Taeko pensó que podría haber más problemas si la señora Otoshino se enteraba, así que decidió seguirle el juego al chico.
”Por un rato, al menos. Si no la encontramos antes de que… sea tarde, le preguntaré a Otoshino-san.”
Comenzó a pasear por toda la biblioteca, entonces. Empezó por el área donde estaban los niños, luego se fue alejando más y más, intentando buscar entre los estantes y los muebles, tan discretamente como fuera posible. No creyó que la pelirroja estuviese escaleras arriba, pues ella misma había estado subiendo y bajando como para no verla pasar.
”Oh, si la encuentro… ¡La…! ¡La… regañaré! ¡Jum!”
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Aunque la peliplateada fulminó a la pequeña con la mirada, ésta pareció carente de miedo. Seguramente ya estaba mas que acostumbrada a ese tipo de miradas, además de que seguramente todo había sido una treta suya o de su hermana, o puede que de ambas. La pequeña continuó garabateando con una sonrisa en el rostro, indiferente a lo que la genin y su supuesto mentor empezaban a hacer.
Tras decidirse, la que no soltaría una palabra de más salió en busca de la otra pelirroja, tal y como Kaoru había hecho. Ninguno de los dos optó por molestar a la señora bibliotecaria, la cuál estaba sumida en el tenue silencio de su lectura. Taeko comenzó a dar vueltas por los pasillos, buscando alguna pista de por dónde podría estar la señorita escapista. Pasó la banda de libros de historia, dejó atrás los libro de geología, sobrepasó los libros de ninjutsu básico, así como no tardó en adentrarse en uno de los pasillos centrales en el que aguardaban los libros de instrumental shinobi y sus posibles usos... coincidencia o no, la chica terminaría esparcida por el suelo como un vaso de agua. Para cuando quisiera darse cuenta, había un maldito hilo shinobi cruzando el pasillo de lado a lado, a una altura no muy superior a su tobillo.
Los libros parecían servir para algo, o simplemente la pelirroja tenía muy malas ideas. Fuese como fuese, por mas vueltas que daba por los pasillos inferiores no daba con la mocosa.
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Concentrada en buscar la cabellera roja de la infante, Taeko no se dio cuenta de la trampa que había sido colocada en unos pasillos, y fue a dar de cara al suelo al tropezar con un hilo. La chica apretó sus puños. Era demasiado. Había escuchado a Ririki una vez decir algo como que "el diablo tiembla cuando alguien bueno se enoja". Se había preguntado si era verdad. Sin dudarlo, Taeko se levantó, sacó un kunai de su portaobjetos y cortó el hilo de uno de sus extremos.
"¡Esa méndiga niña!" gritó dentro de su cabecita hirviente. Una parte de su pensar quiso adular a la pequeña por haber tenido el tiempo suficiente para tender una trampa, pero el resto de su mente le negó el derecho. "No está aquí abajo... ¿Subió? ¿Cómo? ¡Debí de haberla visto!"
Resignada, la peliplateada iría a la segunda planta, entonces. Si antes de ir cruzaba miradas con Kaoru, le haría un par de señas: se apuntaría a ella misma con el índice, para luego señalar hacia la segunda planta. Esperaba que le entendiera, si es que la veía.
Caminó entonces hasta las escaleras, y subió a prisas, pero sin llegar a correr ni levantar ruido. Podría estar mucho muy molesta, pero una biblioteca era una biblioteca. Iba tan enfocada en su cacería que no se dio cuenta de que todavía tenía el kunai en su mano.
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La chica, furibunda, alcanzó a levantarse y sacó de la misma ira un afilado metal, con el cuál cortó uno de los laterales de la no demasiado ingeniosa pero eficaz trampa. Aún con el metal entre manos, buscó con la mirada al chico que "se hacía cargo" de los infantes, pero en un principio no tuvo demasiado éxito. Para cuando fuese camino a la escalera, vería que el chico andaba desparramado por uno de los pasillos. Éste se había resbalado por culpa de algo o alguien, pues no se veía tan torpe como para tropezar consigo mismo. Desde el mismo suelo, comprendió la señal de la chica apenas la vio. Kaoru a modo de contestación tan solo alzó el pulgar.
Se le veía también un poco enfadado, quizás no andaba acostumbrado a éste grupo de chicos, pues se le veía rozando los límites de su paciencia. Incluso tenía ambos puños cerrados, y andaba resoplando de un lado a otro, buscando también con ahínco a la malcriada pelirroja.
La chica subió uno, dos, tres, cuatro, cinco escalones... y como la rima bien indica, obtuvo premio.
Resbalaría como si pisase aceite, terminando por caerse escaleras abajo en una aparatosa, ruidosa y no demasiado ruda caída. Sin duda, mas que dolorosa sería un tanto acalorada en su final, pues todas las miradas de la sala quedarían sobre ella. Hasta Kaoru, que andaba a expensas de subir por las otras escaleras terminaría con la mirada sobre la peliplateada.
Un súbito silencio haría mella en la situación, nadie se atrevía a soltar una sola palabra. Todos estaban anonadados.
Sin demasiada demora, la señora Otoshino se acercó a la chica, hincó la rodilla y puso su mano sobre su hombro a la par que le mostraba una nota. Se veía algo preocupada por la joven, y no era para menos...
» ¿Te encuentras bien? ¡Vaya caída! ¿estás mareada? «
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El tiempo se detuvo cuando el pie de Taeko resbaló. Había algo en los escalones, algo que le hizo caer eternamente de espaldas, hacia el suelo. Por alguna razón, en esa fracción de segundo, una canción que Taeko alguna vez escuchó apareció de repente en su cabeza.
"Seré la Rotonda.
Palabras te darán forma.
A tu manera ser~
En un paseo matutino
yendo al sur,
pasando el valle~"
Su espalda chocó entonces contra el piso de la biblioteca, interrumpiendo el vergonzoso infinito de la caída, y dejándole un fuerte dolor. Cerró los ojos, soltando un breve pero silencioso grito. Al abrirlos, una fiera llama podría verse en su alma. La señora Otoshino se le acercó con una nota lista, preguntándole si estaba bien.
"¡Claro que no estoy bien! ¡Es culpa de aquella pequeña traviesa demonio pelirroja! ¡Hay que atraparla y castigarla y tirar de sus orejas y darle un coscorrón y regañarla y castigarla de nuevo!" vociferó mentalmente Taeko, mientras apretaba el kunai en su mano. La última vez que había hecho un berrinche silencioso así había sido en Yukio, en el País de la Tormenta, hacía ya un buen tiempo. Soltó un respingo y, acto seguido, se puso de pie, ignorando olímpicamente el dolor de su espalda, y se apresuró a guardar su kunai, sacar su libretita y escribirle una nota con una caligrafía claramente enojada a la bibliotecaria.
≫¡Estoy bien!
¡Una pequeña desapareció, y estoy segura de que es ella quien nos puso estos trampas!
Dijo "nos", pues había visto a Kaoru en el suelo, consecuencia clara de otro de los trucos de la menor. Taeko no sabía qué podía hacer la señora Otoshino. ¿Estaba en edad de andar buscando niñatos? Tal vez podía hacer más de lo que aparentaba... O tal vez tendrían que derribar todo el edificio para encontrarla.
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La chica, furibunda, se levantó obviando el dolor. Guardó el afilado me tal, y terminó sacando su libreta así como su bolígrafo. Tras escribir con una ira mas que palpable, le entregó la nota a la mujer, y ésta no tardó en leerla. La mujer quedó en silencio, casi absorta. Pero luego... luego...
La señora Otoshino cerró el puño, arrugando la nota con ello y haciendo de ésta no mas que un moño retorcido. Tomó aire, y cargó bien sus pulmones, tras lo cuál se giró y comenzó a andar hasta el centro de la estancia. Una vez en lo que parecía el epicentro de todo, paró sus pasos y dejó escapar un suspiro. Dejó la nota en la mesa que tenía a su vera, y tomó de nuevo aire.
—¡¡VENGAN AQUÍ TODOS!! ¡¡YAAAA!!
La mujer, con un chorro de voz dio una orden clara y concisa, en un grito tan fuerte que hizo que se moviesen hasta los libros y los estantes donde éstos reposaban. Todos y cada unos de la sala, así como de la sala superior, tendrían que llevarse las manos a los oídos; pero ni con esas terminarían reduciendo demasiado el ensordecedor bramido. Otoshino terminó mordiéndose el labio inferior de pura ira, pero terminó por dejar un pequeño suspiro en pos de relajarse un poco.
Todos, casi al instante del grito, se levantaron cual resorte de sus asientos. Kaoru corrió hacia el sitio, y no llegó a ser el primero. Una fila de pequeños y pequeñas ya se encontraba allí al frente de la bibliotecaria, y el chico se agregó a la misma. Poco tardó en escucharse unos pasos agobiados desde arriba, y cuando eso sucedió, poco tardó en escucharse otro bramido.
—¡...La HOSTIA!
Y como bien pregonaba, terminó dándose una buena hostia. El hijo de la señora bibliotecaria, que corrió hacia las escaleras, terminó rodando por éstas a causa de la misma sustancia que había desde el inicio de la misma. Tras un estruendoso, y nada ligero rodar de escaleras, terminó revoleado por los suelos al final de la misma.
—La.. madre... que me trajo... ay... ay... —el chico se quejaba en el suelo, abrazándose a sí mismo en el quejido.
—¡¡YA ES YAAAA!!
De nuevo, la mujer ensordeció a todos con su potente grito. Casi tan rápido como ésta gritó, su hijo se levantó del suelo, y cojeando avanzó tan rápido como pudo hasta la hilera de personas que habían en la biblioteca. La última en agregarse, si es que la peliplateada no lo había hecho aún, sería la susodicha pelirroja. Ésta bajó por la manga de la escalera, usando la misma como si fuese un tobogán.
Todos quedaron firmes ante la mujer, la cuál terminó por cruzarse de brazos, con una mirada aún mas furibunda que la que había mostrado la genin. Ésta dio un leve paseo hacia un lado, y tras ello retornó sus pasos en el sentido contrario de la ida.
—¿Alguien está gracioso, verdad? —inquirió Otoshino —o graciosa...
»¿Alguien tiene algo que decir? —y miró descaradamente a la pelirroja, a ambas. Pero ambas guardaron silencio, como si no supiesen de qué iba la cosa. El silencio reinó durante un intenso instante que casi pareció eterno...
—¿NADIE? —insistió de nuevo.
Sin embargo, nadie parecía dispuesto a soltar una sola palabra... ¿qué sucedería de seguir así?
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La voz de la señora Otoshino solo se comparaba con un rugido. Taeko no sabía si la biblioteca entera había temblado o si había sido solo la sensación de haber sido sacudida por el grito de la mujer. Todos los presentes se apresuraron a ponerse en línea cual soldados. Inclusive el hijo de la bibliotecaria, quien bajó con una caída de las escaleras, tal como le había pasado a la peliplateada.
"Oh, cielos, cielos, cielos. ¿No estaba enferma Otoshino-san? Su enojo debe ser mucho mayor a su dolor para gritar así..." pensó la kunoichi, con el corazón acelerado. Se puso mucho muy nerviosa y no supo cómo reaccionar. Como si fuera un instinto, se formó junto con todos. Después de ella, la pequeña diablesa pelirroja bajó deslizándose por el pasamanos de la escalera. Taeko sintió aquella molestia ardiente de nuevo, pero el temor por la señora Otoshino la inmovilizó. Solo pudo fulminarla con la mirada.
La bibliotecaria quería respuestas. Las exigía a gritos, pero nadie respondía. Taeko sopesó el escribir una nota culpando a una de las pelirrojas, pero después de un segundo no lo consideró necesario. Creía que la mujer sabría que la kunoichi estaba intentando ayudarla a mantener el orden, y que ella no era culpable. Una parte de la peliplateada quería saber cómo regañaría o castigaría a la infante, pues, si bien era solo una niña, quienes se portan mal deben tener su sanción.
Respiró profundamente, y se mantuvo en posición de firmes, aunque ligeramente temblorosa. Esperó a que alguien hablara, aunque estaba casi segura de que no sería la pelirroja.
"Personas como ella buscarán salirse con la suya y nunca admitirán estar mal. ¡Pero merece su jalón de oreja, jum!" pensó Taeko, poniéndose algo roja de la presión.
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30/03/2018, 01:30
(Última modificación: 30/03/2018, 01:30 por Inuzuka Etsu.)
Taeko no tardó en ponerse entre filas, como si fuese una mas del asunto. Parcialmente intimidada por los gritos de la señora Otoshino, así como nerviosa ante la situación que se presentaba. La tensión que producía el silencio entre grito y grito de la bibliotecaria casi podía tocarse, era tan intenso que casi parecía físico. Por suerte o por desgracia, la chica no era el objetivo principal de ésta reprimenda, si no mas bien una cómplice.
—Está bien, está bien... —zanjó el asunto mientras cruzaba los brazos tras su espalda —no vas a confesar nada, ¿verdad pequeña diablesa?
De pronto, la mirada de la señora Otoshino se hincó con mesura en la chica pelirroja, la última en agregarse a las filas ,y por supuesto, culpable de las trampas. Ésta comenzó a sudar notoriamente, se veía realmente nerviosa, mucho mas que a la peliplateada.
—Sabes lo que les ocurre a las chicas maleducadas que actúan así, ¿verdad?
—Yo.. y-yo...
—¡NI YO NI LECHES! —bramó de nuevo.
De pronto, la señora Otohino realizó apenas dos sellos manuales —perro y dragón— y dio un fuerte zapatazo en el suelo. Desde donde había pisado ésta, comenzaron a salir un montón de ramas que parecían árboles retorciéndose sobre sí mismos, pero que terminaron lanzándose súbitamente sobre la pequeña. La chica intentó saltar hacia un lado, pero las ramas tomaron su pié y ésta terminó golpeándose contra el suelo de la propia inercia.
¡PLOF!
Apenas le dio tiempo a quejarse, pues la señora Otoshino señaló las puertas de la biblioteca, y éstas se abrieron ante la señal. Con el mismo gesto, las ramas arrastraron a la chica por el suelo —mientras la pequeña casi se dejó las uñas en el suelo intentando zafarse— hasta la puerta con una velocidad asombrosa.
—¡QUEDAS EXPULSADA DE LA BIBLIOTECA DE POR VIDA!
El anuncio de la señora Otoshino vino acompañado de un lanzamiento de la pequeña hacia el exterior por parte de los ramajes que la habían apresado. Tras ello, la bibliotecaria volvió a cruzar los brazos, y se giró para encarar al grupo de chicos y chicas. Lo sucedido había sido tan fugaz y duro que apenas habían sido capaces de reaccionar ante ello. Ni tan siquiera su propia hermana. Nadie pudo soltar una palabra.
—Con el próximo gamberro o gamberra no tendré tanta delicadeza. Ésto ha sido un aviso —sentenció, para volverse tranquilamente hacia su mesa. Entre tanto, las puertas volvieron a cerrarse solas, y las raíces retornaron su avance hasta la zona desde la que habían surgido, para volver todo el destrozo a su normalidad.
Ni el encargado de los chicos fue capaz de saber qué hacer... todos quedaron mirándose las caras los unos a los otros, sin saber si sentarse o bien irse de la biblioteca.
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Taeko sintió que su cabello estaba físicamente de punta -incluida su larga y delgada coleta-. Todo pasó tan rápido, pero a la vez con tanta intensidad, que dejó a la kunoichi pasmada. Antes de que la pequeña pelirroja pudiese declararse culpable o inocente, la señora Otoshino utilizó un jutsu de, al parecer, mokuton, tomó a la infante con las ramas y la lanzó fuera de la biblioteca, expulsándola permanentemente.
La peliplateada tragó saliva. Una parte de sí quería salir del edificio en busca de la pelirroja para intentar comprender por qué se había comportado así, o qué era lo que planeaba hacer. A pesar de haber querido que la bibliotecaria le diera su merecido, ahora sentía pena y lástima por ella. ¿Y si se había herido? Tal vez era solo una niña incomprendida. Por otro lado, la señora Otoshino ya le había advertido sobre ella. No era la primera vez que se portaba así. ¿Debería de sentir empatía por ella? Si fuese a intentar charlar con ella, ¿le entendería? ¿Comprendería que había hecho algo malo? Recordó a Ritsuko, y cómo se cerró ante ella.
"Algunas personas no quieren que se les brinde una mano. ¿Será esta niña así? ¿Cómo saberlo?" pero, luego de varios segundos de dudarlo, no salió.
Después de que la mujer amenazara al resto con no ser tan delicada si alguien más hacía algo, Taeko escribió una nota velozmente, y se le acercó con cautela. No quería molestarla más de lo que ya estaba.
≫Disculpe por no haber podido evitar esto, Otoshino-san, y por haberla hecho lastimarse la garganta de nuevo.
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