Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
24/09/2017, 21:47 (Última modificación: 30/09/2017, 21:24 por Inuzuka Nabi.)
— ¿Dónde vas tan temprano? — preguntó Katsue.
Juro bajó a la mesa, de un hábil movimiento devoró la tostada que le correspondía y ya, totalmente vestido y equipado, se dispuso a salir por la puerta. Furui, sentada tranquilamente leyendo el periódico, soltó una carcajada de pura diversión al verle así. Antes de poder hacerlo, sin embargo, Katsue le agarró del brazo.
— ¿Tengo que repetirlo, jovencito?
— ¡Voy a hacer una misión!
El agarre de Katsue se aflojó un poco.
— ¿Tú solo?
— Será solo una misión de rango D. Ya sabes, lo típico para sacarme un dinerillo. Nuestra profesión es muy cara.
Finalmente, Katsue le soltó y se sentó en la mesa.
— Esta bien. Pero no vengas muy tarde, y haz todo lo que te digan. Fallar una misión tan sencilla...
— ¡No es la primera que hago! — protestó Juro, indignado por el trato de su hermana, mientras salía por la puerta.
Un sonoro portazo indicó que el joven ya se había marchado. Katsue y Furui se miraron durante unos segundos. Después, suspiraron con pesadez.
Más tarde, Juro logró llegar hasta el edificio del Kage. Hacia más o menos una semana desde que había hecho su anterior misión en el puesto de dangos. Ahora tocaba repetir y seguir trabajando su expediente como ninja. Más experiencia, más dinero. Todo era necesario.
Con esa convicción, entró al edificio del Kage, preparado para pedir una misión. Se acercó a recepción y hizo una pequeña reverencia cortes al encargado de turno.
— Buenos días. Soy Eikyu Juro, genin de la aldea. Vengo a solicitar una misión de Rango D.
He tardado tanto para acabar los NPCs de Kusa y... no puedo meterte al otr@ secretari@, porque trabaja de tarde xD
Al entrar por la puerta, Juro podría discernir con facilidad quien estaba tras el mostrador. Era tan temprano que apenas había gente en el edificio más allá de los trabajadores habituales, y ni eso porque muchos estaban aún desayunando aprovechando que aún faltaban unas horas para el momento critico en el que empieza a moverse el papeleo y se llena de gente hasta los topes.
El anciano con más músculos que Juro pelo se encontraba apaciblemente sorbiendo de una taza de ceramica de la que el genin solo podía apreciar el vaporcillo que desprendía el liquido caliente.
— Buenos días. Soy Eikyu Juro, genin de la aldea. Vengo a solicitar una misión de Rango D.
— Juro-san, de verdad, eres más cabezota que yo. Si viniste hace unos días a por una misión, ¿cómo quieres que no te reconozca? Aunque con ese cuerpecillo...
El secretario se levantó, haciendo que a Juro se le erizasen hasta los pelos de los dedos del pie. Entonces salió de detrás del mostrador y se acercó a Juro, y ahí sí que se notaría presionado. Acercó su mano abierta al pecho del genin y le dio un manotazo que casi lo desmonta a pesar de que parecía no estar esforzandose demasiado.
— Lo que me imaginaba, tanta misión de rango D y os pensais que podeis dejar de entrenar. Te voy a dar una misión que no vas a olvidar.
A pesar del tono neutro en que lo había dicho, eso sonaba exactamente igual que si le hubiera dicho que le iba a dar una paliza. Se metió de nuevo tras el mostrador y sacó un pergamino de un cajón diferente al de la última vez, garabateó algo y se lo pasó a Juro.
Misión rango D. Entrenamiento Intensivo
Solicitante: Senju Shiten Lugar: Calles de la Aldea Solicitud: Senju Shiten, secretario honorifico del edificio del Morikage y juez del concurso de pulsos más importante del país, está preocupado por tu estado físico. Para satisfacer su preocupación por tu estado físico tendrás que dar cien vueltas a la villa. No hay tiempo limite pero cuanto antes lo completes antes cobraras.
(Bajo la descripción hay una firma, con un dibujo de una mano con el pulgar levantado)
— Esta fue mi primera misión, que tiempos aquellos. Animo, Juro-san.
— Juro-san, de verdad, eres más cabezota que yo. Si viniste hace unos días a por una misión, ¿cómo quieres que no te reconozca? Aunque con ese cuerpecillo...
Juro se ruborizó. Otra vez, ahí tenía al gran secretario que tanto le había impuesto hacía una semana. Parecía anciano, pero tenía la musculatura de un hombre poderoso. Muchos desearían llegar a la vejez y ser como él, la verdad. Debía de ser un ídolo entre los jovenes ninjas.
Aquel hombre se levantó, salió por detrás del mostrador y se acercó a él.
« ¿Qué...? »
Antes de poder hacer nada, acercó su mano abierta a su pecho y le dio un manotazo que le tiró para un lado. Si no fuese porque se agarró al mostrador, probablemente se habría caído. Sintió un fuerte dolor permanente. Y el hombre ahí estaba. Ni si quiera había hecho fuerza.
— Lo que me imaginaba, tanta misión de rango D y os pensais que podeis dejar de entrenar. Te voy a dar una misión que no vas a olvidar.
— Yo... — murmuró, demasiado sorprendido como para saber como reaccionar.
Y el hombre le trajo un pergamino. Juro lo abrió ipsofacto, y se quedó de piedra.
« Tío... tienes que estar bromeando. ¡Cien vueltas! ¡A la aldea! ¡Cien! ¡Yo! »
Tartamudeó un poco, incapaz de saber como contestar. Aquel hombre le acababa de encasquetar una misión porque si. Y lo peor de todo, tampoco podía excusarse. Era cierto que había dejado de lado su entrenamiento físico. Pero hacer eso... ¡Podría pasarse días tratando de hacerlo!
— Disculpe... — murmuró, casi con miedo de la respuesta —. ¿Cómo podré demostrar que he dado las cien vueltas a la villa?
— Disculpe... ¿Cómo podré demostrar que he dado las cien vueltas a la villa?
— No te atreverías a mentirle a un pobre y desvalido anciano, ¿verdad?
Aunque las palabras no encajaban con él, sin duda, tenía que estar hablando de sí mismo, estaban solo ellos dos en esa conversación.
— Tampoco tienes que hacerlas corriendo, aunque hasta que no acabes esta misión no podrás empezar otra... Así que yo de ti apretaría un poco. A partir de la tercera vuelta ya habrás entrado en calor y será más fácil.
Estaba claro que hablaba desde la experiencia. Una cosa estaba clara, entrenado iba a salir de esa misión sí o sí.
— No te atreverías a mentirle a un pobre y desvalido anciano, ¿verdad?
Juro tragó saliva. De donde él venía, eso sonaba más a amenaza que a dar lastima. De hecho, se veía muerto si trataba de engañar a un hombre como aquel.
— Tampoco tienes que hacerlas corriendo, aunque hasta que no acabes esta misión no podrás empezar otra... Así que yo de ti apretaría un poco. A partir de la tercera vuelta ya habrás entrado en calor y será más fácil.
Juro asintió, entendiendo así que no tenía que hacerlo todo ahora mismo. Desde luego, era incapaz de realizar las cien vueltas seguidas. Tampoco había un límite de tiempo, eso era cierto. Solo tenía que cumplir su cometido y realizar las cien vueltas en el menor tiempo posible... fuese el que fuese.
— Esta bien. Gracias — dijo, haciendo una reverencia y despidiéndose de aquel hombre.
Cuando llegó a la salida, se dio cuenta de que estaba bastante jodido.
« ¿Y ahora, que hago? »
Tenía que delinear un circuito. Una forma de ser capaz de dar las vueltas sin problema. Pero claro, ahí entraba en juego la dificultad que tenía para orientarse.
Tomó aire. Tenía que dar vueltas alrededor de la villa. Observó a su alrededor y escogió una de las calles. No había ninguna que pudiese llevarle alrededor de toda la aldea, de eso estaba seguro. Pero si continuaba el camino y seguía recorriendo, al final, tenía que llegar otra vez al mismo sitio.
Se marcó el edificio del Kage como la meta. Cada vez que lograse llegar ahí (y siendo el sitio más fácil de localizar en la villa, era una idea bastante buena) habría dado una vuelta.
Juro, que tenía clara su desventaja, escogió una calle al azar y empezó a correr, porque sí. Porque en realidad ni siquiera sabía donde iba, ni si esa calle no sería una calle sin salida. Pero Juro vivía la vida al limite. Corrió y corrió y tras unos minutos llegó al limite de su villa, la enorme zanja que la rodeaba.
Correr con ese desnivel a un lado era peligroso, muy peligroso. Pero hacerlo alejado le llevaría a perderse y si se perdía dando la primera vuelta, ¿cómo demonios iba a llevar la cuenta? Ahora parecía que correr era el menor de sus problemas.
Juro corrió a través de las calles de su villa. Trató de no correr muy rápido, de conservar las fuerzas y no agotarse al primer momento. Lo consiguió a medias.
Tras unos minutos, finalmente llegó hasta los límites de la villa: una enorme zanja que la rodeaba.
« Si corro sin perder de vista esto ... habré dado las vueltas sin problemas »
Claro que podía caerse. Pero Juro pensó que, con un poco de cuidado, no debería de haber problemas en correr cercano. Tampoco pensaba pegarse a la zanja o caminar sobre el borde: dejaría unos metros de espacio entre él y la gran abertura, para evitar caídas.
Tras eso, aprovechó para coger aire y descansar unos minutos. La nueva idea le parecía mucho mejor.
— Vale. Ahora si que empiezo. Correr alrededor de esto. Es imposible perderse...
Trató de fijarse en algo que le llamase la atención. Una casa más grande que otra; algún arbol; algun detalle... lo que fuese. Cualquier cosa que le ayudase a distinguir que ahí había comenzado a correr.
Como buen genin, Juro era capaz de hacer razonamientos logicos como que acercarse demasiado a aquel mini acantilado podía salirle muy caro, por lo que decidió mantenerse a una distancia prudente. Sin embargo, ante él pudo ver a lo lejos un dilema. Una parte de la zanja en que los edificios no dejaban tanto espacio entre ellos y el vacio.
Seguro que los constructores se aseguraron de que ese terreno no fuera a desplomarse si construian y además harían un buen precio al propietario porque poca gente querría acercarse tanto al limite de la villa pero ahora nuestro genin se veia en un compromiso.
El espacio no era totalmente imposible de circular, pero sí se estrechaba durante unos cuantos metros. ¿Cuantos? A saber. La distancia entre pared y acantilado al principio de esta estrechez era de un par de metros. ¿Iría a menos? ¿A más? No estaba claro. Podía adentrarse en las calles de la villa para sortear el peligro o bajar el ritmo y adentrarse entre la nada y los edificios.
Juro, a lo lejos, pudo ver que la distancia entre el acantilado y el edificio se reducía considerablemente, impidiendo que el genin pudiese ver si era un camino habitable.
Se restregó el menton. Meterse en la villa no solo implicaría más esfuerzo, sino que podría llegar a perderse y no cumplir su trabajo. Así pues, esa opción quedaba descartada.
Solo le quedaba comprobar una forma de sortear aquel bache. Empezó a correr, pero no a máxima velocidad, si no a una marcha lenta, para poder detenerse retroceder y ver lo que hacía. Avanzó hacia la zona problemática y le echó un buen vistazo. Comprobó la distancia entre el acantilado y la tierra, y empezó a caminar pegado completamente a la pared del edificio por la zona en la que era posible caminar.
Si se estrechaba impidiendole seguir caminando, se pararía ipsofacto. No iba a tirarse por aquel lugar.
Así mismo, también le echó un buen vistazo a las paredes de aquellos edificios.
Juro, que estaba demostrando ser un chico con recursos, bajó el ritmo al mismo tiempo que se aseguraba que pudiese pasar sin problema por aquella zona. Se aseguró que hubiese una distancia razonable entre el acantilado y los edificios y, obviamente, se pegó a la pared para alejarse lo máximo de la zona de peligro, que era el acantilado... ¿o no?
Cuando giró la cabeza para echar un vistazo a la pared a la que se había pegado, y la pared la devolvió el vistazo. Espera, las paredes no devuelven vistazos, pero sí tienen ventanas y esas ventanas pueden ser usadas por cosas vivas para mirar por ellas. En este caso, cuando nuestro valiente genin fijo la mirada en la pared, en vez de pared había un enorme perro a unos centimetros de él, asomado y mirandolo fijamente.
Antes de que pudiese reaccionar, el can empezó a ladrarle con un tono tan grave que parecía un maldito leon y se lanzó a por él. Para su satisfacción, había unos barrotes de metal estrategicamente puestos para que no se pudiese entrar ni salir por la ventana, porque sino el perro ya se hubiese despeñado hace años.
Creo que no mencione a Gen por ninguna parte, así que es legal considerar que no lo traje xD
Empezó a caminar pegado a la pared, a bajo ritmo, confiado en que nada pasaría. Así mismo, se fijó en las paredes, una superficie sólida que podría saltar si llega el caso.
Y tan confiado iba, que se topó con una ventana. Desde allá, un perro comenzó a ladrarle con una fuerza atronadora, y saltó sobre él.
— ¡Joder!
Poco le faltó para echarse para atrás y despeñarse por el acantilado. El perro se estampó contra los barrotes y se quedó ahí, sin poder hacer nada.
« Un poco más... »
Recuperando la fuerza cardiaca, volvió a echarse al camino, deseando que ningun perro más se topase con él. Después de todo, solo tenía que tener cuidado de no caerse. ¿No?
Nuestro intrepido genin por poco se despeña acantilado abajo cuando un monstruoso canino le preguntó la hora en idioma perruno, sin embargo, consiguió recomponerse y mantenerse en tierra firme. Tras lo cual, siguió corriendo.
Como era más que probable, el camino no se volvió más estrecho sino que se fue ensanchando hasta alcanzar el mismo tamaño que tenía antes. Seguramente en unos años ese camino ya fuese inexistente si Kusagakure seguía creciendo, pero ese era otro tema. Volviendo a Juro, que corrió y corrió y en cuestion de minutos llegó al puente que conectaba los dos lados del acantilado.
¿Cuanto llevaba? Ni idea, pero el puente era una toma de control, cuando volviese a pasar por él llevaría una vuelta y algo y así hasta la numero cien.
No se sentía cansado, al contrario, se sentía bien, esa pre-vuelta le había servido para entrar en calor. Ahora su cuerpo estaba preparado para el desafio que no acababa sino de empezar. Con ese sentimiento rejuvenecedor que le brindaba la naturaleza al hacer ejercicio podría subir un poco el ritmo sin problema, desde las yemas de los dedos hasta la planta de los pies se sentía vivo, rebosante de energía para darlo todo.
Juro continuó por el estrecho camino. Poco a poco, este fue ensanchando cada vez más, hasta volver a ser el camino seguro alejado de la zanja por el que había comenzado a caminar.
« Puede que haya algun problema, pero no creo que el camino este cortado. Si sigo dando vueltas, no me perderé »
Y como respuesta del cielo, mientras corría, divisó el puente que bordeaba la zanja hasta la salida de Kusagakure. ¡El puente, claro! De esta forma, ya podía contar las vueltas que daba. Era todo perfecto. Menos el hecho de tener que dar cien vueltas. Pero por lo demás, todo perfecto.
Y se sentía bien. Realmente bien. Sabía que no duraría mucho — ni de coña hacia 100 vueltas sin al menos la mitad de descansos —, pero de momento, estaba bien.
« Esto va casi demasiado bien » — reflexionó, mientras continuaba la carrera, sin pegarse mucho a la zanja.
Juro no pararía. Continuaría la carrera, para ver que le deparaba el resto del circuito. Una vez hecho al camino, todo sería más fácil.
El resto del borde no era diferente, casi como si la gente fuera reticente a despeñarse por una zanja y perder todas sus pertenencias en un triste y totalmente previsible accidente geologico. El genin corrió y corrió, girando lentamente hasta formar un circulo y volver al mismo punto por el que ya había pasado, y no, no me refiero al puente, sino al punto donde el camino se estrechaba.
Y ahí, en la misma ventana le esperaba el mismo perro para preguntarle la hora, a ladridos. De hecho, ese perro llevaba esperandole desde que se había ido, así de fiel era el majete. Unos minutos más tarde volvería a estar en el puente, y estaba a tope. Empezaba a faltarle el aliento pero sus piernas ya sabían como tenían que correr y parecían más que dispuestas a seguir haciendolo.
Poco a poco iría bajando el ritmo inconscientemente y cuando volvió a pasar por donde el perro que no sabía en qué hora vivía ya estaba andando con el corazón a punto de salirle del pecho, llevaba la escandalosa cantidad de dos vueltas seguidas.
Sin duda tenía el aguante para una pelea, total, los combates de verdad solían decidirse rápidito, pero la realidad no era un combate de una decena de minutos, la vida era a tiempo real, a todas horas, infinita y con una exigencia mucho más alta. Había tardado casi una hora en dar dos vueltas a la villa corriendo, haciendo calculos básicos podía extrapolar que iba a terminar la misión siendo más maduro y teniendo hijos y un bigote digno de mención.
30/09/2017, 22:50 (Última modificación: 30/09/2017, 22:51 por Eikyuu Juro.)
Juro comprobó que efectivamente, el resto del camino estaba despejado. No había ningun otro peligro, así que podía correr tranquilo. Y así lo hizo. Corrió y corrió hasta cansarse.
Corrió hasta volver a ver al perro. Y este, volvió a ladrarle. No, si al final se caería bien.
« En la última vuelta ya se habrá hecho mi amigo »
Y cuando volvió a ver el puente, ahí estaba, la primera vuelta. Y ya estaba casi jadeando. Así continuó otra vez más, y logró hacer una segunda vuelta. Sin embargo, el corazón ya se le iba a salir del pecho para cuando llegó al perro. Estaba completamente agotado.
— Esto es jodido — murmuró, entre jadeos.
Pero no había forma de atajar. Tenía que hacerlo todo. Aunque pudiese mentir, no lo iba a hacer. Menudo ninja sería.
Corrió hasta que sus piernas le obligaron a parar. Entonces, tomaría grandes bocanas de aire y comenzaría a andar durante unos pocos metros hasta sentirse mejor, sin parar el avance. Entonces, volvería a seguir la carrera.