Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Uchiha Hakoz lo pasó francamente mal. No porque a él le hubiesen tocado los barrios donde se acumulaba la mayor cantidad de edificios, teniendo que subir tantas escaleras que bien podía haber escalado a la bóveda celeste. Ni por el abrasador sol que pegaba desde lo alto y le hacía sudar. Ni porque había tenido que regresar sobre sus pasos en más de una ocasión, al ir improvisando su ruta y no haberse fijado un trayecto de antemano. Sino por la muchacha de ojos verdes y cabellos azules que tomó la invitación de su propia mano, regalándole una de esas sonrisas que bien valía un par de noches en vela y la paliza al hombre adecuado…
Al hombre que le había regalado la maldita alianza que llevaba en el dedo.
Sin ser capaz de superar aquel infortunio, Uchiha Haskoz deambuló de aquí para allá el resto de la misión, más ineficaz que un Kusareño en tierra infértil.
Uchiha Akame, por otro lado, tampoco lo tuvo tan fácil como podía haber pensado. Avanzaba calle a calle, buzón a buzón, con la eficacia y precisión de un repartidor de toda la vida, siempre analizando y escogiendo las rutas más cortas, evitando dar vueltas innecesarias. Sin embargo, en una de las casas que tenía que entregar la invitación se llevó la desagradable sorpresa de un perro con mal genio esperando junto al buzón. Se había soltado de la cadena, y los dueños, al ver como atacaba al Uchiha, en lugar de ayudarle, le recriminaron y culparon por haberle dejado escapar.
Solventado el primer problema, el joven Uchiha tuvo que enfrentarse a otro de una magnitud totalmente distinta, pero que le hizo perder más tiempo si cabe. Se trataba de una mujer entrada en la cuarentena, regordeta y de sonrisa afable. Tal fue la ilusión que le hizo recibir la invitación, que insistió e insistió entre empujones al pobre Akame para que entrase a tomar el té y de paso probase una de las nuevas galletitas que acababa de cocinar.
Bien saben los Dioses que Akame le costó lo inimaginable deshacerse de aquella buena mujer, lo que provocó no ser el primero en cumplir su misión y quedar relegado al segundo puesto en cuanto a tiempo.
Hakagurē Kōtetsu tuvo la mayor suerte de todos. A él le habían tocado los barrios más ricos, donde, para bien o para mal, los dueños no se molestaban ni en darte las gracias por el trabajo cumplido. Sin embargo, tuvo que hacer frente a un problema mayor… a sí mismo. Y es que, aclárese una cosa de Hakagurē Kōtetsu: no es el chico que mejor se orienta en todo Oonindo. Ni muchísimo menos.
No fue pocas las veces que se confundía de calle. Que tomaba el lado contrario. Que dudaba incluso de en qué plaza se encontraba en aquel instante. Pero todo aquello lo suplía con una voluntad férrea e indomable. Y es que Kotetsu era de aquellas personas que, en vez de rodear los obstáculos, los saltaba. Si el camino no se amoldaba a su gusto, él construía su propio camino.
Y por eso, cuando el sol se estaba poniendo, él fue el primero de los tres en llegar al edificio de la Uzukage...
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Aquella tarea estuvo llena de dificultades que jamás hubiese imaginado, pero ya le habían dicho que el trabajo de un ninja casi nunca resulta de la forma en que se espera.
—Parece que soy el primero en culminar —se dijo a sí mismo, viendo solo en la calle que yacían enfrente del edificio del kage.
Se sentó en una de las bancas vacías, para descansar mientras observaba el rojizo atardecer y esperaba la llegada de sus compañeros. Reviso el tercio de lista que le habían dado y no pudo evitar sentirse un tanto orgulloso al ver cómo estaban tachados cada uno de los nombres, prueba de que su parte de la tarea fue completada con éxito. Claro que hubo ciertas dificultades: Su sentido de la orientación era bastante mediocre, aunque en la pequeñez de su pueblo era más que suficiente. Sin embargo, en la villa de la espiral se quedaba corto y confundido. Cada casa se le hacía igual a la otra y las paredes que las separaban de las calles se le hacían tortuosas y laberínticas. Lo único que logro salvar su empresa fue su determinación, la cual resulto suficiente como para que preguntara en cada esquina y a cada persona que hiciera falta el camino que debía seguir cuando se sentía perdido.
“Es un lugar bonito, sin duda, pero me resulta tan extraño e intimidante… Y su gente, son tan diferentes a lo que reconozco como normal.”
4/05/2017, 17:13 (Última modificación: 4/05/2017, 17:13 por Uchiha Akame.)
«¡Ah, por todos los dioses, qué señora más pesada!», pensaba el Uchiha mientras caminaba en dirección al Edificio del Uzukage. El cielo anaranjado y rojizo ofrecía una estampa bellísima, con las furiosas corrientes de aguas revueltas girando alrededor del gran edificio, uno de los puntos más céntricos de la aldea, que se recortaba contra la estampa del atardecer. «Al menos esta galletas están riquísimas» concedió mientras todavía masticaba una.
Pese a todo, el Uchiha estaba bastante satisfecho con su contribución al éxito de la misión. Había sido el primero en darse cuenta de que Chokichi les estaba siguiendo, y también el que le había dado caza y recuperado las invitaciones. De nuevo en su fuero interno, orgullo y templanza mantenían una cruenta lucha. Oyó la voz de su maestra; «Eres un ninja. El trabajo bien hecho es tu trabajo».
Sea como fuere, Akame caminaba alegre y emocionado. Estaba seguro de que también sería el primero en completar la entrega, por lo que antes incluso de llegar al punto de reunión acordado, ya pensaba cómo matar el tiempo mientras esperase a sus compañeros...
—Oh, Kotetsu-kun —exclamó el Uchiha, verdaderamente sorprendido y algo decepcionado.
La figura inconfundible de su compañero de armas se distinguía sobre uno de los bancos de piedra que flanqueaban el paso al Edificio. Akame se sentó junto a él.
—Vaya, ehm, así que... Sólo queda Haskoz-kun —dijo después, resaltando lo obvio.
La figura de Uchiha Haskoz no apareció hasta mucho después. Una figura que eclipsaba parte del sol, a sus espaldas, mientras sus pasos, lentos y pesados como el de un moribundo, atravesaban el puente en dirección a sus compañeros. Iba en camisa de tiras, pues se había quitado el jersey, anudando las mangas al cuello y dejando que el resto reposase sobre su espalda. Por lo demás, parecía igual a cuando se habían separado a media tarde.
Igual de malhumorado.
—Prometedme una cosa. —No había elevado la voz, pero la ira reverberaba en ella como el eco de un trueno cercano—. Nunca. Nunca. Nunca. Nunca…
»… más. Nunca más, Akame. Nunca más, Kōtetsu. Que nos abran un expediente, si es necesario. Pero la próxima vez que Hana la… —… Amargada—. Hana la… —… Perra.—. Hana la…—Se mordió la lengua, expiró aire y, haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad, se contuvo—. Además, ¿somos ninjas o qué cojones? —soltó una risotada por no llorar—. ¿Es para esto para lo que nos entrenaron? Para hacer de… ¿recadero? Paso —escupió la última palabra y se sentó en el hueco que sus compañeros habían dejado, justo entre ellos dos—. Si es para… esto, lo siento chicos, pero no contéis conmigo. Me borro como Noemi de los Juegos —extendió los brazos a cada lado del respaldo, echó la cabeza hacia atrás, contemplando una luna menguante que ya se dejaba entrever, y volvió a suspirar. Había terminado de desahogarse—. Nunca más.
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El primero en llegar a hacerle compañía fue Akame, que en un principio, y desde lo lejos, andaba con paso animoso hacia el edificio del Kage. Pero cuando hizo contacto visual con Kōtetsu, su expresión mostraba una intrigante mescla de sorpresa y… decepción.
—Sí, esperemos que no se le haya presentado mayor inconveniente —respondió, con cierta preocupación por la explosividad del mentado compañero.
El sol ya había descendido considerablemente para cuando Haskoz hizo acto de presencia. Su parte de la tarea debía de haber sido particularmente difícil, pues la extenuación era algo evidente en su forma de andar. También se dejaba ver enojado, lo cual, pese al poco tiempo que llevaba conociéndolo, parecía algo normal en su forma de ser… Aunque su rabia parecía estar enfocada en cierta persona en particular en aquel momento. Dejando escapar el aire de sus pulmones y arrojándose con el peso de todo un día de dificultoso trabajo, se sentó entre sus compañeros, a descansar mientras eran cubiertos por la cálida luz bermellón del final del día.
—Quizás tengas problemas para cumplir esa autoexigencia que te haces Haskoz-san —Suspiro y también dejo caer su cabeza hacia atrás, dejando que su cabello colgase del borde del espaldar—. Es inevitable que en algún momento nos asignen una misión que no queremos hacer, pero que el deber nos obligue a cumplir… A eso nos comprometimos cuando aceptamos la bandana.
»Bueno… Yo no sé mucho de misiones, pero esta me ha parecido de lo más educativa y me ha gustado. Claro, el pequeño tropiezo y sobresalto del principio no fueron muy agradables, pero lo recordare como una valiosa lección sobre… aquello de sobreponerse a lo inesperado y resolver sobre la marcha.
Akame no pudo evitar soltar una carcajada amarga ante las palabras de su compañero Uchiha. Sí, a él tampoco le había parecido una misión ninja —más bien una tarea digna de algún chico de los recados—. Y, para más honores, la recompensa era realmente paupérrima; ahora, sin el paraguas de la Academia para sostener sus gastos, los muchachos tendrían que hacer muchas, realmente muchas misiones para poder llegar a fin de mes con algo de metálico en el bolsillo.
Sin embargo, Kotetsu parecía tener otra perspectiva. La misión había sido educativa, desde luego; investigación, rastreo, búsqueda y captura. Si lo miraba así, casi parecía un cometido digno de ninjas. Pero... «¿A quién queremos engañar? El trabajo era hacer de repartidores...».
Sea como fuere, Akame ya había tenido suficiente. El Sol casi se ocultaba por completo tras el horizonte, delimitado por una línea de casitas blancas y rojas junto al mar.
—Haskoz-kun, Kotetsu-kun, creo que ya he tenido suficiente por hoy —anunció, poniéndose en pie mientras estiraba los músculos de la espalda y los brazos—. Si os parece bien, iré a llevar el reporte de misión a Uzukage-sama.
Puesto que él era el que tenía el pergamino de la misión, le pareció oportuno ser el que lo entregase al terminar. Además, para qué engañarnos, quería ser el primero en dar el exitoso informe. De modo que, ni corto ni perezoso, se despidió de sus compañeros con una leve inclinación de cabeza y echó a andar cruzando el puente, hacia el Edificio del Uzukage...
Reporte de “misión”, sí. Reporte de su puta madre, eso es lo que es.
—Me parece estupendo, compañero —se levantó—. Por favor, agradece de mi parte a Shiona-sama, y a la secretaria, si está, por la confianza depositada en nosotros para cumplir tan compleja y peligrosa misión. Diles que espero y deseo de todo corazón que los años que invirtió la Villa en mi formación como shinobi diesen al fin sus frutos con esta… misión.
Giró hacia su compañero peliblanco.
—Supongo que nos veremos por ahí —no fue su despedida más efusiva, pero la mala sangre que corría por sus venas no le permitía más—. Hasta pronto, Kōtetsu.
Y, entre murmullos y maldiciones ininteligibles, Uchiha Haskoz desapareció de la vista de ambos Gennins. ¿Su destino? No se sabía. Con Uchiha Haskoz nunca se sabía...
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—Espero volvamos a vernos pronto, Haskoz-san. Hasta luego. —Se despidió con amabilidad de su compañero.
Aquel muchacho de ojos melíferos se le hacía alguien bastante interesante; parecía el típico chico problemático y con problemas para controlar su mal humor, pero también irradiaba un buen sentido del humor bastante agradable. En cambio, Akame demostraba ser alguien organizado y responsable. Aunque por momentos desprendía un halo de seriedad y dedicación poco comunes en alguien de su edad, y que hacían difícil el simpatizar con él.
—Me parece bien —respondió, a lo dicho por el Uchiha restante—. De nuevo, Akame-san, buen trabajo atrapando a aquel pillo que casi me deja ciego. Por un momento temí que mi primera misión terminara en un desastre.
»Aunque claro, casi todo lo referente a solucionar los problemas lo hicieron tu y Haskoz-san… Pero me asegurare de recordar todo lo sucedido como una valiosa lección.
Se levanto e hizo una leve reverencia de despedida, y acto seguido comenzó a caminar hacia casa, ansiaso por llegar y narrarle a su maestro como había hecho su primera misión. Y puede que fuese solo un poco, algo muy escondido dentro de él, pero sentía un poco de orgullo un ninja que ha cumplido adecuadamente con aquello que le ha encargado.