Tras mandar a su compañero al dominio del baku, tardó un poco en procesar lo fuerte que había lanzado ese ataque. "Mierda, ¿lo noqueé?" Optó por usar una técnica potente, ya que hasta ahora Daigo había demostrado una gran entereza ante el dolor y por ende no podía alargar demasiado el combate, pero también temía haberse excedido cómo era de costumbre siempre que practicaba. Casi se había olvidado de que Kazuma estaba ahí cómo juez de la contienda.

El peliblanco fue el primero en acercarse a su compatriota para cerciorase de que estuviese en buena condición, conformándolo pronto para la calmar a un consternado Rōga. Este último se acercó rápidamente, observando un tanto afligido al pobre Daigo.

—Olvídate de mí, preocúpate por Tsukiyama— Dijo, a pesar de que le dolía bastante el abdomen tras el gancho del peliverde, pero en esos momentos su prioridad era el mayor de los genin de Kusagakure. —No podemos dejarlo aquí como iguana al sol, ayúdame a levantarlo y cargarlo. Lo mejor será recostarlo en árbol para cuando recupere el conocimiento— Más que petición, sonaba a orden.

Esperaría a que el moreno aceptase, pues debido al tamaño del ojiazul le sería difícil alzarlo él sólo. Por lo menos, tendrían que cargar con un brazo cada uno.

Kazuma ayudo a Rōga con el peso del combatiente inconsciente. Le costó levantar la parte que le correspondía; pero luego de un rato lograron llevarlo hasta la sombra de un árbol cercano, para que descansase allí hasta que pudiese recuperar la conciencia.

—A pesar de que fue corta, fue una buena pelea —apunto el peliblanco, mientras tomaba asiento—. ¿Fue como la esperabas,Rōga-san?

En ningún momento apartó la mirada de Daigo, ni siquiera cuando lo recostaron en el árbol. "Tsukiyama es fuerte, se que despertará pronto." Suspiró para tranquilizarse. "La técnica del abuelo es mucho más poderosa de lo que había pensado, quizás debería medirme un poco mejor... Bah, demonios. Casi nunca lo logro." Suspiró de nuevo con la cabeza gacha.

Simplemente se mantenía agachado, con una rodilla en el suelo y con la otra pierna curvada, cruzando los brazos para tener donde apoyar su montón. A diferencia de él, Kazuma estaba mucho más relajado que incluso se atrevió a comentar sobre el resultado de la batalla con total calma.

—Sí y no— Contestó. —Si esperaba que él hubiese mejorado bastante desde que nos enfrentamos. La primera vez estuvimos igualados de la misma manera al momento del combate. Sin embargo no me esperaba unas maniobras tan versátiles de su parte ni que su fuerza aumentara tanto. Además que son vistosas y lograron engañarme por ello. Son espectaculares, en especial esa finta extraña con la sombra fantasmal, que envidia...— Suspiró, pero de pronto se puso rígido, cómo si algo no estuviese bien.

Se levantó, observó a Kazuma y acercó su rostro al peliblanco, entrecerrando sus ojos.

—No le vayas a decir que yo dije eso.

«Si, fue impresionante», pensó mientras escuchaba a Rōga.

—No le vayas a decir que yo dije eso —exclamo de pronto.

—Está bien… —alcanzo a responder.

«Creo que a esto es lo que llaman Tsundere»

—Por cierto —dijo vencido por la curiosidad—. ¿Tu relación con Daigo-senpai es eso que llaman rivalidad? ¿Cómo es que funciona?

Rōga parpadeó ante la pregunta. En sí, no tenía nada de malo, salvo por la forma tan extraña en la que la formuló el de pelo blanco. "¿Qué demonios le pasa a este chico? Es cómo si quisiera una explicación lógica a todo, cómo si nunca hubiese estado familiarizado con su entorno." Era una rara mezcla entra curiosidad, inocencia y razonamiento calculado.

—¿Cómo que como funciona una rivalidad?— Se llevó las manos a la cintura. —¿Nunca competiste contra nadie en la academia?— giró su cabeza. —A ver. Que explicar todas las implicaciones es costoso. Siempre he pensado que es algo que debes sentir con el corazón y no tratar de pensarlo con la cabeza. Desde mi punto de vista, es el deseo de mejorar, de demostrarle al otro que estás a su altura. Sin embargo, esto es porque respetas a esa persona, porque deja una huella en tí al demostrar sus habilidades. Así, aunque busquemos vencer el otro, nos valoramos mutuamente. No sé si se me entendió, pues recalco que es algo difícil de explicar. No sé siquiera si Tsukiyama tiene la misma visión que yo.

Era tal el remolino de emociones, que el propio Yotsuki dudaba de que sentía en realidad. El simplemente se limitaba a aceptar que así eran las cosas.

—Quizás podrías leer mangas de acción. Ahí hay muchas historias fantásticas sobre aventura y acción.

—Quizás podrías leer mangas de acción. Ahí hay muchas historias fantásticas sobre aventura y acción.

—Ya he leído algo de eso, pero siempre resulta ser de la forma ideal y no real —tercio insatisfecho—. Bueno, conozco a dos personas que me consideran su rival (un chico salvaje y una chica altanera). Al menos eso creo, pues desde hace mucho buscan todas las formas posibles de competir conmigo y… y demostrar no sé qué.

»Yo no sé cómo corresponderles (quizá sea que no quiero hacerlo): a veces me siento tentado a recoger sus provocaciones por mera curiosidad; pero no me animo, no soy competitivo y no veo de qué manera eso me será más beneficioso que molesto.

Para él la rivalidad era algo que solo tenía valor cuando se tomaba enserio, y ero eso mismo lo que podía convertirla en un calvario: rivales solo podían ser aquellos cuyas ambiciones y habilidades fuesen similares; puesto que si llegase un tiempo en que alguno perdiese la motivación o se rezagara, su antagonista se quedaría sin nada.

«¿Qué es un competidor sin rivales? Nada, puesto que entonces ya no habría competencia», sentencio en su interior.

—¿Ideal? ¿Real? ¡Así nunca vas a entenderlo!— Alzó ambas manos y las sacudió. —¿Te estás escuchando hablar? Eres creepy maldita sea—. Se cruzó de brazos.

»Usas mucho la cabeza y la lógica, tratando de encontrarle razón de ser o estar a cada situación o cosa. Además, tratas de conseguir una explicación a cosas que simplemente no tienen una.

El muchacho cerró los ojos y negó con la cabeza. "Este sujeto es la mar de extraño, no parece tener realmente una noción de cómo funcionan las cosas. ¿Qué clase de adoctrinamiento tiene? Y él me llama perturbador a mí, lo que hay que ver." Se agachó para ver a Kazuma muy de cerca.

—Hace ratos dijiste que una de tus fortalezas era mantener la calma y trabajar sobre presión, pero hombre, más parece que no sintieras emociones— Se dejó caer, cruzando las piernas y sentándose de tirón. —Hay cosas para las que simplemente debes dejarte llevar, sentirlas y dejarlas ser sin que tu cabeza esté de por medio tratando de analizar las cosas. Yo soy alguien despreocupado, pero soy más aferrado a mi corazón que a mi cerebro. Sí, podrá sonar algo que podría acarrearme problemas, pero en mi experiencia he aprendido que el concepto de la propia realidad que nos rodea es ambiguo. Yo también podría decir que sé controlarme mentalmente, pero hay veces que no quiero y las dejo ser. En este caso, la pasión de enfrentarme a alguien es algo que no tiene un motivo o premio, es algo que simplemente valoro.

Todavía herido y débil, el chico abrió los ojos poco a poco.

«¿Cómo he llegado aquí...?»

Echó un vistazo a su alrededor intentando moverse lo menos posible. Identificar rostros o detalles era complicado, pero pudo reconocer que habían dos personas junto a él. Una de ellas era Rouga. Su pelo no dejaba ninguna posibilidad de confusión. El de cabello blanco debía ser Kazuma.

Daigo se esforzó en sentarse, ayudándose con los brazos para apoyarse en el árbol.

—Ha sido un gran combate, Rouga-san, no me importa admitir que esta vez has ganado tú —sonreía. Era su manera de hacerle saber que estaba bien.

—Supongo que somos muy diferentes —concedió, para luego esbozar una sonrisa—. Pero eso está bien; no creo que pudiese llevarme muy bien con alguien como yo.

Aquel pensamiento le causo gracia: el imaginarse a dos Kazuma que se interrogasen mutuamente sin descanso y por la eternidad. Aquello también resultaba aterrador de cierta manera, puesto que al tener ambos el mismo caudal de conocimiento jamás podrían responder sus interrogantes.

—Y aunque ya me han dicho cosas similares antes, lo cierto es que si tengo sentimientos —levanto una mano en gesto de atención—. Es decir, yo los tengo a ellos, no ellos a mi (aunque a veces, la verdad sea dicha, se me desborden)… Además, prefiero pensar que soy… estoico.

»La serenidad en las aguas del mar suele ocultar las batallas que se dan en sus profundidades. Eso es lo que creo, y me parece genial.

Aunque aspiraba a más, mucho más… Pero eso quedaría para después, ya que su compatriota estaba despertando.

—Ciertamente ha sido una buena pelea, Daigo-senpai —dijo, para luego corregirle—. En realidad, pese a que fueron ustedes quienes combatieron, soy yo quien se siente ganador por haberlo presenciado.

—¿¡Ehhhhh!?— Entrecerró los ojos ante la explicación de Kazuma. A decir verdad, se le antojaba confusa y enredada, cómo los discursos sin sentido de las leyendas y que cuentan los abuelos. "Pero si él admite que no se aguantaría a sí mismo, pues al menos hay esperanza." Suspiró y negó con la cabeza- —¿Es necesario que te pongas a hablar con acertijos?— Le interrogó. —Eso no es divertido y le quitaría gracia a mi espectáculo, ¿cómo podría lucirme si tengo cara de piedra todo el tiempo? Para mí las batallas necesitan sazón y las emociones son el aderezo perfecto para que la victoria pueda saborearse mejor— Ahora era él quien empleaba metáforas innecesarias.

Fue entonces que su conversación se vio cortada por Daigo, quién estaba recuperando el conocimiento y logró reincorporarse medianamente. "Menos mal". No lo admitía abiertamente, pero estaba preocupado por el estado del chico peliverde.

—Ya te habías tardado en abrir los ojos, maldito— sonrió desafiante, esa era su manera de mostrar cordialidad. —Tú también me agarraste con los pantalones abajo con esas técnicas tuyas, que veo que no has estado perdiendo el tiempo— Siseó un poco venenoso pese a ser un elogio. —Creo que de una u otra forma todos salimos con algo bueno entre las manos: la experiencia— Se puso de pie y se cruzó de brazos para luego darles la espalda a ambos y alzar la vista hasta las copas de los árboles.

»De una u otra manera, un combate siempre es más efectivo para mejorar que cualquier entrenamiento que puedas planear tú solo.

Dejó su enseñanza a ambos genin de Kusagakure.

—¡Claro que sí! Puedes entrenar y hacerte fuerte todo lo que quieras, ¡pero los instintos solo se consiguen peleando! —o al menos eso es lo que solía decirle su padre cuando se negaba a levantar sus puños mientras entrenaba para graduarse como Genin.

Luego, el joven se dirigó a Kazuma, todavía alegre a pesar de que acababa de recibir una paliza.

—Me alegro de que te haya gustado nuestro combate, pero siento que hayas tenido que ver a tu senpai perder —le dijo—. Rouga-san es fuerte. Este es el segundo combate que me gana.

—Me alegro de que te haya gustado nuestro combate, pero siento que hayas tenido que ver a tu senpai perder —le dijo—. Rouga-san es fuerte. Este es el segundo combate que me gana.

—No te preocupes, Daigo-senpai; si no se trata de un peligro de muerte o de una misión, creo que el ganar o perder es irrelevante —opino con amabilidad—. Lo importante es que quedes satisfecho con tus actos y desempeño.

Y él creía en eso firmemente, pues hay experiencias que no se pueden medir en victorias o derrotas.

Rōga seguía estando en desacuerdo con muchas opiniones que Kazuma podía llegar a tener, aunque quizás se debía al orgullo fuerte que poseía el Yotsuki. Siempre deseaba mostrarse cómo alguien a la altura de los desafíos, pero no bastaba con decirlo, sino que según él era necesario tener la fuerza para poder respaldar sus palabras con hechos contundentes. Si bien él no se resentía cuando perdía contra alguien que le superó y venció de forma justa, sí que se frustraba cuando creía que la derrota se debía a los fallos propios. En ese sentido, era en extremo exigente y también solía buscar que otros combatientes fuesen dignos de dar la cara ante sus cagadas. Entendía también que las palabras del peliblanco no iban dirigidas a él, pero eso no evitaba que sintiese aquello.

—Dime, Tsukiyama— Se cruzó de brazos una vez más. —¿Estás conforme entonces con esta batalla?— Usó las palabras del más novato a su favor. —Recuerda que voy a seguir fortaleciéndome, así que espero lo mismo de ti— Afiló la mirada, desafiante.

Miró entonces al cielo, y suspiró.

»Una última cosa: ¿Seguro que estás bien? No por golpe, sino por la electrocución, que espero no haberte dejado una quemadura interna.

—Sabes que no —le respondió a Rouga con seriedad.

Incluso si se hubiera esforzado en hacerlo, el chico no podía pensar como su compatriota, aunque entendía la lógica detrás de su pensamiento. Mientras no hubiera nada importante en juego y pudiera conservar su vida no importaba si ganaba o perdía.

Pero en un duelo precisamente lo que estaba en juego era la victoria y eso a Daigo ya le parecía lo suficientemente importante.

»Dije que admito que esta vez has ganado tú y que ha sido un gran combate, es verdad —admitió nuevamente—. ¡Pero no puedo estar conforme con él, no sin ganar! —exclamó mientras se apoyaba en el árbol, ayudándose a ponerse de pie.

Se tomó un segundo para respirar. Todavía le costaba mantenerse de pie después de la pelea.

»Eso sería un insulto a nuestra rivalidad. —y sonrió.

No se molestó en responder a su preocupación y decirle que estaba bien. Prefirió demostrárselo.

—Son complicados… —dijo; mostrándose tranquilo, aunque algo confundido por el intercambio de palabras—. ¿Están satisfechos con depender de alguien más para seguir haciéndose fuertes?

»Es duro decirlo, pero si un día Daigo-senpai se retira y ya no quiere competir, ¿Qué te queda a ti de dicha rivalidad?

Su pregunta iba dirigida al joven de Amegakure; aunque en cierto modo también estaba dirigida hacia sí mismo, hacia su deseo de entender las cosas.