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Habían pasado a penas un par de días desde que Manase Mogura llegase al Valle de los Dojos, se encontraba ese día recorriendo las instalaciones del complejo donde se estaban hospedando los shinobi y kunoichi de Amegakure.
Nishinoya parecía, en casi todo aspecto, un palacio. Dos grandes pabellones servían de habitaciones para hombres y mujeres respectivamente, un tercer pabellón se encontraba al fondo flanqueado por estos anteriores. Ese último servía de zona común para todo tipo de fines, aunque estaba claro que tenía cierta connotación bélica debido a la cantidad de espacios para combatir que contenía.
En aquel momento, el joven médico de Amegakure se encontraba circulando por la galería del tercer pabellón, apreciando el bello jardín. En su frente reposaba su bandana, su cara era constantemente bombardeada por abanicadas de aire gracias a su conveniente sensu. No llevaba puesto su atuendo típico, su camiseta de manga larga había sido reemplazada por un jinbei de un color gris claro. Tampoco llevaba consigo su iconoico paraguas, en su lugar colgaba de su cintura un sombrero de paja de lo más normal.
«¡Qué calor que hace en el País del Fuego...!»
Pensaba mientras se detenía un momento para apoyarse en una barandilla de madera y refrescarse con el abanico.
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La pelirroja al fin dedicaba un poco de su tiempo a conocer levemente a sus posibles oponentes por parte de su propia aldea. Sabía que quisiese o no, la posibilidad de combatir contra uno o una de Amegakure no Sato era tan elevada como cualquier otra posibilidad. Un rifa de emparejamiento siempre contemplaba éstas opciones, y dado que no se había estipulado que no pudiese suceder, era mas que posible. Siendo así, saber un poco de quienes podían ser su oponente en un combate, podía ser mas que satisfactorio.
Se enjuagó la cara, y humedeció en gran parte su cabellera. El calor era casi insoportable. Tras ello, salió del baño de chicas del tercer pabellón —el público o de ocio— y se dirigió hacia las salas comunes. Allí no parecía haber nadie, se encontraba totalmente vacía. Quizás, solo quizás, la mayoría había tenido esa idea, y había terminado por descartarla en pos de no ser tampoco víctima de su propia idea...
En realidad, quizás la chica empezaba a darle demasiadas vueltas al asunto.
No había nadie, ni un alma. También podía deberse al calor... ¿Qué mejor que estar tranquilo o tranquila en la habitación con el aire acondicionado puesto a máxima potencia? La verdad, tenía cierto sentido. La gente bien podía estar también dando una vuelta, comprando, o bien entrenando. Había mil cosas mejores que hacer antes que perder el tiempo en salas comunes donde ver a la gente que bien podía clasificarse como "conocidos".
La chica dejó caer un suspiro, y terminó por salir de la sala común. Se llevó la mano a la cabellera, y la despeinó como de costumbre, mitigándola hacia detrás. Con la mirada aún en la sala, terminó por encauzar el pasillo, el cuál la llevaría hacia su habitación mas tarde, cuando hubiese abandonado el pabellón central. Para su sorpresa, cuando volvió la vista hacia su frente, se topó con que había un chico al borde de la baranda. Éste llevaba un sombrero de paja sostenido a su cintura, y unos ropajes un tanto corrientes. Parecía observar el horizonte, ensimismado por completo.
—Buenas... —se atrevió a saludar mientras pasaba de largo.
Si, ciertamente ya había perdido el interés en esa estratagema tan absurda... lo que se encontrase en el combate, bien recibido sería. Su oponente no sabría de sus habilidades, y viceversa. Tampoco estaba tan descompensada esa opción. Sin prisa pero sin pausa, se disponía a ir a la habitación, y descansar un rato.
El tiempo diría qué haría tras descansar...
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Pobres aquellos que nunca hubiesen estado acostumbrados a realizar un cambio tan abrupto de clima, para ellos sería como si un esquimal fuese a dar un paseo al desierto. Mogura por su parte estaba acostumbrado a recorrer los caminos y viajar a diferentes lugares gracias a los negocios de la familia.
—Buenas...
La voz de un ángel lo haría volver a tierra por un segundo y recordar que no estaba solo en aquel palacio con una alta temperatura, sino que había otros. Pero no esperaba que entre esos otros se encontrase ella.
La melena roja, la silueta infernal que se desplzaaba con elegancia partiendo el piso al medio mientras el joven médico luchaba por no comenzar a babear. No había forma de confundirse, era la pelirroja que casi lo mete preso.
Watasashi-san.
Llamó su atención con la voz mientras giraba levemente su torso dejando apoyada una mano en la barandilla, su abanico se detuvo por un momento. Si la muchacha se giraba, se encontraría con unos ojos que buscarían los suyos.
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La pelirroja no había reconocido al sujeto en sí, Mogura. Después de todo, era normal, había perdido un par de años o tres de memoria tras su paseo por las heladas colinas del país de la tormenta. Pero, éste sí que la recordaba, y no dudó en llamar su atención a base de nombrar su apellido. La chica, extrañada, no pudo evitar girarse en pos de recibir la mirada directa de éste.
¿La conocía? ¿de qué...?
Era algo que no le pasaba demasiado frecuente, pero con lo que había tenido que lidiar en alguna que otra ocasión. No era la primer ni la última vez que le pasaría ésto, y era algo que tenía asumido, pero que siempre la pillaba por sorpresa.
—H-hola... esto...
«¿Y cómo carajos se llamará...?»
Sin embargo, en ésta ocasión había una actitud y predisposición un tanto diferente en la chica. No estaba dispuesta a ocultar por mas tiempo su inmortalidad, y explicarle el efecto secundario a alguien de su aldea tampoco estaba de más. Ya lo había tratado con varios, no le importaba comunicárselo a otro mas.
—Verás, chico. He perdido todo recuerdo de aquí a hace unos años atrás, y no sé realmente quién eres... lo siento mucho.
Quizás le explicase mejor luego, cuando al menos supiese cómo se llamaba...
—¿Eramos amigos o algo...? —preguntó sin tapujos.
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—H-hola... esto...
Una respuesta que era digna de esperarse, no podía pretender que una mujer como ella recordara a una persona como Mogura. Sobretodo porque nunca se apareció por el lugar que habían de encontrarse si alguna vez surgía la ocasión.
Lo que no se esperaba era lo otro que iba a decir.
—Verás, chico. He perdido todo recuerdo de aquí a hace unos años atrás, y no sé realmente quién eres... lo siento mucho.
¿Eran sus palabras parte de alguna broma o algo por el estilo? No tenía ese tipo de relación con la pelirroja, por mas que le hubiese gustado haber llegado a tener ese tipo de confianza.
—¿Eramos amigos o algo...?
Una interrogante llegó por su parte, dejandole el turno para hablar al joven médico. Este llevó una mano hasta su cabello y arregló su peinado, aunque no fuese necesario.
No podría decir que eramos amigos exactamente... pero habíamos arreglado una especie de cita...
Aquello fue lo primero que atinó a decir, sentía que poco a poco el calor se iba acumulando y comenzaba a manifestarse en él formando unas pequeñas gotas de sudor en su frente.
¿Realmente no recuerdas nada de cuando nos conocimos?
Consultó dándole una oportunidad de desmentir la broma si es que era una.
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1/07/2017, 13:26
(Última modificación: 1/07/2017, 13:26 por Aiko.)
El chico quedó sin palabras cuando la pelirroja contó que no sabía quien era, que había olvidado todo hacia varios años atrás. Tras ello, la chica se atrevió a lanzar la pregunta de si eran amigos o algo parecido. El tipo se repeinó, cuando ni siquiera le hacía falta. ¿Un atisbo de nervio quizás? Sin demasiada demora, contestó que no podía decir que fuesen amigos exactamente, pero habían arreglado una especie de cita.
«¿Estuve saliendo con éste chico...? ¿En serio? Tía... ¿cómo has podido?»
La chica no pudo evitar una mueca de duda en su rostro, no entendía muy bien cómo había podido suceder. Para colmo, el chico preguntó si no recordaba nada de cuando se conocieron, cosa que hizo parecer aún mas real la entergiversada situación que tenía en mente para con el chico. A ella, todo parecía cuadrarle, salvo el porqué no sabía el chico que ésta podía olvidarle en cualquier momento... ¿Acaso no se lo había explicado?
No sería tan serio entones... ¿no?
—¿Eramos... novios? —preguntó sin tapujos, sin poder ocultar su seria duda. —De verdad que no lo recuerdo... ¿Estuvimos saliendo y no te conté sobre mi memoria...?
La chica había desvirtuado totalmente la situación real, pero qué opinar con las pocas palabras que había soltado el chico...
«¿Cómo pude salir con un chico así...? La tendrá grande o algo... ¿no?»
No podía parar de darle vueltas al asunto...
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La pelirroja no se molestó en ocultar su expresión de duda, Mogura tampoco había sido claro como el agua al realizar su pregunta y fue a causa de ello que la chica habría derivado en una especie de teoría.
—¿Eramos... novios? De verdad que no lo recuerdo... ¿Estuvimos saliendo y no te conté sobre mi memoria...?
Las palabras del joven médico y la imaginación retorcida de la kunoichi de alguna forma habían llevado el tema por otro camino. Pero ahora ante el muchacho se presentaba una oportunidad que no podía desaprovechar. ¿Cómo debía encarar esa situación?
Miró hacía el jardín un momento y dejó escapar un ligero suspiro. Tenía que afilar su lengua y hacer una demostración ejemplar del poder de las palabras.
No hubo lugar para muchas palabras, tuvimos poco tiempo para conocernos...
Comentó negando saber cualquier dato sobre la memoria de la fémina.
No llegamos a ser formalmente una pareja pero estoy seguro de que no hubiese pasado mucho antes de que eso sucediera.
Las palabras de Mogura iban cargadas con un ligero tono de pesar, como si lamentara que las cosas no se hubiesen dado y ahora tuviese la oportunidad de sacárselo de encima.
Ambos quedamos satisfechos con el encuentro, aunque no fue posible repetirlo... y nuestros caminos no se cruzaron de nuevo.
Por un segundo una ligera sonrisa de dibujó en el rostro del shinobi, pero no tardó en esfumarse cuando pronunció la última oración. Una pequeña gota de sudor comenzaría a bajar entonces por su rostro y esa sería señal suficiente para que el joven comenzase a abanicarse nuevamente.
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Tal y como se temía, el chico corroboró que se conocían, no del todo pero de alguna manera habían terminado juntos. Al parecer, el tiempo que compartieron fue efímero, no les dio para conocerse realmente. Afirmó que no llegaron a ser formalmente una pareja, pero que no dudaba en absoluto de que llegasen a haberlo sido de haberse cruzado sus caminos de nuevo. Al parecer, "ambos quedaron satisfechos" del encuentro pese a que no fuese posible repetirlo...
Los síntomas de duda cada vez fueron a mas tras esas palabras. Mientras que el chico sostuvo la conversación, dejando el habla para abanicarse, la chica quedó por unos instantes en silencio. Le había ocurrido veces de que había olvidado a alguien y éste le había saludado, pero meramente amigos, o amigas... conocidos en todo caso. Pero... jamás le había pasado de tener una relación efímera con alguien y que éste se hubiese enamorado.
¿Qué debía hacer, o decir?
La chica dejó caer un suspiro, y aunque no sabía muy bien qué hacer en éste caso, se acercó a paso muy lento. En su mente, buscaba que hacer o decir con tremenda rapidez, cómo alejar ésta situación a toda costa. Después de todo, cómo compartir la vida con alguien que iba a morir tarde o temprano...
—¿Sabes...? —comenzó a tantear el terreno, mientras que terminaba cortando las distancias, hasta un
punto en que casi violaba su espacio personal. —Quizás fuese un polvo salvaje, o el primero de tu vida, no lo sé, la verdad... Pero, lo que si sé es que con suerte vivas 70 años, y tras eso morirás como cualquier otra persona. Sin embargo, yo no puedo morir... y te veré envejecer a mi lado, mientras yo conservo por todo ese tiempo la misma apariencia, sería muy raro y doloroso para ambos... Lo siento, pero lo nuestro no funcionaría.
Sus ojos se clavaban en los del chico, atravesándolo. Sus rostros casi se tocaban, pero la chica no parecía dispuesta a retroceder. De pronto, la pelirroja lanzó su mano hacia el paquete del chico, con descaro. Palpó sin pudor alguno, buscando saber de qué "herramienta" disponía el chico. Tras ello, sonrió, y soltó su masculinidad, cesando la posiblemente intimidante actitud.
—Tampoco es tan grande... pero peores cosas he visto.
Dejó ahora un paso o dos de separación entre ellos.
«¿Qué vería en éste chico? Es mono, pero... ¿tanto como para tirarselo? Cada vez tengo un gusto mas raro...
casi parece mariquita con el abanico...»
Aún no podía quitarse ese pensamiento de la cabeza.
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La fémina no tardó mucho más en ponerse en una postura un tanto agresiva, poco a poco se fue acercando al joven médico hasta que casi comenzaba a sentir que respiraban el mismo aire. Aiko le sacaba un par de dedos de altura pero aun así no tenía que hacer demasiado esfuerzo elevando su cabeza para que sus ojos estuviesen a la altura de los de ella.
A esa distancia era imposible no escuchar lo que tenía para decir, aunque hacía un esfuerzo por que los ojos no se desviasen un pelo de su lugar y empezasen a bailar por el cuerpo de la mujer. No estaba diciéndole nada nuevo, era sabido que tarde o temprano llegaría el día en que Mogura fuese un recuerdo en la memoria de alguien y ya no formase parte del mundo que realmente valía la pena.
Era la segunda vez que escuchaba la chica decir algo sobre lo mucho que vivía, la primera podría haberse dado a la confusión pero esta era más clara y directa.
«¿Cuánto tiempo llevaría viéndose de esa manera? ¿170 años como había dicho la última vez? ¿Cuántas veces habría perdido la memo-»
Sus pensamientos fueron interrumpidos por algo que ejercía cierta presión en sus partes nobles. No podía decir que lo esperaba, sus ojos se abrirían un poco más de lo normal por un segundo, no había forma para él de ocultar su sorpresa en ese instante.
Aiko daría entonces uno o dos pasos atrás, poco se sentía realmente la diferencia. La mano con la que Mogura sostenía el abanico se apoyaría en la barandilla.
¿Quién sabe, no? A pesar de la calidad de los directivos que están detrás del hospital de Amegakure, no se pueden despreciar los avances que se hacen en el campo de la salud, la gente cada vez puede vivir más años...
A medida que iba desparramando las mejores palabras que su mente en ese momento le permitía, sus pasos trataban de salvar la distancia que antes había alargado la pelirroja, estiraría entonces uno de sus brazos con la intención de pasarlo por su costado y apoyarlo también en la barandilla. Sus orbes cafés, sin embargo, no la perdían de vista en ningún momento.
Pero dadas las circunstancias creo que carezco del tiempo necesario para esperar a que desarrollen un método para vivir eternamente...
No podía echarse para atrás desde ese punto, Aiko quedaría con la barandilla en su espalda, con los ojos de Mogura al frente y sus brazos flanqueándola.
La única solución que veo entonces es ponerme manos a la obra y encontrar la forma de ser inmortal. Claro que para eso sería preciso realizar una serie de... experimentos con la única persona que tengo conocimiento de que enfrente ese tipo de situación. Por supuesto que para eso necesitaría contar con un poco de colaboración de tu parte...
La distancia entre los rostros de ambos sería acortada poco a poco mientras hablaba, pero sus labios no buscaban los de la mujer, sino que buscaban avanzar hasta su oído, donde terminaría de decir no solo lo anteriormente expuesto sino también lo siguiente.
En cuanto al instrumental... quizás una segunda revisión te deje más convencida.
Comentó casi susurrándole al oído a la inmortal genin de Amegakure. A lo mejor por el calor que hacía, por la naturaleza de la situación o todo eso junto y más, su cuerpo habría reaccionado de la forma que debía ante el estímulo.
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El chico quedó un tanto perplejo ante el gesto de la chica. Ésta casi le había cortado el habla, pero... éste se repuso con bastante agilidad. El chico recortó de nuevo la distancia mientras farfullaba algo referente a que los avances médicos eran realmente rápidos, pero también admitió que sin embargo no llegaría a ver el avance suficiente en la medicina como para volverlo inmortal.
Pasó su mano por el costado de la chica, y terminó por dejarla "atrapada" contra la baranda que disponía a su espalda. Sus ojos se hincaban en los de la chica con franqueza, dispuestos a no dejarla escapar de nuevo. Terminó inquiriendo que la única opción viable que veía era experimentar con la única persona que conocía capaz de burlar a la edad y la muerte —Aiko— pero que requeriría de su colaboración. Casi sin dar tiempo a que ésta mediase palabra, el individuo terminó por inquerir que una segunda revisión al "instrumental" quizás podría hacerla cambiar de opinión.
La chica no pudo contener la risa. Desternillada, casi le saltan las lágrimas.
—Jajajaja...
De pronto, la chica se volatilizó en un centenar de mariposas. La chica era difícil de retener, raro era que éste no lo supiese...
—Todo un galán, si señor... —se burló la chica, reconstruida por las mariposas a su espalda. —Pero no soy de esas chicas que colaboran así como así... no te conozco, y claramente ese instrumental no me es de agrado en éste momento. Inténtalo de nuevo si quieres cuando cumplas unos cuantos años mas...
La chica tomó una sonrisa cordial, y para nada dispuesta a colaborar, lo dejó claro. Ante todo, no pensaba darle falsas esperanzas al chico. Quizás había sido un desliz bajo los efectos de algún potente alcohol, a saber... pero normalmente eso jamás habría ocurrido bajo circunstancias normales, nunca le habían ido los menores... por muy monos que fuesen.
Tenía al menos 50 años, sería un abuso por su parte...
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Como respuesta, a su pequeño verso, obtuvo inicialmente nada más que risas por parte de la fémina. Entonces esta se descompondría en un centenar de insectos de papel.
«Ah... Es un poco más elegante de lo que recuerdo...»
Pensó con una ligera sonrisa en el rostro, recordando la vez que había sido testigo de las habilidades de la kunoichi de pelo rojo.
Al escuchar su voz a su espalda no pudo evitar voltearse, era lo que debía hacerse cuando una persona hablaba. La chica aclararía que no estaba interesada en lo que Mogura tenía para ofrecer y que no lo conocía, no podía cooperar con él a causa de eso.
Puede que antes de seguir intentando conquistarte tenga que conseguir una red para mariposas, Aiko-san...
Comentó el joven médico encogiéndose de hombros. Si la fémina iba a intentar hacer eso cada vez que el trataba de acercarse probablemente se tornaría en un problema.
Tenía conocimiento de tu habilidad para descomponerte en montones de papeles, pero no recordaba que fuesen justamente mariposas...
Dejó escapar de sus labios la observación mientras volvía a abanicarse ligeramente para echarse aire fresco en la cara. Había querido tener la oportunidad de saber más sobre eso desde el día en que la vio hacer demostración de sus poderes en el Torreón de prueba, pero nunca llegó tal situación.
Podría parecer que Mogura buscaba cambiar un poco el tema y era justamente eso lo que quería hacer, no tenía la experiencia necesaria para seguir peleando aquella batalla desde aquella posición tan poco prometedora.
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El chico bromeó con que antes de seguir intentando conquistar a la pelirroja quizás debía hacerse con una red para cazar mariposas. De nuevo, la trató con el apelativo de -san, como si la conociese de toda la vida pero sin embargo mantenía las formalidades. A cada segundo, el chico y su forma de actuar le parecían mas y mas raros. Sin mas, afirmó que sabía que se podía descomponer en papeles, pero que no sabía que no recordaba que fuesen mariposas. Ésto, no era mas que otro punto para hacer a la chica pensar que éste solo quería aprovecharse de su falta de memoria...
—¿Sabes? Creo que realmente no me conoces en absoluto, no eres mas que un fantasma... uno que quería aprovecharse de que no le conozco, y le ha salido mal la jugada.
La chica se cruzó de brazos, no recordaba ninguna situación similar que le hubiese pasado antes, pero a saber si era verdad. La cuestión era, que estaba realmente indignada, no sabía si estaba en lo cierto o no con su teoría, pero lo que mas le enfadaba era exactamente eso... no saber si era o no cierto. ¿Cómo debía sentirse? ¿Le había engañado a la cara, o era verdad lo que el chico decía y lo estaba malinterpretando...?
Dejó caer un suspiro, y su mirada se volvió mas intensa de lo que jamás el chico podría haber llegado a verla. Después de todo, no era para menos.
—No se ni tu nombre, chico. No sé que clase de galán o seductor del tres al cuarto eres, pero sin duda eres realmente malo en ese ámbito... vete a tomar el aire.
Si, a tomar el aire pero por allí por donde no le daría nunca el sol. Sin duda, le había dado ganas de continuar con lo último que tenía en mente, volver a la habitación y descansar. Con parsimonia, y la actitud bien fijada, la chica comenzaría a andar dirección a su habitación.
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La fémina parecía que ya había tenido suficiente del fracaso de casanova que había sido Mogura en aquel preciso instante. Y no tuvo pelos en la lengua a la hora de expresarlo, una cosa le podría quedar clara en ese momento al joven médico. O bien la chica era muy buena haciendo bromas ó realmente había perdido todo recuerdo sobre él.
—No se ni tu nombre, chico. No sé que clase de galán o seductor del tres al cuarto eres, pero sin duda eres realmente malo en ese ámbito... vete a tomar el aire.
Las palabras de Aiko serían como saetas que darían con todo contra el pecho del muchacho. No había forma de que un tono como ese fuese insincero o que estuviese bromeando.
«Realmente se enojó...»
Sentía que debería haber estado preparado para contestar con algo, algo a la altura de las palabras de la pelirroja. Pero no sabía qué decirle. Como peso tendría en ese momento decirle su nombre, quizás tampoco tendría muchas ganas de saberlo.
Su abanico se detuvo un momento, su mano libre intentó elevarse pero su juicio dudo y su silencio no hizo mas que prolongarse. El joven médico no podría hacer otra cosa que observar ver a la pelirroja marcharse a su paso.
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