—¿Qué?

Oh, sí. La sorpresa teñida en su voz. Incrédula. Aturdida por el bombazo, por el notición. Aquello era música para sus oídos. Y ahora vendrían las preguntas, las exigencias por saber el resultado, los ruegos… Pero él se mantendría firme. Firme como una montaña, implacable como la corriente de un río, inalterable como…

—¿Solo eso? ¡Es obvio que iban a votar a Eri y a mí!

Ah, se me había olvidado ese aire de superioridad que siempre tiene. No era la reacción que le hubiese gustado, desde luego, y hasta pensó en negarlo. En decir que no se habían llevado tantos votos como creía, para picarla. Pero era una mentira con las patas muy cortas, y el Uchiha sospechaba que sería cazado más pronto que tarde.

Ella le dio la vuelta y le agarró por los hombros.

—¿En serio tanto secretismo por esa estupidez?

—No es ninguna estupidez —le rebatió, a la defensiva. Pero no se vio con ideas para argumentarlo.

—La mitad de las cosas que hablaban las sabemos todas las de la promoción, algunos de tus amigos son bastante boca floja, por si no te enteras.

—¿Cómo? —Haskoz se separó de ella de golpe, con el ceño fruncido por la incredulidad. ¿Qué había una rata entre los de su promoción? ¿Un traidor? El hecho de que él hubiese hecho lo mismo segundos antes no le importaba. Era una revelación que requería medidas. Un hecho que exigía sangre—. ¿Quién fue el bocachanclas? —exigió saber—. Al menos no reveló quién ganó en la votación, ¿no?

—No es ninguna estupidez —Decía el chico, pero para ella sí lo era aunque no le discutiría, ni siquiera se molestaría en darle la razón porque en serio, era una estupidez que no valía la pena en lo más mínimo.

Lo que sí, luego de unas palabras de su parte el Uchiha se le alejó de una forma bastante desagradable, casi parecía que le había ofendido de alguna manera pero la ofendida sin lugar a dudas era ella. «Serás imbécil. »Pensaba reteniendo las ganas de golpearle por haberse liberado de su abrazo de esa manera tan exagerada.

—. ¿Quién fue el bocachanclas? —Preguntó el chico, aunque Noemi ya le estaba mirando algo enojada por la reacción.

—El de pelo blanco y celeste, ni me acuerdo cómo se llamaba. —Soltó sin pensárselo dos veces, aunque en un momento de iluminación creyó recordar el nombre. —¿Riko era?

Y poco le importaba, más quería escuchar la excusa del que tenía delante para haber hecho lo que hizo. Aunque podía deducir que era parte de su “código de honor” que seguramente ninguno cumplía o a pocos le importaba.

—Con que Riko… —Haskoz ni siquiera se había dado cuenta de que la había molestado apartándose de ella de aquella forma tan brusca. Su cabeza era ahora como un enjambre de avispas, todas ellas aportando su granito de arena, su idea para vengarse. Cada vez que rechazaba una por ser demasiado benevolente o indulgente, dos más aparecían, con más contenido en sangre y vísceras.

Riko… Sí, no hay duda. Le recordaba. Era el guaperas de clase. Tenía cierto tirón entre las chicas, y ahora entendía por qué. Porque es un jodido traidor lameculos, ¡eso es lo que es! ¿Cómo había podido traicionar de forma tan vil a sus compañeros? ¿Cómo había podido romper su juramento de sangre con tanta simpleza?

Era algo que no le cabía en la cabeza, pese a que momentos antes él hubiese hecho lo mismo. Pero eso fue distinto… Yo solo dije a Noemi la existencia de esa votación, no a dónde fueron a parar los votos y ni muchísimo menos quién ganó.

Aquello era alta traición. Tenía que tomar medidas. Invocar a los antiguos compañeros de promoción en una reunión extraordinaria. Se llevó las manos al mentón, con la mirada baja, pensativo. No… Mejor hacer algo más pequeño… Más discreto. No vaya a ser que se huela algo. No queremos levantar la perdiz tan pronto. Solo un grupo de los más selectos para empezar. Unos pocos en los que pueda confiar. Sí…

Con todos aquellos planes montados en su cabeza, ni siquiera se había dado cuenta de que había dejado a Noemi en un discreto segundo plano, sin prestarle atención...

—Con que Riko… —Y eso fue literalmente lo último que dijo el tipo, dejando a Noemi de pie, justo delante suyo sin recibir ningún tipo de atención ni nada por el estilo, estaba completamente sumido en sus pensamientos que lo libraron del “control” que ella mantuvo hasta ese preciso instante y le fastidiaba considerablemente.

Sin temor a mostrarse enojada, la rubia se acercó al Uchiha y le dio una buena bofetada en el rostro para ver si así regresaba a tierra.

—¡Despertate, mierdas! —Exclamó la fastidiada Sakamoto que se sentía cada vez más ofendida con las acciones contrarias. —¿Vas a ignorarme por eso no más? ¿Por qué uno de tus compañeros nos comentó de sus charlas “secretas”? —Agregó casi escupiéndole fuego en la cara, una lástima que no pudiera aunque quisiera…

La madre que la…

—¡Noemi! —Era la primera vez que había recibido una bofetada y no se había lanzado de cabeza contra su agresor. Aquella chica tenía carácter, y eso le gustaba. Pero llegar al extremo de pegarle en la cara…

—¿Vas a ignorarme por eso no más? ¿Por qué uno de tus compañeros nos comentó de sus charlas “secretas”?

… y entonces lo comprendió todo. Su vientre se contrajo, sus labios temblaron, y entonces… estalló en sonorosas carcajadas. Echó la cabeza hacia atrás y rio todavía más fuerte y con más ganas. Cuando se le pasó la mayor parte, y tan solo se le escapaban pequeñas risitas, Haskoz recortó la distancia que los separaba y le rodeó los hombros con los brazos, pero sin llegar a abrazarse, sino manteniendo su rostro a centímetros del de ella.

—¿No me digas que estás celosa? —preguntó, todavía sonriendo por lo gracioso que le resultaba. De golpe y porrazo —y con una buena bofetada de por medio—, había perdido todos los nervios que le habían acongojado desde que aquel paseo se había convertido en una cita—. Y yo que pensaba que tenías una confianza ciega en ti misma…

El silencio que se había hecho fue de todo menos agradable para la kunoichi que esperaba una respuesta inmediata, una con palabras entendibles y no una risa a carcajadas como la que le dedicaron. «Ahí va, lo dejé tonto. »Se lamentó la chica que se llevó la misma mano con la que le había golpeado al entrecejo mientras mantenía los ojos cerrados.

«Los hombres tienen pocas ideas, si los golpeas los dejas desbaratados, ¿entiendes Noemi? No los golpees, no en la cara. »Se decía a sí misma en lo que las risas duraban hasta que finalmente habló.

—¿¡Qué!? —Exclamó descolocada mientras la rodeaban con brazos. —¿¡Pero celosa de qué!? ¡Te habías quedado como estatua sin hacer nada! —Agregó apoyando ambas manos en el pecho ajeno. —No tiene nada que ver con eso, te golpee porque no me mola estar acompañada de un idiota que ni me presta atención. ¿Entendido?

Con eso realmente esperaba que la entendieran, aunque por haber comenzado a gritar de esa manera probablemente no le tomasen como ciertas sus palabras lo cual seguramente se convertiría en un dolor de cabeza, más teniendo en cuenta como era su interlocutor.

—¿¡Pero celosa de qué!? ¡Te habías quedado como estatua sin hacer nada! —Agregó apoyando ambas manos en el pecho ajeno. —No tiene nada que ver con eso, te golpee porque no me mola estar acompañada de un idiota que ni me presta atención. ¿Entendido?

—Ya… Claro. Fue solo por eso. —Obviamente, no la creía, pero tampoco valía la pena discutir más sobre el tema. Una pregunta le llevaba rondando la cabeza desde hacía tiempo, desde que ella había asegurado ya saber aquella tradición que los estudiantes de Uzushiogakure llevaban año a año. Creyó que aquel momento era tan bueno como otro cualquiera para preguntárselo—. Oye, y a todo esto… Vosotras no habréis hecho una votación parecida, ¿no?

No se creía que las chicas se hubiesen enterado de aquella votación y se hubiesen quedado tan tranquilas. Por la cabeza de alguna tuvo que pasársele hacer lo mismo, pero votándoles a ellos. Era pura estadística. Pura lógica. Y él necesitaba la respuesta. Necesitaba saberlo...

Esa respuesta fue bastante parecida a la que ella le había dado previamente, aunque la de él sí tenía palabras. Pero de todas maneras dejaría morir el tema allí, además que le habían cambiado de tema.

—Lo pensamos. —Confesó la kunoichi bastante más tranquila mientras trazaba pequeños círculos con un dedo sobre el pecho de su interlocutor. —Pero descartamos la idea por falta de opciones. —Concluiría con una sonrisa de medio lado con la intención de ver la expresión del chico.

«No tengo por qué decirle si lo hicimos o no. »No sería ella la que vendiera a sus compañeras, aunque siendo completamente sincera ya ni se acordaba de a quién votó, siquiera quién había ganado por mayoría de votos. «Probablemente haya votado por Riko, no había mucho para elegir. »Pensó por un instante tratando de recordar el rostro de los demás shinobis que tuvo por compañeros.

—¿Te preocupa que haya votado por alguien más como…? —Comenzó con un tono algo malicioso mientras acercaba su rostro adornado por una sonrisa del mismo calibre. —¿Riko…? —Concluiría.

Quería comprobar que tanto odio le podría haber tomado al chico ese por haber delatado a todos los demás respecto de esa votación, aunque no dio nunca el resultado así que era lo mismo que nada. En otras palabras, las kunoichis no habían averiguado absolutamente nada.

Por falta de… opciones. Haskoz aflojó el abrazo que mantenía sobre ella. Aquella chica le estaba vacilando, tomándole el pelo. Seguramente era eso. Tenía que ser eso.

—¿Te preocupa que haya votado por alguien más como…? —Comenzó con un tono algo malicioso mientras acercaba su rostro adornado por una sonrisa del mismo calibre. —¿Riko…?

Aquel nombre hizo que se le congelase la poca sonrisa que le quedaba. Clavó su mirada en la de ella. No enfadado, ni furioso, sino tremendamente analítico, tratando de averiguar si Noemi le estaba tomando el pelo o en verdad todo aquello era cierto.

—Así que Riko, ¿eh? —su voz sonó impersonal. Vacía. Su mirada, perdida, y su atención, por segunda vez en el día, completamente alejada de todo lo que tenía que ver con Noemi—. Comprendo...

La primera reacción que pudo notar fue la del agarre que se había aflojado y ella había volteado a mirar con una ceja en alto. «Me esperaba algo mejor que eso. »Pero no le diría nada, prefería guardar silencio porque empezaba a creer que le estaba fastidiando para mal y si continuaba tal vez podría llegar a perderlo completamente.

—Claro, pero ahora estoy contigo, ¿verdad? —Diría apegándose más a él. —Tienes la oportunidad de hacerme cambiar de opinión.

Todo lo decía con una sonrisa dibujada y se mostraba bastante segura de sus palabras, pero estaba bastante nerviosa por el tono que el de cabellos claros había utilizado con ella.

—¿Te parece si vamos a comer algo? Yo invito. —Y justo después de soltar aquella pregunta, Noemi tomó a Haskoz por el brazo y tiró no muy fuerte del mismo para motivarle a moverse, después de todo, se habían detenido tiempo atrás.

«Lo único que me falta es que prefiera ir a buscar a sus amigos para linchar a Riko en lugar de estar conmigo. »Se decía a sí misma, cruzando los dedos para no recibir esa desagradable respuesta.

—Claro, pero ahora estoy contigo, ¿verdad? —Diría apegándose más a él. —Tienes la oportunidad de hacerme cambiar de opinión.

La oportunidad de… ¿hacerte cambiar de opinión? El Uchiha se quedó sin saber muy bien qué decir, ligeramente contrariado. Se suponía que si estaba con él era porque ya había cambiado de opinión. A las mujeres no hay quien las entienda… Maldita hora en la que pregunté por la jodida votación.

—¿Te parece si vamos a comer algo? Yo invito.

Sin responder a la pregunta, Haskoz se dejó guiar por ella. Al principio, todavía sin saber qué pensar, y luego, tomando la decisión de que lo mejor era dejar atrás el tema. Al tema y a Riko, que suficientes quebraderos de cabeza le había dado ya. No había razón para perder más el tiempo pensando en él, era un problema que, mucho se temía, tendría que solucionar otro día.

Así pues, trató de animarse e iniciar otro tema de conversación.

—Bueno, y cuéntame —dijo, algo más animado—. ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre? ¿Con qué matas las horas? —preguntó, intrigado. Muchos eran los que habían bromeado sobre su especial dedicación por el cabello, afirmando que seguramente se pasase todas las horas libres cuidándolo y acicalándolo…

Esperaba que solo se quedase en eso. En una broma.

El Uchiha no dijo absolutamente nada pero tampoco se resistió a ser arrastrado de esa manera por la rubia así que podía darse por satisfecha… Por ahora.

No fue un trayecto demasiado largo el que recorrieron antes de que su acompañante abriese la boca, esta vez preguntando por algún hobby o algo del estilo que sirviese para matar rápidamente el tiempo cuando uno no tiene ninguna obligación y si bien, mucha gente bromeaba al respecto e incluso tendía a exagerar sobre ciertas cuestiones, resultaba que con ella al menos le atinaban bastante seguido.

—Nunca tengo tiempo libre, si no estoy entrenando seguramente esté ocupándome de mi incuestionable belleza. —Decía con suma arrogancia, pues se consideraba a sí misma perfecta. —¿No has llegado a tocar mi cabello? No es fácil mantenerlo así, tampoco mi piel que ya sentiste de primera mano. —Explicaba sumamente animada.

—Algún día podría dejarte que me ayudes con alguna de esas cosas, claro, pero… Tendrías que ganártelo, si es que me entiendes. —Tras aquella afirmación la chica se volteó apenas para mirarle por el rabillo del ojo y guiñarle un tanto coqueta mientras seguía dirigiendo la marcha, aunque no estaba del todo segura de a dónde ir.

—¿Algún lugar en el que quieras comer? —Preguntó frenándose lentamente a unos cuantos metros del jardín de los cerezos.

—Nunca tengo tiempo libre, si no estoy entrenando seguramente esté ocupándome de mi incuestionable belleza

Haskoz alzó una ceja, medio sonriendo. Lo de aquella chica era autoestima y seguridad en sí misma y lo demás eran tonterías.

—¿No has llegado a tocar mi cabello? No es fácil mantenerlo así, tampoco mi piel que ya sentiste de primera mano.

Ajá.

—Algún día podría dejarte que me ayudes con alguna de esas cosas, claro, pero… Tendrías que ganártelo, si es que me entiendes.

Vale, sí. Todo aquello estaba muy bien, pero… Tenía que ser una broma, ¿no? ¿En verdad le estaba diciendo que todo lo que hacía en su tiempo libre era arreglarse el pelo e hidratarse la piel? ¿Nada más? ¿Ninguna afición? ¿Ningún hobby con el que divertirse?

Esperó las risas tras la broma, pero esas nunca llegaron.

—¿Algún lugar en el que quieras comer? —preguntó frenándose lentamente a unos cuantos metros del jardín de los cerezos.

—Espera, espera, espera —aquello no podía dejarlo pasar por alto como sin más—. ¿Hablas en serio? Quiero decir… —trató de buscar las palabras que menos le ofendiesen, porque lo que estaba claro era que la iban a ofender—. ¿De verdad no tienes ninguna… afición? —Porque no, acicalarse el pelo no podía ser ninguna afición. Era algo que no entraba en la lógica del Uchiha. Quizá una manía, una costumbre que la ayudase a relajarse… ¿Pero un pasatiempo?—. ¿Algo con lo que te diviertas de cuando en cuando?

Luego de contestar a las preguntas la rubia estaba más que dispuesta a dirigirse al lugar que él recomendase donde podrían comer algo, pero la interrumpieron justo al finalizar las respuestas a las preguntas lo que la dejó un tanto descolocada. ¿Tan extraño podía resultar que su pasatiempo fuese ocuparse de su cabello o de su piel? Para ella al menos no había nada más entretenido salvo tal vez molestar a algún hombre que pasara como había hecho anteriormente con Haskoz, aunque sin llegar a establecer contacto físico de ningún tipo.

—Sí, hablo en serio, me divierte cepillar mi pelo y cuidar mi piel. ¿Tiene algo de malo acaso? —Diría con una ceja enarcada y mirando fijamente a los orbes de color miel del chico. —¿Qué esperabas que respondiera? —Agregó con una mirada un tanto acusadora.

Acompañando sus palabras Noemi se cruzó de brazos e inclinó hacia adelante para mirar desde abajo al Uchiha, manteniendo aquella mirada penetrante que no era más que eso, sus ojos no tenían ninguna característica especial ni nada que la ayudase como a él para detectar mentiras ni cosas así.

Pero tras unos segundos en aquella posición, la kunoichi volvió a enderezarse y las manos las llevó esta vez a cada lado de su cadera, aunque seguía con la misma mirada acusadora.

—¿Y tú qué haces en tu tiempo libre?

—Sí, hablo en serio, me divierte cepillar mi pelo y cuidar mi piel. ¿Tiene algo de malo acaso?

Haskoz alzó las manos, como inocente.

—No he dicho eso. Solo que me parece —un coñazo—, un poco aburrido.

—¿Qué esperabas que respondiera?

Estaba claro que su insistencia sobre el tema no había sido el movimiento más inteligente. De hecho, cada vez que sacaba un nuevo tema de conversación, metía más la pata. Mantener una cita por el buen camino parecía más complicado que ganarle una partida de ajedrez al jugador más consumado.

——¿Y tú qué haces en tu tiempo libre?

Ah, ahora es cuando se toma la revancha y critica mis aficiones... Pero en realidad era una buena pregunta. ¿Qué le interesaba a él? Le llevó más tiempo empezar de lo que hubiese imaginado.

—Pues me gustaba ir a la academia, la verdad. Especialmente cuando hacíamos pellas. —Tras su graduación, su vida se había convertido en unas pellas continuas. Pero ya no era lo mismo. La gracia estaba en hacer algo prohibido, en sentir el peligro de ser cazado… y en hacerlo junto a un grupo de amigos. Ahora, el contacto que mantenía con el resto se había visto reducido drásticamente. Y como él era huérfano y vivía solo… su día a día se había convertido en un coñazo—. Ahora gasto el tiempo en otras cosas… En planificar, por ejemplo. ¿La pequeña estrategia con la que te tumbé al suelo? Una pequeña variante de una estratagema que había pensado para un combate. ¿La trampa en la que caíste cuando me viste? Un pequeño testeo para ver si funcionaba, por si algún día lo necesito en alguna misión. A veces trato de pensar en cómo podría ayudar a Uzu a mejorar su nivel de vida, su poder militar... Pocas veces doy con una solución —reconoció, rascándose la nuca—. Otras veces me gusta ir a la biblioteca, a intentar encontrar algún libro relacionado con mi clan… Cualquier cosa que me ayude a saber más de mi propia sangre… Pero por el momento también tengo poca suerte con eso. Me gusta jugar al shogi, al ajedrez, a las cartas… Cualquier juego de estrategia me sirve. También luchar. Entrenar no tanto… —ahora que había cogido carrerilla, sentía que podía seguir hablando sobre sus aficiones todo el día—. Por la noche, si el cielo no está nublado, me gusta subir al techo de mi edificio y… mirar las estrellas, tumbado con alguna manta para protegerme del frío, mientras pienso en mis cosas. —Quizá no debería haber dicho aquello último. Ahora que sonaba en su cabeza, era más embarazoso y cursi de lo que se hubiese imaginado en un principio. Pero lo hecho, hecho estaba, y no valía la pena lamentarse por ello.