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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#76
Daruu le devolvió la mirada y sus ojos se encontraron: púrpura contra castaño, igual de ansiosos, igual de temerosos. Los dedos de él siguieron acariciando su piel con suavidad y ternura, y ella no pudo evitar estremecerse ante el contacto.

Llevamos mucho tiempo juntos —le susurró Daruu—, y no tenemos muchas oportunidades para estar solos. Vivimos en un mundo con muchos riesgos. Cualquier día puede pasar algo.

Eso... no suena muy halagüeño... —respondió ella, con una sonrisa inquieta.

Pero Daruu se acercó aún más a ella, hasta el punto de que sintió la caricia de su respiración en sus mejillas encendidas.

No quiero desperdiciar ni una noche. Yo también estoy asustado, pero... alguna vez tendremos que hacerlo, y... sólo tengo clara una cosa. No hay mejor persona con quien hacer esto que contigo. Te quiero, Ayame.

Te quiero...

Sus labios volvieron a encontrarse, y el agarre de Ayame perdió fuerza hasta que sus dedos simplemente se quedaron rodeando la muñeca de Daruu. Dejó que él la desnudara y ambos quedaron igual de expuestos. Pero cualquier tipo de vergüenza quedó rápidamente eclipsada cuando sus cuerpos reaccionaron juntos. Ayame nunca se había sentido así, con la mente tan nublada como si hubiera entrado en un profundo y peligroso genjutsu del que no deseara salir jamás. La situación escapaba a su control y ya no era su mente la que tenía el control. Era su cuerpo el que actuaba, inconsciente, sus manos acariciando la espalda de Daruu, pidiendo por más.
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#77
Ayame correspondió a sus últimas palabras, y juzgando su inacción, consintió a continuar. Se fundieron entonces en un delirio en el que el tiempo pasaba demasiado lento y demasiado rápido al mismo tiempo. Daruu sintió que el corazón se le aceleraba hasta que pensó que le iba a estallar. Cada vez pensaba más lascivamente en Ayame y eso le parecía mal, pero sentía que si era consciente de ello es que todo... estaba bien. Los muchachos se besaron, se tocaron y se mordieron, abandonando ya por completo todo pensamiento cuyo objetivo estuviese fuera de aquella habitación.

Daruu había fantaseado, como todo adolescente, con aquél momento. Pero ninguna de sus ensoñaciones se habían acercado a una realidad que estaba resultando ser bien distinta. Más torpe, menos utópica —se hicieron daño, se torcieron el pie, se rieron— pero también más mágica. Y llegó un punto en el que ya no le preocupó que algo saliera mal. Habían salido mal muchas cosas. Y no había pasado nada. Porque estaban disfrutando. Él estaba disfrutando, Ayame lo estaba disfrutando, aunque jamás lo hubiese admitido si le hubiese preguntado. Pero lo notaba.

Y eso sólo le hacía perder todavía más el control.

Bebió de sus labios, de su cuerpo y de su pelo, la rodeó varias veces y le arañó la espalda, sediento, hambriento, enamorado.
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#78
Lo que sucedió a continuación quedó enredado en una caótica espiral de niebla y delirio. Ya no había momento para pensar, sus cuerpos eran los que habían tomado el control y se esmeraban en seguir en contacto con el otro. El corazón de Ayame latió desbocado al compás del de Daruu, su respiración agitada y sus suspiros terminados en débiles gemidos se entremezclaron con los suyos y sus manos buscaron con desesperación la piel del otro. Se habían abandonado por completo, en cuerpo y alma, dejándose embriagar por la fórmula del amor que les llevó a ser arrastrados por aquel torbellino, pero ninguno de los dos hizo nada por evitarlo. No deseaban evitarlo.

Y sólo ellos y la luna vigilante en el cielo serían testigos directos de lo que ocurrió aquella noche bajo aquellas sábanas.

Ayame arqueó la espalda en un arrebato, y sorprendió a su aturdido cerebro haciendo una comparación de lo más estúpida en aquellas circunstancias: aquella sensación era muy parecida a cuando perdía el control por Kokuō... pero allí donde sólo había ira primitiva y vapor abrasando su piel, ahora sólo había pasión y fuego inundando sus venas con el aquel placer que la invitaba a suplicar más. Hubo dolor, por supuesto que lo hubo. Y claro que hubieron torpezas. Las primeras veces siempre son dolorosas y torpes, y ningún relato debería mentir al respecto. Pero a Ayame no le importó: el placer que sintió junto a Daruu con cada roce y con cada beso y que la elevó hasta el séptimo cielo fue mucho mayor...

Y cuando se entregaron a la tentación de la carne, completamente rendidos, ella acabó apoyada en el pecho de Daruu, aún respirando agitadamente.

¿Qué hemos hecho...? Voy a necesitar muchas barreras mentales para ocultar esto...
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#79
Con cada movimiento de cintura, el sentido se le perdía más y más. Daruu aprendió muchas cosas aquél día; todas buenas, pero la que más le sorprendió fue que le excitaban más de lo que se habría atrevido a admitir los débiles gemidos de su pareja. Ni la vista ni el tacto hacían tanto como saber que ella estaba disfrutándolo tanto como él. Cada contacto de piel con piel era más placentero que el anterior. Él se esmeró en cada caricia, en cada beso, procurando guardarlo todo en la memoria. Ahora mismo, sólo estaban él y ella, juntos, las sábanas y aquella habitación. Quiso que no acabase nunca...

...y cuando terminó, acabó realmente exhausto.

¿Qué hemos hecho...? Voy a necesitar muchas barreras mentales para ocultar esto...

Daruu se reincorporó en la cama, las manos apoyadas en el colchón y los ojos muy abiertos.

Oh, por Amenokami. ¡Por Amenokami, Ayame! ¡No podremos... no podremos ocultar tanto! ¡Voy a estar pensando en esto durante d...! Quiero decir... —Daruu se esmeró por apartar la mirada y buscar un refugio para ella, pero no lo encontró—. ¿Para ti ha sido tan... bueno?
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#80
Él se reincorporó, sentándose de repente en la cama, prácticamente arrancando a Ayame, que hasta el momento había estado apoyada sobre su pecho, de su lado.

Oh, por Amenokami —exclamó—. ¡Por Amenokami, Ayame! ¡No podremos... no podremos ocultar tanto! ¡Voy a estar pensando en esto durante d...! Quiero decir... —añadió, tratando de disimularlo. Pero Ayame sabía bien a lo que se refería, y no podía culparle. Ella misma sería incapaz de dejar de pensar en aquello durante días—. ¿Para ti ha sido tan... bueno?

En aquella ocasión fue Ayame la que se sonrojó hasta las orejas y apartó la mirada, avergonzada. Se levantó, y comenzó a recoger la ropa del pijama, que había quedado abandonada en el suelo de cualquier manera.

S... Sí... —respondió al cabo de varios segundos, de forma escueta, mientras se vestía—. Y... ¿Y tú...? Quiero decir...
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#81
Ayame se sonrojó. Nunca había sabido mentir, ni ocultar lo que estaba pensando. Y aunque así fuera, Daruu la había visto, la había oído, la había sentido. Por supuesto que ya conocía la respuesta. Pero quería oírlo de sus labios. La muchacha se había levantado y recogía la ropa a toda prisa. A Daruu le pareció muy mal. No podía dejar de mirarla, además estaba tan suave... quería quedarse dormido junto a ella, así como estaban.

S... Sí... —respondió al cabo de varios segundos, de forma escueta, mientras se vestía—. Y... ¿Y tú...? Quiero decir...

Fue esta vez él quien apartó la mirada y comenzó a vestirse.

Ni siquiera me habría imaginado que mi primera vez sería tan buena... —confesó—. Y estaba muy nervioso pero... ya no tengo miedo. No ha ido mal... Y te quiero y...

Se lanzó de golpe a la cama y se arrebujó entre las sábanas.

¿Vienes? —dijo, asomando su aún más de lo habitual despeinada cocorota y sólo los ojos. Extendió un brazo en horizontal. Invitándola.
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#82
Y, con su pregunta, fue Daruu quien desvió la mirada y comenzó a vestirse. Aquel podía ser perfectamente un concurso de sonrojos.

Ni siquiera me habría imaginado que mi primera vez sería tan buena... —confesó—. Y estaba muy nervioso pero... ya no tengo miedo. No ha ido mal... Y te quiero y...

Para sobresalto de Ayame, Daruu se lanzó de golpe a la cama y se metió entre las sábanas.

¿Vienes? —la invitó, asomando sólo los ojos y extendiendo un brazo hacia ella. Sus cabellos estaban bastante más despeinados que de costumbre, creando varios picos nuevos que se alzaban de forma graciosa.

Y Ayame se acercó, se acurrucó bajo las sábanas y en aquella ocasión no le dio la espalda. Más relajada que antes, se permitió la confianza de apoyarse en su pecho. El sonido de los latidos de su corazón resultaban extrañamente relajantes, como el tic tac de un reloj...

Y, hablando de relojes...

Daruu-kun... —dijo, entornando ligeramente los ojos, con las pupilas clavadas en el reloj que había sobre la mesita de noche del lado del muchacho—. Ya son más de las doce, ya es "mañana" —le tentó, tirándole de la lengua.
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#83
Ayame se acercó y se tumbó con él, acurrucándose en su pecho. Daruu sintió el rubor subiéndole por las mejillas y la apretó contra él. Suspiró, relajándose como nunca antes lo había hecho. Su olor, otrora excitante, resultaba ahora un sedante dulce como el aroma que las flores utilizan para atraer a... a... bueno, a esos bichos cabrones que no quiero mencionar.

Pero Ayame todavía no había pensado dejar de sorprenderle.

Daruu-kun... —dijo, entornando ligeramente los ojos, con las pupilas clavadas en el reloj que había sobre la mesita de noche del lado del muchacho—. Ya son más de las doce, ya es "mañana" —le tentó, tirándole de la lengua.

Daruu chasqueó la lengua.

¡La madre que te parió! ¡Dijimos que hoy no hablaríamos más de cosas de ninja! ¡Y me da igual lo que digas, "mañana" para mi es cuando me despierto al día siguiente no aho...! —Daruu observó a Ayame. Sus ojos de color avellana parecían más grandes que nunca. Con las manos acurrucadas en su pecho, le observaba con una sonrisa irresistible. Él apartó la mirada, incómodo—. ¡Aagggh! Está bien... está bien.

»Cuando mi madre perdió los ojos, tú le enseñaste una técnica que le cambió la vida. Hablo de tu ecolocación, claro. A partir de entonces volvió... a ser ella misma. Le permitió seguir horneando, aunque fuese en casa. Desenvolverse en el día a día. La ayudaste muchísimo, Ayame. Y yo pensé que era genial que el Ninjutsu sirviese para ayudar así a los seres queridos...

»Luego, cuando los Generales te interceptaron y estuviste tanto tiempo en el calabozo con el sello revertido... no pude dejar de pensar, contínuamente, en qué habría pasado si tú también hubieses conocido una técnica suya... podrías haber salido de allí en un instante. Podrías haber huído. Podrías haberte librado de todo este calvario, Ayame. Y pensé que entre compañeros, tanto secretismo con las técnicas es inútil. Podemos ayudarnos, como tú hiciste con mi madre.

Hubieron unos segundos de silencio.

»Te enseñaré el Chiishio Kuchiyose, Ayame. Así no tendrás que tener miedo cada vez que salgas de la aldea. Estarás siempre a unos breves segundos de volver a tu casa, sana y salva, con tu familia... o conmigo. Siempre.
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#84
¡La madre que te parió! —protestó. chasqueando la lengua—. ¡Dijimos que hoy no hablaríamos más de cosas de ninja! ¡Y me da igual lo que digas, "mañana" para mi es cuando me despierto al día siguiente no aho...!

Pero Daruu tuvo que interrumpirse a mitad de frase, cuando Ayame volvió la cabeza hacia él y le miró con ojos grandes, penetrantes y brillantes como los de un cachorrito.

¡Aagggh! Está bien... está bien —accedió finalmente, apartando la mirada.

Y ella esbozó una radiante sonrisa, sabiéndose victoriosa. Había veces que no necesitaba hacer uso de sus ilusiones para que Daruu accediera a sus deseos. Una pequeño puchero, una simple mirada, y era suyo para que comiera en la palma de su mano.

Cuando mi madre perdió los ojos, tú le enseñaste una técnica que le cambió la vida. Hablo de tu ecolocación, claro —comenzó a explicar, y ella le escuchó con atención—. A partir de entonces volvió... a ser ella misma. Le permitió seguir horneando, aunque fuese en casa. Desenvolverse en el día a día. La ayudaste muchísimo, Ayame. Y yo pensé que era genial que el Ninjutsu sirviese para ayudar así a los seres queridos...

No fue para tanto... —dijo ella, con las mejillas arreboladas—. Quería ayudarla de alguna manera, y fue lo único que se me ocurrió.

Pero él no había terminado de hablar.

Luego, cuando los Generales te interceptaron y estuviste tanto tiempo en el calabozo con el sello revertido... no pude dejar de pensar, continuamente, en qué habría pasado si tú también hubieses conocido una técnica suya... podrías haber salido de allí en un instante. Podrías haber huido. Podrías haberte librado de todo este calvario, Ayame. Y pensé que entre compañeros, tanto secretismo con las técnicas es inútil. Podemos ayudarnos, como tú hiciste con mi madre —Daruu hizo una pausa de varios segundos, y Ayame le miró con la cabeza ladeada. ¿Acaso estaba sugiriendo...?—. Te enseñaré el Chiishio Kuchiyose, Ayame. Así no tendrás que tener miedo cada vez que salgas de la aldea. Estarás siempre a unos breves segundos de volver a tu casa, sana y salva, con tu familia... o conmigo. Siempre.

La revelación cayó sobre ella como un pesado mazo. Ayame se quedó boquiabierta, sin saber muy bien qué decir, qué pensar o como reaccionar. Y se quedó así durante varios largos segundos, absolutamente petrificada.

D... ¿De verdad? Pero... ¿Estás seguro de querer enseñarme una técnica tan importante para vosotros? —balbuceó, con un débil hilo de voz—. Además, conociendo su poder... puede que ni eso fuera suficiente. ¡Yo intenté huir! Pero mis alas de agua no sirvieron... Me abatió en el aire con un solo golpe...
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#85
Daruu negó con la cabeza, y cogiéndola de la nuca, la atrajo una vez más hacia él.

No te preocupes —dijo—. ¿Qué es más importante, una técnica o la seguridad de tus seres queridos? Piénsalo. —Hizo una pausa—. Y en cuanto a que no podrás huir, permíteme que lo dude. Nadie se espera que puedas teletransportarte a la otra punta de Oonindo. Nadie mejor que tú, que tienes un buen control del chakra, para usarla. Esas alas son impresionantes, cariño. —Le acarició el pelo—. En fin, ahora que ya lo sabes, ¿qué tal si me cuentas sobre esa técnica en la que estabas trabajando para ayudar a Kokuo? ¿Eh? Ya es mañana. —Repitió, con tono burlón.
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#86
Pero él negó con la cabeza y, tomándola por detrás de la nuca, volvió a atraerla:

No te preocupes. ¿Qué es más importante, una técnica o la seguridad de tus seres queridos? Piénsalo —Daruu hizo una pequeña pausa antes de continuar—. Y en cuanto a que no podrás huir, permíteme que lo dude. Nadie se espera que puedas teletransportarte a la otra punta de Oonindo. Nadie mejor que tú, que tienes un buen control del chakra, para usarla. Esas alas son impresionantes, cariño. —añadió, acariciándole el pelo. Y las mejillas de ella volvieron a encenderse como dos faros en mitad de la noche—. [sub=mediumseagreen]En fin, ahora que ya lo sabes, ¿qué tal si me cuentas sobre esa técnica en la que estabas trabajando para ayudar a Kokuō? ¿Eh? Ya es mañana —repitió, con tono burlesco.

Pero los labios de ella se curvaron en una suave sonrisa, casi maliciosa.

Me temo que vas a tener que esperar a la mañana de verdad, Daruu-kun —respondió, estirando el cuello para besarle con dulzura—. Prefiero que estemos en un lugar más... "solitario" para hacerlo. Y además, estoy muy cansada —añadió.

Y, antes de que él pudiera protestar, Ayame se separó de él, se enterró bajo las sábanas y le dio la espalda.

¡Buenas noches!
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#87
¡Un momento, eso no es justo! —protestó, mientras Ayame se daba la vuelta, se separaba de él y se enterraba bajo las sábanas—. ¡Eh, y encima me dejas solo después de...! ¡...de usarme como un objeto! —dramatizó, fingiendo llorar. Al ver que la muchacha no le hacía caso, se subió encima de ella, retiró las sábanas de golpe y la hizo girar para tenerla frente a él—. ¿Ah sí? ¡Te vas a cagar!

Daruu clavó los dedos en sus costados y comenzó a hacerle cosquillas, sin intención de parar.
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#88
¡Un momento, eso no es justo! —le oyó protestar a su espalda, y Ayame no pudo evitar soltar una risilla divertida—. ¡Eh, y encima me dejas solo después de...! ¡...de usarme como un objeto!

Daruu dramatizaba, y ella lo sabía bien. Por eso no le hizo mayor caso. En silencio, simplemente cerró los ojos y se acurrucó aún más entre las sábanas, preparándose para dormir. Claro que, lo que no esperaba, era que se produjera un segundo asalto.

¿Ah sí? ¡Te vas a cagar!

Y, antes de que pudiera hacer nada por evitarlo, Daruu se colocó encima de ella, aprisionándola entre sus piernas, retiró las sábanas que la cubrían y la obligó a girarse hacia él. Entonces clavó los dedos entre sus costillas, y Ayame se retorció como una culebra, tratando de escapar, cuando las cosquillas la invadieron.

¡Jajajajajaja! ¡Para! ¡PARA! —suplicaba, entre estruendosas carcajadas, mientras intentaba quitarse a Daruu de encima. Quizás él lo supiera, o quizás no, pero Ayame era exageradamente sensible a las cosquillas y era muy probable que las tuviera en cualquier parte del cuerpo. Aunque, claramente, tenía sus puntos débiles, y los costados era uno de ellos—. ¡JAJAJAJA! ¡No te lo voy a decir ahora! ¡Para, por favor! —Ayame le empujó por los hombros, trató de apartar sus manos, ella misma intentó hacerle cosquillas a él en las axilas...—. Te... ¡Te voy a hacer daño! N... ¡No quiero mojar la cama! —añadió, en una clara referencia a su habilidad especial.
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#89
Daruu, lívido, se detuvo, aparentemente asustado por las últimas palabras de Ayame. No, por todos los dioses, no. Lo último que quería ahora mismo es tener que pedirle al recepcionista otro juego de sábanas. ¿Qué excusa pondrían? Ayame podía, literalmente, explotar.

Lentamente, se bajó de encima y esta vez fue él el que le dio la espalda.

Eres una tramposa de mierda, que lo sepas —bufó—. Yo te lo he contado. Hala, buenas noches.

Resopló de nuevo.
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#90
Y Daruu se detuvo, pálido y aterrorizado. Y no era para menos: después de los escándalos que habían montado en la recepción del hotel, ¿qué excusa iban a poner si Ayame, en pos de escapar de aquella tortura, licuaba su cuerpo y terminaba empapando las sábanas? Con suma lentitud, como si estuviera tratando con una bomba a punto de estallar, Daruu se apartó de ella y volvió a tumbarse en su lado de la cama.

Eres una tramposa de mierda, que lo sepas —bufó, dándole la espalda—. Yo te lo he contado. Hala, buenas noches.

El corazón de Ayame se contrajo de forma dolorosa ante la gelidez de las palabras de su pareja.

Vamos... no te enfades —susurró, suplicante y llena de pena—. Sólo espera un poco más, por favor, tengo mis motivos para no enseñártelo ahora...
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