Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
« Aquí falta algo, ¿no? » — pensó Juro, mientras miraba la estatua de Sumizu Kouta, decapitada.
Juro se encontraba ahí, delante de las estatuas, en el valle del fin. Otra vez, como había hecho en el pasado, había regresado ahí. Ya no como genin, si no como jounin. No había podido evitar ver el detalle de que habían arrancado la cabeza de una estatua. Se preguntó quién había sido, aunque la respuesta le vino a la mente sin evitarlo.
¿Quién había atacado a Uzushiogakure en el examen? Amegakure y Kusagakure, pero sobretodo Amegakure. Y ahora, curiosamente faltaba la cabeza de la estatua del Kage de Ame.
« No te precipites. Tampoco tienes pruebas » — No sabía cuánto tiempo llevaba pasando esto (ni por qué Amegakure no había tomado represalias, aunque eso tampoco lo sabía)
De igual forma, él no había llegado hasta allí para investigar eso. Igual que en su momento llegó como un genin recien graduado, para encontrar su camino. Igual que cuando llegó ahí otra vez, tras el torneo de los dojos, para tratar de encontrar la fuerza para seguir tras su patética derrota.
Una vez más, estaba ahí, ahora con un nuevo cargo. Y otra vez, buscaba la fuerza de sus antepasados.
— No sé como hacerlo... — había murmurado, tras encarar la estatua del que fue el primer Kage de Kusagakure —. C-creo que ésto me viene un poco grande.
Ese día no llevaba el chaleco ni la placa. No se sentía merecedor de llevarlas delante de ellos (ni con fuerzas para presumir en el viaje de su nuevo cargo). Hasta que se sintiera capaz de afrontar algo así, solo los llevaría obligatoriamente en su aldea y en su país, dónde debía de llevarlos. Ahí, en tierras extranjeras, no tenía jurisdicción ni fuerzas para nada. Solo llevaba su bandana, como un recordatorio. Vestía su nuevo sueter negro que le llegaba hasta el cuello y sus nuevos pantalones azules. También llevaba el bulto a su espalda que era su marioneta, y los dos rollos atados a la cintura.
Se quedó ahí, sentado, observando el rostro de su antepasado. ¿Cómo iba a encontrar fuerzas para seguir? No lo sabía, pero no pensaba levantarse de ahí hasta conseguir algo claro. Al menos, esa era su idea.
Eso es el tiempo que parecía haber pasado desde el desastroso final del examen de Chunin. Mucho tiempo. En realidad, no había sido ni la mitad de lo que me había parecido, pero solo tenía conflictos internos. Aunque nada de eso se comparaba a lo que tenía delante.
Ponía mi puño entre mi ojo y la cabeza ausente, esperando que apareciese cuando apartase mi mano, infructuosamente, claro. En otros tiempos, habría alucinado, ahora estaría haciendo la croqueta en el suelo de la sola impresión de contemplar la escena que tenía ante mi. Ahora solo veía los problemas que iba a ocasionar que la PUTA CABEZA DEL TIO DE AMEGAKURE NO ESTUVIESE.
El cuando y el por qué iban a importar más o menos una mierda conociendo a Kusagakure y Amegakure, quienes no necesitan datos para juzgar con avidez. ¿Hanabi sabía esto? ¿Tendría Datsue algo que ver? Shiona-sama le proteja si así es. Qué digo Shiona-sama le proteja, Shiona-sama lo descuartice de una vez por todas, ese loco nos iba a llevar a la guerra. Y lo peor es que le seguiría solo porque seguirle a él es mejor opción que tener que aguantar las actitudes pedantes de las otras villas.
Porque sí, Datsue podía ser un gilipollas redomado, pero tenía sus motivos, cosa que las otras aldeas no solo no tenían sino que se inventaban sobre la marcha manchando la reputación de Uzushiogakure. Todo eso solo me estaba poniendo de más mala hostia, justo cuando pensaba que empezaba a superar el enfado nacido aquel fatídico día.
La razón por la que estaba en el Valle del Fin es la razón por la que todo el mundo va al Valle del Fin, acabar algo y empezar algo nuevo. Esperaba que lo nuevo fuese mejor, pero en vista de que el destino le había puesto una cabeza de Arashikage desaparecida y un par de olores demasiado familiares para ignorarlos, igual eran señales de que era hora de tomar partido.
Stuffy y yo nos encaramamos a la estatua de nuestro kage muerto, y desde ahí observamos la escena. Juro apareció y se quedó contemplando el panorama. Si tan solo el destino no fuese tan obvio, tal vez hubiese intentado parlamentar. Sin embargo, la imagen de Juro a la cabeza de un grupo de genins de Kusagakure dispuestos a colarse en el hospital de Uzushiogakure, como si de un equipo de infiltración se tratara, no salía de mi cabeza.
Él, que se supone que era un amigo, liderando a un grupo de locos que habían sido los culpables de todo el alboroto y tensión que ocurrió aquel día. Asumiendo, sin prueba alguna, que nosotros, los ninjas que estaban protegiendo su villa de un monstruo de Amegakure, habíamos planeado secuestrar a Aotsuki Ayame. ¡Como si eso nos importase una mierda al lado de las putas vidas de los espectadores!
Vale, ya me había enfadado en serio. Miré a Stuffy, y al parecer, él pensaba parecido, pues estaba enseñando los dientes y a punto de empezar a ladrar y gruñir, para proceder a morder y orinar. Le asentí como solo le había asentido dos veces, era la hora.
Bajé solo de la estatua y encaré a Juro.
— ¡Juro!
Fue un grito crudo y lejos de ser un saludo, casi sonaba a insulto.
En los pasados días, Eri no había hecho más que escuchar rumores a cerca de una cabeza y el Valle del Fin, cosa que no entendió al principio pero que, tras estar unas horas allí, Minori no parecía tener otro tema de conversación, así que ella, ataviada con sus ropas normales sin el chaleco de Jounin ni su placa —la cual estaba guardada celosamente en su portaobjetos—, se encaminó hacia el lugar mencionado.
Pero no sabía que se encontraría la fiesta allí.
— ¡Juro!
Se escuchó en la lejanía, y Eri reconoció esa voz de inmediato a la par que un escalofrío recorría su espalda.
«¡Nabi!»
Y había mencionado a Juro, no muy contento.
Echó a correr para encontrarse a ambos bajo las estatuas, pero permaneció oculta entre los arbustos y los árboles que rodeaban el lugar, inquieta. Quizá no era el momento de aparecer de la nada. ¿O sí? Era cierto que tras los acontecimientos en el examen de Chuunin estaba tenso el asunto, así que...
—¡Nabi! ¡Juro-san! —saludó, como quien oía llover.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Tan ensimismado había estado en sus reflexiones, que si hubiera sido un perro (irónicamente, lo era) probablemente le habría mordido. Afortunadamente Nabi estaba más o menos en sus cabales cuando descendió sobre él. Cayó bajo la estatua y le dio un susto de muerte.
Estaba enfadado. Juro recordó lo último que había pasado en Uzushiogakure, y supuso que era posible. Pero también era cierto que esto tenía que pasar: se iban a encontrar al fin y al cabo. El mundo era grande pero también era oportuno.
— Nabi.... — Juro no estaba enfadado. De hecho, no sabía qué pensar sobre todo lo que había ocurrido. ¿Cómo debía reaccionar?
Tenía clara una cosa, y es que no quería pelear con él. No fuera de su aldea, en aquel lugar. No era una buena idea. Otro detalle que no le pasó desapercibido es que Stuffy no estaba con Nabi. Recordaba como ese perro le había ladrado (lo cual sentía hasta doloroso, después de haberle podido acariciar), y también como imitaba las emociones del dueño. No podía estar muy lejos: él no parecía separarse de él.
« O no está, o está por aquí. Recuerdo que lo usaba en batalla » — Nabi siempre había presumido de él y de que Juro moriría si peleaban los dos. Por algo sería.
Antes de que las cosas se pusieran más serias, sin embargo, escuchó una voz angelical.
—¡Nabi! ¡Juro-san! — ¡Era Eri! ¡Eri! ¡Y ella no sonaba enfadada!
« Podría ser una trampa.... » — pensó, pero esa voz se quedó callada en sus pensamientos. Solo porque era Eri. Él no la recordaba como la participante del chunin que había enfrentado a la bestia, ni como la competente ninja pelirroja que era. Simplemente recordaba que era la chica que le había acompañado en el baile en aquel museo, y se había divertido con él. Le costaba pensar mal de ella.
Por otra parte, recordaba a Nabi como el tio que le había rajado en el valle del fin. No había comparación.
— H-hola Eri-san... — mumuró Juro. Notó un silencio incómodo, que tuvo que disuadir de alguna forma —. Bueno... ¿Qué tal estais?
Juro no se atrevió a acercarse a ninguno de los dos. Mantuvo la distancia, por miedo a que cualquiera hiciese algo. Aunque Eri fuese muy amable, Nabi parecía enfadado, y antes apoyaría a uno de su villa que a él.
Si algún día, en algún examen teórico sobre lengua y frases hechas me preguntaran "Describe una situación en la que se aplicase la frase hecha 'Salvado por la campana'.", esta situación exacta sería mi respuesta. Calcadita. Eri se acercaba toh feliz a nosotros, y por primera vez en mi vida, me dieron muchas ganas de darle una colleja sin ningún tipo de incentivo sexual ni nada, una colleja de las de toda la vida, a pelo.
Juro se tensó aún más, si metiese carbón en su culo habría hecho un diamante de tanta presión que estaba haciendo. Y ni siquiera le había dicho ni hecho nada, kuseños pensando mal, vaya, qué sorpresa.
Le ignoré y me coloqué rápidamente entre él y Eri.
— ¡Eri-sama! ¿Qué haces aquí?
Justo en ese momento recordé que Eri era Jounin. Y si algún examen me preguntaba por una situación donde alguien estuviese 'jodido' esa era mi situación. Por suerte, todo estaba en marcha ya, así que solo quedaba hacerse el loco en ratito y el sorprendido otro ratito. Sin embargo, Eri no llevaba chaleco ni chapita. Que ahora que ataba cabos, Juro tampoco. ¿No le habían ascendido? Vamos, hombre, eso no se lo tragaba nadie.
El único participante de Kusa, líder de la facción de asalta hospitales, campeón indiscutible de cambios radicales y traiciones aberrantes. Además de malpensar como un desgraciado, es decir, ¡todos los requisitos para ser un verdadero kuseño! Tenía que ser por lo menos SubKusaKage. SKK Juro.
No supo por qué, pero el ambiente parecía más cargado que el normal.
Juro parecía tenso, quedándose en su posición y ella entendió aquello como que la firme paz que había estado alargando Shiona y en post de ella, Hanabi, pronto se estaba yendo a su fin. Quiso bufar, maldecir, pero no dijo nada. Ella, por su parte, sí se acercó a ellos, colocándose a una distancia prudente tanto de Juro como de Nabi.
— H-hola Eri-san... Bueno... ¿Qué tal estais?
Pero Nabi se colocó en medio, no sabiendo muy bien por qué.
— ¡Eri-sama! ¿Qué haces aquí?
—Llámame Eri, por favor, no quiero ser nunca -sama para nadie —contestó modestamente, luego miró a Juro y le sonrió ligeramente—. He venido para ver si era cierto que uno de los tres grandes no tenía cabeza, me parece una falta de respeto y un atentado contra nuestro mundo, por lo que tenía que corroborarlo —explicó, sincera—. Y gracias Juro, yo me encuentro bien, ¿y tú? ¿Cómo va todo? ¿Qué haces aquí, Nabi?
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Nabi se colocó entre medio de Juro y de Eri, aunque Juro no supo exactamente por qué. Eran compañeros de la misma villa, y hasta el punto que él sabía, amigos, ¿no? ¿Por qué no se juntaban?
Entonces Nabi habló y Juro contuvo la sorpresa.
« ¿Eri...sama? » — ¿De dónde venía eso? Nabi siempre decía idioteces, pero nunca lo había escuchado decir eso. De hecho, tras todo el asunto del examen, Juro no se habría preguntando que habría pasado con Eri. Ella había participado como él, y seguro que con honores también, tras todo el mareo del bijuu. Si ella participó en el sellado, bien podrían haberla ascendido, puede que incluso a jounin, como a él.
Aun así, Juro trató de no mostrar sorpresa. La verdad es que el cargo no le impresionaba. El chaleco no cambiaba nada. Eri seguía siendo la misma Eri. La cosa es que no conocía sus habilidades, y esperaba no hacerlo. No quería ninguna pelea con ellos en ese momento.
Eri habló acerca de la pérdida de la cabeza de una de las estatuas. Juro no pudo más que asentir.
— Todo bien, gracias. Sigo con las misiones, mi entrenamiento... la vida sigue, supongo — murmuró Juro, encogiéndose de hombros. Le gustaría quitarse la sensación de incomodidad y poder charlar con su amiga, pero estaba muy ocupado preocupándose por si le odiaban o no —. La verdad es que me acabo de enterar por las malas de lo de la estatua viéndolo por mi mismo. Espero que tenga ninguna repercusión grave
Porque ya tenían bastante con lo que tenían, como para preocuparse encima de esto.
Juro cometió tres errores en aquel momento. Primero y más obvio, distraerse, segundo, no moverse y, el peor de todos, ser un kuseño traidor hijo de un chacal. No dije nada, las palabras eran innecesarias. Por suerte, a nadie le pareció extraño porque Juro contestó a Eri antes de que esta pudiese darse cuenta de que no estaba realmente pendiente de qué me había preguntado.
Había cosas más importantes a las que estar atentos. No con la mirada, que iba de Eri a Juro conforme hablaban, ni con las orejas, que estaban apagadas o fuera de cobertura, sino con el olfato. Ese sentido tan desarrollado y útil para un Inuzuka, un sentido entrenado desde el minuto uno para detectar ciertos olores, olores inconfundibles. El de los desechos biológicos de Stuffy.
¿Por qué estaba entre Juro y Eri? ¿Por qué iba a ser? Si eso salpicaba a Eri, me iba de cabeza al matadero o a limpiar retretes de por vida, ya tuvimos nuestro momento con Datsue, casi mejor no repetir. Pero no había forma de detener lo que iba a pasar, nunca había pactado ninguna señal con Stuffy de "Alto el fuego" ni de "Abortar". Un verdadero Inuzuka nunca aborta nada, somos provida a muerte.
Cuando Juro empezó a hablar tan tranquilamente sin un atisbo de estar vigilando sus alrededores o pendiente a nada en particular, lo sentí. Un escalofrío por mi espalda ante la obertura de compuertas me confirmó el lanzamiento, no miré, porque realmente no tenía ni idea de por donde iba a venir. Era obvio que por alguna zona por detrás del kuseño, pero las coordenadas concretas escapaban de mi conocimiento y tampoco las quería saber.
Sabía todo lo que necesitaba, en algún momento vería el proyectil a punto de impactar y tendría que reaccionar. Y lo vi. Directo a la nuca de Juro, un buen pastel marrón. Una vez en el aire y hacia su objetivo, me tiré sobre Eri, con la intención de tirarla al suelo en dirección opuesta a la que venía el proyectil y cubrirla con mi cuerpo por si había algún rebote.
— ¡Cuidado!
Grité al tirarme sobre ella para que entendiese que le estaba salvando la vida, y no intentando violarla. Que con mi suerte nunca se sabe.
La conversación era tensa y bastante sosa, pero se mantenía estable. Juro intercambió miradas entre Eri (para ver si contestaba) y Nabi (para ver si intentaba algo). Basicamente, tras la llegada de Eri, Juro olvidó completamente sus sospechas iniciales sobre la posibilidad de que Stuffy estuviera desaparecido.
Quizá le hubiera preguntado a Nabi de haber tenido tiempo, y algo más de confianza. Pero ya era un poco tarde.
Antes de que pudiera comprender nada, Juro sintió un golpe de algo en la nuca. Era blando, y se pegó a su piel como la pintura. Después bajó, manchando el cuello de su camisa. Juro sintió un escalofrío, nacido del profundo asco que sintió ante el toque de aquella cosa. Entonces, llevó el dedo indice a la mancha, mientras sus fosas nasales se llenaban de aquel horrible olor.
Nabi se había tirado sobre Eri y estaban ambos en el suelo.
Entonces Juro lo entendió. No pudo evitar soltar un bufido de puro asco.
— ¡Eres un degenerado! — exclamó, mientras sentía aquel horrible olor. Su pecho respiraba con dificultad, de la rabia que estaba sintiendo en ese momento. Encima, Eri ,Eri... —. ¡Los dos! ¡No puedo creerlo! ¡Una me distrae y el otro me ataca! Lo teníais planeado, ¿verdad? No sé ni como pensé bien de vosotros en algún momento. Ahora veo mucho mejor lo que ocurrió aquel día.
Juro retrocedió varios pasos, y miró fugazmente a su espalda, buscando una salida rápida. No iría en dirección hacia Stuffy, sino a su lado.
— Yo quería tratar de volver a llevarnos bien y vosotros solo queríais vengaros de lo que ocurrió en el examen, ¿eh? — musitó. Después, ejecutó el sello del carnero —. Pues bien. Ya tenéis vuestra venganza.
Juro se desvaneció, como prueba de que acababa de ejecutar el shunshin no jutsu. Juro avanzó hasta veinte metros, perdiendose sobre el lugar, en dirección al País del bosque. Una vez aterrizó sobre el suelo, se quitó la camiseta y se limpió con ella, dejándola sobre el suelo. Después, continuaría avanzando.
Bueeeno, si nadie hace nada para detenerle, Juro se pira. Os dejo a vosotros que reaccioneis como se debe xD
14/10/2018, 15:34 (Última modificación: 14/10/2018, 15:39 por Uzumaki Eri. Editado 1 vez en total.)
Eri estaba harta, completamente harta.
Cuando vio como Nabi se tiraba hacia ella mientras Stuffy obviamente hacía de las suyas supo que aquello no iba a terminar bien. Enfurecida se quitó a Nabi de encima y mientras Juro soltaba una retahíla de insultos por la boca, ella hizo el sello del carnero y se colocó a su lado, tomándole fuertemente del brazo sin importarle lo más mínimo mancharse, mientras que con la otra le tapaba la boca.
—¡YA ESTÁ BIEN! —chilló, mirando con fuego en los ojos a Nabi—. Estoy harta, HARTA de tener que soportar toda esta mierda sobre que los de Kusagakure son escoria o que los de Amegakure son unos traidores, estoy harta de que se me tache como una Uzujin incapaz de ser leal a sus compañeros de profesión, y sinceramente, estoy harta de ser compañera, tanto de Datsue, como de Akame, y como de ti, Nabi, a partir de ahora se acabó, lánzale mierda a todo quien se te ocurra, pero a mí no me metas en tus fregados.
Luego se giró y miró a Juro, soltándole.
—También estoy cansada de que generalicéis en todas las villas que los de Uzushiogakure somos escoria ruin y ratas que no merecemos más que estar en las cloacas. Salvé a Ayame, evacué el estadio y ayudé en todo lo posible, ¿Y así es como me lo pagas, Juro? ¿Desconfiando de mí cuando no te he dado ni una razón para hacerlo? Veo que todos habéis sido nublados por este momento de tensión y ya no distinguís quienes eran vuestros amigos. Me duele Juro, no me lo esperaba de ti.
Acababa de usarlo, y no le importaba, pues con otro sello, el cuerpo de Eri volvió a desaparecer, esta vez, muy lejos de allí.
Eri outo si no se la detiene.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Juro montó en cólera, el muy hipócrita. ¿Se había disculpado por lo sucedido en la villa? Claro que no. Kusagakure se pensaba que estaba en lo correcto, que todo estaba bien, porque claro, que unos locos se pateen media villa buscando el hospital para entrar y liarla parda. Pero, eh, los malos eramos a los que habían atacado con un jinchuriki descontrolado y posteriormente con una manada de lechugos. Todo dentro de la normalidad, intentar invadir el hospital de una villa ajena, todo correcto.
Y ahí estaba, haciéndose el héroe en nuestra puta cara.
Entonces saltó Eri y la cosa se puso peliaguda. Aguanté el tipo, como siempre. Porque yo siempre aguantaba el tipo, siempre me mantenía recto, con media sonrisa en la cara y una entera en la mente. Pero no aquel día. Estaba serio, mortalmente serio, ya no era el chico alocado de antes. Esto no era más que una acción karmica. Juro no se sentía ni mínimamente culpable por lo que hizo, creía que había hecho bien, que había hecho lo correcto. Que se llevase la mierda a su villa y se lo contase a su Kage.
Yo no era un cobarde. No era un hipócrita. No iba a defender nada, no iba a entrar a ningún trapo, me dí media vuelta, encaré la dirección a casa y empecé a andar. Silbé a Stuffy que acudió raudo y ambos nos fuimos andando sin decir ni media palabra, ya podían decir lo que les apeteciera.
Para mi, todo eso había acabado, si me giraba no habría freno para lo que pasase aquí. Tal vez más tarde me arrepintiera, mejor arrepentirse que acabar enterrando cadáveres.
Eri impidió que Juro pudiese escapar. Después, le agarró y empezó a despotricar también. Primero, contra Nabi, luego, contra él. Quizá ella no hubiera tenido que ver con la caca que le habían lanzado, pero en ese momento, Juro no podía pensar. No sería hasta más tarde cuando realmente se lo plantearía, que Eri no tuviese nada que ver. El momento o las circunstancias, sin embargo, fueron en contra de ellos en ese momento.
Eri le atacó, diciendo que estaba harta de que generalizasen sobre Uzushiogakure, aunque Juro no tuvo idea de a que se refería. ¿A qué llamaba generalizar? ¿A vincularla con el ataque que había recibido por parte de Nabi, estando ella presente y viéndolo todo en ese momento? ¿A culparles de lo de Ayame? Juro ya no quería saber nada de lo que había pasado en el examen. Quería olvidarlo todo. Pero Nabi ya había demostrado que no habría respeto por su parte, y él no iba a agacharse a lamerles los pies.
Si, lo del examen ocurrió y sí, puede que fuese una concatenación de acontecimientos desafortunados que llevó a malas conclusiones, pero el ataque de ahora mismo había sido intencional y causado. Y eso si que no iba a permitirlo.
— Lo siento Eri, pero ya no puedo confiar en vosotros, igual que vosotros tampoco podeis fiaros de mi ya — dijo, apenado. Lo sentía. Lo sentía porque si todo hubiera sido diferente, hubieran podido seguir siendo amigos. Pero el examen había destrozado esa amistad, y la caca solo había sido la gota que colmaba el vaso. Se acabó.
Observó como Eri ejecutaba el sello del carnero y desaparecía, sin poder hacer nada. Sintió como le dolía el pecho. Más tarde se arrepentiría, claro. Pero no se sintió capaz de pararla. No después de lo que había dicho.
Nabi se marchó sin decir nada. Juro no intentó hablar con él. Ya esta. Se había acabado.