Así era la carta que había dejado pasar por debajo de la rendija de la puerta de la habitación de Uzumaki Eri, el día de antes. Eran las cuatro menos cinco, pero el Hyūga ya se había presentado en el lugar acordado. Iba vestido con una camiseta sencilla de manga corta y unos pantalones bombachos verdes. Normalmente, cuando alguien estropeaba su atuendo preferido, lo llevaba a arreglar o se hacía personalizar uno igual. No obstante, no conocía tiendas de ropa parecidas a las de Amegakure en Sendōshi, y para que le hicieran una chapuza... Su ropa original era impermeable. Seguro que no podían imitar el mismo tejido.

Daruu estaba practicando posiciones de combate del clan Hyūga, recordando las lecciones ocultas en el pergamino de su abuela. Pergamino que, por cierto, le había recriminado cuánto tiempo llevaba sin aparecer para entrenar después de que recuperase sus ojos y lo abriera por primera vez desde entonces.

Sospechaba que parte de su abuela seguía viva en aquél pergamino. Pero no quiso excusarse.

Prefería dejar a los muertos en paz. Contarle la historia a un poco de chakra de una persona condenado a vivir eternamente dentro de un pergamino le parecía bastante cruel.

Por otra parte, ¿no sería sólo una ilusión?

«No, el mundo de Shiruba era ilusorio, pero ella se mantenía con vida realmente dentro de aquél condenado libro. Aunque a qué precio.»

Una vez Eri pudo salir del hospital, no tardó en retomar la rutina que se había puesto de entreno diario para no perder la constancia y su cuerpo se resintiera por el descanso. Tras haberse dejado llevar —tenía que admitir que algo más de la cuenta—, su cuerpo necesitó un descanso con el que ella no contaba, por lo que incluso forzó algo más la máquina para recuperar aquello perdido.

Pero aquel día supo que, al día siguiente, su entrenamiento sería diferente. Amedama Daruu había dejado una nota bajo su puerta, y, al releerla, vio que los dos no se enfrentarían en ninguna ronda, por lo que su combate sería de entrenamiento.

Aquel día llegó como los demás: se levantó, desayunó, entrenó por la mañana y, tras comer algo, se dirigió al sitio acordado en el papel que Daruu le había dado. Llegó antes de que el reloj marcara las cuatro de la tarde pero, al parecer, llegaba ligeramente tarde.

—¡Hola, Daruu! —exclamó, una vez lo vio. No vestía sus ropas habituales, aunque tampoco lo hacía ella. En su lugar, llevaba una camiseta holgada y unas mallas cortas donde estaban sujetas sus posesiones. Las botas ninja, por el contrario, sí eran las que acostumbraba a llevar—. ¿Qué tal estás? ¿Cómo fue tu combate?

Daruu saludó con una pequeña reverencia cuando Eri apareció al otro lado de la plataforma, bien puntual. La muchacha se le acercó y le preguntó cómo estaba, y cómo había ido su combate.

—El combate me fue bien, gané a Ayame —rio nervioso, acariciándose la nuca—. Podría estar mejor, por otro lado. Pero no te voy a aburrir con los detalles.

»¿Qué tal a ti?

Daruu saludó a la chica con una reverencia, y ella sonrió en respuesta, inclinando la cabeza para mantenerse cordial. Luego lo asaltó con sus preguntas.

—El combate me fue bien, gané a Ayame.

Sabía que ambos se habían medido en la primera ronda. Ayame había sido la que cayó en el enfrentamiento y Eri temió que le diera una paliza en aquel combate tras acabar victorioso entre los dos amejines, pero se contuvo de decir nada al respecto, escuchándole alegar que podría estar mejor de lo que estaba.

«¿Qué tal a mí? Bueno...»

—Yo perdí contra Rōga, me dio un poco para el pelo —esta vez fue el turno de Eri para rascarse la nuca—. Pero bueno, yo creo que di un buen espectáculo, así que espero que el Uzukage no esté muy enfadado conmigo por perder, espero... —repitió, como si de un eco se tratara.

—¿Contra Rōga, tan fuerte es? —preguntó Daruu, extrañado, girando el torso. Aún recordaba la misión que había hecho con Rōga, ese esperpéntico genin que sin embargo había resultado ser un ninja bastante competente. Pero de ahí a vencer a una auténtica jōnin como Eri había un trecho. Era posible que se encontraran en la siguiente ronda, así que si lo hacían Daruu se andaría con mucho cuidado—. Por Hanabi no creo que tengas que preocuparte demasiado. Parece un buen tipo —añadió. «Y bastante laxo en comparación con Yui»—. Bueno, ¿qué? ¿Lista para una rondilla extraoficial contra mí?

»Intentemos no pasarnos, no me gustaría acabar peor que tras la primera ronda.

No sabía qué decir ante la pregunta de Daruu. No es que fuera fuerte, sino confiado, y con Eri funcionó. Se encogió de hombros, quizá ella todavía necesitaba un poco más de confianza en sí misma para poder proseguir por aquel camino.

—Por Hanabi no creo que tengas que preocuparte demasiado. Parece un buen tipo.

—Lo es, por eso no quiero defraudarle —contestó, frunciendo los labios.

Pero pronto Daruu despejó el tema del torneo para ir de lleno a lo que los interesaba: el combate de entrenamiento que acordaron tener entre ambos. En teoría, iba a ser en el Torneo, pero al ver que Eri no había pasado y Daruu sí, no les quedaba otra que medirse fuera del evento.

—Intentemos no pasarnos, no me gustaría acabar peor que tras la primera ronda.

—Sí, mejor, no me gustaría volver a estar en el hospital antes de la segunda ronda —confirmó ella, y, luego, se alejó un poco, unos metros para aumentar la distancia entre el amejin y ella—. Cuando quieras —e hizo el sello de la confrontación.

Luego adoptó una posición defensiva.

Daruu le dedicó a Eri una pequeña reverencia, y formuló él también el Sello de la Confrontación. Luego, adoptó uno de los katas Hyūga que estaba practicando antes de que ella llegara.

—Entonces, vamos allá.

El muchacho salió despedido hacia Eri para golpearla con la yema de ambos dedos en el hombro derecho.

—Entonces, vamos allá.

Con eso dio por abierto el combate, lanzándose contra ella a gran velocidad. Eri trató de esquivarlo moviéndose rápidamente hacia la derecha, alejándose de él para no enfrentarse cuerpo a cuerpo directamente con el chico.

«Jabalí, Buey, Rata...»

Realizó los sellos correspondientes antes de extender las manos hacia delante, mirando a Daruu, de las cuales salieron dos corrientes eléctricas que viajaban hacia él.

Eri esquivó el golpe con una veloz finta a la derecha, dejando a Daruu golpeando al aire. «¡Es rápida!». La Uzumaki extendió las palmas de las manos hacia el Hyūga e hizo viajar desde sus dedos sendas corrientes eléctricas que le atenazaron en el sitio de un súbito calambre.

—¡Nggh! —gimió él. A pesar de ello, apretó las mandíbulas y resistió la técnica. Dio un fuerte pisotón en el suelo, y un jet de agua unido a su pie atravesó la distancia que le separaba de Eri. Cuando estuvo bajo sus pies, Daruu levantó el suyo y un géiser de agua trataría de elevar a la kunoichi en el aire, golpeándola a presión.

«¡Suiton: Bakūmi Gekido!»

Daruu extendió la palma de la mano hacia Eri y envió una onda de vacío con su chakra que hizo al aire moverse y golpearla.

«¡Hakke Kushō!»

Contuvo la respiración al ver como su técnica golpeaba a Daruu, dejándola momentáneamente sin aire. Sin embargo, Daruu no tardó en recomponerse, dando un pisotón seguido de una técnica que ella nunca había visto y que no entendía del todo. Cuando intentó esquivarlo ya fue tarde, pues el amejin levantó el pie y ella recibió un géiser desde el suelo.

—¡Glier...da! —exclamó como pudo al notar como el agua incluso se le metía en la boca, lanzándola a volar unos metros unos segundos preciados para ambos que el chico aprovechó para lanzarle otra técnica.

La ráfaga dio contra la chica, que a duras penas logró hacer el sello del carnero para sacar una de sus cadenas de la espalda y ayudarla a no volar tan lejos para poder estabilizarse, sujetándose al suelo del sitio. Se retiró rápidamente el agua del rostro y jadeó, resistiendo como buenamente podía el dolor de su cuerpo.

Tomó aire y formuló dos sellos mientras recortaba un poco de distancia con su contrincante, hasta que, a eso de dos metros, lanzó de sus manos otro rayo que viajaría, en zig zag, hasta donde estuviera Daruu.

Eri formó el sello del Carnero con las manos y de su espalda brotó una extraña cadena de chakra brillante. Daruu, sorprendido, dio un paso hacia atrás. «¿Qué demonios?» La muchacha se ancló al suelo y trazó un arco más estrecho de lo normal para aterrizar en el suelo. Luego, tomó aire y se lanzó a por el Hyūga formando dos sellos más. «¡Es rápida!» Eri extendió el brazo hacia él y le arrojó un rayo zigzagueante en la vertical, con forma de serpiente.

Daruu esquivó la técnica a duras penas con un paso rápido hacia la izquierda, mientras extendía el brazo hacia atrás con la palma de la mano extendida.

«Jūkenpō: ¡Jet Blow!»

Levantó los pies y utilizó una ráfaga de chakra azulado para impulsarse a toda velocidad hacia Eri rompiendo la inercia del esquive anterior. Su brazo derecho estaba flexionado, buscando darle a la Uzumaki un potente codazo en el estómago. Luego, extendió el brazo de golpe poniendo la mano como una cuchilla y le golpearía con el canto a en la cara. Se alejó dando un par de pasos rápidos, alerta.

En cuanto vio como el amejin se impulsaba a toda velocidad contra ella, flexionó las rodillas y saltó para esquivarlo como buenamente pudo, volviendo a cometer, probablemente, el mismo error que había hecho en su anterior combate. «¡No puedo desconcentrarme!» Se obligó a pensar mientras volvía a cargar chakra en sus manos.

«¡Chidori Senbon!»

Desde su posición lanzó una serie de senbon eléctricos sobre su oponente antes de comenzar a descender.

Y sin embargo, Eri dio un rápido bote hacia atrás, esquivando el codazo. Hizo zarandear su brazo y liberó una lluvia de agujas eléctricas azuladas ante las que Daruu sólo pudo reaccionar cerrando los ojos, apretando los dientes y sintiendo cómo abrazaba a un cactus.

—¡Auuu! —Se quejó. Como respuesta, el Hyūga cargó chakra en el pie y pataleó el suelo, utilizando una vez más su Bakūmi Gekido contra Eri. Sólo que esta vez la muchacha estaba en el aire. La furia del mar la recibió de un estallido, buscando no dejarla tocar el suelo. Y fue Daruu esta vez el que saltó a su encuentro, para darle una fuerte palmada con la mano derecha en el costado.

Su técnica impactó contra el chico, que se quejó al recibir los numerosos senbons eléctricos dirigidos a él. Ahora tendría que bajar de nuevo «Genial, Eri, un plan sin fisuras», reconoció con cierta ironía cuando volvió a ver a Daruu cargar otra vez con su pie. «Mierda.»

El géiser salió en su busca, y ella, sin poder esquivarlo, lo recibió en el aire intentando impedir que el daño fuese a más con sus manos. El Hyūga no paró allí, saltando en su búsqueda para darle otro golpe.

—¡Jo...der! —exclamó justo después de sentir la palmada darle de lleno en su costado, mandándola lejos mientras el dolor la recorría desde el punto donde había recibido el golpe hasta los pies. Encontró su tan ansiado suelo de la forma que menos quería: cayendo contra él boca arriba.

«No más taijutsu con Daruu...»

Se levantó con cierta dificultad y, encorvada, hizo una secuencia de dos sellos que Daruu reconocería por haberla intentado con anterioridad, lanzó de su mano derecha un rayo que viajó hasta el Hyūga a toda velocidad.

«¡Raiton: Hebi Mikazuchi!»

Eri encajó el golpe y gimió de dolor. Cayó a plomo sobre el cemento varios metros mientras Daruu aterrizaba. La Uzumaki se levantó y formuló dos rápidos sellos, como antes, presumiblemente para lanzarle de nuevo el Hebi Mikazuchi. El Hyūga se anticipó a la posibilidad y respondió justo cuando Eri disparaba su jutsu para lanzar dos Hebi Mikazuchi en lugar de uno, que se unieron en una serpiente gigante eléctrica.

«¡Te tengo!»

¿Cómo es eso que dicen? ¿El pez grande se come al chico? En este caso, fue la serpiente la que se comió a la chica, y amenazaba con comerse también a su dueña, hincándole las fauces.