Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
6/08/2017, 00:14 (Última modificación: 6/08/2017, 00:22 por Amedama Daruu.)
En algún lugar remoto del País de la Espiral, se extendía un bosque frondosísimo, con miles de árboles. "Menuda chorrada", diría cualquiera que leyera esa frase y conociese el País de la Espiral. "¡Pero si gran parte del país es un puto bosque!". Y no le faltaría nada de razón.
Hacía rato que había caído ya la noche, y lo que parecía ser el comienzo de un chiste malo se sentaba al auspicio de la luz de la luna y el resplandor y el calor anaranjado de una hoguera improvisada: un Akimichi y dos genin del clan Uchiha.
El más gordo de los tres —no creo que haga falta especificar quién era— chocó las manos y se las frotó, como si estuviera a punto de disfrutar de un gran banquete. Lo cierto es que no había comida ni lamida por el fuego ni frente a ellos. Yakisoba desconocía el tipo de provisiones que habían traído consigo sus subordinados, pero él lo tenía muy claro. Se llevó las manos a una mochila de la espalda y sustrajo un enorme pergamino(1), que desplegó delante de ellos. Allí había un sello de fuuinjutsu.
—Como mi abuelo decía siempre: nunca dejes con hambre a tus compañeros. —Yakisoba posó la palma de la mano sobre el sello, y estalló una pequeña nube de humo. Allí donde estaba la nada ahora reposaban tres bocadillos, envueltos con cuidado. Yakisoba cogió uno de ellos y extendió la palma de la otra mano, generoso—. Adelante, ¡comed, comed! Es mi bocata preferido, seguro que mañana tenéis la energía de un jounin.
(1): Esto es, al menos para los dos genin, puesto que Akimichi Yakisoba era un hombre de por sí muy grande. El pergamino era de tamaño estándar para él.
Daruu al habla. Este tema ocupará el segundo de mis dos huecos de master oficial del foro.
Recibiréis, en breves, la experiencia correspondiente al prólogo de Los hilos del mundo. Utilizaremos estos tres temas separados como núcleos de la acción.
Seguiremos la norma de que, entre masterización y masterización, tendréis 72 horas para contestar los dos. Por favor,
estad atentos a estos post y ser puntuales. Intentemos llevar una trama dinámica y que no perdamos el hilo (¡jeje!).
Como master, me comprometo a intentar contestar también en esas 72 horas, pero al mismo tiempo me reservo el derecho de no hacerlo, no sólo por preparar bien lo que vaya a venir después, sino para coordinar la acción con las otras dos tramas que comparten el nombre y la ambientación con esta. Así, puedo retrasar las tramas porque algo va a suceder al mismo tiempo en todas o para dar tiempo a que termine una de ellas, o algo que está sucediendo en una de ellas, o por cualquier otro motivo similar. Espero que lo comprendáis.
¡Vamos allá!
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6/08/2017, 13:13 (Última modificación: 11/08/2017, 11:22 por Uchiha Akame.)
Cuando por fin pararon para cenar, Akame no pudo evitar que un suspiro de alivio escapase de sus labios. Pese a su gordura, Akimichi Yakisoba hacía gala de una resistencia extremadamente superior a la de los dos gennin; aquel día habían andado tanto que el Uchiha pensaba que se le iban a caer los pies a trozos. Se dejó caer pesadamente sobre su mochila táctica de color verde caqui, y mientras los otros dos ninjas se asentaban también, aprovechó para echarse boca arriba y descansar.
Se incorporó poco después, descolgándose la pesada mochila de los hombros y rebuscando en ella uno de los paquetes de provisiones que había traído consigo. Eran cajas de cartón, herméticas, repletas de comida minimalista pero muy nutrititva. «Basura enlatada...» Por eso mismo, cuando el enorme jounin sacó un pergamino, y de él enormes bocadillos para todos, Akame no pudo evitar quedarse absorto mirando el que le ofrecía.
—Parece... Delicioso... —murmuró, literalmente babeando. Guardó su ración de combate dentro de la mochila y extendió ambas manos para abarcar la totalidad de aquel manjar—. Muchas gracias, Akimichi-dono.
Pese a que aquel tipo parecía de lo más cordial con ellos, Akame no estaba seguro de cómo debía llamarle, y por eso optó por la formalidad. «Siempre hay menos posibilidades de equivocarse cuando se es educado», pensó. Luego comenzó a devorar su cena.
—Es muy sabroso —dijo, poco después, tragando el tercer bocado—. Aunque me temo que yo sólo tengo raciones empaquetadas para ofrecer...
El Uchiha se acomodó en su asiento —el suelo—, remangándose la camisa de cuello alto y tela negra con el símbolo del clan Uchiha en la espalda. Era previsible que haría frío durante la noche —o, al menos, lo que se entendía como frío en Uzu no Kuni—, de modo que llevaba su capa de viaje guardada en la mochila. El resto de su indumentaria la componían unos pantalones pesqueros de color arena, sandalias ninja, su portaobjetos atado a la cintura y una espada en la espalda.
Llevaba también, por supuesto, su bandana del Remolino anudada en la frente.
La luz de la hoguera bailaba en los ojos perdidos de Datsue, sentado en el suelo con las piernas cruzadas y las manos apoyadas atrás, en el suelo. Estaba agotado. Terriblemente agotado. Todavía le dolían los pies, y aunque ya se le había pasado el dolor de espalda, sentía los músculos agarrotados. Jamás en su vida había caminado tanto como aquel día, ni a tan alto ritmo.
Echó la cabeza hacia atrás y exhaló un suspiro prolongado. La luz de la luna apenas lograba colarse entre la bóveda de hojas que se elevaba a varios metros de altura, y la oscuridad de la noche era cada vez más incipiente.
—Como mi abuelo decía siempre: nunca dejes con hambre a tus compañeros.
Las palabras de Yakisoba interrumpieron su descanso mental. Observó, intrigado, el enorme pergamino que había extendido sobre el suelo, y una inevitable sonrisa se formó en su rostro al descubrir su contenido. «Los rumores no son exagerados, después de todo»
—Muchísimas gracias —dijo, a la par que Akame, cogiendo su bocadillo. La boca se le hizo agua antes siquiera de dar el primer bocado—. ¡La madre que me…! ¡Está delicioso! —exclamó, maravillado. Los bocadillos nunca habían sido su predilección, pero ahora pensaba que quizá era porque nunca había hecho uno en condiciones. Aquél sabía, simplemente, de maravilla—. ¿Son imaginaciones mías o lleva tomate? —preguntó, curioso.
A su compañero Uchiha también pareció gustarle el bocadillo —o quizá solo lo decía por quedar bien con Yakisoba—, aunque se excusó por tener poca cosa que ofrecer.
—Hmm… No-gue peocupes poeso —farfulló, con la boca llena. Yakisoba le parecía una persona tan amable y cercana que a veces se le olvidaba que era Jounnin. Tragó, avergonzado, al recordarlo, y no volvió a hablar hasta tener la boca libre de cualquier condimento. Carraspeó—. Yo tengo algo muy especial que ofreceros.
¿Qué era toda buena comida sin bebida que la acompañase? «Nada. Absolutamente nada» Envolvió de nuevo el bocadillo para que no se manchase en el suelo al dejarlo allí y se levantó. Repentinamente, un sudor frío le recorrió la espina dorsal. «Dime que no he vuelto a sellar la mochila en uno de mis…» Se miró los pantalones, con el rostro pálido como la cera. Luego suspiró de alivio al recordar que en realidad lo había hecho en el hombro izquierdo. Se remangó todavía más las mangas de su camiseta y posó la mano en el sello…
—Señores —dijo, con voz pomposa—, permítanme enseñarles la nueva bebida energética que acaba de salir al mercado, llamada…
Si antes le había recorrido un sudor por la espalda, ahora simplemente salía por cada poro de su piel. El rostro se le tiñó de rojo, y apenas alcanzó a tartamudear:
—E-esto… —cuando al fin sus neuronas se volvieron a conectar, arrojó con rapidez la revista porno al fuego, dejando que las llamas consumiesen el papel… mas no su vergüenza—. E-era p-para d-darle un p-poco de combustible a la hoguera… Dicen que esas… revistas arden muy bien.
«Tonto. Tonto, tonto, tonto, tonto, ¡tonto y mil veces tonto!» Sin saber cómo arreglar aquello —mucho se temía que era ya irreparable—, se llevó la mano al otro hombro. El hombro donde, ahora recordaba, realmente había sellado la mochila con todas las provisiones que creía necesitar para el viaje.
La abrió con rapidez, incapaz de levantar la mirada hacia ninguno de sus acompañantes, y sacó una enorme botella cuyo líquido era de color verde. Una botella con la palabra Ninjarius etiquetada en ella.
—¿Alguien quiere un poco? —preguntó, ofreciendo la botella, pero todavía con los ojos clavados en el suelo, como si algo muy interesante estuviese pasando en la tierra…
... Se le había cerrado el estómago y ya no tenía ni hambre.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
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Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Los muchachos comenzaron a comer el bocadillo con voracidad, casi con ansia. Yakisoba se cruzó de brazos y asintió con energía, orgulloso.
—¿A que está bueno? Mi bocata favorito, sin ninguna duda.
—Es muy sabroso —dijo Akame—. Aunque me temo que yo sólo tengo raciones empaquetadas para ofrecer...
—¡No te preocupes, no te preocupes! Tengo más bocadillos, de todo tipo, y ricos platos de ramen, y... Ah, y Datsue-kun, claro que lleva tomate, un buen bocadillo siempre lleva tomate, y además...
—Yo tengo algo muy especial que ofreceros.
Datsue se había levantado y acercado a su mochila. Posó su mano en lo que parecía ser un sello de fuuinjutsu. «¡Vaya, este chico también sabe Fuuinjutsu, qué genial!» Como es obvio, ese hecho llamó toda su atención. Por eso, como si fuese él el que tuviese que estar avergonzado de algo, Yakisoba se encendió como la hoguera cuando se reveló lo que... lo que...
Sin embargo, pronto estalló a reir, y le propinó una palmada amistosa a Datsue en la espalda que casi lo tira a las llamas.
—¡No pasa nada hombre, a todos nos gusta un poco de entretenimiento sano y deportivo de vez en cuando! —«Joder, la de la portada de este mes, como está... Tengo que comprarme uno cuando vuelva a Uzushio...»
Se aclaró la garganta, después de aceptar de buena gana un poco de Ninjarius, y continuó por donde se había quedado:
—...como había dicho, el bocata es mi especialidad, muy rico. Además de tomate, como todos los buenos bocadillos, tiene lomo, lechuga, queso y mayone... ¿Chicos? ¿Estáis bien...?
(Defecto: Alergia al queso) (Defecto: Alergia al huevo)
Había comenzado unos minutos atrás con un pequeño picor, pero ahora tenían la garganta tan cerrada que casi no podían respirar. Los dos Uchiha empezaron a marearse, y, en el caso de Akame, un montón de ronchas habían brotado en su piel. En el caso de Datsue... Bueno. En el caso de Datsue, digamos que sintió la extrema urgencia de desalojar las tripas.
Akame vomitó todo lo que había comido al fuego de la hoguera, y pronto les invadió el terrible olor del vómito. Eso hizo vomitar también a Yakisoba, y a Datsue le estaban empezando a dar arcadas mientras su esfínter sentía terribles dudas sobre si aguantaría la presión de acabar vomitando también.
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8/08/2017, 19:25 (Última modificación: 11/08/2017, 11:21 por Uchiha Akame.)
Akame rió y masticó con gusto el trozo de bocadillo que tenía en la boca. «Oye, pues este gordo no parece mala gente. Ahora entiendo que no quisiera disputas con Gouna, es un bonachón, vaya que sí. La verdad, al principio tenía mis dudas sobre esta misión, pero acompañados de Yakisoba no hay nada que tem...»
De repente se quedó paralizado, con la boca entreabierta y el bocadillo cayó de sus manos mientras el jounin recitaba los ingredientes.
—Además de tomate, como todos los buenos bocadillos, tiene lomo, lechuga, queso...
«Queso».
Queso.
Queso.
Antes de poder darse cuenta, el Uchiha estaba reclinado sobre sus propias rodillas con unas arcadas terribles. Al tercer burp, potó la parte del bocadillo que había comido. Olía a rayos. Mientras a su alrededor Datsue experimentaba una sensación típica también de la alergia, Yakisoba terminó por vomitar también de puro asco. Akame quiso incorporarse, disculparse y seguir vomitando, todo al mismo tiempo, así que al final simplemente optó por quedarse a gatas frente al fuego.
—Jod... ¡Joder! —maldijo antes de vomitar otra vez—. Tengo que... El portaobjetos...
Mientras el rostro le ardía, Akame fue capaz de deslizar una mano dentro de su portaobjetos y sacar un tubito de cristal con un líquido verdoso dentro. Tratando de aguantar las arcadas se metió el antídoto en la boca y tragó. «Esto tiene que servir... Vamos... Tiene que servir...»
La palabra mayonesa retumbó en la cabeza de Datsue, mientras un sudor frío recorría su cuerpo. No, no se le había cerrado el estómago por la vergüenza que había pasado por culpa de la revista. Era más bien por…
—¡Glup!
Casi al mismo instante que Akame, el cuerpo del Uchiha se dobló, apoyándose con las manos en las rodillas justo a tiempo para no caerse. Sintió una picazón incipiente en la garganta, tan cerrada que casi no podía ni respirar. Una serie de arcadas invadieron su cuerpo, arcadas que le hicieron sudar todavía más y ponerle los ojos llorosos. Y entonces…
… entonces lo sintió. «Oh, no… No, no, no, no, no, no, ¡nooo!». Se llevó las manos a las nalgas y apretó. Apretó como nunca antes había apretado en su vida, mientras corría a trompicones hacia el árbol más cercano. En medio de la carrera, viendo la llegada de la inminente desgracia, se bajó los pantalones a la mitad y…
La peor idea que jamás había tenido en su vida. Se tropezó con el propio pantalón, que ahora bajado le impedía dar zancadas largas, cayendo de bruces contra el suelo con el culo al aire. El golpetazo provocó que los músculos se le relajaran de súbito, y entonces…
—¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
A partir de aquel fatídico día, de aquel desgraciado momento, Uchiha Datsue ya no sería recordado como Datsue el Intrépido, sino como Datsue el…
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Tres figuras acampaban en un día nublado. Ya eran al menos las diez de la mañana, pero para ellos era aún muy temprano, pues no habían pegado ojo en toda la noche. Habían dejado atrás los Bosques de la Hoja en medio de la noche, y aquél claro en el que estaban acampados por... bueno, por unas circunstancias curiosas, y ahora estaban ya en la Planicie del Silencio. Y estaban...
...en silencio.
Los tres tenían el rostro pálido como la leche, como si llevaran dos días sin comer. Aún así, al menos dos de ellos, los más pequeños, no querrían saber todavía nada de comida en un buen rato. Se habían trasladado allí y habían dormido tan solo tres horas, con el estómago revuelto y náuseas. Afortunadamente, las ronchas del cuerpo de Akame habían desaparecido ya, pero lo único que había conseguido el antídoto era dejarle un regusto a rancio en la boca que, de vez en cuando, traía consigo una nueva arcada. Datsue, por otro lado... Bueno. Digamos que Datsue no quería llevarse nada a la boca por si se veía obligado a expulsarlo por un lugar diferente.
Estaban mejor, claro. Sólo había sido una reacción alérgica moderada. Pero se encontraban como si les hubieran pegado una paliza, hubieran agarrado una cepa muy extraña de un virus estomacal, y tuvieran un resacón legendario.
Yakisoba echó unos palitos de madera que había recolectado de un arbusto cercano a la hoguera y tosió, aclarándose a la garganta.
—Bien —dijo—, esta noche hemos aprendido dos cosas muy importantes para la supervivencia como ninja.
»Número uno: mira las cosas antes de comértelas si tienes algún tipo de alergia.
Y número dos: nunca tires al fuego unas revistas que puede que te vengan muy bien para limpiarte el culo.
· · ·
Lejos, en algún lugar del bosque, un pastor capitaneaba un pequeño ejército de cabras. La más grande se llamaba Morris, e iba la primera, seguida de Encanto, Jane, Zopenco, Elegante, Jazmín y la más pequeña, Jaspe. Hacía rato que había detectado algo en el ambiente. Algo... diferente. Había pasado por aquella zona miles de veces, pero aquello...
—Morris. ¡Morris, cariño! ¿Dónde vas?
—BEEEEEeeeEEeeeeeEEE.
Las cabras evitaron un claro del bosque y se dieron la vuelta, huyendo despavoridas. Qué raro, pensó el pastor. ¡Si es su claro favorito! ¡Allí crece la mejor hierba de esta parte del Bosque!
El hombre, curioso, detectó una mezcla de olores en el ambiente que le hizo arrugar la nariz. Se acercó, con cautela, pensando que quizás era el rastro de un animal más grande, un depredador, un... ALGO.
Entonces, sacó la cabeza por entre los arbustos y su pie pisó algo húmedo y caliente.
—¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
···
Yakisoba metió la mano en la mochila y sacó otro pergamino.
—Sé que es duro, pero os vendría bien un poco de desayuno. ¿Qué queréis? —dijo—. Tengo galletas, sándwiches de varios tipos —les quitamos el queso y ya está—, unos bollitos...
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9/08/2017, 20:12 (Última modificación: 11/08/2017, 11:21 por Uchiha Akame.)
—¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Akame levantó la cabeza como un conejo con las orejas tiesas y miró a su alrededor, extrañado. «Juraría que he oído algo...» Luego llegó a la conclusión de que debía ser su imaginación, «no por nada estamos en las Planicies del Silencio». Lo cierto era que su maltrecha anatomía agradeció profundamente aquella parada en el camino. El gennin estaba pálido, y dos surcos negros marcaban el terreno de las orejas que se habían atrincherado en su cara. En aquel estado, cargar con la mochila militar se le había hecho un suplicio, de modo que cuando por fin pararon, Akame se dejó caer sobre la hierba.
—Sí, Akimichi-dono. Lo siento, seré más cuidadoso a partir de ahora —respondió el Uchiha, con un hilo de voz.
Si en algún momento estuvo cerca de sentirse cómodo, Yakisoba consiguió que dejara de hacerlo al mencionar que debían comer algo. Akame tuvo que reprimir una arcada, pero sabía que el jounin tenía razón. Sin nutrientes apenas sería capaz de dar cuatro pasos más.
—Sí, Akimichi-dono —asintió, descolgándose la mochila y rebuscando en ella sus raciones empaquetadas—. Se lo agradezco, pero no hace falta...
Uchiha Akame no se distinguía precisamente por ser del tipo de personas que tropezaban dos veces con la misma piedra. Así le ofreciesen un maldito cordero asado con guarnición completa, no pensaba probar bocado. Con manos temblorosas retiró el envoltorio de un paquetito de galletas energéticas y se metió una en la boca.
Tuvo que contenerse para no vomitar. Estaba asquerosa —o quizás sólo sabía asquerosamente mal—, pero el Uchiha se forzó a comer como si se lo hubiese ordenado el propio Yakisoba.
10/08/2017, 02:56 (Última modificación: 10/08/2017, 03:03 por Uchiha Datsue.)
...Cagón.
· · ·
Datsue tomó nota mental de la regla número dos, una de las reglas que Yakisoba les había aconsejado para sobrevivir como ninjas, sin poder evitar que una débil sonrisa se asomase en sus facciones. La número uno, para su desgracia, la había aprendido la noche anterior.
De pronto, sintió un leve pitido en un oído, como si alguien estuviese hablando de él. Levantó la cabeza y comprobó que Akame miraba un lado y a otro, como si también le pasase algo. «Extraño…» Pero no tuvo tiempo para darle más vueltas, porque en seguida el Akimichi le sacó de su ensimismamiento:
—Sé que es duro, pero os vendría bien un poco de desayuno. ¿Qué queréis? Tengo galletas, sándwiches de varios tipos —les quitamos el queso y ya está—, unos bollitos...
El solo hecho de pensarlo le provocó retortijones en el estómago, y la cara se le puso tan morada como un viejo cardenal. No, no le apetecía en absoluto comer nada, y mucho menos comida que no era suya.
—Muchas gracias, Yakisoba-sama. Pero yo también cogeré de mi propia comida —se excusó, con voz lastimera, tras Akame. Liberó la mochila sellada en el hombro y la abrió, con cierta lentitud, como si aquella simple acción le costase un mundo. Luego, abrió una bolsa de galletas que llevaba en su interior, cien por cien libres de mayonesa o cualquier ingrediente que contuviese huevo. Se llevó una a la boca y dio un diminuto bocado. Un bocado lento y débil, como el que propinaría un anciano sin dentadura. Masticó con extrema lentitud, y cuando tragó, una sensación agridulce subió por su garganta, a la vez que el trozo de galleta caía hacia abajo.
»Yakisoba-sama… —Si algo bueno tenía haber hecho el mayor ridículo de la historia, eso era que cualquier otra cosa que hiciese o pudiese decir quedaría pequeño en comparación. Por eso, apenas sintió vergüenza cuando dijo:—. Me gustaría pedirle un favor. Verá… —carraspeó—. Le estaría terriblemente agradecido si lo que sucedió ayer… bueno, no saliese de ese bosque. Supongo que me entiende. Tengo una reputación que mantener y… bueno, mi futura vida sentimental se lo agradecería también un montón.
Dio otro pequeño mordisquito, y unas migas de la galleta cayeron por encima del pantalón. Aquel día llevaba un pantalón negro, a diferencia del beis que solía usar, y que mismamente había usado ayer...
... algo le decía en su interior que el beis no lo volvería a poner. Nunca más.
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Ninguno de los dos Uchiha querían de la comida de Yakisoba. Comprensible, pensó una parte de Yakisoba, la que siempre intentaba comprender a todo el mundo. Después de lo que habían pasado, se dijo, ¿cómo iban a querer nada de lo que saliera de sus pergaminos hasta que se encontrasen, al menos, un poco mejor? La otra parte de Yakisoba sintió una pequeña punzadita de decepción que se hizo patente en un apenas imperceptible mohín que formó en su cara rechoncha mientras se daba la vuelta y rebuscaba en la mochila.
Intercambió el pergamino grande que acababa de sacar por otros dos más pequeños y los abrió frente a sí mismo. Lo diminuto de aquellos rollos de papel al lado de las manazas del Akimichi casi resultaba cómico. El hombre tocó dos pequeños sellos como huellas dactilares con su dedo índice, y los pergaminos liberaron su contenido con dos diminutas nubes de humo que parecieron pedorretas.
Entonces Yakisoba cogió la primera de las cinco galletas que había encima de un pergamino y la mojó en la taza de chocolate caliente que había encima del otro.
—Decidme, chicos —dijo. Algo en el tono de su voz había cambiado—. ¿Qué opináis de Gouna-chan?
Se comió la galleta de un sólo bocado, agarró la taza junto a la cucharilla —que también había estado sellada en el pergamino— y empezó a darle vueltas.
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Poco le importó al mayor de los Uchiha la visible decepción que mostró Yakisoba en su rostro ante la negativa de compartir comida —otra vez— por parte de ambos gennin. «Antes me cuelgo de un pino que volver a pasar por esta mierda», se dijo para sí Akame.
Mientras el gordo Akimichi devoraba sus raciones y Akame tragaba como podía las insípidas galletas energéticas, Datsue hizo lo propio y trató, también, de comer algo. Acompañó el desayuno con una petición que a Akame le hubiese resultado del todo graciosa —y que habría rematado con unas carcajadas— si no estuviese a punto de vomitar la galleta que justo acababa de tragarse.
El jounin pareció hacer caso omiso de las palabras de Datsue, porque le ignoró abiertamente. En lugar de ello, adoptó un tono tranquilo pero que puso a Akame en guardia casi inconscientemente. «La puta madre, ¿a qué viene esa pregunta ahora? Maldición, ¿qué espera que le contestemos? ¿"Pienso que quedaste como un perdedor al ceder el sombrero y que toda esa maniobra de Gouna fue incluso más turbia que las tramas del psicópata de Zoku"?»
El Uchiha tosió varias veces, disimulando, para ganar algo de tiempo —y con suerte hacer que su compañero respondiese primero—. Como no cayó esa breva, al final se decidió por echar mano de su táctica más usada; la simplicidad.
—Uzumaki Gouna-sama parece una kunoichi fuerte y sin duda debe haber heredado la sabiduría de su madre... El hecho de que ella misma haya comenzado toda esta operación lo demuestra —agregó, y luego bajó la vista hacia sus asquerosas galletas energéticas.
Datsue supo en aquel mismo instante que algo iba mal. Se lo decía su instinto y su lógica al mismo tiempo. Cuando uno va a pedir un favor a alguien, y solo obtiene silencio como respuesta, es sin duda una mala señal. Cuando una vez pedido, como segundos después hizo el Uchiha, el silencio se prolonga, deja de ser una mala señal para convertirse, sencillamente, en un drama.
Yakisoba nada había dicho ni respondido al Uchiha. Ni siquiera su expresión había cambiado lo más mínimo. Es más, parecía actuar como si ni siquiera le hubiese escuchado, desenvolviendo lentamente unos pergaminos para, con toda la parsimonia del mundo, liberar unas galletas junto con una taza de chocolate.
Datsue se quedó mudo del asombro. ¿Acaso estaba conociendo el lado oscuro del jounnin? ¿Acaso detrás de aquella fachada de buenazo se escondía un hombre que disfrutaba con la desgracia ajena? Ya se lo imaginaba en el despacho de Gouna, él y la Uzukage riendo a carcajada suelta mientras le comentaba todos los pormenores de la misión. Luego se lo imaginó de misión con otros gennins, ofreciéndoles una buena comida junto a una hoguera recién hecha. ¿Y con qué llenaría el silencio? Con anécdotas, claro, ¿y qué mejor anécdota que el incidente acontecido por Datsue el Intrépido? «Jodidamente ninguna» Y así, en menos de lo que un Kusareño grita: ¡me rindo!, todo Oonindo sabría lo que había pasado en el bosque…
—Decidme, chicos —intervino de pronto Yakisoba, iluminando la cara de Datsue, que por un momento creyó que al fin iba a responder a su petición. Pero en su lugar… —. ¿Qué opináis de Gouna-chan?
La pregunta le cayó como un jarro de agua fría. No solo no respondía a su pregunta, sino que le preguntaba por la Uzukage, esa que tantas veces había criticado junto con Akame. Por suerte, su compañero fue el primero en hablar, dándole tiempo a pensar una respuesta más o menos convincente. A preparar su mentira…
… ¿y cuál era la mejor mentira? Datsue creía saberlo muy bien. «La mejor mentira es una verdad… o al menos, una verdad a medias»
—Pues yo pienso que Gouna-sama es una kunoichi con carácter —si asesinar a un jounnin delante de toda la aldea no era tener carácter, entonces el Uchiha no sabía qué lo era—, con las ideas claras —muy claras debía tener sus ideas para no haber dado siquiera oportunidad a Zoku de defenderse verbalmente de sus acusaciones—, y a la que definitivamente no me gustaría decepcionar —terminó por añadir, esbozando una leve sonrisa.
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—Bien, bien... —Akimichi Yakisoba se levantó lentamente, dejando a un lado el café y las galletas y se alejó de sus dos subordinados, dándoles la espalda—. No está nada mal.
»Los dos habéis elegido las palabras muy cuidadosamente. Uno de vosotros ha intentado mentirme, y no lo ha conseguido. Pero si te esfuerzas con ese tono de voz, Akame-kun... Si le echas cara y miras a los ojos a quien quieres mentir... Lo acabarás consiguiendo. No te culpo, por supuesto. Es difícil mentirme. Difícil.
»Por otra parte, Datsue-kun, parecen elogios, sí, están muy bien enterrados, sí. Tal vez hubieras engañado a otro jounin. Pero a mí no.
Volvió a darse la vuelta y les encaró. Sonrió.
—La verdad, no os hubiese hecho esa pregunta si no fuera... No sé. Imaginad que hubiérais hablado mal de Gouna-sama, ¿no? Qué mal. Porque tiene muy mal genio... —Jugueteó con los dedos de una mano, deleitándose—. Si nuestra venerada Uzukage mató a un jounnin reputado en frente de toda la Villa, ¿qué no haría con un gennin… revoltoso?
Sonrió. Y fue una sonrisa casi cruel.
—Lo siento por robarte la frase, Datsue-kun —dijo—. Y ahora, si sois tan amables...
»¿Por qué no me contáis loque opináisde verdad?
Formuló un sello de una mano, y ambos genin sintieron una picazón en la nuca.
—Akame-kun, puedes empezar tú. Y luego, que lo haga Datsue-kun.
Ambos genin sienten la necesidad de hablar de forma totalmente sincera con Yakisoba.
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El Uchiha levantó la cabeza, curioso. Había algo en el tono de su voz… en la postura de su cuerpo, que le puso los pelos de punta.
Lo que sucedió a continuación no lo hubiese visto venir ni con el sharingan más avanzado del mundo. Yakisoba, ese jounnin entrañable y bonachón que se desvivía para que sus súbditos no pasasen ni una pizca de hambre, acusó a Akame de mentir. Datsue bien sabía que había acertado, y tan solo reprimió las ganas de reírse de su compañero por el temor de que le hubiesen pillado a él también…
… Temor que terminó por hacerse realidad. El Uchiha tragó saliva, más asustado por la incertidumbre de lo que iba a pasar a continuación que porque le hubiesen cazado.
—La verdad, no os hubiese hecho esa pregunta si no fuera... No sé. Imaginad que hubiérais hablado mal de Gouna-sama, ¿no? Qué mal. Porque tiene muy mal genio...
Un sudor frío recorrió la espina dorsal de Datsue. «Este tío…»
—Si nuestra venerada Uzukage mató a un jounnin reputado en frente de toda la Villa, ¿qué no haría con un gennin… revoltoso?
«¡Este tío!» Dirigió una mirada fugaz a Akame, incrédulo por lo que acababa de oír, con las pupilas dilatadas de puro terror. ¿Cómo demonios sabía que…? ¡Estaban solos en la cubierta cuando se lo había dicho a Akame!
—Lo siento por robarte la frase, Datsue-kun. Y ahora, si sois tan amables...
»¿Por qué no me contáis loque opináisde verdad?
El Uchiha se levantó como un resorte, activado por el instinto más antiguo en el ser humano: la supervivencia. Yakisoba formuló un sello, y Datsue vio en aquella acción su sentencia de muerte. El hacha que cortaba el cuello al condenado. Pero, en su lugar…
… tan solo un pequeño hormigueo en la nuca. Un picor molesto, que no desapareció aun cuando trató de rascarse. El pecho le palpitaba de lo fuerte que le latía el corazón, y ni siquiera el tiempo que le dio Akame con su respuesta le sirvió para tranquilizarse, sino todo lo contrario. Ahora que era su turno, parecía estar a punto de salírsele por la boca.
—Pienso que Gouna-sama es todo lo contrario a su madre —«¿Qué cojones…?» No sabía por qué, pero por primera vez en su vida sentía la necesidad de decir la verdad. De desahogarse. «¿¡Es que no podía elegir otro puto momento para ser honesto!? ¿¡Tenía que ser esta!?»—. Shiona era dialogante, pacifista, calmada y sabía escuchar. Gouna en cambio es impulsiva, clava el puñal y luego pregunta, y creo que siempre cree llevar la razón, y que por tanto no escucha. Pienso esto por cómo ascendió al poder. Cuando regresó a la Villa, mató a Zoku y luego se explicó. Creo que eso denota un aire de superioridad frente al resto, porque no creyó oportuno explicarse primero, ni siquiera al recién nombrado Uzukage… a ti, Yakisoba. Simplemente actuó, y creo que eso puede ser tan positivo como peligroso para alguien que tiene la responsabilidad de toda una Villa. Aunque también es cierto que hace unos días me sorprendió, al no caer en las provocaciones de la Arashikage. Quizá esté corrigiendo esos defectos…
»Además, hubo un tiempo en que pensé que quizá era ella la traidora, y no Zoku. —Tenía la lengua suelta y ahora ya no podía parar. Se desahogaba, soltando toda la bilis que había ido acumulando en su interior, mientras poco a poco iba cavando su propia tumba. Si alguien le hubiese dicho días atrás que iba a morir por contar la verdad, se hubiese reído en su cara por loco. Y ahora, allí estaba, despotricando contra su Kage como un pobre necio—. Por todos era sabido la hostilidad que se procesaban. Pensé —y a veces todavía sigo pensando en ello—, que quizá Gouna se inventó todo eso del golpe de estado que iba a dar Zoku para así tener una excusa para poder matarle y evitar que ascendiese al poder. Pensé incluso que los rumores que hablaban sobre que Zoku quería usar a los bijuus eran un invento hecho por ella, para poner al pueblo en su contra. Cuando la veo en persona, como la vi el otro día en el edificio del Morikage, pienso que es imposible que haya hecho algo así. Que simplemente es una kunoichi impulsiva…
»Cuando me cuesta dormir por las noches, en cambio, y mi mente se pone conspiranoica, pienso… pienso que es posible.
El Uchiha tragó saliva. Se había vaciado. Se había vaciado por completo y ni siquiera sabía porqué, porque si de algo estaba seguro, eso era que ahora no se sentía mejor. Ni muchísimo menos. La única duda que le quedaba era...
—Yakisoba-sama... ¿va a matarme? —su voz sonó tan calmada que le sorprendió hasta a sí mismo.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Todo se estaba yendo al carajo. Akame lo había sabido cuando Yakisoba les hizo aquella pregunta tan directa y fuera de contexto. Cuando notó aquel extraño tono en su voz, normalmente tan afable, que le erizó el vello de la nuca. Todo se estaba yendo al carajo.
El Uchiha se vio obligado a hablar con una sinceridad más clara que cualquier excusa, cualquier truco. Ni siquiera Datsue con su lengua de plata fue capaz de resistirse. «Esto es alguna técnica, este maldito nos está interrogando con una técnica. ¿A nosotros? ¿A sus propios gennin?» Algo no encajaba. «¿Por qué nos trajeron entonces a esta misión? ¿Para matarnos aquí sin que nadie sepa nunca la verdad y decir que morimos en acto de servicio? ¿Tantas molestias sólo por nosotros dos...?»
La cabeza estaba a punto de echarle humo. Akame pensaba a toda velocidad mientras su compañero de Aldea se explicaba, otorgándole unos instantes de gracia. Daba igual, porque en realidad tendría que contestar con lo que realmente pensaba de su Uzukage. Y él mismo temía que podía ser algo que no gustase al Akimichi.
—Pienso que Gouna no debería haber sido Kage. Dicen que no era la candidata con más apoyos, ni siquiera de cerca. No se crió en Uzushiogakure. La gente no la conocía, y aun así ella entró en tu acto de toma de posesión del sombrero de Kage, mató a otro de los personajes más importantes de la Villa y casi te quitó el sombrero de las manos —vomitó, de corrido, como si estuviese huyendo de algo y temiera detenerse—. Hizo lo que quiso y como quiso. No le preocupó ser reconocida por su gente.
»Y, aun así, mataría si ella me lo ordenase. Moriría si ella me lo ordenase. Porque mi lealtad siempre estará con Uzushiogakure no Sato. No importa quién tenga el sombrero de Uzukage sobre sus hombros. Yo... Jamás traicionaré a mi hogar.
Yakisoba podría notar que el muchacho todavía hablaba bajo el influjo de aquella técnica, y que sus palabras no desprendían sino la más pura sinceridad.
En ese momento Akame notó un nudo en la garganta, como si se hubiese tragado una piedra. Quiso bajar la cabeza, pero no pudo; y en lugar de ello intentó tragar saliva para deshacerse de aquella sensación tan incómoda. Una solitaria lágrima se le escapó, resbalando por su mejilla.
—Echo de menos a Shiona-sama... Ella me enseñó algo muy importante.