Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame ojeó el panorama mientras se descolgaba la mochila de los hombros y la dejaba apoyada en la pared, junto a la chimenea y su mesa. Allí se podían ver los típicos rostros de una posada en el camino cerca de un punto de cruce entre países como lo era el Valle del Fin; caras pálidas, propias de Arashi no Kuni. Bronceados y ojos verdes, exóticos, de Mori no Kuni. Y rostros que a él se le antojaban más familiares, seguramente de Uzu no Kuni. Hubo una figura que le llamó la atención, sentada en la mesa más próxima a la de ellos. Un tipo envuelto en una capa de viaje, con la capucha calada hasta la nariz. «Se debe estar asando como una patata al horno...», pensó el Uchiha.
Eri se sentó a su lado, desplegando el mapa y una pregunta. Akame no compartía su optimismo —ya iban con retraso, pues se suponía que aquella noche debían haber llegado ya al Valle—, pero aun así no estaba dispuesto a dormir al raso con aquella tormenta sobre su cabeza.
—Sí, creo que será lo mejor —admitió, mientras le hacía señas a una de las meseras para que les tomase nota—. Creo que deberíamos empezar a buscar en Yachi, tiene sentido que haya parado allí nada más cruzar la frontera.
La jovencita que atendía aquella parte del comedor se acercó apresuradamente y, con gesto sencillo, les preguntó qué querían. Akame echó un vistazo a su cartera —menguada desde que salieran de la Aldea— y pidió un té muy cargado y cualquier guiso de carne que tuvieran en la casa. La chica lo anotó en un pequeño bloc y luego miró a Eri, expectante.
—De todos modos... —musitó Akame, una vez la kunoichi hubo pedido—. ¿Qué haremos cuando... si damos con él? Dudo que vaya a aceptar unas disculpas y ya está. Podría sospechar que el pergamino de Shiona-sama es en realidad una trampa... Yo lo haría.
6/05/2017, 14:56 (Última modificación: 29/07/2017, 02:03 por Amedama Daruu.)
Eran ellos, sin ninguna duda. Eri y Akame, eran sus nombres. Pero el chunin que había ordenado su ejecución no estaba con ellos. Eso lo tranquilizó un poco. Seguía siendo un dos contra uno, pero eran genins, como él, y ya les había conseguido burlar una vez. ¿Y si cogía una bomba de humo discretamente y...? Su mano se deslizó hacia el interior de la capa de viaje, se movió prácticamente sóla hacia el portaobjetos y...
...se detuvo.
«Eso llamaría demasiado la atención. No. Mierda, delante de mí hay una chimenea, detrás están ellos, a la izquierda...»
Un par de mesas vacías, y más allá, la ventana. Cerrada, pero eso no era un problema.
«Pero, ¿otra vez el mismo truco? Tengo que pensar... Joder, joder, voy a morir.»
— En breves llegaremos al País de la Lluvia... — Alegó, llevando el mapa hacia Akame. — Quizá mañana demos con él, ¡por fin! — Exclamó, alegre. — Pero antes... ¿Deberíamos pasar aquí la noche?
«Hasta ella quiere matarme ahora. Hasta ella. Y yo que creía que sólo se vio forzada a cumplir órdenes... No lo tengo tan claro con el otro. No parecía haber ni un atisbo de duda en sus ojos. Esos ojos...»
—Sí, creo que será lo mejor —admitió, mientras le hacía señas a una de las meseras para que les tomase nota—. Creo que deberíamos empezar a buscar en Yachi, tiene sentido que haya parado allí nada más cruzar la frontera.
—De todos modos... —musitó Akame, una vez la kunoichi hubo pedido—. ¿Qué haremos cuando... si damos con él? Dudo que vaya a aceptar unas disculpas y ya está. Podría sospechar que el pergamino de Shiona-sama es en realidad una trampa... Yo lo haría.
—¿Unas disculpas? —dijo, sin querer, en voz alta. Se le escapó. Ya está, ahora sí que iba a morir. Sin pararse a pensar en lo que acababa de escuchar, al darse cuenta de que se había delatado, todas las alarmas de Daruu se dispararon. A la vez.
El ruido de fondo de la taberna pareció volverse un murmullo y el crepitar del fuego ahora se veía en cámara lenta. El chute de adrenalina le pegó bien fuerte y no pudo hacer otra cosa que reaccionar como lo habría hecho una presa al ser descubierta por su depredador.
Se levantó, empujando a conciencia con el culo la silla hacia atrás para derribarla encima de los otros genin, al tiempo que se desvestía de la capa de viaje con una sola mano, y la zarandeaba hacia adelante, metiendo sus bajos en la flama. Después, pegó un tirón y, mientras la prenda en llamas y humeante se cernía sobre Eri y Akame y los dos muebles, estiró el brazo hacia adelante.
Como si una masa de agua hubiese decidido convertirse en un viscoso caramelo de color rosa, una mano artificial salió disparada y atravesó el cristal de la puerta, que causó un gran estruendo. Para entonces, el local era un caos. Se había desatado una pelea de borrachos, excitados por el caos, y por otra parte había un par de personas que no tenían nada que ver y corrían de un lado para otro, presas del pánico. El posadero gritaba encolerizado y deseaba la muerte primero de Daruu, luego de los borrachos, al final ya no sabía de quién.
La mano artificial se enganchó en el alféizar y Daruu se propulsó con ella, atravesando la ventana y cortándose la cara, los brazos y las piernas con trozos de cristal restantes. Apoyó el pie en un barro incipiente por la tormenta y, bañándose en su elemento, empezó a correr. A correr por su vida. Activó su Byakugan, para no poder decir que no volvió a mirar atrás.
Escuchó a Akame con atención, dispuesta a responder a su pregunta ajena a todo lo que se iba a desatar en aquel lugar en unos segundos...
Cuando escuchó algo, algo desde detrás de ella, se giró para comprobar qué acababa de ocurrir cuando el hombre que iba tapado de arriba a abajo se levantó, echándoles prácticamente la silla encima. Eri se cayó de culo contra el suelo al no estar del todo sentada en condiciones en su asiento mientras que sus ojos centelleaban al ver como la capa negra del desconocido ahora caía sobre ellos con una adición: estaba cubierta de llamas.
«¡Parece que quiere matarnos!»
Intentó desviar el trozo de tela, aunque desde el suelo no iba a ser tarea fácil, así que con sus pies movió la silla para que solo quedase encima de donde segundos antes había estado sentada. Se levantó lo más rápido que pudo y tiró el mueble, pisando la prenda en llamas para apagarla.
Cuando hubo hecho aquello, el lugar ya era un caos: gente peleándose, huyendo, el pobre posadero colérico al ver su local en problemas... Y el señor de la capa huyendo por una ventana.
«Un momento... Ese pelo...»
— ¡Akame-san! — Exclamó a su acompañante, luego comenzó a correr en dirección a la ventana donde se había escapado el causante del barullo olvidándose su mochila. Tomó propulsión con su mano buena —ganándose un profundo corte por culpa de los cristales— y cayó sobre el barro, tropezó pero logró mantener el equilibrio para seguir al que huía.
— ¡Espera! — Exclamó, intentando que unas palabras frenasen su huída.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Todo sucedió rápido. Muy rápido. Las palabras del encapuchado que se sentaba frente a ellos, tras Eri, cuya voz se perdió en el barullo general. De repente el tipo se levantó como un restorte, arrojando su silla sobre la kunoichi mientras se quitaba la capa de viaje. Por puro instinto Akame activó su Sharingan, y sus ojos se volvieron rojos como la sangre que iba a derramarse a no mucho tardar. El muchacho —ahora estaba claro que no se trataba de un hombre— prendió su capa en llamas y la lanzó hacia ellos. Akame apoyó un pie en la mesa y saltó por encima, quitándose de un plumazo tres obstáculos; la capa, la silla y la propia mesa.
—¡Detente! —aulló, mientras veía cómo uno de los brazos del muchacho se estiraba hasta límites antinaturales, rompiendo la ventana.
Lo vio venir. El Uchiha aprovechó para saltar a la mesa que había ocupado Daruu, y luego a la siguiente, mientras el de Amegakure se impulsaba a través de la ventana. «Ah, no, Amedama-kun. ¡No te me vas a escapar dos veces!». Akame saltó de mesa en mesa hasta llegar a la que estaba más próxima a la ventana y, directamente, se lanzó a través de ella como si de un tigre sobre su presa se tratase.
Cayó directamente en un charco de barro, que se había formado bajo la ventana. La lluvia seguía arreciando. El Uchiha pudo amortiguar la caída rodando sobre sí mismo —y ensuciándose en el proceso— para finalmente incorporarse. Daruu le llevaba algunos metros de ventaja, a la carrera. Akame empezó a correr mientras su mano formaba un sello. Flush.
Su figura se difuminó en el aire, entre las gotas de lluvia. Apareció luego, un parpadeo después, junto a Daruu. Akame se lanzó sobre él, buscando placarle de cintura para abajo para hacerle caer al suelo. Si lo conseguía, él mismo rodaría para ponerse en pie.
—¡Detente! —repitió, levantando ambos brazos con las manos abiertas—. No busco hacerte daño.
7/05/2017, 21:40 (Última modificación: 29/07/2017, 02:03 por Amedama Daruu.)
—¡Espera!
—¡Detente!
«Sí, la puta madre que os parió», pensó Daruu, y aceleró el paso. Sin embargo, Akame desapareció un momento a sus espaldas, y luego, reapareció al lado suyo. Como consecuencia secundaria de presenciar el Sunshin no Jutsu del uzureño detrás de él, dio un respingo, y tropezó con una piedra, casi cayendo, pero consiguió restablecer la marcha. Finalmente, fue el placaje del Uchiha el que lo derribó.
El cuerpo de Daruu cayó al suelo, al barro, con un ruido húmedo. Rodó varios metros, manchándose, lastimándose, y acabó el viaje en el tronco de un árbol, que lo detuvo del todo.
—Ugh... —gimió, agarrándose el costado. Se levantó todo lo deprisa que pudo, que no fue mucho. Akame se apartaba un poco, y levantaba sendos brazos, enseñándole las palmas de las manos.
—¡Detente! —repitió—. No busco hacerte daño.
—Una treta, sin duda —gimoteó Daruu, reincorporándose—. ¿Cuándo tardará otro de los vuestros en clavarme un puñal en la espalda? Espero que vuelva a ser metafórico. ¿Verdad, Eri-san?
Eri acababa de alcanzar a su compañero.
—Salvé la vida a uno de los vuestros de un puto fuuma shuriken, y lo primero que hacéis para agradecérmelo es intentar matarme. Hijos de perra malparidos hideputas que os parió una hiena. ¡Cabrones! —Escupió un poco de sangre a un lado.
—¿Y pretendéis ahora, después de perseguirme por la mitad de Oonindo, que me quede aquí mientras termináis el trabajo? Oh, ya lo creo que no. —Carnero, tigre, rápidos, por sorpresa, con las manos bajadas.
Disparó un chorro de caramelo de color turquesa al suelo, que pretendía extenderse por debajo de los pies de los dos genin para dejarlos pegados un poco más. Se dio la vuelta, sorteó el brazo ayudándose de sus brazos para apartarse a un lado, y siguió corriendo. Más allá empezaba un bosque, corto, y si no se equivocaba al otro lado estaba el Valle del Fin. Allí habría bastante sitio para esconderse, o eso creía él.
¤ Suiton: Mizuame Nabara ¤ Elemento Agua: Campo de Captura del Sirope Escarchado - Tipo: Apoyo - Rango: C - Requisitos: Suiton 20 - Gastos: 18 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Atrapa los pies del enemigo durante 2 turnos - Sellos: Carnero → Tigre - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones: El chorro se expande sobre el suelo con una extensión de 3'5 metros de ancho y 6 de largo
El usuario escupe una masa de agua muy densa y viscosa, imbuida con chakra Suiton, y la esparce en un amplio área sobre el suelo. Se trata de una corriente de agua pegajosa que puede utilizarse para formar una trampa adhesiva que inhibe el movimiento de una o varias personas. Si el enemigo conoce de antemano los efectos de la técnica, o la ha sufrido con anterioridad, resulta fácil de evadir simplemente canalizando el chakra a través de los pies para andar sobre el campo de agua sin tocarla realmente, aunque esto sólo es posible si consigue hacerlo a tiempo.
Por suerte —para ellos— Daruu paró, no de la mejor forma, pensó la joven; pero pudo ver en la lejanía que Akame estaba cerca de él.
Atinó a escuchar lo último mientras recuperaba el aliento. Jadeaba mientras la lluvia caía sobre ella, y sus ojos claros se posaron en la figura que se encontraba ahí, odiándoles en aquel momento.
Y dolía.
Cada palabra que soltaba por su boca era como el veneno de una serpiente recorriendo su interior, envenenándola poco a poco, y un dolor, como el del miles de senbon clavándose en su corazón, invadió su pecho. Pero tenía razón, no había obrado bien sobre alguien que salvó su vida, y ese dolor, ese veneno, se los tenía merecido, eso y mil cosas más pues lo que había hecho al pobre amenio.
Pero cuando quiso decirle que no tuvo opción de elegir y que por mucho que evitase hacerle daño y por ello había recibido ella una cachetada, él ya había actuado lanzando un chorro de algo que parecía agua viscosa. Eri lo vio en el último momento, y con suerte logró esquivarlo saltando hacia un lado mientras volvía a ver al chico del cabello despeinado largarse ante sus ojos.
Cerró los puños y frunció los labios para volver a su tarea.
— ¡Tienes razón, Daruu-san! — Exclamaba mientras corría. — ¡Pero por favor, déjanos explicarnos! ¡Prometo que no te haremos nada! ¡Te doy mi palabra de kunoichi! — Desesperada por no saber qué narices hacer para que la huida cesara.
«Pero tiene razón.»
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
7/05/2017, 22:08 (Última modificación: 7/05/2017, 22:08 por Uchiha Akame.)
Con eficacia —pese a las adversas condiciones climatológicas y del entorno— Akame fue capaz de derribar a su objetivo y pararle en seco. Figuradamente. Mientras se levantaba, el Uchiha notaba cómo la lluvia y el barro ya habían calado la mayor parte de su ropa, atenazándole el pecho y los brazos con una sensación de humedad muy fría, casi dolorosa. Se obligó a ignorarla, manos en alto, mientras veía al gennin de Ame levantarse torpemente.
Lo que vino a continuación fue una retahíla de insultos que seguramente aquel chico había estado guardándose durante varios días. Akame no podía culparle, claro, y aquellas palabras le resbalaron como la lluvia por su pelo negro y empapado, recogido en una coleta ahora desaliñada. Daruu empezó a hacer sellos, y mientras el Sharingan los leía como un libro abierto, Akame reflexionaba sobre el nivel de violencia que debía emplear para reducir al de Amegakure. Demasiado daría al traste con la misión —que se suponía conciliadora—, y demasiado poco no le impediría escapar de nuevo, esta vez por el bosque.
Con un movimiento ágil y decidido, el Uchiha dio un par de saltos, rodeando el árbol sobre el que se apoyaba el Amedama, para evitar el área de efecto de aquella técnica. Luego abrió la boca para contestar, pero entonces...
—¡Tienes razón, Daruu-san!
El Uchiha tuvo que contenerse para no golpearse la cara con una de sus palmas abiertas en ese mismo momento. «¿Razón? ¡Y un cuerno! Somos ninjas, maldita sea. Hacemos lo que se nos manda», se lamentó para sus adentros. Pero ahora que Eri había admitido aquello, él no debía contradecirla. Era su compañera de misión. Así que simplemente echó a correr tras el gennin de la Lluvia.
Una vez recorridos algunos metros, cuando tuvo un ángulo limpio, su mano derecha formó otra vez el sello del Tigre y, con un nuevo Sunshin, volvió a colocarse junto a Daruu. Su posición, un poco adelantada, le permitió intentar ponerle una zancadilla al muchacho para hacerle caer de nuevo. Si tenía éxito, esta vez se acercaría a él con el pergamino de Shiona en la mano, extendiéndoselo con gesto serio.
8/05/2017, 00:39 (Última modificación: 29/07/2017, 02:04 por Amedama Daruu.)
— ¡Tienes razón, Daruu-san! — Exclamaba mientras corría. — ¡Pero por favor, déjanos explicarnos! ¡Prometo que no te haremos nada! ¡Te doy mi palabra de kunoichi! — Desesperada por no saber qué narices hacer para que la huida cesara.
Pero Daruu no la escuchaba, sólo apretaba puños y dientes y seguía corriendo. Y esta vez estaba preparado para el Sunshin de Akame. Fue más lento, y más predecible, y Daruu podía ver en trescientos sesenta grados, así que estuvo preparado para esa zancadilla. Pegó un pequeño salto, y le plantó la palma de su mano en la cara a aquél Uchiha.
Dicen que el Juuken se llama así porque es el arte del puño gentil, del Taijutsu sin fuerza, pero aún así la palmada fue con toda la rabia que pudo descargar, de modo que Akame recibiría, no sólo un buen hostión en la nariz, sino también una ráfaga de chakra al interior del cráneo. Lo sentiría en los dientes, en la garganta y en el interior de los ojos, en un súbito pinchazo de dolor en la cabeza, en un pitido en los oídos...
Aterrizó, y torpemente, tropezó y cayó de bruces al suelo. Las ampollas de los pies del viaje. «Ya está. Ya estoy muerto. Un kunai en la nuca, y adiós.»
Esta vez Daruu no cayó en el mismo truco de Akame dos veces, y por eso Akame tenía probabilidades de salir peor parado que Daruu esa vez. La joven se mantenía un poco más lejana que los otros shinobi pues sus piernas no daban para más, así que cuando llegó al lugar donde ambos se encontraban, El Uchiha ya había intentado su jugada y el Amedama se encontraba tirado en el suelo de nuevo. La joven corrió y se quedó lo más cerca posible del de la Lluvia, más no sabía si acudir a socorrerle o esperar a que se calmase.
— ¡Daruu-san, por favor, no huyas más! — Pidió la joven sin moverse de su sitio. ¿Qué debería hacer? Podía atacarle y hacer que la escuchase por la fuerza o intentar darle un voto más de confianza a sus palabras, pero en ninguno de los casos estaba segura de que el chico escuchase. — ¿Crees que si de verdad estuviésemos buscándote para matarte, ya lo habríamos hecho? ¡Te has tropezado dos veces!
»Y en ambas hemos parado y hemos intentado dialogar contigo y escucharte, por favor, escúchanos a nosotros... ¡Lo que hicimos estuvo muy mal! Pero, ¿qué podíamos hacer? ¡Seguíamos órdenes de un superior! ¿Acaso tu no hubieras hecho lo mismo? Intenté frenarlo, fallé todos mis intentos, ¡porque no quería hacerlo! — Explicó con el tono de voz demasiado agudo de lo normal. — No tuvimos elección, y por suerte tu supiste jugar tus cartas de la mejor forma posible. — Alegó ya más tranquila mientras dejaba caer sus hombros. — Hicimos lo que dijiste: se lo reportamos a un superior, y no a un superior cualquiera, Uzukage-sama nos escuchó, y nos pidió... — Hizo una pausa pensando en el pergamino. — Que te buscásemos y pidiéramos perdón por nuestros actos y por los del chuunin, obramos de una forma pésima, y por eso ruego por tu perdón, lo siento mucho Daruu-san.
No sabía si habría escuchado todo el discurso, o si Akame había incidido o simplemente había hecho algo, todo lo que dejó salir lo dijo de corazón y por ello lo único que quería era que Daruu escuchase sus palabras, era lo único que quería, de verdad.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Rápido como una centella, Daruu se dió media vuelta justo en el momento en que Akame aparecía a su lado y, con un salto, se abalanzó sobre él. «¿Cómo me ha visto venir? ¡Imposible!». El Uchiha recibió el palmetazo en la nariz, seguido de una ráfaga de chakra coloreado proveniente del propio cuerpo de su enemigo. Se detuvo en seco, tambaleándose, y luego tuvo que retroceder varios pasos luchando por no caer al suelo. Al final terminó derrumbándose, pero pudo reunir las fuerzas suficientes para mantenerse agachado, descansando el cuerpo sobre una de sus piernas flexionadas.
La cabeza le zumbaba como si tuviese un enjambre de abejas dentro de ella, y la fatiga acumulada por el uso desmedido del Sunshin no Jutsu le golpeó de repente, como un mazo en el pecho. Akame sintió que le fallaba el aire y boqueó un par de veces, parpadeando mientras el charco de barro que tenía ante él se difuminaba durante unos instantes.
—Qué... Diablos... —masculló, tratando de no vomitar.
Era la segunda vez que subestimaba a aquel chico de Amegakure. No habría tercera. Tras recuperar el aliento, oyó las palabras conciliadoras de Eri sobre el estruendo de la tormenta. Alzó la cabeza buscando al Amedama y lo halló frente a él, tirado de nuevo en el suelo. Intentó ponerse en pie, pero notó que todavía le fallaba el equilibrio. «Suerte que Eri-san está aquí...» pensó, entre aliviado y furioso consigo mismo. De no haber estado acompañado por la kunoichi, sería carne de cañón.
A medida que la cabeza dejaba de darle vueltas y se notaba con algo más de energías, Akame hizo un esfuerzo titánico y sacó el pergamino que Shiona les había dado. Apretó los dientes y se lo lanzó con fuerza al gennin de la Lluvia, esperando que, por azar, le golpease de lleno en la cabeza.
8/05/2017, 19:14 (Última modificación: 29/07/2017, 02:04 por Amedama Daruu.)
—¡Daruu-san, por favor, no huyas —dijo Eri, que acababa de entrar de nuevo en escena. Daruu gruñó, por lo bajo. ¿Tan fácil creían que le iban a engatusar?— ¿Crees que si de verdad estuviésemos buscándote para matarte, ya lo habríamos hecho? ¡Te has tropezado dos veces!
Se apoyó en el suelo embarrado con ambas manos, y empujó. Los brazos le temblaban, la cabeza todavía le daba vueltas por el golpe, pero tenía que estar preparado para... para lo que sea. Apretó los dientes e hizo un esfuerzo, hasta que consiguió clavar la rodilla. Eri seguía a sus espaldas. Lo que decía tenía sentido, pero Daruu seguía temiendo que en cualquier momento pudieran traicionarle. De nuevo.
»Y en ambas hemos parado y hemos intentado dialogar contigo y escucharte, por favor, escúchanos a nosotros... ¡Lo que hicimos estuvo muy mal! Pero, ¿qué podíamos hacer? ¡Seguíamos órdenes de un superior! ¿Acaso tu no hubieras hecho lo mismo? Intenté frenarlo, fallé todos mis intentos, ¡porque no quería hacerlo!
Se reincorporó un poco más. Plantó un pie en tierra, la otra rodilla flexionada. Resopló, confuso.
— No tuvimos elección, y por suerte tu supiste jugar tus cartas de la mejor forma posible. Hicimos lo que dijiste: se lo reportamos a un superior, y no a un superior cualquiera, Uzukage-sama nos escuchó, y nos pidió... —Eri hizo una pausa—. Que te buscásemos y pidiéramos perdón por nuestros actos y por los del chuunin, obramos de una forma pésima, y por eso ruego por tu perdón, lo siento mucho Daruu-san.
Se levantó, se dio la vuelta para mirarla, y entrecerró los ojos.
—¿Y me tengo que fiar de vuestra palabra y ya está? Bien podríais haber venido aquí para terminar el trabajo, siguiendo las órdenes de ese mismo superior, ¿no? Puede que tengas razón, puede que tuviérais que obedecer, sí, ¿pero qué me dice que no estéis haciendo eso ahora mismo? ¿Tendiéndome una bonita trampa para terminar el trabajo limpiamente?
Akame le lanzó con fuerza un pergamino a toda velocidad desde un punto en cuarenta y cinco grados a su espalda. Giró ligeramente el torso y atrapó el objeto al vuelo.
—El pergamino, sí, ya lo he visto antes. Tiene un sello lacrado. ¿Y qué? Podría tener una técnica sellada, otra trampa. ¿Qué garantías tengo? Ninguna.
Pero observó a Eri detenidamente. Observó el lenguaje corporal de su cuerpo, observó sus ojos. Y despegó el sello de lacre del pergamino.
—Está bien... ¡Pero no deis ni un paso más hasta que termine de leerlo! Os lo advierto. U os mandaré a la mierda y volveré a salir corriendo. O tendré que... mataros.
Tragó saliva. ¿Realmente sería capaz de poder con dos genin del Remolino él sólo? Era consciente de que era una bravuconada, pero, ¿qué otra opción tenía?
La joven ocultó por un instante su rostro, parecía que sus palabras no habían hecho a Daruu cambiar ni un poco de opinión, pero al menos no había vuelto a salir corriendo. Eso podía llamarse logro, o algo así. Aunque seguramente por ella no fuese, claro, sería porque le dolía un pie, o los dos, o todo el cuerpo.
Sin embargo, Akame aprovechó a lanzarle el pergamino que Shiona en persona había pedido que le entregaran. La suerte parecía brillar de su lado pues, aunque lloviese a mares y el cielo estuviese oscuro y nublado, parecía brillar algo más allá de todo aquello.
Algo llamado esperanza.
Cuando Daruu hubiese desplegado el pergamino, Eri solo podría mirarle sin mover un solo músculo de su cuerpo, esperando por una reacción, la que fuese; del amenio que se encontraba a escasos metros de su posición. Y el contenido del pergamino solo lo vería él, pues ni la de cabellos morados ni el Uchiha habían visto su contenido.
A Amedama Daruu, shinobi de Amegakure no Sato,
Desde lo más profundo de nuestros corazones, rogamos su perdón por haber sido atacado de la manera más injusta que se nos puede pasar por nuestras mentes; un shinobi y compañero de profesión que levanta su arma contra otro camarada no puede ser llamado así, y por eso nos hemos encargado personalmente de que aquel que lanzó la orden lo lamente, al igual que nosotros, pues no debió suceder nunca.
Por ello esperamos de verdad aceptes nuestras disculpas, tanto de nuestros más jóvenes genin como de toda Uzushiogakure no Sato por lo ocurrido, toda nuestra gente debe respetar a aquellas personas que solo velan por el bienestar del mundo, y esta vez hemos faltado nuestra palabra.
Mis más sinceras disculpas,
Uzumaki Shiona, Sandaime Uzukage.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Akame esbozó una media sonrisa, todavía exhausto, mientras trataba de recuperar las fuerzas suficientes como para ponerse en pie. Todavía le dolía el cuerpo —especialmente las piernas— por el abuso del Sunshin no Jutsu que había hecho sin justificación táctica alguna. También estaba empapado, y el frío empezaba a calarle hasta los huesos.
Sin embargo, creía haber aprendido algo realmente increíble con todo aquello. «Antes supo que me había puesto detrás de él con el Sunshin, y ahora caza el pergamino al vuelo sin siquiera verlo... ¿Eso significa que tiene algún modo de predecir las acciones de sus enemigos?» se cuestionó el Uchiha, reflexivo. La idea de que un ninja de Amegakure tuviese capacidades parecidas a las que le otorgaba su Sharingan le irritaba profundamente.
Tomó una bocanada de aire y se incorporó un poco más, lo suficiente para poder mirar al Amedama con claridad. Daruu también parecía cansado, pero eso no le impidió despacharse a gusto. «Oh, por todos los dioses, ¿en serio?».
—Tienes en gran estima tus propias habilidades —replicó Akame, alzando la voz para hacerse oír por encima de la tormenta—. Te cogí por la espalda antes, y luego has tropezado dos veces. Si de verdad eres tan buen ninja como pareces creer, deberías saber que si quisiéramos matarte no nos habría hecho falta ningún pergamino trampa.
Sus palabras volaron, certeras. Para Akame no era una cuestión de orgullo ni honor, sino de rigurosidad profesional.
Pese a todo, las palabras de Eri lograron un efecto esperanzador, pues Daruu pareció convencerse —al menos, en parte— de que aquel pergamino no le haría ningún daño y, rompiendo el sello, lo abrió. Akame quedó expectante, pues él mismo no tenía idea de qué demonios ponía en aquella carta, escrita por la mismísima Uzumaki Shiona.
15/05/2017, 20:23 (Última modificación: 29/07/2017, 02:04 por Amedama Daruu.)
—Tienes en gran estima tus propias habilidades —replicó Akame, alzando la voz para hacerse oír por encima de la tormenta—. Te cogí por la espalda antes, y luego has tropezado dos veces. Si de verdad eres tan buen ninja como pareces creer, deberías saber que si quisiéramos matarte no nos habría hecho falta ningún pergamino trampa.
—Y yo burlé a la vista de un chunin y dos genin, uno de ellos era Uchiha. Y con un truco bastante estúpido. ¿Y? Eso no demuestra nada.
Los ojos de Daruu se pasearon por el pergamino. Hubo un momento en el que se quedaron fijos y arrugó la frente, luego continuaron leyendo, y finalmente, se cerraron. Las venas de los laterales de la cara del muchacho se relajaron y volvieron a volverse invisible, como es habitual. Daruu suspiró y abrió los ojos. Relanzó el pergamino a Akame.
—Unas disculpas conmovedoras, de verdad. Al menos Eri-san parecía lamentarlo de verdad —dijo—. Pero tú pareces molesto. Molesto de tener que disculparte.
Daruu se dio la vuelta.
—No sé, quizás todo esto sea rabia acumulada. Dame unos días, un baño relajado y una cama como los dioses mandan y contestaré de otra manera a todo, probablemente. A lo mejor estoy siendo injusto contigo.
»Yo estoy cansado de huir y vosotros de perseguirme. No creo que el posadero se alegre de verme, así que no me queda más remedio que continuar mi viaje hacia el oeste. Buenas noches.
Dicho esto, echó a andar, renqueando, quejándose de vez en cuando.
Eri esta vez se quedó al margen, no quiso intervenir en ningún momento pues sentía que sus palabras no iban a hacer más efecto del que ya habían hecho antes de que Daruu leyese el pergamino que Shiona les había concedido. Al final, el Amedama estaba más tranquilo, y después de considerar que un merecido descanso seguramente hiciera cambiar su humor y su punto de vista hacia lo que acababa de ocurrir, la joven pudo respirar de nuevo.
— Espera, Daruu-san, déjanos al menos ayudarte, me he dejado la mochila en la posada, pero si volvemos a lo mejor puedo darte algo para el viaje... — Murmuró ella, aunque la lluvia ya empezaba a calar sus ropas y su rostro estaba adornado por los cabellos que se le pegaban a él.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100