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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
"Charquito-san", aquel era el repentino mote que se había ganado, y Ayame se sonrojó ligeramente sin saber muy bien por qué. Pero no se dejó amilanar, lanzó su nueva ofensiva decidida a mostrarle una nueva sorpresa, sin ser muy consciente de que en aquella ocasión le tocaba a ella ser la sorprendida.

«¿Qué ocurre?»

Ayame había fruncido el ceño ligeramente. Estaba segura de haber acertado en su objetivo, ya que Daruu no parecía haber hecho ningún amago de esquivarlo. Sin embargo, algo extraño ocurría con su técnica. Aunque el chorro de agua que brotaba desde sus labios avanzaba con toda su furia hacia su oponente, este comenzó a distorsionarse a mitad de camino, girando sobre sí mismo hasta menguar en su tamaño y terminar desapareciendo sin más.

Al otro lado, Daruu se alzaba victorioso con un pequeño daruma rojo que tenía las dos pupilas dibujadas.

—Q... ¿Qué...? —balbuceó la estupefacta muchacha, que era incapaz de comprender qué era lo que había ocurrido.

Pero por si no había tenido suficiente, el shinobi movió el daruma hacia un punto del suelo que seguía en llamas y, súbitamente, un chorro de agua a presión brotó de este. Ayame dio un ligero brinco; y boqueando como un pez fuera del agua, señaló con un dedo al rubio.

—E... e... eso... eso... eso era... —tragó saliva con esfuerzo, y aún le costó algunos segundos completar la frase—: ¿Eso era mi técnica? ¡¿Pero cómo...?! ¡Ladrón!

Una ligera sombra oscureció momentáneamente los ojos de Ayame cuando su compañero sugirió dejar el entrenamiento por el momento.

—Pero... —una parte de ella se sintió momentáneamente aliviada, pues la fatiga ya comenzaba a hacer mella en su cuerpo. Sin embargo, la kunoichi no era de las que se rendían de aquella manera. Su propio orgullo le decía que un combate debía continuar hasta que uno de los dos oponentes no podía continuar más con aquello.

Y quizás por eso se veía incapaz de cerrar el sello de la conciliación con Daruu, que mantenía la mano extendida frente a él mientras Ayame le miraba con ojos brillantes por las lágrimas y se mordía el labio inferior en un gesto inconsciente.
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#32
Al principio, Ayame le había señalado, incrédula, y le había llamado ladrón. Lo primero lo solía hacer todo el mundo, lo segundo, no tanto, e hizo que el rubio se deshiciera en una sonora carcajada. A broma, lo había tomado, menos mal que no sabía que por parte de la kunoichi no lo era tanto.

Mis Darumanegai, regalo de mi madre —le había explicado, mientras se acercaba para realizar el ritual de conciliación—. Sello técnicas dentro de ellos, y puedo devolverlas, entre algunas cosas más. Ni siquiera yo sé de todo lo que son capaces, pero bueno.

Pero Ayame no quería darse por vencida tan pronto, así lo demostraban sus lágrimas y el gesto nervioso que mantenía mordiéndose el labio inferior. Daruu giró un poco el rostro y sonrió.

¡Vamos! ¿Qué pasa? Hemos conocido las habilidades del uno y del otro, ahora estamos más preparados para un segundo round —dijo—. Esta reconciliación será una promesa. Un día, acabaremos esta pelea. ¿De acuerdo? No estaría bien terminar el día de nuestra graduación llenos de cortes, golpes y quemaduras. ¿Qué dirá nuestra familia?

»¡Ya sé! Mi madre tiene una pastelería, está al lado de tu casa. Es donde vivimos, ¿no? Ya que vamos de camino, te invito a un chocolate calentito y a un bollito de vainilla. Están tope buenos.
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#33
La carcajada de Daruu ante sus sorprendidas exclamaciones hendió el aire, y Ayame se quedó ligeramente cortada ante su reacción. Al parecer, aquellos pequeños daruma que llevaba colgados en el cinturón no eran simples muñecos como había podido parecer en un principio. Para su completa estupefacción, parecía que eran capaces de absorber las técnicas que les lanzaban para después devolverlas. Aquello explicaba por qué el Mizurappa de Ayame no sólo no había dado en el blanco, sino que había acabado siendo utilizado por su oponente para apagar el fuego que él mismo había ocasionado.

—I... increíble... —balbuceó, y sintió cómo una gota de sudor frío se deslizaba por su sien.

Sin embargo, seguía resistiéndose a abandonar el combate tan pronto. Su propio orgullo se lo impedía. Había vivido levantándose una y otra vez, incansable, bajo la pétrea mirada de su padre cuando entrenaba con él. ¿Cómo podía ahora simplemente cerrar el sello de la conciliación cuando podía seguir moviéndose?

Aunque debía admitir que Daruu tenía razón en un punto. Con aquella reconfortante sonrisa, afirmó que ya conocían las habilidades del otro y que eso podría dar lugar a una segunda revancha. Además, y aquel fue el argumento que más le convenció, no sería buena idea que llegaran a casa cubiertos de magulladuras cuando acababan de graduarse como genin. Por un momento se imaginó la escena de la cara que pondrían Zetsuo y Kōri si la vieran atravesar la puerta de casa llena de quemaduras, golpes y moratones.

Y no le gustó la perspectiva...

—Está bien... —cedió al fin, con un suspiro, y aún a regañadientes alzó la mano para que sus dedos índice y corazón se entrecruzaran.

«Tiene la piel cálida.» Se sorprendió pensando, y enseguida se ruborizó sin saber muy bien por qué.

Habiendo sentenciado la paz, Daruu sugirió enseguida un nuevo plan. Al parecer su madre tenía una pastelería que quedaba justo en el edificio en el que ambos vivían. Estuvo a punto de asentir, eufórica; pero un repentino recuerdo la hizo palidecer repentinamente.

—Me... me encantaría pero... mi hermano que estaba en una misión de alto secreto... investigando esa pastelería —tartamudeó, midiendo cuidadosamente las palabras que debía pronunciar para no ofender la voluntad de su compañero. Si era cierto que aquel local era de su madre...—. Dice... dice que están comprobando que cumple con los requisitos de sanidad, porque... porque...

»Sospechan que los dulces que allí venden están contaminados y que ha habido muchos casos de intoxicación que han acabado en el hospital de mi padre...
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#34
Al fin, Ayame aceptó la paz, y, a regañadientes, quizás con el orgullo herido, juntó sus dedos con los de él en el clásico sello de la reconciliación. Daruu se sacudió las manos, como quien da un trabajo bien hecho por terminado, y sin más se puso a caminar en dirección a casa. O en dirección a la Pastelería de Kiroe-chan. En realidad, eran lo mismo, porque la casa de Daruu estaba justo encima del local, que hacía las veces de pastelería, de panadería y de cafetería.

La cara de Ayame se transformó cuando le propuso el plan, ya ambos caminando, y se tornó de un color muy pálido. Estaba a punto de preguntarle qué le pasaba cuando ella misma lo delató: su hermano, probablemente con la intención de no darle ningún bollo nunca o de que no le pidiera que le trajera ninguno —siendo quien era, era muy probable que los quisiera todos para él—, le había contado una mentira. Y claro, Daruu estalló a reír como sólo podía hacerlo.

Si tan sólo hubiera sabido Ayame cuántas horas pasaba Kori en la cafetería...

¡Ese cabronazo! —soltó Daruu, limpiándose una lágrima—. ¡Te ha dicho eso para quedarse todos los bollos él! Si pasa casi todas las tardes. ¿Aotsuki Kori, no? Se come unos cuantos y luego se lleva una bolsa bien llena, por si acaso se queda con hambre.

Suspiró.

»No, Ayame, no están contaminados. A no ser que esa cara tan pálida de tu hermano sea por culpa de los bollos, no están contaminados.

Caminaron durante un tiempo en silencio, sin más cobertura que algunas gruesas tuberías en el linde de las principales avenidas. Pero Daruu se apartaba del cobijo y dejaba que la lluvia le diera en la cara y descendiera por el cuello. Le reconfortaba, después de sudar tanto combatiendo.

Finalmente llegaron a la puerta del establecimiento. Decorado con ladrillos de color rojo granate, la tienda estaba enmarcada por dos pilares circulares a rayas rojas y blancas, y cubierta con un toldo de color violeta. En el fleco del toldo rezaba: Pastelería de Kiroe-chan. La entrada era sencilla: una cristalera enorme con una puerta también de cristal que se abría hacia fuera. Desde ahí incluso se podía ver el interior: un local con paredes de color rosa claro y suelo de color beige. La barra, a la derecha desde la entrada, de la misma madera de nogal que las mesas redondas y las sillas que había esparcidas por doquier. Detrás de la barra había estantes tapados con cristal llenos de dulces de todo tipo, y una puerta que llevaba a la cocina.

Daruu abrió la puerta y dejó que Ayame pasara primero. Su madre, Amedama Kiroe, les esperaba tras atender a unos clientes de una mesa cercana a la entrada. Al verles con la bandana, se alegró mucho y empezó a dar saltitos. Daruu se echó una mano a la frente cuando Kiroe, como si conociera de toda la vida a Ayame, se acercó a ella corriendo y le dio un abrazo bien grande.

¡Habéis aprobado! ¡Hala, Ayame-chan, qué grande estás eh! Hace mucho que no te veo, con lo que te gustaban los dulces de pequeña... —dijo—. ¡Sentaos que hoy invito yo!

«Si me haces pagar a mí encima...»

Kiroe era una mujer no muy alta, delgada, con rostro jovial. Tenía más de treinta, pero no aparentaba más de veinticinco. Tenía el pelo negro y los ojos marrones, siendo estos últimos el único rasgo que compartía con su hijo, además de las pequeñas pecas en los mofletes. Iba vestida toda de negro, pero llevaba puesto un delantal rosa con una "K" morada muy grande y en cursiva.

Se acababa de marchar a la cocina, así que Daruu condujo a Ayame hasta una mesa apartada. La gente ya le estaba mirando, como siempre, y en parte se debía a la actitud de su madre, siempre tan entusiasta.

Osea —dijo Daruu suspirando, al tiempo que retiraba la silla y se sentaba—. Que mi madre te conocía. Igual nos conocíamos hasta nosotros de pequeños, pero a saber. ¡Y Kori sin decirte nada sobre este sitio! Qué cruel.
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#35
La carcajada que soltó Daruu al escuchar sus temores la pilló totalmente desprevenida. Sobresaltada y atónita, Ayame se veía incapaz de creer que su hermano le hubiese estado engañando durante tantos años sólo para quedarse él con todos los bollitos.

—¡No puede ser! ¡Ah! ¡Por eso llega a menudo a casa cargado de bolsas y se niega a decirme lo que hay en ellas! —exclamó, cuando el martillo de la verdad la golpeó con crudeza—. ¡Pero qué egoísta! ¡No se lo voy a perdonar nunca!

El resto del paseo transcurrió en completo silencio. Ayame, aún enfurruñada por el engaño de su hermano mayor, ni siquiera se molestaba en cubrirse de la lluvia que caía sobre ellos a plomo. De hecho le gustaba sentir los dedos de lluvia acariciar sus mejillas, aunque aquello después le ocasionara una buena regañina por parte de su estricto padre al entrar completamente empapada en casa.

«Parece que no soy la única que le gusta...» Reparó, cuando vio a su acompañante apartarse a propósito varias veces de los refugios que les ofrecía las sobrias y gruesas tuberías que cubrían la ciudad y atravesaban desde lo alto las avenidas más grandes.

Tal y como le había afirmado Daruu, se estaban dirigiendo hacia su edificio. Y pronto pararon frente a la puerta de cristal de un establecimiento adornado con ladrillos de color rojo que parecían vibrar con vida propia en una atmósfera gris como era la de aldea permanentemente castigada por la lluvia. A ambos lados, dos pilares circulares a rayas blancas y rojas custodiaban la entrada. Esta estaba cubierta por un toldo de color violeta cuyo fleco rezaba "Pastelería de Kiroe-chan". Ayame había pasado incontables veces por delante de aquel local, y aunque su mirada se había visto inevitablemente atraída por los deliciosos pastelitos que se podían ver desde el exterior, siempre había apresurado el paso para alejarse del lugar, temerosa de las falsas advertencias de Kōri y de que las tentaciones la vencieran. Ahora que se había parado a contemplar la pastelería con más detenimiento, descubría que el lugar parecía realmente acogedor.

Antes de que pudiera decir algo al respecto, Daruu se adelantó y abrió la puerta para ella. Instantáneamente, un dulce y cálido aroma sedujo su nariz, y Ayame se vio empujada a entrar con cierta timidez.

—Pero Daruu-san, estamos completamente emp... —comenzó a susurrarle, pero entonces una mujer de cabellos oscuros se abalanzó sobre ella y la envolvió en un abrazo. Pillada totalmente desprevenida, la muchacha tensó todos los músculos del cuerpo en un acto reflejo. No estaba acostumbrada a aquellos gestos, y casi podía dar gracias a que no se hubiera visto impulsada a utilizar su habilidad para licuar su cuerpo.

Cuando la soltó, se apresuró a asegurarse de que la bandana siguiera firmemente aferrada sobre su frente; y, aun con el rostro ardiéndole de pura vergüenza, Ayame fue incapaz de responder a la atropellada emoción de la mujer. Kiroe actuaba como si la conociera de toda la vida, pero para ella era como si sólo la conociera de vista. De hecho, no recordaba haber cruzado palabra alguna nunca con ella. Con aquella emoción tan viva y aquel rostro tan jovial, la madre de Daruu parecía ser la parte contrapuesta a Zetsuo.

Se dejó guiar por Daruu a una de las mesas más apartadas y se sentó con las manos entrelazadas sobre las rodillas. Su acompañante le hizo una pregunta, pero Ayame, tan nerviosa que estaba, tardó algunos segundos en darse cuenta de que se estaba dirigiendo a ella.

—¿Eh? ¡Ah! Pues... eso parece, aunque yo sólo recuerdo conocerte de la academia —confesó, pues Ayame realmente no le dirigido la palabra durante todos aquellos años más que para lo estrictamente necesario. Carraspeó ligeramente, no se había dado cuenta hasta entonces pero estaba terriblemente sedienta. Por eso, mientras escuchaba las últimas palabras de Daruu, aprovechó para sacar de nuevo su cantimplora y beber un par de tragos—. Pues no, nunca me había dicho nada. Es un mentiroso —añadió, con el ceño fruncido.
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#36
Ayame llamó a su hermano mentiroso de nuevo frunciendo el ceño de la manera más infantil y más inocente imposible, no sin antes tomar un par de tragos de su cantimplora.. Se sorprendió a sí mismo mirándola con ternura con una sonrisa de bobo. Sacudió aquellas emociones de su cabeza.

Chica, sí que tienes sed, ¿eh? —comentó de pasada—. ¿Te gusta el chocolate? Nos sale muy bueno. A mi madre siempre le sale un poco más dulce... Es que a mí se me da mejor lo salado.

La cocina era su pasión principal, y le gustaba la elaboración de pasteles tanto como a su madre. Sin embargo, se le daba mejor hacer pan, y masas para pizza.

Al cabo de unos minutos en los que Daruu aprovechó para relajarse, vino Kiroe con una bandeja con dos vasos muy grandes, y dos bollos de aspecto delicioso.

¡Un buen batido de chocolate para Ayame-chan, y uno de chocolate blanco para Daruu-kun! Y un bollito de vainilla y canela para cada uno, ¡la especialidad de la casa! Tu hermano los devora, Ayame.

Gracias mamá —dijo Daruu, y se acercó el vaso para beber de la pajita mientras su madre se alejaba de nuevo a las cocinas—. Ay, qué fresquito está... Bueno... ¿Qué te gusta hacer? Aparte del trabajo como ninja y eso.
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#37
Durante un instante, su mirada se cruzó con la de Daruu y percibió en sus ojos castaños un suave brillo que acompañaba a una sonrisa que ella no había visto hasta el momento. Se ruborizó ligeramente, preguntándose por qué su corazón había comenzado a latir de manera frenética, pero prefirió ignorar aquel extraño cosquilleo en su pecho y hacer como si nada hubiese sucedido.

—¡Pues claro! Como parte del clan Hōzuki, soy una mujer de agua, por lo que debo mantenerme siempre hidratada —respondió, con henchido orgullo—. ¡No puedo permitir que me pillen desprevenida y estar deshidratada! ¡Por eso tengo que beber mucho!

Sin embargo, la simple mención del chocolate casi le hizo babear, literalmente. Se había quedado mirando a su acompañante con los ojos muy abiertos, y casi saltó de su asiento cuando mencionó las palabras "dulce" y "chocolate" en la misma frase.

—¡Me encanta el chocolate! ¡Y dulce es mejor aún! —exclamó, inclinándose ligeramente hacia delante. Aunque un ligero brillo de decepción cruzó de repente sus ojos—. A mi padre no le gusta el dulce... así que no hace chocolate siquiera. De hecho le encantaría que me gustara el café, pero yo lo odio —añadió, con una sonrisa y una divertida mueca.

Kiroe llegó entonces con una bandeja cargada con dos vasos y dos bollos que colocó frente a los dos muchachos. Cuando Ayame percibió el color marrón y la textura cremosa del batido de chocolate, cuando el olor llegó hasta su nariz, sus ojos comenzaron a hacer chiribitas.

—M... ¡Muchas gracias, Kiroe-san! —se apresuró a decir, antes de que la mujer se fuera por donde había venido.

Entonces tomó el vaso con manos temblorosas, temerosa de que aquel delicioso sueño fuera a desvanecerse súbitamente en cualquier momento como si no fuera más que un espejismo. Se llevó la pajita a los labios, y cuando el dulce líquido se deslizó por su garganta gimió para sus adentros.

—¡Qué rico está! —se relamió.

Daruu le formuló una nueva pregunta que logró sorprenderla. ¿Qué le gustaba hacer aparte de servir como kunoichi? No muchas personas le habían hecho una pregunta así. De hecho, no recordaba que nadie lo hubiera hecho.

«¿Qué me gusta hacer?» Casi era como si ella misma no se lo hubiese planteado nunca antes.

—Pues... A veces canto —admitió, con un nuevo rubor y una sonrisa nerviosa—. Pero nunca frente a otros, claro. También me gusta dibujar, y sobre todo los animales. Me gusta pasear cerca del agua, y me gusta la naturaleza. La hecho de menos entre tanto asfalto y tantos rascacielos, por eso suelo acudir al Gran Lago.

»¿Y qué hay de ti, Daruu-san?
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#38
Cuando Daruu apuntó perspicazmente que Ayame tenía mucha sed, ella sostuvo que como miembro del clan Hozuki, era una mujer de agua, y por lo tanto debía mantenerse siempre hidratada. Si la pillaban deshidratada, por lo visto, su habilidad especial no funcionaría, y por tanto debía de beber mucho.

«Así que eso de transformarse en agua es cosa del clan Hozuki...» —pensó Daruu.

A Ayame le gustaba el dulce, y el chocolate más que ningún otro. Daruu rió cuando contó que a su padre no le gustaba el chocolate, y que estaría encantado si su hija bebiera café. Estaba claro por sus ojos que le gustaba el chocolate, porque cuando la madre de Daruu trajo los vasos tenía los ojos brillando de una manera que sólo podía significar una cosa: si de ella dependiese, repetiría tres veces más.

···

Detrás de la barra, Kiroe se mantenía agazapada, con un rubor intenso en las mejillas y los ojos entrecerrados. Observaba a su hijo y a Ayame oculta tras un par de vasos y agachada.

«Jejeje, qué buena pareja hacen...»

···

Aunque le había costado contestar, finalmente Ayame dijo que le gustaba cantar, los animales y el dibujo. Dijo que le encantaba la naturaleza, y que por eso solía acudir a menudo al Gran Lago. Después, preguntó por los gustos del rubio.

La cocina, sobretodo, y la pizza, sobre todas las cosas. Comerla y hacerlas, claro —rió—. También me gusta dibujar, aunque no se me da muy bien. Los libros de fantasía me encantan, y han sacado una cosa ahora en Amegakure que se llama "videojuego". Con un mando y en la tele, ¡puedes jugar con una pelota y dos palas, y es divertido!
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#39
Ajena a las miradas indiscretas, Ayame escuchaba con fascinada atención las palabras de Daruu mientras se deleitaba con el dulce que le había dejado su madre.

—Vaya, así que la pasión por la cocina te viene de familia —comentó, francamente sorprendida. Se llevó el bollo a los labios, y el sabor de la vainilla y la canela estallaron en su boca cuando lo mordió. Gimió para sus adentros, pero enseguida volvió a centrarse en el tema de conversación. Aparte de la cocina, a Daruu le encantaba leer, una afición que compartía con ella. Pero lo que le arrancó una sonrisa incómoda fue el tema de los "videojuegos"—. Creo que he oído hablar de ellos, sobre todo a los niños ricos de la academia, pero no he tenido la ocasión de probarlo. Mi padre... no tiene una muy buena opinión sobre ellos.

Volvió a llevarse el vaso del batido de chocolate a los labios.

Aunque una parte de ella se moría de curiosidad por ver cómo eran, qué era lo que tanto seducía de esos juegos a los muchachos de su edad. ¿Sería tan divertido como ellos afirmaban que eran?

—Él dice que para jugar a eso, por qué no coger una pelota y dos palos de verdad —añadió, con la pajita sujeta entre los dientes, y dejó escapar una risotada—. Que para el caso sería lo mismo y no haría falta gastar la tecnología en tontadas como esa.
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#40
«Entre esto y lo del café, tu padre debe de ser uno de esos viejos amargados que no sabe disfrutar de la vida.» —pensó Daruu, aunque sólo un idiota lo diría en voz alta.

Aún así atendió al resto de la explicación, y dio un largo suspiro antes de darle un gran bocado a su bollito de vainilla. Estaban buenísimos, como siempre.

Tifica comfuzión de agguien de otgra genedafión —sostuvo con medio bollo dentro de la boca—. Pefo que quiedez que te difga, no ef lo mifdmo y abemaz, cuanfo vueldvo de entrenag lo ufftimo que me apetefe ef ponefme a recogef pedotaf.

Tragó tras masticar y le dio un buen trago al batido de vainilla.

Como sea, si tu padre no te deja tenerlos, un día te vienes a casa y lo pruebas. Será divertido.

Se dio cuenta de lo que eso podía significar entre un chico y una chica, y se le subieron los colores a la cabeza. Le dio un trago deprisa y corriendo a su batido y se atragantó.

Cof, cof... Esto... Esto... ¿Qué buen día hace, no?

Dios mío. Sí que era un imbécil cuando se ponía así. Estaba lloviendo, como todos los putos días en Amegakure, ¿qué buen día podía hacer?
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#41
Le costó cierto esfuerzo comprender las palabras de Daruu cuando las pronunció con medio bollo aún en la boca. Pero, cuando lo hizo, una sonrisa temblorosa asomó a sus labios.

—Puede que sea así —rio. Ella nunca había probado esos videojuegos, por lo que no podía opinar al respecto, pero al menos lo que decía su acompañante tenía sentido: si llegabas cansado a casa, lo último que te apetecería sería hacer más ejercicio por mucho que fuera un juego.

Tras tragar, Daruu le dio un nuevo sorbo a su batido de chocolate blanco. Y Ayame no tardó en imitarle.

Aunque pronto se arrepintió de haberlo hecho.

Las siguientes palabras que formuló la pillaron desprevenida. Al tragar, la sorpresa hizo que el chocolate se le fuera por el lado equivocado y Ayame se vio sometida a un violento ataque de tos que parecía amenazar con asfixiarla. No fue consciente de que, a su alrededor, los clientes de la pastelería se habían girado hacia ellos con cierta alarma.

—I... Ir a tu... casa... —balbuceó como pudo al cabo de algunos segundos, ya entre toses algo más sosegadas. Sentía que el rostro le ardía, pero no podía asegurar que fuera debido a la desafortunada malinterpretación de la frase o precisamente...

De lo que sí se dio cuenta fue de que Daruu también se había sonrojado, aunque él no se había atragantado.

—Pero... si está lloviendo... —respondió, algo aturdida ante la extraña afirmación de Daruu. ¿Acaso existía un buen día en Amegakure? De hecho cuando llovía no se consideraba un buen día, sino un fatal augurio. Comenzó a tamborilear con sus pulgares, distraída y sin saber muy bien qué más decir. Se sentía avergonzada y no sabía por qué. Hasta que recordó algo que le hizo recobrar la curiosidad—. Oye, Daruu-san, aún no me has dicho cómo es posible que te prendas fuego sin acabar calcinado.
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#42
Sin embargo él sí que se había dado cuenta de que Ayame se había sonrojado tanto o más como él, y eso sólo pudo tener como resultado que él se sonrojase aún más. Para colmo, la kunoichi se dio cuenta de que su rompe-hielos era ridículo: estaba lloviendo, claro, como todos los puñeteros días en AMEGAKURE.

Aún así, como siempre, se las apañó para salir del paso.

Esto... —meditó durante un momento—. ¡Claro, mujer! Dicen que los días sin lluvia traen mala suerte. ¡Por eso hoy es un buen día!

···

«¡Miraaa, se han puesto rojos como un tomate! ¿Le habrá pedido salir? Nah, mi hijo es un cobarde... Pero y si, pero y si...»

Kiroe, sin nada que hacer, seguía escondida, esta vez medio asomada por la cocina, fingiendo vigilar el local por si venían más clientes o recibía un pedido de una mesa.

···

El batido se había acabado.

Pues verás —Ayame le había preguntado cómo funcionaba su Kaenka, y aunque no pensaba revelarle los detalles (era un jutsu secreto), sí podía contarle qué efectos tenía la técnica—. La capa es cálida por dentro, pero no llega a quemar. De hecho...

Puso la mano sobre la mesa y la prendió fuego.

Tócala, confía en mí.

Si Ayame decidía poner la mano sobre la suya, notaría una ligera sensación de calidez. Pero Daruu había decidido regular la temperatura del Kaenka para que no hiciese daño.
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#43
Comenzaba a sentirse extraña. No sabía cómo expresarlo, pero era como si tuviera un sentimiento cosquilloso en la nuca, como si alguien estuviese observándola sin que ella fuera siquiera consciente de ello. Se removió en su asiento, incómoda. Pero eso era completamente imposible, sólo eran dos muchachos en una cafetería que pasaban el rato con batidos y dulces de vainilla y canela, ¿quién iba a estar interesado en espiarles?

Con un último sorbo a su batido, el vaso se vació. Ni siquiera quedaban siquiera las migajas del bollito.

Intrigada por la respuesta de Daruu, la muchacha se echó hacia delante en la mesa. Con los ojos clavados en su acompañante, la muchacha ladeó ligeramente el rostro y un mechón de cabello resbaló de sus hombros.

—¿No llega a quemar? ¿Es eso posible? —le preguntó, pues su imaginación se había adelantado a la respuesta del rubio, y había supuesto por sí misma que, de alguna manera, era posible que la piel del shinobi fuera más resistente al calor de lo que era habitual.

Pero para demostrarle lo que estaba diciendo, Daruu puso una mano sobre la mesa y cuando brotó una llamarada de ella la muchacha volvió a echarse hacia atrás con un brinco. El muchacho la invitó a tocar la llama, y Ayame le miró sobresaltada.

—Q... ¿Qué? —exclamó, con un hilo de voz, y volvió la mirada al fuego.

Las llamas ondulaban sobre la superficie de la mesa, lamiéndola con delicadeza pero sin llegar a quemarla. Pero aquel mismo fuego la había quemado a ella anteriormente, y un ligero hormigueo vibró en su mejilla derecha, donde había recibido el golpe durante el entrenamiento.

«¿Puedo fiarme de él?» Se mordió el labio inferior, temerosa, pero cuando alzó la mirada vio que los ojos de avellana de Daruu estaban clavados en ella, atentos. La muchacha levantó la mano, dubitativa, y la acercó con lentitud a la llama.

Más cerca... Más cerca...

Sus dedos rozaron el fuego...

—¡Ah! —Ayame retiró la mano con un brinco. Pero enseguida parpadeó, confusa. Al cabo de algunos segundos volvió a acercarla, y esta vez lo hizo con algo más de decisión. El fuego envolvió por completo su mano cuando lo hizo, pero ante su completa estupefacción, las llamas la lamían sin llegar a dañarla. Sentía la calidez del fuego, pero no el dolor punzante de la quemadura que debería sufrir—. Es... es cierto... es increíble —balbuceó, fascinada. No muchas veces se tenía la oportunidad de acariciar el fuego sin sufrir las consecuencias.
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#44
Como esperaba, a Ayame le chocaba que Daruu le estuviese pidiendo una prueba de confianza tan grande como aquella. Quién, al fin y al cabo, pondría la mano en el fuego por un extraño al que acaba de conocer. Literalmente.

Dio un respingo después de que Ayame lo diera también.

¡Ay, qué susto, tonta! —rió—. Venga. No quema, lo prometo.

Pronto sintió el suave roce de la piel de Ayame sobre su mano, y sin saber por qué, se sonrojó. Fingió que lo hacía por sentirse halagado y retiró la mano, apagando el Kaenka.

¡G... gracias! —musitó.

···

L... le... le ha dado la mano... le está pidiendo... ¿le está pidiendo salir? ¡Sí! —susurró Kiroe para sí misma, y roja como un tomate, cotilla como ella sola, se creyó satisfecha y se metió en la cocina. Estaba empezando a oler a quemado.

···

Oye, ¿no hueles a quemado? —le preguntó Daruu a Ayame, y por un momento pensó que podría haber quemado la mesa sin querer, pero no era así—. Qué raro, a mi madre no suelen quemársele los pasteles...

Se giró y echó un rápido vistazo a la puerta de la cocina. Nada raro.

...

...

...

FUASHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH

El horno acababa de ejecutar un bonito Katon: Goukakyou no Jutsu.

Daruu gritaba.

Los clientes gritaban.

Si Kori hubiese estado allí, hubiese gritado. Bueno, no. No lo hubiera hecho.
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#45
Daruu retiró la mano, y con aquel gesto la llama se apagó. Ayame sacudió ligeramente la cabeza, como si acabara de despertar de un sueño, y descubrió en su rostro los rastros de un ligero sonrojo que ella misma vestía en sus mejillas arreboladas.

Un súbito olor a quemado inundó sus fosas nasales. No sabía de dónde provenía, pero antes de que Daruu hubiese pronunciado una sola palabra, Ayame se había girado para comprobar su origen. No tuvo que buscar demasiado. Una violenta explosión sacudió todo el local. La muchacha se levantó de golpe, ensordecida y sobresaltada. Ni siquiera llegó a escuchar los gritos de los clientes, ni siquiera se dio cuenta de que con el movimiento había derribado la silla en la que había estado sentada, pero en aquel instante nada le importó.

Una llamarada brotó de la misma puerta de la cocina como si de la boca de un dragón se tratara y ella contuvo la respiración en consecuencia.

—¡KIROE-SAN! —exclamó, y en apenas dos segundos había atravesado el local y había saltado por encima de la barra para entrar en la cocina. Tenía que comprobar que la pastelera se encontraba bien, tenía que comprobar que todo estaba en orden.

Y sus técnicas acuáticas serían de gran ayuda si se había producido de verdad un incendio.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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