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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Suzaku cayó inconsciente tras el impacto de la técnica. Umi resolló, respirando con dificultad. Bajó de la rama del árbol y se quedó observando a su hermana. Luego miró al picnic que habían preparado juntas, y poco a poco, la rabia se fue transformando en tristeza y en miedo. Se acercó a su hermana y se dejó de caer de rodillas. Se tapó la cara con ambas manos y comenzó a llorar.

«¿Por qué...? ¿Por qué me ha tocado vivir esto a mí...?»

Lo iba a perder todo. Todo lo que le quedaba era aquella niña frágil que yacía frente a sí. Se acurrucó a su lado hecha un ovillo, y siguió llorando hasta que ella también se quedó dormida, con el maquillaje, y también parte de su alma, completamente desplazados por las lágrimas.
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#32
Cuando Suzaku volvió a recobrar la consciencia, lo primero que sintió fue un peso sobre su torso. El brazo de Umi rodeaba su cintura, y ahora su hermana dormía profundamente a su lado con el maquillaje de sus ojos corrido por las lágrimas. La menor apartó la mirada, irritada, e intentando aguantar el dolor que le producían las múltiples heridas que había sufrido durante el transcurso del combate, retiró el brazo de su hermana con sumo cuidado para no despertarla y después se reincorporó. Al menos aún conservaba su bandana, comprobó enseguida.

«Como si fuera a dejar de ser kunoichi sólo porque me la quitara.» Pensó, obstinada como ella sola.

Subió la colina desde la que habían caído rodando, y contempló con tristeza la cesta y la manta del picnic que habían quedado allí abandonadas. Con el empeño que le había puesto a sus sandwiches... Suzaku terminó por sacudir la cabeza y le dio la espalda, encaramándose a lo alto de la colina.

Jabalí, Caballo, Tigre. Sus manos se entrelazaron cuidadosamente. Concentrada en moldear el chakra desde el interior de su estómago, Suzaku inspiró hondo y después sopló con todas sus fuerzas.

«¡¡Katon: Gōkakyū no Jutsu!!»

Pero de entre sus labios apenas surgió una débil llamita que no tardó más de un segundo en desvanecerse en el aire.

¡Maldita sea! —bramó, dando una patada en el suelo fruto de la exasperación.

La Técnica de la Gran Bola de Fuego era una de las técnicas insigne del clan Uchiha. De hecho, se consideraba que un miembro del clan ya era un miembro adulto y maduro cuando aprendía a dominarla. Pero a Suzaku siempre se le había resistido. Por mucho que lo intentara, por mucho que practicara, no conseguía sacar más que una débil boluta de fuego. O humo, con el que terminaba atragantándose. Pero se negaba en rotundo a pedir ayuda a nadie. Especialmente a su hermana.
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#33
Umi despertó poco tiempo después, magullada, con la herida ardiendo como las brasas de una fragua. Masculló apoyándose en la hierba y buscó a su hermana con la mirada borrosa. No la encontró. Al menos, no la encontró a ras de suelo. Umi lloró.

Mamá, papá, ¿por qué tuvisteis que hacerlo...? —Creyéndose sola, Umi comenzó a lamentarse—. ¿Por qué entregar vuestra vida a la causa de una única persona...? ¿Por qué seguir a ese maldito fanático...? ¿Por qué...?

»Todo lo que me habéis dejado es una losa demasiado pesada para mí sola...
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#34
Jabalí, Caballo, Tigre.

Una llama incandescente brotó desde sus labios, se retorció en el aire hasta encogerse sobre sí misma y formar una bola y... terminó desvaneciéndose igual que lo habían hecho todos los anteriores intentos. Suzaku suspiró y alzó la mirada al cielo, agotada y hastiada a partes iguales. ¿Por qué no lo conseguía? ¿Por qué no era capaz de dominar la técnica de la Gran Bola de Fuego los Uchiha?

Fue entonces cuando escuchó una débil voz a su espalda, en el mismo punto donde había dejado a Umi.

Mamá, papá, ¿por qué tuvisteis que hacerlo...? —Su hermana mayor había despertado, y ahora se lamentaba débilmente creyéndose sola—. ¿Por qué entregar vuestra vida a la causa de una única persona...? ¿Por qué seguir a ese maldito fanático...? ¿Por qué...? Todo lo que me habéis dejado es una losa demasiado pesada para mí sola...

Plof.

Un sandwich aterrizó en la mejilla de Uchiha Umi, antes de deslizarse y caer de nuevo a la hierba.

¿Qué farfullas, hermana? ¿De qué fanático hablas? —Le preguntó Suzaku, directa como una saeta.
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#35
Umi se levantó como un resorte. No pensaba que su hermana estuviera ahí. Y por primera vez Suzaku vio en los ojos de su hermana una expresión que no había visto nunca. Fue breve, muy breve, pero lo que vió en Umi fue miedo. La observó con miedo durante un corto segundo, y luego apartó la mirada. Tomó el sandwich y lo mordió. No le importaba que hubiera estado en el suelo.

De nadie —cortó—. Déjame en paz...
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#36
Su hermana se levantó de golpe. Parecía que Suzaku la había pillado desprevenida y, casi por primera vez, le pareció ver una extraña expresión en sus ojos que no recordaba haber visto antes: era... ¿miedo? Duró apenas un instante, antes de que volviera a apartar la mirada. Recogió el sandwich y, sin importarle que hubiese estado en el suelo, le asestó un bocado.

De nadie —le replicó—. Déjame en paz...

Suzaku entrecerró ligeramente los ojos. Pensó durante unos instantes. Pero terminó por encogerse de hombros.

Como quieras —resolvió—. Vamos a recoger, anda.

De todas formas, se le había quitado el apetito. Sabía que, si insistía o la seguía presionando, Umi se cerraría de forma hermética y no soltaría prenda. Tendría que seguir investigando de otra manera. Umi estaba ocultando algo sobre sus padres y un tal fanático. Tomaría nota.
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#37
Chasqueó la lengua y se quitó de los labios un trozo de césped. Suspiró y terminó por acercarse a Suzaku y depositar el emparedado en la bolsa que habían traído consigo para recoger la basura. Ayudo a su hermana en silencio, y juntas recogieron su comida y sus orgullos, volvieron a casa y cuidaron de sus heridas.

Ahora, Suzaku curaba con delicadeza la herida que le había hecho a su hermana en la pierna mientras está tenía la mirada perdida en uno de los azulejos del baño, el que tenía el patrón floral un poco defectuoso y desplazado a un lado.

Sushi —dijo de pronto—. Siento haberte estropeado el picnic.

Umi fingió una sonrisa con los ojos cerrados. Y en ese momento, tomó una decisión.

»¿Quieres que vayamos juntas de misión?

Si no podía evitar que su hermana saliera ahí fuera, ella se convertiría en su sombra.

En su escudo.
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#38
Suzaku escuchó los pasos de Umi a su espalda, pero ni siquiera se volteó para mirarla. Simplemente siguió recogiendo los enseres del picnic, mientras Umi metía su propio sándwich en la bolsa que habían traído para recoger la basura. Lo hicieron en absoluto silencio, sin comentar nada del combate que no parecía haber ocurrido siquiera ni sobre el picnic que no había llegado a ocurrir.

Así de magulladas, regresaron a casa. Y entonces se ocuparon de sus heridas. No era la primera vez que lo hacían. No habían sido pocas las veces que una de las dos resultaba herida: una caída tonta en la academia, un tobillo torcido por un despiste... Pero nunca había sido de gravedad. Y nunca se lo había infligido su allegada.

Sushi —dijo Umi de pronto, cuando Suzaku se estaba encargando de la pierna herida de su hermana. Fruto del sobresalto, pegó un tirón a la venda más fuerte de lo que pretendía, lo que le arrancó un siseo dolorido—. Siento haberte estropeado el picnic.

Estamos en paz —replicó Suzaku, encogiéndose de hombros.

Umi esbozó una sonrisa tensa, fingida. Suzaku la conocía demasiado bien como para diferenciarlas de sus sonrisas verdaderas. Tras una breve pausa, añadió:

¿Quieres que vayamos juntas de misión?

Aquello pilló por sorpresa a Suzaku, que detuvo su labor en seco para mirarla con ojos desorbitados. ¿Había escuchado bien? ¿De verdad le estaba sugiriendo...?

¿Ir juntas?

¿De misión?

¡¡¡CLARO!!! —gritó, abalanzándose sobre su hermana sin darse cuenta de lo brusco y violento de su movimiento. Seguramente le arrancaría otro latigazo de dolor. Pero no fue aquel pensamiento lo que la hizo apartarse de ella apresuradamente, con las mejillas encendidas. No. Fue otro sentimiento muy diferente. Un sentimiento de...—: Quiero decir... Procura no resultar un estorbo.

Y se levantó de golpe, para salir del cuarto de baño entre zancadas.
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