Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Kiroe mantenía la mirada fija, seria, en el horizonte.
—Ahora lo comprobaremos, Zetsuo —dijo—. Pero tendremos que salir de la capital y alejarnos un poco de la civilización. No puedo invocar a los perros aquí.
No sólo porque llamarían extremadamente la atención, sino porque además ahora mismo no cabía ni un alma más en aquella calle. Daruu se esforzaba por esquivar a todo el mundo, mas aún tenía que comerse a la mitad de la población y a los visitantes del lugar.
—A ver si es verdad que salimos ya de aquí. Estoy hasta las narices.
Tardaron un buen rato en cruzar las selvas de humanidad de la urbe, como si hubieran estado cruzando una de verdad, apartando la vegetación a machetazos. Ya fuera, anduvieron un rato por la calzada antes de separarse del camino y refugiarse en una neblinosa arboleda. Allí, Kiroe invocó uno de sus perros. Un labrador enorme de color negro y cara de bobalicón —aunque cabe decir que no tan grande como los san bernardos que usaron para montar. Sus ojos, aunque también negros, tenían un distintivo reflejo... granate.
—¡Wof! Kiroe-sama, a su servicio. —El can hizo un saludo militar... con su pata de perro. Quedaba casi cómico.
—Akatosu. Ya sabes lo que hablamos ayer. Tienes que ayudarnos a buscar a Ayame. Zetsuo, por favor. —Se dirigió hacia el médico—. ¿Todavía conservas el trozo de túnica?
Si Zetsuo ofreciese la tela, el perro se entretendría para olfatearla durante unos segundos, luego alzaría el morro y, despacio, empezaría a rastrear olfateando el suelo.
—¡Por aquí! ¡Seguidme, de momento tengo el rastro claro! ¡Ha pasado por aquí!
—¿Por en medio de la arbolada? Los captores estaban de incógnito, así que dudo que haya tenido nada que ver con el señor feudal de este país, mamá, como tú sugeriste.
—Sí, porque... nos estamos adentrando en la isla.
El grupo siguió avanzando. Los árboles cada vez dejaban un respiro menor, entre tronco y tronco. Y la niebla se hacía más espesa...
—Ahora lo comprobaremos, Zetsuo —dijo—. Pero tendremos que salir de la capital y alejarnos un poco de la civilización. No puedo invocar a los perros aquí.
Zetsuo asintió en silencio, y todos juntos se abrieron paso entre todas las personas que abarrotaban las calles, que parecían haberse puesto de acuerdo para salir todos a la vez a realizar sus compras o, simplemente, pasear. ¿Pero quién podía pasear a gusto por unas calles atestadas en las que casi no se podía respirar? Caminando a contracorriente, con gran esfuerzo, y con ayuda de varios codazos y golpes de hombro, el grupo atravesó las numerosas avenidas y callejones que conformaban la capital del Puerto Kasukami y terminó saliendo de la urbe al cabo de un buen rato. Asfalto y torres de hormigón y cristal fueron sustituidos por un camino terroso y pinos. Algo jadeantes por el esfuerzo y por la angustia de haber estado encerrados en una muchedumbre así, caminaron por la calzada durante varios centenares de metros y después se refugiaron entre los árboles. La niebla volvía a rodearlos, pero a nadie pareció importarle por el momento. Y entonces Kiroe hizo su magia: invocó un perro labrador de color negro como el tizón y cierta cara de bobalicón.
—¡Wof! Kiroe-sama, a su servicio —ladró el cánido, con un ridículo saludo militar que hizo torcer el gesto a Zetsuo.
—Akatosu. Ya sabes lo que hablamos ayer. Tienes que ayudarnos a buscar a Ayame. Zetsuo, por favor. —Intervino Kiroe, volviéndose hacia el médico—. ¿Todavía conservas el trozo de túnica?
—Sí, y no sólo eso —respondió él, descolgándose la mochila de los hombros para rebuscar en ella y terminar sacando el deteriorado trozo de tela en el que se había convertido la túnica de Ayame y que habían estado persiguiendo durante todo aquel trayecto—. También tengo su ropa, de cuando se la... cambiaron... —añadió, apretando las mandíbulas—. Si en algún momento tenemos que separarnos, no hay riesgo de perder el rastro.
Akatosu olfateó la prenda durante varios largos segundos. Después olisqueó el aire, y empezó a rastrear olfateando el suelo.
—¡Por aquí! ¡Seguidme, de momento tengo el rastro claro! ¡Ha pasado por aquí!
—¿Cómo que "de momento"...? —masculló el médico entre dientes. Sin embargo, siguió al animal, que los conducía a través de los árboles.
—¿Por en medio de la arbolada? Los captores estaban de incógnito, así que dudo que haya tenido nada que ver con el señor feudal de este país, mamá, como tú sugeriste.
—Sí, porque... nos estamos adentrando en la isla.
—¿Y nadie los habrá visto pasar por aquí? —cuestionó Kōri, algo escéptico ante las circunstancias, pues un grupo cargando con el cuerpo de una muchacha (inconsciente o no) debería haber levantado las alarmas. La otra alternativa era que Ayame estuviera andando por su propio pie; pero, conociendo lo terca que podía llegar a ser su hermana pequeña, realmente lo dudaba. Al menos, sin dar señales de algo no andaba nada bien—. ¿Adónde se la pueden llevar desde aquí?
—Puede ser que sí que la hayan visto pasar por aquí, pero lo mismo se puede decir de todo el camino que han recorrido, ¿no? —opinó Kiroe—. Nos daría igual. No pudimos preguntar en Yamiria por no revelarnos, y no podemls hacerlo aquí. Sólo nos queda seguir el rastro sin levantar más sospechas.
Y así, el grupo siguió el rastro detectado por Akatosu. No fue un camino fácil. El bosque cada vez era más empinado, y pronto empezaron a zigzaguear por las laderas de un complejo montañoso.
El rastreo paró cuando llegaron a un cruce de caminos.
—Esto es un problema —declaró Akatosu.
—¿Qué ocurre, Akatosu? —preguntó Daruu.
—La niebla es demasiado densa. Tanta humedad me afecta al olfato. No puedo encontrarla con precisión, pero siento que nos estamos acercando.
—Bien. Entonces ha llegado el momento del que hablamos. Tenemos que separarnos. Daruu, márcanos con sangre a todos. Akatosu, utiliza la técnica.
Daruu asintió y procedió a marcar a cada uno de ellos en la espalda con su propia sangre. Por si acaso, también marcó su propia capa de viaje.
Entre tanto, Akatosu había juntado las almohadillas delanteras.
—Inupō: Senjutsu Bunshin. —Tal y como lo haría la técnica del Kage Bunshin no Jutsu, tres nubes de humo revelaron a tres canes iguales a Akatosu—. Bien. Cada uno de nosotros irá con uno de vosotros. Estos clones no son como los vuestros, pero todos podemos encontrarnos mediante el olfato desde cualquier parte de Oonindo. Incluso con esta niebla, deberíamos ser capaces de hacerlo. Si alguno encuentra algo relevante, podéis enviar a un clon a avisar a los demás.
—Y el miembro del grupo deberá permanecer escondido o seguir al enemigo desde una distancia prudencial. ¿Queda claro? —Aunque las palabras las podrían haber firmado tanto Zetsuo como Kōri, estaba claro que el mensaje iba para Daruu, a juzgar de que fue a él a quien Kiroe clavó la mirada.
—No os preocupéis —dijo quien solía ser fuente de bastantes preocupaciones.
Daruu se adelantó, tomando el camino que seguía hacia el centro de la isla. Aquellas montañas le transmitían un sentimiento... nostálgico. ¿O tal vez era sólo una corazonada?
—Puede ser que sí que la hayan visto pasar por aquí, pero lo mismo se puede decir de todo el camino que han recorrido, ¿no? —objetó Kiroe—. Nos daría igual. No pudimos preguntar en Yamiria por no revelarnos, y no podemos hacerlo aquí. Sólo nos queda seguir el rastro sin levantar más sospechas.
—Ese no era el punto —rebatió Zetsuo, expresando en voz alta los pensamientos de su hijo mayor como si le hubiera leído el pensamiento. Aunque en otras circunstancias habría sido así, aquel no era el caso—. El punto era que habría llamado la atención ver a varias personas arrastrando a Ayame en contra de su voluntad, y más aún si resulta que está herida. Pero no nos hemos cruzado con ningún revuelo, ¿entonces Ayame está caminando por su propio pie? ¿Sin más?
No volvieron a hablar del tema. Cualquier perspectiva que se les pasaba por la cabeza era peor que la anterior, y aquella persistente neblina no hacía más que nublar aún más sus juicios, ya de por sí trastocados por el cansancio acumulado. El terreno tampoco se lo puso fácil. Una vez abandonada la urbe, los bosques se hacían cada vez más y más densos, la niebla se enredaba en sus cuerpos y el frío calaba a través de sus capas de abrigo, volviéndolas prácticamente inútiles. Además, las montañas reclamaban su territorio y, en cuestión de minutos, se vieron caminando cuesta arriba entre constantes resuellos, zigzagueando por sus laderas.
Fue poco después cuando llegaron a un cruce de caminos.
—Esto es un problema —habló Akatosu.
—¿Qué ocurre, Akatosu? —preguntó Daruu.
—La niebla es demasiado densa. Tanta humedad me afecta al olfato. No puedo encontrarla con precisión, pero siento que nos estamos acercando.
Zetsuo echó la cabeza hacia atrás y exhaló un largo suspiro lleno de hartazgo.
Malditos chuchos, ¿es que no saben hacer nada bien?
—Bien. Entonces ha llegado el momento del que hablamos —habló Kiroe, tomando momentáneamente el mando del grupo—. Tenemos que separarnos. Daruu, márcanos con sangre a todos. Akatosu, utiliza la técnica.
Y mientras Daruu marcaba con su técnica de sangre todas y cada una de las túnicas del grupo, Akatosu juntó las almohadillas de sus patas en una simulación de un sello ninja. Tres volutas de humo consecutivas dieron lugar a tres réplicas exactas del animal. Cada uno de los cuatro Akatosu acompañaría a un miembro del equipo, y así podrían seguir buscando el rastro de Ayame aún separándose.
—Y el miembro del grupo deberá permanecer escondido o seguir al enemigo desde una distancia prudencial. ¿Queda claro?
—No os preocupéis.
—Yo iré hacia el sur —declaró Zetsuo, con las manos metidas en los bolsillos de la túnica—. Kōri, tu ve hacia el norte. Estaremos en contacto con los comunicadores, ya sabes cuál es la frecuencia. Y recordad —añadió, volviéndose hacia los Amedama—: Si no encontramos nada nos informaremos con el Gentōshin no Jutsu a la noche. Buena suerte a todos.
Y así, el grupo de búsqueda se dividió en cuatro direcciones opuestas. A qué se verían conducidos sólo lo podía saber el caprichoso destino.
. . .
Una sombra blanca se deslizó a través de la niebla sin apenas emitir un sólo sonido. El Fantasma de la Niebla avanzaba sobre la superficie del agua de forma lenta pero segura, con sus ojos de color aguamarina inspeccionando lo que quedaba bajo la suela de sus botas, en las profundidades del lago. Por supuesto, sus ojos no detectaron nada. La niebla era bastante densa, y si a eso le sumaban aquellas tenebrosas aguas cargadas de malos augurios...
«Kokuō, ¿qué hacemos aquí?»
Pero ella sabía que estaban allí. Todos aquellos edificios, ahora reducidos a meras ruinas, todos aquellos cadáveres reducidos a esqueletos y condenados a pudrirse en las profundidades del lago. Ni siquiera el tiempo había logrado borrar aquel sentimiento espeluznante que aún le ponía el vello de punta. Recordaba a la perfección cada calle, cada parque y cada edificio. Desde la morada del Mizukage hasta la Academia. Lo recordaba todo, como si aún pudiera verlo, como si aún pudiera caminar por ella. En sus memorias, la aldea seguía intacta.
—Aquí empezó todo para mí —habló, con voz y ojos apagados—. En la antigua Aldea de Kirigakure.
«Ki... ¿Kirigakure? ¿La Aldea Oculta entre la Niebla? ¿Estaba aquí?»
—Y sigue estando, ahí abajo. Yo misma me encargué de ello, con ayuda de mis Hermanos.
Daruu inició entonces una dura travesía de al menos una hora entre caminos semiderruídos, riscos y pequeños bosques, acompañado de la inestimable ayuda de Akatosu. Como el can original había previsto, el rastro resultó terriblemente difícil de seguir. Al menos al principio. Porque transcurrido un buen rato el clon se fijó en un rastro y no despegó la nariz del suelo.
Hasta que dejó de haber suelo.
Tras descender por una colina empinada, el peculiar dúo llegó a lo que parecía ser un lago gigantesco. Daruu sintió una punzada en el corazón: aquél lugar le despertaba cosas; no sabía exactamente qué cosas. Pero estaban ahí. Quizás intuía que, años y años atrás, allí había ocurrido algo importante. Quizás es como dicen, que en nuestro chakra se guardan secretos de nuestros antepasados. O tal vez su vista había registrado algo en lo que su cerebro aún no se había percatado.
—Daruu —llamó su atención el perro de Kiroe, apenas en un susurro—. Está aquí. Sola.
—¿Estás seguro? —Daruu tragó saliva. ¿Se confirmaban entonces los peores temores de Zetsuo y Kori? ¿Ayame había vuelto a huir de ellos? ¿Pero por qué?
—No hay duda posible. ¿Debería...?
—Sí. Cuanto antes. Por favor, Akatosu. Marcha.
Akatosu procedió entonces a recortar con celeridad el camino que habían recorrido, buscando al original.
Daruu no perdió el tiempo y se acercó un poco más al borrón que se dejaba ver entre la niebla, de espaldas. Desde allí no era más que una sombra blanca, como un fantasma. «Como el que describían aquellos dos en Yamiria», recordó Daruu. Pero Daruu no creía en los fantasmas, de modo que se acercó un poco más.
Con el corazón latiéndole a toda velocidad, Daruu se descubrió observando a una Ayame muy distinta. No sólo en apariencia —como habían supuesto, se había cambiado la ropa y tintado el pelo—: aquella forma de andar no era la suya. Y sintió, muy adentro, un primitivo escalofrío. ¿Qué...?
—¿A... Ayame? Te hemos... estado buscando —llamó, tímidamente.
13/12/2018, 19:01 (Última modificación: 13/12/2018, 19:45 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—¿A... Ayame? Te hemos... estado buscando.
Ella ya lo había escuchado antes incluso de que hablara: Unos quedos pasos chapoteando sobre la superficie del agua a su espalda. Y aún así no había reaccionado. No habían sido pocas las personas que, curiosas, se habían acercado a ella para investigar qué hacía una muchacha sola en mitad de la nada. Ella misma se había encargado de ahuyentarlos a todos, y en la mayoría de los casos unos simples Genjutsu habían servido. A los civiles más reticentes, un poco de magia con el agua y la niebla. Y así se había ganado el sobrenombre de El Fantasma de la Niebla, que ya comenzaba a extenderse más allá de los lindes del País del Agua.
Pero la voz que acababa de llegar a sus oídos... Oh, aquella voz...
Se giró con cierta lentitud, desplazando un pie por delante del otro para quedar de perfil hacia el recién llegado.
«No... no puede ser...»
Kokuō pudo sentir el silencioso sollozo en la voz de Ayame, su expectación, su anticipación, aquel familiar nerviosismo aleteando en su pecho. Pudo sentir todo eso y mucho más, pero el Bijū la hizo a un lado como solía hacer. Pero, en aquella ocasión, con una especial precaución.
«Daruu-kun... ¡Es Daruu-kun! ¡No se habían olvidado de mí!»
Allí estaba de nuevo, alzándose como las olas del océano chocando contra el acantilado: Su esperanza. Pero ella, como ese acantilado de roca maciza, estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para aplacarla.
Porque Amedama Daruu no era un muchacho cualquiera y huir como había hecho con Uchiha Datsue no era una opción. Porque Daruu era la persona más importante para Ayame, y bien sabía que no pararía hasta recuperarla, aunque tuviera que perseguirla hasta el fin del mundo para conseguirlo. Algo que, ahora que se paraba a pensarlo, ya había hecho al acudir allí. ¿Pero cómo? ¿Acaso las noticias ya habían llegado a Amegakure? No... no debían de haber llegado, a juzgar por la forma como la había llamado: "Ayame". Aún con aquella apariencia tan diferente, éll aún creía que era Ayame.
Con un sello de una mano, la misma mano del brazo que estaba escondido tras su cuerpo, la silueta de Kokuō desapareció. Y volvió a aparecer a escasos centímetros de Daruu, con sus chispeantes ojos aguamarina clavados en los violeta de él, y estiró el brazo hacia delante...
«¡¡¡¡NO!!!! ¡¡¡¡DETENTE!!!!»
El acero había surgido desde debajo de su manga, directo a clavarse en el abdomen del muchacho.
¤ Sunshin no Jutsu ¤ Técnica del Parpadeo Corporal - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos: Ninjutsu 40 - Gastos:
14 CK/20 metros
52 CK para huir de un combate
- Daños: - - Efectos adicionales: Cada uso restará 10 puntos de aguante durante los próximos 5 turnos - Sellos: Carnero/una mano - Velocidad: Instantánea
El Sunshin no Jutsu es una técnica basada en un movimiento ultrarrápido, permitiendo a un ninja moverse de cortas a largas distancias a unas velocidades casi imperceptibles. Para un observador cualquiera, resulta como si el usuario se hubiera teletransportado. En ocasiones, se utiliza una pequeña señal para camuflar los movimientos iniciales del usuario. Esta técnica se basa en el uso del chakra para vitalizar temporalmente el cuerpo y moverlo a velocidades extremas. La cantidad de chakra requerida depende en la distancia total y la elevación entre el usuario y el destino. La técnica puede usarse, además, para escapar del campo de batalla. Las diferentes villas tienen variaciones de esta técnica, e incluyen un elemento extra para distraer al oponente. En Konoha, se utiliza un rastro de hojas.
Sin embargo, cuando Ayame se dio la vuelta para mirarle, no fue sus ojos de color avellana, tan bonitos, que hacían que todo lo malo pareciera más pequeño, lo que vió. No, no fueron sus ojos. Fueron otros, que había visto en muchas otras ocasiones. Que no podría no haber reconocido. Fueron los ojos del Gobi. Los ojos de Ayame perdiendo el control. ¿Acaso la había dominado de nuevo? ¿Acaso... estaba tan enfadada con ellos? ¿Por eso había huído?
—Ayame, ¿q...?
Pero la muchacha se plantó delante suyo como una centella. Instintivamente, Daruu levantó el brazo izquierdo, desviando de milagro una hoja revelada con una que aún no se había revelado, escondida en el interior de su antebrazo. El ataque vino con fuerza, tanta que se deslizó sobre el agua unos metros.
»¡Eh, eh! ¿¡Pero qué haces!? ¡Ayame! ¿Qué te pasa? ¿¡Qué te hemos hecho para que vuelvas a irte!? —bramó—. Ayame, resiste. Fíjate en tu reflejo, en el agua. Tus ojos. Está ocurriendo de nuevo. Juraste que no...
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(9/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x2 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x2 kunai (9 PV/golpe con anilla, 8 PV/golpe superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración)
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda (10/10 obs):
- x25 senbon sueltos para fácil acceso (8 PV/impacto por Senbon Ansatsu Kumite)
Funda para visor de aumento en el cinturón:
- Visor de aumento
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
13/12/2018, 21:00 (Última modificación: 13/12/2018, 21:00 por Aotsuki Ayame.)
Para alivio de Ayame, para desesperación de Kokuō, Amedama Daruu era un shinobi con buenos reflejos. Pese a su estupefacción, el muchacho movió el brazo rápidamente y ambos escucharon un chirrido metálico cuando el metal del kunai dio con otro metal que escondía bajo el brazo. Otro mecanismo oculto, probablemente. Tras el impacto, Daruu salió impulsado hacia atrás, con sus pies resbalando por la superficie del agua, y Kokuō saltó hacia atrás para situarse a unos cuatro metros de distancia del muchacho. El viento hizo ondear y alzó las cinco fracciones de su falda, un burlón simil a sus cinco colas perdidas.
—¡Eh, eh! ¿¡Pero qué haces!? —exclamó Daruu, claramente sorprendido ante lo repentino del ataque—. ¡Ayame! ¿Qué te pasa? ¿¡Qué te hemos hecho para que vuelvas a irte!? Ayame, resiste. Fíjate en tu reflejo, en el agua. Tus ojos. Está ocurriendo de nuevo. Juraste que no...
Lo sentía. Ayame se retorcía de puro dolor ante las palabras de su amado, pero eso era algo que Daruu no llegaría a ver jamás.
«No... Yo no... ¡No he sido yo esta vez! ¡Díselo, Kokuō! ¡Déjame hablar con él, por favor!»
Pero Kokuō se limitó a entornar ligeramente los ojos. Alzó la barbilla, y le apuntó con el kunai que aún blandía en su mano.
—No. No soy Ayame —habló, y lo que escuchó Daruu fue una voz muy diferente a la que estaba acostumbrado a oír de los labios de la muchacha que creía conocer. Seguía siendo una voz femenina, pero era más adulta, más firme... y al mismo tiempo, y de alguna manera indescriptible, más inhumana—. Y será mejor que se olvide de ella, porque no va a volver.
«¡¡¡NO!!!»
Kokuō entrecerró aún más los ojos. Ayame se estaba resistiendo de una manera que no había visto en aquel largo mes. ¿Era aquel chico el que le daba aquellas fuerzas? Fuera como fuese, no serviría de nada. Ella tenía el control ahora. Y no había nada ni nadie que pudiera hacer nada para cambiar eso.
—Ahora le recomiendo que vuelva a su país, a su ciudad. No tiene nada que hacer aquí —culminó, y sus ojos adquirieron una mirada bestial, una mirada cargada de odio y de muerte acumulados.
13/12/2018, 21:30 (Última modificación: 13/12/2018, 21:32 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Pero la voz que le contestó no fue la de Ayame. Y a pesar de la gravedad de las palabras y de las circunstancias, porque creedme, Daruu supo quién le estaba contestando desde el momento en el que habló, no pudo sino sonreir. Sí, sonreír. Porque por mucho que aquél terrible monstruo tuviese razón (no era Ayame), sí que estaba dentro de su cuerpo. Monstruo o humano, un embustero era un embustero. La luna azul de la frente no podía mentir a nadie.
Daruu sabía que los bijuu podían hablar, porque se lo había contado Ayame, pero no tenía ni idea de que fuesen capaces de apropiarse del cuerpo de su jinchuuriki de esa manera. Él había creído que si Ayame llegaba a perder el control del todo, simplemente... el bijuu saldría, libre. Y ella moriría. Pero ahí estaba. Y si todavía estaba ahí, él podía sacarla. Y si no podía, al menos moriría intentándolo.
Se miró la mano. Abierta, le temblaba violentamente. No podía parar a asimilar lo que estaba ocurriendo. Porque si lo asimilaba, caería desmayado, o algo peor. No, debía mantener el temple.
Cerró el puño con fuerza.
Tenía muchas preguntas. Muchísimas preguntas. Por supuesto que las tenía. ¿Pero era ese el momento de hacerlas? No. Era el momento de callarle la puta boca a esa basura y llevar a Ayame de vuelta a Amegakure, donde sin duda alguien podría ayudarla. Alguien. Quien fuese.
—No —contestó Daruu, forzándose a sonreír, los dientes muy apretados en una mueca extraña entre la ya mencionada expresión y el miedo—. No voy a irme. Ni me voy a olvidar de Ayame. Y desde luego que va a volver.
»¡¡Porque yo la llevaré de vuelta!!
Daruu colocó su antebrazo izquierdo frente a sí, y escupió una masa de un líquido pegajoso de color azul eléctrico. «El color que más le gustaba a Ayame, el color del que has renegado». El caramelo se extendió con forma de cúpula y formó un escudo de poco más de medio metro. La sustancia se endureció con un pequeño destello.
Sacudió el brazo derecho, formando un sello, y liberó una de sus katanas ocultas.
Budō: Amedama Knight es simplemente un nombre para un combo de acciones, también un estilo de combate nuevo desarrollado por Daruu: el uso de sus espadas ocultas combinadas con el escudo de caramelo de reciente invención. El escudo, en este caso, está multiplicado x3.
- Bandana en el cinturón, placa al frente
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(9/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x2 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x2 kunai (9 PV/golpe con anilla, 8 PV/golpe superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración)
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda (10/10 obs):
- x25 senbon sueltos para fácil acceso (8 PV/impacto por Senbon Ansatsu Kumite)
Funda para visor de aumento en el cinturón:
- Visor de aumento
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
24 CK por generar escudo (multiplicable x3, divide regen. de chakra)
0'4X CK para regenerar una cantidad X de defensa que no supere a la inicial
10 CK (retraer/expandir escudo)
- Daños: Daño por golpe equivalente a un puñetazo del usuario - Efectos adicionales: Crea un escudo de mano con 40 PV acumulables (ver descripción) - Sellos:
Carnero (una mano, mantenido mientras se genera el escudo)
Carnero (una mano, retraer/expandir escudo)
- Velocidad:
Lenta (generar escudo o reparar sus daños)
Rápida (retraer/expandir escudo)
- Alcance y dimensiones: 15 cm, 60 cm, o 2 metros de diámetro (ver descripción)
El usuario escupe una masa de agua viscosa transformada en caramelo que se acumula flotando cerca de su antebrazo y acaba tomando la forma de un escudo redondo translúcido, que se endurece con ayuda del chakra. Con él, puede parar armas, golpes de Taijutsu o técnicas. Puede reparar los daños escupiendo más caramelo en el escudo, y puede hacerlo más pequeño para poder hacer sellos o más grande para bloquear ataques de grandes dimensiones. Sin embargo, cambiar su tamaño a menudo consume sus reservas de energía rápidamente. El tamaño grande impide que el usuario se mueva del sitio hasta que vuelva a retraerse. El escudo ignora todas las ventajas elementales y las reglas de choque de técnicas.
Para sorpresa de Kokuō, Daruu sonrió. Si tenía que ser honesta, no pensaba que unas palabras así iban amedrentar el espíritu del chico, pero tampoco esperaba que, pese al indudable terror que sentía (podía percibirlo en sus temblorosas manos), sonriera de manera tan despreocupada.
—No —terminó por responder, con las mandíbulas apretadas—. No voy a irme. Ni me voy a olvidar de Ayame. Y desde luego que va a volver. ¡¡Porque yo la llevaré de vuelta!!
Daruu extendió el antebrazo izquierdo y exhaló desde sus labios una masa de líquido viscoso de color azul eléctrico que tardó unos valiosos segundos en adoptar la forma de una suerte de escudo endurecido de algo más de medio metro de diámetro.
—Budō: Amedama Knight —pronunció, tras extender el brazo que le quedaba libre y liberar un filo oculta desde debajo de su manga.
«Daruu-kun...»
Pero el Bijū ni siquiera se movió del sitio. Ladeó la cabeza con absoluta indiferencia, y un mechón de cabello albo resbaló sobre sus hombros.
—Está dando por hecho muy rápido que la señorita sigue viva —habló, ignorando los desesperados chillidos de Ayame que reverberaban en su mente—. ¿Cómo está tan seguro de eso? ¿Cómo está tan seguro de que no la he aplastado con mis propios cascos junto a la jaula en la que me encerró?
»Y... ¿Por qué ese afán por rescatar a una traidora? Creía que odiaba a los traidores, joven.
Pero Daruu no se amedrentó. Daruu no retrocedió, ni dudó un instante cuando el bijuu trató de convencerle de que Ayame estaba muerta. En su lugar, soltó una carcajada. No se lo podía creer. Hablando con un bijuu.
—Espero que se te de mejor aplastar gente con tus propios cascos que soltar bravuconadas, Gobi —dijo, con tono burlón—. Deja de intentar convencerme de nada. ¿No lo entiendes? Lo que digas no va a cambiar nada de lo que suceda aquí. Voy a vencerte y voy a rescatar a Ayame. Cállate ya, no te va a servir de nada. De lenguas envenenadas yo ya he visto un rato.
Entrecerró los ojos y miró con la cabeza torcida a su imponente adversario. Asió la empuñadura de la espada con más fuerza.
»Has dicho cascos. ¿Qué eres, una yegua... una burra?
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(9/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x2 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x2 kunai (9 PV/golpe con anilla, 8 PV/golpe superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración)
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda (10/10 obs):
- x25 senbon sueltos para fácil acceso (8 PV/impacto por Senbon Ansatsu Kumite)
Funda para visor de aumento en el cinturón:
- Visor de aumento
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
—Espero que se te de mejor aplastar gente con tus propios cascos que soltar bravuconadas, Gobi —soltó Daruu, burlón—. Deja de intentar convencerme de nada. ¿No lo entiendes? Lo que digas no va a cambiar nada de lo que suceda aquí. Voy a vencerte y voy a rescatar a Ayame. Cállate ya, no te va a servir de nada. De lenguas envenenadas yo ya he visto un rato.
»Has dicho cascos. ¿Qué eres, una yegua... una burra? —añadió, en un claro intento por provocarla.
Pero Kokuō no era Ayame. A ella no se la podía provocar tan fácilmente como a la muchacha que seguía sollozando en su interior. Por eso lanzó un largo suspiro al aire, cansada, y comenzó a caminar hacia un lado. No de forma amenazadora, no con intenciones hostiles. Simplemente, paseando. Pero seguía manteniendo una prudente distancia de seguridad.
—Habla, y habla, y habla. Y no sabe nada al respecto —le respondió, agitando una mano en el aire—. ¿Cree que conoce a Ayame tan bien como piensa? ¿De verdad está tan seguro de eso?
»Entonces supongo que sabrá lo que fue a hacer en Tanzaku Gai.
«Kokuō, ¿qué estás...?»
Pero Kokuō clavó sus ojos aguamarina en Amedama Daruu, esperando su respuesta.
«¡¡NO!!»
—Oh, no... no debe saberlo, porque la señorita me está rogando que no siga hablando.
14/12/2018, 13:53 (Última modificación: 14/12/2018, 13:55 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
El Gobi comenzó a pasear sobre la superficie del lago, hacia un lado. Daruu se quedó en posición, volteándose poco a poco para siempre quedar justo enfrente de ella. Le había asegurado que nada de lo que dijese iba a cambiar las cosas, y aún así, seguía parloteando.
—Habla, y habla, y habla. Y no sabe nada al respecto —le respondió, agitando una mano en el aire—. ¿Cree que conoce a Ayame tan bien como piensa? ¿De verdad está tan seguro de eso?
—Pues... bastante seguro, sí. ¿Has terminado ya, o qué? Me aburro —contestó Daruu.
»Entonces supongo que sabrá lo que fue a hacer en Tanzaku Gai.
Daruu se encogió de hombros.
—Pues seguramente alguna locura que no debería haber hecho y que fue en contra de su propia seguridad. Estamos acostumbrados. Pero se la quiere.
—Oh, no... no debe saberlo, porque la señorita me está rogando que no siga hablando.
—Perfecto —Daruu señaló al Gobi con la punta de su espada—. Qué mentiras más cortas lanzas. Me acabas de confirmar que Ayame sigue viva, inútil.
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(9/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x2 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x2 kunai (9 PV/golpe con anilla, 8 PV/golpe superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración)
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda (10/10 obs):
- x25 senbon sueltos para fácil acceso (8 PV/impacto por Senbon Ansatsu Kumite)
Funda para visor de aumento en el cinturón:
- Visor de aumento
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas
—Perfecto. Qué mentiras más cortas lanzas. Me acabas de confirmar que Ayame sigue viva, inútil.
Aquella fue la respuesta de Daruu, apuntándola con la punta de su espada. Pero, lejos de mostrarse sorprendida o asustada, Kokuō simplemente alzó las cejas en un gesto cansado.
—En ningún momento le he mentido, nunca he afirmado que Ayame estuviera muerta. Pero en realidad es como si lo estuviera para ustedes, porque nada va a cambiar las circunstancias. No hay marcha atrás —respondió, encogiéndose de hombros—. Pero, volviendo al tema que nos atañe: No, la señorita no hizo ninguna locura en contra de su propia seguridad... Más bien traicionó la confianza de los suyos, de toda Amegakure.
En aquella ocasión Ayame ni siquiera protestó. Se limitaba a sollozar en silencio, quizás sabiendo que nada de lo que dijera detendría la lengua del Bijū.
—Mandó una carta a Uzushiogakure. Un mensaje arrastrándose a los pies de su líder, suplicando su perdón. Y utilizó a su amiguita de allí para hacerlo: Uzumaki Eri —pronunció, siseante y los ojos entrecerrados—. Y todo esto lo hizo a escondidas de su propia aldea, sabiendo lo enfadados que iban a estar con ella. Y desde luego no os lo iba a contar, a ninguno de ustedes. Ni siquiera a usted, que se supone que es su persona más importante y... querida. ¡Oh, si hasta colocó barreras mentales para que su padre no pudiera acceder a esos recuerdos! No sé qué opinaréis al respecto, pero a un acto así yo sólo lo conozco por el nombre de traición. Y, si no me creéis, siempre puede preguntarle a ella. Dígaselo usted misma, señorita. Dígale que es una traidora a su aldea.
Kokuō se detuvo de repente y su cuerpo se tambaleó como si hubiera estado a punto de caer al agua. Dio un par de pasos vacilantes para estabilizarse, y cuando alzó la mirada la mirada de sus ojos se había tornado castaña, las sombras de sus párpados habían desaparecido para ser ocupadas por unas profundas ojeras. Y lágrimas.
—Daruu...-kun... —sollozó, encogida sobre sí misma sin dejar de llorar.
—En ningún momento le he mentido, nunca he afirmado que Ayame estuviera muerta. Pero en realidad es como si lo estuviera para ustedes, porque nada va a cambiar las circunstancias.
—En algo tienes razón: nada va a cambiar las cosas. Ya te lo he dicho: voy a vencerte, y me voy a llevar a Ayame de vuelta. Y tú no vas a poder hacer ni decir nada que me haga cambiar de opinión.
Pero la lengua viperina del bijuu siguió hablando, intentando mermar el temple de Daruu.
—Mandó una carta a Uzushiogakure. Un mensaje arrastrándose a los pies de su líder, suplicando su perdón. Y utilizó a su amiguita de allí para hacerlo: Uzumaki Eri —pronunció, siseante y los ojos entrecerrados—. Y todo esto lo hizo a escondidas de su propia aldea, sabiendo lo enfadados que iban a estar con ella. Y desde luego no os lo iba a contar, a ninguno de ustedes. Ni siquiera a usted, que se supone que es su persona más importante y... querida.
Daruu apretó los dientes y cerró el puño en torno a la espada que blandía. La bajó lentamente, hasta una posición de guardia auspiciada por el escudo. Casi se hizo daño sujetándola. Pero no dijo nada.
—¡Oh, si hasta colocó barreras mentales para que su padre no pudiera acceder a esos recuerdos! No sé qué opinaréis al respecto, pero a un acto así yo sólo lo conozco por el nombre de traición. Y, si no me creéis, siempre puede preguntarle a ella. Dígaselo usted misma, señorita. Dígale que es una traidora a su aldea.
A Daruu le dio un vuelco al corazón. El bijuu se había detenido y casi caído al agua, y cuando levantó la mirada, esta volvía a ser la de Ayame. Daruu hizo el amago de avanzar un paso, pero se detuvo a tiempo, obligándose a desconfiar. Aquella desmejorada sombra de Ayame no era más que una imagen temporal. Lo sabía. Sí, quería correr, abrazarla. Pero eso era arriesgarse a que el bijuu tomase de nuevo el control y le perforase el cuerpo. Quizás con una de las técnicas de Ayame. ¿Las espinas de agua, quizás?
—¡Ayame! —llamó Daruu—. ¿Qué te ha pasado? ¿Cómo acabaste así?
»¡Bijuu! Sigues estando ahí, ¿no es cierto? Me parece un intento muy cutre por tu parte. ¿Que Ayame ha traicionado a la villa? ¿Por qué? ¿Por ser una idiota que cree que tiene la responsabilidad de lo que pasó en Uzushiogakure? Eso suena muy propio de Ayame. Sí, puede que esté enfadado. ¿Y qué más da?
Sí, Uzumaki Eri no le despertaba simpatía alguna. Daruu no era imbécil, sabía que la muchacha le había esposado bajo la orden de un superior. No obstante, quien le había ordenado hacerlo también había intentado matar a Daruu en el pasado bajo ese mismo pretexto, y en ese entonces fue él quien dictó la sentencia. ¿Quién les aseguraba que Eri no sería la que llevara las riendas del mal en el futuro? Al fin y al cabo, esa aldea había demostrado ser un nido de ratas y de locos.
Eso sí...
»Sí, Gobi. Suena muy propio de Ayame, el disculparse con quien no lo merece. En cometer locuras que no debería, en contra de su propia seguridad. ¿No te lo he dicho antes? ¿Estás segura de que quieres seguir intentando convencerme de que no conozco a Ayame? Más que tú, y eso que estás dentro de ella.
»Ella es eso. Pura inocencia, para lo bueno y para lo malo. Estoy seguro que hasta intentaría hacer las paces con un monstruo como tú. ¿Es así como has conseguido engañarla para tomar el control de nuevo?
»¿Conmigo, sin embargo? No te va a funcionar. Ya te he dicho que nada de lo que digas va a cambiar nada. Voy a llevarme a Ayame, y después ya hablaré con ella lo que tenga que hablar. Además, nadie es más traidor que yo, que fui tres veces traidor. Por actuar a espaldas de mi villa, como Ayame. Por dejarme llevar por las palabras del General Rata y poner en peligro su vida. No volverá a pasar.
»Pero todavía me queda energías para volver a ser traidor a mi sangre y volver arriesgar la vida. Esta vez, creo, que al menos no me arrepentiré.
Portaobjetos básico en el muslo derecho:(9/10 objs)
- x20 metros hilo (2pqs. de 10 metros)
- x2 kemuridama (6 metros de humo gris)
- x1 antídoto
- x2 kunai (9 PV/golpe con anilla, 8 PV/golpe superficial, 12 PV/corte, 18 PV/penetración)
- x1 esposa supresora del chakra
- x1 píldora estimuladora de sangre superior
Portaobjetos avanzado en el cinturón, en la espalda (10/10 obs):
- x25 senbon sueltos para fácil acceso (8 PV/impacto por Senbon Ansatsu Kumite)
Funda para visor de aumento en el cinturón:
- Visor de aumento
Ocultas en ambos mitones, izquierdo y derecho:
- Futatsu Mukei (12 PV/golpe con mango o vaina, 18 PV/corte superficial, 22 PV/corte, 30 PV/penetración)
En el dobladillo de los calzoncillos:
- Juego de ganzúas