Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Habían pasado un par de días desde que había terminado la primera prueba, no tenía ni idea de cómo le había ido, ni si quiera había contrastado la información dada con otro participante, solo se había dedicado a dos cosas: entrenar para las pruebas que estaban por venir, y dudar de si lo había hecho bien o no en la primera.
La primera de las dos únicas cosas que andaba haciendo acababa de terminar justo cuando el sol empezaba a bajar, por lo que había optado por acercarse a las Costas del Remolino a darse algún que otro chapuzón y refrescarse e intentar por algún medio obviar todas las dudas que volvían a aglomerarse en su cabeza.
El problema —como siempre— había sido que aquel día su hermano mayor había decidido entrenar con ella para ayudar —como siempre— con su manejo de fuuinjutsu. Claro que no quería llevárselo también a la playa. No era que no se lo agradeciese, pero el hecho de estar ya de por sí dudosa de sus respuestas no ayudaba a soportarle, ni a él ni a sus constantes preguntas de cómo le iba el examen.
"Cuando me presenté yo fue un desastre, pero al final aprobé, así que no lo debí hacer tan mal." Le había dicho, pero ella no se lo creía, sabiendo que su hermano no era taaaaaaaaaan tonto.
Así que allí estaba ella, al atardecer, con ropa de baño puesta bajo la ropa algo sudada del entrenamiento, de camino a las Costas del Remolino.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Muchas cosas habían pasado desde que había puesto el primer pie sobre Uzushiogakure. Y algo le decía que no iba a detenerse ahí.
Dos días habían pasado desde la finalización de la primera prueba del examen de Chūnin, pero Ayame aún no había recibido los resultados de aquel examen, por lo que los nervios estaban consumiéndola por dentro. Sumado a eso estaba el asunto de Uchiha Datsue, que aún rondaba por su mente haciendo arder sus entrañas de pura rabia por mucho que intentara apartarlo de sus pensamientos, y el hecho de que no había vuelto a hablar con Daruu después de aquel traicionero encuentro. Todo se arremolinaba en su cabeza de forma caótica y casi dolorosa y tanto su padre como su hermano no tardaron en notar su extraño comportamiento, pero, para irritación de Zetsuo ella se negó en redondo a hablar. Todas aquellas circunstancias debieron ser las razones que le habían llevado a abandonar su lugar de residencia en la aldea aquella tarde y visitar uno de los lugares que estaba deseando ver desde que supo de él: las Costas del Remolino. Playas de arenas blancas y oleaje algo revuelto pero apto para el baño. Algo de lo que Ayame no había podido disfrutar nunca en el País de la Tormenta.
Y allí se encontraba en aquellos instantes, con la luz del ocaso tiñendo de carmesí el cielo sobre su cabeza, Ayame disfrutaba del oleaje meciendo su cuerpo mientras nadaba y buceaba entre sus corrientes después de haber dejado su ropa en la orilla, asegurada bajo una roca para evitar que se volara.
—No debería tardar mucho en volver... —se dijo a sí misma, contrayendo el gesto en una mueca desganada mientras giraba sobre sí misma para quedar flotando de espaldas sobre las olas. Si se demoraba demasiado la noche caería sobre ella, y bien sabía que no había nada más terrorífico que un absorbente océano nocturno. En aquel momento una bandada de gaviotas pasó volando por el cielo, entre chillidos de libertad y Ayame alzó una mano hacia ellas como si deseara cogerlas—. Pero...
Los pies de Daruu se toparon con la ardiente arena de una de las playas de Uzushiogakure.
—¡Ay! ¡Ay, ay, ay! ¡Ayayayayayay! —Saltó cambiando el peso del cuerpo de un pie a otro, y se acercó corriendo de esta forma tan humillante a un lugar más cercano al agua, donde la tierra estaba húmeda y por tanto más fresca. El muchacho hundió los dos pies en la arena y puso cara de bobalicón mientras suspiraba de alivio.
Ni siquiera se había dado cuenta de la ropa que, a unos metros de él, aguardaba a su dueña bajo una roca, protegiéndose del viento.
Daruu miró hacia un lado, y hacia otro. Se sentía estúpido, allí todo blanco y pálido él, vestido con un bañador mitad verde y mitad azul. Extendió su toalla, una negra con estampados de trozos de pizza que le había parecido extremadamente graciosa y que había comprado por el paseo de una zona comercial de la propia villa. Claro que, también le había dado hambre. Por eso se había comprado dos trozos de una pizza de verdad y los había engullido, también.
Se sentó en la toalla y contempló el bravo oleaje, allá al horizonte.
«Me bañaría, pero tengo que hacer la digestión» —asintió para sí mismo, y se recostó sobre la toalla.
...y pasaron los minutos...
Antes de que se diera cuenta, Daruu parecía un cangrejo, de lo rojo que estaba. Su piel paliducha de amejin no había resistido los rayos uva.
Sin duda, lo que menos le gustaba de la playa era lo caliente que estaba la arena al comienzo, por eso no pudo dudar ir a paso ligero hasta cerca de la orilla para poder descalzarse y sentir la suave sensación del agua bajo sus pies. No se dio cuenta, hasta entonces no se había dado cuenta de que a unos pocos pasos de ella había... ¿Alguien?
Frunció el ceño, claramente sabía que a aquella playa acudía mucha gente, pero normalmente en Uzushiogakure era muy raro que sus gentes se quemasen al sol de las Costas, por eso no pudo evitar acercarse lentamente hacia la persona que estaba allí tostándose bajo los pocos rayos de sol que quedaban allí.
Pero lo que vino a continuación no se lo esperó, claro. No era normal encontrarse a un amejin en Uzushiogakure, pero con el examen de Chuunin muchos habían acudido allí, así que se habituó a ver gente desconocida por la calle, los Jardines o en la academia, pero... ¿En la playa? Pero eso no era lo que le sorprendió, no, fue ver justamente a Daruu, aquel chico que controlaba el elemento de agua, allí, cual cangrejo.
—Oye... —murmuró, sin tocarle, ¿y si le dejaba marca? —. Daruu-san, quemarse no es bueno... —siguió, sin saber bien cómo despertarle sin que fuera brusca.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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Tan ensimismada estaba, que no notó la presencia de los recién llegados hasta que escuchó las voces. Desde su posición, algo más alejada de la orilla, no alcanzó a escuchar su contenido, pero aquel tono se le hacía muy, muy familiar...
—¿Uh?
Ayame se dio la vuelta sobre sí misma, sumergiendo de nuevo el cuerpo en el agua en el proceso y quedando apenas con los ojos y la nariz por encima, con sus cabellos oscuros flotando a su alrededor a la merced de los dedos de agua que la envolvían. No le costó encontrar el origen de la voz y no tardó en reconocerla, pese a que la kunoichi había recogido sus dos coletas en un moño por encima de su cabeza: Uzumaki Eri. Y estaba inclinada sobre otra silueta que, pese a su repentino e inusual tono rojizo de piel, tampoco le costó reconocer.
«Daruu-kun...» Afirmó para sí, inflando los mofletes en un deje de irritación. «Ese traidor...»
Y entonces una idea maligna cobró vida en su mente y se materializó en una sonrisa ladina.
Sus manos se entrelazaron en tres sellos, y el agua se agitó por delante de ella.
—¡Eri-chan, apártate! —exclamó, justo cuando un colosal delfín materializado con agua brillante como si estuviera cargada de estrellas. El falso animal trazó un perfecto arco en el cielo en uno de aquellos acrobáticos saltos característicos...
Daruu dio un respingo cuando una voz familiar le saludo y le dio un consejo que se le hizo extraño. Claro, él no supo que estaba quemado hasta que se levantó de un respingo.
—¿Eri-san? Ay, ayayayay —gimió, y entonces escuchó otra voz familiar. Por puro instinto, Daruu empujó a Eri hacia un lado, y recibió el impacto del delfín de agua en la espalda. Vio las estrellas.
Se levantó con dificultad, conteniendo una carcajada siniestra. Se dio la vuelta lentamente, aumentando el volumen.
—De modo que esas tenemos, eh, ¿¡AYAME!? ¡NO SABES CONTRA QUIÉN HAS PROYECTADO TU MAL GENIO Y TU IRREFLEXIÓN ABSURDA! —bramó, formulando sellos. Se había imaginado que Kaido y Ayame le iban a recibir de malas maneras. Pero jamás podría haber previsto un ataque tan rastrero, por la espalda. De su propia novia—. ¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!
De la propia agua del mar se formó una gigantesca ola que buscó engullir a Ayame.
—¡Adelante, escóndete en el agua! ¡Uno no se puede esconder ni huir de los problemas siempre! ¡Tiene que enfrentarse a ellos!
Vio como Daruu se levantaba apurado por escuchar su voz, soltando quejidos lastimeros al notar como su piel estaba quemada. Ella quería ayudarle, pero no le dio tiempo a advertirle de cómo tenía que tratar alguna herida como aquella o simplemente poder darle un poco de remedio, porque...
—¡Eri-chan, apártate!
Daruu la apartó de un golpe, cayendo de culo contra la arena para presenciar como un delfín de gran tamaño impactaba contra la espalda —no quemada, al menos— del muchacho.
«Eso tuvo que doler...» Fue lo primero que se le vino a la cabeza, sin embargo no le dio tiempo a acercarse y ayudar, o simplemente alejarse para no recibir algunas gotitas contra su cuerpo, porque él estaba contestando a Ayame, y no parecía dispuesto a ceder en lo que estaba pareciendo un combate improvisado...
—De modo que esas tenemos, eh, ¿¡AYAME!? ¡NO SABES CONTRA QUIÉN HAS PROYECTADO TU MAL GENIO Y TU IRREFLEXIÓN ABSURDA! ¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!
Daruu había enloquecido.
—¡Adelante, escóndete en el agua! ¡Uno no se puede esconder ni huir de los problemas siempre! ¡Tiene que enfrentarse a ellos!
Eri abrió los ojos como platos. ¿¡Qué narices tenía en la cabeza Daruu?! Se levantó de un salto y corrió a su lado, inquieta.
—¡Daruu-san! —regañó con voz medio ronca —. ¡Podrías hacer que se ahogase! —exclamó, de nuevo, con ese tono de regaño. Sabía que no debía meterse, pero... ¡Pero podía acabar con una compañera de villa si no se tomaban precauciones!
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
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—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
El delfín de agua embistió con fuerza a Daruu por la espalda, arrojándolo de nuevo a besar la arena. Afortunadamente, Eri se vio empujada a un lado, por lo que no sufrió ninguna consecuencia. Ayame era bien consciente de que aquel sorpresivo ataque no le iba a hacer ninguna gracia a su compañero (y traidor) de aldea , pero no le importaba en absoluto. Por eso, cuando él se reincorporó y se giró hacia ella con lentitud, ella ya se había puesto de pie sobre las olas, con todos los músculos del cuerpo en tensión, sabiendo lo que se venía encima. Dentro del agua, sus habituales ropajes habían sido convenientemente sustituidos por un bikini de colores azulados y violáceos, pero en aquellos instantes no pareció importarle demasiado.
Porque era lo que siempre pasaba cuando perdían los nervios. Sólo que no estaba allí Kōri para detenerlos.
—De modo que esas tenemos, eh, ¿¡AYAME!? ¡NO SABES CONTRA QUIÉN HAS PROYECTADO TU MAL GENIO Y TU IRREFLEXIÓN ABSURDA! —bramó él, entrelazando las manos—. ¡SUITON: BAKU SUISHŌHA!
El océano se agitó bajo sus pies, y Ayame perdió momentáneamente el equilibrio. Sin embargo, no llegó a caer, y cuando vislumbró con horror la ola que se estaba formando para engullirla, ella simplemente afiló su mirada y entrelazó las manos en varios sellos.
—¡Adelante, escóndete en el agua! ¡Uno no se puede esconder ni huir de los problemas siempre! ¡Tiene que enfrentarse a ellos!
Pero eso fue exactamente lo que hizo.
—¡Suiton: Suijinheki!
Las aguas se alzaron a su alrededor, formando un capullo que la envolvió como el abrazo de una madre ante el rugido de la bestia del océano, que cerró sus colmillos en torno al escudo y terminó por quebrarlo. Y para cuando los dos soldados del mar terminaron de combatir y las aguas retornaron a la normalidad, Ayame ya no estaba allí.
—¡Daruu-san! —exclamó Eri, con voz medio ronca —. ¡Podrías hacer que se ahogase!
—¡Él no puede ahogarme, porque YO SOY EL AGUA! —bramó una voz desde la orilla. Ayame, volviendo a formarse desde las mismas aguas del océano, avanzaba con los puños apretados y pesados pasos que hacían levantar bolutas de humo. Ni siquiera le importaba estar manchándose los pies de barro—. ¡Oh, bien Daruu-kun! ¡Gran consejo, sí! ¡Enfrentar los problemas como tú lo has hecho! ¡¿EH?! ¡Aliándonos con el enemigo dejando a tus compañeros tirados! Sucio traidor... —siseó, a escasos centímetros de su rostro.
12/08/2018, 23:37 (Última modificación: 13/08/2018, 00:00 por Amedama Daruu.)
Eri advirtió con tono incriminado a Daruu por la potencia de su ataque acuático. Daruu apenas giró un centímetro el rostro, desviando la mirada hacia ella.
—Tranquila. No sé ahogará —aseguró con la seguridad de un barco anclado en el lecho marino, y con el peso firme del plomo, dando a entender que no sólo lo sospechaba, sino que era una certeza.
Por supuesto, Eri no tardaría en comprobar cuan certera era dicha aseveración. Ayame realizó otra técnica de enormes proporciones, y más tarde emergió de las propias olas residuales del choque, diseñando reproches cargados de veneno. Se acercó a Daruu hasta que el muchacho sintió el fuego de las palabras en los labios. El muchacho, en preparación, o quizás en señal de advertencia, formuló dos sellos con lenta parsimonia.
—Curioso que tú, entre todas las personas que podrían hacerlo, decidas llamarme traidor —saboreó Daruu—, considerando que de nosotros dos tú eres la única que se lanzó en los brazos de los enemigos de la aldea. ¿No es así, pequeña Kajitsu?
El brazo más cercano a Eri centelleó con un brillo azul y chisporroteó como una caja de circuitos estropeada.
—Siento que tengas que verme usar el Raiton en esta situación tan incómoda, Eri-san.
—Tranquila. No sé ahogará —aquella afirmación hizo que Eri temblase en el sitio, temiendo lo peor. Entonces, ¿Ayame no podía ahogarse? Eso le daba a Daruu clara desventaja, pero también no tenía por qué contenerse...
Un momento, ¿qué hacía pensando en eso? ¡Se estaban matando a suitonazos allí mismo!
Aunque lo dicho por Daruu dejó claro que tenía razón, pues Ayame emergió del agua como si no hubiese hecho nada a su pequeño y frágil cuerpo —demostrando que aquello no era para nada verdad—, hecha una furia, ni más, ni menos; ya que caminó hacia el muchacho echando humo, furiosa, cabreada, por algo que claramente la pelirroja desconocía.
Y mientras ambos se recriminaban cosas, ella recordó la ilusión de Datsue, todo lo que le había contado sobre Ayame, los acontecimientos que había vivido y... ¿Y si Datsue tenía algo de razón? ¿Y si Ayame no era aquella florecilla amable, grácil y que parecía no querer hacer daño a una mosca?
Claro que ella no era quien para juzgar a nadie. ¿Cómo podría saberlo? ¿Y si estaba únicamente enfadada con Daruu y ahora lo estaba pagando? Aquello, sin duda, le recordaba mucho a la situación que le había ocurrido con Datsue... ¿Y si por ello dejaban de ser amigos?
—Siento que tengas que verme usar el Raiton en esta situación tan incómoda, Eri-san.
—¡Esperad! —chilló ella, acercándose a zancadas para poner una mano entre sus cuerpos —. Sea lo que sea por lo que estéis peleando, ¡no vale la pena! ¿Acaso no sois amigos? —preguntó, con reproche —. Así solo acabaréis haciéndoos daño y más cabreados que antes...
»¿Es que no podéis simplemente hablar? ¡No hay necesidad de utilizar la violencia!
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
13/08/2018, 19:20 (Última modificación: 13/08/2018, 19:23 por Aotsuki Ayame.)
—Curioso que tú, entre todas las personas que podrían hacerlo, decidas llamarme traidor —replicó Daruu, con cierto placer en sus palabras. Ayame entrecerró los ojos, sin terminar de comprender, pero enseguida lo haría—, considerando que de nosotros dos tú eres la única que se lanzó en los brazos de los enemigos de la aldea. ¿No es así, pequeña Kajitsu?
Ayame jadeó, su corazón hecho añicos de cristal y sus ojos inundándose rápidamente.
—Es injusto que me digas eso... —le espetó, con voz ronca.
Aquello había sido peor que si la hubiera golpeado directamente. Había sido peor que si la hubiera apuñalado por la espalda. Había sido peor que si...
El sonido de un súbito chisporroteo que le puso la piel de gallina la alarmó, y Ayame se apartó rápidamente en un gesto reflejo. Horrorizada, contemplaba el brazo de Daruu, envuelto en serpientes de electricidad que se retorcían entre sus músculos.
Hasta ahí había llegado. A amenazarla directamente con su mayor debilidad.
—Siento que tengas que verme usar el Raiton en esta situación tan incómoda, Eri-san.
Ayame volvió a retroceder. Las olas del mar lamieron sus pies descalzos, invitándola...
—¡Esperad! —chilló Eri, interponiéndosd entre ambos con las manos extendidas en un gesto conciliador—. Sea lo que sea por lo que estéis peleando, ¡no vale la pena! ¿Acaso no sois amigos? Así solo acabaréis haciéndoos daño y más cabreados que antes... ¿Es que no podéis simplemente hablar? ¡No hay necesidad de utilizar la violencia!
—Ya es tarde... —.respondió, con voz rota, y se dio la vuelta, dándoles la espalda, encarnado al océano. Respiró hondo y tuvo que hacer acopio de todo su escaso valor para pronunciar las siguientes palabras. Unas palabras que terminaron de rescatarla por dentro mientras las lágrimas corrían por sus mejillas—. Se... se acabó, Daruu-kun.
Y avanzó para entregarse al abrazo del mar del que nunca debería haber surgido. Ni siquiera cuando los Kajitsu jugaron con sus recuerdos y lavaron su cerebro para atraparla entre sus fauces.
Eri interpuso su brazo entre ellos dos, sorprendentemente afligida por una riña entre dos ninjas de otra villa. Daruu observó su brazo mirándolo desde arriba, deseando pulverizarlo. Pero entonces escuchó la voz de Ayame, o más bien el tono de su voz, o quizás lo que estaba insinuando.
—¡N... no, no, espera! ¡Ayame, no, no se acabó! —gritó enrabietado, lágrimas en los ojos. Su brazo emitió un último chisporroteó y la capa eléctrica desapareció. Apartó el brazo de Eri raudo, y corrió un par de zancadas hacia Ayame—. ¡Es sólo que no me habías contado nada sobre Aiko! ¡Me lo has ocultado! Y... ¡y no entiendes que a veces un ninja debe tomar decisiones difíciles! ¡Ese era el momento! Tenía que recoger información, y tú y Kaido sólo queríais darle de hostias hasta matarlo.
»Lo siento por mentar a los Kajitsu, pero tampoco es justo que me llames traidor sin esperar a que te cuente cómo fue. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué le diese una paliza ahí mismo? ¡Con el otro Uchiha delante! Además, era un puto Bunshin.
Eri esperó, aguardó aguantando la respiración entre los dos, hasta que Ayame habló con la voz quebrada, dejando todo el odio que pareció sentir ahogándose entre las lágrimas que ahora surcaban sus sonrosadas mejillas.
—Ya es tarde... Se... se acabó, Daruu-kun.
Entonces algo en su cabeza hizo click, imaginando qué ocurría entre esos dos y lo que ahora de verdad había sucedido. Habían reñido, y ahora, tras lo dicho por Daruu —información que ignoraba y no entendía— parecía que Ayame se había roto por dentro cual muñeca de porcelana, quedando en pedazos. Bajó la mirada, apenada, y sin reprochar cuando Daruu apartó su brazo rápidamente para avanzar contra la Aotsuki.
Se quedó callada, escuchando lo que estaban diciendo. Recordó a la chica de la ilusión, Aiko, y sobre el otro Uchiha —probablemente Akame—, además de un nombre que no conocía de nada. Por lo que se sobreentendía, Daruu, Ayame y ese tal Kaido habían hablado con Datsue, y mientras dos de ellos querían matar a Datsue, Daruu quería recoger información, pero lo que no entendía es... ¿Qué ocurrió exactamente para que acabase así?
¿Y qué eran los Kajitsu?
Se quedó en el sitio mientras Daruu dialogaba con ella, no intervino, no era cosa suya, así que se quedó quieta, esperando porque, ahora mismo, lo que más quería era que se solucionase.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
—¡N... no, no, espera! ¡Ayame, no, no se acabó! —gritó Daruu tras ella, lleno de rabia, y Ayame, sin saber bien por qué, se detuvo en seco enrabietado, lágrimas en los ojos—. ¡Es sólo que no me habías contado nada sobre Aiko! ¡Me lo has ocultado! Y... ¡y no entiendes que a veces un ninja debe tomar decisiones difíciles! ¡Ese era el momento! Tenía que recoger información, y tú y Kaido sólo queríais darle de hostias hasta matarlo. Lo siento por mentar a los Kajitsu, pero tampoco es justo que me llames traidor sin esperar a que te cuente cómo fue. ¿Qué querías que hiciera? ¿Qué le diese una paliza ahí mismo? ¡Con el otro Uchiha delante! Además, era un puto Bunshin. Ayame...
Pero Ayame temblaba, con los puños apretados a ambos lados de los costados. Al final, sin poder contenerse por más tiempo, se volvió hacia él. Y, al igual que los suyos, sus ojos estaban cargados de rabia ciega y tristeza desgarradora.
—¡La idea de la emboscada fue tuya! ¡TUYA! ¡Yo ni siquiera quería verle la cara a ese imbécil! ¡Vosotros me convencisteis de ello! —le recordó—. ¡Y si no dije nada sobre Aiko-san fue porque no sé casi nada! Yui-sama me estaba ordenando que me arrodillarse y suplicara perdón por lo que el mismo Datsue me había hecho hacerle o acabaría en el fondo del lago como ella, ¡eso es lo único que sé! ¿Crees que estaba en condiciones de preguntarle de qué estaba hablando? ¡Estaba muerta de miedo! ¡QUISO MATARME! ¡Y todo por culpa de ese estúpido Uchiha que no tenía otra cosa en la cabeza que joderme la vida porque le interrumpí sin querer en un encuentro amoroso! ¡NO ES JUSTO! —concluyó berreando y con sus entrañas ardiendo con la fuerza de mil infiernos—. ¡Y no contento con eso te selló una bola de fuego para que la dispararas contra mí! ¡Y me engañó para que fumara! ¡E intentó matarme cortándome el hilo del que me estaba deslizando a decenas de metros de altura cuando estuve a punto de descubrirle!
>>Dime, Daruu-san —recalcó a propósito—. ¿No estaba en mi derecho de darle la bofetada? ¿Cómo querías que me sintiera después de ver cómo te largabas con él dejándonos a nosotros, tus compañeros de aldea, atrás?
Terminó de hablar, y cuando lo hizo se dio cuenta de que jadeaba tratando de recuperar el aire perdido.
14/08/2018, 02:08 (Última modificación: 14/08/2018, 02:10 por Amedama Daruu.)
Daruu hizo lo que cualquier persona debería de haber hecho en un momento como aquél: cerrar la boca y los ojos y clavar la barbilla en el pecho, aguantando el chaparrón como el agricultor que transporta cereales de un lado a otro del País de la Tormenta. Apretó los párpados y formó una roca con los puños, como si eso fuera a hacer que el rapapolvo de Ayame le doliera menos.
—¡Tienes razón! —le dijo, cuando la kunoichi acabó—. ¡Tienes razón en todo! Y sabía que ibas a estar enfadada conmigo. Tienes mil razones para estarlo. Pero aún así... —razonó—. ¡Aún así, Ayame, creo que hice lo correcto! ¡Sentí que Datsue ocultaba una información que debía obtener! ¡Cómo shinobi de Amegakure, lo consideré una prioridad! —Alzó el rostro y la miró con ojos vidriosos—. Y era mucho más grande de lo que creía. Quiero compartirlo contigo, pero necesito estar a solas. Ahora sólo quiero que me perdones.
Daruu suspiró y dejó caer los brazos, abatido. Ayame no era de las que se convencían fácilmente con una simple disculpa, y más después de haberla llamado por el nombre de los Kajitsu, infames traidores de Amegakure que habían formado una banda supremacista del clan Hōzuki y que se habían camelado a Ayame aprovechando un momento de inferioridad con la intención de arrebatarle el bijuu por la fuerza más tarde.
Y sin embargo, ¿qué podía hacer sino aguantar el chaparrón? Si no vendía sus cereales, el agricultor de Yachi no se ganaría la vida.
—Ayame, Datsue tendrá que pagar el precio de sus errores contigo. Bueno, considerando que perdió el status de jōnin por ello yo diría que ha pagado... una parte. —Se encogió de hombros. Si él fuera Ayame, tampoco lo consideraría suficiente—. Pero esto... esto es serio. Yui podría estar en peligro. Y además, yo no soy un traidor, pero hay alguien que...
Daruu pareció reparar en algo. Dio un respingo, miró un momento de reojo a Eri y suspiró.
—No puedo contarte más ahora mismo, pero pretendo confiártelo todo. Y a Kaido. Aunque él preferirá pegarme primero y hablar después.
No era un chiste. Tenía la certeza de que así sería.