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—¡¿Qué?! —De pronto se mostraba confundido, como si no entendiera lo que el peliblanco le trataba de decir.
—Esto… —De pronto se detuvo, decidiendo no gritar.
Desde el local salió una pareja de jóvenes adultos que, además de parecer muy satisfechos, lucían bastante elegantes. El de cabellos blancos ya lo suponía; aquel era un sitio tradicional donde la etiqueta se tenía en muy alta estima. El aspecto y el porte de aquellos noviecitos fueron suficientes para que supiera a qué clase de lugar se disponían a entrar. No era el negocio más elegante de la ciudad, pero se hacía obvio que no les dejarían entrar si comenzaban a gritar.
Mientras Mogura se acercaba hacia él, se limitó a señalar, con la palma y no con el dedo, la entrada de la heladería. A la vez también fue un educado gesto que invitaba al joven de Amegakure a que se aventura a ingresar primero.
«No sé qué es lo más molesto sobre todo esto —debatió consigo mismo durante un instante—, si el tener que aplicar toda esta parafernalia conocida como modales o el que me acuerde de todos y cada uno de esos engorrosos pasos del protocolo burgués.»
—Adelante, Mogura-dono, después de usted —declaro en cuanto su acompañante estuvo lo suficientemente cerca—. Y en cuanto a ti, Naomi —luego de que el genin de la lluvia se dispusiera a pasar, se colocó diagonal a ella y llamó su atención—, Primero las damas y luego los caballeros, como se acostumbra.
Fue leve y efímero, pero por primera en vez en todo el día el moreno pudo ver una sonrisa en el rostro de su guardiana. «Los sacrificios que se hacen para alcanzar la paz.» La señorita se limitó a hacer una educada reverencia y cruzó la cortina-letrero que separaba el pasillo de recepción de la calle.
«Por ahora todo va según lo planeado… Solo espero que ninguno de los dos me de problemas.» Pensó en aquello mientras permanecía afuera, solo. Eran pensamiento irónicos los que se manifestaban en su mente, después de todo él era del tipo al que se podía llegar a considerar como "Chico problemas".
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Al no recibir ninguna palabra por parte del shinobi del Remolino decidió bajar su abanico y cerrarlo, no quería montar un escándalo en la vía publica después de todo.
Ya habían llegado al lugar y parecía que era un sitio concurrido por gente de bien, juzgando por la pareja que acababa de salir. Kazuma seguía actuando como lo que se suponía que era, un miembro de la alta sociedad, puede que incluso de una categoria de la alta sociedad que estuviese por encima de aquellos dos que recién dejaban el negocio.
Hizo una ligera reverencia en señal de respeto ante la seña que le hicieron, seguidamente ingresaría en la heladería quitandose el sombrero de paja y sosteniéndolo ligeramente con su mano derecha y moviendo la cortina suavemente con su mano izquierda a la vez que bajaba un poco la cabeza.
Ishimura-dono, noto que tiene un buen gusto a la hora de elegir los lugares a los que elige traer a sus invitados...
Exclamó con las palabras mas finas que pudo esbozar en ese instante, el lugar realmente tenía una apareciencia cuidada y no parecía ser exactamente un sitio donde cualquiera pudiese entrar o quizas sería mas correcto decir que no cualquiera pudiese pagar.
... me siento agradecido con su invitación.
Agregó con una ligera sonrisa en el rostro, evitando mostrarse demasiado contento, pues el exceso de sentimentalismo podría llegar a considerarse como una falta de etiqueta también.
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De pronto los movimientos del joven de Amegakure eran mucho más fluidos y cuidadosos. Contesto el gesto de Kazuma con uno equivalente en cuestión de etiqueta, para seguidamente entrar a aquel elegante sitio mientras se retiraba el sombrero y movía con delicadeza la cortina que se interponía entre él y el recibidor.
Por su parte, Naomi se limito a encaminarse con una calma y una elegancia bastante típicas en ella.
« Bien, ahora solo falta una cosa —recordó mientras observaba su escasa vestimenta—, ponerme un poco más presentable.» Junto sus manos y, con gran velocidad, realizó tres sellos, el del perro, el del jabalí y ,finalmente, el del carnero.
El sitio al que había llevado a sus dos acompañantes lucía en extremo elegante, por lo que era de esperarse que tuvieran normas estrictas en lo que se refiere a cómo deben estar vestidos sus clientes. Por Mogura no había problemas, pues sus ropas eran lo suficientemente formales. En cuanto a Naomi, se veía tan hermosa y elegante como siempre, con un kimono que la hacía lucir como todo una belleza tradicional. El único problema era él; Solo vestía con unos shorts, una guarda camisa y una gorra negra. Era un atuendo bastante cómodo para días calurosos como aquel, donde el calor hacía que la ropa se te pegara a la piel, por lo que menos tela era mejor. Sin embargo, la situación exigía un cambio, si es que no quería que lo confundieran con algún revoltoso y que eso le impidiera entrar a la heladería.
« No soy muy fan del ninjutsu —se dijo en cuanto terminó la transformación—. Pero puede llegar a resultar muy útil si se le da buen uso.» En un instante había pasado de estar todo mal vestido a parecer el primogénito de un señor feudal, emitiendo una elegancia y porte notables, pero que no rayaban en lo extravagante.
Entró al local, justo a tiempo para escuchar las palabras del joven de Amegakure.
— Ishimura-dono, noto que tiene un buen gusto a la hora de elegir los lugares a los que elige traer a sus invitados... —exclamó, con palabras finas y muy bien seleccionadas—. Me siento agradecido con su invitación.
— Me halaga, Mogura-dono —contestó con igual cortesía y una leve sonrisa, aquel juego de ser refinados comenzaba a hacerle gracia—. Espero que este lugar logre cumplir con sus expectativas.
La Miyazaki se giró para ver a su señor, llevándose una gran sorpresa, sentimiento que compartiría con el joven de la lluvia si este también se giraba un poco.
Justo en la entrada se encontraba alguien que en poco se parecía al muchacho que les había llevado a aquel sitio. Su kimono era de un azul cobalto con un sutil estampado rosado oscuro y gris claro que mostraba los cerezos en flor, arreglado de una manera que le daba un aire de ser muy refinado. Su cabello estaba perfectamente peinado y recogido con finas cintas de seda escarlata. Lo único que podría asegurar que se trataba del mismo Ishimura Kazuma de hace unos instantes eran aquellos grises ojos que mantenían una mirada apacible.
— Mi señor… —El rostro de la guardiana mostraba un rubor que la hacía lucir particularmente linda.
Inclusive el sujeto que atendía en la entrada se mostró sorprendido por el hecho de que un joven vistiera de aquella manera. Inmediatamente supuso que se trataba del hijo de un noble que había decidido honrar aquel local con su visita.
— Buenas días, buen hombre —le dijo al que custodiaba el libro de registros y reservaciones, mientras se acercaba al mueble donde atendía a los que llegaban—. Mis acompañantes y yo requerimos de una mesa para tres en un sitio con buena vista.
— Un momento, mi joven señor —el sujeto se colocó unos lentes y comenzó verificar que mesa y qué lugares estaban disponibles—. Por fortuna, siempre tenemos un lugar y una mesa perfecta para cada cliente —dio un aplauso y enseguida apareció el hostess—. Por favor, escolta al joven señor, a la dama y al caballero hasta la mesa treinta y dos.
Mientras eran guiados por el muchacho hacia el interior del local, el señor con quien había hablado dejaba escapar una sonrisa expectante. Se encontraba confiado en que acababa de recibir a un acaudalado extranjero, pues ese cabello y ese color de piel eran muy poco comunes, de aquellos que últimamente causaban tanto furor en los Dojos del combatiente.
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El lugar sin duda alguna era algo bastante refinado, tan refinado como el dialecto que manejan los señores feudales y ricachones varios dispersos en el mundo, el muchacho en ropas deportivas y su tradicionalmente vestida acompañante.
¿A caso se ha ido?... ah... no...
Giró su mirada junto a la muchacha que estaba guardando al Ishimura, por un momento pensó realmente que el chico se habría esfumado pero al ver bien el rostro de aquel personaje, supo que se trataba de la misma persona. Abrió sus ojos un poco más producto de la sorpresa, pero parecía que la mujer se había sorprendido aun más que él.
Parece ser que ha hecho suspirar a la dama con su gusto por la ropa, Ishimura-dono.
Pensó para si mismo aquellas palabras que no iba a decir frente a esa gente. Observó desde una distancia prudente como el muchacho con ropas de la alta sociedad procuraba espacio suficiente para las personas que lo estaban acompañando, se notaba que Kazuma tenía práctica hablando el dialecto de los ricos.
En el camino hacía la mesa Mogura se mantuvo caminando a una distancia pareja del shinobi de Uzushiogakure, no estaba seguro si fuese correcto realizar algún comentario, pues podría llegar a comprometer al extranjero acaudalado y exotico que simulaba ser el peliblanco. Si en algún momento sus miradas fueran a encontrarse durante el paseo por el local, el shinobi de Amegakure le dedicaría una ligera reverencia en señal de respeto.
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Sin más preámbulo, aquel trió se encaminó hacia su mesa, siguiendo al joven encargado de ubicarlos. En todo momento mantuvieron una marcha serena y elegante, tal como seguramente hacían todos los clientes habituales. En cierto punto, el de cabellos blancos sintió la necesidad de dejar escapar unas risillas, pues toda aquella extravagancia le parecía de lo más graciosa, pero en cuanto se giró para observar a Mogura este le hizo una reverencia, con lo cual consiguió que Kazuma mantuviera su compostura.
«Eso ha estado cerca… Si no fuera por la expresión solemne de Mogura, hubiera soltado una rústica carcajada.»
La mesa en la cual terminaron era por mucho la mejor del restaurante, y eso era bastante decir de un lugar como aquel. Estaba en un sitio privado y con una iluminación agradable, además tenía una vista excelente de un hermoso jardín tradicional en el exterior del local, un lugar de aspecto idílico y tranquilizador que tenía algunas mesas con sombrillas.
Una vez sentado, el Ishimura se permitió el relajarse un poco en cuanto a su postura. Lo cierto es que el mantener una transformación mientras procuraba conservar la etiqueta era algo bastante agotador, pero si quería que las cosas saliesen bien, tendría que continuar como hasta entonces.
Algunas personas de aquel establecimiento también habían mantenido su mirada sobre ellos desde que llegaron. Posiblemente solo fuera que aquellos ricachones sentían un poco de curiosidad, pero igual le ponía un poco tenso el llamar tanto la atención.
—¿Qué les parece? —Preguntó mientras observaba a sus acompañantes.
—Es baste elegante y con un muy buen ambiente, Mi señor. —Aseguro, mientras detallaba la fina elegancia de las tallas en aquella mesa de madera.
No pasó mucho tiempo hasta que alguien les llegó la cartilla.
Por fuera decía heladería, pero en el menú había muchas más cosas; Galletas, dulces, tortas, panecillos y, por supuesto, variedad de helados. Puede que algunos se sintieran abrumados ante tanta variedad, Kazuma incluido, pero los ojos Naomi brillaban con emoción mientras velozmente leía todas sus opciones. «Es inusual verle así, pero es algo agradable...» No pudo evitar esbozar una sonrisa, pues sabía que su guardiana, de una manera un tanto discreta, era fanática y adoradora de todo lo relacionado con dulces y repostería.
—Tenemos mucho de donde escoger —le tomaría un poco dar con algo adecuado en aquel listado—. Así que pueden tomarse el tiempo que necesiten.
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Hacía no mucho estaba sentado en un banco de madera con un humilde abanico echándose viento, y por intervención de aquel par ahora se encontraba caminando por los hermosamente decorados pasillos de un bien cuidado negocio, sumado al agradable ambiente y temperatura que había ahí dentro en contraste con las calles, hacían del simple hecho de estar paseando por ahí una cosa única.
La mesa que se había procurado conseguir Kazuma estaba bastante bien ubicada, incluso había visuales a un bien logrado jardín tradicional.
En Amegakure sería muy complicado poder llegar a ver algo como eso.
Pensaba para sus interiores, notaba algunas miradas pero mantenía el profesionalismo pues sabía que el joven señor que simulaba ser el Ishimura era, claramente, el centro de la atención.
Cada detalle del establecimiento parece haber sido atendido con sumo cuidado logrando un resultado bastante agradable a la vista.
Eventualmente si mantenía aquel léxico que tampoco le costaba tanto, evitaría tener problemas con la mujer que acompañaba al muchacho de peloblanco.
Al momento de ver la carta con los diferentes tipos de productos que ofrecían se sorprendió ligeramente, aunque su expresión no se inmuto mas allá de levantar a penas una ceja. Sin buscar demasiado había llegado a la parte de las tortas, donde un nombre en particular le pateo lejos todas las ganas de probas un helado y en su lugar fueron reemplazadas por...
Torta de frutilla...
Susurró al aire, quizás no habrían escuchado sus palabras de lo bajo que sonaron. Sus ojos brillaron ligeramente al encontrar una nueva oportunidad para poder degustar su postre favorito. Quizás no tanto al punto de ser comparado con Naomi pero había algo de alegría en los ojos del joven Manase, como si se hubiese encontrado con un viejo amigo estando lejos de casa.
Ciertamente poseen una amplia variedad de opciones, aunque debo confesar que ya he tomado una decisión.
Exclamó con finas palabras una respuesta al comentario del Ishimura. Sería muy difícil encontrar en lo que quedaba de la cartilla una opción mejor que la torta de frutilla, al menos ante los ojos de Mogura.
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—Cada detalle del establecimiento parece haber sido atendido con sumo cuidado logrando un resultado bastante agradable a la vista.
—Comparto la opinión de ambos —les dijo a sus acompañantes—, este lugar tiene un ambiente muy agradable.
Lo que el muchacho de Amegakure decía era completamente cierto; El sitio tenía un ambiente en extremo elegante, pero a la vez también muy sutil. Se encontraba lejos de ese típico estilo opulento donde todo es dorado y exageradamente adornado. Era una especie de belleza… Tradicional... Hasta discreta quizás. Era como la diferencia entre una hermosa y trabajada silla de madera tallada y un duro y molestamente brillante sillón de oro.
Los jóvenes prosiguieron con el desafío que era el escoger algo de entre tanta variedad de platillos. «Todo se ve lo suficientemente bueno y dulce como para darme diabetes.» Pero a pesar de no ser fanático de los dulces, debía admitir que muchas de la recetas se veían como deleites interesantes para el paladar.
—Ciertamente poseen una amplia variedad de opciones, aunque debo confesar que ya he tomado una decisión.
—Yo también he hecho una elección sobre lo que voy a pedir, Mi señor. —Dijo Naomi, con un creciente buen humor.
—Entonces ordenemos algo —levantó la mano, y sin necesidad de alzar la voz, uno de los mesoneros llegó inmediatamente a su lado—. Quiero… Este de aquí; “Copa helada de cuatro estaciones blancas”
El mesero asintió con elegancia y anotó la orden, seguidamente se giró hacia donde estaba la Miyazaki para saber qué pediría.
—Quisiera que me sirvieran un “Corazón de nubes dulces y lluvia tostada”
El camarero anotó y entonces, finalmente se giró hacia Mogura, esperando que utilizará el código de nombre que aparecía en la cartilla.
—Las órdenes están anotadas y se les servirán a la brevedad .—Aseguraría, Luego de tomar el pedido del Manase, y mientras hacía una reverencia, se marchó.
Ahora tendrían que esperar unos minutos mientras sus bocadillos estaban listos.
—Bien. Parece que tendremos un poco de tiempo para conversar mientras está lista la orden —se inclinó hacia adelante en su asiento y entrecruzo los dedos—. ¿Qué le parece si hablamos un poco sobre nuestros villas, Mogura-dono?
En las aldeas ninjas, por norma general, no se permitía la entrada de gente extranjera, mucho menos si se trataba de algún shinobi. Eso era un inconveniente para quienes disfrutaban de viajar y explorar los distintos focos de población, pues la única manera de saber cómo era otra aldea es que alguien que fuera de allí te la describiera. «Si no puedo visitarla, al menos quiero que me cuenten como es.»
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Seguido de su declaración de tener una decisión hecha con respecto al postre que iba a tomar, la mujer que guardaba al joven señor que simulaba ser Kazuma dijo que también sabía ya lo que iba a pedir. Se la podía notar con un mejor humor que cuando se habían cruzado y el muchacho de la Lluvia había hecho aquel comentario "fuera de lugar".
El mesero fue llamado a la mesa bajo el comando del peliblanco, seguidamente las ordenes de cada uno en la mesa iban a ser nombradas.
¿Qué cantidad de kanji para nombrar algo tan sencillo como un helado de 4 sabores...?
Pensaba el shinobi escuchando a la pareja de Uzushiogakure ir diciendo sus pedidos, no era exactamente que le molestara encontrarse con ese nivel de formalismos hasta incluso en la comida pero tampoco es que fuese fanático de usar esos términos que según su propio pensamiento consideraba que tenían como único objetivo diferenciarse de la "demás" gente.
Yo tomaré una porción de su mejor pastel de frutilla.
Dijo con toda la humildad que encontró en sus palabras y en las que había en el menú. Con eso todas las ordenes habían sido dadas y el mesero se marcharía no sin antes realizar una respetuosa reverencia.
Seguro que si, sería un desperdicio el no aprovechar esta ocasión para aprender un poco de las aldeas del otro. Esto es una prueba clara de la época de paz que estamos viviendo.
No se podía imaginar otra situación en la que pudiese estar sentado en la misma mesa que otros dos miembros de una aldea ajena a la suya y apunto de disfrutar de un rico postre.
¿Existe algo en particular por donde quisiera arrancar, Ishimura-dono?
Interrogó lanzando la primer pregunta, aunque no directamente sobre el tema sino mas bien para intentar conseguir una impronta sobre la clase de datos que quisiera saber el muchacho del Remolino.
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—Seguro que sí, sería un desperdicio el no aprovechar esta ocasión para aprender un poco de las aldeas del otro. Esto es una prueba clara de la época de paz que estamos viviendo. —Kazuma no pudo evitar el sentir que había cierto optimismo en sus palabras.
«¿Una prueba de paz, eh? Y si… ¿Y si fuera precisamente todo lo contrario? ¿Qué tal si fuera la calma antes de la tormenta?» El de ojos grises no podía restarle importancia a aquellas palabras que había intercambiado hacía unos días con Datsue. «Puede que solo estemos viendo lo que los líderes quieren que veamos…»
—¿Existe algo en particular por donde quisiera arrancar, Ishimura-dono? —Las palabras le recordaron que su atención debía estar centrada solo en aquella ocasión.
Su guardiana le observó con un poco de curiosidad bien disimulada. Lo cierto era que le parecía extraño que su señor se sintiera atraído por temas tan casuales y adecuados, pues por lo general se encontraba envuelto en cosas relacionadas con combates y similares. Supuso que para variar, y para aquella ocasión, resultaba algo bastante maduro y agradable.
«He escuchado y leído un par de cosas sobre las otras aldeas… Ahora es momento de ver que es cierto y que es errado.»
—Quisiera comenzar con la geografía de la aldea. —Sabía que lo adecuado era que fuera él quien se expusiera de primero, para romper el hielo y mantener la cortesía.
»Uzushio es una villa ubicada al extremo más al sur del continente. Se encuentra en una península y está rodeada por grandes murallas de piedra. Una parte de la aldea da hacia las Planicies del Silencio, que eventualmente acaban llegando a los grandes bosques de la región. La otra parte lleva hacia a un puerto de pesca y transporte cuyas vías marítimas de comercio nos conducen hasta las Islas del Té.
Toda aquella era información, más o menos, de conocimiento general, pero al venir de un habitante del lugar mencionado tenía una veracidad incuestionable.
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10/07/2016, 00:14
(Última modificación: 10/07/2016, 19:22 por Manase Mogura.)
Escuchar la respuesta del joven Ishimura le dio una idea a Mogura de la situación en la que se encontraba realmente, quizás era consciente de ello en todo momento pero de un segundo a otro se había dado cuenta de que estaba frente a una persona de muy lejos la cual podía llegar a saber todo tipo de cosas interesantes de lugares donde él probablemente nunca llegaría a ir.
Lo poco que podría llegar a saber de Uzushiogakure fue sólidamente reforzado por las palabras de Kazuma, una aldea ubicada en una península al sur del continente, por una parte limitando con las aguas de la Isla del Té y por otro, los grandes bosques cercanos.
Ame se encuentra en el País de la Tormenta, a espaldas de una de las cumbres mas altas del País de la Tierra, si es que no la más alta de todas, uno puede estar más que seguro que será un día de lluvia si pasa por ahí, y al día siguiente y al que le siga también. En toda la planicie el clima es igual, hay muchos lagos, tan así que la propia aldea fue construida sobre uno.
Básicamente eso era Amegakure, una pequeña ciudad sobre un lago, como si un águila hubiese peleado con una serpiente y algún líder hubiese designado el lugar como el indicado para construir la capital de un imperio. Una duda comenzaría a formarse en el shinobi del pelo azabache, no estaba del todo seguro de qué tan sensato podría llegar a ser el preguntar sobre ese tipo de cosas, pero ya estaba ahí con una persona posiblemente igual de interesada en cosas parecidas sobre su aldea.
No espero una respuesta muy detallada sobre esto por obvias razones, pero... ¿Cómo se ve por dentro Uzushiogakure? Me refiero a las calles y las casas. Supongo que no todo el mundo va por ahí vistiendo de forma elegante como ustedes ¿o sería posible que si?
Ya sabía donde estaría ubicada la aldea de Kazuma, pero ahora su interés pasaría a su arquitectura y a su gente, la diferencia en los climas seguro que marcaría algún cambio notable en la forma de vivir de su población y sobre todo temas tan sencillos como la vestimenta o la clase de material que uno podría usar para recubrir su vivienda.
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El nativo del País de la Espiral escuchó con atención las palabras de su homónimo. Al parecer era cierto lo que decían; Amegakure era un lugar en el cual siempre está lloviendo. Según lo que escuchó, estaba ubicada en una planicie llena de lagos. Incluso la aldea misma estaba construida sobre uno de estos cuerpos de agua.
—No espero una respuesta muy detallada sobre esto por obvias razones, pero... ¿Cómo se ve por dentro Uzushiogakure? Me refiero a las calles y las casas. Supongo que no todo el mundo va por ahí vistiendo de forma elegante como ustedes ¿o sería posible que si?
—No, yo no diría que todos vestimos de manera "elegante" —aseguro, riendo con suavidad—, pero la ropa tradicional suele ser la tendencia entre la población. Creo que es porque encaja con el estilo mismo de la villa.
»En cuanto a su arquitectura: Las edificaciones de la aldea, generalmente, están construidas con piedra gris clara y los techos están cubiertos por tejas de colores rojos, marrones, celestes y verdes. El árbol más común en la villa es el cerezo, formando parte del paisaje. También hay cientos de toriis color rojo brillante que enmarcan la mayoría de calles.
El joven de cabellos blancos respondió con claridad, para luego tomarse unos momentos de silencio al tratar de hacerse una imagen mental de lo que le estaba describiendo Mogura. Le parecía increíble que en un lugar donde siempre está lloviendo la gente pudiese prosperar. «¿Cómo serán los edificios y la calles en una aldea donde siempre llueve, y como vestirá la gente allí?»
Y como si hubiese leído su pensamiento...
—Cuénteme, Mogura-san —dijo de pronto Naomi, que parecía haber sido atraída por la conversación—. ¿Cómo es la arquitectura en su villa? y ¿Cómo lidian los habitantes con aquel clima tan particular?
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Elegante no sería la palabra que escogería Kazuma para denominar al tipo de vestimenta que era usual ver en la gente de Uzushiogakure, tradicional sería algo mas adecuado por lo que pudo concluir Mogura tras escuchar al muchacho. En su cabeza se iba formando una pintura muy colorida de lo que podía llegar a ser una calle de esa aldea en un día soleado de primavera, primavera eterna como la que habían estado viviendo.
Si la aldea es la mitad de bella de lo que me he imaginado, puedo estar seguro de que es un lugar muy colorido y lleno de vida.
Comentó al margen de las palabras del shinobi del Remolino. Sería entonces el turno de la elegante guardiana del joven Ishimura, cuyo nombre no recordaba haber escuchado hasta el momento. El muchacho de cabellera azabache giró su mirada ligeramente para escuchar con atención su pregunta.
Amegakure tiene una arquitectura bastante curiosa, se podría considerar moderno. Hay muchas torres de varios pisos de altura, tuberías que transportan agua de un lado a otro, mucho metal. Las calles son asfaltadas en su gran mayoría por no decir todas, prácticamente no hay vegetación. Hay muchos canales que cruzan la aldea y varios puentes, las barcas de transporte son muy comunes.
Con respecto a lo de como lidian con el clima... mucha gente suele llevar un paraguas a todos lados, otros simplemente se acostumbran después de determinado tiempo.
Ciertamente los shinobi y kunoichi de Amegakure tenían que acostumbrarse a estar bajo la lluvia durante largos periodos de tiempo, aunque Mogura se veía entre el primer grupo de gente, el que iba de un lado a otro con un paraguas ocupandole una mano.
Espero que eso conteste su pregunta...
...
...creo que no he escuchado su nombre aún.
Comentó finalmente intentando mantener las formas en su manera de hablar pero intentado aprender el nombre de la mujer que hacía de guardiana del joven señor.
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Se escuchaba como algo sacado del más futurista de los libros de ficción, tanto que apenas se lo podía imaginar; Cientos de torres de acero que subían hasta casi rozar un cielo en el que las nubes de lluvia jamás daban paso a los arcoíris. Una aldea sin vegetación y con muchos canales en los cuales navegar para moverse de un sitio a otro.
«Por como lo describe; Parece uno de esos lugares que hay que ver al menos una vez en la vida.»
—...creo que no he escuchado su nombre aún.
—Permítame presentársela —se apresuró a decir Kazuma—. Ella es Miyazaki Naomi, mi guardiana.
—Un placer, Mogura-san —Aseguro mientras hacía una leve reverencia con su cabeza.
La joven parecía ahora de mejor humor que cuando se habían encontrado, quizás ya hubiese olvidado aquel pequeño malentendido sobre los nombres y apellidos. Al menos el Ishimura quería creer eso, puesto que su plan era el contentarse con Naomi y para ello necesitaba que estuviera del mejor humor posible. Hasta ahora las cosas iban bien, pero el peliblanco necesitaba seguir con aquel teatro hasta que estuviese seguro de que el enojo de su guardiana se hubiese disipado por completo.
«¡Lo tengo!» Se dijo a sí mismo cuando dio con una gran idea.
—Quería preguntar una cosa más Mogura-dono —aseguro, observando de reojo a la Miyazaki— En todo tiempo y lugar hay costumbre, tradiciones y festividades, ¿Cuáles son las de su aldea?
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Ante sus pies se encontraba la oportunidad de lanzar un fósforo dentro de una piscina de gasolina, tan solo tenía que hacer un comentario tan simple y sería tomado como una completa ofensa a todo un linaje y una familia. Pero no lo hizo y probablemente no lo iba a hacer después.
El gusto es mío, Naomi-dono.
Junto a sus palabras respetuosas fue también una respetuosa reverencia.
La siguiente interrogante del muchacho de pelo blanco sería sobre las costumbres y tradiciones de Amegakure. Se le vinieron a la cabeza una serie de cosas que normalmente había escuchado de sus compañeros de academia, sobre como sus padres los hacían correr en la lluvia para que se acostumbraran al clima o cosas así.
La gente suele terminar acostumbrarse a que llueva todos y cada uno de los días, tanto así que un día donde no llueve es símbolo de mala suerte.
Contestó con serenidad una parte de la pregunta que se le había hecho. Un detalle a tener en cuenta era nadie decía nunca lo que pasaba cuando realmente llovía en Amegakure.
Llegado el Otoño se celebra la fiesta de los Deseos Ahogados, consiste básicamente en llenar una urna con deseos para pedirle a Amenokami, la urna es depositada en un barco en el lago, la forma del mástil atrae los rayos, pero para eso suceda tiene que haber tormenta, claro esta. El barco terminará siendo hundido por un rayo y dicen si se reza con mucha fuerza, los deseos se hacen realidad.
A medida que iba relatando en que consistía el evento que se celebraba en su aldea, gesticulaba con sus manos los diferentes objetos que eran involucrados en al festividad, como la urna, el bote, su peculiar mástil y terminaría juntando sus manos en la parte donde comentaba lo de rezar con fuerza.
¿En Uzushiogakure tienen fiestas como esa, Ishimura-dono?
Consultaría el joven de cabello azabache, devolviendole la pregunta a Kazuma.
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La presentación se dio de la manera correcta; Tanto Mogura como Naomi se saludaron y se ofrecieron las respectivas reverencias, obligadas en el protocolo de un lugar como aquel. Ahora solo quedaba esperar que le contaran como eran las costumbres de aquella aldea donde las lluvias eran permanentes.
—La gente suele terminar acostumbrarse a que llueva todos y cada uno de los días, tanto así que un día donde no llueve es símbolo de mala suerte.
—Ya veo. «Es extraño; cuando las nubes se disipan, cuando se forman los arcoíris y cuando se puede ver el sol, la luna y las estrellas… Entonces es cuando los habitantes de Amegakure se preocupan.
Siguió escuchando con atención, pues a cada palabra que su compañero liberaba, más interesante y fantástica le parecía aquella aldea.
Según lo dicho por aquel muchacho: Cuando se presentaba el otoño se llevaba a cabo la festividad de los deseos ahogados. Básicamente, era colocar en un arca todos los deseos que se le quisiera pedir al dios de la lluvia. El resto resultaba algo bastante ritualista; Se colocaba el arca en un barco que navegaría por el lago. La curiosa forma del mástil tenía el objetivo de atraer los posibles rayos que hubiese en aquel momento. La idea era que la embarcación se hundiera a causa del fuego provocado por la centella y que entonces el dios de la lluvia lo aceptase como ofrenda, de modo que si se rezaba lo suficiente los deseos se hacían realidad.
—Fascinante. —No había otra forma de describir la imagen mental que se estaba haciendo de aquel sitio.
—¿En Uzushiogakure tienen fiestas como esa, Ishimura-dono?
—Sí que las hay, Mogura-dono —aseguro sereno—. De hecho, hay una que es la favorita de mi Naomi.
»Cuando llega la primavera, se realiza una celebración en honor a los dioses en el Jardín de los Cerezos. Se lleva a cabo justo cuando los arboles han florecido en su máximo esplendor. Para aquella ocasión la gente hace gala de sus ropas más tradicionales. El día se dedica a descansar bajo los árboles, observar las flores de cerezo, conversar, hacer picnics y escuchar música al aire libre.
—Sí, es una festividad maravillosa. —Aseguro Naomi, que deseaba que el torneo terminara pronto para regresar junto con su señor a ver los cerezos en flor una vez más.
En aquel momento se pudo escuchar un sonido fino y metálico; Era el mesonero que les estaba llevando la comida «Eso fue rápido.» Pensaba aquello, pues creía que apenas habían pasado unos minutos, pero lo cierto es que conversando y charlando ya había pasado un buen rato, el suficiente para que su pedido estuviera listo.
—He aquí lo que ordenaron —colocó las tres bandejas en la mesa y con una jarra llenó tres vasos con agua mineral—. Buen provecho, mis señores.
El joven realizó una marcada reverencia y procedió a retirarse para que aquel trió pudiese disfrutar de su dulce comida.
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