Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
26/02/2018, 23:43 (Última modificación: 5/04/2018, 21:03 por Aotsuki Ayame.)
Tane-Shigai se alzaba imponente, perfectamente sincronizada con el corazón del bosque del País de los Bosques. Aquella ciudad no era ninguna intrusa en aquel paraje natural; mas bien al contrario, era un órgano más de su cuerpo. Los edificios, las casas, todo estaba construido a partir de los troncos y sobre las frondosas copas de los enormes árboles que se alzaban tratando de alcanzar el cielo con sus ramas y sumiendo a todo el lugar en una suave penumbra. Abajo, en el suelo, pocas eran las plantas que habían logrado sobrevivir a la soberanía de los árboles, por los que las calles de la ciudad se abrían sin ningún tipo de dificultad. Y en el centro de aquella aglomeración, el Palacio del Señor Feudal destacaba como el más opulento de todos: con la forma de una enorme burbuja de paredes translúcidas a través de las que se podía atisbar el fulgor del baile del fuego que iluminaba su interior.
Ayame jamás había visto nada igual. Ella, que había nacido y crecido en una ciudad donde no dejaba nunca de llover y en la que sólo había rascacielos de metal y hormigón y luces de neón allá donde mirara, se veía ahora maravillada por la magnificiencia de la naturaleza en comunión con la mano del ser humano.
—Esto es... ¡increíble! —exclamó, absorta ante tanta belleza, cuando una bandada de pájaros coloridos pasaron por encima de su cabeza para perderse en el follaje más cercano.
Después de haber subido unas largas escaleras talladas en el mismo tronco de un árbol tan grande como uno de los rascacielos de Amegakure, Ayame había echado a andar entre las diferentes casas y ahora se encontraba sobre uno de los puentes colgantes que actuaba a modo de calle, uniendo dos árboles diferentes. Se atrevió a asomarse por encima de las cuerdas de seguridad, pero se aseguró de agarrarse bien fuerte. La caída era enorme, y el suelo quedaba difuminado por una suave neblina.
«Espero que no tengan muchos accidentes en este sitio...»
Se llevó a los labios el vaso confeccionado con bambú y le dio un pequeño sorbo a la pajita. Ella no era una amante de las infusiones, precisamente, pero el té de flores autóctonas que había adquirido en una taberna cercana estaba delicioso.
Uchiha Datsue estaba cerca, y lo sabía. No por ese instinto de cazador nato con el que algunos ninjas habían nacido. No por esa corazonada que algunos románticos juraban poseer. No por una señal en el cielo que algunos religiosos creían ver. No, simplemente era por pura lógica. La aguja de su brújula rastreadora era ahora mucho más sensible a sus movimientos. Normalmente, cuando su objetivo estaba lejos, a kilómetros de distancia, la aguja apenas variaba su posición caminase él en una dirección u otra. Pero ahora, a medida que caminaba por los puentes que interconectaban aquella ciudad suspendida en lo alto de los árboles, no solo se movía, sino que daba grandes giros.
Llegado un momento dado, apartó la vista de su palma de la mano y la vio. Era ella, sin ningún tipo de duda. Tenía esa apariencia descuidada e inocente que tanto le caracterizaba, y desprendía esa aura bonachona que te impedía pensar que haría daño siquiera a una mosca, y con la que probablemente a tantos había engañado.
No a Datsue. Él había visto de lo que era capaz, cuando sin piedad había destrozado su primera vez con Aiko. También en el torneo, llegando a enfrentarse a Akame en la mismísima final. No, Datsue no pensaba dejarse llevar por las apariencias.
—Si estás pensando en lo que creo que estás pensando —le soltó por sorpresa, mientras estaba encaramada al puente tratando de discernir, aparentemente, el fondo—, hay formas más discretas de hacerlo.
Sonrió. Uchiha Datsue vestía más elegante de lo habitual, con una yukata de color azul pálido, un haori abierto y fino de un verde oscuro y un obi muy sencillo del mismo color. Portaba su habitual pendiente en forma de aro en una oreja y, en la otra, entre el lóbulo y la sien, un cigarrillo liado.
Lucía cansado, con sendas ojeras y ojos enrojecidos, como si no hubiese dormido en mucho tiempo.
—Cuánto tiempo, Ayame.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
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—Si estás pensando en lo que creo que estás pensando —escuchó de repente una voz junto a ella, y del susto que se llevó poco le faltó para soltar el vaso que sujetaba. Cuando volvió la cabeza; sin embargo, se encontró con una cara conocida que le arrancó una sonrisa—, hay formas más discretas de hacerlo.
—¡Patsue-san! ¡Cuánto tiempo! —exclamó, genuinamente encantada. Aunque enseguida reparó en el significado de las palabras del shinobi de Uzushiogakure y se apresuró a apartarse de las cuerdas de seguridad del puente.
Si no recordaba mal, la última vez que se había encontrado con el Uchiha había sido en otoño, en un concurso musical en Tanzaku Gai en el que ambos habían participado. Sin embargo, él había desaparecido sin dejar rastro hacia el final de la exhibición, por lo que ni siquiera tuvieron ocasión de despedirse en condiciones. Varios meses habían pasado desde entonces; pero, quizás al contrario que ella (que se había dejado crecer un poco el cabello y ya no llevaba la frente cubierta, dejando a la vista su marca de nacimiento), no había cambiado en absoluto y sus ojos de zorro astuto seguían tal y como los recordaba. Si acaso, la única diferencia apreciable que pudo encontrar en él fueron sus ropajes, más elegantes y cuidadas que antaño y... el cigarrillo que llevaba sobre la oreja.
Y Ayame no pudo evitar arrugar la nariz, en un profundo gesto de desagrado, al verlo.
—Menuda coincidencia, ¿no? ¿Qué te ha traído hasta aquí?
«¿Otra vez con lo de Patsue? Maldita chica… ¡Que es Datsue!»
—Datsue, Ayame, Datsue —la corrigió—. Con dé de Daruu.
Suspiró, mientras sus ojos se desviaban irremediablemente hacia la marca que lucía la kunoichi en la frente. Una luna menguante. No recordaba habérsela visto con anterioridad, ni siquiera la última vez que se vieron, aquella en la que el Uchiha había tenido que irse derrotado y cabizbajo tras la espectacular actuación que habían hecho Eri y ella. A su vez, no le pasó desapercibido cómo Ayame desviaba la mirada hacia su cigarrillo, arrugando la nariz en el acto.
Se sonrió. No es que fuese fumador —de hecho era la primera vez en su vida que intentaba fumar—, pero ya que estaba en el país de las hierbas medicinales y las setas, se dijo que debía experimentar. Eso, y que el tipo que se lo ofreció se lo había dejado por una ganga, con un poco de chocolate que, según él, ayudaba a dormir. Y dormir era algo que necesitaba hacer desde que le habían sellado al Ichibi en su interior, y eso era mucho, mucho tiempo.
—Menuda coincidencia, ¿no? ¿Qué te ha traído hasta aquí?
Datsue abrió la boca y dudó. No, contarle la verdad no era buena idea.
—Pues esto y lo otro, ya sabes… —dijo, ambiguo—. ¿Tú?
»Oye, ¿tienes un momento para hablar? —añadió luego, mientras buscaba algún sitio con la mirada donde sentarse—. Ya que el destino ha querido que nuestros caminos se cruzasen, me gustaría aprovechar para preguntarte algo. Algo importante —matizó.
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—Datsue, Ayame, Datsue —la corrigió él—. Con dé de Daruu.
—¿Conoces a Da...? ¡Ah, es cierto! ¡Luchásteis juntos en el torneo! —exclamó ella, dándose una palmada en la frente—. Perdona, soy un desastre para recordar nombres...
«Pero con esa regla será más fácil hacerlo.» Añadió para sus adentros.
Fuera como fuera, cuando Ayame hizo su pregunta el Uchiha pareció dudar durante un instante. Abrió la boca, pero aún tardó unos breves segundos en responder:
—Pues esto y lo otro, ya sabes… —dijo, ambiguo—. ¿Tú?
Ella se sonrió.
—Pues también un poco de esto y lo otro. Ya sabes —respondió divertida, siguiéndole el juego, antes de volver a llevarse la pajita a los labios y apurar el vaso con unos últimos sorbos.
—Oye, ¿tienes un momento para hablar? —añadió Datsue, y Ayame le miró con atención y curiosidad contenida—. Ya que el destino ha querido que nuestros caminos se cruzasen, me gustaría aprovechar para preguntarte algo. Algo importante.
Ella ladeó la cabeza, sin despegar sus ojos del Uchiha mientras aquel parecía buscar algo con la mirada. Quizás, supuso Ayame, un lugar privado donde hablar. ¿Pero qué podía querer de ella? Algo importante, había dicho, pero ellos apenas se habían visto un par de veces, y tampoco habían charlado demasiado como para considerarse siquiera conocidos.
—Claro —respondió, con un leve asentimiento de cabeza—. Hace unos minutos vi una especie de plaza por ahí arriba —sugirió, girando la cabeza y señalando con su dedo índice una plataforma que quedaba por encima de sus cabezas y se extendía alrededor del mismo tronco del árbol, conectada a otras plataformas más por medio de puentes como el que se encontraban en aquel mismo momento—. Si quieres podemos hablar allí.
—¿Conoces a Da...? ¡Ah, es cierto! ¡Luchásteis juntos en el torneo!
¿Qué si recordaba a Daruu? ¡Vaya que si lo recordaba! Y no solo por aquel combate en el torneo. Pero aquella, era otra historia, y no le correspondía a él contarla.
Ayame se disculpó por decir mal su nombre, alegando que era pésima para recordarlos. El Uchiha trató de esbozar una sonrisa amable, como queriendo decir que no pasaba nada. En realidad, no podía criticarla. A él le sucedía parecido, aunque quizá no de forma tan exagerada. La única diferencia era que, en vez de confundirse en una letra o dos, él solía olvidarse por completo del nombre.
La conversación siguió fluyendo en la dirección que Datsue quería, y Ayame, lejos de mostrarse recelosa por la petición del Uchiha, terminó por proponerle una plaza para poder seguir charlando tranquilamente.
—Estupendo —accedió Datsue, emprendiendo la marcha.
Tras abandonar el puente, subieron por unas escaleras que ascendían como una hélice alrededor del gigantesco tronco sobre el que se encontraban. Recordaba, de pequeño, haber subido unas escaleras del estilo con su madre, cuando le había llevado de visita a Tane-Shigai.
Su madre… ¿Cuánto tiempo hacía que no la veía? Ya más de un año. ¿Se encontraría bien? ¿Seguiría como siempre? ¿Y su padre?
Sacudió la cabeza. No era momento de pensar en ellos. Tenía que centrarse en Ayame, aquella kunoichi de la que un día había jurado vengarse. Una tontería, en realidad, porque aún con toda su mala pata, no había conseguido empañar la noche tan mágica que había vivido Datsue. Pero una promesa era una promesa…
…y Datsue pensaba cumplirla. Ahora, sin embargo, tenía preocupaciones más importantes de las que ocuparse primero.
—Se trata de Aiko —confesó, directo y al grano. Acababan de llegar a la plaza mencionada por Ayame, situada en una especie de plataforma circular alrededor del tronco en el que se encontraban. Datsue divisó un banco libre, cuyo respaldo era un tronco pulido con forma irregular mucho más cómodo de lo que parecía a simple vista, y fue a sentarse—. ¿Sabes…? —la miró a los ojos—. ¿Sabes algo de ella? Hace tiempo que no la veo y estoy… preocupado.
Estaba más que preocupado. En los últimos tiempos, Aiko y él se buscaban la vida para reservarse un día en exclusiva para ellos solos. De pronto, Aiko dejó de acudir a la cita. Sin dejar aviso, ni acudir a la siguiente pactada. Ni a la siguiente. Ni a la siguiente…
Lo más preocupante de todo era que el Sello de Rastreo que había implantado en ella en su aventura en el desierto no se movía. La aguja de su fuuinjutsu apuntaba siempre al mismo sitio, un punto que presumiblemente se encontraba en el País de la Tormenta. Datsue no se había atrevido a seguir la aguja por obvias razones. ¿Y si se encontraba en Amegakure? Aparecer ante las puertas de una Villa extranjera era una idea que ni el más intrépido de los ninjas —o ingenuos— se le ocurriría. Y él, que no era ninguna de las dos cosas, mucho menos.
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Los dos jóvenes abandonaron el puente sobre el que habían estado charlando y comenzaron a subir unas escaleras que subían en caracol alrededor del titánico tronco del árbol. Y, a cada paso que daba, Ayame no podía sino maravillarse con la arquitectura que les rodeaba, en perfecta simbiosis con el bosque. Durante un instante se preguntó si habría sido más costoso construir la ciudad de aquella manera que si la hubieran alzado de manera tradicional. Claro que, de haber sido así, habrían tenido que talar toda aquella maravilla de la naturaleza. Sin embargo, los pensamientos de Ayame pronto viraron hacia el Uchiha. No podía dejar de preguntarse qué podía querer de ella alguien como él y parecía que el chico no iba a soltar ninguna pista hasta que hubieran llegado al lugar prometido. En cierta manera se sentía algo preocupada, pero la curiosidad la estaba matando por dentro.
Tras varios minutos de ascenso en completo silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos, los dos ninja llegaron al fin a su destino. La plaza que había señalado Ayame se extendía en aquella plataforma suspendida en el aire, sólo sujeta por el tronco del árbol que hacía de huésped.
—Se trata de Aiko —soltó al fin Datsue, y Ayame se volvió hacia él.
«Ah. Era obvio.» Se dijo, asintiendo. Por un momento se había olvidado que ambos estaban saliendo.
El Uchiha se había sentado en una especie de banco que tenía a modo de respaldo un tronco pulido, mucho más pequeño que los que les rodeaban. Quizás, conociendo aquel bosque ni siquiera le sorprendería, ni siquiera fuera un tronco y se tratara en realidad de una rama con el tamaño de un tronco normal.
—¿Sabes…? —preguntó, mirándola directamente con aquellos ojos tan profundos como dos agujeros negros. Unos ojos que, Ayame sabía bien, en cualquier momento podían adquirir el color de la sangre—. ¿Sabes algo de ella? Hace tiempo que no la veo y estoy… preocupado.
Ayame suspiró, hundiendo los hombros.
—Pues... si te digo la verdad... no he vuelto a verla desde el Torneo —se sinceró, y entonces se encogió de hombros—. Tampoco es que fuéramos íntimas, y sólo habíamos intercambiado palabra en una ocasión, cuando se ofreció a ayudarme para aprobar el examen de genin. De hecho, ella ni siquiera parecía recordarme después de aquello, así que no le di más importancia —volvió a mirarle, con gesto apenado—. ¿Has probado a mandarle algún mensaje de alguna forma? O, si quieres, puedo decirle algo la próxima vez que la vea, aunque no sé cuándo podría ser eso...
¿Qué Aiko no se acordaba de haber ayudado a Ayame para superar el examen de Gennin? Sí, eso sonaba muy a ella. Especialmente cuando entremedias se suicidaba o hacía alguna locura de las suyas.
—Sí, verás, ella tiene problemas gordos de memoria… —Aquella no era una definición muy exacta, porque revivir cada vez que moría no lo llamaría problema, precisamente. Que con ello perdiese la memoria tan solo era un pequeño efecto colateral—. Si le pasa algo en concreto, ella… pierde la memoria del último año, aproximadamente. Temo que es lo que le haya pasado.
¿Qué sino? ¿Qué le motivaría a dejar de acudir a las citas? Y más después de la carta que le había dejado a escondidas el último día que se vieron. Carta que todavía portaba consigo, en un bolsillo interior de su yukata, junto al corazón que perjuraba interiormente no tener.
—No, no traté de mandarle ningún mensaje —se rascó la nuca—. Creo que los carteros me mandarían a la mierda si les digo que el destino de mi carta es Amegakure —bromeó, esbozando una pequeña sonrisa—. Pues si pudieses hablar con ella… Ver si está bien y con los recuerdos intactos… Me harías un gran favor —Carraspeó—. Si… quieres… te… puedo… pagar —Masculló, y Ayame pudo ver en su rostro el esfuerzo que tuvo que hacer para decir aquellas cinco simples palabras.
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—Sí, verás, ella tiene problemas gordos de memoria… —explicó Datsue, y Ayame ladeó ligeramente la cabeza—. Si le pasa algo en concreto, ella… pierde la memoria del último año, aproximadamente. Temo que es lo que le haya pasado.
—¿Algo en concreto...? —se preguntó en voz alta, casi un murmullo lanzado al viento.
Aquello sonaba a algún tipo de condición especial que fuera más allá de una enfermedad que le provocara pérdidas periódicas de memoria, o un simple golpe en la cabeza. Además estaba el hecho de que perdía los recuerdos de un periodo de tiempo muy concreto, aproximadamente un año. ¿Pero qué podía ser? ¿Tendría que ver con su supuesta inmortalidad? No tenía otro factor con el que relacionarlo, y después de enterarse del espectáculo que había formado en el torneo, masacrándose a sí misma de aquella forma tan brutal, para luego salir completamente ilesa y regresar a Amegakure...
—No, no traté de mandarle ningún mensaje —añadió el chico, rascándose la nuca—. Creo que los carteros me mandarían a la mierda si les digo que el destino de mi carta es Amegakure. —bromeó, y Ayame soltó una risilla al darse cuenta de que tenía razón—. Pues si pudieses hablar con ella… Ver si está bien y con los recuerdos intactos… Me harías un gran favor —Carraspeó, y Ayame fue capaz de discernir una profunda mueca de incomodidad en su gesto—. Si… quieres… te… puedo… pagar —terminó mascullando.
—¿Pagarme? ¡Pero qué dices! Sólo te estoy haciendo un favor —soltó, con una pequeña carcajada—. No me cuesta nada, así que, la próxima vez que la vea, intentaré hablar con ella y recordarle que tiene un esposo en Uzushiogakure que la está esperando —bromeó, sacándole la lengua.
Se reincorporó y se acercó con pasos saltarines al borde de la plaza, protegido por una valla de madera para evitar caídas desafortunadas. Si antes le había parecido que estaban a mucha altura, ahora la sensación de vértigo era mucho peor. No quería ni imaginar qué pasaría si caía por accidente por ahí así que apoyó la cadera en la valla, y se volvió de nuevo hacia el Uchiha.
—Por cierto, fue una lástima que te marcharas del concurso de música. Yo creo que deberías haber ganado, me gustó mucho tu actuación. ¿Te surgió algo para irte así?
Sabía que Ayame se había mostrado más que incrédula en el pasado al oír sobre la inmortalidad de Aiko, pero tras el espectáculo que ésta había montado en el torneo, dudaba que quedase un simple gennin que hubiese acudido al Valle que ahora lo pusiese en duda.
Así pues, le pidió si podía hacerle el favor de hablar con ella en cuanto la viese, e incluso se ofreció a pagarle por el mensaje. Ofrecimiento que, para suerte de su corazón, que ya sufría de taquicardia, rechazó.
—¡Estupendo! —exclamó, sonriente, cuando Ayame le sacó la lengua y aceptó su petición. Ahora, solo quedaba una cosa para que pudiese dormir tranquilo…
…completar su venganza. Un juramento que se había hecho hacía mucho tiempo. Quizá, hacía tanto, que la pequeña herida que Ayame le había causado ya había sanado. Quizá, hacía tanto, que ya casi no recordaba la causa de su rencor. Pero aquello era irrelevante, una mota de polvo en el infinito del universo. Uchiha Datsue había prometido vengarse, e incluso alguien como él debía honrar su palabra en algo tan sagrado, completándola. Completándola, sí, porque su pequeña venganza ya había iniciado en otro lugar, con otra persona… pero aquella, era otra historia.
—Por cierto, fue una lástima que te marcharas del concurso de música. —Ayame se había levantado y se apoyaba en la valla de la plaza—. Yo creo que deberías haber ganado, me gustó mucho tu actuación. ¿Te surgió algo para irte así?
Datsue carraspeó, tratando de no ponerse colorado.
—Y tanto que me surgió —La vergüenza de ser apabullado por el dúo que ella y Eri habían formado—. Verás, resulta que… —se calló, como si de pronto se hubiese dado cuenta que no debía contarlo—. Hmm… No sé si debería contártelo, Ayame-chan. Tiene que ver con un compañero tuyo, y… —carraspeó varias veces—. Bueno, digamos que no le deja en muy buen lugar.
Datsue se levantó, negando con la cabeza, mientras se acercaba a ella.
—No, de verdad Ayame, de verdad que no puedo. No insistas —Datsue negaba y negaba con la cabeza, apretando los labios para no dejar escapar ni una sola palabra más. Tan decidido a callar como una tumba—. De verdad. Que no puedo. Hice un…
»Bueeeno, está bien, está bien —concedió finalmente, como rindiéndose—. Pero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie, ¿vale? —pidió, mientras apoyaba una mano en el hombro de ella, de manera fraternal. Tan fraternal como la puñalada de un hermano por la espalda. Y es que Datsue, con aquel gesto, pretendía sellar en la kunoichi una técnica. Un jutsu inocente e inofensivo, tal y como era Datsue, y tal y como lo parecía Ayame. Un jutsu que se activaría cuando…
… Aotsuki Ayame viese a Amekoro Yui.
«Venganza no Jutsu completado».
¤ Tensha Fūin ¤ Sello de Transcripción - Tipo: Apoyo - Rango: B - Requisitos: Fūinjutsu 45 - Gastos: X + 10 CK, X: gasto de la técnica a sellar - Daños: - - Efectos adicionales: Sella los efectos de una técnica en un pergamino, o sobre el cuerpo de un objetivo, con condiciones impuestas por el ejecutor (ver descripción) - Sellos: - - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Mediante esta técnica, el usuario puede sellar los efectos de cualquier técnica que conozca (pregunta a un administrador o a un master oficial si no estás seguro de poder hacerlo con determinada habilidad), normalmente Ninjutsu, con el simple contacto sobre la superficie de un pergamino o sobre el cuerpo de otro usuario.
Usada sobre un pergamino, la única condición aceptable es que la técnica se libere cuando alguien abra el pergamino. Como mucho, se pueden llevar dos técnicas de menos de 50 CK en pergaminos pequeños, ó una técnica de menos de 100 CK en un pergamino grande. En medio de una trama, pueden prepararse y sellarse todas las técnicas que sean oportunas.
Usada sobre el cuerpo de otro usuario, se permiten diferentes tipos de condiciones, pero la técnica nunca hará daño a un portador sino que será lanzada desde el sello o permitirá al usuario lanzarla si éste la tiene en la mano. No se pueden llevar preparadas, a no ser que se especifique en una trama o post anterior. En todo caso, el usuario no podrá sellar más de una técnica en cada objetivo por trama o por día on-rol, y como gasto máximo deberá tener 100 CK.
En cualquiera de los casos, las condiciones de liberación no deberán ser ambiguas.
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—Y tanto que me surgió —respondió, y por alguna razón que se le escapaba a Ayame, parecía algo apurado—. Verás, resulta que… —se interrumpió de golpe, como si acabara de caer en la cuenta de algo—. Hmm… No sé si debería contártelo, Ayame-chan. Tiene que ver con un compañero tuyo, y… —carraspeó varias veces—. Bueno, digamos que no le deja en muy buen lugar.
—¿Un compañero mío? —repitió ella, sorprendida. ¿Se estaría refiriendo a alguien que ella conocía? ¿Podría estar refiriéndose... a Daruu?
Pero el de Uzushiogakure se levantó, negando con la cabeza.
—No, de verdad Ayame, de verdad que no puedo. No insistas —repetía, acercándose a su posición mientras seguía negando con la cabeza—. De verdad. Que no puedo. Hice un…
Pero era demasiado tarde. Había prendido la llama de la curiosidad en Ayame, y ahora la muchacha le miraba con ojos brillantes y anhelantes. Si era algo relacionado con alguien de su aldea, y más aún si era algo relacionado con alguien cercano a ella, tenía todo el derecho a saberlo. Y más si se trataba de algo grave. Datsue debió percibir la urgencia de su mirada, porque entonces añadió:
—Bueeeno, está bien, está bien. Pero tienes que prometerme que no se lo contarás a nadie, ¿vale?
—¡Vale! ¡Te lo prometo! —exclamó ella, asintiendo fervientemente.
Fue entonces cuando él apoyó una mano sobre su hombro, y Ayame, que no estaba acostumbrada al contacto físico con extraños, se estremeció sin poder evitarlo. No se apartó, sin embargo.
Pobre e ingenua Ayame, completamente ajena a los maliciosos designios del Uchiha...
—¿Qué pasó? —insistió, ante el tenso silencio que había tejido el Uchiha de manera casi dramática.
—Verás, yo estaba allí de misión —empezó a relatar Datsue, improvisando sobre la marcha. Ni tenía clara la historia, ni, mucho menos, el desenlace de ésta—. Junto a una compañera. La habíamos completado con éxito y decidimos tomarnos la tarde libre. Yo fui al concurso y ella… a los baños termales. —Poco a poco, la historia iba tomando forma en su cabeza—. Fue entonces, tras mi actuación, cuando recibí el chivatazo. Mi compañera estaba en apuros.
Hizo una pequeña pausa. Un breve silencio para que sus palabras calasen hondo en la mente de Ayame.
—Resulta que mientras estaba en los baños, alguien le había robado la ropa interior de su taquilla. Por suerte, mi compañera tenía un olfato prodigioso —se inventó, y no pudo evitar pensar en Nabi y Stuffy mientras narraba aquella historia—. Pudimos rastrear la prenda, que nos llevó a un pequeño motel pegado a las murallas de la ciudad. Y allí, en una de las habitaciones…
Una repentina ráfaga de viento golpeó con violencia a ambos ninjas, como si quisiese llevarse consigo las palabras de Datsue. El Uchiha tragó saliva.
—… Kaido —confesó, con el rostro compungido. Compungido por tener que delatar así a un compañero de profesión, o quizá por traicionar la confianza del que había sido un gran compañero de aventuras. O, simplemente, por mera actuación—. No sé si le conoces. Un chico alto, piel azul y con dientes como cuchillas. En Uzu se le conoce como el Tiburón de Amegakure, aunque después de este incidente… —Carraspeó—. Sí, Ayame, sí. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos, yo tampoco me lo hubiese creído. El gran y temible Kaido, el tiburón, un jodido pervertido. Pero eso fue lo que pasó, y así es como te lo cuento.
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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—Verás, yo estaba allí de misión —empezó a relatar Datsue—. Junto a una compañera.
«No podía ser Eri, porque estaba conmigo.» Meditó Ayame para sí, asintiendo en señal de que le estaba escuchando. Debía de ser otra chica de Uzushiogakure, ¿pero la conocería? «Quizás era aquella... ¿Cómo se llamaba...? ¿Moko?»
—La habíamos completado con éxito y decidimos tomarnos la tarde libre —continuó él—. Yo fui al concurso y ella… a los baños termales. Fue entonces, tras mi actuación, cuando recibí el chivatazo. Mi compañera estaba en apuros.
Ayame abrió los ojos de par en par, expectante. Pero Datsue parecía regodearse con su intriga, alargando un melodramático silencio con el que la empujaba a preguntar sobre el desenlace de aquella historia... o a asfixiarlo si no continuaba hablando.
—Resulta que mientras estaba en los baños, alguien le había robado la ropa interior de su taquilla. Por suerte, mi compañera tenía un olfato prodigioso. Pudimos rastrear la prenda...
—¿Rastreó su propia ropa interior...? —no pudo evitar preguntar, asqueada, pero calló enseguida al darse cuenta de que había le había interrumpido.
—...que nos llevó a un pequeño motel pegado a las murallas de la ciudad. Y allí, en una de las habitaciones…
Una nueva pausa, acompañada de un melodramático golpe de aire que golpeó con violencia a los dos jóvenes. Si no fuera por las barreras de seguridad, las probabilidades de que uno de los dos terminara cayendo al vacío sólo iban en aumento.
—… Kaido —confesó, con el rostro compungido, y Ayame palideció de forma terrible—. No sé si le conoces. Un chico alto, piel azul y con dientes como cuchillas. En Uzu se le conoce como el Tiburón de Amegakure, aunque después de este incidente… —Carraspeó.
—No...
—Sí, Ayame, sí. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos, yo tampoco me lo hubiese creído. El gran y temible Kaido, el tiburón, un jodido pervertido. Pero eso fue lo que pasó, y así es como te lo cuento.
—¡No puede ser! —exclamó Ayame, con el corazón hundido. ¿Kaido, un pervertido? ¿El mismo Kaido que le había salvado la vida en la guarida de los Kajitsu Hōzuki? ¿Su primo? ¿Agua de su agua?—. ¡Kaido-san no haría algo así! Él... ¡Seguro que fue otra persona transformada en él tratando de inculparle!
Datsue negó con la cabeza, abatido. Se le veía triste, afligido por no poder decirle que todo había sido un error. Que todo era una farsa. «¿Y reconocer que he mentido? Ni de coña. Cuando uno suelta una mentira tan gorda, la única solución es… seguir mintiendo».
—Ojalá, Ayame, ojalá. ¡Pero sabía cosas de mí que solo Kaido conocía! —exclamó—. Le pillamos en el baño de su habitación… Desnudo —bajó la mirada, y trató de que se le enrojeciesen las mejillas. No lo consiguió—. Mejor será que no te describa lo que estaba haciendo… —carraspeó, y desvió la mirada hacia un lado—, con las prendas.
Tragó saliva, y se preguntó por qué narices se estaba inventando todo aquello. Kaido era un buen chico, impulsivo pero leal. Habían vivido juntos una aventura en Isla Monotonía junto a su Hermano, y si bien no habían quedado como amigos inseparables, sí habían creado ciertos lazos.
Luego se imaginó la cara que pondría Kaido si Ayame le insinuaba que era un pervertido, y encontró la respuesta a su pregunta.
—¡Ayame! —exclamó, y tuvo que hacer un esfuerzo por contener la risa que afloraba en su garganta—. Por favor, ¡no puede saber que te lo dije! Ya sabes como es… La violencia está en su naturaleza. Él… él me amenazó que si osaba contárselo a alguien sería lo último que hiciese. Por favor, te lo ruego —Datsue se arrodilló ante ella, tomándola por las pantorrillas con gesto suplicante y consiguiendo, esta vez sí, que sus ojos se le humedeciesen—. ¡No me delates o me matará!
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Pero Datsue negó con la cabeza. Y antes de que continuara hablando, a Ayame se le cayó el alma a los pies.
—Ojalá, Ayame, ojalá. ¡Pero sabía cosas de mí que solo Kaido conocía! —exclamó—. Le pillamos en el baño de su habitación… Desnudo —bajó la mirada, y Ayame tragó saliva, incapaz de creer lo que estaba escuchando—. Mejor será que no te describa lo que estaba haciendo… —carraspeó, y desvió la mirada hacia un lado—, con las prendas.
La kunoichi desvió la mirada, clavando sus pupilas en un punto inexistente en el suelo. No podía creerlo. Le costaba creerlo. De alguna manera, incluso le costaba entenderlo. Era como si las palabras de Datsue rebotaran en sus oídos sin terminar de ser descifradas. Quizás era ella misma, levantando una barrera. Pero su significado seguía atravesándola sin remedio, empapándola.
—¡Ayame! —exclamó Datsue de repente, sobresaltándola—. Por favor, ¡no puede saber que te lo dije! Ya sabes como es… La violencia está en su naturaleza. Él… él me amenazó que si osaba contárselo a alguien sería lo último que hiciese. Por favor, te lo ruego —clamaba, claramente desesperado. El Uchiha terminó incluso por arrodillarse, y antes de que pudiera retroceder la tomó por las piernas, con ojos inundados de lágrimas—. ¡No me delates o me matará!
—Yo... yo... —balbuceó Ayame, consternada.
Le miraba, pero sólo veía a Kaido. Kaido, el hombre-tiburón, como ella misma le había bautizado desde el primer día que vio su extraño color de piel y los dientes como navajas que llenaban sus mandíbulas. Kaido, al que temió al conocer como Hōzuki y posible Kajitsu. Kaido... el mismo que le salvó de los mismos. Kaido... el mismo que ahora se presentaba como un pervertido.
Ayame sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas, con el pecho inundado de la más absoluta decepción.
—No... no lo haré...
¿Pero qué cara iba a poner cuando le viera la próxima vez? ¿Cómo iba a poder disimular aquella puñalada en forma de desilusión que acababa de sufrir?