8/06/2020, 14:14
(Última modificación: 8/06/2020, 14:52 por Himura Ren. Editado 4 veces en total.)
En un valle donde la guardia principal eran samurais, con dojos particulares donde se entrenaban distintas escuelas, métodos, especializaciones en diversas armas... ¿Cómo no iba a meter las narices? Suficiente era que había pasado ya varios días sin meterse en un lío gordo más allá de un toque de atención.
Hoy estuvo desde primera hora de la mañana en un dojo cercano a Nishinoya; recorriendo los pasillos de la aquella escuela. Cesó su movimiento cuando vio que estaban entrenando en uno de los jardines interiores; deseaba con todo su ser salir de detrás de la columna desde la que estaba observando y ser instruida como uno más de ellos.
— Hey, jovencita ¿No deberías haber pedido permiso para entrar? — alertó un joven aprendíz el cual le sacaba una cabeza de altura. — Se os tiene dicho a los shinobis que no hay problema con que entreneis en los dojos; pero debeís pedir permiso. Te vienes conmigo, voy a reportar esto a la administración de tu villa de inmediato; no podemos andarnos con tonterías tras acontecimientos pasados.
— ¡Y-Yo! ¡E-Esto...! ¡N-No, por favor espera! — replicó siendo arrastrada de un brazo; más preocupada por no seguir viendo lo que estab ocurriendo allí que por la más que posible bronca que le esperaría cuando aquellos papeles llegasen a Yui.
— Espera — dijo un anciano a varios metros de donde estaban originalmente; vestía con un kimono sencillo de color azul oscuro.
— ¡G-Gran Sabio Kenji! — contestó sorprendido. — ¡Esta joven lleva varios días rondando por el dojo y dando problemas a otros guardas! Voy directo a reportar sobre...
— ¿Sobre qué? ¿Sabes lo aterradora que puede llegar a ser Yui? ¡La chica tiene permiso de ella precisamente, como la molestes por una tontería así, acabarás mas calvo que yo! — se señaló el poco pelo grisáceo que tenía por el lateral, también tenía una pequeña coleta justo en la coronilla de unos escasos varios centímetros.
— ¿D-De Y-Yui dice?... — respondió asustado; el conocimiento sobre el mal genio de la Arashikage, parecía no conocer fronteras.
— ¡Traeme algo de té de una vez! — alzó una mano para darle más enfasis aunque no estuviera subiendo mucho el tono de su voz
— ¡S-Si señor!
Ni corto ni perezoso, aquel aprendiz desapareció fugazmente y las miradas de aquel hombre y Ren se cruzaron.
— E-Eso de que tengo permiso de Yui... — dijo con voz temblorosa, arrepentida por sus errores.
— ¡Shhh! ¡No te preocupes! Será nuestro pequeño secreto; no has sido la primera ni serás la última persona en hacer una tontería así en los dojos — rio con una carcajada limpia, sentándose en la madera que daba al patio; dio un par de suaves palmadas en el suelo, invitando a que se sentara a su lado. — ¿Asi que te interesan los samuráis, jovencita? Dime, que es lo que te provoca tanto interés de ellos.
— ¡Mucho, quiero ser tan habilidosa con la katana como uno de ellos! — respondió casi al instante, sentandose a su lado; los pies no le llegaban al suelo del patio por mucho.
— Aaaaah... — suspiró con un tono nostálgico, cruzándose de brazos y elevando la mirada a las nubes. — Lleva mucho tiempo llegar a ser considerado un maestro, aunque se trate de una única arma en la que te especialices.
— ¿Y para que más? ¡Yo quiero saber blandir la katana con esa impresionante maestría! — la joven kunoichi parecía encoger en edad cuando hablaba de su pasión, como si de un crío de 6 o 7 años se tratase.
— ¡¡IDIOTAAAA!! — contestó al instante aquel señor mayor con la misma fuerza con la que le golpeó la parte superior de la cabeza con la parte lateral de la mano, como si intentara partir un trozo de madera.
— ¡AYYYYY!
— Un samurai DEBE saber utilizar todas las armas. Todo lo que este a su disposición; aunque luego decida especializarse en un arma en concreto — extendió una mano, para coger una pequeña bandeja que había traido aquel joven de antes, con un vaso de té y unas galletas; dejándolo entre ambos. — De esa manera conoces los puntos fuertes y débiles cuando te enfrentes a ellos. Un maestro samuraí es un maestro de la lucha, de la guerra. Además, debes respetar el codigo del guerrero; los siete pilares fundamentales del bushido. Gi, justicia. Yu, coraje. Jin, compasión. Rei, respeto. Makoto, sinceridad. Meiyo, honor. Chugi, lealtad. Todo ESO es ser auténtico samuraí.
— P-Pero es que las katanas... — se acariciaba la cabeza dolorida; pero lo que más le dolía, era el haberse dado cuenta de que había estado cegada todos estos años.
— ¡Todo el mundo! ¡Saludad al maestro! — todos los que estaban entonces presentes en el patio, cesaron sus actividades en el momento; girándose hacia donde estaban Ren y aquel bigotudo anciano, para posteriormente todos ellos, incluido los instructores y otros maestros, se inclinaron hasta casi tocar el suelo con sus cabezas.
— ¡Ya está, ya está! ¡Que me sacáis los colores! ¡JAJAJAJAJA! — rio a pleno pulmón con la risa más sincera que jamas hubiera visto. — Todos los días lo mismo; no puedo caminar por los pasillos tranquilo.
— ¿E-Es usted el maestro de este Dojo? — dijo sorprendida sosteniendo una taza entre ambas manos; por la reacción y lo que dijo aquel estudiando, era obvio que se trataba de un instructor del dojo; pero no que fuera el máximo representante de él.
— Hace tiempo sí, ahora el representante es mi hijo, Ken. Ahora me dedico a la jardinería mientras espero a que me de un infarto.
— ¡Quieres dejar de decir esas cosas! — protestó un joven tras ellos, se trataba de su nieto, — ¡Ayer mismo te ví escalando los manzanos más altos del Hokutomori!
— ¡Así que eras TÚ el que me estaba siguiendo desde que salí de casa! ¡¿Ya desististe de ponerme una guardia?!
— ¡¡Por que siempre les acabas dando esquinazo y soy yo quien se sabe todos tus malditos trucos, viejo zorro!! ¡Y no te tomaste la medicación, otra vez!
— Sabe a calcetines sudados; eso no puede ser medicación, en todo caso es veneno — bebió de una cantimplora en forma de calabaza, como si hubiera estado allí todo este tiempo; que llevaba escondida bajo una de las mangas.
— ¡¿Pero el alcohol si te ayuda?! — y le arrebató aquel objeto, antes de que pudiera dar otro sorbo; marchándose con ella.
Suspiró, y se alargó un eterno silencio entre la joven Ren, que no sabía muy bien donde meterse después de aquella disputa familiar, y el anciano Kenji. Siguieron comiendo aquellas galletas hasta acabarlas junto al té.
— Bueno jovencita; que te parece si me enseñas un par de golpes. A ver que sabes hacer — dijo mientras se levantaba, golpeando con sus arrugadas manos la ropa para deshacerse de las migas.
— ¿¡M-Me va a entrenar usted, Maestro Kenji!? — se puso de pie casi de momento.
— JAJAJAJAJAJA. Ni de broma. Quiero ver como de entrenados estaís los shinobis de las aldeas. Y bueno, si me impresionas, tal vez me lo piense — comenzó a caminar sobre la tarima, adentrandose en los dojos, seguida de la joven kunoichi.
— ¿¡Y-Y usted en que se especializó!? ¿Es el Gran Sabio de que arma?
— Oh ¿Qué en cual me especialice? — rió con suavidad mientras ambos se perdían por los pasillos. — ¿Cuál es la que quieres que te enseñe?
Hoy estuvo desde primera hora de la mañana en un dojo cercano a Nishinoya; recorriendo los pasillos de la aquella escuela. Cesó su movimiento cuando vio que estaban entrenando en uno de los jardines interiores; deseaba con todo su ser salir de detrás de la columna desde la que estaba observando y ser instruida como uno más de ellos.
— Hey, jovencita ¿No deberías haber pedido permiso para entrar? — alertó un joven aprendíz el cual le sacaba una cabeza de altura. — Se os tiene dicho a los shinobis que no hay problema con que entreneis en los dojos; pero debeís pedir permiso. Te vienes conmigo, voy a reportar esto a la administración de tu villa de inmediato; no podemos andarnos con tonterías tras acontecimientos pasados.
— ¡Y-Yo! ¡E-Esto...! ¡N-No, por favor espera! — replicó siendo arrastrada de un brazo; más preocupada por no seguir viendo lo que estab ocurriendo allí que por la más que posible bronca que le esperaría cuando aquellos papeles llegasen a Yui.
— Espera — dijo un anciano a varios metros de donde estaban originalmente; vestía con un kimono sencillo de color azul oscuro.
— ¡G-Gran Sabio Kenji! — contestó sorprendido. — ¡Esta joven lleva varios días rondando por el dojo y dando problemas a otros guardas! Voy directo a reportar sobre...
— ¿Sobre qué? ¿Sabes lo aterradora que puede llegar a ser Yui? ¡La chica tiene permiso de ella precisamente, como la molestes por una tontería así, acabarás mas calvo que yo! — se señaló el poco pelo grisáceo que tenía por el lateral, también tenía una pequeña coleta justo en la coronilla de unos escasos varios centímetros.
— ¿D-De Y-Yui dice?... — respondió asustado; el conocimiento sobre el mal genio de la Arashikage, parecía no conocer fronteras.
— ¡Traeme algo de té de una vez! — alzó una mano para darle más enfasis aunque no estuviera subiendo mucho el tono de su voz
— ¡S-Si señor!
Ni corto ni perezoso, aquel aprendiz desapareció fugazmente y las miradas de aquel hombre y Ren se cruzaron.
— E-Eso de que tengo permiso de Yui... — dijo con voz temblorosa, arrepentida por sus errores.
— ¡Shhh! ¡No te preocupes! Será nuestro pequeño secreto; no has sido la primera ni serás la última persona en hacer una tontería así en los dojos — rio con una carcajada limpia, sentándose en la madera que daba al patio; dio un par de suaves palmadas en el suelo, invitando a que se sentara a su lado. — ¿Asi que te interesan los samuráis, jovencita? Dime, que es lo que te provoca tanto interés de ellos.
— ¡Mucho, quiero ser tan habilidosa con la katana como uno de ellos! — respondió casi al instante, sentandose a su lado; los pies no le llegaban al suelo del patio por mucho.
— Aaaaah... — suspiró con un tono nostálgico, cruzándose de brazos y elevando la mirada a las nubes. — Lleva mucho tiempo llegar a ser considerado un maestro, aunque se trate de una única arma en la que te especialices.
— ¿Y para que más? ¡Yo quiero saber blandir la katana con esa impresionante maestría! — la joven kunoichi parecía encoger en edad cuando hablaba de su pasión, como si de un crío de 6 o 7 años se tratase.
— ¡¡IDIOTAAAA!! — contestó al instante aquel señor mayor con la misma fuerza con la que le golpeó la parte superior de la cabeza con la parte lateral de la mano, como si intentara partir un trozo de madera.
— ¡AYYYYY!
— Un samurai DEBE saber utilizar todas las armas. Todo lo que este a su disposición; aunque luego decida especializarse en un arma en concreto — extendió una mano, para coger una pequeña bandeja que había traido aquel joven de antes, con un vaso de té y unas galletas; dejándolo entre ambos. — De esa manera conoces los puntos fuertes y débiles cuando te enfrentes a ellos. Un maestro samuraí es un maestro de la lucha, de la guerra. Además, debes respetar el codigo del guerrero; los siete pilares fundamentales del bushido. Gi, justicia. Yu, coraje. Jin, compasión. Rei, respeto. Makoto, sinceridad. Meiyo, honor. Chugi, lealtad. Todo ESO es ser auténtico samuraí.
— P-Pero es que las katanas... — se acariciaba la cabeza dolorida; pero lo que más le dolía, era el haberse dado cuenta de que había estado cegada todos estos años.
— ¡Todo el mundo! ¡Saludad al maestro! — todos los que estaban entonces presentes en el patio, cesaron sus actividades en el momento; girándose hacia donde estaban Ren y aquel bigotudo anciano, para posteriormente todos ellos, incluido los instructores y otros maestros, se inclinaron hasta casi tocar el suelo con sus cabezas.
— ¡Ya está, ya está! ¡Que me sacáis los colores! ¡JAJAJAJAJA! — rio a pleno pulmón con la risa más sincera que jamas hubiera visto. — Todos los días lo mismo; no puedo caminar por los pasillos tranquilo.
— ¿E-Es usted el maestro de este Dojo? — dijo sorprendida sosteniendo una taza entre ambas manos; por la reacción y lo que dijo aquel estudiando, era obvio que se trataba de un instructor del dojo; pero no que fuera el máximo representante de él.
— Hace tiempo sí, ahora el representante es mi hijo, Ken. Ahora me dedico a la jardinería mientras espero a que me de un infarto.
— ¡Quieres dejar de decir esas cosas! — protestó un joven tras ellos, se trataba de su nieto, — ¡Ayer mismo te ví escalando los manzanos más altos del Hokutomori!
— ¡Así que eras TÚ el que me estaba siguiendo desde que salí de casa! ¡¿Ya desististe de ponerme una guardia?!
— ¡¡Por que siempre les acabas dando esquinazo y soy yo quien se sabe todos tus malditos trucos, viejo zorro!! ¡Y no te tomaste la medicación, otra vez!
— Sabe a calcetines sudados; eso no puede ser medicación, en todo caso es veneno — bebió de una cantimplora en forma de calabaza, como si hubiera estado allí todo este tiempo; que llevaba escondida bajo una de las mangas.
— ¡¿Pero el alcohol si te ayuda?! — y le arrebató aquel objeto, antes de que pudiera dar otro sorbo; marchándose con ella.
Suspiró, y se alargó un eterno silencio entre la joven Ren, que no sabía muy bien donde meterse después de aquella disputa familiar, y el anciano Kenji. Siguieron comiendo aquellas galletas hasta acabarlas junto al té.
— Bueno jovencita; que te parece si me enseñas un par de golpes. A ver que sabes hacer — dijo mientras se levantaba, golpeando con sus arrugadas manos la ropa para deshacerse de las migas.
— ¿¡M-Me va a entrenar usted, Maestro Kenji!? — se puso de pie casi de momento.
— JAJAJAJAJAJA. Ni de broma. Quiero ver como de entrenados estaís los shinobis de las aldeas. Y bueno, si me impresionas, tal vez me lo piense — comenzó a caminar sobre la tarima, adentrandose en los dojos, seguida de la joven kunoichi.
— ¿¡Y-Y usted en que se especializó!? ¿Es el Gran Sabio de que arma?
— Oh ¿Qué en cual me especialice? — rió con suavidad mientras ambos se perdían por los pasillos. — ¿Cuál es la que quieres que te enseñe?