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Coincidía el médico nuevamente con las palabras de la Sarutobi. Tiempo invertido sonaba mejor que tiempo perdido, no cabía duda. No era lo mismo decir que el tiempo se había aprovechado en algo, por ridículo o insignificante que fuese, a decir que simplemente lo habían dejado escapar como agua entre las manos. Mirándolo por otro lado, tampoco se puede decir que el tiempo se pierde. Solo se pierden propiedades, y el tiempo no tiene dueño alguno.
Para cuando ambos genin se hallaban en el interior del ascensor, la peliblanca se adelantó a pulsar el botón de la planta baja. Tras Mogura, que había seguido los pasos de la chica, las puertas del ascensor se cerraron. Con las palabras de la chica, el médico nuevamente alardeó de humildad, válgase la redundancia. Comentó que le iba a hacer sonrojar. Pero tras ello, el chico comentó una gran verdad. Los matasanos debían guardar incluso una tercera linea de guerra, aguardando en la total retaguardia; pero esa privilegiada posición no les hacía poder carecer del adiestramiento de combate necesario para entablar combate, pues en la peor de las situaciones ellos iban a tener que luchar igualmente. Visto de esa manera, no le faltaba razón en que debía de estar a la altura.
—Tienes toda la razón. —Afirmó sin titubeos.
Para ese entonces, el chico soltó una pregunta ruda y descarada. Así, sin vaselina ni nada. "¿Crees poder confiarle tu espalda a este humilde médico?"
—Sin duda alguna. Además de vivir en la misma aldea, ser compañeros de oficio, y tener ideas parecidas... somos amigos. Sin no se le puede confiar la vida a un buen amigo... ¿A quién si no? —Contestó con una sonrisa en respuesta. —¿Y tu? ¿Confiarías tu vida a manos de ésta piromana en potencia?
La carcajada casi le vino sola. No le faltaba razón con respecto a eso de ser una piromana en potencia.
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La kunoichi parecía estar de acuerdo con lo que el joven médico pensaba sobre la ubicación y la función final que podían llegar a tener en el combate aquellos que salvaban a la gente o mas bien que la curaban, modos de salvar a una persona existen miles, de curarla ya no tantos.
Misma aldea, mismo oficio, mismos ideales... buenos amigos...
Sonrió ante la respuesta de la kunoichi, no parecía haber dudado dos veces en decir lo que pensaba, casi como una maldición la cual él también compartía. Significaba mucho para él escuchar esas palabras salir de su boca, se sentía agradable escucharlo por parte de una persona a la cual apreciaba.
¿Una piromana...?
Dijo para luego dejar escapar una pequeña carcajada junto a la peliblanca. Podría ser un apodo bien ganado pero no sonaba tan bien para él como la Princesa dragón, pero vamos a fin de cuentas depende de que lado se tiene a la persona, no le dices Princesa dragón a alguien que va y quema tu rancho sino que le gritas algo como loca piromana o cosas por el estilo.
No se me ocurre mejor persona en quien depositar mi confianza que en la piromana conocida como Sarutobi Katomi. No te atrevas a dudar de eso nunca.
La miró directo a los ojos en el momento en que sus labios dejaron escapar aquellas palabras, su sonrisa se fue apagando poco a poco para acompañar con una mirada seria que buscaban proyecta la total sinceridad que había en su mensaje.
Así que si tu objetivo es prender fuego cosas, te ayudaré en con eso. Alguien tiene que evitar que te prendas fuego sola.
Agregó con una sincera sonrisa en el rostro y terminando con un comentario sin mucho sentido a esas alturas del partido, si la kunoichi ya tenía hasta un atuendo de llamas que no le quedaba nada mal.
Después de unos segundos más, un sonido marcaría la llegada del ascensor a la planta baja, a su destino. Las puertas no tardarían nada prácticamente en abrirse y dejarles el camino libre a los jovenes genin para que marcharan a su siguiente destino.
Ouch.
No pudo evitar soltar el shinobi al intentar dar un paso con su pierna afectada, evidenciando que su curación no era tan mágica como podría llegar a pensarse. Había repartido mal el peso, por falta de costumbre básicamente.
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Al chico pareció sorprenderle el apelativo que la Sarutobi se había puesto a sí misma, después de todo, parecía tenerla en una gran estima. Repitió las palabras de la chica, algo confuso quizás, para no mucho después reafirmar su decisión de apoyar a la Sarutobi en todo aquello que ella quisiera hacer. Depositaría su vida en las manos de la chica, sin dudar un solo segundo. Así mismo, añadió que su objetivo era prender fuego cualquier cosa, la acompañaría para evitar que ella misma se prendiese fuego. La verdad, ésto último no sonaba tan disparatado, no después de haber visto la ingente cantidad de fuego que podía escupir.
No hacía falta que dijese lo que pensaba, estaba mas que claro, y así mismo lo reflejaba en su sincera sonrisa. De pronto, el movimiento del recinto metálico se detuvo, y el sonido de nuevo resaltó entre el leve silencio. Al fin habían legado a la planta baja. Mogura fue el primero en moverse, pero algo llamó la atención de la peliblanca. El joven apoyó la pierna, y no pudo evitar un leve quejido. Definitivamente, no andaba del todo bien. Pensar en ir a tomar un café dejando de lado la verdad le parecía cuanto menos egoísta. Pero sin duda, él no aceptaría ayuda de otro médico, y mucho menos destrozar los planes que recién habían hecho. Tampoco lo culpaba, se estaba cómodo en compañía.
—Ehhhh! Acabo de acordarme de un sitio mucho mejor para tomar un café. Tú sígueme, ¿vale? —Inquirió la chica, haciendo como que pasaba de lo recién sucedido. —Por cierto... ¿Necesitas ayuda para caminar?
Antes de comenzar a caminar, se adelantó a preguntar si podía hacerlo bien. Después de todo, no quedaría del todo bien si no hacía como que le importaba. No se tragaría su media verdad ni por asomo. ¿Por qué media verdad? Porque claramente sabía que en el lugar había una cafetería espléndida, aunque no pretendía llevarlo a una cafetería común.
Para cuando Mogura aceptase ayuda, o no, para continuar la marcha, la chica tomaría rumbo a un lugar que posiblemente el chico conociese bien. ¿Dónde mejor que en un hospital para entrenar las dotes médicas? Pero obviamente, no pensaba dar dato alguno sobre la cafetería donde irían. Tampoco había mencionado nada acerca de que tomarían el café después de una cura propiamente hecha. Definitivamente, por mucho que el chico insistía en que estaba bien, no le dejaría hacerse el machote. Iba a curarse esas quemaduras, si o si.
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Después de tropezar con su pierna herida, la kunoichi tomó la palabra para sugerir un lugar más adecuado para tomar el café que tenían planeado, bueno, más que una sugerencia fue un aviso seguido de una pregunta que no venía al caso responder. A fin de cuentas había dicho segundos atrás que confiaba casi ciegamente en ella, no iba a cuestionarla justamente ahí.
A lo mejor y podrías cargarme en tu espalda...
Contestó en un tono de broma con una sonrisa en el rostro, tratando de evitar caer en el rol de la victima de toda esa escena. Estiró una de sus manos hasta el hombro de la peliblanca y buscó apoyarse en ella, aceptando su ayuda sin pensarlo mucho realmente.
¿Hey... y... queda muy lejos de aquí esa cafetería?
Ya en el camino moviéndose con un poco de ayuda de su compañera y amiga, no pudo evitar lanzar la pregunta sobre la mesa. El camino le resultaba conocido pero no pensó mucho en los posibles lugares por los que iban a pasar, seguramente habría negocios y tiendas incluso que en su época de estudiante habría frecuentado con mayor regularidad, pero aquel día y en aquel momento el objetivo era una taza de café en buena compañía.
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La chica inquirió prestarle ayuda al médico, pero éste pareció tomárselo a broma. Sin embargo, terminó por aceptar la ayuda que ésta le ofrecía. Arqueó su brazo por encima de su codo, y con la ayuda de ésta, ambos continuaron la marcha. Pronto salieron del edificio, y bajo la intensa y para nada sorprendente lluvia, tomaron rumbo a la cafetería que la chica bien conocía. Bueno, tampoco es que la conociese demasiado bien, pero sí que sabía donde estaba.
En el camino, Mogura no pudo evitar la curiosidad. La chica no había mediado palabra de cómo era la cafetería, o de donde se encontraba. Era normal que la curiosidad le picase, o quizás las quemaduras. No era de extrañar que con esas lesiones no quisiera dar un paseo de unos cuantos kilómetros.
—Pues bueno... está junto al país del hierro, en la fortaleza de los samurais. Queda cerca. —Bromeó la peliblanca.
Para cuando quisiera dar explicación, ya estaba todo más que explicito. Frente a ellos se alzaba el edificio que daba guarnición a la élite en cirugía y todos lo campos de la sanidad de la urbe, el hospital de Amegakure. Las palabras quizás sobraban, estaba claro cuál era la situación. Pero por si acaso, la chica se lo explicaría.
—Ya hemos llegado. Aquí tienen una cafetería formidable, y además, podremos disfrutar de éste delicioso café en cuanto te hagan una pequeña cura. Matamos dos pájaros de un tiro, no puedes quejarte, ¿eh?
Con una sonrisa entre dientes, la chica continuó la marcha hacia el interior del edificio, arrastrando a su compañero hacia el hospital. Por mucho que dijese o se quejase, pocas probabilidades tendría de poder evitarlo. Lo que les quedaba de día lo pasarían en la sala de curas y en la cafetería, y no había mas.
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Según la guía Sarutobi, la cafetería quedaba en algún lugar cercano a la Fortaleza Samurai, prácticamente al otro lado del mapa. Mogura no pudo evitar delinear una expresión incrédula y que rápidamente se volvió en una sonrisa entendiendo que se trataba de una broma.
Oh... pero esa queda muy lejos...
Comentó en un tono bastante exagerado, quejándose en broma básicamente. No tardarían mucho más en llegar a su destino, del cual obviamente la kunoichi tenía mas certeza que el shinobi. El hospital de Amegakure, el cual había ayudado a pulir algunas de sus habilidades como médico, se encontraba frente a ellos.
Ah... no deberías haberte molestado...
Pensó para si mismo, la muchacha había tenido la enorme amabilidad de llevarlo a un hospital antes de seguir con su plan inicial de tomar un café juntos. La idea de la Sarutobi no era otra que hacer que la herida del Manase fuese atendida y posteriormente podrían dar uso a la cafetería del establecimiento y disfrutar juntos de una buena taza de café.
Supongo que no...jajaja
Dijo para luego soltar una pequeña risa. Seguidamente ingresarían al hospital y el personal se haría cargo del tratamiento de la pierna.
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Espero sean de tu agrado. Los hice yo mismo.
Dijo el shinobi ya en la cafetería junto a su compañera y amiga. Había tomado un recipiente de su morral y lo abrió sobre la mesa, si la kunoichi veía el interior encontraría lo que había llegado a reconocer en su momento como su postre favorito, profiteroles. No estaba seguro de si acompañarlos con café fuese la mejor idea pero ya era tarde para arrepentirse.
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