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— Lo siento, me he plantado en tu habitación sin ningún tipo de plan para pasar la tarde. Igual debería pensar un poquito más en lo que hago. — se llevó la mano a la mejilla, rasgándosela con el índice.
Ante la visible preocupación de Hana, Ren le dedicó una sonrisa y la cogió de la mano, para emprender una marcha a donde quiera que les llevara el viento.
— ¡Es igual, vamos a aprovechar lo que nos queda! — dijo corriendo cogida de la mano.
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— ¡Es igual, vamos a aprovechar lo que nos queda! —
Como Hana había supuesto. Los planes eran para otra gente, Ren y ella simplemente se dejaban llevar la una por la otra hasta que ya era de noche. Tal y como habían hecho aquella tarde, pasearon, hablaron, incluso comieron alguna que otra cosa de los puestos ambulantes que había por el lugar hasta que anocheció.
Su sensei ya la había advertido de estar fuera de la residencia de noche, y su habitación estaba justo al lado de la suya, lo último que quería era que Eri se plantase ahí, enfadada, y lo soltase una de sus reprimendas delante de Ren. Así que se despidieron a mitad de camino entre Nishinoya y Nantonoya y cada una fue a su respectivo lugar.
En la puerta de la residencia había un rubio asomado, como si esperase ver algo dentro. Era Jiro, Hana sonrió al verle ahí, como un niño haciendo una travesura y se acercó por su espalda.
— ¡Hola! — saludó en un tono más alto de lo normal.
El rubio dio un respingo girandose a la rubia que ahora se estaba riendo abiertamente.
— ¡Hana-chan! Me has asustado. — acusó él
— Oh, perdona, pero no soy yo el que está espiando en la residencia de Uzushiogakure. ¿Qué maquinas, Jiro-san? — puso los brazos en jarra de forma acusatoria.
— ¿Qué? Nada. Es solo que... — apartó la mirada de la penetrante de Hana, abrumado por la cercanía de la muchacha. — No quería que te llevases una mala impresión de lo de esta mañana. No pretendía ofenderte delante de tu hermana ni nada.
La rubia recordó lo sucedido de golpe. Después de una tarde con Ren, poca presencia tenía todo aquello ahora.
— Oh, sí, perdona por haber sido tan brusca. Es que... bueno hacía tiempo que no nos veíamos y no quería que fuese incomodo para ella.
— No, no, si lo entiendo, no tienes que disculparte. Era solo eso. Que yo también lo siento y tal.
— Bueno, ¿por qué no subes a mi habitación y te ofrezco algo para beber? Estarás sediento. — pasó de largo, entrando en la residencia y dirigiéndose a su cuarto y él la siguió.
Llegaron y Hana le señaló dos sillones que entre medias tenían una pequeña mesa redonda, típica para tomar el té.
— No tengo mucho que ofrecerte, apenas tengo comida ni bebida.
— Con un vaso de agua me valdrá, si no puedo quedarme mucho más o Ichiro me matará. — pidió tomando asiento
Hana se rió mientras volvía con dos vasos de agua.
— Yo también he vuelto ahora para evitar que Eri-sensei me mate. Bueno, creo que ambos sabemos qué quieres, Jiro-kun. — atajó Hana sentándose en el otro sillón.
El chico alzó las cejas, entre sorprendido y asustado.
— Pues seré franco. Me gustas, Hana-chan. Sé que no nos conocemos desde hace años, ni somos grandes amigos, pero me gustaría que me dieses una oportunidad. Primero de conocernos y luego... lo que veamos.
El chico se incorporó, apoyando sus codos en sus rodillas para estar más cerca de ella, que se tocaba los mechones que le colgaban delante de los hombros, nerviosa.
— Me caes bien, es decir, eres un buen chico y todo eso. Somos amigos, pero no sé si quiero algo más. Nunca me lo he planteado con nadie. ¿Qué se siente? No te quiero decir que no, es que... no sé, es confuso. ¿Cómo estás tan seguro de que te gusto? — Hana imitó la posición de Jiro
— Es difícil de explicar con palabras. — contestó con tono pensativo. — Cierra los ojos, a ver si consigues imaginártelo.
La rubia, tan inteligente como ingenua, cerró los ojos. Esperó a que el chico relatara algo, un hilo de pensamientos que pudiesen ayudar a la kunoichi a imaginarse aquel sentimiento del que hablaba Jiro. Pero no oyó una sola palabra, sintió movimiento y el instante siguiente algo cálido contra sus labios, que estaban helados. Le gustaba el calor, sintió una mano, apoyada con mimo en su nuca. Abrazó el calor, sin saber muy bien qué estaba haciendo.
Pero algo estaba mal. En algún momento, había dejado de imaginarse su primer beso con un caballero andante o con un famoso shinobi que quedase impresionado por sus innatas habilidades como kunoichi, nada de eso. Se imaginaba un escenario en paz, un lago, un picnic, algo tranquilo, estar sentada con Ren, una tarde como aquella, en la que no hacían nada, y entonces ella se acercaba a decirle algo al oído, pero ella se giraba sin querer y sus labios se encontraban. Primero sorpresa, luego deseo y se volvían a besar...
Todo eso, ya no sería su primer beso.
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29/03/2020, 00:08
(Última modificación: 29/03/2020, 00:10 por Himura Ren. Editado 1 vez en total.)
Tras despedirse de Hana; volvió hasta su habitación realmente contenta, tarareando una cancion incluso. Aunque pensó que en todo el dia no le había deseado buena suerte para los combates, sin importar en que ronda se llegaran a enfrentar. Era una tontería, una estupidez; en cualquier otra ocasión podría verla por los pasillos o en algún otro lugar y decírselo entonces, pero sentía una imperiosa necesidad. Podría ir y llevarle algún dulce, le había quedado claro que los amaba, y seguro que un chocolate caliente con una pequeña nube era la guinda para un día tan divertido. Utilizaba aquella camisa tan rosada que Hana le había regalado para dormir, y llevarle aquella taza junto a eso, seguro que la pondría aún más alegre.
Con cuidado y mucha determinación, consiguió llegar hasta las habitaciones destinadas para los del remolino con dos tazas en la mano. Una puerta entre abierta iluminaba los oscuros pasillos, por lo que se acercó algo curiosa; tal vez con suerte era la habitación de Hana. Y acertó; pero alguien más la acompañaba. No quería interrumpirles, pero tampoco podría perder mucho el tiempo allí.
— No tengo mucho que ofrecerte, apenas tengo comida ni bebida.
— Con un vaso de agua me valdrá, si no puedo quedarme mucho más o Ichiro me matará. — pidió tomando asiento
Hana se rió mientras volvía con dos vasos de agua.
«Espera ¿ese no era el chico de esta mañana?[/color] pensó viendo través del pequeño hueco por el que escapaba la luz pasillo.»
— Yo también he vuelto ahora para evitar que Eri-sensei me mate. Bueno, creo que ambos sabemos qué quieres, Jiro-kun. — atajó Hana sentándose en el otro sillón.
El chico alzó las cejas, entre sorprendido y asustado.
— Pues seré franco. Me gustas, Hana-chan. Sé que no nos conocemos desde hace años, ni somos grandes amigos, pero me gustaría que me dieses una oportunidad. Primero de conocernos y luego... lo que veamos.
«Oh, ya veo. Bueno, Hana dijo que no estaba interesado en él si mal no recuerdo»
El chico se incorporó, apoyando sus codos en sus rodillas para estar más cerca de ella, que se tocaba los mechones que le colgaban delante de los hombros, nerviosa.
— Me caes bien, es decir, eres un buen chico y todo eso. Somos amigos, pero no sé si quiero algo más. Nunca me lo he planteado con nadie. ¿Qué se siente? No te quiero decir que no, es que... no sé, es confuso. ¿Cómo estás tan seguro de que te gusto? — Hana imitó la posición de Jiro
— Es difícil de explicar con palabras. — contestó con tono pensativo. — Cierra los ojos, a ver si consigues imaginártelo.
«Espera ¿¡QUÉ!?»
Un suave y cálido beso; para muchos y seguramente para Jiro también sería una sensación casi mágica. Una suave luz acariciando sus pieles con la luna y las estrellas de fondo que podían observarse desde la ventana; acarició sus cabellos y sus labios se tocaron de forma gentil y delicada. Hana no opuso resistencia alguna, de hecho prácticamente le invitó. Unas palabras resonaron entonces en la mente de la joven kunoichi de la lluvia; ásperas, duras y roncas, era la voz de Oda.
En este mundo, no puedes confiar en nadie.
Todos te pueden mentir, y todos te pueden traicionar.
Es el mejor consejo que te puedo dar.
Y si mintió en que no le interesaba aquel chico ¿en qué más podría haber mentido? ¿Y si solo buscaba información? ¿Si eran hermanas, no se contaban todo? Miles de pensamientos pasaron de forma fugaz ante su mente, imposibles de procesar, quedándose en blanco. Los dedos de una taza se deslizaron, cayendo contra el suelo. El estridente sonido la devolvió a la realidad, y era más que claro que ambos lo escucharían, asediada por el pánico y la incertidumbre, hecho a correr tirando la otra por error también, directa hacia su habitación.
¿Era una tontería? ¿Una estupidez? Seguramente, pero no era capaz de procesar el sentimiento que tenía mientras huía soltando alguna lagrima por el camino.
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Por poco que la cálida sensación de sus labios la distrajese, todo eso se esfumó cuando oyeron un fuerte estruendo en la puerta. Hana fue la primera en salir disparada hacia la misma, atisbando a lo lejos una conocida figura a la huida. Pero no podía ser. ¿Qué haría Ren a esas horas allí? ¿Y el ruido?
El calor empezó a invadir sus sandalias y al bajar la mirada vio un mar algo espeso de color marrón con un barco de nube surcándolo. También había fragmentos de lo que parecía ser dos tazas. No podía ser, de todas, todas. ¿Ren trayendole un chocolate caliente y saliendo a toda prisa tras verla... besandose con Jiro? Pero... si Ren le había dicho abiertamente que no sabía nada del amor romantico, todo aquello debería darle exactamente igual ¿no? ¿Qué estaba pasando?
Jiro la siguió a la puerta, viendo el charco de chocolate, se disculpó de nuevo y Hana aceptó sus disculpas con un asentimiento. Necesitaba pensar. Mucho. Y así se lo explicó al rubio, que insistió en ayudarla a limpiar ese estropicio antes de marcharse. La kunoichi centró toda su atención en limpiar, despejandose la cabeza de todo pensamiento. No fue hasta que se encontró sola, estirada en la cama que empezó a darle vueltas.
¿Debería haber ido tras ella? ¿Había sido Ren siquiera? Sí, tenía que haber sido ella. ¿Quien iba a ser sino? ¿Eri? Imposible. ¿Y por qué había salido corriendo? Tal vez solo se había sorprendido. Igual sería eso y le estaba dando demasiadas vueltas. Se durmió, autoengañandose, sabiendo que no era solo eso. Al día siguiente, antes de empezar a entrenar se pasó por delante de Nishinoya, pero se dijo que era demasiado pronto para aquello, así que volvió al mediodia, después de su entrenamiento matutino.
Intentó abrir la puerta, pero estaba cerrada, así que llamó un par de veces. Escuchó algo al otro lado, ruidos muy flojos, pero nada. La puerta no se abrió y ni siquiera recibió una respuesta. Pensó en tirar la puerta abajo, era una cuestion de seguridad, ¿y si le había pasado algo a Ren? Sin embargo, sabía que eso solo era una excusa y que si usaba una técnica para reventar una puerta en una residencia de otra aldea... bueno, igual empezaba ella la guerra que quería evitar.
Volvió aquella noche también, ni siquiera sabía si Ren estaba tras la puerta, porque estaba tan cerrada como la primera vez. La llamó, a un volumen más que suficiente para que la oyese. No hubo respuesta. No podía insistir más, podrían salir a quejarse los ninjas de Amegakure, y con razón.
Esa noche no durmió. No paraba de darle vueltas a lo sucedido. Tal vez habría tenido que insistir más, pedirle perdón, explicarle lo sucedido. Pero, ¿qué culpa tenía ella? ¡Ren ni siquiera se dignaba a decirle qué había pasado! ¿Culpa suya de qué? ¡Si tan en serio se tomaba su relación de hermanas podría haber salido a decir algo! ¡Pero no! Tenía que ser ella la que fuese, no una ni dos, sino tres veces a buscarla. ¿Para qué? Para que la ignorase.
Volvería el día siguiente, pero ya no más. Porque si seguía yendo acabaría rompiéndose ante aquella puerta cerrada tras la cual se encontraba la que debía ser su familia, castigandola por algo que Hana desconocía. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué siempre perdía a todo el mundo? ¿Acaso era ella el problema? ¿Era una versión kunoichi de un gato negro?
De aquella noche solo recordaba llorar, abrazada a un peluche como había hecho la noche que perdió a sus padres, enfadada consigo misma, enfadada con el mundo.
Al día siguiente repitió el proceso, con el mismo resultado. Solo que cuando fue por la noche, en vez de volver a intentar llamar la atención de su hermana, vio una figurita que representaba al Dios de la Lluvia y estaba sobre una columna de piedra al lado de la fuente con los peces koi. La estatuilla en sí no tenía mucho valor, era de madera, pero el nivel de detalle había sorprendido a Hana el primer día.
No pudo evitar acercarse y no pudo evitar estirar la mano y sopesar cuanto pesaba. Para cuando volvió a pensar con claridad estaba a mitad de camino hacia Nantonoya, moviéndose por donde no hubiese caminos ni gente. Cuando llegó a su habitación entró en pánico, ¿qué demonios iba a hacer ella con una estatuilla de Amenokami? La escondió entre su ropa sucia, no iba a devolverla, por ahora.
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