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El combate había terminado, Mogura había atacado a su clon cargado de explosivos, y como resultado había sido alcanzado en el mismo momento que el susodicho clon se deleitaba con el sabor del suelo. La carga que llevaba esa replica de la imagen de la pelirroja había herido al chico, y hasta había perdido el conocimiento. La acción había sido tan rápida, que seguramente ni lo esperó.
Quizás algo arrepentida de arremeter con tanta fuerza, la kunocihi arrastró con su cuerpo hasta que los asistentes del torneo pudieron tomarlo. Obviamente, no lo tratarían allí, si no que lo llevarían al hospital en pos de curar sus quemaduras y heridas. Ahora quedaba esperar al siguiente combate, pero aún no había nada estipulado, así pues la pelirroja decidió echar un vistazo al estado en que Mogura se encontraba, sin saber si quiera cuál era su nombre.
Al llegar al hospital, se encontró con esa situación concreta. ¿Cómo iba a encontrar en qué sala se encontraba si no sabía su nombre? La señora que aguardaba en la recepción no podía saber a quién se refería la chica, era algo imposible.
—¿Y no tienen un control de los participantes del torneo? ¿Acaso todos los heridos que tratan son a causa de la misma enfermedad o mal? —insistió, de nuevo.
—Se lo he dicho, señorita. Si no me da un nombre, no puedo facilitarle esa información.
La conversación parecía no ir a ningún lugar, era como una charla cotidiana entre dos muros. Chocaban, chocaban y volvían a chocar, sin llegar a ninguna conclusión.
—Bueno, está bien. Hagámonos así. Busco a un chico, al que he herido con explosivos en el torneo. Me gustaría saber su estado, y verlo si fuese posible. No quiero saber su nombre, ni su edad, ni nada... solo saber si está bien. ¿De verdad no puede ayudarme?
La mujer se cruzó de brazos, y dejó caer un suspiro. Cansada de la discusión que habían estado manteniendo durante mas de 20 minutos, no era para menos. Terminó por quitar el gesto de brazos cruzados, y comenzó a ojear los papeles. Alzó la mirada al encontrar lo que buscaba, mientras dejaba marcado con su índice esa información sobre sus papeles.
—Habitación 405. Pero insisto señorita, hay al menos un centenar de pacientes, puedes ir puerta por puerta buscando... si no da un nombre, no puedo hacer nada, es dar palos de ciego.
—Bueno, está bien... muchas gracias.
Sin más preámbulos, la chica caminó hasta el ascensor, y tomó éste hasta la cuarta planta. Una vez en la cuarta planta, comenzó a caminar por los pasillos buscando la referencia que tenía, la habitación que la mujer le había dicho. No tardó demasiado en encontrarla, pero no llegó a entrar. En lugar de eso, asomó por el cristal de la puerta, un cristal bastante amplio, que permitía ver de qué paciente se trataba.
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La habitación donde el presunto cadáver de Mogura se encontraba esperando sus últimos momentos de vida era bastante simple, tradicional también. Compuesta con 6 tatami, en un lado había paneles corredizos entre abiertos, dejando ingresar luz solar. Aiko se encontraría mirando a través del cristal de la puerta que daba al pasillo.
La kunoichi podría ver al joven médico acostado en un futon mirando el techo, como si fuese un ente sin conciencia pero seguía vivo.
Al joven médico le hubiese gustado tener tiempo suficiente para dedicarle a la reflexión sobre lo que había ocurrido en el ring quien sabe cuanto tiempo atrás. Pero lo cierto era que tenía otros asuntos entre manos.
«Bueno, parece que no he muerto.»
Meditaba sintiendo la brisa entrar por un lado y escuchando los sonidos de la naturaleza que llegaban hasta un cuarto piso.
«Pero no puedo moverme. ¿Por qué...?»
Intentaba mover su cuerpo pero lo sentía pesado, como si algo lo contuviese de siquiera desplazarse un centimetro.
«Siento mis brazos y mis piernas, duelen. Pero debería poder moverme.»
Llevó su mirada entonces a algunos rincones de la habitación, primero a las puertas corredizas para ver el agradable cielo despejado del Valle y luego a un pequeño armario a un lado de la puerta del pasillo, habían vendas un poco revueltas.
«Ah... Ya entiendo...»
Sus ojos volvieron entonces nuevamente al techo.
«Supongo que no se podía esperar más de esta gente...»
Finalmente y resignado a ser prisionero de un montón de vendas, dejó escapar un largo suspiro.
¿Enfermera? ¿Doctor?
Llamó en un tono bastante serio, esperando que alguien se manifestase. No tenía intenciones de quedarse mucho tiempo en aquel lugar.
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El chico, que reposaba plácidamente —vendado como una momia o un poco mas— aguardaba cuidados, o simplemente guardaba reposo. Se veía casi que dormido, o quizás las vendas no le daban veda a hacer gesto alguno. Al menos así se veía mono, quizás le faltaban unas cuantas vendas en la boca...
La chica sonrió, por no decir que casi ríe ante la idea que bien llegaba a seducirla. Pero, lejos de llevarla a cabo, había venido para ver si se encontraba bien. En cierto momento, el chico pareció despertar. Observó hacia los lados, y llamó a la enfermera, tras no escuchar respuesta al doctor. Ninguna de las partes reclamadas hizo gala de presencia, pues cerca no había nadie mas, y su voz apenas llegaba a poder considerarse alta.
La chica dejó caer un suspiro tras la puerta. Sin mas, tomó el pomo, y abrió la puerta que le separaba de su compañero de aldea. Su mirada se clavó en la del chico, aunque no de manera tosca o enfadada. Casi... casi se podría decir que justo lo contrario.
— Andan un poco liados, aunque por lo que veo, seguro que algo menos que tu... —se atrevió a bromear. — ¿Cómo te encuentras, chico?
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Finalmente y como respuesta a su llamado, alguien se manifestó en la habitación. Pero no había sido un médico calificado, cosa que era imposible en tierra de samurai, o un doctor, aunque sea una enfermera hubiese sido útil para los fines de Mogura. Pero no, era ella.
«Oh no...»
Pensó la joven momia de cabello azabache totalmente incapaz de moverse.
—Andan un poco liados, aunque por lo que veo, seguro que algo menos que tu... ¿Cómo te encuentras, chico?
Exclamó la fémina en tono de broma, tan radiante como siempre y tan inmortal incluso despues de haber explotado.
Probablemente estén cavando mi tumba... parece que se han dado por vencidos conmigo.
Criticó el muchacho con un tono un poco serio, Mogura creía firmemente en la poca capacidad de los médicos locales para tratar a los heridos. Sumado a eso, pocas referencias tenía de médicos samurai.
No esperaba realmente ninguna visita... ¿Aún me recuerdas, Watasashi-san?
Confesó para luego arrojar la pregunta, con un tono no tan serio sino más bien curioso ¿Cómo era eso posible si la chica se había inmolado para vencerlo en el torneo? ¿O acaso estaba entendiendo mal las cosas?
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El chico pareció sorprendido ante la presentación de la pelirroja, mas no se dejó llevar por los sentimientos demasiado, al menos por el momento. En su defecto, comentó algo que la chica ni tan siquiera supo interpretar. Algo así como que quizás cavaban su tumba, habiéndose dado por vencido ante su caso.
¿What?
Tras ello, sus palabras no fueron mucho mas esclarecedoras. Preguntó a la pelirroja si ya le recordaba, y afirmó que no esperaba visita alguna. La chica se encogió de brazos, sin saber muy bien qué responder. El chico sabía que no le recordaba, no entendía a que venía esa pregunta.
—Claro que no te recuerdo, no se ni tu nombre... la primera vez que recuerdo haberte visto fue en los alojamientos de Amegakure para el torneo, y no fue una de las mejores presentaciones. Tras eso tuvimos el encuentro en el torneo, y esa ha sido la segunda vez que te he visto.
»Si supieses la que he tenido que liar para encontrarte... no me dejaban buscar habitación por habitación, tenía que dar tu nombre; y como te decía, no lo se.
Al menos, tuvo suerte de que no demasiadas personas hubiesen acabado el combate bajo las mismas circunstancias, así como su conocimiento de la aldea de la cuál procedía. Esos dos asuntos habían acortado la búsqueda bastante, aunque la recepcionista realmente se había rehusado a revelar tal información.
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Al parecer Aiko no había perdido la memoria desde la última vez que se habían visto, eso era bueno ¿no? Rápidamente le comentó lo que recordaba de él y las veces que se habían encontrado, desde luego no eran muchas pues la vez anterior a que la kunoichi lo explotara este le había colmado la paciencia con su maleducada actitud.
El no conocer el nombre del médico le había causado varios problemas por como sonaba la fémina. El más reciente sería el no poder ponerse a buscar en las habitaciones sin no tener su nombre completo, era algo totalmente sensato por parte de los directivos del hospital.
¡Curioso que sean tan sensatos...!
Comentó con un tono un tanto jocoso delineando una ligera sonrisa en su rostro, la ironía era fácilmente apreciable. ¡Realmente detestaba estar como prisionero en ese lugar!
Lamento las molestias que le he causado, Watasashi Aiko-san.
Su tono se volvería más serio y sus ojos no reflejarían otra cosa que sinceridad, la propia muchacha podría notarlo si hacía contacto visual con él.
Incluso se ha tomado un tiempo para venir a ver a un desconocido...
Agregó con ese mismo tono.
Manase Mogura es mi nombre. Asegúrate de no olvidarlo de nuevo, por favor.
Después de todo, era mala educación no recordar el nombre de una persona. Que fuese inmortal no significaba que estuviese exenta de cumplir con las formas como los demás mortales.
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El chico se jactó con un irónico comentario de que seguramente no serían tan competentes como la chica afirmaba. Dudaba seriamente de la capacidad médica y administrativa de los samurais, aunque no tardó en disculparse por las molestias que había causado a causa de no soltar su maldito nombre. Añadió que era realmente de agradecer que se hubiese tomado tiempo para ir a ver a un desconocido, y por fin, soltó su condenado nombre. Manase Mogura, y solicitó que no volviese a olvidarlo.
«Como si pudiese evitarlo...»
La chica dejó caer un leve suspiro, seguramente ese chico no sabía una mierda de ella. Así que, era quizás hora de explicar el porqué. —Verás, Mogura... Si por mi fuese, no olvidaría nada, ni a nadie... pero, no es cosa mía. Como sabrás, soy inmortal, pero ésta inmortalidad no es del todo perfecta. Mi cuerpo tarda horas en regenerarse, a veces un día completo. Pero, si se suceden daños muy graves en mi cuerpo durante varios días seguidos, o si muero 2 veces seguidas en menos de un par de días, el proceso se complica... y pierdo casi un año de memoria.
»Al principio no creía que fuese tan fácil morir, pero cuando le pierdes el miedo a las cosas, es como que se vuelve super fácil morir. Supongo que un tiempo después de haberte conocido, las pasé canutas en alguna situación difícil o algo parecido... de ahí que no te recuerde.
La chica se echó ambas manos tras la nuca, y volvió a sonreír. —Creo que no sabías tanto sobre mi como presumías... —se atrevió a bromear, haciendo un mueca con la cuál le sacaba la lengua.
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La fémina se tomó la libertad de llamarlo por su nombre, lo cuál de alguna manera no le sorprendía en lo absoluto. El joven médico empezaba a estar cada vez más seguro de que los modales habían sido destruidos junto a los bijuu por los legendarios Kages.
La inmortalidad de la kunoichi no significaba que fuese invencible. Su cuerpo podía ser herido y este se regeneraría, algunas veces tomaría más tiempo que otras. En un caso extremo en el que las heridas fuesen tales que la muerte de la mujer tuviese lugar, su memoria se vería afectada.
Por sus palabras, no sería incorrecto concluir que la chica carecía de la capacidad de sentir miedo. Tan así que morir se había vuelto algo no muy difícil, como si su sentido de la supervivencia hubiese sido anulado después de ver que al morir no pasaba nada, pues ni quedaban recuerdos de su muerte.
Entonces se llevaría las manos detrás de la nuca y le sacaría la lengua para hacer un último comentario, realmente Mogura no sabía nada de ella.
¡Supongo que no...!
Exclamó con un tono ligeramente jocoso y esbozando una ligera sonrisa en su rostro.
¿Ese último movimiento en el combate tuvo algo que ver con lo que me estas contando? ¿Qué paso exactamente?
Creía tener suficientes pruebas como para formar una teoría solida. Pero quería saber por parte de la propia contendiente que había pasado.
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Tras haber explicado la situación al chico, lanzó la broma de que seguramente no la conocía tanto como aquella vez en los alojamientos de Ame afirmó conocerla. Éste no reparó en confesar la verdad, aunque... tampoco es que pudiese esconder por mucho mas tiempo que así era. No había llegado a conocerla apenas, o al menos la anterior vez la chica se había guardado una buena cantidad de información bastante relevante. A saber...
El chico quedó pensativo por un instante, y preguntó si algo similar había pasado en el combate. La chica quedó un poco extrañada ante la pregunta, no sabía muy bien a qué se refería. Pero, no tardó en reparar en que el chico ciertamente no había llegado a observar su estrategia como alguien del público, éste directamente había tomado las repercusiones.
—En el combate no llegué a recibir ningún daño... te abalanzaste sobre un clon que hice de papel, en el cuál coloqué un par de sellos explosivos. Yo me mantuve a modo de papeles en el aire todo el tiempo tras salir de la nube de veneno que me escupiste... La verdad, si hubiese sabido que escupías esa cosa, el combate no habría durado tanto... Tenía en mente esa estrategia con la que te gané para realizarla con la cubierta de la bomba de humo que tiré.
»Supongo que a éste tipo de combates hay que ir con una estrategia inicial, pero debes amoldarte... nunca sabes con qué puede sorprenderte el rival.
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Al escuchar lo del clon de papel, los ojos de Mogura se abrieron un poco más de lo normal, después los cerraría y esbozaría una ligera sonrisa en su rostro. Al parecer la estrategia de Aiko era un poco diferente y tuvo que improvisar sobre la marcha, el veneno que había empleado el joven médico le obligó a cambiar sus planes.
La fémina diría entonces que era importante tener una estrategia inicial pero que había necesidad de amoldarse al oponente, no era una mala visión de las cosas pero Mogura no podía estar de acuerdo con ella.
Tenía conocimiento de tu capacidad de descomponer tu cuerpo en un montón de papeles, lo había podido apreciar en un par de ocasiones. Incluso de cerca llegué a apreciar el detalle de las mariposas, realmente útil y sobre todo muy bella. Nunca antes había visto algo como eso.
El tono de Mogura era un poco serio al plantear sus impresiones sobre el Shikigami no Mai de Aiko, se podía apreciar de igual manera como alababa no solo su potencial de batalla sino lo bello de la habilidad en si.
En una ocasión te vi crear una kunai de papel en medio del proceso de recomponerte y con elegancia apoyarlo sobre el cuello de una persona...
Una ligera sonrisa se dibujó en el rostro del joven médico a pesar de que su tono no había cambiado mucho.
No le quedaron más opciones que bajar los brazos y rendirse a tu voluntad.
Agregó recordando el momento en el Torreón de Prueba cuando detuvieron a los genin en medio de su combate.
De lo que no tenía idea era de tu capacidad de crear clones. De haber considerado esa posibilidad creo que mis acciones habrían sido diferentes.
Giró entonces su cabeza para buscar con sus ojos la mirada de la fémina.
No me gusta dejar pájaros volando, Watasashi-san. Enfrentar, a voluntad, a un oponente del que no se conoce algo tan importante como sus capacidades es realmente algo poco recomendable. No me gusta hacer las cosas así.
Dejó entonces escapar aquellas palabras, si las vendas le hubiesen permitido, se habría encogido de hombros. Especular era algo que uno debía evitar a toda costa, sobre todo en un combate.
¿Cómo sabía que dejé escapar veneno por mi boca? Pensé que le había afectado el humo de su herramienta.
Consultó con curiosidad, aguantando por dentro el detalle que había arrojado gas lagrimógeno al interior de la bomba de humo.
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Mogura afirmó que tenía conocimiento sobre su capacidad de descomponer su cuerpo en un montó de papeles, que en al menos un par de ocasiones lo había visto, e incluso en alguna de ellas había podido ver cómo se trataba de mariposas —útiles y muy bellas— así como que nunca había visto técnicas similares. Continuó hablando, y señaló que en cierta ocasión la vio crear un kunai de la nada, y apoyarlo con elegancia sobre un cuello ajeno, haciendo que ésta bajase la guardia y se rindiese a su voluntad.
«Pues algo de razón tenía al final... parece que algo me conoce...»
Concluyó afirmando que no sabía que era capaz de crear clones de papel, y que de haberlo sabido quizás sus acciones habrían sido diferentes. Pero, ciertamente aunque hubiese sabido de ésto, estaba en desventaja igualmente... ¿Cómo iba a diferenciar donde estaba ella en caso de deshacerse? Por mucho que quisiese, la verdad es que las habilidades de la kunoichi rozaban la divinidad.
—Imagino que así habría sido... aunque en realidad, una buena combinación de técnicas siempre hace que ver la estrategia sea algo realmente complicado.
El chico afirmó que a él no le resultaba agradable enfrentar a un enemigo sin saber nada sobre sus habilidades. Evidentemente, eso era algo que a la mayoría le pasaba, incluso a una inmortal. El hecho de no tener miedo, o saber que no te puede pasar nada, no cambia el que sea incómodo.
Sin embargo, hubo algo que tenía en vilo al chico. Éste no tardó en lanzar la pregunta, dando a conocer su duda. ¿Cómo sabía que escupía veneno? Achacó la afección al uso de su herramienta, como si fuese a colar.
—La verdad, no es la primera vez que uso una bomba de humo. Cuando la he llegado a usar, nunca me había producido tos, irritación en los ojos, y una sensación como de estar quemándome. Cuando escupiste esa nube de humo frente a mi, pensé que claramente habrías bañado la nube de humo de mi herramienta con esa nube tuya, y de ahí la reacción... cerré los ojos y evité respirar, y huí de la nube tan rápido como pude. Por suerte para mi, no escupes veneno de éste que te deja paralizado o algo similar... jajaja...
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Sabía que no llegaría muy lejos con el planteamiento de su pregunta. Solo un idiota llevaría al campo de batalla una herramienta que no termina de conocer. Aiko no era ninguna idiota y sabía como funcionaba una bomba de humo, sabía que no le causaba malestar en los ojos ni la hacía llorar por las orejas.
Mogura no pudo evitar delinear una ligera sonrisa en su rostro cuando la kunoichi rió. El comentario que acompaño esa risa también le causó un poco de gracia, después de todo en la colección de veneno que cargaba consigo el joven médico había algo que la podría haber dejado como una estatua. Pero no tenía por qué saberlo.
¡Realmente no esperaba que te recuperaras tan rápido, su fortaleza es admirable!
Comentó intentando mover sus brazos, pero era inútil, las vendas estaban demasiado ajustadas.
¿Podría pedirle un favor, Watasashi-san?
Consultó Mogura después de rendirse, no se encontraba en plenas condiciones para otro enfrentamiento.
Hay unas tijeras en el armario, junto a unas vendas. ¿Podría usarlas para cortar estas vendas que me tienen prisionero?
Sin mayor demora, realizaría su petición con un tono muy propio de él. La última vez que se había tomado ciertas libertades en su lenguaje no le había ido muy bien, no estaba muy seguro de querer probar suerte de nuevo.
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Mogura sonrió para cuando la chica rió por su afortunada coincidencia. Pensaba que éste no era capaz de realizar nubes de veneno de diferentes síntomas, pero realmente eso era algo que escapaba de su comprensión. Según se dice, los mas felices son los que viven en la ignorancia. No tiene falta de razón ese proverbio.
El chico reveló que realmente no esperaba que se fuese a recuperar tan rápido de su veneno. Incluso se atrevió a halagar su fortaleza, su capacidad de recuperación. La chica pensó en recibir el halago achacándolo a su don —su inmortalidad— pero rápidamente cambió de opinión, sería como echarse demasiadas flores... ¿para qué?
—Poco a poco voy pareciendo una genin y todo... jajajaja —bromeó en respuesta.
De pronto, el chico preguntó a Aiko si podía hacerle un favor. Ésta, malpensada, ya se estaba viendo en algún tipo de favor sexual o algo similar...
Mogura cortó todos los pensamientos de conspiración y abducciones alienigenas de inmediato, aclarando que el favor era pasarle las tijeras y las vendas que habían en el armario de su lado. La chica observó el susodicho, y volvió la mirada hacia el chico. Ésta no entendía una mierda de vendajes, lo que el chico pedía era casi mas absurdo que lo que la kunoichi pensó que iba a pedir.
—Pero... tienes quemaduras por todo el cuerpo, es peligroso que te quites las vendas. Además, yo no tengo ni la menor idea de cómo vendar... y no creo que tu solo puedas hacerlo. —contestó, convencida de que hacía lo correcto al no hacerle ese favor.
»Si los médicos te dejaron sin poder moverte, será porque es necesario. Se te pueden infectar o algo las quemaduras... esas malditas son bien jodidas...
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En respuesta a su petición, la kunoichi le recordó a Mogura que tenía quemaduras en todo su cuerpo. Por supuesto que le joven médico era consciente de eso, las sentía a lo largo de todo su cuerpo y estaba seguro incluso de que necesitaría arreglarse el cabello en una peluquería.
Eso era aceptable, la fémina se preocupaba ligeramente por el bienestar de su compañero de aldea, no había nada de malo en ello. Pero subestimaba las habilidades del muchacho de cabello azabache al decirle que no podría vendarse solo.
Sumado a eso, la chica defendería la postura de los médicos diciéndole que habría una razón por la cual lo habían dejado hecho una momia y posteriormente abandonado a su suerte. Mogura conocía los riesgos de las quemaduras muy bien, y justamente por eso quería solucionar el tema tan rápido como fuese posible.
Watasashi-san...
Se suponía que Mogura ya le había comentado en una ocasión su especialidad, pero claro, la pelirroja se había hecho matar en algún momento y se olvidó de eso.
Soy un ninja médico, el mejor de todo Amegakure. Si hubiese estado consciente en el momento que me hicieron esto, lo habría impedido. Peeero como no fue así... bueno, me volvieron una momia.
Comenzó hablando con un tono bastante serio, pero no tardó mucho en cambiar su tono a uno más jocoso llegando el final de su comentario.
Supongo que no esperaban realmente que me cure de las heridas y que eventualmente muera en esta habitación en un lugar tan alejado de mi hogar...
Sus palabras sonaban un poco melancólicas, como si al joven lo hubiesen abandonado a su suerte sabiendo que nadie vendría por él. ¡Pero no contaban con que el muchacho tuviese un ángel guardián!
Si fueses tan amable de liberar mis manos sería mas que suficiente para poder seguir por mi cuenta, y no morir por mala praxis.
Al final de su comentario le dedicaría una agradable sonrisa a la kunoichi, si no cooperaba no sabía que haría.
Nivel: 34
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Abajo en los alegres céspedes —el plural de césped— del Valle de los Dojos Daruu ya estaba entrenando de nuevo, aunque con mucho cuidado, porque estaba herido, si bien levemente, de su combate contra Daigo.
De modo que practicaba Ninjutsu. Sí. Estaba prácticando lo lejos que podía llegar su Ninjutsu de agua.
Un pajarraco pasó a ras de suelo, si por suelo entendemos su cabeza. Daruu se giró a tiempo y lo vio ascender.
«Te vas a enterar.»
Daruu entrelazó sus manos en una serie de sellos bien conocida para comprobar hasta dónde había llegado su entrenamiento.
Dentro de la habitación, una agradable y abundante ducha de agua fresquita empapó a dos genin por completo, y arrojó una paloma en la cara de un convaleciente Mogura.
— BOKÓKÓKOOOOÓ
Daruu huía. Bueno, más bien andaba deprisa. Pero en dirección contraria al hospital. Llegado a un cruce de caminos, dio la vuelta y se dirigió a Nishinoya, de donde no saldría en todo el día por si se cruzaba con alguien que trabajase allí.
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