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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Era una agradable mañana de verano. El calor característico de la estación se mostraba misericordioso; por el momento, al menos. Era un buen momento para salir a la calle, dar un paseo tranquilo y disfrutar de la brisa, los besos del sol y en definitiva la majestuosidad estival.

¿Y qué mejor manera de disfrutar del tiempo que llevando a cabo una misión? «Se me ocurren muchas, pero necesito comer, y si no trabajo no cobro». Con ese argumento bajo el brazo, Kojima Karma atravesó la puerta de bambú y se introdujo en el edificio del Uzukage.

A pesar de su resignación habitual, la muchacha estaba de buen humor aquella mañana. La recepción estaba repleta de gente y la kunoichi debía de hacer cola, pero no le importó. La fémina tomó asiento en un espacio libre de uno de los bancos a la par que tarareaba una canción en voz baja. Aguardó, cruzada de brazos, hasta que fue su turno.

Buenos días —saludó al encargado—. Mi nombre es Kojima Karma, genin. ¿Hay alguna misión que se me pueda asignar?
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#2
La encargada que se encontraba en recepción en aquellos momentos era nada más y nada menos que Hyuga Kyoko. La misma que, no hacía tanto, le había entregado su primera misión como Genin. Se trataba de una joven de ojos blancos y cabellos cortos, que se ruborizaba con facilidad y aficionada al estudio de las técnicas de sellado.

Hola, Karma-chan, ¿qué tal? —respondió, esbozando una sonrisa amable—. Déjame que mire… Sí, llegas justo a tiempo —le informó, extendiéndole un pergamino con la letra D inscrita en ella.

»Buena suerte —agregó.




Rango D: Un día de canguro


Solicitante: Yoshikawa Eshima
Lugar: 8 – 6 – 9, Barrio Rojo (Calles de la Aldea)
Objetivo: La señora Eshima se va de misión —previsiblemente estará un día fuera— y necesita que alguien haga de canguro de su hijo hasta su regreso.

Datsue al habla. Tomo esta misión con hueco de master.
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#3
Karma reconoció a la encargada de inmediato. Esbozó una expresión de sorpresa que no tardó en dar paso a una de amabilidad, acompañada de una sonrisa.

Estoy bien, a ver si me gano un ascenso pronto —bromeó, entonces tomó el pergamino—. ¡Muchas gracias!

La kunoichi le dedicó una breve reverencia a la encargada y se retiró, dando paso al siguiente integrante de la cola.

Karma salió al exterior y se alejó unos pocos pasos de la puerta de bambú antes de desenrollar el pergamino y desentrañar sus secretos. Leyó el contenido con rapidez, haciendo gala de cierta agilidad y comprensión lectora. Al fin y al cabo no había demasiada información que procesar.

«¿Hacer de canguro? Por Izanami, espero que sea un niño tranquilo...», pensó. Trató de no lanzar por la borda el buen ánimo con el que había comenzado la mañana sin ni siquiera haber empezado la misión todavía. Guardó el pergamino en el interior de su portador de objetos y se puso en marcha.

Su primer objetivo: dar con la dirección indicada en el referido.
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#4
La kunoichi no tuvo problemas en orientarse por las calles de su propia Villa. Tras pasar por el Barrio de las Flores —donde los habitantes más ricos de la Aldea solían vivir—, se internó en el Barrio Rojo, tras atravesar un gran torii de color carmesí.

Allí, casi la totalidad de las viviendas tenían las tejas rojas, y los cerezos, a uno y otro lado de la calle principal, componían un bello paseo. Karma no tardó demasiado en dar con la dirección concreta. Una casa de dos pisos, de piedra gris clara y tejas rojas. Los marcos de los ventanales, de madera y también rojos, y se accedía a ella atravesando un pequeño jardín dividido por un estrecho camino de piedra. Un pequeño muro de piedra gris rodeaba este jardín —y la casa—, de no más de un metro de altura.

La puerta de la vivienda era de roble maciza, con una aldaba con forma de pájaro carpintero.
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#5
Karma caminó por las calles de la aldea a ritmo de paseo. Su velocidad no era tan reducida como para dar a entender que la tarea venidera le resultaba indiferente y no le importaba llegar tarde, pero tampoco veía la necesidad de echar a correr y dejar de disfrutar del tiempo.

Primero llegó al Barrio de las Flores —y observó con curiosidad alguna de las casas de la zona, tan opulentas— y más tarde alcanzó el Barrio Rojo. En el interior de este último estaba su destino.

Transitó por el centro de la vía, con cerezos a ambos lados. La estampa y su olor maravillaron a Karma según esta se aproximaba al hogar de la señora Eshima. La zona y sus fincas eran similares al barrio en el que se había criado —y todavía vivía—, el Barrio de la Marea, así que se sintió como en casa.

Finalmente la fémina se detuvo, echándole un vistazo al edificio de dos plantas. «Aquí es», se aseguró a sí misma esperando no meter la pata.

Se plantó frente a la puerta de entrada y tomó la aldaba, con la que llamó un par de veces.
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#6
Karma oyó pasos al otro lado de la puerta, detenidos al sonido de un grito de protesta —le pareció que procedente de un niño—. Silencio. Más pasos… Y finalmente una mujer de muy baja estatura —tan baja que medía lo mismo que la propia Karma—, le abrió la puerta.

Tenía los cabellos negros y cortos, y vestía con la indumentaria reglamentaria de una jōnin, con la bandana anudada al brazo derecho. Era de ojos castaños y sonrisa afable.

Buenos días —saludó, cortés—. ¿Eres la kunoichi que solicité, por un casual?
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#7
Aguardó, paciente. Protestas al otro lado de la puerta, un hecho que la joven no quiso tomarse como un mal presagio pero le resultó imposible. «Que sea un niño tranquilo, que sea un niño tranquilo...», repitió en la privacidad de su fuero interno una y otra vez, como si se tratase de una letanía.

Se abrió la puerta y Karma quedó cara a cara con quien supuso que debía de ser la cliente.

Buenos días —retornó el saludo, reverenciándola—. Efectivamente, soy yo. Mi nombre es Kojima Karma, un placer. ¿Es usted Eshima Yoshikawa-san?
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#8

Perdón por la tardanza. Esta semana apenas pisé casa


Eshima alzó, muy sutilmente, una ceja cuando le cambiaron el orden del nombre y el apellido. La comisura de sus labios formó un amago de sonrisa, mientras recordaba su primera misión. Ella también había estado tan nerviosa…

Así es. Encantada, Karma —esbozó una sonrisa amable, y se hizo a un lado—. Ven, pasa. Te presentaré a mi hijo.

Tras atravesar la puerta, Karma accedería al genkan, donde había un par de sandalias en el suelo, de corte clásico y talla pequeña. Eshima condujo a Karma por el largo pasillo que atravesaba a la casa por la mitad. Había dos puertas a la derecha, y una gran puerta corredera a la izquierda. Al fondo, unas escaleras que subían al segundo piso.

Eshima abrió la gran puerta corredera, que daba a un salón amplio, con las paredes blancas y los pilares de color carmesí. El suelo era de tatami, y en el centro había una mesa baja y negra, rodeada de zafus donde sentarse. A la derecha estaba la cocina, sin ningún tipo de pared que la separase del resto del habitáculo. En frente, otra gran puerta corredera, media abierta, que daba a un pequeño jardín. A la izquierda, dos sofás negros frente a un televisor, encendido. Estaban dando una famosa película de un héroe ninja, y sentado frente a él, con las piernas cruzadas, un niño.

Ringo —la llamó su madre—. Ven a presentarte.

El chico, que debía rondar la misma edad que Karma pero era más bajito, se levantó refunfuñando. Tenía el pelo rizado y oscuro, corto, y una gruesa coletilla colgándole de la nuca. Tenía las cejas gruesas y la nariz pequeña.

Hola —dijo de mala gana, mirándola un momento para luego desviar la mirada hacia otro lado.
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#9

Ya se te echaba de menos, jajajaja. No te preocupes ^^

Me he vuelto loco con el nombre de la señora Yoshikawa, jajaja. ¿El orden correcto al estilo japonés es Yoshikawa Eshima, no? Eso es lo que pensaba al principio, pero como en uno de tus posts me pareció leer "la señora Eshima" (el cual no encuentro, me siento muy confuso ahora mismo, creo que me he liado yo solo y me he inventado posts inexistentes, jajajajaja), barajé que quizás en el pergamino lo habías escrito al estilo occidental, por eso le he terminado dando —erróneamente— la vuelta.

Juro que no posteé bajo los efectos del alcohol e.e No sé cómo he podido meter la pata de una forma tan tonta, jajajaja, habrá que disimular con el nerviosismo de mi personaje.

La kunoichi cometió un flagrante error de protocolo tan pronto abrió la boca, pero no cayó en la cuenta de ello. Para su fortuna, la jōnin no se sintió ofendida por esto, si no que se apiadó de la ignorante muchachilla. A pesar de ser considerada inteligente entre sus profesores de la academia y sus instructores de medicina —en concordancia con su edad, bajo rango y escasa experiencia, por supuesto—, Karma era víctima del despiste de vez en cuando, como cualquier otro ser humano.

Es un placer —indicó con una media reverencia.

Acto seguido se internó en la vivienda, siguiendo las instrucciones de Eshima. Había llegado el momento de conocer a la "piedra angular" de aquella misión.

Primero llegó el genkan. Era habitual que uno se descalzase; no era de buena educación pisar el hogar ajeno con calzado utilizado en el exterior. Sin embargo tampoco estaba bien visto hacerlo con los pies desnudos o con calcetines, y Karma caería en la primera categoría si se libraba de sus sandalias. A vista de que su anfitriona no le había ofrecido uwabaki para el interior, Karma se limitó a entrar con estas puestas, exponiéndose a cometer una segunda brecha de etiqueta en apenas diez minutos.

La fémina le echó un rápido vistazo a sus alrededores según la guiaban a lo largo del pasillo. Así pues, las dos mujeres entraron en el que, sin lugar alguno a duda, era el salón. La kunoichi captó el jardín, la cocina, pero sobretodo se percató de la televisión. No conocía la película que estaban emitiendo; era más de libros. Aunque quizás reconocería el nombre del héroe protagonista si supiera que la obra trataba sobre él, dado su gusto por la historia.

Ringo —Karma entrelazó ambas manos y las dejó reposando sobre su kit médico, a la espalda—. Ven a presentarte.

Le sorprendió que el chico del que se iba a ocupar debía de tener una edad similar a la de ella misma. Observó sus facciones con orbes plagados de curiosidad. Ringo no parecía demasiado contento con la situación, a juzgar por su actitud y escueto saludo. «Esto no empieza bien... Lo sabía. ¿Por qué siempre tengo tan mala suerte?».

Hola, Ringo-san. Mi nombre es Kojima Karma —se presentó, una vez más, y de nuevo arqueó el torso y la cabeza hacia abajo como signo de respeto.

«Esto va a ser MUY extraño, ¡podría ser uno de mis compañeros de academia, pero tengo que hacerle de canguro! Esperaba un niño más joven. Aunque quizás esto sea mejor, puede que Ringo no quiera a una "hermana mayor" hasta que su madre vuelva de la misión, pero probablemente sea menos problemático que un chiquillo», se dijo, esperanzándose.
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#10

Oh shit, me confundí calculando la edad de tu pj. Pensé que tenía 12. No me preguntes cómo hice la cuenta xD

Ringo hizo un medio gesto con la cabeza, devolviéndole el saludo a Karma, y se volvió a sentar en el sofá. Para su mala suerte, estaban con anuncios televisivos.

Acompáñame un segundo, Karma —le pidió gentilmente Eshima. La condujo hasta el otro extremo de la sala, donde estaba la cocina. Abrió la nevera, a la izquierda, y le mostró lo que había en su interior. Huevos, lechuga, tomate, yogures, embutido…—. Espero que todo sea de tu agrado, Karma. No dudes en comer todo lo que te apetezca, ¿vale? Ahí están las cacerolas —dijo, señalando una puerta bajo la cocina—. Por si queréis cocinar algo. Y aquí también tengo arroz y lentejas —le indicó, señalando una puerta de un mueble colgante que había arriba.

»También tengo una lista de cosas que me gustaría que hicieses en mi ausencia —dijo, extendiéndole un papelito enrollado—. Las harás en seguida, ya verás —dijo, guiñándole un ojo, y dejando una bolsita con monedas encima de la mesa—. Con esto te llegará de sobra.

Si Karma leía el contenido del papel, encontraría una breve lista de compra, fácilmente satisfecha en cualquier mercado. También el encargo de intercambiar un libro —llamado El ninja sabio— por otro en un club llamado Kawarimi no Hon. No ponía la dirección del sitio, ni el libro por el que se quería intercambiar.

Eshima desvió la mirada hacia el reloj —colgado en una pared de la cocina— y se tensó.

¡Por Shiona-sama, en paz descanse, llego tardísimo! —Corrió hasta su hijo y le dio un beso en la frente, pese a sus protestas. Luego se despidió de Karma con un gesto de mano—. ¡Espero llegar mañana a la noche! ¡Que lo paséis bien! —exclamó, antes de salir corriendo de la vivienda.
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#11

Jajajaja, estamos los dos muy agudos e.e

El jovencito no tardó en retornar al sofá. No le dirigió una sola palabra más a Karma. Parecía bastante asiduo a la televisión.

Eshima le pedió a la genin que la acompañase, a lo que la pelivioleta hizo exactamente eso. La llevó hasta la cocina, donde le hizo un pequeño pero vital tutorial. Se le reveló la localización de la comida y los instrumentos de cocina, también se le hizo entrega de una pequeña lista de tareas. «Vaya, me siento como una auténtica hermana mayor».

No se preocupó todavía por los contenidos del papel, primero quería prestar especial atención a las indicaciones de la jōnin.

Entendido, le prometo comer lo mínimo posible —afirmó con respeto la kunoichi, enarbolando su patentada sonrisa fraudulenta.

La mujer comprobó que iba con el agua al cuello en lo que a tiempo se refería y marchó con el ímpetu —y la prisas— de un huracán. Karma le devolvió el gesto, todavía sonriente.

Espero que su misión sea coser y cantar, que le vaya bien —le dedicó.

Tan pronto el sonido de la puerta exterior cerrándose entró en sus oídos, Karma comenzó a ser consciente de la situación. Estaba en una casa desconocida, teniendo que cuidar de un muchacho que no conocía, como si fuese su propio hogar y su propio retoño. Súbita como un rayo, una sensación extraña e incómoda, una sensación de no pertenecer, se apoderó de ella.

¿Y ahora qué hago, por dónde debería de empezar...? —masculló entre dientes.

Le echó un vistazo al pequeño papel que aún sostenía con la mano derecha. Procedió a desenrollarlo. Más le valía tener algo que hacer para que aquel miedo escénico no la consumiese, algo que le distrajese la mente, y la lista de tareas prometía eso mismo.

«Hacer la compra, ya veo. Hmmm... también quiere que cambie un libro, pero no conozco el lugar, tampoco dice exactamente el libro por el que quiere cambiarlo, ¿quizás uno de temática o género similar?. Ay, Izanami, llévame pronto...». Menudo galimatías. «Será mejor que empiece por la compra, eso sé de sobra dónde y cómo hacerlo. El libro tendrá que esperar, habrá que investigar e improvisar un poco...».

Enrolló el papel y lo introdujo en su portador de objetos. Acto seguido retornó al salón y se plantó frente a Ringo con semblante neutral.

Ringo-san —entabló con el tono más dulce posible—, siento molestarte, pero ya que vamos a estar un buen rato juntos, ¿te importaría responderme a algunas preguntas? Me vendría bien saber, por ejemplo, qué rutina sueles tener —la muchacha meditó que quizás el chavalín, dependiendo de su personalidad, se inventaría una respuesta poco acorde con lo que su progenitora le habría contestado, pero estaba dispuesta a dejarlo pasar en tal de facilitar el asunto; siempre podía pararle los pies si se salía de madre.
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#12
Cuando Karma se dirigió a Ringo, este se levantó con el ceño fruncido.

Te diré algo mejor —le rebatió—. Vete a casa, o a donde quieras, y vuelve mañana a la noche. Cuando mi madre vuelva, haremos como que estuviste conmigo todo este tiempo y todos contentos —le propuso—. Misión cumplida para ti y yo a mi aire. Todos ganamos.

Su ceño se relajó y sonrió.

Mi madre es muy sobreprotectora, cómo ya te estarás haciendo a una idea. Pero yo ya no soy ningún crío. ¡El año que viene seré ninja! —aseguró—. No necesito a nadie que me haga de canguro. Es vergonzoso. Y deni... deni... ¡denigrante! —exclamó cuando encontró la palabra que buscaba.
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#13
Karma acabó cruzando los brazos cuando el monólogo de Ringo iba, aproximadamente, por la mitad. «Wow, esperaba algún tipo de mala respuesta, pero no esto», se dijo a la par que torció el gesto. Sí que tenía carácter el pequeño.

No puedo hacer eso, es mi trabajo, lo estaría incumpliendo. También estaría traicionando la confianza de tu madre —replicó, tajante—. Si quieres ser un ninja vas a necesitar disciplina, y también aprender a seguir órdenes —recitó lo mismo que Akame-sensei le había impartido a ella.

Entonces suspiró y desvió la mirada al jardín.

Si quieres que no te trate como a un niño porque te parece denigrante, no lo haré, pero tengo que ocuparme de ti, te guste o no —procuró sonar segura y autoritaria, pero no le salió muy bien—. ¿Por qué no nos ponemos de acuerdo y hacemos que la espera hasta mañana por la noche se nos haga agradable a los dos?

»Además, tener una madre que se preocupe por ti debe de ser maravilloso. No sabes la suerte que tienes, chico.
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#14
Es una mierda —replicó al instante, sincero, cuando Karma le indicó que tener una madre que se preocupase por él debía ser maravilloso. No se dio cuenta que, por la forma en que lo dijo, Karma no la tenía. O, de tenerla, pasaba de ella—. ¡Siempre me avergüenza cuando estoy con los amigos! ¡Es una pesada! —exclamó.

Abrió y cerró la boca un par de veces, sin saber muy bien cómo continuar.

Karma… tú no lo entiendes —afirmó, muy serio—. Ahora mismo podríamos ser compañeros. Suspendí el examen por un fallo tonto. ¡Tontísimo! Pero yo ya podría ser ninja. Si tuviéramos un combate, te ganaría —soltó, sin pelos en la lengua—. ¡Así de bueno soy!

»Es que, no sé, lo veo tontería, tía. Eres kunoichi, seguro que tienes cosas más importantes que hacer que esto. Y a mí me gustaría saborear la libertad por un día. ¿Tanto estoy pidiendo?
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#15
Se podría decir, en base a la expresión de la fémina, que se estaba armando de valor y paciencia. «Ay, como se nota que no tiene ni idea de lo que dice... Al final graduarme tan tarde fue una bendición, aunque mis compañeros más jóvenes me miraran raro. Es dolorosamente obvio que a esas edades todavía nos faltan dos dedos de frente a casi todos...». Habían excepciones: ninjas extremadamente jóvenes, pero también endemoniadamente hábiles y maduros. Mas eran minoría, la excepción que confirma la regla.

Cualquiera puede ganarme sin problemas —dijo como si tal cosa.

Con copiosas zancadas Karma se desplazó hasta uno de los sofás negros y se dejó caer en él, reclinando la cabeza sobre el respaldo. Entonces le dirigió una mirada ausente al muchacho.

Ringo-san, ¿tú qué crees que significa ser un ninja? Tu madre es una jōnin, nada menos. ¿Nunca le has preguntado cómo es su trabajo?
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