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Ayame, que parecía haber encontrado algo, se dirigió a un callejón cercano. Kori y Daruu se miraron un momento y procedieron a seguirla a paso rápido. Una vez allí, encontraron lo que parecía ser un contenedor de basura de tamaño mediano que había volcado: justo el tipo de cosas con las que tropieza alguien que huía a toda prisa de un sitio, pensó Daruu.
Se acercó a Ayame, que estaba oteando el cielo en busca de algo más. Allí sólo había una pasarela metálica con escaleras, que llegaba hasta el pie del callejón y permitía subir a la terraza.
No obstante, Kori se percató de algo más.
—No es arriba a donde deberíais estar mirando —dijo, llamándoles la atención.
Daruu bajó la mirada instantáneamente, y se dio cuenta de que de un charco de porquería del contenedor se alejaban a cotas intermitentes lo que parecían ser... huellas de gato.
—Joder, menudo gato más gordo —bufó Daruu—. Yo pensé que el contenedor lo había derribado el asesino.
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14/09/2018, 12:41
(Última modificación: 14/09/2018, 12:42 por Aotsuki Ayame.)
Sobre ella no encontró más que una pasarela metálica con escaleras que llegaba hasta la terraza del edificio más cercano. Ayame estaba a punto de sugerir subir arriba a echar un vistazo cuando la voz de Kōri la sobresaltó:
—No es arriba a donde deberíais estar mirando.
Ambos genin se volvieron hacia su sensei, confundidos. Y en el momento en el que Ayame posó la mirada sobre el suelo el corazón le dio un vuelco y, con una agilidad felina, se subió de un salto sobre el contenedor volcado, que emitió una sonora protesta metálica.
«Contaminado...» Pensó, con una mueca del más absoluto asco, mientras contemplaba el nauseabundo líquido que salía desde el mismo contenedor.
Eso no era lo importante, sin embargo. Más allá de aquel nauseabundo charco, se apreciaban una serie de marcas en el suelo. Unas marcas periódicas que parecían...
Ayame se bajó del contenedor con sumo cuidado de no tocar ni por asomo el charco y se agachó junto a las marcas.
—Huellas de mamífero. Cuatro dedos marcados, sin uña marcada... es un gato —confirmó.
—Joder, menudo gato más gordo —bufó su compañero de misión—. Yo pensé que el contenedor lo había derribado el asesino.
—Y yo, la verdad... —afirmó Ayame, meditativa, y se volvió hacia su hermano—. Quizás volvieron a pelearse aquí ambos. Parece demasiado escándalo para un solo gato, ¿no?
Volvió a mirar hacia la pasarela, empecinada.
—¿Os importa si subo a echar un vistazo? Os alcanzaría enseguida mientras seguís las huellas del gato.
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Ayame había reaccionado como si ella fuese el gato, y se había subido al contenedor por acto reflejo. Ni que fuera a mancharse con el contenedor. Seguro que allá arriba encima le venía todo el olor. «Qué exageración de tía...»
—Parece demasiado escándalo para un solo gato, ¿no? —dijo Ayame, sugiriendo que tal vez volvieron a pelear allí.
—No sé, Ayame —dijo, riendo—. Igual sí que es un gato gordo.
Ayame volvió a mirar hacia arriba.
—¿Os importa si subo a echar un vistazo? Os alcanzaría enseguida mientras seguís las huellas del gato.
—Como quieras —repuso Kori—. Seguiremos las huellas, pues. —El Hielo saltó el charco de mugre; Daruu lo siguió.
Ambos tomaron la iniciativa y comenzaron a seguir el rastro.
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—Como quieras —respondió Kōri—. Seguiremos las huellas, pues.
—Estaré con vosotros enseguida —asintió Ayame, mientras su hermano y su compañero echaban a andar siguiendo las huellas del gato.
Ella, sin perder un sólo instante, se subió a la plataforma de metal y sus pasos crearon ecos metálicos cuando subió los escalones a toda velocidad. Su intención era bien clara, subir a la azotea y echar un vistazo a su alrededor buscando cualquier cosa que destacara o no fuera normal.
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Pese a que la intuición le había hecho subir a la azotea, Ayame no encontró nada de valor para la investigación sobre ella. Apenas un par de colillas y un zapato roto de niño, fuera cual fuese la forma de la que había acabado allá. Desde allí, si se tomaba poco tiempo en escudriñarla, vería a los otros dos integrantes del equipo, que se dirigían ahora corriendo y esquivando a la gente por una calle una manzana más allá. Parecía que habían visto algo.
— ¿¡Qué ha pasado!? Por favor, tienes que decirnos qué ha pasado. —Kori preguntaba a una niña frente a un callejón. La chica, menuda y con dos coletas castañas, lloraba profusamente.
— ¡Un gatito! ¡Hay un gatito muerto ahí! ¡Hay un ga...!
Kori y Daruu intercambiaron miradas. El Hielo le revolvió el pelo a la niña con toda la generosidad que podía entregar un shinobi tan poco apasionado como él.
— Sólo estará herido, seguramente —mintió Kori, haciéndole una seña a Daruu, que asintió y se internó en el callejón— . ¿Y qué hacías tú ahí dentro, eh? Venga, vuelve a casa. Nosotros lo curamos.
La niña se alejó llorando. Kori siguió a su subordinado hasta el fondo del callejón.
Allí estaba, un Chartreaux plateado muy bien alimentado. Tenía un tajo muy severo en el lomo.
— Es el gato del señor Takahashi. No hay duda —confirmó Daruu— . Al final parece que sí que persiguió al asesino. No sabía que los gatos fueran capaces de tener tanto... espíritu vengativo.
— Si lo consideraba de la familia, yo sí que lo comprendo —sentenció Kori— . Aunque las venganzas suelen salir así.
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18/09/2018, 17:20
(Última modificación: 18/09/2018, 17:20 por Aotsuki Ayame.)
Desgraciadamente, en la azotea no encontró nada relevante. Algunas colillas (Ayame no pudo evitar arrugar la nariz al verlas, aunque ya habían sido apagadas hace tiempo y estaban más que ahogadas por la lluvia) y el zapato roto de un niño.
—Será mejor que vuelva... —asumió, con un profundo suspiro, mientras se daba la vuelta para acercarse al borde de la terraza.
Le llamó la atención ver a su hermano y a Daruu corriendo y esquivando a la gente una manzana más allá. Por las prisas que llevaban parecían haber encontrado algo, por lo que Ayame no perdió más el tiempo, bajó de un salto y, tras aterrizar con cuidado en el suelo, echó a correr tras ellos tan rápido como les permitían las piernas. Afortunadamente, y aquello era una de las pocas cosas que de verdad se enorgullecía, ella era más veloz, por lo que no tardó demasiado en darles alcance. Para cuando llegó, una niña que había estado hablando con ambos se alejó llorando.
—¿Qué ha pasad...? —comenzó a preguntar, pero la sangre se le congeló en las venas cuando vio un pequeño cuerpo peludo en el fondo del callejón. El gato. El precioso Chartreaux plateado yacía allí de cualquier manera, con un feo tajo en el lomo—. ¡Ay, no...!
Ayame se acercó rápidamente y se agachó junto al animal para comprobar su estado, aunque algo dentro de ella le repetía que era inútil, que ya estaba muerto.
—Es el gato del señor Takahashi. No hay duda —confirmó Daruu—. Al final parece que sí que persiguió al asesino. No sabía que los gatos fueran capaces de tener tanto... espíritu vengativo.
—Si lo consideraba de la familia, yo sí que lo comprendo —replicó Kōri—. Aunque las venganzas suelen salir así.
Ayame suspiró, con profundo pesar.
—No encontré nada en la azotea —comunicó, con un hilo de voz, mientras acariciaba el pelaje del animal—. Pobre... —murmuró, con un doloroso nudo en la garganta. Desconocía los motivos que tenía el asesino para matar a un hombre y a su mascota, pero desde luego estaba decidida a hacérselo pagar con creces.
Se levantó y miró a su alrededor, estudiando el callejón. Si la pelea había acabado allí debería haber alguna nueva pista que les indicara en qué dirección había huido el asesino. Si no encontraba nada a simple vista, tendría que utilizar de nuevo su ecolocalización.
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El trío de genin buscó durante un buen rato el más mínimo resquicio de cualquier pista que les ayudara a avanzar en la investigación. Ante la evidente falta de rastros, Ayame decidió, por si acaso, utilizar de nuevo la técnica de ecolocación que les había permitido, en primer lugar, encontrar el cubo de basura que desencadenó la persecución del animal.
No encontró nada fuera de lo usual. Había dos puertas que daban al callejón. Una parecía dar a una amplia habitación con un montón de gente calva totalmente inmóvil. Bueno, a decir verdad, eso sí era inusual. La otra llevaba a la ajetreada cocina de lo que Ayame dedujo que sería un restaurante: gente con gorros altos manejando sartenes.
—Es la hora de comer —dijo Kori—. Esto sucedió por la noche, de modo que el asesino podría estar en cualquier parte. Quizás deberíamos tomarnos un descanso y tratar de dilucidar dónde podría esconderse y qué motivos tenía para matar al señor Takahashi.
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A simple vista no encontró nada destacable; aunque tampoco llegó a hacerlo con su "segunda visión".
—Tras la puerta de la izquierda... —Ayame frunció el ceño en un profundo gesto de concentración y una gota de sudor frío resbaló por su sien. Le estaba costando verlo. Le estaba costando demasiado, pero al fin el eco se hizo paso en su cerebro y dibujó la instantánea—. Sólo un montón de hombres calvos. A la derecha... parece una cocina, seguramente de un restaurante. Hay gente trabajando en su interior. Nada más.
Ayame abrió los ojos, entre fatigada y alicaída por no haber podido dar con más pistas que les pudieran conducir tras el rastro del asesino.
—Es la hora de comer —intervino Kōri—. Esto sucedió por la noche, de modo que el asesino podría estar en cualquier parte. Quizás deberíamos tomarnos un descanso y tratar de dilucidar dónde podría esconderse y qué motivos tenía para matar al señor Takahashi.
Ayame asintió a regañadientes. Por mucho que le costara admitirlo, sabía que su hermano tenía razón. Había transcurrido demasiado tiempo entre el momento del crimen y la actuación de los shinobi, el asesino ya podría estar muy lejos de allí. Sin embargo, después de ver lo que había visto y del estrés sufrido, dudaba que pudiese probar bocado.
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20/09/2018, 12:48
(Última modificación: 20/09/2018, 12:48 por Amedama Daruu.)
«¿Un montón de... hombres... calvos?», se extrañó Daruu, con una ceja levantada. Aún cuando los otros dos se alejaban ya hacia la salida del callejón, el muchacho pegaba la oreja a la susodicha puerta. Sólo le contestó el silencio. «¿Una especie de templo? ¿Será aquí de donde viene Karamaru-san?»
Se encogió de hombros y siguió a sus compañeros.
Sentados en una hamburguesería, cada uno devoraba uno de esos menús combinados con patatas y refresco. Bueno, Ayame había insistido en pedir agua. Típico de ella.
— Sigo sin entender por qué querría alguien matar al señor Takahashi —dijo Daruu— . Quiero decir, ¿podría ser un ajuste de cuentas? Es lo único que tiene sentido, pero no sabemos nada de su vida así que no podemos saber si hay algún motivo personal.
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Acudieron a una hamburguesería que se encontraba cerca de allí. Y ahora se encontraban sentados en una mesa, cada uno con un plato combinado con patatas y refresco (aunque Ayame se aseguró de cambiar su refresco por agua). Daruu y Kōri prácticamente devoraban sus hamburguesas, pero ella, con la cabeza apoyada en una mano, apenas jugueteaba con una de las patatas para después darle algún mordisquito.
—Sigo sin entender por qué querría alguien matar al señor Takahashi —decía Daruu—. Quiero decir, ¿podría ser un ajuste de cuentas? Es lo único que tiene sentido, pero no sabemos nada de su vida así que no podemos saber si hay algún motivo personal.
Ayame suspiró con pesadez.
—Y a saber dónde estará. A estas alturas es probable que incluso haya salido ya de la aldea...
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Kori negó con la cabeza.
—Es muy poco probable que el asesino haya salido de la villa, porque desde que se produjo la muerte las guardias entorno al lago se han reforzado —sugirió—. Y si alguien es capaz de burlar esas defensas entonces no tenemos nada que hacer contra él, significaría que nos enfrentamos a un ninja y la misión se convertiría en una de rango B o rango A.
Daruu se rascó la barbilla, pensando en todo lo que tenían hasta el momento. «Nada, no tenemos nada...»
—La víctima es el dueño de un restaurante —dijo—. Fue un asesinato limpio; debemos de entender que el sigilo fue roto sólo por la defensa del gato de Takahashi-san. Y como fue un asesinato limpio, durante la noche, cuando todo el mundo se había ido... podemos descartar que se tratase de un borracho cualquiera —dedujo—. Es un crimen premeditado. El asesino ya estaba dentro o entró sin que el dueño se diera cuenta; no forzó la cerradura. Si no se trata de un ninja, al menos sabe cubrir sus rastros, porque no hemos encontrado ninguna pista directa a él.
»Podríamos hablar con el forense que se encargue del cadáver. Informarnos de qué tipo de arma puede ser. Era un corte fino y delgado, podría tratarse de cualquier cuchillo, pero un experto sabrá exactamente qué tipo de filo es... Incluso si no nos sirve de nada la información, siempre es bueno conocer todos los detalles.
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Pero Kōri negó con la cabeza.
—Es muy poco probable que el asesino haya salido de la villa, porque desde que se produjo la muerte las guardias entorno al lago se han reforzado —sugirió—. Y si alguien es capaz de burlar esas defensas entonces no tenemos nada que hacer contra él, significaría que nos enfrentamos a un ninja y la misión se convertiría en una de rango B o rango A.
—Sí, pero, ¿cuánto tiempo pasó entre que se produjo el asesinato, descubrieron el cuerpo y dieran la orden de reforzar la seguridad en el perímetro de la aldea? —objetó Ayame, enumerando cada dato con un dedo de la mano—. ¿Y si nada más cometer el crimen el asesino decidió salir a toda prisa de aquí?
—La víctima es el dueño de un restaurante. Fue un asesinato limpio; debemos de entender que el sigilo fue roto sólo por la defensa del gato de Takahashi-san. Y como fue un asesinato limpio, durante la noche, cuando todo el mundo se había ido... podemos descartar que se tratase de un borracho cualquiera —intervino Daruu, haciendo un rápido resumen de la situación en la que se encontraban y las piezas del puzzle que tenían en su poder—. Es un crimen premeditado. El asesino ya estaba dentro o entró sin que el dueño se diera cuenta; no forzó la cerradura. Si no se trata de un ninja, al menos sabe cubrir sus rastros, porque no hemos encontrado ninguna pista directa a él.
Ayame se pegó una palmada en la frente.
—¡No registramos la cerradura del local! —exclamó Ayame, con un lastimero gimoteo, y después se dejó hundir sobre la mesa. Afortunadamente, a un lado de su bandeja de comida aún casi intacta—. ¿Por qué demonios no se me ha ocurrido antes? ¡Podríamos haber visto si habían forzado la entrada o no!
—Podríamos hablar con el forense que se encargue del cadáver. Informarnos de qué tipo de arma puede ser. Era un corte fino y delgado, podría tratarse de cualquier cuchillo, pero un experto sabrá exactamente qué tipo de filo es... Incluso si no nos sirve de nada la información, siempre es bueno conocer todos los detalles.
—Supongo... Aunque no creo que eso nos dé muchas pistas sobre dónde está ahora el asesino... —murmuró la muchacha, alicaída.
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23/09/2018, 21:41
(Última modificación: 23/09/2018, 21:41 por Amedama Daruu.)
Kori chasqueó la lengua. Por su rostro, nunca lo habrían adivinado. Pero estaba realmente molesto.
—Estamos dando palos de ciego —constató—. Daruu-kun, a mi no me hace falta hablar con el forense para saber qué tipo de hoja era esa. Era la de una katana; desde un tanto a una uchigatana, cualquier espada dejaría esa marca —reveló. Daruu bajó la vista, alicaído—. Como dice Ayame, eso no nos ayuda para encontrarlo. Si hubiese sido un tipo de herida peculiar sí que podríamos haber cerrado el cerco en torno a algún habitante o ninja de la villa, pero no es así.
»Por otra parte, Ayame. La cerradura la revisé yo, tranquila. No estaba forzada, y como Daruu comprobó, la puerta ni siquiera estaba cerrada con llave. Respecto a la posibilidad de fuga, lo dudo muchísimo. La seguridad en torno a la villa ya es fuerte de por sí. Aunque no se hubiera reforzado la guardia todavía, estaríamos hablando de un ninja de nivel jounin si es capaz de marcharse sin que sea detectado. Y en ese caso, ya no podríamos hacer nada.
»Sé que estáis frustrados, pero tenemos que mantener la compostura y tomárnoslo con tranquilidad, que no es lo mismo que bajar la guardia ante las posibles pistas. He resuelto más casos de asesinato: algunas investigaciones llevan días. Si os digo la verdad, estoy empezando a temerme que...
Entrecerró los ojos y, por algún motivo, evitó continuar.
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—Que no lo encontraremos... —completó Ayame en voz baja y un pesado nudo en la garganta.
Se reincorporó en su asiento y, con un largo y tendido suspiro, cogió una patata y le dio un tímido mordisquito, masticando lentamente.
—Un hombre ha muerto durante la noche en el interior de un local de fideos —volvió a rumiar para los tres—. El asesino debía estar ya dentro del local, o bien la puerta estaba abierta porque la cerradura no fue forzada. El arma del crimen era un arma blanca, lo suficientemente larga como para atravesar el pecho del hombre. No conocemos el motivo, no parece haber habido ni siquiera un intento de robo... El gato de la víctima salió en defensa de su dueño y tras pelear con él en un callejón ha terminado muerto, con otro tajo, así que es probable que el asesino aún conserve su arma... No tenemos habilidades de rastreo, y la lluvia nos impide seguir ningún rastro de sangre que pudiera haber...
Ayame chasqueó la lengua, irritada y con un pesado dolor de cabeza. El tiempo corría en su contra. A cada minuto que pasaba el asesino se les escapaba de entre los dedos.
Y allí estaban ellos. Comiendo hamburguesas y patatas fritas.
Furiosa consigo misma, Ayame tiró la patata sobre la bandeja, se levantó de golpe y salió del establecimiento.
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—Que resumas otra vez lo que hemos hecho no va a hacer que cambie que no tenemos ni puñetera idea —masculló Daruu.
Inmediatamente, Ayame chasqueó la lengua, se levantó de golpe y arrojó una patata frita a la bandeja, que rebotó y le dio en la frente al muchacho.
—¡Ehhh! —protestó.
Kori, decepcionado, bajó la vista y negó con la cabeza. Aparentemente sin inmutarse, le dio otro bocado a su hamburguesa.
—¿No vamos a ir tras ella?
—La comida no se desperdicia, Daruu-kun —contestó su sensei—, y además, tendrá que aprender que a veces no puedes encontrar una respuesta por mucho que busques.
Daruu observó a su sensei, suspicaz.
—No querías decir que no lo encotraremos, ¿verdad...? Querías decir...
—A veces, no hay un motivo —constató, con la mirada clavada en su comida—. A veces, la gente mata por placer. O por necesidad. Padre me contó un caso que se parecía a este. Aparentemente sin motivos. Resultó ser un asesino en serie.
»Lo que estaba insinuando, es que quizás no volvamos a tener más pistas hasta que vuelva a matar.
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