Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—No… No se trata de eso —balbuceó el Uchiha, que aún guardaba más cartas sorpresa bajo la manga—. Leí tu carta, ¿sabías? La carta donde te disculpabas a Hanabi. Me pareció… muy valiente por tu parte. Y un gesto que te honra.
Presa de una nueva sorpresa inesperada, las mejillas de Ayame se enrojecieron súbitamente.
«La... ¿La carta a Hanabi-dono? ¿Pero cómo la ha leído él?» Se preguntó, inquieta. «¿Se la enseñaría Eri...? Pero si le pedí que se la entregara directamente al Uzukage...»
Incapaz de despejar aquella incógnita, la muchacha giró la cabeza bruscamente.
—Tenía una deuda pendiente con Uzushiogakure después de eso —soltó con sequedad.
—Sé que tuve mis cagadas y que cometí mis pecados. Los asumo. Pero jamás hubiese sido mi intención provocarte hasta que perdieses el control de bijū. Yo también lo perdí una vez, ¿sabías? —le confesó, y Ayame palideció al escucharlo—. No es algo por lo que desee hacer pasar a nadie. Lo que menos me esperaba yo es que fueses Jinchūriki, claro, pero… Fuese como fuese, estuvo mal. Y… me arrepiento de ello.
Ella le miró por el rabillo del ojo, apretando aún más los puños, hasta el punto de que comenzaron a temblar y se le marcaron los nudillos blancos en la piel. ¿Por qué? ¡¿Por qué demonios le estaba haciendo esto?! ¡Era mucho más fácil odiarle! ¡Era mucho más fácil pensar que aquel maldito Uchiha seguía siendo un maldito zorro cargado de astucia que se creía el ombligo del mundo! ¿Por qué de repente se plantaba frente a ella y le pedía perdón? ¿Así? ¿De un día para otro? ¿Acaso creía que iba a caer en otra de sus trampas? O quizás quería algo de ella. Sí. Tenía que ser eso. Desde luego era algo mucho más fácil de asimilar.
—Lo del examen de Chūnin fue algo de lo que sólo yo tuve la culpa. Nunca tuve que dejarme llevar por tus... provocaciones —replicó, con los ojos húmedos, antes de volver el rostro de nuevo hacia él con la misma violencia con la que un toro arremete después de tomar carrerilla—. Tú le sellaste una bola de fuego a Daruu para que me estallara en la cara, tú me sellaste a mí una transformación para dejarme en evidencia frente a Yui-sama, ¡tu me contaminaste con ese maldito cigarro y además cortaste ese hilo cuando estaba a varias decenas de metros de altura sólo porque no descubriese tu triquiñuela!
Dio un paso hacia él, mirándole con el desprecio y la ira destilando por cada poro de su piel.
»Tú... tú deseaste que me quedara encerrada dentro de Kokuō para siempre.
—Lo del examen de Chūnin fue algo de lo que sólo yo tuve la culpa. Nunca tuve que dejarme llevar por tus... provocaciones.
Ah, bien. Una cosa menos de la que discutir. Porque, en parte, Datsue estaba de acuerdo. Oh, sí, lo estaba, más allá de que sí se arrepintiese de empujarla a eso. Lo estaba, porque además Ayame ya había sufrido una semana atrás de un susto con cierto Inuzuka que la debía haber mentalizado para no volver a perder el control. Claro que la vida era mucho más que una suma de decisiones lógicas y frías, y el Uchiha, desde luego, no era el indicado para dar lecciones a nadie sobre no dejarse llevar por las emociones.
Eso sí, consideró que era una de esas raras ocasiones en las que era mejor no mostrar abiertamente que estabas de acuerdo con el interlocutor. «Cara de póquer, Datsue. La cara de póquer siempre es jugada segura».
Luego, Ayame empezó con una serie de acusaciones muy duras sobre su persona. Duras e indignantes. Lo peor es que todas ellas eran ciertas. Todas salvo…
—Tú... tú deseaste que me quedara encerrada dentro de Kokuō para siempre.
Ah, no. Eso sí que no. Pero mejor ir por partes.
—Mucho de lo que dices es cierto… Estaba en una época muy jodida y frustrada. Por Shukaku, por lo de Aiko… Y creo, creo que focalicé todo el rencor que tenía de Ame en ti. —Se dio cuenta de lo que estaba haciendo, y torció el gesto—. ¿Sabes? No debería estar justificándome y soltando excusas. Sí, obré mal, lo sé. Pero… —Pero Datsue no podía evitar poner un pero—. Pero me las devolviste, ¿hmm?
»La bolita de fuego, no me digas que te dio algo más que el susto, porque era más pequeña que la lista de misiones cumplidas con éxito de un kusareño. —Y eso, era mucho decir—. ¿Y el Henge? Bueno, el karma y tu Arashikage se encargó de devolvérmela. ¿No te contaron que mandó una carta a Hanabi, y que en cuanto yo la toqué, estalló en un tsunami que nos dio a los dos? Degradación inmediata a Gennin, claro. ¿Lo del hilo? Lo del hilo podría negártelo. Porque decirte que simplemente rompió, y no tendrías pruebas para demostrar lo contrario. Pero para que veas que soy sincero… Sí, corté el hilo para que no descubrieses lo del brick con el humo. ¡Pero porque sabía que no te haría daño! —se justificó—. Luché codo a codo con Kaido, y te había visto usar su mismo poder en nuestro primer encuentro. ¡Sabía que te harías agua y no tendrías ni un rasguño! Ah, pero cuando me cortaste el hilo a mí… Yo no tenía seguro de vida. —Había tenido suerte en ser precavido y mandar a un clon. Mucha suerte.
Luego, claro, estaba la acusación final.
—Te puedo aceptar todas esas, sí, pero no lo último —dijo, firme, negando con la cabeza—. ¡Vamos, Ayame! ¡Me conoces un poco! ¡Sabes que soy un liante! Si de verdad quería que te quedases encerrada dentro de Kokuō para siempre, ¿para qué volví? ¿Para qué me jugué el pellejo enfrentándome a Kokuō y sus jodidas bijūdamas?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Hubo un tenso silencio al otro lado del sello comunicador de Datsue. Hasta entonces, Daruu había aconsejado, felicitado, reprendido las formas de hablar del Uchiha, pero en el momento en el que Ayame contó cómo él le había cortado un hilo haciéndola caer a varios metros de altura, él se había callado. Ayame nunca le había contado aquello, y no había tenido tampoco oportunidad de hablarlo con Datsue. Sólo porque seguía creyendo en que todo podía remediarse continuó escuchando.
Le tomó un breve lapso de tiempo relajarse de nuevo. Para entonces, Datsue había vuelto al buen camino.
—Bien, pero deberías explicar clara y meridianamente lo que pensabas hacer —dijo—. Utiliza tu talento, Datsue. Tu talento.
—Mucho de lo que dices es cierto… Estaba en una época muy jodida y frustrada. Por Shukaku, por lo de Aiko… Y creo, creo que focalicé todo el rencor que tenía de Ame en ti. —respondió, torciendo visiblemente el gesto—. ¿Sabes? No debería estar justificándome y soltando excusas. Sí, obré mal, lo sé. Pero… Pero me las devolviste, ¿hmm?
Ayame alzó una ceja, en un gesto cargado de escepticismo.
—La bolita de fuego, no me digas que te dio algo más que el susto, porque era más pequeña que la lista de misiones cumplidas con éxito de un kusareño.
Si se hubiese tratado de otra persona, si hubiera escuchado aquella expresión en cualquier otra situación, Ayame podría haber llegado a reírse incluso. Pero no lo hacía, la sombra de la ira era demasiado poderosa y eclipsaba cualquier otra sensación.
—¿Y el Henge? Bueno, el karma y tu Arashikage se encargó de devolvérmela. ¿No te contaron que mandó una carta a Hanabi, y que en cuanto yo la toqué, estalló en un tsunami que nos dio a los dos? Degradación inmediata a Gennin, claro.
Algo le había parecido oír, sí. Y no podía decir que no pensara que se lo mereciera.
—¿Lo del hilo? Lo del hilo podría negártelo. Porque decirte que simplemente rompió, y no tendrías pruebas para demostrar lo contrario —aparte de un corte perfectamente limpio en un hilo de alambre en perfecto estado—. Pero para que veas que soy sincero… Sí, corté el hilo para que no descubrieses lo del brick con el humo. ¡Pero porque sabía que no te haría daño! Luché codo a codo con Kaido, y te había visto usar su mismo poder en nuestro primer encuentro. ¡Sabía que te harías agua y no tendrías ni un rasguño! Ah, pero cuando me cortaste el hilo a mí… Yo no tenía seguro de vida.
—Jumph —refunfuñó Ayame, cruzándose de brazos y desviando la mirada a un lado. Sí. Reconocía que se había dejado llevar en aquella situación, pero no se arrepentía de ello. Además, esos malditos Uchiha siempre tenían seguro de vida. Seguro que de no haber sido un clon se habría salvado igual de cualquier manera.
—Te puedo aceptar todas esas, sí, pero no lo último —concluyó, firme como una caña de bambú—. ¡Vamos, Ayame! ¡Me conoces un poco! ¡Sabes que soy un liante! Si de verdad quería que te quedases encerrada dentro de Kokuō para siempre, ¿para qué volví? ¿Para qué me jugué el pellejo enfrentándome a Kokuō y sus jodidas bijūdamas?
Odiaba reconocerlo, pero no era capaz de responder a aquella pregunta con una respuesta lógica. Hasta el momento, el Uchiha le había estado lanzando un argumento tras otro y Ayame se esforzaba por bloquearlos, esquivarlos y después devolverle el golpe. Pero a cada momento que había pasado, sus golpes se habían vuelto más contundentes y las defensas de Ayame cada vez flaqueaban más...
Comenzó a tamborilear el pie contra el suelo.
«¡No te dejes seducir por su lengua de plata!»
—No lo sé —admitió al fin, mirándole de nuevo con el ceño fruncido. Y contraatacó—. Dímelo tú, ¡sorpréndeme! O, mejor, déjame adivinar: ¿pretendías capturarnos y colgarte la medalla de Héroe de Uzushiogakure o algo así?
29/03/2019, 18:07 (Última modificación: 29/03/2019, 23:37 por Uchiha Datsue. Editado 1 vez en total.)
Daruu le dijo que usase su talento. Que usase su labia para explicar, clara y meridianamente, qué había pretendido realmente con Ayame. El problema era que su labia funcionaba mejor para malmeter y generar rencor que para reestablecer lazos. O al menos, estaba más pulida para lo primero. Más entrenada.
Pero sabía que debía intentarlo.
—No quisiese sonar pretencioso, Ayame. Ni un creído. De verdad que no —le aseguró—. Pero en parte esa medalla… —Vale, imposible que no sonase pretencioso con lo que iba a soltar. Pero es que tenía que soltarlo—. En Uzu ya me la colgaron cuando paré la bijūdama de Kokuō.
Así que no, no había sido para colgarse ninguna medalla extra.
—Ayame, ¿no lo ves? No lo sabíamos, pero, nos guste o no, compartimos algo que no compartimos con nadie más. —Bueno, excepto por cierto kusajin llamado Juro—. Somos guardianes jinchuuriki. Y no sé tú, pero yo odio serlo.
Especialmente en su etapa de pesadillas. Ahora, a decir verdad, era mucho más llevadero. Pero con Shukaku uno nunca podía estar tranquilo.
—¿No te tortura Kokuō? ¿No te hace… ver cosas? —Quizá no. Según le había revelado Juro, el suyo ni siquiera se había revelado hasta aquel encuentro—. A mí sí. A mí me tuvo más de un año sin poder casi dormir. Controlaba mis pesadillas. Me mostraba a Akame, a Nabi, a Eri, a Aiko… A todos mis amigos, muriéndose bajo mi propio fuego. Derritiéndose en llamas entre chillidos. Me mostraba a mi propia Villa llamándome traidor. Hacía que me torturasen. Que clavasen kunais, katanas, lanzas… por todo mi puto cuerpo. Me sacaban las tripas, los ojos, me arrancaban la cabeza y me paseaban por toda la Villa. Me mostraba a Aiko… —en ese momento, le tembló la voz—. Me mostraba a Aiko ahogándose bajo un lago. Llamando por mí. Yo… yo siempre llegaba tarde. Yo no…
Tuvo un amago de quebrársele la voz. Se detuvo. Le picaban los ojos y una sensación de angustia demasiado reconocible le llenó el pecho. Se tomó un breve momento para recomponerse y carraspeó.
Un verdadero Profesional no se emocionaba en público. Nunca.
—Así una y otra vez, Ayame. Cada maldita noche. Poco antes del Chūnin, empecé a ir por las noches al hospital a que me llenasen de narcóticos para al menos conciliar algo de sueño. Ah, funcionaba, sí, pero nunca me libraron de las pesadillas. Al Gran Shukaku no se le da esquinazo con unos meros somníferos inyectados en vena. Oh, no.
»¿Me preguntas qué quería? Impedir que alguien pasase por lo mismo de manera continua y sin descanso. —Eso y tener algo con lo que negociar ante Yui para recuperar a Aiko. Seguramente esto último tenía incluso más peso, pero de tanto hablar se le había pasado mencionar ese pequeño detalle—. Así que sí, intenté hacer lo que mejor se me da: mentir. Quería que Kokuō se confiase. Que me dejase acercarme para poder capturarla con un fuuinjutsu. No funcionó, claro, tuve que huir por patas. Y luego la que huyó fue ella. La jugada me salió mal, como suele salirme mal todo en esta vida. Pero, ¿por fama? —cuestionó—. No te discuto que me gusta llamar la atención. Como también tengo claro que jamás, jamás, me arriesgaría el cuello por ella.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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«¡Sí, eso es! ¡Está empezando a resignarse!», pensó Daruu cuando escuchó a Ayame resoplar. «¡Sigue atacando sus defensas, comprobarás lo buena que es! ¡Puede perdonar a un demonio!»
Lo que siguió no lo esperaba. No dijo nada, porque Datsue lo estaba haciendo tremendamente bien. Y además, se descubrió empatizando de una manera brutal cuando el muchacho comenzó a hablar de tú a tú con Ayame sobre ser un jinchuuriki. Datsue era un mentiroso compulsivo, y estaba intentando convencer a Ayame, así que al principio llegó incluso a dudar de que lo que estaba diciendo sobre las "visiones" de Shukaku fuera verdad. Pero el modo en el que habló de Aiko, el modo en el que se le quebró la voz...
—Mejor ten cuidado cuando hables de Kokuo... —"¿Por qué?" Se estaba imaginando Daruu que preguntaría, así que contestó de antemano—: No puedo explicarte por qué. Pero hazme caso. Llegado al momento... podremos contártelo.
»Bien, Datsue, la tienes a punto, ahora queda el golpe final. Escúchame atentamente, tienes que decirle...
¡Bien, joder, bien! ¡Lo había bordado! No tenía necesidad de que Daruu o nadie se lo dijese. Cuando a uno le salían las cosas bien, lo sentía. Ahora, la pelota estaba en el tejado de Ayame, y él ya nada podría hacer para…
—Mejor ten cuidado cuando hables de Kokuo...
«¿Ehm? ¿Qué? ¿Cómo? ¿Por qué tengo que…?»
—No puedo explicarte por qué. Pero hazme caso. Llegado al momento... podremos contártelo.
A Datsue no le quedó más remedio que fiarse de sus palabras, por extrañas que le pareciesen. Después de todo, en la operación Palomas Blancas, Daruu era el capitán del escuadrón. Debía obedecerle con la misma eficiencia y rapidez con que lo haría con un superior. Estadísticamente, estaba más que comprobado que así era cómo se obtenían los mejores resultados en misiones de cualquier índole.
Acto seguido, Ojo Blanco le detalló minuciosamente cuáles debían ser sus próximos movimientos. Dado ya el primer mazazo de frente, y aprovechando el aturdimiento del rival, era el momento de avisar a la caballería pesada para que surgiese desde el flanco y atacase con todo. Aprovechando la confusión generada y el ataque por la retaguardia, Datsue debía volver a reagrupar a sus tropas para liderarlas hacia un gran ataque final.
«¡Lo tengo, Ojo Blanco! ¡Lo tengo!»
—Y para que veas que voy en serio, Ayame, quiero que sepas que ya hice las paces con Daruu. —Oh, y ahí hacía sonar el cuerno de guerra para que Daruu saliese de la colina en una carga enfurecida—. Sí, lo sé, cuesta creerlo, ¿eh? Pero, ¿qué otra razón habría, Ayame, que no fuese el que hicimos las paces, para que Daruu me regalase… esto? —Datsue sacó de su portaobjetos el kunai con la marca de Daruu, enseñándosela. Ese kunai era, precisamente, la primera lanza de la caballería—. Y, ¿sabes qué más? Él me dijo… Me dijo que le gustaría que me dieses una oportunidad. Como él se la dio a Eri, gracias a…
»…ti.
Pam. ¡Pam! ¡PAM!
Si alguien hubiese grabado aquello, Datsue no se cansaría de verse una y otra vez en la pantalla del televisor maravillado por semejante espectáculo. No era por echarse flores, pero había sido perfecto, sencillamente perfecto. Un movimiento de pinza —también conocido como doble envolvimiento—, con el que todo estratega soñaba con realizar una vez en la vida. Una ejecución limpia, por un flanco, por el otro, la retaguardia, de frente… Simplemente…
Simplemente orgásmico.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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—No quisiese sonar pretencioso, Ayame. Ni un creído. De verdad que no —aseguró—. Pero en parte esa medalla… En Uzu ya me la colgaron cuando paré la bijūdama de Kokuō.
—Eso va a ser lo único que te agradezca en la vida —le espetó ella. Y era cierto, de no ser porque aquel Uchiha consiguió bloquear, de algún modo que aún no conseguía explicarse, la bijuudama de Kokuō, Ayame habría tenido que cargar sobre su conciencia con la muerte de decenas de personas inocentes y completamente ajenas a su disputa.
—Ayame, ¿no lo ves? No lo sabíamos, pero, nos guste o no, compartimos algo que no compartimos con nadie más. Somos guardianes jinchuuriki. Y no sé tú, pero yo odio serlo —Allá atacaba de nuevo Datsue, la nueva táctica era la de tender un puente entre ambos—. ¿No te tortura Kokuō? ¿No te hace… ver cosas? —preguntó, y Ayame le miró de reojo, en silencio—. A mí sí. A mí me tuvo más de un año sin poder casi dormir. Controlaba mis pesadillas. Me mostraba a Akame, a Nabi, a Eri, a Aiko… A todos mis amigos, muriéndose bajo mi propio fuego. Derritiéndose en llamas entre chillidos. Me mostraba a mi propia Villa llamándome traidor. Hacía que me torturasen. Que clavasen kunais, katanas, lanzas… por todo mi puto cuerpo. Me sacaban las tripas, los ojos, me arrancaban la cabeza y me paseaban por toda la Villa. Me mostraba a Aiko… Me mostraba a Aiko ahogándose bajo un lago. Llamando por mí. Yo… yo siempre llegaba tarde. Yo no…
Ayame escuchó a la perfección cómo se le quebraba la voz, y aquello removió algo en su interior. Un sentimiento que no estaba dispuesta a admitir hacia Uchiha Datsue por nada del mundo. Un sentimiento muy similar a la c...
«Ah... Clásico de Shukaku... La tortura y el sadismo siempre ha estado en su naturaleza.»
«A eso te referías con que habíamos tenido suerte que nos hubiesen revertido el sellado a nosotras...» Comprendió Ayame, horrorizada. No quería hacerlo, lo último que deseaba era ponerse en la piel de su enemigo, pero de sólo imaginar estar soportando unas pesadillas así todas las noches... Ella se habría vuelto loca.
Ayame se removió, con una extraña opresión en el pecho. Nunca nadie se había molestado en hablar con ella sobre lo que significaba ser un jinchuriki. Todo el mundo había asumido de forma automática que ella era la Guardiana, pero nunca nadie se había parado a preguntarle cómo se sentía al respecto. Nunca nadie había hablado con ella sobre ello. Y ahora el Destino, caprichoso, había querido que fuera precisamente Uchiha Datsue el que se abriera a ella de ese modo. Era...
—Así una y otra vez, Ayame. Cada maldita noche. Poco antes del Chūnin, empecé a ir por las noches al hospital a que me llenasen de narcóticos para al menos conciliar algo de sueño. Ah, funcionaba, sí, pero nunca me libraron de las pesadillas. Al Gran Shukaku no se le da esquinazo con unos meros somníferos inyectados en vena. Oh, no.
»¿Me preguntas qué quería? Impedir que alguien pasase por lo mismo de manera continua y sin descanso. Así que sí, intenté hacer lo que mejor se me da: mentir. Quería que Kokuō se confiase. Que me dejase acercarme para poder capturarla con un fuuinjutsu.
«¡JA! ¡Lo sabía! Maldito humano...»
—No funcionó, claro, tuve que huir por patas. Y luego la que huyó fue ella. La jugada me salió mal, como suele salirme mal todo en esta vida. Pero, ¿por fama? No te discuto que me gusta llamar la atención. Como también tengo claro que jamás, jamás, me arriesgaría el cuello por ella. Y para que veas que voy en serio, Ayame, quiero que sepas que ya hice las paces con Daruu —añadió de golpe, varios segundos después.
Y Ayame levantó la cabeza de golpe.
—¡¿QUÉ?!
—Sí, lo sé, cuesta creerlo, ¿eh? Pero, ¿qué otra razón habría, Ayame, que no fuese el que hicimos las paces, para que Daruu me regalase… esto? —le cuestionó, y cuando Datsue se llevó una mano al portaobjetos Ayame hizo lo mismo, recelosa. Pero aunque sacó un kunai, lo que evitó que la muchacha tomara la iniciativa fue la pequeña marca que se adivinaba en su mango: Caramelo. La marca con la que Daruu se convocaba a sí mismo gracias a su técnica de invocación.
Ayame se había quedado lívida de la impresión y miró a Datsue directamente a los ojos. ¡No tenía sentido! Estaba hablando de que había hecho las paces con Daruu. El mismo Daruu que desdeñaba de todos los Uzujines como si de ratas de alcantarilla se tratasen, el mismo Daruu que se enfadó con ella cuando se enteró de que había enviado una carta en secreto a Hanabi, el mismo Daruu... Además, conociendo el secretismo que tenía con aquella técnica tan suya, se le hacía inimaginable que compartiera sus secretos con nadie. Mucho menos con un ninja de Uzushiogakure. Mucho menos con un Uchiha. Quiso decirle que no sabía de lo que estaba hablando, quiso decirle que se lo estaba inventando... O quizás habían descubierto su secreto y ahora trataba de engañarla dibujando él mismo aquel símbolo para debilitar su confianza. Pero...
—Y, ¿sabes qué más? Él me dijo… Me dijo que le gustaría que me dieses una oportunidad. Como él se la dio a Eri, gracias a… ti.
Ayame retrocedió de golpe, respirando agitadamente.
—¡NO! —bramó, agitando un brazo en el aire como si eso bastara para ahuyentarle—. ¡No sé como lo haces! ¡No sé cómo has hecho para enterarte de todo eso! ¡Pero mientes! ¡Seguro que mientes! ¡Como siempre haces!
Le odiaba. Pero se odiaba aún más a sí misma. Se odiaba por volver a llorar de aquella manera. Se odiaba por volver a sentir algo que no fuera odio hacia Uchiha Datsue. Se odiaba por no ser capaz de cumplir las promesas que se hacía a sí misma. Se dijo que no volvería a premitir que Kokuō la dominara, y poco después un General la dominó por completo. Se dijo a sí misma que no volvería a creer a Uchiha Datsue ni aunque le prometiera que el agua mojara, y...
—¡¿Por qué?! —sollozó—. ¿Por qué me lo haces tan difícil, Uchiha? ¡¿Por qué no puedo odiarte?!
Datsue lanzó la piedra y Daruu esperó con los ojos cerrados, visualizando las ondas que crearía sobre la superfície del Agua. Finalmente, la muchacha, desesperada, perdió la compostura de forma definitiva y pasó a una especie de fase de negación. Como esperaba, las mentiras de Datsue se habían estado acumulando la una sobre la otra durante demasiado tiempo, durante meses. Iba a ser difícil que, incluso un mago de las palabras como Datsue, convenciese a Ayame fácilmente.
—¡¿Por qué?! —sollozó—. ¿Por qué me lo haces tan difícil, Uchiha? ¡¿Por qué no puedo odiarte?!
Y sin embargo, habían trucos que Datsue desconocía. Por eso, Daruu cerró el libro de fantasía que fingía leer y lo dejó con cuidado encima de la mesita de noche. Cerró los ojos y desactivó el sello que le comunicaba con la escena.
Ocurrió algo entonces bastante mágico, pues el símbolo de Caramelo, en las vendas del kunai que empuñaba Datsue, se desintegró poco a poco, como granos de arena que se lleva el viento.
Hubo un estallido de humo.
Daruu estaba allí.
—Porque crees en la bondad de la gente. Crees en la bondad de todos. —Daruu miró con suspicacia a Ayame. Cerró los ojos y pronunció estas palabras que os cuento con toda la intención del mundo—: Aunque los hayas conocido toda tu vida como unos monstruos. ¿Verdad, Ayame?
De todo lo que se podría haber imaginado, de todas las reacciones que hubiese podido prever, aquella, sin duda, no era una de ellas. No era solo que Ayame estuviese llorando —que también—, sino la forma en que le preguntó, como enfadada consigo misma, que por qué no podía odiarle.
Sintió algo en el pecho al oírlo. Algo que le hizo sentir mal consigo mismo. Algo que le avergonzó. Por primera vez, se dio cuenta de hasta dónde habían llegado sus acciones. Hasta dónde la había empujado por meras minucias. A ella. Una chica normal, lejos de la imagen que había vendido a sus camaradas y, especialmente, a sí mismo. Una igual. Una Guardiana como él.
Lo peor de todo es que Datsue sí que no sabía cómo reaccionar ante aquellas situaciones, que muchas veces le superaban. «Míster Intrépido a Ojo Blanco. Míster Intrépido a Ojo Blanco. Solicito refuerzos de inmediato. Repito, solicito refuerzos de inmediato. ¿Qué coño hago? ¡Eh! ¿¡Qué coño hago ahora!?» Datsue no se atrevía a materializar sus pensamientos en susurros, por temor a que Ayame lo notase. Pero esperaba, rezaba, porque Daruu, de alguna forma, le oyese.
Y vaya que si le oyó.
¡Pluff!
Los refuerzos habían llegado. No en forma de consejo susurrado al oído, sino directamente la ayuda en persona. Daruu se había materializado tras una nube de humo y respondido por él a la pregunta de Ayame.
—Porque crees en la bondad de la gente. Crees en la bondad de todos. Aunque los hayas conocido toda tu vida como unos monstruos. ¿Verdad, Ayame?
»Y esa... es tu mayor virtud.
—¡Uou! ¡Vaya! Qué… grata... ¡sorpresa! —«¡Daruu por tu madre eh! Cómo le digas ahora que me estuviste chivando lo que decir nos mata a los dos. ¡Por tu madre de lo pido, piensa lo que haces!»
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Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
30/03/2019, 12:19 (Última modificación: 30/03/2019, 13:24 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
Ni con toda la imaginación que tenía, podría haber llegado a imaginar la respuesta que estaba a punto de recibir. De hecho, ni siquiera la recibió de Uchiha Datsue. Un súbito estallido de humo hizo que Ayame levantara todas sus alarmas.
«¡Lo sabía! ¡Sabía que no tenía que haberme fi...» Se maldijo internamente, pero tuvo que interrumpirse a media frase cuando entre los jirones de humo le pareció distinguir una silueta de cabellos negros como la noche, de mechones desordenados que se alzaban rebeldes en contra de los designios de la gravedad. «N... no puede ser...» Ayame había abierto los ojos como platos, lívida y rígida como una tabla.
—Porque crees en la bondad de la gente. Crees en la bondad de todos. Aunque los hayas conocido toda tu vida como unos monstruos. ¿Verdad, Ayame? Y esa... es tu mayor virtud.
«Kokuō...» La imagen del bijuu apareció en su mente; sin embargo, fue de forma tan efímera como el destello de una estrella fugaz en el cielo nocturno. Y es que Amedama Daruu había aparecido junto a Datsue.
—¡Uou! ¡Vaya! Qué… grata... ¡sorpresa! —formuló el Uchiha.
La pobre muchacha alternaba la mirada entre uno y otro, absolutamente atónita y sin ser capaz de dar crédito a lo que estaban viendo sus ojos.
—Q... ¿Qué...? N... no... —balbuceó Ayame, pero de un momento a otro sacudió la cabeza con una determinación que estaba muy, pero que muy lejos de sentir—. ¡Ah, no! ¡No me vas a engañar con un clon transformado, Uchiha Datsue! —bramó.
Aunque dentro de ella sabía bien, muy bien, que esa realidad que quería creer no era la real.
Daruu se cruzó de brazos, torció la cabeza y sonrió. Dio un par de pasos hacia un lado, los brazos detrás de la cabeza de forma perezosa.
—Te compraste el algodón de azúcar de color azul a propósito durante nuestro viaje a Notsuba —dijo, perezosamente—. ¿Es suficiente detalle para que me creas o necesito darte más?
»Ayame, Datsue ha entendido que el verdadero mal de Oonindo son los Generales de Kurama. A ellos les viene de puta madre que estemos divididos y peleándonos —dijo—. Y luego, mientras estamos pensando en guerras y en mierdas, te capturan a ti, se infiltran en Uzu y se cargan a Akame... —expuso—. Creo que todos estamos pensando en los nuestros, pero nadie está pensando en el conjunto. Ahora que nuestros líderes han firmado una Alianza, creo que está en nuestra mano protegerla de la mejor forma.
Señaló a Datsue.
—Este tipo ha cometido muchos errores, pero una vez luché a su lado, y sé que en el fondo es buena persona. Quizás, demasiado pasional. —Miró a Datsue de reojo—. ¡Un liante! Un bromista. Pero mejor que sea también...
»...un amigo.
Suspiró. Clavó los ojos en Ayame.
—Conocemos a alguien que mató miles de inocentes porque tenía... sus propios problemas —dijo—. Datsue estaba muy, muy confuso por muchas cosas. Quizás no al principio, cuando lo de las cebollas. —Todavía le parecía ridículo—. Pero él ya le tenía tirria a Amegakure porque sabía que Aiko estaba sellada bajo el lago. Y luego te transformaste en ella sin saber muy bien tú lo que le había pasado. Y Datsue perdió del todo la cabeza y ya fue algo personal.
¿Un clon transformado? Ah, esa hubiese sido buena. Pero no, hacía tiempo que había dejado su etapa bromista para centrarse en cosas más importantes. Como por ejemplo, la venganza de su Hermano. Daruu cortó cualquier atisbo de duda revelando una información que solo ellos dos podían conocer.
Luego, por si las defensas de Ayame todavía seguían en pie, lanzó un último ataque perfectamente medido y calculado: le recordó la Alianza de sus Kages; le recordó que a los Generales les convenía que ellos estuviesen así, divididos y enfrentados.
Por si no bastase, Daruu aplicó la vieja táctica de la comparación exagerada. La vieja táctica de la comparación exagerada consistía en quitarle hierro al lado no querido de la balanza y reforzar los defectos del lado querido para ponerlas al mismo nivel. Por ejemplo, a los actos de Datsue los llamaba bromas pesadas de un liante sin verdadera malicia. A los de la otra persona —a quien debían haber perdonado por algo—, los llamaba asesinatos en masa de vidas inocentes. Supuso Datsue, estarían hablando de un matarife o un pescador, y la exageración venía porque Ayame y Daruu debían pertenecer a algún movimiento animalista radical.
Porque era imposible que aquella frase fuese estrictamente cierta, ¿verdad?
«¡¡¡JAAAAAAJIAJIAJIAJIA!!!»
¿Verdad…?
—Ehm… Sí, exacto —dijo Datsue, tras conseguir centrarse de nuevo en el tema principal—. Tu transformación en Aiko… Sí, me sacó totalmente de mis casillas —reconoció—. Pero ahora, con los Generales, y lo que sucedió con mi Hermano… me di cuenta de lo que verdad importa. ¿De verdad vamos a seguir malgastando energía en estas viejas rencillas? ¿Cuándo hay un puñado de Generales ahí afuera, comandados por Kurama, que quieren acabar con nosotros? Llegaron a ti, Ayame. Llegaron a mi Hermano. Llegarán a Juro, llegarán a mí, y, un día, volverán a llegar a ti. Por mucha seguridad que tengamos en la Villa, fuera, seguimos siendo blanco fácil.
»Y no os lo negaré, en parte, quiero que den conmigo —masculló con rabia—. Somos como somos, y hay cosas que no cambian. Lie la que lie por un polvo interrumpido, creedme cuando os digo que la muerte de Uchiha Akame no quedará impune. —Lo juraba. Lo juraba. Lo juraba…—. Pero, independientemente de eso, los Generales buscan mucho más que nuestros bijūs. Buscan acabar con todos nosotros. Con la paz. Con lo que hoy en día conocemos como Oonindo.
»Estoy de acuerdo en que la Alianza de las Tres Grandes es un buen paso y que está muy bien. Pero yo digo: la Alianza de los Tres Jinchūrikis estaría mejor —afirmó, embriagado por la emoción. Avanzó un paso hacia Ayame—. Yo digo que si la punta de lanza de cada Villa apunta en la misma dirección, Ayame, ni los ocho Generales juntos podrán detenernos. ¡Yo digo que forjemos el Tridente más famoso y exitoso que ha conocido la historia! ¡Un equipo imbatible, formado enteramente por Guardianes! ¡Un equipo que haga cagarse pata abajo al mismísimo Kurama!
»¡Yo digo que hoy empecemos a hacer la diferencia! ¡Yo digo que hoy demos el primer paso para la Alianza de los Tres Jinchūrikis! ¡Yo digo que el día de hoy se enseñe en un futuro en todas las Academias ninja como el principio del fin de Kurama y sus Generales!
»¿Qué dices tú, Ayame? —se adelantó dos pasos y le tendió una mano—. ¿Estás conmigo?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—Te compraste el algodón de azúcar de color azul a propósito durante nuestro viaje a Notsuba —esgrimió Daruu, con una precisión letal—. ¿Es suficiente detalle para que me creas o necesito darte más?
Daruu, que hasta hacía relativamente poco había sido absolutamente radical con el tema de Uzushiogakure, no sólo había hecho las paces con Eri... sino con Uchiha Datsue. ¿Cómo era eso posible?
—Ayame, Datsue ha entendido que el verdadero mal de Oonindo son los Generales de Kurama. A ellos les viene de puta madre que estemos divididos y peleándonos —dijo—. Y luego, mientras estamos pensando en guerras y en mierdas, te capturan a ti, se infiltran en Uzu y se cargan a Akame... Creo que todos estamos pensando en los nuestros, pero nadie está pensando en el conjunto. Ahora que nuestros líderes han firmado una Alianza, creo que está en nuestra mano protegerla de la mejor forma. —En ese momento señaló al Uchiha—. Este tipo ha cometido muchos errores, pero una vez luché a su lado, y sé que en el fondo es buena persona. Quizás, demasiado pasional. ¡Un liante! Un bromista. Pero mejor que sea también... un amigo.
Ayame le miró, ceñuda. ¿Un amigo? ¿Un bromista? ¿A eso se veía reducido todo lo que les había hecho ese zorro astuto? Pero, como si Daruu le estuviera leyendo la mente, clavó la mirada en ella y añadió.
—Conocemos a alguien que mató miles de inocentes porque tenía... sus propios problemas.
«Ni se le ocurra comp...»
—Tú y yo sabemos bien que las circunstancias entre ellos dos son muy diferentes —replicó Ayame, con fiereza. Prácticamente reproduciendo en voz alta los sentimientos de Kokuō.
—Datsue estaba muy, muy confuso por muchas cosas. Quizás no al principio, cuando lo de las cebollas. Pero él ya le tenía tirria a Amegakure porque sabía que Aiko estaba sellada bajo el lago. Y luego te transformaste en ella sin saber muy bien tú lo que le había pasado. Y Datsue perdió del todo la cabeza y ya fue algo personal.
Ayame frunció los labios. Pero entonces llegó el turno de Datsue.
—Ehm… Sí, exacto. Tu transformación en Aiko… Sí, me sacó totalmente de mis casillas —reconoció y Ayame apartó momentáneamente la mirada, culpable—. Pero ahora, con los Generales, y lo que sucedió con mi Hermano… me di cuenta de lo que verdad importa. ¿De verdad vamos a seguir malgastando energía en estas viejas rencillas? ¿Cuándo hay un puñado de Generales ahí afuera, comandados por Kurama, que quieren acabar con nosotros? Llegaron a ti, Ayame. Llegaron a mi Hermano. Llegarán a Juro, llegarán a mí, y, un día, volverán a llegar a ti. Por mucha seguridad que tengamos en la Villa, fuera, seguimos siendo blanco fácil. Y no os lo negaré, en parte, quiero que den conmigo —añadió, con rabia contenida—. [sub=mediumturquoise]Somos como somos, y hay cosas que no cambian. Lie la que lie por un polvo interrumpido, creedme cuando os digo que la muerte de Uchiha Akame no quedará impune. Pero, independientemente de eso, los Generales buscan mucho más que nuestros bijūs. Buscan acabar con todos nosotros. Con la paz. Con lo que hoy en día conocemos como Oonindo.
»Estoy de acuerdo en que la Alianza de las Tres Grandes es un buen paso y que está muy bien. Pero yo digo: la Alianza de los Tres Jinchūrikis estaría mejor —afirmó, con un tinte de emoción en su voz que fue alzándose poco a poco, como las ascuas que terminan convertidas en auténticos infiernos. Avanzó un paso hacia Ayame, y en aquella ocasión ella no retrocedió, porque le estaba escuchando con una atención que jamás habría deseado dedicarle—. Yo digo que si la punta de lanza de cada Villa apunta en la misma dirección, Ayame, ni los ocho Generales juntos podrán detenernos. ¡Yo digo que forjemos el Tridente más famoso y exitoso que ha conocido la historia! ¡Un equipo imbatible, formado enteramente por Guardianes! ¡Un equipo que haga cagarse pata abajo al mismísimo Kurama! ¡Yo digo que hoy empecemos a hacer la diferencia! ¡Yo digo que hoy demos el primer paso para la Alianza de los Tres Jinchūrikis! ¡Yo digo que el día de hoy se enseñe en un futuro en todas las Academias ninja como el principio del fin de Kurama y sus Generales! ¿Qué dices tú, Ayame? —añadió, tendiéndole una mano—. ¿Estás conmigo?
Pero Ayame alternaba la mirada entre aquella mano traicionera y los ojos del muchacho. Su cabeza zumbaba como un enjambre de abejas enardecidas, las dudas y las preguntas y responder se agolpaban como un caótico torbellino. Sin embargo, decidió volcar toda su atención en aquel tema.
—No —sentenció, tras varios largos segundos. Pero aquel rechazo no tenía nada que ver con la enemistad que tenía con aquel Uchiha, nada más lejos de la realidad—. Escúchame bien, Datsue, olvida eso, no tenemos nada que hacer contra esos Generales. Entiendo muy bien que quieras vengar a Akame, pero lo único que vas a conserguir va a ser meterte en las fauces del lobo —o del Zorro, en este caso—. Los Generales quedan muy lejos de nuestro alcance, y ni siquiera como jinchuuriki podemos hacer prácticamente nada contra ellos.
»Yo misma tuve un encontronazo con uno de ellos, ¡y no pude hacer nada! Intenté huir y me abatió de un solo golpe. ¡Uno! Si uno solo de esos Generales es capaz de hacer algo así, ¿cómo serán el resto? ¿Cómo serán todos juntos? Tenemos que mantenernos unidos, sí, y por la Alianza juré que defendería al resto de jinchuriki si llegaba a darse el caso. Incluso a ti, pese a nuestras... diferencias. Pero lanzarnos los tres contra ellos es un suicidio, significaría entregarles los bijuu en bandeja de plata. Y puede que Kokuō no quisiera unirse a él, pero no sé qué opinará el resto al respecto.
El discurso de Daruu casi llegó al corazón de Ayame. Casi. Al comparar a Datsue con Kokuo, Daruu esperaba comprensión, pero estuvo a punto de rozar la indignación, y así se lo hizo saber una Ayame al borde de la explosión. Daruu abrió la boca para intentar reconducir la situación, pero entonces Datsue se le adelantó —afortunadamente— y soltó un emotivo discurso en el que trataba de convencer a Ayame de que era más necesario estrechar lazos que romperlos. Pero luego se desvió por completo de la intención inicial, y acabó proponiendo una especie de organización aparte, una Alianza de... ¿jinchuurikis?
Evidentemente, Ayame se negó. Frustrada por la facilidad con la que fue derribada, Ayame trató de explicarle a Datsue que no tenían nada que hacer contra los Generales.
Además, Daruu dudaba mucho que Kokuo permitiese un ataque directo a uno de sus hermanos, por muy hijo de puta que este fuera.
El muchacho se cruzó de brazos, cerró los ojos y avanzó hasta ponerse en medio de ellos dos. Extendió los brazos, miró a un lado y a otro.
—Sí, sí que podemos con los Generales, Ayame —protestó Daruu, mirándola, pero luego cambió la mirada a Datsue, y añadió—: Pero la solución no es que vayáis los tres objetivos de los Generales a por los propios Generales, es estúpido. Además... —Sonrió—. ¿Qué os estáis, olvidando de mi?
Suspiró.
»Hagamos a nuestras aldeas fuertes. No tiene sentido hacer cosas a sus espaldas, sólo trae consecuencias nefastas. —Miró a Ayame, luego a Datsue—. Además, para proteger a Oonindo ya existe un grupo de élite... Al que estoy considerando... unirme.
»Hoy ha llovido nueve, Datsue. Pero nuestra colaboración, nuestra amistad... no tiene por qué acabar en este reencuentro tan curioso.