Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió a Daruu, que no paraba de insistir en el tema. Cruzó las piernas sobre la arena, sentado, y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
El equipo Llueve Nueve. Daruu no sabía si eso le gustaba o no le gustaba. Había algo en todo ello que le parecía sinceramente mal, y eso también le causaba cierto remordimiento. Debía ser, se dijo, que aquella renovada amistad con Datsue todavía no había terminado de asentar. Su vieja desconfianza hacia los uzujin —y créanme, había pocos uzujin más uzujin que aquél, quizás el Uzukage que estaba durmiendo, al menos que sea ya por el cargo— le pesaba.
Datsue miró a Daruu, luego a Ayame, y luego de reojo a Hanabi.
—Bien, la cosa fue reñida. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... —El viejo Datsue trató de poseerle por unos instantes, pero él le apartó cortando por lo sano:—. En fin, sí. Gané yo.
En otras circunstancias, Daruu no le habría creído. Claro que no lo habría hecho, Uchiha Datsue era, además de un uzujin más uzujin de todos los uzujin, el mentiroso más mentiroso de todo Oonindo. Pero le creyó. El caso es que le creyó, y no supo por qué.
—Bien hecho. —El amejin se dejó caer de nuevo sobre la arena. Sobre él recaía ahora otro peso más. En su duelo a Amekoro Yui, tendría que ganar. ¿Acaso iba a ser menos que Datsue?
Pero el Uchiha le restó importancia al asunto, agitando una mano en el aire.
—Solo se quedó agotado por el consumo de chakra tan bestia que hizo, pero está más entero que yo. No te preocupes, volverá a estar a tope en menos de lo que un kusareño tarda en decir: ¡me rindo!
Se rio de su propio chiste, y aunque Ayame esbozó una sonrisa temblorosa no se quedó del todo tranquila. Quizás fueran gajes del oficio. Estaban hablando del Uzukage, después de todo, procurar su seguridad era la máxima prioridad de cualquier shinobi que se considerara como tal.
—Eso espero... —expresó.
—¡Ay! Está bien, está bien, cooñoo —respondió entonces a Daruu, exasperado ante su insistencia. Datsue cruzó las piernas sobre la arena y apoyó los antebrazos en las rodillas—. Pero que quede entre nosotros, ¿hmm? Que quede en el equipo Llueve Nueve.
«Somos... ¿un equipo?» Ayame no pudo evitar sentirse algo inquieta ante la idea al comparar aquel concepto con el que tenían Daruu y ella como el Equipo Kori. ¿Era lo mismo? ¿De verdad estaban en el mismo equipo? Se ruborizó ligeramente. Seguía pareciéndole algo marciano, después de todo lo que habían pasado.
Datsue clavó sus pupilas en Daruu, después en Ayame y por último miró de reojo a su líder.
—Bien, la cosa fue reñida —comenzó a relatar—. Muy reñida. Un combate de unas dimensiones como nunca había tenido. Jodidamente apoteósico. Y, bueno, como os estaréis imaginando... En fin, sí. Gané yo.
El tiempo pareció detenerse por completo. Uno. Dos. Hasta tres segundos pasaron completamente congelados en el sitio como las aguas calmas de un lago. Hasta que se lanzó la piedra.
—¡Venga ya! —exclamó Ayame, con una risotada.
—Bien hecho —respondió Daruu, sin embargo.
Ayame se volvió de golpe hacia él, a tiempo de ver cómo se dejaba caer de nuevo en la arena.
—¿En serio te lo vas a tragar? —le preguntó, anonadada—. ¡Estamos hablando de Sarutobi Hanabi! ¡El Uzukage! ¡El shinobi más poderoso de Uzushiogakure! ¡¿Cómo va a vencerle, Datsue?!
Puede que aquello fueran también gajes de oficio. Ayame había pasado por demasiadas mentiras y trolas de aquel Uchiha como para creerle tan fácilmente.
Datsue tuvo ganas de reírse ante los comentarios indignados de Ayame. Quizá porque le dolía todo el cuerpo, o quizá simplemente porque seguía agotado, apenas pudo esbozar una sonrisa en su lugar. Era curioso: antaño hubiese odiado que le tachasen de mentiroso. No había cosa que detestase más en el mundo que cuando en un arranque de sinceridad contaba una verdad y no le creían.
Se lo había ganado a pulso, supuso.
—En una cosa estás en lo cierto, Ayame —dijo en cambio, desviando la mirada hacia Hanabi—. Hanabi es el ninja más poderoso de Uzushiogakure no Sato. Y permitidme deciros, sin fuerzas ni ganas de entrar en ningún debate, que de Oonindo también.
No lo decía por decir. No lo decía por admiración. Por orgullo, o por mero patriotismo. El chakra de Hanabi estaba ahí, a la vista de todo Uchiha y todo Hyuuga. Y al alcance de sentirlo de todo ser vivo. Claro que, tenía que reconocer, Hanabi hacía un trabajo maravilloso para ocultárselo a estos últimos.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Daruu desvió la vista al enclenque y escuchimizado Uzukage, ahora derramado de cualquier manera en el suelo. No tenía problemas para creer a Datsue: si alguien era Kage era Kage por algo. Quizás por algo que no era capaz de verse a simple vista. Un jutsu, una técnica de lucha... un shinobi aprende con el tiempo a nunca subestimar a otro. Hacía un tiempo, creía que nadie podía vencer a un Hyūga en taijutsu, y sin embargo un muchacho llamado Daigo con el que entabló cierta camaradería casi fue capaz de sacarlo del ring del Torneo de los Dojos de un buen tortazo.
Luego estaba el orgullo. Yui era la mejor, siempre y bajo ningún concepto. Cualquier amejin hubiese defendido con bravuconería dicha afirmación. Daruu era muy amejin, pero también estaba muy cansado. Suspiró.
—Mientras lo tengamos a nuestro lado contra los Generales y contra Dragón Rojo, a mí me vale —admitió.
14/01/2020, 10:34 (Última modificación: 14/01/2020, 10:34 por Aotsuki Ayame.)
—En una cosa estás en lo cierto, Ayame —respondió Datsue, desviando la mirada hacia Hanabi—. Hanabi es el ninja más poderoso de Uzushiogakure no Sato. Y permitidme deciros, sin fuerzas ni ganas de entrar en ningún debate, que de Oonindo también.
—Mientras lo tengamos a nuestro lado contra los Generales y contra Dragón Rojo, a mí me vale —fue todo lo que dijo Daruu al respecto.
Y ya estaba. Sin contraargumentos sobre quién era mejor Kage, sin réplicas a la verdad formulada por el Uchiha, nada. No hubo nada más. Ayame parpadeó varias veces, genuinamente sorprendida y sus ojos se volvieron hacia el cuerpo inerte de Sarutobi Hanabi. Ayame no había tenido ninguna oportunidad de hablar cara a cara con él, pero después de lo ocurrido en el examen de Chunin, aquel hombre se había ganado el profundo respeto de la muchacha. Casi tanto como si fuera su propio líder. Pero... ¿entonces iba en serio? ¿De verdad Datsue había vencido con sus propias manos al mismísimo Uzukage? ¿De verdad era posible vencer a un Kage?
No debería extrañarle tanto, supuso. Ella misma había visto de lo que era capaz el Uchiha: desde todas aquellas infantiles triquiñuelas con las técnicas de sellado hasta aquel gigante de chakra capaz de aplastar montañas... ¿Y no había mencionado que le habían recomendado para Kage en Uzushiogakure?
De repente, algo hizo click en su cabeza, y Ayame palideció súbitamente.
—Esto... acabo de recordar... que se me olvidó colocar una marca en casa antes de venir aquí... —balbuceó, llena de terror—. Y la única que tengo en Amegakure está en las celdas de Yui...
Y lo último que se le ocurría como definición de buena idea era aparecer de la nada entre aquellos barrotes.
«¿En las celdas de Yui?» El Uchiha a punto estuvo de preguntar para qué las necesitaba, teniendo en cuenta el hábito de la Arashikage por degollar a los que consideraba sus enemigos —y sellarlos en lagos si estos, por algún motivo, eran inmortales—. ¡A buen seguro estarían siempre vacías!
Pero se contuvo en el último momento.
—Si se me permite la sugerencia, yo empezaría con un: Hola, nos hemos topado con un General de Kurama y lo hemos matado. A partir de ahí seguramente vaya todo rodado.
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14/01/2020, 18:56 (Última modificación: 14/01/2020, 21:49 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Tranquila, Ayame —rio Daruu, agitando una mano en el aire—. Yo sí que tengo una marca en mi casa. Podemos volver juntos.
Ayame dejó escapar el aire por la nariz, algo más relajada pero no del todo satisfecha. Había abandonado su hogar sin decir nada a nadie, que la vieran atravesando de nuevo la puerta sin haber salido por ella iba ser una escena cuanto menos... curiosa.
—Mejor preocúpate en buscar cómo explicarle a Yui todo esto —añadió su compañero, hundiéndola de un solo golpe.
Si antes se había quedado pálida, oh, creedme cuando os digo que no tenía nada que ver con lo que estaba sufriendo aquellos momentos.
Rozaba el ataque de ansiedad.
—Si se me permite la sugerencia —intervino el Uchiha—., yo empezaría con un: Hola, nos hemos topado con un General de Kurama y lo hemos matado. A partir de ahí seguramente vaya todo rodado.
Ayame dejó escapar un risilla histérica.
—No... Nononono... No va a funcionar. ¿Nos hemos topado? ¡Si todo el mundo sabía que estábamos dentro de nuestras casas, a salvo! ¡¡Y nos hemos cruzado medio Ōnindo en un parpadeo para encontrarnos con este General!! Nos va a matar, Daruu, nos va a matar...
—Si se me permite la sugerencia, yo empezaría con un: Hola, nos hemos topado con un General de Kurama y lo hemos matado. A partir de ahí seguramente vaya todo rodado.
Daruu rio.
—Bueno, puede parecer una forma absurda de hacerlo, pero a Yui en verdad le gustan las cosas directas y a la cara. Así que quizá algo de razón tienes.
—No... Nononono... No va a funcionar. ¿Nos hemos topado? ¡Si todo el mundo sabía que estábamos dentro de nuestras casas, a salvo! ¡¡Y nos hemos cruzado medio Ōnindo en un parpadeo para encontrarnos con este General!! Nos va a matar, Daruu, nos va a matar...
Daruu gruñó y se tapó ambas manos con la cara. Se levantó de un salto y le tendió una mano a Ayame.
—Bien, pues si nos tiene que matar, carajo, ¡que sea ahora mismo! —bramó el shinobi, decidido—. ¡Vámonos para el despacho! Soy jōnin, supuestamente puedo actuar por mi cuenta si la necesidad apremia. ¡Y era un General! ¡Y estaba amenazando a un jinchūriki! ¡Literalmente estamos cumpliendo la firma de la Alianza paso por paso!
En otras circunstancias, hubiese dicho que estaban exagerando. Que, obviamente, ningún Kage mataría a sus discípulos por cumplir con la Alianza y asesinar a su mortal enemigo. Pero hablaban de la Arashikage, hablaban de Yui. Con ella, nunca se sabía.
—Bueno, bueno. Si las cosas se complican, técnica de teletransportación y adiós, ¿eh? —¡Lo tenían fácil!—. En Uzu podríamos daros asilo político —bromeó—. Va, va. Daruu tiene razón. En estos casos, cuánto antes te lo quites de encima, mejor. —O el agobio y la presión se convertían en piedras sobre tu pecho cada vez más grandes.
»Suerte, amigos míos. —Se señaló el sello debajo de la oreja—. Estamos en contacto.
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Daruu gruñó ante los gimoteos de Ayame. Se levantó de un salto y le tendió una mano para ayudarla a incorporarse.
—Bien, pues si nos tiene que matar, carajo, ¡que sea ahora mismo! —bramó decidido—. ¡Vámonos para el despacho! Soy jōnin, supuestamente puedo actuar por mi cuenta si la necesidad apremia. ¡Y era un General! ¡Y estaba amenazando a un jinchūriki! ¡Literalmente estamos cumpliendo la firma de la Alianza paso por paso!
Ayame torció la boca, no demasiado convencida. Si no era Yui quién la matará, iba a ser su padre por desaparecer de esa manera. Estaba condenada.
—Bueno, bueno. Si las cosas se complican, técnica de teletransportación y adiós, ¿eh? En Uzu podríamos daros asilo político —bromeó Datsue, aunque Ayame no supo dilucidar cuánto había de verdad y cuánto de broma en su afirmación—. Va, va. Daruu tiene razón. En estos casos, cuánto antes te lo quites de encima, mejor. Suerte, amigos míos. Estamos en contacto —añadió, señalándose la oreja.
Eso le recordó algo a Ayame, que miró a su alrededor buscando algo. No lo encontró, y tomó una concha en su lugar. Se mordió el pulgar y con su sangre volvió a dibujar el ideograma de Luna en su superficie. Se lo tendió al Uchiha.
—Por lo que pudiera pasar. Pero no os topéis con más Generales, ¿eh? —sonrió—. Cuidaos. Y cuídate —añadió, señalando a Hanabi—. ¡Nos vemos!
—Un momento, Ayame —le dijo Daruu, y tomó la concha que acababa de marcar con su sangre. Le dio la vuelta e hizo lo propio por el otro lado—. Ya está, ya te la puedes guardar. —Le guiñó un ojo a Datsue y se la entregó.
»Bueno, Ayame, agárrate. Cuando estés, nos vamos.
Daruu formuló una corta serie de sellos, y desapareció junto a la muchacha en un ya simbólico destello de color carmesí.
Datsue escuchó un perezoso gruñido detrás de él. Hanabi se reincorporaba poco a poco.
Datsue tomó la concha y lo primero que pensó fue dónde ponerla. Quizá podría substituir al mechero que era su colgante. Desde luego, la concha era algo más simbólico, más importante, incluso. Merecía lucirla junto al pecho. Aunque, estéticamente…
Bueno, estéticamente no le convencía. «Mírate, pensando en tu outfit nada más derrotar a un General. Eres surrealista, macho». Suspiró, y acabó guardándosela en el portaobjetos. Junto a los sellos explosivos. Allí estaba a salvo.
—¡Nos vemos! —exclamó, justo antes de verlos desaparecer en un destello carmesí. El mismo color que el chakra de…
Sacudió la cabeza, apartando aquel pensamiento como a una mosca molesta. Con esfuerzo, recortó la distancia que le separaba de Hanabi de tres largas zancadas, apoyando una mano sobre su hombro.
—¿Se encuentra bien, Hanabi? —preguntó, algo preocupado. Quiso evitarle cualquier tensión innecesaria, y añadió:—. Por aquí todo en orden. El General no es más que cenizas.
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—Ya, ya, os estaba escuchando —dijo. Cogió el brazo de Datsue y se ayudó en él para levantarse—. Hubo un tiempo... hubo un tiempo, Datsue, en el que necesité pastillas para combatir la ansiedad. Llegué a volverme adicto a ellas. Pero con la ayuda inestimable de Katsudon, conseguí dejarlas. Hasta ahora no había sentido de nuevo ese deseo, de tomarlas, para tranquilizarme...
»...hasta ahora.
Hanabi se desperezó, estiró piernas y brazos y se acarició un trozo de piel que había quedado al aire libre en su brazo derecho. La tenía al rojo vivo, pero necesitaría un lugar más tranquilo para aplicarse unos primeros auxilios.
—¿¡Qué demonios está pasando con los bijuu!? —exclamó de pronto, incapaz de contenerse por más tiempo—. ¡He... he oído sus voces! ¡El Gobi y... y... y el Ichibi!
Uuups.
Parece que a alguien se le daba bien hacerse el dormido.
Su cerebro rebobinando varios minutos hacia atrás como una cinta, en busca de la conversación mantenida con el grupo Llueve Nueve.
Que les había estado… ¡escuchando!
Tuvo un ataque repentino de tos. «Pero, ¡será…! ¡Será ninja, el muy bandido!» Y cotilla. ¡Y maleducado! Eso de escuchar conversaciones ajenas estaba feo, muy feo.
—¿Hasta ahora?
Oh, dioses. Hanabi había oído esa parte. Esa en la que…
—¿¡Qué demonios está pasando con los bijuu!? —Sí, definitivamente la había oído—. ¡He... he oído sus voces! ¡El Gobi y... y... y el Ichibi!
Datsue contuvo de salir de su boca un: oh, mierda.
—Escuche, yo… Juré mantenerles el secreto. Pero también me juré no mentirle nunca. —Y el destino había decidido que debía fallar a alguien. Hiciese lo que hiciese, estaría faltando a su palabra. Suspiró nuevamente. No podía negar lo evidente—. Mire, le parecerá loco, porque a mí también me lo pareció en su día. Pero Ayame y el Gobi… Kokuo —tuvo la necesidad de corregirse—, ellas dos entablaron cierta amistad.
»Kokuo asegura que lo único que desea es vivir en paz, alejada de todo conflicto. De los creados por los humanos… y del propio Kurama. Sí, sí, lo sé, ¡un puto bijuu, hablando de paz! Si yo pensé lo mismo. El caso es que Ayame confía en Kokuo. Daruu confía en Ayame. Y yo confío en Daruu. —Era así de simple—. Y estoy empezando a confiar en Ayame también. Ella… ¡Ella liberó el sello que retenía a Kokuo! ¡Le abrió las puertas! Una locura, pensé. Y aún así, aquí estaba, usted la vio. Intacta. Kokuo podría tomar su cuerpo, matarla, volver a ser totalmente libre en cuanto se le antojase, pero ahí sigue. Ahí sigue…
Suspiró. Era una hostia a mano abierta a todo lo que había dado por cierto. A los cimientos de sus creencias. A… a su conciencia.
—Siento no habérselo dicho, Hanabi-sama. Yo me enteré de esto hace como dos meses, cuando cumplía su deseo: reparar cuánto daño hubiese hecho para tener una buena relación con ellos. —Recordaba como si fuese ayer aquel día. El día en que Hanabi había traído a Aiko a casa. El día en que le había pedido, un poco cansado ya, de no más tonterías. De hacer las paces con los shinobis de Ame. De olvidarse de Yui. Le había llevado su tiempo en cumplir, pero lo había hecho—. Me hicieron prometer guardarles el secreto. Estaban aterrados, no por usted, sino por… Yui. Si ella se enterase de esto, temo por la vida de Ayame. Y la de Daruu.
La veía capaz de tacharles de traidores y matarlos en el acto. O incluso de arrancarle el bijuu a Ayame —aún a costa de su vida—, para elegir un nuevo jinchuuriki. Datsue solía ser malo para guardar secretos, pero el peso de aquel le había hecho mantener la boca cerrada como una tumba. Hasta ahora.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
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