Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
16/03/2020, 20:19 (Última modificación: 16/03/2020, 20:31 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
—Odio... ese... maldito... ¡ferrocarril! —Ayame volvió a protestar por décima vez desde que se habían bajado de aquel armatoste de hierro. Estiró la espalda, intentando deshacer la contractura que la atenazaba. Sin éxito.
Habían pasado un día entero metidos en el tren. Horas y horas con aquel incansable traqueteo que te acababa dejando el culo con un constante hormigueo. Ni siquiera la comida había sido buena: filetes tiesos como la suela de un zapato, verduras que crujían entre los dientes, patatas fritas tan frías como si las hubiesen servido directamente del congelador, fruta que debía haber pasado una buena semana fuera del árbol de donde procedía... Y eso sin hablar de las camas. Ayame no había esperado un descanso precisamente cómodo, pero incluso ella, que prácticamente se dormía en cuanto se tumbaba, había encontrado serios problemas a la hora de conciliar el sueño. Y cuando lo conseguía un nuevo bache la despegaba de su duermevela. Salir de aquel vehículo había sido lo mejor que le podía haber pasado, y poco le había faltado para postrarse y besar el suelo, aunque aún tuvieron que recorrer una buena distancia antes de llegar a los Valles de los Dojos.
Aunque las razones de Ayame para odiar el ferrocarril iban más allá de la experiencia de aquel viaje. Ella ya había tenido más experiencias traumáticas que justificaban aquella aversión. Concretamente, experiencias que incluían una pérdida de control de velocidad, un buen amigo saliendo fatalmente malherido y un pequeño pueblo que había estado a punto de desaparecer, aplastado entre hierros y ruedas.
—Mira que podríamos habernos movido directamente a tu cabaña con la Invocación Sanguínea... —volvió a recriminarle a su acompañante, entrecerrando los ojos con rencor contenido.
Ayame y Daruu ya habían pasado los controles del Valle y ya habían dejado sus pertenencias en Nishinoya, el complejo de dojos donde pasarían las siguientes semanas, por lo que habían decidido dar una buena vuelta por Sendōshi para estirar las piernas. Amegakure los había enviado a ambos como representantes de Alto Rango de la aldea para combatir en el afamado Torneo de los Dojos. Aún quedaban dos semanas para el comienzo del evento, pero todos los participantes debían estar allí a tiempo para poder llevar a cabo todos los preparativos y evitar cualquier imprevisto.
—Oye, ¿contra quién crees que nos tocará luchar? —preguntó, llena de curiosidad—. He oído que esta vez han dividido los combates en dos subcategorías o algo así...
Recordaba perfectamente la última vez que había acudido allí por un torneo. Recordaba sus pocas ganas de luchar, de que su única preocupación era no acabar con una fea cicatriz al final de un combate. Recordaba cómo al entrar al estadio, eso había desaparecido. Desapareció al sentirse el centro de las miradas, con el placer que ello le provocó, el sabor a gloria en su paladar. Ahora tampoco quería luchar, pero eran por otros motivos. Las preocupaciones eran otras. Entre aquellos centenares de ojos, podrían estar los de Kurama. Y eso le provocaba escalofríos. ¿Cómo iba a dar el máximo, sabiendo que el Kyūbi o sus Generales podían estar tomando nota?
El mundo cambia, y no siempre es para mejor.
Recordaba cómo había llegado. En barco, junto a Uchiha Akame. Recordaba las risas en el viaje. Las canciones que con su shamisen había cantado a la tripulación. Recordaba sus ganas de ganar dinero. De montarse un buen negocio de apuestas, donde cada ninja apostaría su salario por los vencedores de cada ronda. Ahora, venía solo, en una jodida caja que no paraba de temblar mientras recorría las vías dirección Tanzaku Gai. Y luego a pie. También solo.
El mundo cambia, y la nostalgia hace que duela.
Recordaba los días previos a las rondas de combate. Recordaba su reencuentro con Aiko. Recordaba su primer beso. También su primer polvo cuasi interrumpido. Recordaba su promesa de venganza. Recordaba que su negocio de apuestas no iba para ningún sitio, y la idea alternativa que había tenido. Recordaba la revista con la foto de un beso en plena portada. Recordaba los problemas que ello le granjeó con Koko, Akame e incluso el propio Chokichi. Al menos, en aquella ocasión no tendría que preocuparse por nada parecido.
El mundo cambia, y a veces es mejor que sea así.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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17/03/2020, 21:27 (Última modificación: 17/03/2020, 21:30 por Amedama Daruu. Editado 1 vez en total.)
Oh, por todos los dioses. ¿Cuántas más quejas tendría que soportar? Ahora era por algo que Daruu le había explicado mil veces a Ayame. «Que no tengo ninguna marca, que no...», se repetía mentalmente. Pero no lo dijo. Porque si lo hubiera dicho, Ayame le hubiese vuelto a recriminar: «¡Y lo bien que nos hubiera venido!» con aquella vocecilla tan irritante que ponía cuando estaba de mal humor. Tenía razones para estarlo, claro. Daruu no le culpaba por eso. Ayame había tenido una muy mala experiencia en un ferrocarril, y el viaje la había estresado.
Hasta ahí todo bien.
¡Pero es que todo le parecía mal, a la tía! Que si los filetes de ternera estaban tiesos —a Daruu el suyo le parecía tiernito, en su punto—, que si a la verdura le faltaba cocción —Daruu opinaba que no tenía ni idea de lo que significaba la expresión 'al dente'—, que si la fruta estaba ya casi podrida —en realidad ahí tenía razón, pero era una simple cuestión de mala suerte: a él las piezas le habían tocado algo verdes, como le gustaban. ¡No se puede generalizar!—, que si las camas estaban duras y que el tren se movía demasiado. ¡Joder, que es un tren, no esperarás que sea un hotel de cinco estrellas!
Con el tiempo, las parejas encuentran fricciones. Hay quien piensa que la magia se rompe, pero es que la magia no es amor, no es cariño. Es una revolución hormonal pasajera que le da a uno al comienzo. Después toca lo difícil: conocerse de verdad. Lo que sucede es que algunos, conociendo, descubren que en realidad no se quieren. Con Daruu y Ayame no era así. Por eso, Daruu se limitó a soltar un 'meeeeh' con desgana y siguió caminando por las tranquilas, al menos a esa hora, calles de Sendōshi.
Es precisamente allí, en Sendōshi, donde comenzaron su relación formalmente. Al menos donde tuvieron su primera cita. Ahora mismo, Daruu tenía la cabeza tan taladrada que no quería ni pensar en tener una cenita especial de segundo aniversario. Pero más tarde, cuando las cosas estuvieran más calmadas, tal vez. Tal vez sí. Miró distraído un escaparate de una tienda cercana. ¿Qué sería un buen regalo?
—Oye, ¿contra quién crees que nos tocará luchar? —preguntó Ayame de pronto. «Dioses, ha vuelto a la normalidad». Daruu acompañó a sus reflexiones con un suspiro de alivio—. He oído que esta vez han dividido los combates en dos subcategorías o algo así...
—Sí... supongo que no querrán que las peleas salgan muy desiguales —dijo Daruu—. Espero que me toque contra alguien que no me fuerce demasiado, en realidad. En la situación en la que estamos, es lógico que los Daimyō quieran demostraciones de fuerza, pero sería imprudente revelar muchas de nuestras cartas. —Pero había una razón mucho más imperiosa que aquella.
Le daba un palo que te cagas. Le encantaba el Valle de los Dojos. Había tranquilidad, había silencio. Había un refugio de esas avenidas gigantescas y rodeadas de ruido de Amegakure. Era un sitio bonito. Se iba con Ayame. Probablemente acudieran amigos de Uzushiogakure con los que había cortado contacto tras lo que pasó en el Examen de Chūnin, y que ahora sabía que no habían tenido culpa ninguna. Eri, por ejemplo. ¿Qué habría sido de ella?
Sí, había que tener prudencia. Pero sobretodo, para Daruu un par de meses sin misiones, alejado del ajetreo de la villa, en aquél paraíso... fua. Unas vacaciones de puta madre.
—Sí... supongo que no querrán que las peleas salgan muy desiguales —comentó Daruu en respuesta—. Espero que me toque contra alguien que no me fuerce demasiado, en realidad. En la situación en la que estamos, es lógico que los Daimyō quieran demostraciones de fuerza, pero sería imprudente revelar muchas de nuestras cartas.
Ayame hizo un ligero mohín.
—Ya... a mí tampoco me hace ninguna gracia tener que revelar mis técnicas ante tanta gente —concedió—. Pero eso no quiere decir que me vaya a contener, ni mucho menos. ¡Seguro que nos tocan oponentes muy fuertes, no podemos permitirnos el lujo de relajarnos! —exclamó—. De las personas que conozco en Uzushiogakure, los más fuertes que se me ocurren son Eri y Datsue y de Kusagakure... quizás Yota.
Pero siempre cabía la posibilidad de que se encontraran con alguien de quien no hubiesen oído hablar hasta entonces. Si tuviese que elegir a alguien, Ayame no sabía muy bien a quién elegir. Eri le caía muy bien, pero no conocía sus habilidades. De Yota sabía que utilizaba arañas y el Raiton, no le agradaba demasiado la idea de enfrentarse a alguien así. Y Datsue... Datsue era un Uchiha, y la kunoichi nunca había tenido una buena experiencia en sus combates con ellos. Un escalofrío recorrió su espalda al recordar su combate contra Akame en la final del anterior torneo, y su violento combate contra Datsue durante los exámenes de Chūnin. Y eso por no hablar de la disputa a vida o muerte que tuvo con aquel exiliado de Amegakure en el Bosque de Azur. Pero una parte de ella sentía cierta curiosidad, y en cierta manera le gustaría tener una revancha con Datsue, ahora que estaban en buenas condiciones.
En ese momento pasaron por delante de una pastelería, y el olor del horno y de los dulces retorció las entrañas de Ayame de pura glotonería. Se abrazó el estómago, profundamente avergonzada, y se volvió hacia su compañero.
Recordaba cómo en el pasado, además de buscar negocios con los que sacarse unos cuantos billetes, había estado entrenando duro —o, bueno, lo que él consideraba duro por aquel entonces— para no quedar demasiado mal en el torneo. Ahora, con más experiencia, y conociendo mejor su cuerpo, sabía que eso no era lo ideal.
No, lo mejor en aquellos casos era matarse a fortalecer la mente y el cuerpo los meses anteriores. Pero, ¿justo una o dos semanas antes del combate decisivo? Ahí, como mucho, se debía entrenar al setenta por ciento. Lo justo para no perder la forma y llegar con pleno de energía. Descansado y sin molestias de ningún tipo.
Por eso, el Uchiha paseaba por las calles de Sendōshi, con las manos en los bolsillos de su chaqueta y pose relajada. Llevaba el típico peinado de trenzas en los laterales y un moño arriba, y sus ojos se iban deteniendo por los locales, en busca de algo que le llamase la atención para parar a tomar algo.
—Veamos, veamos, veaaaamooosss...
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—Pfff... —resopló Daruu con fastidio. ¿Yota? «¡Que le den por culo a Yota! ¡Que le den por culo a Daigo! ¡Que le den por culo a todos los kusareños, que se cuiden de no cruzarse conmigo!» A Kusagakure poco le había faltado para declararles una guerra. En su opinión, a él se la habían declarado. Se la habían declarado el día que esa puta Kage de mierda había insinuao que los jinchūriki corrían peligro si se adentraban en el País del Bosque. Qué mala suerte tenía de que Daruu era la pareja de uno, y el amigo de otro.
—¿Dónde te apetece ir?
Ayame le sorprendió y le sacó de su rumiación. Él, que estaba caminando con las manos en los bolsillos y casi haciendo rechinar los dientes, levantó la cabeza de golpe y, desorientado, miró a su alrededor. Un olorcillo dulce hizo que sus tripas rugieran.
—Estos pasteles tienen buena pinta, pero lo podríamos dejar para el postre —rio—. Sería mejor que busquemos alguna tabernita de gyozas. Recuerdo que había algunas muy buenas por a... —De pronto, Daruu se irguió como una suricata, señalando a alguien que acababa de aparecer por el otro extremo de la calle—. ¡¡¡AAAAAAAH!!! ¡¡DATSUE, TÍO!!
21/03/2020, 01:38 (Última modificación: 21/03/2020, 01:38 por Aotsuki Ayame.)
Ayame había notado el fastidio y la irritación en el rostro de Daruu cuando rozó el tema de Kusagakure, pero no quiso hundir el dedo en la llaga. Ella también se sentía contrariada por la actitud de la Morikage a la hora de romper la Alianza —¡Después de todo lo que había costado forjarla y todo lo que estaba en juego con ella!—, pero no podía culpar a los shinobi que conocía de allí de ello.
Después de todo, había sido el mismísimo Juro el que había asesinado a su Morikage sin ningún tipo de explicación.
Y además...
«Yota también me tiene miedo...» Pensó, con los hombros hundidos.
Por su parte, las excursiones al País del Bosque se habían terminado hasta nuevo aviso. Lo último que deseaba era provocar innecesariamente la ira de la nueva Morikage.
—«Estos pasteles tienen buena pinta, pero lo podríamos dejar para el postre» —terminó por responder Daruu a su propuesta, con una risilla. Ayame infló los mofletes—. Sería mejor que busquemos alguna tabernita de gyozas. Recuerdo que había algunas muy buenas por a... —Daruu se interrumpió de golpe, erguido y tenso en toda su estatura al tiempo que señalaba entre la multitud hacia el otro extremo de la calle—. ¡¡¡AAAAAAAH!!! ¡¡DATSUE, TÍO!!!
—¿Eh? ¿Datsue? —repitió Ayame, poniéndose de puntillas y estirando el cuello para ver mejor.
La búsqueda de un sitio para comer no era cosa banal. Primero, tenía que estar lleno. No tanto como para que no entrase ni un alfiler —por obvias razones—, pero sí lo suficiente como para que garantizase que, en aquel restaurante o puesto, se comía bien. Datsue era de la opinión que las mayorías no siempre llevaban razón, y que en ocasiones si se le hiciese caso a cuatro gatos las cosas irían mejor. No en temas de comida. En cuestiones de paladar, la política y los ideales no tenían cabida. Ni siquiera la inteligencia, o el conocimiento. Solo el gusto. Solo el sabor.
—Hmm… No, no. Demasiado vacío, este. A ver, a ver, a ver…
Fue entonces cuando lo oyó. Un grito desde el otro extremo de la calle. Alguien acababa de reconocerle, un fan, a buen seguro, que quería un autógrafo o una fotografía junto a él.
—Oh… —No, no era ningún fan. Era su asesino. También un colega. Un amigo. Y junto a él…—. ¡Ey, chicos! ¡Cuánto tiempo! —exclamó, a medio camino, levantando una mano para saludarles. Cuando llegó junto a ellos, les dio una amistosa palmada en los hombros de cada uno. Amistoso de verdad, sin pasarse—. ¿Qué tal todo? Joder, ¡qué coincidencia! Sin usar el sello ni nada.
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Daruu salió corriendo al encuentro del Uchiha. Inconscientemente, un pensamiento le vino a la cabeza: «quién nos diría hace un tiempo, ¿eh?» Daruu, Ayame y Datsue, sobretodo estos dos, porque a él le habían venido los problemas —como siempre— de forma colateral, habían protagonizado uno de los conflictos más grandes de los últimos años de Oonindo. Claro que, visto el panorama que tenían delante, y desde la distancia, todo aquello resultaba ya... pequeño. Insignificante.
Además, los tres habían forjado un nuevo vínculo a prueba de bombas. De las bombas de Bakudan, concretamente, ya habían comprobado que había estado. ¡No todo el mundo puede presumir de haber tenido el placer, que dirían algunos, como Shukaku, o la mala fortuna, que dirían otros, de haber tenido que pelear contra un General y haber salido indemnes!
—Supongo que no nos hará falta la frase secreta, ¿eh? —bromeó Daruu—. Pues aquí estamos. ¿Qué te trae por aquí? —Se sintió estúpido, y se llevó una mano a la frente—. Coño, el Torneo. Qué imbécil soy.
22/03/2020, 20:19 (Última modificación: 22/03/2020, 20:19 por Aotsuki Ayame.)
Efectivamente, se trataba de Uchiha Datsue, con su inconfundible peinado y vestido con una chaqueta que contenía y ocultaba los músculos de sus brazos. Sus ojos, negros como el carbón, se abrieron con sorpresa al verlos. Y Ayame se sorprendió al verse corriendo tras de Daruu para alcanzarlo.
Y pensar que la última vez que se habían encontrado con él en un evento entre aldeas como era aquel torneo había sido para tenderle una sucia emboscada...
—Oh… ¡Ey, chicos! ¡Cuánto tiempo! —exclamó él, levantando una mano para saludarles, y cuando llegaron junto a él les dio una amistosa palmada en los hombros . Amistosa, pero cargada de aquella firmeza—. ¿Qué tal todo? Joder, ¡qué coincidencia! Sin usar el sello ni nada.
—Supongo que no nos hará falta la frase secreta, ¿eh? —bromeó Daruu—. Pues aquí estamos. ¿Qué te trae por aquí? Coño, el Torneo. Qué imbécil soy.
—No creo que esté de turismo, precisamente —se rio Ayame—. ¿Has llegado hace mucho, Datsue? ¿Ya han llegado el resto de Uzujines? ¿Quiénes son? ¿Ha venido Eri también? —La abalancha de preguntas estaba cargada de curiosidad
No hizo falta responder a Daruu, porque ya se contestó él mismo.
—Pues yo acabo de llegar, primer día. ¿Eri? Pues no sé si estará ya por aquí, pero vendrá también. Apuntada está, vaya. También Reiji y un par más que apenas conozco.
A Himura Hana la había conocido un día, tras encargarle como misión que se ocupase de Datsuse. Sin duda alguna, ella participaría en la segunda división, pues apenas acababa de salir de la academia. Respecto al otro, ni siquiera sabía quien era.
—¿Y de Ame quiénes van aparte de vosotros dos? ¿Mogura, quizá?
Ojalá. Así podría darle la hostia que se merecía en el torneo.
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Ayame hizo lo equivalente en una conversación a agarrar entre los dedos más de veinte senbon y dispararlos a la vez contra Datsue. Por fortuna, el Uchiha tenía el Sharingan, y como todo el mundo sabe esa mierda te da los reflejos de un semidios. Contestó a cada una de las preguntas con una corta pero precisa respuesta.
Luego hizo una pregunta. Fue el equivalente en una conversación a meterle a alguien una bijuudama en la boca.
Daruu apartó la mirada, apretó los dientes y sorbió el aire como si Datsue hubiera echado sal en una herida abierta.
—Mogura tuvo un accidente muy grave en una misión. No lo hemos visto desde entonces, pero la cosa no pintaba nada bien... los médicos nos dijeron que el pronóstico era complicado y que quizás no volvería a ser shinobi. —Pobre Mogura. La verdad, si él hubiera tenido que aguantar aquello como Ayame, ni la ternera más tierna del tren le hubiera parecido más que mierda emplatada—. No lo verás en este torneo. Quizás, no lo verás en ninguno.
Daruu suspiró.
»En nuestra categoría, sólo Rōga, no sé si lo conocerás —dijo—. Luego hay un par de genin en la categoría inferior. Oye, Ayame, ¿viste que aquella chavala que vino una vez a la cafetería, cuando lo de los cerdos, está inscrita?
Sin contexto, para Datsue aquella pregunta debía de ser... curiosa.
—Pues yo acabo de llegar, primer día. ¿Eri? Pues no sé si estará ya por aquí, pero vendrá también. Apuntada está, vaya. También Reiji y un par más que apenas conozco.
Con absoluta maestría dialéctica, Datsue fue capaz de responder a la insaciable curiosidad de Ayame, que asintió varias veces, satisfecha.
—¡Oh, estoy deseando ver a Eri! ¡Hace mucho que no sé de ella! —exclamó, emocionada.
—¿Y de Ame quiénes van aparte de vosotros dos? ¿Mogura, quizá?
La contrapregunta del Uchiha cayó sobre ella como una pesada maza. La muchacha sólo fue capaz de agachar la mirada, con el gesto sombrío y los ojos humedecidos. Al final, fue Daruu quien intercedió por ella:
—Mogura tuvo un accidente muy grave en una misión. No lo hemos visto desde entonces, pero la cosa no pintaba nada bien... los médicos nos dijeron que el pronóstico era complicado y que quizás no volvería a ser shinobi. No lo verás en este torneo. Quizás, no lo verás en ninguno.
Ayame dejó escapar el aire, hundiendo aún más los hombros. En cierta manera, y aunque por mucho que reviviera la escena sabía que no podría haber actuado de otra manera, se sentía algo responsable por lo que le había ocurrido.
Y además... había sido tan cobarde de no ir a ver cómo se encontraba en todo aquel tiempo. ¿Cómo podía considerarse siquiera su amiga?
—En nuestra categoría, sólo Rōga, no sé si lo conocerás —continuó Daruu—. Luego hay un par de genin en la categoría inferior. Oye, Ayame, ¿viste que aquella chavala que vino una vez a la cafetería, cuando lo de los cerdos, está inscrita?
Ayame alzó la cabeza hacia Daruu, sacada de su ensimismamiento.
Lo notó en la mirada de Daruu, en cómo apartó los ojos de él, en su mandíbula tensa. Datsue había pinchado en hueso cuando preguntó por Mogura, y pronto descubrió el motivo.
—Vaya… Es una lástima —se limitó a decir, cuando Daruu terminó de contar lo que le había sucedido. Sus palabras eran sinceras. De verdad que era una lástima no poder darle su merecida paliza en una ronda del torneo.
«¿Crees en el karma, Mogura? Yo sí. Me lo he tenido que tragar incontables veces. Ahora jódete, que cada palo tiene que aguantar su vela». Y sí, quizá Daruu no se acordase, pero este ya le había hablado de Rōga en el pasado. De cierta aventura que los dos amejines habían tenido con un shinigami. Datsue le había conocido previamente en persona, claro. Y como lo único que tenía que decir de él era malo, optó por no decir nada en absoluto.
—¿Eh? ¿Cuándo lo de los cerdos? ¿Qué cerdos? —Más les valía aclarárselo, o la imaginación de Datsue echaría a volar muy, muy pronto.
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—¿Sí? ¿La del Bokken? ¿Cómo se llamaba? ¿Nel? —preguntó Ayame, y Daruu se echó una vez más la mano a la frente. Ya había confundido otro nombre.
—Ren, se llamaba Ren. —Cómo olvidarse de su admiradora número uno. A Daruu le causaba más pereza todavía: esperaba no encontrarse con ella, o más bien no encontrarse con su voz animándole desde las gradas del estadio. Odiaba ser el foco de atención, y ya resultaba bastante agobiante tener a todo ese público dando vítores. El Hyūga observó brevemente a Datsue y recordó su patético espectáculo en el Examen de Chūnin. Suspiró abatido. «Supongo que para ti no será un problema, ¿verdad, compañero...?»
Precisamente Datsue intervino ahora.
—Vaya… Es una lástima —dijo, en referencia a lo de Mogura, supuso él. Y luego añadió—: ¿Eh? ¿Cuándo lo de los cerdos? ¿Qué cerdos?
Daruu resopló y se cruzó de brazos.
—Menuda locura, macho. Un tío que estaba aprendiendo a invocar animales ninja perdió el control sobre sus puercos. Los jabalíes destrozaron varias calles y también los cristales de la cafetería de mi madre. Me tuve que pegar con uno que se hacía llamar el Gran Ōshishi. Ni un puto General, macho. ¡Casi pierdo contra ese cerdo! ¿¡Te lo puedes creer!? —Ahora, Daruu se lo tomaba a risa, pero en aquél entonces... quizás ahora también si se lo encontraba cara a cara, le habría arrancado la cabeza a ese cabrón.