Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—¡Eso, Ren! —exclamó Ayame, haciendo chocar el puño contra la palma de la mano.
—¿Eh? ¿Cuándo lo de los cerdos? ¿Qué cerdos? —preguntó Datsue, evidentemente confundido ante las palabras de los de Amegakure.
—Bueno, más que cerdos, jabalíes... —concretó Ayame, encogiéndose de hombros.
Daruu resopló y se cruzó de brazos.
—Menuda locura, macho. Un tío que estaba aprendiendo a invocar animales ninja perdió el control sobre sus puercos. Los jabalíes destrozaron varias calles y también los cristales de la cafetería de mi madre. Me tuve que pegar con uno que se hacía llamar el Gran Ōshishi. Ni un puto General, macho. ¡Casi pierdo contra ese cerdo! ¿¡Te lo puedes creer!?
Ayame soltó una carcajada y se frotó la nuca con una mano.
—Bueno, bueno, tampoco exageres... ¿Al final pagó la deuda con tu madre el chico ese? Pobre... la verdad es que me dio pena...
Datsue no pudo evitar soltar una carcajada ante el relato de Daruu. ¿Un cerdo? ¿Casi derrotando a Daruu? Tenía que ser una maldita broma. O una exageración, como decía Ayame.
—Oye, pues ya sabéis. Para la próxima, traeos a ese tío y que invoque un cerdo gordo gordo para tirárselo a un General. ¡Ja! Sería bonito de ver. Jodidamente glorioso. —Rio de nuevo, imaginándose la estampa.
Luego, esperó a que Daruu respondiese a la pregunta de Ayame. ¿Pagaría aquel misterioso chico el destrozo causado en la cafetería? ¿O se había escaqueado como un ribereño del Sur?
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
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¿Un cerdo? Oh, no un cerdo. Pero un gato gordo y con mucha mala hostia tal vez sí que pudiera invocar. Y sin la ayuda de aquél gilipollas. Gilipollas por el que ahora preguntaba Ayame.
—Oh, sí, vaya que si la pagó el pobre infeliz —dijo Daruu, haciendo un ademán con la mano, como restándole importancia—. Ya se encargó mi madre de ello.
Se encargó de colgarle un cartel del cuello y ponerle un disfraz de pastel de fresa con patas y bracitos. Se encargó de que se aprendiera una ridícula canción y de que la repitiera por todas y cada una de las calles de la aldea. Y se encargó más tarde de pedirle amistosamente que se acercase a Shinogi-To a por unos cuantos ingredientes.
Daruu no tenía ninguna duda de que ahora mismo aquél hombre estaría en su casa, enfrascado en el volumen más gordo que encontró en la biblioteca de Amegakure sobre el Kuchiyose no Jutsu, asegurándose de que jamás, jamás, volvería a perder el control de una criatura.
Al Hyūga le rugió el estómago.
»¡Oye! —dijo de pronto—. Creo que tenemos algo pendiente por celebrar, ¿no? —Sonrió, alzó una ceja, y golpeó con picardía la plaquita dorada de jōnin de Ayame.
—Oh, sí, vaya que si la pagó el pobre infeliz. Ya se encargó mi madre de ello —respondió Daruu, agitando la mano en el aire en un afán por restarle importancia.
Pero Ayame se estremeció al oírlo. Conocía a Kiroe, y conocía su amor por su pastelería, y conocía también lo rencorosa y malvada que podía ser a veces. En esas ocasiones en las que aquella mujer le recordaba a una bruja, pero no a la típica bruja fea, malvada y con verruga en la nariz; no, a una bruja traviesa, que sabe muy bien cómo utilizar sus pociones y sus hechizos. Ese tipo de bruja.
Un brusco rugido la sacó de su ensimismamiento. El estómago de Daruu estaba hambriento, y reclamaba atención.
—¡Oye! —dijo el Hyūga de pronto—. Creo que tenemos algo pendiente por celebrar, ¿no?
Ayame soltó una risilla, avergonzada, pero enseguida se volvió hacia Datsue.
—¡Y hablando de deudas! ¡Tú y yo tenemos una pendiente!
Datsue asintió una sola vez, pero con vehemencia, como diciendo: bien hecho por tu madre. Las deudas había que cobrarlas siempre, y si eran al momento, mejor. Luego, sus ojos siguieron el dedo de Daruu hasta ver la placa dorada de Ayame, y entendió lo que quería decir con la celebración pendiente.
—¡Ja! Pues claro que sí. Aunque apuesto a que ya os montasteis un señor fiestón el día del ascenso, ¿eh compañeros? —preguntó, esbozando una media sonrisa. Él, desde luego, se había pillado una buena cogorza en su honor. Tampoco una tan grande que al día siguiente se había cagado en todo lo viviente, pero sí que se había echado unas buenas risas con Shukaku, sí—. Oh, me acuerdo, Ayame. Me acuerdo. Pero, ¿aquí y ahora? ¿Ya? ¿Tan pronto?
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Daruu desvió la mirada, incómodo, cuando Datsue insinuó que ellos dos lo celebraron por todo lo alto. No, la verdad es que no. ¿Cómo habrían podido celebrar nada, aunque hubiesen querido? Ese día también Kaido había vuelto a la aldea, si bien en forma de clon y por unos minutos. Ese día habían descubierto que su antiguo camarada estaba siendo manipulado. No hubo nada que celebrar aquél día. A ambos les afectó, de hecho, tuvieron una discusión muy gorda poco después. Quizás no hubiera sido sólo por el kunai. Quizás había un resentimiento previo, un enfriamiento...
El Hyūga sacudió la cabeza.
Nada, eso lo arreglaban ahora entre ellos tres. Seguro.
—¡Y hablando de deudas! ¡Tú y yo tenemos una pendiente!
—Oh, me acuerdo, Ayame. Me acuerdo. Pero, ¿aquí y ahora? ¿Ya? ¿Tan pronto?
Daruu giró la cabeza y alzó una ceja, sin entender. Luego, haciendo un cuenco con una mano, chocó el puño de la otra, en vertical.
—¡Ah, ya! ¡AL FIN SABRÉ QUÉ COÑO ES! —Recordó que se enfadó bastante por el secretismo. Y se volvió a picar.
29/03/2020, 17:08 (Última modificación: 29/03/2020, 17:11 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—¡Ja! Pues claro que sí —respondió Datsue, con una media sonrisa—. Aunque apuesto a que ya os montasteis un señor fiestón el día del ascenso, ¿eh compañeros?
Tanto Ayame como Daruu desviaron las miradas a direcciones opuestas. No. No habían celebrado nada. De hecho, aquellos días habían sido especialmente duros, emocionalmente hablando. La repentina irrupción de Kaido en sus vidas y la revelación de que Ayame había liberado a su bijū de sus ataduras lo había puesto todo patas arriba, y todos estaban tan nerviosos y tensos que cualquier mínima chispa se alimentaba de toda esa tensión y explotaba como un incendio forestal.
—Oh, me acuerdo, Ayame —continuó el Uchiha—. Me acuerdo. Pero, ¿aquí y ahora? ¿Ya? ¿Tan pronto?
—No, no. Aquí y ahora no. Para esto necesito que estemos en un sitio más... discreto, ya sabes. Sin ojos alrededor —explicó, con una sonrisa apurada—. Si queréis, primero podemos ir a comer algo.
Le sorprendió no encontrar respuesta cuando comentó la fiesta que a buen seguro se habían montado. O bueno, sí la tuvo. Una cargada de silencio y miradas huidizas. No hacía falta sumar dos más dos para saber que dicha fiesta no se había celebrado —o que había salido mal—, aunque a Datsue se le escapaba el motivo.
No obstante, ambos respondieron, y con ahínco, cuando se mencionó el tema de la deuda pendiente.
—¿Un sitio más discreto? Bueno, sí. Tienes razón, tienes razón. Uno donde ni los ojos de un Hyūga llegue a vernos. Sí, sí. —coincidió. En realidad a Datsue le daba igual que hubiese gente, pero era por seguirle la corriente. De hecho, empezaba a intrigarle que era eso que Ayame tenía que darle para que nadie pudiese verlo. Lo suyo podía ser en plena calle, que nadie se iba a alarmar—. El restaurante donde nos comimos shabu-shabu la última vez no está muy lejos —sugirió, ante la propuesta de Ayame de comer algo primero—. A no ser que queráis probar un sitio nuevo.
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—Oye, oye. ¡Ya vale! ¡Que estoy aquí, eh! —Daruu, indignado y rojo de rabia, se cruzó aún más de brazos y se dio la vuelta. Si uno pensaba mal, ahí había cuernos y los tenía todos él. Sabía que no era nada de eso, pero el comentario de los ojos del Hyūga sobraba. «Sobraba, ¿vale?», se repitió mentalmente.
»Donde queráis. Si queréis os dejo solitos, y así los "ojos de Hyūga" no os ven. —resopló.
—¿Un sitio más discreto? —repitió Datsue, claramente confundido, y Ayame reafirmó su petición con un enérgico asentimiento de cabeza—. Bueno, sí. Tienes razón, tienes razón. Uno donde ni los ojos de un Hyūga llegue a vernos. Sí, sí.
—Oye, oye. ¡Ya vale! ¡Que estoy aquí, eh! —exclamó Daruu, cruzándose de brazos, ofendido ante el dicho del Uchiha.
—El restaurante donde nos comimos shabu-shabu la última vez no está muy lejos —sugirió Datsue—. A no ser que queráis probar un sitio nuevo.
Pero antes de que Ayame pudiera decir nada al respecto, Daruu se dio la vuelta, dándoles la espalda.
—Donde queráis. Si queréis os dejo solitos, y así los "ojos de Hyūga" no os ven.
Fue entonces cuando Ayame se dio cuenta de lo que estaba pasando por la cabeza de Daruu. Y sus mejillas se encendieron.
—E... ¡Esperad! —exclamó Ayame, agitando los brazos en el aire— . ¡Daruu, no me refería a ti cuando hablaba de otros ojos! Vamos, no te piques, lo que ha dicho Datsue ha sido una forma de hablar, ¿verdad? —le preguntó directamente, con la súplica brillando en sus ojos.
Otra vez no, por favor. Lo último que deseaba era entrar en una nueva discusión sin sentido. Ya había tenido suficientes en las últimas semanas...
—Pues claro que era una forma de hablar, coño. ¿Qué si no? —Bueno, quizá se estaba haciendo algo el tonto en aquellos momentos, porque a aquellas alturas sabía el motivo del pique. Lo cierto era que los notaba algo tensos. ¿Qué narices les pasaba? Iba a abrir la boca para preguntarlo, pero cambió de idea a mitad de camino. Si eran problemas de pareja, mejor no saltar a pecho descubierto al meollo…
… o podría salir escaldado.
—Va, venga, chicos. Hoy… —Dioses, le costaba decirlo—. Hoy… —La palabra luchaba en su garganta por salir afuera, pero los músculos de su cuello la estrangulaban, impidiéndole el paso. Tuvo que hacer acopio de toda su fuerza de voluntad para aflojarlos por una milésima de segundo, lo suficiente para crear el mínimo resquicio necesario—. Hoy invito yo.
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Ayame y Datsue trataron de excusarse, pero a Daruu tanto secretismo ya le estaba hiriendo. Probablemente fuera alguna tontería de jinchūriki, pero en el fondo al Hyūga le dolía que, siendo una su pareja y otro un amigo muy cercano...
«Un momento, ¿ha dicho...?»
Daruu se dio la vuelta de golpe, con los ojos muy abiertos.
El amejin todavía tenía muy presente la escenita que Datsue protagonizó en la playa de aquella isla desierta, donde dejó claro, con mucho, mucho énfasis, que amaba el dinero. Mucho.
2/04/2020, 15:06 (Última modificación: 2/04/2020, 15:58 por Aotsuki Ayame. Editado 1 vez en total.)
—Pues claro que era una forma de hablar, coño. ¿Qué si no? —dijo Datsue, con sendas cejas alzadas. En un momento dado volvió a abrir la boca, como si quisiera añadir algo—: Va, venga, chicos. Hoy… —Pero las palabras parecían morir en su garganta—. Hoy… —El Uchiha estaba haciendo un esfuerzo titánico, como si estuviera luchando con sus propias cuerdas vocales para que dejara salir lo que tenía que decir. Y al final lo consiguió. Tres palabras que sonaron estranguladas, asfixiadas, pero que consiguieron su libertad—: Hoy invito yo.
Ayame parpadeó varias veces, notablemente confundida. ¿Había escuchado bien? ¿Lo había entendido bien? Y no era la única extrañada:
Ayame no conocía tan bien al Uchiha, pero de las pocas veces que había interactuado (de forma amistosa) con él, si había dejado entrever que era un pelín avaricioso. De hecho, cuando se conocieron, el Uchiha intentó engatusarla para que participara en una especie de apuesta sobre los torneos.
«Cuánto tiempo ha pasado desde eso... Y cuántas cosas han pasado...»
—¿Estás seguro, Datsue? —le preguntó, y no pudo evitar soltar una risilla maliciosa—. ¡En ese caso, yo conozco un sitio fantástico! ¡Cinco kunais en la Guía Akimichin, nada menos! ¡Vamos, os digo donde está!
—¡Pues claro que estoy bien! Vamos, no me miréis así. ¡Ni que fuese la primera vez que invito!
Estaba aquella vez cuando…
No, no, la otra vez cuando…
Bueno, quizá aquella no. Pero, ¿y cuando habían ascendido a Eri? ¿Acaso no le había dicho que la invitaba a comer? Luego se había olvidado de la cartera en casa y resultó que tuvo que pagar ella, ¡pero la intención la tenía! ¡Desde el primer momento!
Se puso blanco cuando escuchó el restaurante sugerido, de nada menos que cinco kunais en la Guía Akimichi. Sonaba a caro. Sonaba a caro de cojones.
—P-pues claro que estoy seguro, Ayame —dijo con una confianza que ya estaba lejos de poseer—. Estoy seguro, sí… ¡Seguro de que mis amigos no irán a lo caro solo porque invite yo! Porque eso estaría feo, ¡muy feo!
Él lo había hecho en el pasado, y ahora se daba cuenta de su error. Definitivamente aquello estaba muy feo.
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Ayame contraatacó ofreciéndole a Datsue ir a un sitio que a todas luces tenía pinta de caro. Y de nuevo Datsue sacó a relucir su propia naturaleza.
Daruu siguió con el juego, contoneándose y desviando artificialmente la mirada. Acariciándose el labio inferior, curioso.
—No sé, pero pienso que un tío que te llama desde un jacuzzi y sugiere irse de fiesta no va a invitar a dos amigos que le ayudaron a vencer a un General de Kurama a un sitio de mala muerte roñoso... —dijo—. ¿A que no, Datsue? ¿A que tú eres mucho más que eso, verdad? ¿Porque tú eres un buen tío, eh?