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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Regreso al valle
Ascua, 220
#61
Ignorado. Así es como se sentía Daruu. Tirado en el suelo de cualquier manera, el puto Uchiha se puso a gritar emocionado como aquella vez en la playa. Hablando en términos que podríamos utilizar para referirnos a Datsue, era como si le acabasen de tocar cincuenta millones de ryō. Daruu alzó el brazo pidiendo auxilio, pero comenzando a enfadarse sobremanera.

Y entonces levantó la mirada y lo vio. A Datsue rodando hacia él mientras vomitaba como una fuente el hijo de puta.

«¡NO, NO, NO!»

De ninguna manera.

Daruu extendió el brazo, apuntó a Datsue con la palma de la mano... y expulsó una ráfaga de chakra que mandaría al Uchiha allá por donde había venido.

En dirección a Ayame y a Kokuō.


Hakke Kushō: link
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#62
Como una pelota de tennis. Así se sentía Uchiha Datsue. El autoproclamado Intrépido. Matakages. Asesino de Generales e Hijo del Desierto. Reducido a una jodida bola de tennis que rebotaba de un sitio a otro mientras se vomitaba encima y todo lo que había a su alrededor. Si se hubiese visto desde fuera, habría pensado que era Inuzuka Nabi. Pero no, no podía serlo, porque Nabi había renunciado a la placa y no hubiese podido estar allí.

«Pero qué puta vergüenza es esta…»

Antaño, aquello hubiese valido para declarar una guerra. Estaba siendo apaleado y vapuleado por una pareja de amejines que se aprovechaba de su indefensión. Volaba hacia Daruu, y ahora de nuevo hacia Ayame y Kokuō.

¿Qué sería lo siguiente?
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¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado



Grupo 0:
Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80

Grupo 1:
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Grupo 2:
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#63
Una extraña y bizarra partida de ping pong. En eso se había convertido el supuesto entrenamiento. Y en una realmente asquerosa, cabía decir.

Daruu, aún tirado de cualquier manera en el suelo, sólo pudo alzar una mano en dirección a la fuente voladora con forma humana en la que se había convertido Datsue y expeler una corriente de chakra para alejarlo de él. El Uchiha rebotó de vuelta contra Ayame y Kokuō, que interrumpieron bruscamente su discusión.

¡Cuidado!

Kokuō y Ayame desaparecieron al unísono. La primera, en apenas una boluta de humo, la segunda dejando en el aire apenas una neblina tras su rastro. Sólo Ayame apareció de nuevo, una milésima de segundo más tarde, junto a Daruu.

¡Bueno, basta ya! ¡Esto es asqueroso! —exclamó Ayame, cruzándose de brazos con gesto indignado—. ¡Cuando os encontréis mejor me buscáis!

Dicho y hecho, Ayame se dio media vuelta y echó a andar entre pesados pisotones, alejándose de los dos shinobi todo lo que pudiera para dejar atrás aquella asquerosa visión y el fétido olor que traía consigo.
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#64
¡No, si encima se va a indignar la señorita conmigo también! —gritó Daruu, enfadado—. ¡Aquí el que me ha dejado como un pelele y casi se me cae encima vomitando es él! ¡No uses el plural! —Daruu trató de levantarse, pero era muy difícil en aquella situación. Así y todo, consiguió hacerlo a medias, y gateó para alejarse de la zona cero del desastre unos metros. Miró a Datsue, que estaba bastante lejos, supuso, muriéndose del asco—. ¡Datsue! ¡Hazme el puto favor de cuando vayas a meternos un sello, avisar antes de qué efecto va a tener, quieres!

»¡Que sé que lo has hecho por hacer un bien, pero evidentemente no lo has conseguido!
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#65
Datsue cayó al fin al suelo, donde pudo morirse del asco. Quizá no sintiese nada, pero el olfato y el sentido de la dignidad todavía lo conservaba. Ambos por los suelos, claro. Cuando su estómago dejó de expulsar por su esófago tanto vómito, consiguió alzar la cabeza para ver a Ayame largándose de allí.

Daruu, el muy cabrón, le responsabilizaba por todo.

Daruu… Daruu tú sabes que la idea era maravillosa. Algo de culpa tengo, sí. Va, te lo reconozco. Pero dónde estuvo la raíz del problema, ¿eh? Tú sabes que fue en comernos esa última pizza familiar de bacon, jamón y extra de queso que tanto insististe en pedir. ¡Ya estábamos a reventar! —Aquí las culpas eran repartidas.

Pero nada de eso importaba ya. Lo importante era que Ayame se había ido, y cabreada, y eso era un problema de cojones. Tenían que dar con ella, pero antes…

Puaj… Qué puto asco, joder —dijo, al mirarse—. Oye, oye. ¿Y si hacemos ese Suiton con el que me atacaste en el torneo? Ya sabes cuál. El que crea una jodida piscina donde podamos darnos un chapuzón y limpiarnos toda esta porquería. Luego sello el agua en un pergamino y a tomar por culo, aquí no ha pasado nada.
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#66
Daruu… Daruu tú sabes que la idea era maravillosa. Algo de culpa tengo, sí. Va, te lo reconozco. Pero dónde estuvo la raíz del problema, ¿eh? Tú sabes que fue en comernos esa última pizza familiar de bacon, jamón y extra de queso que tanto insististe en pedir. ¡Ya estábamos a reventar! —Aquí las culpas eran repartidas.

¡Encima! ¡Encima!

¡Oye, oye, yo no tengo la culpa de que no sepas comer! —protestó Daruu, acercándose a Datsue con una especie de baile ridículo. Ya casi lo tenía. Ya casi. Bueno, ya casi, y que los efectos de la técnica parecían estar menguando poco a poco—. Sólo hacía falta un poco de paciencia. Una horita de reposo y estábamos como nuevos. ¡Los atajos no funcionan!

Datsue bajó la mirada. Daruu se arrepintió de seguirla. El Uchiha cambió de tema:

Puaj… Qué puto asco, joder —dijo, al mirarse—. Oye, oye. ¿Y si hacemos ese Suiton con el que me atacaste en el torneo? Ya sabes cuál. El que crea una jodida piscina donde podamos darnos un chapuzón y limpiarnos toda esta porquería. Luego sello el agua en un pergamino y a tomar por culo, aquí no ha pasado nada.

No hace falta ser tan exagerado, se puede usar con menos chakra —sentenció, sin descartar del todo la idea y juntó las manos, mirando hacia el cielo—. Suiton: Suishōha.

El Hyūga escupió agua como si se tratase de una fuente. No era una ola gigante, pero tampoco era un simple chorro: sobre ellos cayó una breve catarata que les dejó completamente empapados. Empapados, sí: pero limpios.

Daruu suspiró. El agua. Sintió el frío del agua, si bien tenue, bañando su piel. Movió un poco el pie para cerciorarse de que estaba recuperando la coordinación, y salió corriendo patizambo detrás de la ya casi diminuta silueta de Ayame.

¡Asunto arreglado, Ayame! ¡Ehhhh, vuelve, vuelve! ¡Estamos limpios! ¡EEEEEH!
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#67
Que los atajos no funcionaban, decía. ¡Ja! Irónico para alguien que se pasaba la vida atajando sus viajes gracias al Chisio. ¡Muy irónico, sí! Se lo hubiese recalcado, pero justo en aquel momento vio el vómito que bañaba su propia ropa, y no pudo hacer otra cosa que arrugar la nariz de puro asco.

Tras un breve intercambio de ideas, Daruu ejecutó un conocido Suiton hacia el cielo, que cayó como un aguacero y les limpió de toda impureza. El Uchiha, que había recibido aquel regalo con la boca abierta, hizo gárgaras y escupió a un lado. Luego se levantó con lentitud, comprobando que efectivamente ya no tenía ningún resto maloliente, y procedió a quitarse las gomas de las trenzas y el moño de su cabello, ahora empapado y suelto.

Ah, qué desastre —¡Con lo que tardaba él en peinarse! Para las trenzas laterales incluso se tenía que ayudar de un Kage Bunshin, o le resultaba prácticamente imposible hacerlas.

Siguió los gritos de Daruu mientras se quitaba con cuidado la chaqueta mojada y la colgaba del hombro. «El sello está a punto de perder su efecto… pero no debería suponer tanto choque. Después de vomitar suelo encontrarme mucho mejor».
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#68
¡No, si encima se va a indignar la señorita conmigo también! ¡Aquí el que me ha dejado como un pelele y casi se me cae encima vomitando es él! ¡No uses el plural!

Ayame seguía escuchándolos tras su espalda, ¿cómo no iba a hacerlo con esos berridos? Como también escuchó un fuerte estruendo y una colosal salpicadura que la sobresaltó, dejándola momentáneamente en el sitio.

«No... ¿no habrán...?» Se preguntó, a punto de girarse, pero en el último momento sacudió la cabeza con fuerza. «¡No! ¡No quiero saberlo!»

Tratándose de ellos dos, podía ser cualquier tipo de locura. Había ocasiones en las que no sabría decir cuál de los dos era peor, y esa era una de esas ocasiones.

Ayame había continuado caminando, bajando por una colina hasta la orilla empedrada de un río cuyas aguas corrían entre juncos. Fue allí donde se arrodilló, con un profundo suspiro, y se lavó a conciencia las manos y la cara, pasando la mano mojada también por detrás de la nuca, refrescándose. Después de lo que acababa de presenciar, se sentía sucia. Contaminada.

«Si me va a dejar salir para estos espectáculos, será mejor que se lo ahorre, Señorita.» La voz de Kokuō resonó en su interior.

Y Ayame torció el gesto.

¡Oye! ¿Y yo qué sabía que iba a pasar todo esto? —respondió en voz alta.

Fue entonces cuando volvió a escucharlo:

¡...Ayame! ¡Ehhhh, vuelve, vuelve! ¡Estamos limpios! ¡EEEEEH!

¡¡Espero que vengáis como los chorros del oro!! —respondió Ayame, levantándose y girándose hacia ellos.

Y tanto que venían como los chorros del oro. Ambos, empapados de los pies a la cabeza, despeinados, Datsue con el pelo suelto (era la primera vez que le veía así) y la chaqueta colgada de un hombro. Con esos músculos y ese porte, Ayame no pudo evitar pensar que parecía sacado de un anuncio de perfumes.
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#69
Si alguna vez Amedama Daruu dudó de su sexualidad, ni aunque fuera una micra de segundo, fue aquella vez. Entre el cuerpo, tonificado con el duro entrenamiento, y el pelo suelto sobre los hombros, Uchiha Datsue acababa de convertise en el perfecto ejemplo de modelo de revista. Daruu se obligó a cerrar la boca y en lugar de pensar siquiera un momento que se había podido, quizás, sentir un poquito atraído por el uzujin, se centró en que estaba muy, pero que muy indignado porque Ayame también se había quedado con la boca abierta. ¡Y eso no podía ser!

Luego miró hacia abajo. Se miró a sí mismo. Y se cruzó de brazos. «Y yo mientras con este cuerpoescombro».

Si sentía atracción, celos o envidia y la confusión que le provocaba todo aquello Daruu lo achacó —y sería sin duda un acierto— a la atracción y el carisma natural que ya desprendía Datsue habitualmente. Hacía que todo a su alrededor quedara eclipsado, como la luz de una estrella. Parecía el protagonista de una serie en cualquier situación.

«Hijo de puta, para bien o para mal el centro de Oonindo sueles ser tú». Y eso también le daba rabia.

Nada que un buen Suishōha no arregle, Ayame —bufó.
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#70
«Joder, ¿tan mal me queda el pelo suelto o es que se me ha quedado un moco colgando?», pensó, sin saber muy bien cómo interpretar aquellas miradas que tanto Daruu como Ayame le lanzaron. Se restregó la nariz con el dorso de la mano por si acaso y decidió no darle mayor importancia.

Ah, bueno, bueno. Aparte del Shuishōha, ahora que lo pienso, sí tengo algo para dejarnos como chorros del oro a los tres. Literalmente os digo. ¡Un fūinjutsu de la hostia! Dadme un segundo, solo tengo que…

Y se descojonó. Se descojonó antes de que alguno de los dos le mandase volando por los aires con una técnica de Hyūga o una jodida bijūdama.

Que era broma. ¡Que era broma! —exclamó, enseñando ambas palmas de las manos en señal de tregua—. Bueno, y poniéndonos serios… —Aunque Datsue, al pensarlo, no pudo evitar sonreír de oreja a oreja—. ¡El Bijū Bunshin no Jutsu! Aunque, tía, tía. La otra vez que te lo vi usar, habías hecho un clon de Kokuō. Quiero decir, de su cuerpo en versión diminuta. Y ahora… ¡Ahora era de ti misma pero poseído por ella! —¡Cómo molaba!
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#71
Ayame tuvo que agradecer que la voz Daruu la sacara de su ensimismamiento. Se había quedado mirando a Datsue de una forma muy descarada, demasiado descarada para lo que ella solía ser, y la muchacha agitó la cabeza enérgicamente y volvió a echarse agua por la cara para aliviar el ardor de sus mejillas.

¿Pero qué le había pasado? ¡Ella no era así!

Nada que un buen Suishōha no arregle, Ayame —había respondido Daruu, con un sonado bufido.

Ah, bueno, bueno. Aparte del Shuishōha, ahora que lo pienso, sí tengo algo para dejarnos como chorros del oro a los tres. Literalmente os digo. ¡Un fūinjutsu de la hostia! Dadme un segundo, solo tengo que…

¡NO! —bramó Ayame, cogiendo una piedra redondeada de la orilla del río y alzándola sobre su cabeza en un gesto amenazador.

Y entonces el Uchiha se echó a reír.

Que era broma. ¡Que era broma! —exclamó, mostrando las palmas de sus manos en señal de paz—. Bueno, y poniéndonos serios… —añadió, pero aún con esa sonrisa zorruna suya—. ¡El Bijū Bunshin no Jutsu! Aunque, tía, tía. La otra vez que te lo vi usar, habías hecho un clon de Kokuō. Quiero decir, de su cuerpo en versión diminuta. Y ahora… ¡Ahora era de ti misma pero poseído por ella!

Ayame parpadeó varias veces, genuinamente sorprendida.

Ah, que ya la conocías... —murmuró. No recordaba habérsela enseñado en un pasado cercano.

«En el Árbol Sagrado. Cuando os... "reconciliasteis".» Le recordó Kokuō.

¡Ah! ¿Lo hice entonces? —Ayame volvía a responder en voz alta. Torció el gesto, tratando de hacer memoria, pero al final se encogió de hombros—. Bueno... Sea como sea, puedo hacer ambas cosas, Datsue. Puedo liberar un clon de mí misma poseído por Kokuō, por llamarlo de alguna manera, o puedo liberar lo que es la esencia del bijū en su verdadera forma... pero en miniatura. Lo máximo que he llegado a conseguir es que adopte el tamaño de un caballo adulto. La principal diferencia entre ambas formas es que en forma humana, Kokuō puede utilizar incluso mis técnicas, y en su forma bijū no.

Pocas veces Ayame se abría tanto con los detalles de sus técnicas (la kunoichi solía ser muy recelosa al respecto); pero dado que su intención era enseñársela, tenía que ser lo más específica posible.
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#72
Fūinjutsu tu puta madre —contestó Daruu, más directo de Ayame. Un Daruu que, para enfatizar su negativa, se había cruzado de brazos y había activado momentáneamente su dōjutsu. No lo desactivó ni se relajó hasta que Datsue reconoció que era una broma. Una broma, el hijo de puta. Ya conocía sus bromas, ya, y había tenido bastante.

No obstante no merecía la pena seguir discutiendo. Suspiró.

Sí, sí, el Bijū Bunshin no Jutsu, pero... —dijo Daruu, impaciente, pero Ayame le cortó con una explicación en detalle de su técnica. Por respeto, la dejó terminar, y luego...

Luego...

A ver, a ver. Pero aquí hay algo importante que estamos ignorando. Datsue tenía otro secreto, ¿verdad? ¿Qué es, otra técnica de jinchūriki? ¡Vamos, llevo con la curiosidad desde el día de la conversación, macho! —apremió al Uchiha, dándole un amistoso golpe en el hombro.
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#73
Tras la broma —que ambos tomaron igual de mal—, Datsue asintió ante la clase de Ayame, como un alumno que no solo quiere sacar la mejor nota, sino que ama la asignatura. «Comprendo. Así que una forma está más enfocada para el combate y la otra para dar la oportunidad a Kokuō de sentirse pleno y completo… aunque a escala reducida».

Por supuesto, como clase que era, no faltaba el alumno que la interrumpía por motivos distintos a la materia.

Ah, lo mío. Ya. —Ahora que pensaba en qué era lo suyo, le daba hasta vergüenza sacarlo. ¿Qué era su regalo, en comparación al de Ayame? «Una caca pinchada en un palo. Una insignificancia. Un… Un kusareño en combate. Joder, qué mal. Qué mal». No, ehm… La verdad que es una tontería. —Le hubiese encantado responder a la altura de tantas expectativas, sorprenderles con algo maravilloso. Pero no iba a ser el caso. Ojalá no haber dicho nada en su momento y simplemente sorprender a Ayame con aquel regalo—. ¿Una técnica de jinchūriki? Uff, ojalá, Daruu. Shukaku y yo tenemos en mente hacer algo. Algo grande. Pero todavía no hemos conseguido llevarlo a cabo —dijo con pesar.

Kurama había revertido el sello de jinchūrikis. Ellos querían hacer lo contrario. En vez de separar, unir. En vez de revertir, romperlo en una nueva forma. La idea, en verdad, era parecida a la de Ayame. Buscaban algo para cooperar, pero en lugar de que eso les separase, los volviesen uno.

O esa era la idea, al menos.

No, veréis, en Uzu tenemos por costumbre regalar algo a nuestros compañeros cuando obtienen un ascenso. A mí me regalaron un perro, por ejemplo. Ya veis, ¿eh? A quién se le ocurre cargar con dicha responsabilidad precisamente a mí. —Pues a dos locos demasiado optimistas como lo eran Nabi y Eri—. Así que cuando Ayame me dijo que había ascendido, pensé en tener un pequeño detalle también.

En realidad lo tenía preparado de antes, tras cierto viaje que había realizado. Pero el ascenso de Ayame le había venido como una excusa perfecta. Así pues, dejó que la chaqueta colgase por completo de uno de sus hombros y se pasó una mano por el dorso de la otra, extrayendo un pergamino mediano. Estiró el pergamino en el suelo y de él salió, tras una nube de humo blanca, una cajita envuelta en papel de regalo.

Felicidades de nuevo por el ascenso, Ayame. —Y le entregó la cajita, sonriente pero algo nervioso—. Ya te digo que no es gran cosa, ¿eh? —repitió de nuevo, por si acaso.

Si Ayame la abría, encontraría tras el papel de regalo un estuche de cuero, que tenía grabado en su superficie una luna llena. Pero dicha luna no tenía curvas limpias y perfectas, sino que estaba como distorsionada. Como si aquel dibujo no representase exactamente a la luna… sino a su reflejo en la superficie del agua.

En el interior, había una pluma, varias plumillas de distintas puntas —más redondeadas o puntiagudas, más finas o gordas…—, un reposaplumas y cinco tinteros de distintos colores. Datsue, que entendía menos de aquello que un ribereño del sur sobre el honor, no tenía ni idea de qué tan buena calidad era. Lo único que sabía era que le había costado un ojo de la cara —de cara de Uchiha, concretamente—. Y eso, previo regateo con un vendedor ambulante del Oasis de la Luna.

Como vi que te gusta dibujar y hacer retratos… —Como aquel dibujo que se había hecho de la General de Hielo—. Pensé que igual te molaría. —Se encogió de hombros—. Ya avisé que era una tontería.
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#74
A ver, a ver. Pero aquí hay algo importante que estamos ignorando —intervino Daruu, en cuanto Ayame terminó de hablar—. Datsue tenía otro secreto, ¿verdad? ¿Qué es, otra técnica de jinchūriki? ¡Vamos, llevo con la curiosidad desde el día de la conversación, macho!

Daruu, no deberías ser tan impaciente... —dijo Ayame, con una tenue sonrisa.

«Casi parece que tienes tú más curiosidad que yo.» Pensó, pero sus ojos no engañaban a nadie cuando se clavaron en Datsue. Esperaba, expectante y llena de ilusión.

Ah, lo mío. Ya. No, ehm… La verdad que es una tontería —respondió Datsue, y parecía algo incómodo con la situación—. ¿Una técnica de jinchūriki? Uff, ojalá, Daruu. Shukaku y yo tenemos en mente hacer algo. Algo grande. Pero todavía no hemos conseguido llevarlo a cabo.

»No, veréis, en Uzu tenemos por costumbre regalar algo a nuestros compañeros cuando obtienen un ascenso —añadió el Uchiha, y Ayame comenzó a ruborizarse al darse cuenta de por dónde estaban yendo los tiros—. A mí me regalaron un perro, por ejemplo. Ya veis, ¿eh? A quién se le ocurre cargar con dicha responsabilidad precisamente a mí. Así que cuando Ayame me dijo que había ascendido, pensé en tener un pequeño detalle también.

¿Un perro también? —preguntó Ayame, con una radiante sonrisa de oreja a oreja.

Pero no era un perro. Datsue, liberó su mano dejando la chaqueta colgante sobre su hombro y después la pasó por el dorso de la otra. Como si de un mago se tratara, sacó un pergamino mediano de la nada y lo extendió frente a él en el suelo. Una pequeña nube de humo estalló entonces desde su superficie y Ayame no pudo evitar tensarse en el momento. Gajes de las experiencias que había tenido con el Uchiha y sus Fūinjutsu. Pero lo que había tras la nube de humo era una cajita envuelta en papel de regalo.

Y Ayame se sonrojó aún más.

Felicidades de nuevo por el ascenso, Ayame —le dijo, con una sonrisa nerviosa, entregándole la cajita que ella tomó con manos temblorosas—. Ya te digo que no es gran cosa, ¿eh?

Pero si ni siquiera tenías que... —murmuró ella.

Pero enmudeció al retirar el papel de regalo y verse con un estuche de cuero entre las manos. Sus dedos recorrieron el grabado de una luna llena que estaba sobre él, una luna llena distorsionada, como si estuviese reflejada en las aguas de un lago. Y cuando dejó con cuidado el estuche y lo abrió, las lágrimas acudieron a sus ojos: Una pluma, varias plumillas de diferentes puntas y grosores, un reposaplumas y hasta cinco tinteros de diferentes colores.

Como vi que te gusta dibujar y hacer retratos…Pensé que igual te molaría —dijo Datsue, encogiéndose de hombros—. Ya avisé que era una tontería.

A Ayame le temblaron violentamente las manos y se mordió el labio inferior. Después de su ascenso lo único que había recibido habían sido riñas, y más riñas. Nadie lo había celebrado con ella, nadie le había regalado nada. Y Datsue había sido el primero que...

No pudo evitarlo. Se lanzó hacia delante y le abrazó, pasando sus brazos por detrás de su cuello.

¡Gracias! ¡Gracias! ¡Es genial! ¡Gracias! —sollozaba. Se separó de él y volvió a coger el estuche, con ojos brillantes como zafiros—. ¡Con esto haré el mejor Libro Bingo del mundo! ¡Todos querrán tener mis retratos!
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#75
Una técnica de jinchūriki versus... ¿un detalle por el ascenso? ¡Pues vaya chafón! Daruu, con los carrillos hinchados como un niño, asistió al blablabla de Datsue una vez más, deseando saber de todas formas cuál era ese detalle que le había traído a Ayame.

¿Un perro también? —preguntó la kunoichi, con una radiante sonrisa de oreja a oreja.

«Hostia, pues espero que no lo lleve al pobre sellado en algún sitio...», meditó Daruu, inclinándose a izquierda y a derecha para buscar un sello escondido entre la ropa, quizás. Finalmente, Datsue reveló un pequeño pergamino, y el Hyūga se temió lo peor. ¡Un perro sellado, pero qué crueldad! Estaba a punto de protestar cuando vio que se trataba de un pequeño estuche con herramientas de dibujo y el estampado del reflejo de una luna.

Era un detalle bonito, de eso no cabía duda. Pero a Daruu no le pareció la gran cosa. No obstante, lo que sentía en aquellos momentos era auténtica vergüenza. Porque a él no se le había ocurrido regalarle nada. De hecho, no habían podido celebrarlo, entre una cosa y otra...

...y ahora quedaba él como el trozo de mierda.

Abatido, se sentó en una roca, con una sonrisa triste, mientras veía a Ayame tan feliz abrazando a Datsue como si fuesen amigos de toda la vida. En realidad eran enemigos de toda la vida reconvertidos en amigos de diez minutos. Pero a veces sólo hace falta eso.

Unos minutos de alegría.
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