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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La puerta se abrió. En un lamentable estado, la muchacha se apoyó en el marco de la puerta como si estuviera a punto de morirse. Apestaba a alcohol. Daruu arrugó la nariz, y suspiró mientras Mai le mandaba a freír espárragos.

Me preocupaba cómo estarías —dijo, sinceramente, pero se encogió de hombros y añadió—: ¿sabes? No se acaba el mundo porque te digan que no. Llevo varios años con mi chica y no se merece menos que tú. Solo venía a decirte que lo siento, supongo. —Hizo una pausa y desvió la mirada, incómodo—. Nada más. Era eso. Por cierto, conozco a un tipo que casi pierde a su familia por culpa del alcohol. Los malos tragos no se pasan dándole a la botella. Solo se hacen más amargos.

El amejin se dio la vuelta y se encaminó a abandonar el perímetro de la casa.

»Tienes a un compañero muy preocupado por ti allá en la casa de Hada. No te aconsejo ir de esta guisa, pero... al menos tienes a alguien mañana.
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Mai contemplaba a Daruu con la cabeza ladeada y el brazo que sostenía la botella lánguido junto a su cuerpo, como un títere al que le hubiesen cortado las cuerdas. Le escuchaba, pero sus ojos, hinchados y enrojecidos, parecían estar mirando más allá. A algún punto perdido en la inmensidad.

Bah, ¿yyy a ti qué te importa? —preguntó, con la voz aún empañada por los efectos del alcohol. Casi con desgana, alzó el brazo, empinó el codo y volvió a tomar un buen trago de aquella bebida que la estaba ahogando por dentro.

Sin embargo, cuando Daruu mencionó a Natsu, la mujer dejó de beber de golpe.

«¿Natsu?» Meditaba, aunque sus pensamientos estaban bastante empañados. «Natsu...» Su compañero de trabajo. Su fiel amigo. Él siempre había estado ahí para ella, y en una ocasión incluso bromeó con la posibilidad de declararse...

Porque estaba bromeando, ¿no?

Mai contempló la botella con ojos vidriosos y al final terminó arrojándola al suelo, con toda su rabia acumulada.

Esa chica tiene... ¡hip! mucha suerte de tenerte —Aquellas fueron sus últimas palabras, antes de cerrar la puerta detrás de ella.



. . .



Yota y Eri entraron en la Posada Cucurbita. A juego con el exterior, el interior estaba adornado a la manera más tradicional: con suelos y paredes de madera y puertas correderas de papel, y calabazas de todos los tamaños, formas y colores, mirándoles desde cada rincón de la recepción. Desde luego, no aparentaba ser una residencia de lujo, pero sí que resultaba cálidamente acogedora. Al fondo, detrás de un mostrador, un hombre de cabellos canosos y repeinados hacia atrás, ojos pequeños tras unas gafas cuadradas y labio superior adornado con un curioso y recurvado bigote, les esperaba.

¡Buenas noches, señoritos! ¿En qué puedo ayudarles? ¿Habitación para dos, supongo?
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El lugar por dentro hacía justicia a lo que habíamos podido ver desde fuera. Osea lo que había podido ver un poco por encima porque con los tirones de Eri tampoc es que tuviese demasiado tiempo como para entretenerme en observar la fachada del edificio. Un lugar tradicional sin demasiadas florituras, acogedor y aparentemente disponía de las comodidades necesarias.

¡Buenas noches, señoritos! ¿En qué puedo ayudarles? ¿Habitación para dos, supongo?

La voz provenía del otro lado de la recepción. Un señor mayor tal y como delataban sus canas que lucía un particular bigote quien debía de haberse imaginado cualquier cosa al verme entrar en aquel sitio junto a Eri tirándome de la mano menos la realidad.

— Esto.. no, no — dije sacudiendo las manos, negando lo que acababa de decir y con unas acaloradas y rojizas mejillas — En realidad somos tres, nuestro compañero está a punto de llegar

«¿Yo? ¿Con una uzujin?»

Se me escapó la risa por debajo de la nariz de lo divertido que me parecía.
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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Ambos ninjas entraron en la posada, decorada a juego con la fachada con la que contaba de una manera tradicional y acogedora a su parecer. Un hombre de cabello cano, a lo lejos, parecía estar esperándoles para que se acercaran.

¿Habitación para dos, supongo?

—Esto... no, no.—Dijeron ambos al unísono.

El color pálido de Eri tras la pelea recuperó el color, pero de la vergüenza. ¿Qué se estaba imaginando aquel señor? ¿Ella con Yota? Ni en sueños, más quisiera el kusajin este.

— En realidad somos tres, nuestro compañero está a punto de llegar.

Sí, y nos gustaría saber si cuenta con habitaciones libres para pasar esta noche... Por favor.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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Daruu negó con la cabeza cuando aquella desmejorada muchacha volvió a empinar el codo. Probablemente el alcohol solo la haría sentir peor todavía. Ya era cuestionable que una noche de risas mejorase con una buena borrachera, pero si la noche era de lágrimas, peor todavía.

El amejin tuvo que dar un salto cuando la mujer estampó la botella contra el suelo. Genuinamente creyó que Mai iba a atacarle, y puso una posición defensiva. Sin embargo, tras unas últimas palabras, cerró la puerta.

Daruu suspiró, sintió una punzada agridulce en el pecho y se dio la vuelta.

¡Buenas noches, señoritos! ¿En qué puedo ayudarles? ¿Habitación para dos, supongo?

Esto... no, no. En realidad somos tres, nuestro compañero está a punto de llegar.

Sí, y nos gustaría saber si cuenta con habitaciones libres para pasar esta noche... Por favor.


Chicos, ¿ya habéis encontrado algo? ¿Dónde estáis? ¡Voy para allá! —sonó una voz, como de la nada, que venía a la vez de Eri y de Yota, como un altavoz.
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No hay marcas de sangre registradas.
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Pero los dos shinobi no tardaron en corregir al hombre, visiblemente alarmados ante la insinuación: buscaban habitación para tres personas, en realidad. Aunque parecía que el tercero aún estaba por caer.

Bueno, con la Fiesta de la Cosecha, muchas personas se han movido hasta Yachi para disfrutar del evento. Estamos casi llenos pero aún contamos con un...

Sus palabras se vieron interrumpidas cuando una tercera voz, masculina y proveniente de algún punto entre los dos chicos, le sobresaltó. El hombre, pálido como la cera y visiblemente sobresaltado, brincó hacia atrás y su cuerpo dio con un armario que había tras la recepción.

Q... Q... ¡¿Quién está ahí?! ¡¿Quién habla?! —clamó, con las gafas torcidas sobre la nariz y al borde de un ataque de nervios.
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Sí, y nos gustaría saber si cuenta con habitaciones libres para pasar esta noche... Por favor.

Bueno, con la Fiesta de la Cosecha, muchas personas se han movido hasta Yachi para disfrutar del evento. Estamos casi llenos pero aún contamos con un...

Chicos, ¿ya habéis encontrado algo? ¿Dónde estáis? ¡Voy para allá!


Al pobre anciano no le dio tiempo de acabar con su contestaciçon que había sonado el dichoso sello aquel de comunicación que habíamos utilizado durante la misión cuando nos dividimos para mantener el contacto. El problema es que lo hizo por duplicado con el mio y el de la propia Eri, causando un efecto de lo más inesperado en aquel anciano que había reculado y trataba de esconderse entre el mobiliario de la recepción.

— Oiga, ¿se encuentra bien? es solo..

Q... Q... ¡¿Quién está ahí?! ¡¿Quién habla?!

— Parece que hemos encontrado un sitio, Daruu, está cerca del ayuntamiento. se llama Posada Cucurbita — dije mientras tocaba mi oreja con la mano, activando el sello, al mismo tiempo que miraba al viejo con una mirada tranquilizadora — No se preocupe, señor. Es solo un comunicador y el que hablaba era nuestro compañero

Aparté la mano del comunicador y di una vuelta de 360 grados con los brazos en alto para volver al punto original y mirarle al rostro.

— ¿Lo ve? Todo está en orden
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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Una asustadiza voz aguda le sobresaltó al otro lado del extraño teléfono de Datsue. Daruu sonrió.

Amedama Daruu —dijo, simplemente. Sincero.

Yota comunicó entonces a Daruu a través del sello el nombre y una aproximada dirección. El Hyūga comenzó a moverse inmediatamente. Pero sentía que debía divertirse un poco después de todo el vaivén de emociones, así que cuando Yota dijo "todo está en orden", Daruu hizo la mejor impresión que pudo de lo que él imaginaba que sería la voz de un loro y dijo:

¡Bwaarrrk! ¡Todo en orden! ¡Todo en orden!
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No hay marcas de sangre registradas.
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Toda la conversación parecía ir bien, hasta que, de repente, del sello se pudo escuchar como Daruu intentaba contactar con ellos. Eri iba a contestar activándolo para ponerlo al día cuando se dio cuenta de que el posadero se había asustado.

Q... Q... ¡¿Quién está ahí?! ¡¿Quién habla?!

Amedama Daruu —dijo, simplemente. Eri se llevó una mano a la nuca, intentando resolver como sacar al pobre y confundido señor de aquel estado.

¡No se preocupe! Es así como nos comunicamos con nuestro compañero, el tercer integrante, que ya viene de camino. —Explicó Eri, justo después de que Yota terminase de dar su propia explicación del asunto.

Yota explicó a Daruu como llegar, por lo que ella no terminó de activar el sello, esperando a que el hombre pudiera darles cobijo aquella noche. Sin embargo, tras la demostración del kusajin, Daruu parecía estar con las pilas recargadas, pues, el amejin, pensó que era una buena idea hacer otra broma.

¡Bwaarrrk! ¡Todo en orden! ¡Todo en orden!

¡Daruu! —Eri activó su sello, regañando al chico, con una mirada suplicante a la nada. Se giró al propietario—. ¡Está gastando una broma! ¡Solo eso!
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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Yota y Eri se apresuraron a explicarse. Al parecer, el tercer integrante del grupo era otro compañero y se llamaba Amedama Daruu. En cualquier otra circunstancia, aquella justificación habría sido más que suficiente, pero aquella voz había surgido de la nada y...

Y...

¿Acababa de sonar como un loro?

El pobre y asustado recepcionista entrecerró los ojos y recorrió con su mirada, de arriba a abajo y de forma minuciosa, a los dos muchachos. Era como si estuviera buscando algo sospechoso entre sus ropas: un bulto, plumas caídas, cualquier atisbo de lo que pudieran estar escondiendo.

L... Lo lamento, señoritos, pero no admitimos animales en esta posada. La higiene y la seguridad de nuestros clientes es nuestra máxima prioridad, y aquí incluimos posibles alergias...
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El loro al otro lado del sello no pudo sino soltar una terrible carcajada. Seguida de unos agudos quejidos de dolor. Todavía no se le habían curado del todo las heridas.

Ey, disculpe —dijo. La gente le miraba raro por la calle—. Soy Amedama Daruu. El campeón del Torneo de los Dojos. ¿Tiene usted alergia a la derrota? —Quizás la mala influencia de Datsue, el no tener al hombre enfrente, o el haber estado al borde de la mismísima muerte había hecho que el Hyūga se soltase un poco más—. No, en serio. Si no me conoce, mejor. He tenido una dosis suficiente de admiradores por hoy. Voy para allá. Si quiere esperarme ahí plantado, usted mismo. Así comprobará que no tengo plumas.

»Me abstengo de hacer más chistes, perdón, perdón.
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Eri quiso llorar ante lo insinuado por el dueño del local, con el sello todavía activo. ¿De verdad no iba a dejar que se quedaran? Necesitaban descansar, todos ellos. Estaban cansados y adoloridos, y aunque Daruu hubiera hecho una broma, ¡ella misma se había explicado!

Por suerte, a través de su sello —y tras una sonora carcajada—, Daruu explicó la verdad. Se dio a conocer como el campeón del último Torneo de los Dojos «Buena esa, seguro que ha oído hablar de ello», hasta que al final afirmó que se dirigía para la posada.

¿Ve? De verdad que no mentimos. Cuando venga podrá verlo con sus propios ojos... —Colaboró la Uzumaki, con ojos suplicantes.

A este paso le daba igual hasta compartir habitación con el Kusajin que tenía al lado.
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—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
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L... Lo lamento, señoritos, pero no admitimos animales en esta posada. La higiene y la seguridad de nuestros clientes es nuestra máxima prioridad, y aquí incluimos posibles alergias...

El señor seguía enrocado en la desconfianza y la negativa. Cerré la transmisión de chakra hasta el sello para desconectarlo y sin darme cuenta mi ceja había empezado a realizar un leve movimiento de arriba abajo de forma continuada. Creo que mi labio había empezado a hacer lo propio. señal inequívoca de que estaba a puntito de perder el control.

— ¡JODER!

No pude evitar un chillido de pura rabia, lanzando mis brazos hacía atrás, dándome media vuelta, reuniendo mi torso con mis rodillos a modo de lamento y de liberación de tensión.

— Perdón, perdón

Algo más relajado volví a darme la vuelta tratando de esbozar la sonrisa más tranquilizadora del mundo.

— Mire, hemos tenido un día muy jodido tratando de salvar esta aldea. Solo le estamos pidiendo una o dos habitaciones para descansar. No tenemos animales ni alergias ni ninguna cosa de esa que dice que tenemos. Así que voy a tener que repetirle la pregunta: ¿Puede darnos una jodida cama para pasar la noche?

Cuando acabé mi discursito resoplé de puro cansancio.
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Narro ~ Hablo ~ Pienso ~ Kumopansa
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Unas sonoras carcajadas sucedieron a las inquietudes del hombre, seguidas por unos agudos quejidos de dolor. A aquellas alturas de la noche, el rostro del pobre recepcionista ya había pasado por todos los colores posibles, y por la forma que se agarraba el pecho parecía que estaba a punto del colapso nervioso.

A... ¿Amedama Daruu? —repitió, tartamudeando. El hombre tragó saliva varias veces, y se limpió las gotitas de sudor que perlaban su frente con un pequeño pañuelo que llevaba en el bolsillo de su chaqueta—. Disculpe mi atrevimiento, señorito Amedama, pero lo cierto es que nunca he sido demasiado forofo de esos... deportes ninja.

Fue entonces cuando Yota estalló, como una tetera sometida a demasiada presión. Sus blasfemias volvieron a sobresaltar al recepcionista, que brincó otra vez en el sitio. Con la mano temblorosa, les tendió al fin una pequeña llave plateada de la que colgaba un pequeño letrero de cuero con el número "124" grabado en él.

Parecía que al fin habían conseguido su objetivo.

Pero el recepcionista volvió a aclararse la garganta.

Debo advertirles sin embargo, que esta es la única habitación disponible. Y sólo tiene una cama de matrimonio y una cama infantil.

Ahora les tocaba a ellos gestionarse el espacio.
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Eri suspiró ante el ataque de cólera de Yota. No tenía ni ganas ni tiempo para aguantar aquellos arranques del kusajin. Se acercó al recepcionista y tomó la llave plateada que les tendía con el número 124. Por fin podrían descansar.

Debo advertirles sin embargo, que esta es la única habitación disponible. Y sólo tiene una cama de matrimonio y una cama infantil.

Muchas gracias —agradeció, seguido de una inclinación de cabeza, luego se giró a Yota y activó su sello—. Tenemos habitación. Hay dos camas, una de matrimonio y una infantil, te esperamos en la posada para subir juntos.

»Me pido la infantil.
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—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
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