4/08/2016, 12:21
Toc toc.
La puerta sonó, haciendo que Riko se sobresaltara, pues estaba enfrascado en la lectura de un libro que había descubierto hacía relativamente poco en las estanterías de su casa. Un libro que trataba de cómo un ninja rubio sin prácticamente nada de talento luchaba por conseguir su sueño, convertirse en Kage, y para ello corría un montón de aventuras en las que hacía muchísimos amigos. Pero aún le quedaba mucho libro, era muy largo, y se había fijado en que había partes en las que se centraba en cosas que no eran del todo relevantes, pero estaba entretenido.
— Adelante. — Invitó el muchacho a entrar.
Entró en la habitación Kurohiko, uno de los criados de la casa, bastante joven, apenas 20 años, y con el que Riko había entablado una gran amistad a lo largo de ese año, pues había sido un gran apoyo para él.
— Buenos días señorito, he venido para avisarle de que estaré unos días fuera, voy a las Islas del Té para comprar un poco y abastecer nuestros almacenes de té. — Anunció en un tono muy respetuoso.
Riko se le quedó mirando, pensativo, tardando un poco en contestar, pero antes de hacerlo, soltó una pequeña risotada.
— No hace falta que me llames señorito, ya lo sabes Kurohiko. Así que a las Islas del Té, ¿eh? Te importaría si te acompaño, no tengo mucho que hacer y me gustaría visitarlas, no te preocupes, no seré una carga, cuando lleguemos allí iré por mi cuenta, ¿trato hecho? — Dijo el de rastas y sin esperar respuesta se levantó de la silla y comenzó a preparar sus cosas.
— De acuerdo Riko, no hay problema. — Sonrió el joven Kurohiko.
Antes de darse cuenta, los dos jóvenes se encontraban subidos en un crucero dirección a la isla más grande del archipiélago. Lo que Riko no sabía, dado que aquella era su primera vez, era que los viajes en barco no eran del todo su forma favorita de viajar, pues los mareos fueron algo constante durante los días que duró aquel dichoso viaje, en el que no salió de su camarote ni para comer algo.
Cuando por fin el barco amarró en puerto, Riko y Kurohiko tuvieron que esperar hasta que se le pasara el malcuerpo al primero, por lo que, al final, el viaje de llegada a la capital duró aproximadamente un día.
— Bueno, pues hasta aquí, cuando hayas acabado tus cosas, búscame por la ciudad, no creo que te sea muy complicado. — Rió el moreno.
Kurohiko asintió, y comenzó a caminar en una dirección, por lo que Riko echó a andar en otra diferente, y cual fue su sorpresa al dar los dos primeros pasos de encontrarse a alguien conocido, prácticamente encima de alguien no conocido.
— ¡Eh, Nabi! ¡Qué casualidad! — Empezó el de rastas a la par que se acercaba. — ¿Éste es amigo tuyo? — Preguntó. — Encantado, yo soy Riko. — Se presentó ofreciéndole la mano, aunque si le hubiera mirado bien desde el principio, quizás se lo hubiese replanteado, tenía una forma... extraña, parecía un tiburón con patas, y aquello no le daba del todo buena espina.
La puerta sonó, haciendo que Riko se sobresaltara, pues estaba enfrascado en la lectura de un libro que había descubierto hacía relativamente poco en las estanterías de su casa. Un libro que trataba de cómo un ninja rubio sin prácticamente nada de talento luchaba por conseguir su sueño, convertirse en Kage, y para ello corría un montón de aventuras en las que hacía muchísimos amigos. Pero aún le quedaba mucho libro, era muy largo, y se había fijado en que había partes en las que se centraba en cosas que no eran del todo relevantes, pero estaba entretenido.
— Adelante. — Invitó el muchacho a entrar.
Entró en la habitación Kurohiko, uno de los criados de la casa, bastante joven, apenas 20 años, y con el que Riko había entablado una gran amistad a lo largo de ese año, pues había sido un gran apoyo para él.
— Buenos días señorito, he venido para avisarle de que estaré unos días fuera, voy a las Islas del Té para comprar un poco y abastecer nuestros almacenes de té. — Anunció en un tono muy respetuoso.
Riko se le quedó mirando, pensativo, tardando un poco en contestar, pero antes de hacerlo, soltó una pequeña risotada.
— No hace falta que me llames señorito, ya lo sabes Kurohiko. Así que a las Islas del Té, ¿eh? Te importaría si te acompaño, no tengo mucho que hacer y me gustaría visitarlas, no te preocupes, no seré una carga, cuando lleguemos allí iré por mi cuenta, ¿trato hecho? — Dijo el de rastas y sin esperar respuesta se levantó de la silla y comenzó a preparar sus cosas.
— De acuerdo Riko, no hay problema. — Sonrió el joven Kurohiko.
...
Antes de darse cuenta, los dos jóvenes se encontraban subidos en un crucero dirección a la isla más grande del archipiélago. Lo que Riko no sabía, dado que aquella era su primera vez, era que los viajes en barco no eran del todo su forma favorita de viajar, pues los mareos fueron algo constante durante los días que duró aquel dichoso viaje, en el que no salió de su camarote ni para comer algo.
Cuando por fin el barco amarró en puerto, Riko y Kurohiko tuvieron que esperar hasta que se le pasara el malcuerpo al primero, por lo que, al final, el viaje de llegada a la capital duró aproximadamente un día.
— Bueno, pues hasta aquí, cuando hayas acabado tus cosas, búscame por la ciudad, no creo que te sea muy complicado. — Rió el moreno.
Kurohiko asintió, y comenzó a caminar en una dirección, por lo que Riko echó a andar en otra diferente, y cual fue su sorpresa al dar los dos primeros pasos de encontrarse a alguien conocido, prácticamente encima de alguien no conocido.
— ¡Eh, Nabi! ¡Qué casualidad! — Empezó el de rastas a la par que se acercaba. — ¿Éste es amigo tuyo? — Preguntó. — Encantado, yo soy Riko. — Se presentó ofreciéndole la mano, aunque si le hubiera mirado bien desde el principio, quizás se lo hubiese replanteado, tenía una forma... extraña, parecía un tiburón con patas, y aquello no le daba del todo buena espina.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»