4/08/2016, 20:27
El trayecto que él había tomado hacia el centro de la ciudad no era, ni de cerca, el más transitado. Había rutas mucho más interesantes que visitar y desvíos claramente más vistosos que descubrir, pero lo suyo no era encantarse con las edificaciones y la vegetación como lo hacían tantos otros. El tiburón era un hombre de impulsos individuales, más caprichosos que el anterior, que cuando fueran satisfechos completamente removerían de su cabeza todo el interés que pudo haber antes de cumplirlo.
Así sucedía con el té. Es que coño, ni siquiera le gustaba demasiado. Lo tomaba cuando tenía gripe o cuando a Yarou-dono le apetecía tener una charla motivacional. Nada más.
Entonces se detuvo en pleno trayecto. Y con él, también los dos guardias que le acompañaban unos cuantos metros atrás. ¿Valía la pena seguir la misma ruta? ¿no habría mejor gente para molestar en el lado sur de la Capital?...
—Agua —clamó una voz en a su posterior, obligándole a voltear en súbito. Nousagi y Hyō (el nombre de los dos guardias asignados por el Consejo) hicieron lo mismo sin alertarse, manteniendo las distancias y aparentando no estar allí con el tiburón.
«¿Nabi?»
Le conocía. Es que había que aceptar que aquella cabellera rubia no era muy común que digamos, y la cara de tonto que Nabi tenía también era inconfundible. Aunque ahora, después de casi dos años sin verse las caras de tú a tú —como en aquel misterioso acontecimiento con las extrañas esferas flotantes—. se podían observar los inminentes cambios de la pubertad. Más alto y más pánfilo eran los que destacaban mejor.
—Agua, agua... ¿Por qué habría de dártela cuando un miembro de tu jodida aldea intentó cortarme la cabeza hace un buen tiempo, ah? —lo recordaba bien, aunque no así su nombre. Solo sabía que tenía el pelo más gris que los vellos púbicos del viejo Yarou-dono y que cargaba una espada no tan común consigo—. no me digas que no lo recuerdas, tú estabas ahí.
Se cruzó de brazos y frunció el ceño. Aquello era sin lugar a dudas su actitud de "mira, soy un buen tipo y me has herido el corazón". No buscaba problemas con Nabi, ni tampoco tenía inconveniente en compartir su agua; pero las presentaciones, los saludos y los actos generosos no hacían falta cuando ya uno de los de Uzushiogakure le había rebanado la garganta sin temor a las represalias que ello pudiera contraer.
Y como si faltara más, poco después hizo acto de aparición un negro con rastas; quien lució gratamente sorprendido ante su encuentro con lo que parecía ser un compañero de aldea. Otro del remolino, para poner las cosas más interesantes.
¿Éste es amigo tuyo?
«¿Isti is amigi tiyi?»
Kaido le estrechó la mano, pero no la movió en lo absoluto. Ni respondió al encantado que Riko —como hizo llamarse—. le había regalado.
—Amigo, no sé. Que te lo diga Nabi, que yo no estoy tan seguro...
«Mejor activo el Suika, capaz el tipo ese los ha mandado aquí a terminar el trabajo»
Así sucedía con el té. Es que coño, ni siquiera le gustaba demasiado. Lo tomaba cuando tenía gripe o cuando a Yarou-dono le apetecía tener una charla motivacional. Nada más.
Entonces se detuvo en pleno trayecto. Y con él, también los dos guardias que le acompañaban unos cuantos metros atrás. ¿Valía la pena seguir la misma ruta? ¿no habría mejor gente para molestar en el lado sur de la Capital?...
—Agua —clamó una voz en a su posterior, obligándole a voltear en súbito. Nousagi y Hyō (el nombre de los dos guardias asignados por el Consejo) hicieron lo mismo sin alertarse, manteniendo las distancias y aparentando no estar allí con el tiburón.
«¿Nabi?»
Le conocía. Es que había que aceptar que aquella cabellera rubia no era muy común que digamos, y la cara de tonto que Nabi tenía también era inconfundible. Aunque ahora, después de casi dos años sin verse las caras de tú a tú —como en aquel misterioso acontecimiento con las extrañas esferas flotantes—. se podían observar los inminentes cambios de la pubertad. Más alto y más pánfilo eran los que destacaban mejor.
—Agua, agua... ¿Por qué habría de dártela cuando un miembro de tu jodida aldea intentó cortarme la cabeza hace un buen tiempo, ah? —lo recordaba bien, aunque no así su nombre. Solo sabía que tenía el pelo más gris que los vellos púbicos del viejo Yarou-dono y que cargaba una espada no tan común consigo—. no me digas que no lo recuerdas, tú estabas ahí.
Se cruzó de brazos y frunció el ceño. Aquello era sin lugar a dudas su actitud de "mira, soy un buen tipo y me has herido el corazón". No buscaba problemas con Nabi, ni tampoco tenía inconveniente en compartir su agua; pero las presentaciones, los saludos y los actos generosos no hacían falta cuando ya uno de los de Uzushiogakure le había rebanado la garganta sin temor a las represalias que ello pudiera contraer.
Y como si faltara más, poco después hizo acto de aparición un negro con rastas; quien lució gratamente sorprendido ante su encuentro con lo que parecía ser un compañero de aldea. Otro del remolino, para poner las cosas más interesantes.
¿Éste es amigo tuyo?
«¿Isti is amigi tiyi?»
Kaido le estrechó la mano, pero no la movió en lo absoluto. Ni respondió al encantado que Riko —como hizo llamarse—. le había regalado.
—Amigo, no sé. Que te lo diga Nabi, que yo no estoy tan seguro...
«Mejor activo el Suika, capaz el tipo ese los ha mandado aquí a terminar el trabajo»