18/02/2017, 18:55
El día lucía plácido y monótono bajo la constante lluvia, reina y señora de todo lo que había bajo el nublado cielo de Amegakure. La constante precipitación no parecía dispuesta a dar tregua a nada ni a nadie, pero por suerte o desgracia la tecnología había avanzado hasta el punto de saber hacerle frente. Un trozo de tela de colores rojo y blanco, sujetada en numerosos sitios por varillas, y un palo central al cuál se adherían las mencionadas varillas de metal, hacían por retener el agua en su fugaz intento de mojar a la gente. Bueno, los colores son por mencionar algunos, pues en su dantesca cantidad de géneros y tipos, los llamados paraguas tienen todo tipo de colores y formas; pero a fin de cuentas tienen la misma función.
La pelirroja andaba bajo el torrente de agua salvaguardada por su paraguas, de camino al torreón en pos de entrenar un poco. Pero obviamente, se entretuvo de buena manera... —¿Como no?— Había una maldita panadería en el camino al torreón. ¿A quién en su sano juicio se le había ocurrido tan maquiavélica idea? Sin duda, la mente creadora de tan alta tortura había acertado de lleno, seguro que a diario recaudaba un buen dinero de la gente que bien se dirigía a entrenar, o bien necesitaba un refuerzo de energía tras haberlo hecho.
La kunoichi no pudo resistir la tentación, y terminó por comprar al menos cuatro bollitos rellenos de crema pastelera.
De nuevo, continuó la marcha, con su bolsita rosa y su paraguas. Un reguero de olor tremendamente apetecible surgía desde la rosa mencionada, pero eso traía a la chica sin cuidado. A su paso, la gente quedaba mirando... pero eso tampoco era raro, lo que sí era cuestionable. ¿A quién miraban, a la chica o a la bolsa que olía tan bien? Fuere como fuere, eso no detenía su paso, así fue hasta que ésta llegó al fin a la entrada del torreón.
La puerta del recinto permanecía entre abierta, como si alguien hubiese pasado hacía relativamente poco, o simplemente era causa efecto del constante paso de la gente por el umbral de la misma. Sin preámbulo, la chica empujó un poco la puerta, haciéndose paso por el umbral que ésta formaba, y entrando hacia la sala principal. La recepción se presentaba bastante habitada, e incluso un buen numero de aspirantes al titulo se debatían en palabras con el pobre conserje. Al parecer, la recepcionista andaba en otro lado, y como consecuencia toda duda y disputa iba hacia el único presente adulto, el mencionado conserje. Sin embargo, éste poco mas que de reparaciones entendía, y a contramedida trataba de alejar los problemas a base de varios "Que soy el conserje, que me dejéis en paz! Busquen a la recepcionista, que no sé nada!"
Aiko se encogió de hombros, y terminó dejando el paraguas en el lateral de la puerta, concretamente en un cubo en el que descasaban varios artilugios mas de la misma índole. Sin mas, se dirigió hacia la primera instancia, la que normalmente andaba a medio llenar, y en la cuál solía haber numerosas dianas, estantes de armas, y público. La verdad, la cosa del público allí sobraba, sobre todo teniendo en cuenta que el propósito de la sala era entrenar... Aunque por otro lado, un público clasicista daba la opción moral de hacerlo lo mejor posible.
Para su sorpresa, la sala no andaba como podría denominarse "llena como de costumbre", en éste día tan poco señalado estaba hasta los topes. Había al menos un centenar de personas, distribuida en distintos grupos, pero que a fin de cuenta estaban allí. La verdad, era impresionante. ¿En serio cabía tanta gente allí? Pues si, e incluso más.
—Dios... cuanta gente... —Se dijo a si misma cuando caminaba taciturna hacia un lateral de la sala.
Llevó la vista por toda la instancia por unos segundos, buscando quizás algún reconocido, pero curiosamente hacía años que no tenía a uno de esos. ¿Quizás lo hacía por costumbre? Quizás si, meramente una costumbre absurda y estancada en su juventud. Dejó caer un suspiro al darse cuenta, y para apaciguar el bajón, tomó uno de los bollitos de crema. Antes de llevárselo a la boca, clavó su mirada en él, nostálgica.
«Al menos tú no me fallas...» Pensó, para segundos después atizarle un bocado al susodicho. Entre tanto, continuó su caminar hacia un hueco de la sala donde no había demasiada gente, en uno de los laterales de la misma.
La pelirroja andaba bajo el torrente de agua salvaguardada por su paraguas, de camino al torreón en pos de entrenar un poco. Pero obviamente, se entretuvo de buena manera... —¿Como no?— Había una maldita panadería en el camino al torreón. ¿A quién en su sano juicio se le había ocurrido tan maquiavélica idea? Sin duda, la mente creadora de tan alta tortura había acertado de lleno, seguro que a diario recaudaba un buen dinero de la gente que bien se dirigía a entrenar, o bien necesitaba un refuerzo de energía tras haberlo hecho.
La kunoichi no pudo resistir la tentación, y terminó por comprar al menos cuatro bollitos rellenos de crema pastelera.
De nuevo, continuó la marcha, con su bolsita rosa y su paraguas. Un reguero de olor tremendamente apetecible surgía desde la rosa mencionada, pero eso traía a la chica sin cuidado. A su paso, la gente quedaba mirando... pero eso tampoco era raro, lo que sí era cuestionable. ¿A quién miraban, a la chica o a la bolsa que olía tan bien? Fuere como fuere, eso no detenía su paso, así fue hasta que ésta llegó al fin a la entrada del torreón.
La puerta del recinto permanecía entre abierta, como si alguien hubiese pasado hacía relativamente poco, o simplemente era causa efecto del constante paso de la gente por el umbral de la misma. Sin preámbulo, la chica empujó un poco la puerta, haciéndose paso por el umbral que ésta formaba, y entrando hacia la sala principal. La recepción se presentaba bastante habitada, e incluso un buen numero de aspirantes al titulo se debatían en palabras con el pobre conserje. Al parecer, la recepcionista andaba en otro lado, y como consecuencia toda duda y disputa iba hacia el único presente adulto, el mencionado conserje. Sin embargo, éste poco mas que de reparaciones entendía, y a contramedida trataba de alejar los problemas a base de varios "Que soy el conserje, que me dejéis en paz! Busquen a la recepcionista, que no sé nada!"
Aiko se encogió de hombros, y terminó dejando el paraguas en el lateral de la puerta, concretamente en un cubo en el que descasaban varios artilugios mas de la misma índole. Sin mas, se dirigió hacia la primera instancia, la que normalmente andaba a medio llenar, y en la cuál solía haber numerosas dianas, estantes de armas, y público. La verdad, la cosa del público allí sobraba, sobre todo teniendo en cuenta que el propósito de la sala era entrenar... Aunque por otro lado, un público clasicista daba la opción moral de hacerlo lo mejor posible.
Para su sorpresa, la sala no andaba como podría denominarse "llena como de costumbre", en éste día tan poco señalado estaba hasta los topes. Había al menos un centenar de personas, distribuida en distintos grupos, pero que a fin de cuenta estaban allí. La verdad, era impresionante. ¿En serio cabía tanta gente allí? Pues si, e incluso más.
—Dios... cuanta gente... —Se dijo a si misma cuando caminaba taciturna hacia un lateral de la sala.
Llevó la vista por toda la instancia por unos segundos, buscando quizás algún reconocido, pero curiosamente hacía años que no tenía a uno de esos. ¿Quizás lo hacía por costumbre? Quizás si, meramente una costumbre absurda y estancada en su juventud. Dejó caer un suspiro al darse cuenta, y para apaciguar el bajón, tomó uno de los bollitos de crema. Antes de llevárselo a la boca, clavó su mirada en él, nostálgica.
«Al menos tú no me fallas...» Pensó, para segundos después atizarle un bocado al susodicho. Entre tanto, continuó su caminar hacia un hueco de la sala donde no había demasiada gente, en uno de los laterales de la misma.